Durante su legendario sermón del monte, Jesús hace hincapié en todos aquellos tópicos en los que los hombres, llevados por un fariseísmo sobredimensionado, eran más proclives a la sentencia y la ejecución que al perdón y la redención. No es para nada ajeno a este presente ese pensamiento. Aquí no hay sinagogas ni fariseos, pero hay templos y seres ultra legalistas que parecerían gozar cuando encuentran a alguien en algo dudoso. La reacción ante el pecado ajeno no tiene que ser ni de asco ni de rechazo, sino por el contrario, como lo hizo Jesús, de comprensión, compasión y misericordia, que de ninguna manera se deberá confundir con permisividad o debilidad.
Mateo 5: 14 = Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
Decirnos que somos luz es, de alguna manera, asegurarnos que, donde quiera que lleguemos y habitemos, la tiniebla ambiente deberá correrse y dejarnos libre el espacio. De eso está hablando. Porque, incluso desde lo técnico o científico, es de la luz de la que se puede hablar. De la tiniebla no hay absolutamente nada para enseñar ni para decir, porque tiniebla u oscuridad, en todo caso, apenas son ausencia de luz. ¿Cómo se logra esto? No lo sé, las naciones son distintas y sus culturas también, pero Pablo es bastante claro en cuanto a esto cuando les escribe a los Filipenses. En el segundo capítulo de su carta, podemos leerlo con meridiana claridad: Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo;
Una luz en el camino…así bautizó un ministro a su ministerio, y fue muy adecuado el título. Porque independientemente de dogmas, doctrinas, modismos, costumbres y tradiciones, llevar la palabra de Dios genuina a un alma a oscuras, es arrimarle luz. Por eso es que, en el final, Jesús les dice que son esa luz que resplandece, por lo que lo último que deberían hacer, tengan las dudas o los miedos que tengan, es esconderla. Una luz escondida, no alumbra. Y si no alumbra, no está cumpliendo con su rol, con su cometido, con lo que Dios le dio para mostrar. Esto va dedicado a aquellos que, compartiendo durante años con gente en sus trabajos o estudios, jamás dijeron que eran creyentes. Tienen húmedas las cerillas para encender sus lámparas.
(15) Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.
El almud era un elemento físico del cual no se tienen demasiadas precisiones, pero que se utilizaba como medida romana para áridos o sólidos y era usada especialmente para granos. De hecho, también se empleaba como utensilio doméstico, de allí que aquí se la menciona como un ejemplo para lo que no debe hacerse con una luz, esconderla debajo de este elemento, ya que allí no es útil y no alumbrará nada. Muy por el contrario, se nos recuerda que toda luz deberá colocarse sobre un candelero, que es la representación de la iglesia en una casa, y desde ese lugar será útil para darle entendimiento a todos los que habiten en esa casa.
Marcos, en 4:21-22, nos recuerda algo que Jesús también dijo: También les dijo: ¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz. ¿Por qué hacer tanto hincapié y énfasis en encender la luz espiritual? Porque vivimos en un reino de tinieblas, donde esa luz, aunque nadie esté dispuesto a reconocerlo, es necesitada en forma desesperada. Ausencia de luz, recuerda, es Satanás o pecado. ¿Seguirás yendo a bailar a ese club nocturno en donde adentro no se ve nada porque está todo a oscuras? Piénsalo.
Todos los que alguna vez estuvimos en la debacle mundana y para protegernos o ganar ventajas mentimos, sabemos que esto es absolutamente cierto: No hay nada oculto que no salga a la luz. Nada. Sólo es cuestión de tiempo y habrá justicia. Podemos argumentar lo que se nos antoje, pero nunca podremos engañar al Dios de todo poder. En Lucas 8, lo vuelve a confirmar: Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz.
De acuerdo; el modelo que está dando Jesús, es el de una luz en una casa, pero resulta más que válido también para una revelación en lo que en suma es la casa del Padre. Si tú has recibido luz del Espíritu Santo, ya que sea en revelación, en palabra de ciencia o de conocimiento, no te lo calles. Muéstralo a quien quiera verlo o a quien lo necesite. No te hagas propietario de ello, dale toda la gloria y toda la honra a Dios, y eso será de altísima utilidad, como se dice aquí, para todos los que entran al camino. ¿Quieres que alguien que amas y se ha convertido pueda ver esa luz y disfrutarla? Muéstrasela y calla, deja que el Espíritu Santo le hable y lo instruya.
