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Coces Contra el Aguijón

Todos sabemos que en nuestros ambientes hay gente a la que podríamos considerar de todos los colores. Están los que se acercan a ti y te prueban con diversas triquiñuelas, cuando lo único que buscan y les interesa, es que tú les resuelvas sus problemas. Simulan ser tus seguidores, tus admiradores, tus discípulos y hasta tus amigos, pero eso concluye en el momento en que su problema coyuntural, encuentra una salida. Ahí ser pierde de vista hasta el próximo drama personal. Escucha: la manipulación no tiene necesariamente que ver con Jezabel. El hombre, genéricamente hablando, es manipulador por esencia, por carácter. Si esa persona viniera a mí y me dijera: mira, tengo que hacer tal o cual cosa. Me lo han propuesto y una parte de mí quiere hacerlo y la otra no. ¿Tú qué opinas? ¿Qué me aconsejas? O, tratándose de mí, seguramente me diría: ¿Qué harías tú en mi lugar? ¿Qué sugieres? Algo se llevaría, seguramente. Pero no, eligen pintarte un cuadro abstracto y esperar que de tu interior salga un consejo, una sugerencia o una palabra que les enseñe lo que tienen que hacer. Pregunto: ¿Tanto temor a mostrarse frágil tiene el hombre? Sí, nadie quiere ser el perdedor. Todos sueñan con ser el gran vencedor. Sólo un problema: en una competencia, hay un solo vencedor.

Entonces viene alguien y me dice: ¡Claro, pero el ejemplo que usted está dando tiene trampa, hermano! ¡Con una zarza ardiendo como la de Moisés, cualquiera cree! ¿Ah, sí, eh? Pues yo te aseguro que si hoy se presentara una zarza ardiendo, seguramente aparecería alguno de esos miles de buscadores de perlas que andan por las páginas Web cristianas, y ya le encontraría algún error o, en su defecto, intentaría debatir teología con ella. Siempre recuerdo el título de un libro que leí. Del libro no recuerdo nada, pero el título jamás se me fue de la mente y cabe aquí: “Aunque los Muertos Resuciten”, se llamaba. ¿Fui claro, verdad? Mira; Moisés estaba destruido en su propia imagen, cuando la zarza aparece frente a él. Él no era capaz de oponerse a nadie. Lisa y llanamente, era un fracasado. Fue educado para ser príncipe, recuerda. Y estaba casado con una mujer que ni siquiera era judía, y trabajaba cuidando las ovejas de su suegro. ¿Quién podría ser feliz así?

¿Y qué hacer con todo lo que él había recibido en Egipto? No sé, pero cuando apareció la zarza, él estaba tan  destruido que no se sintió capaz. Un último ejemplo: Pablo. Siempre pongo a Pablo como ejemplo de algo. ¿Se nota que es mi favorito? ¿Cómo dices? ¿Qué un maestro del Señor no debe tener favoritos? Tienes razón, anótala como mala mía. Pero Pablo es mi favorito. Mira Hechos 9. Y él le dijo: ¿Quién eres, Señor? ¿Recuerdas? Está yendo camino a Damasco, se le aparece una gran luz y se cae al suelo (Mi Biblia no habla de caballo, ni de camello, se supone que sobre algunos de estos dos animales viajaba Pablo, por la distancia, pero lo cierto es que lo único que dice allí es que cayó al piso, no sé qué dirá en la tuya) y el resto de la historia seguramente la conoces. Pero él le pregunta: ¿Quién eres, Señor? Este fariseo de fariseos, no sabía quién era el Señor. Eso, simplemente y justamente, es lo que la religión produce. ¿Te impactó leer esto? Te aseguro que a mí también, cuando lo recibí.

(Hechos 9: 5) = Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 

Es interesante que no se presente como Yo Soy, como el Dios del Antiguo Testamento. Yo Soy, pero Jesús, nombre propio e individual. Además, fíjate que es interesante, también, que se presenta casi sin anestesia. ¡Cero protocolo! ¡Yo Soy el que tú estás persiguiendo, muchacho! Y lo quebró. Otra vez uno tirado en el piso. Esto me recuerda cómo se preocupaban los conservadores a ultranza porque la gente se les desparramaba en el piso sin su permiso.

(6) El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿Qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. 

Pregunta un tanto tontuela: ¿De verdad tú piensas que cualquiera de nosotros, si nos hubiera ocurrido más o menos lo mismo que a Pablo, nos hubiéramos puesto de pie, ciegos, y se nos hubiera ocurrido preguntar lo mismo? ¿No te parece que antes hubiéramos pretendido algo así como pedir explicaciones por el golpe que nos dimos y por la ceguera que padecíamos? No hay caso; una cosa es el que está llamado y levantado para que sí, y otra cosa es el que está permitido para que no.

(7) Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, más sin ver a nadie. 

¿Tú sabes que de esto que terminas de leer, jamás escuché enseñar ni predicar a nadie? Cuidado: yo tampoco lo había hecho hasta este preciso momento, en que estando en otro tema, me encuentro con este mínimo pero importante episodio. Los que rodeaban a Pablo oían la misma voz que Pablo (Todavía Saulo) estaba oyendo, pero no veían a nadie. La pregunta que se me ocurre, es: ¿Pablo sí estaba viendo a Jesús? En su espíritu, porque se había quedado ciego, dice el relato. Hay veces que no terminamos de entender las cosas de Dios, ¿Verdad? En fin; cuando no entiendes a Dios, mejor sencillamente créele.

(8) Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, 

Hoy hablábamos respecto a si se cayó de un caballo o de un camello, porque conjeturamos que dada la distancia que debía recorrer, iba a lomos de alguna de estas dos clases de bestias. La Biblia no las menciona. Dice que se cayó al suelo, nada más. Y aquí añade que luego, cuando se pone de pie, como había perdido la visión, debió ser llevado de la mano para que no tropezara y se cayera. Ahí es notorio que no iba a lomos de ningún caballo ni camello, sino a pie.

(Verso 15) = El Señor le dijo: (A Ananías) Ve, porque instrumento escogido me es éste, (En referencia a Saulo), para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; (16) porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.

Ya lo sabes. Tú que anhelas servir al Reino y ser considerado hijo del cual el Padre tiene complacencia, lo cual es muy legítimo y está excelente pensarlo y sentirlo: ¿Entiendes que esto no es un asunto de show, espectacularidades, monumentales festivales ni multitudinarias reuniones masivas? Esto es entre Dios y tú. Y encierra una serie de elementos y razones de las cuales serán testigos solamente Dios y tú. Porque si eres levantado como lo fue Saulo para convertirse en Pablo, gozarás de las mieles de la confianza divina, glorificarás al Dios de todo poder con tu ministerio, pero te será mostrado cuánto te es necesario padecer por Su nombre. Está todo junto, acéptalo y no des coces contra el aguijón

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marzo 13, 2021 Néstor Martínez