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Cartas Abiertas Para el Mundo

En mis primeros años de creyente, recuerdo haber escuchado a alguien predicar sobre la cruz y todo lo que en ella había sucedido y, una vez concluido el eje central del mensaje, lanzó una pregunta a todos los que lo oíamos, pero dirigida casi de modo personal. Directamente preguntó: Hermano… ¿Sabes quién eres en Cristo? No sé qué habrán pensado los demás, yo me quedé tieso y helado. No tenía ni la menor idea respecto a quien era en Cristo. Es más; ni siquiera sabía muy bien qué era lo que estaba haciendo allí. Pasaron algunos años, la palabra de Dios fue metiéndose en mi vida y con algo de oración genuina, me sentí con ganas de recibir todo lo que Dios tuviera para mí. Eso me llevó a este texto, que un día alguien trajo a mi vida:

(2 Corintios 3: 2) = Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; (3) siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.

(4) Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; (5) no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, (6) el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, más el espíritu vivifica.

En estos cinco versos, creo que está el resumen de lo que hoy somos en Cristo. Mejor dicho, creo que el resumen detalla lo que deberíamos ser en Cristo, todavía no sé muy bien si coincide con lo que somos. En principio, somos cartas escritas en nuestros corazones. Cartas que luego deberán ser leídas por todos los hombres, que al leerlas, tendrán la certeza que son cartas de Cristo mismo que les son mostradas como testimonios vivientes. Y cartas que no están escritas con tinta de bolígrafo, sino con la propia sangre de Jesús brotada desde el mismísimo Espíritu Santo. Cartas con principios que no están escritos en tablas de piedra como aquellas que Moisés trajo del monte santo, sino en tablas de carne del corazón, que si bien antes era de cuidado porque era engañoso, despues de la cruz se convirtió en el instrumento preciso de nuestra identidad.

Y es precisamente que, ser cartas de Cristo, nos permite tener confianza en Dios y con Dios. Confiamos en él como un niño confía en su padre, pero también tomamos confianza con él, igual que cuando ese mismo niño se pone a jugar con su papá. Y eso nos lleva a que nuestro Padre nos regale competencia y eficiencia en todo lo que hacemos y vayamos a hacer. No se trata que de pronto nosotros, por nosotros mismos, pasemos a ser personas capaces y aptas para lo que se nos ponga por delante. Nos queda más que claro que nuestra capacidad, nuestros talentos y nuestra eficiente competencia, nos llega vía Espíritu Santo desde el mismísimo cielo, desde la dimensión eterna, donde hemos sido designados todos, como ministros competentes del Nuevo Pacto, lo que tiene que ver con nuestro espíritu y no con la letra, eso queda bien claro. Porque todos sabemos que la letra, como tal y sin sustento sobrenatural, mata, pero el espíritu con la riqueza de la revelación divina, vivifica.

Y esto también nos enseña que podemos ser cartas vivas y testimoniales de Jesucristo en la tierra, y que si nos atrevemos a jugarnos como varones de guerra que somos, independientemente de nuestro género humano, nos comportaremos como ministros competentes que somos, todos. ¿Leíste bien lo que escribí? Todos. No existe tal cosa como un ministro y cien «no se sabe qué cosa». En ese lugar, y aun en contra de lo que alguna organización humana y humanoide pretenda imponer como verdad bíblica, rige lo que esta escritura, conjuntamente con otras, nos expresa y declara: somos todos ministros competentes del Nuevo Pacto, sólo debemos esperar recibir órdenes y ser obedientes a ellas, para bendición de quienes reciban nuestro trabajo, y para honra y gloria de quien nos envió. No serán necesarios hombres especiales para conducir al pueblo de Dios en batalla, porque todos serán especiales.

(Jeremías 31: 33) = Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel (Que hoy representa a la iglesia)  después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.

(34) Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.

Eso es todo. Y nada menos. Con esto en tu mente y tu corazón, y con tu espíritu presto y dinámico, creo que no tendrás ningún trabajo ni esfuerzo en responder ahora, ya mismo, la misma pregunta que yo, hace muchos años, no pude o no supe responder: ¿Quién eres en Cristo? Y me podrás decir: soy una de sus cartas vivas, que los hombres leerán y podrán ver en ella, que es como decir en mí,  la imagen de su rostro, de su cuerpo, de sus llagas, de su sangre, de su cruz. Y esa será una excelente y muy genuina respuesta, amén. Sólo me queda la misma duda que seguramente te quedará a ti: Hoy, como pueblo de Dios, como cuerpo de Cristo en la tierra, ¿Somos de verdad, todo eso? Tú tienes la respuesta. Y para dármela, primero debes aceptar el desafío. ¡Animo! No estás solo, no estás sola. Si me lo permites, voy contigo; yo también quiero decir con voz bien alta que soy carta escrita por Cristo para Vida Abundante y Eterna de un mundo en tiniebla. Yo acepto el desafío. ¿Me acompañas?

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junio 27, 2020 Néstor Martínez