(16) Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Si te queda alguna duda que lo dicho por Jesús hace tantos años era directo para ti y para mí, aunque todavía no existiéramos, hoy se te ha develado y revelado como genuino. Todo este sermón que Él está comenzando a desarrollar, tiene un único destinatario. No le está hablando a muchos, como lo haría un conferencista, me está hablando a mí, te está hablando a ti. No importa la cantidad de años que puedan haber pasado después de este evento. Sus palabras, conceptos y diseños siguen sonando limpios, puros y contundentes. No sé qué harás tú al respecto. Seguramente el Espíritu Santo ya te lo tiene que estar mostrando con claridad, porque así es como funciona todo. Por mi parte, nací para llevarle a mi pueblo, que es el pueblo santo, las verdades ocultas por la religión y que por años nos impidieron crecer y desarrollarnos.
Y no me interesa si eso acaricia, abofetea o castiga fiero. Mi sensibilidad está para con el cielo y la luz que desciende de allí es la que debo mostrarte y ayudarte a disfrutar. Si así no lo hiciere, tal vez quedaría como alguien muy simpático y atractivo para escuchar, pero dejaría mi sitial de privilegio en el ámbito invisible del Reino de los Cielos. No, gracias, ya elegí hace casi cincuenta años, y no pienso modificar esa decisión. Fue por Cristo, por Su Palabra y por su Reino. Todo lo demás, para mí dejó de contar hace mucho tiempo. ¿Cuántos me acompañan? ¿Diez mil? ¿Cincuenta mil? ¿Cien mil? No lo sé. Sólo sé que, si trabajara para Babilonia, quizás serían millones, pero ahí es donde recuerdo que Jesús hizo lo que hizo con doce, o incluso once, si quieres descartar al que lo traicionó. No es cantidad, es calidad. Eso dice Dios, no la religión.
Pedro, con su tan particular manera de decir las cosas más importantes, lo reseña claramente en su Primera Carta, cuando en el capítulo segundo y en los versos 11 y 12, hablando de la conducta a mostrar a quienes nos miren, como testimonios vivientes del Rey de reyes y Señor de señores, muy por encima de cualquier rango interno dentro de cualquier estructura eclesiástica, dice: Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.
Esto es ser luz. No estamos hablando de brillos o resplandores logrados con la ayuda de la riqueza tecnológica en iluminación o sonido moderno, estamos hablando de plantarse delante del mundo secular, en el área que sea y nos cueste lo que nos cueste, mostrarle como vive un hijo de Dios genuino, sin barnices ni disfraces religiosos de cualquier signo. Cuando esa clase de luz alumbra, ya nadie más quedará a oscuras. Y créeme que esto es lo más importante que un hijo de Dios está llamado a hacer. Es el puntapié inicial de la recuperación y extensión de un Reino todavía usurpado. Momento de auto examen y auto pregunta: ¿Puedo?
(17) No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.
No puedo menos que identificarme de punta a punta con Jesús, aunque te pueda sonar como demasiado atrevido, pretencioso y hasta petulante. Y me identifico porque Él debió decir esto por una razón. Había gente que pensaba que Él proponía abrogar la antigua Ley de los judíos y fabricar leyes nuevas u opuestas. De ninguna manera fue así, la historia total del evangelio lo corrobora. Además, si tú lo lees conforme a los términos originales, algunas cosas parecerían cambiar de fisonomía. Sin ir más lejos, cuando dice que no ha venido a abrogar, ese término, katalúo, en realidad implica algo así como derribar, desintegrar, demoler, destruir o desvanecer. Y es más que obvio que Jesús jamás hizo eso con la Ley.
Nuestra traducción dice que la vino a cumplir, pero la traducción genuina de pleróo, que es el vocablo, nos lleva mucho más allá de un simple cumplimiento. Habla de llenar a plenitud, de hacer repleto, de atiborrar, de atestar. ¿Lo estás entendiendo? Y me identifico absolutamente, porque, aunque a muchos les parece que en mis enseñanzas me voy por fuera de la Palabra de Dios implantando nuevas doctrinas, la realidad muestra que no sólo no es así, sino que lo que tratamos de rescatar es la máxima pureza activa y movilizante de esa palabra. Eso es ser un auténtico vocero. Y digo vocero, porque suena mucho menos impactante y altisonante que profeta, aunque sean la misma cosa.
Fíjate que, hablando de las leyes antiguas, Pablo les enseña a los Romanos lo que escribe en su carta a ellos, en el capítulo 3 y versos 30 y 31, cuando les expresa: Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión. ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley. Con la Palabra y el santo respeto hacia ella y sus conceptos o principios, sucede exactamente lo mismo. Cuando tengas una duda, ya sea con algo de este ministerio o de cualquiera de los otros que alimentan tu espíritu, haz un ejercicio simple y efectivo: pídele al Espíritu Santo que te lo confirme.
Ese Espíritu Santo es UNO, y no tiene distintas doctrinas para distintas personas con la intención de caerles simpático y lograr que lo acepten. Él tiene UNA SOLA doctrina, y es la que Dios mismo plantó en nuestros espíritus para ayudarnos a conocerle. No es su culpa si luego algunos de nosotros decidimos confiar más en ciertos hombres que en lo que el Espíritu Santo nos está mostrando o revelando. A los Gálatas se lo sintetiza de manera mucho más contundente, cuando en el verso 24 del tercer capítulo, les dice: De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.
(18) Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.
Veamos: ¿Qué es lo que sabes respecto a este tan repetido versículo? Supongo que más o menos lo mismo que me enseñaron a mí muchas veces, que no es censurable ni mucho menos, pero que es lo clásico y tradicional, aunque no siempre se ajuste a la verdad plena: Que venga lo que venga o suceda lo que suceda, la ley de Dios no cambiará en nada. Porque, (Y a eso me lo enseñaron en mi etapa inicial), cuando dice la jota, se refiere tanto a la jota griega como a la hebrea, yod, que son las letras más pequeñas en sus respectivos alfabetos.
Y, en cuanto a la tilde, era una pequeña marca usada para distinguir algunas letras hebreas, lo que hoy compararíamos con una diéresis, un acento o similares. Eso es lo que yo sabía, hasta que el Espíritu Santo me mostró en este texto algo en lo que antes no había reparado o no había prestado atención, ya que ninguno de los predicadores que oí hizo mención a ello. Jesús está diciendo que hasta que pasen el cielo y la tierra, eso seguirá intacto, ¿Verdad? ¿Y qué te dice a ti esto? Que la ley estará vigente siempre, hasta ese momento. ¿Qué momento? El momento profetizado. Porque nos queda implícito que dice que el cielo y la tierra en algún momento pasarán, ¿No es así?
Genial, pero… ¿Qué cosa significaría, aquí, ese: pasarán? La palabra usada en el original, aquí, es parérjomai, y tiene que ver con venir cerca o al lado, acercarse, que es llegar, pasar junto, que es alejarse, perecer, descuidar o apartar. Pero viene de la preposición pará, que tiene que ver con propiamente cerca o en proximidad con. Pero también deriva de érjomai, que es algo así como venir o ir, que de otra manera no ocurre, acercar, arribar, entrar, ir, llegar, pasar, redundar, salir, sobrevenir, venidero y venir. Tú puedes elegir la que mejor quepa en tu discernimiento. Yo quiero entender que, si nuestro sistema solar está en permanente movimiento, y no sólo dentro de sí mismo, como son todos nuestros planetas girando alrededor del sol, sino que también se están moviendo en su conjunto, desde un lugar a otro dentro de un todo llamado universo.
Entonces, ese pasarán no me suena como debacle o destrucción, sino como una especie de finalización de un viaje que fuera diagramado, puesto en marcha y concluido cuando llegue su tiempo, por quien es el Creador de todo, de todos y de lo que existió, existe y existirá. Ir más lejos, es arriesgar a la divagación o la locura, que son dos posibilidades para una mente finita con relación a lo diagramado por una mente eterna. En Lucas 16:17 de su evangelio, Jesús lo corrobora cuando dice: Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley. Y, obviamente, este: pasen, que leemos aquí, es la misma palabra parérjomai que antes examinamos.
(19) De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; más cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.
A ver; a ver si estamos entendiendo correctamente a Jesús. Porque leer sabemos leer todos, pero leer entendiendo, ya no son todos, lo sabemos. Y cuidado, porque no te estoy hablando del profe de teología de tu universidad, ni del ministro que te enseña biblia en ese seminario, ni del aprendiz de maestro que te tira conceptos a través de una humilde web de las miles que existen. Te estoy hablando de algo que dijo Jesús y que, como tal, como podrás suponerlo, no resiste ni el menor cuestionamiento. Lo que él te está diciendo es un estilo que Jesús utilizó mucho, que es el del ejemplo y prueba.
En este caso, es el que, por ejemplo, si yo fuera uno de esos cualquiera que un día y porque se me ocurrió al despertarme, vengo y te enseño que salir con alguna hermanita bella de tu iglesia y tener relaciones sexuales con ella “para ver qué pasa” no es pecado, sino un acto que de alguna manera te otorga cierta garantía a una relación futura más seria y formal, lo diga cómo lo diga y lo disfrace como lo disfrace, yo estaré quebrantando uno de sus mandamientos, y no justamente uno de los más pequeños, sino uno importante y grave. ¿Cómo supondré yo que seré visto en el Reino de los Cielos por enseñar eso? Imagínalo. ¿Estoy divagando o esto ha sucedido alguna vez en tus cercanías?
Ahora bien; si yo enseño que en contra de lo que diga toda una sociedad completa y probadamente corrupta, sea del país que sea, en esto no hay muchas diferencias, e incluso hasta en respeto y obediencia a sus propias leyes vigentes como país, que abortar la gestación de un ser humano es un homicidio que Dios pena con alta gravedad, yo estaré obedeciendo otro mandamiento que no es menor. Eso, seguramente, me pondrá en la mira de toda forma de agravios, ofensas, burlas o ataques por parte de mis conciudadanos, pero… ¿Cómo se supone que será considerado eso en el Reino de los Cielos?
De hecho, si gente que simpatiza ideológicamente con las derechas o las ultra derechas, me oye o lee estas definiciones, de inmediato no dudarán en incorporarme como una de sus figuras representativas. ¿Por qué? Porque coincido con uno de sus postulados más firmes. Gracias, pero si me sigues leyendo y escuchando, vas a ver que si bien jamás alguien, por más mal intencionado que sea me podría enrolar con un pensamiento político de izquierda, mi absoluta coincidencia con esto, pero también con muchas otras cosas que enseñó Jesús, no me convierten en alguien de derecha. Sigo siendo de Jesucristo, aunque eso a muchos les parezca liviano, tibio o mojigato. Los quisiera ver defendiendo a Cristo delante de una legión de incrédulos influidos por otra legión, pero de demonios violentos, crueles, llenos de odio y rencor.
No quisiera sobredimensionar mis opiniones o pensamientos a este respecto. Sé que mucha gente lo hace y es casi “normal”, pero no me gusta y no es mi estilo. Prefiero acudir a mi Biblia y recalar en la carta del apóstol Santiago, al que muchos consideran como hermano de sangre de Jesús. No lo sé, pero sí sé lo que él escribe en el capítulo segundo de su carta y comenzando desde el primer verso: Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. (2) Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso,
(3) Y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; (4) ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos? (5) Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? (6) Pero vosotros habéis afrentado al pobre.
¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? (7) ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros? (8) Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; (9) pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. (10) Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.
(11) Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. (12) Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. Conozco un país comunista que había tomado este pasaje para “vender” a un Cristo revolucionario social. Ignorancia. La misma que hay también del otro lado del ventanal ideológico.
(20) Porque os digo que, si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Que les quede más que claro a todos los que oyen, leen y entienden: la entrada en el Reino es, esencialmente, por la rectitud del corazón, no por el legalismo externo e hipócrita. ¿Por qué? Porque esa rectitud es nada menos que el reaseguro que se obtiene a partir de la dependencia al genuino Reino personal del Mesías, ese que las bienaventuranzas que anteriormente compartimos, presuponen muy activo en todos los que lo aceptan como Salvador y Señor de sus vidas. Tenemos como muchedumbre creyente, una enorme diferencia a favor. El budismo cree en un Buda que murió dejando enseñanzas que ellos siguen y respetan.
Con Mahoma, el islam realiza exactamente lo mismo. Y así con muchas otras líneas, tales como las de los mormones, que siguen a José Smith y respetan a rajatabla sus dictados. Por eso hay un diferencia notoria y notable con el cristianismo como fe movilizada, ¿Sabes cuál es? Que, si bien también nosotros tenemos un libro con enseñanzas para seguir, tenemos una figura central que está vigente, porque no sé si recuerdas que: ¡¡¡CRISTO VIVE!!! Aceptándole como Señor de tu vida, naciendo de nuevo del agua y el Espíritu, tú podrás en primer momento, ver a ese Reino con absoluta claridad y nitidez. Y luego, si sigues adelante sin tambalearte, entrarás en Él, tal como está escrito desde siempre.
(21) Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio.
Quiero que lo entiendas con todas las letras disponibles y aptas para que tu mente opere y funcione conforme a como fue creada. Jesús está diciendo a quienes lo oyen, que ellos oyeron que fue dicho a los antiguos. ¿De qué antiguos está hablando? Si vamos a seguir el hilo de lo que viene luego, está hablando de Moisés. Entonces, cuando dice que fue dicho, está hablando de su Padre celestial. Él lo dijo. Porque en el libro de Éxodo, capítulo 20 y verso 13, están esas dos palabras breves pero contundentes que dicen simplemente: No matarás.
Y mucho cuidado con esto y sus distintas vertientes ideológicas, o hasta políticas para interpretarlo. Porque; En ningún modo dice “no matarás, a menos que…” o sino “no matarás, salvo que…” Esto es: no hay ni habrá jamás ningún atenuante que justifique un asesinato. Ni siquiera en una guerra, donde era y es lo más “normal” de ese mundo y de todos los mundos actuales en donde las haya, hacerlo. Matar a otro ser humano en defensa…de lo que sea que se pretenda justificar como válido defender, matando a quien se oponga. Pregunto y con no poca ingenuidad: ¿Deberíamos creer que todo homicidio será penado por la justicia divina? ¿Aun aquellos en que las diferentes culturas o sociedades terrenales parecen haberlos comprendido y casi justificados?
Tengo absoluta certeza que sí, que la justicia de Dios será inapelable ante el hecho de quitar una vida humana por la razón que sea. Puedo reconocer y hasta aceptar, porque soy tan humano como el que me lee, que hay muertes y muertes. Si un sicario es enviado por un narcotraficante a asesinar a alguien que le está perturbando el negocio o, simplemente, a ese chico o chica que no pagó la deuda que había contraído por su consumo, es una cosa. Pero si vas por una calle sombría y un ladrón te ataca, te golpea y amenaza matarte si no le entregas todo lo que tienes, y aun así le parece poco y te ataca con un arma blanca dispuesto a apuñalarte, y tu alcanzas a aferrarte de un palo que estaba tirado en el suelo, se lo pegas en su cabeza como forma de defensa y ese golpe mata al ladrón, creo que es otra cosa.
Las justicias terrenales tienen a estos y a centenares de atenuantes más para justificar o comprender de tal modo a un homicidio que, en muchos casos, hay que buscar con una lupa a aquellos de los cuales es imposible salir en libertad después de cometerlos. Pero aquí no estamos hablando de justicias terrenales, aquí estamos hablando de jurisprudencia celestial. Y esa jurisprudencia ya lo dejó escrito: Cualquiera que matare, (Sin especificar causa, motivo o lo que sea) será culpable de juicio. Perdón, pero no puedo caer en el grosero atrevimiento de añadirle una opinión, idea, o postura personal a algo que Dios mismo dijo. Lo lamento.
En mi vida de creyente, viviendo casi siempre con hambre y sed de aprender, de leer o escuchar enseñanzas que enriquecieran mi fe y mi conocimiento, he oído de todo. Desde lo más ungido, profundo y revelado, de esas que cuando te las dicen por poco te caes patas para arriba del impacto, hasta lo más pintoresco, ocurrente y hasta lindando con lo blasfemo que a algunos se les suele antojar, aunque más no sea para atraer la atención y, de paso, quien te dice, aumentar unas monedas la ofrenda. Y todo desde los mismos lugares santos y, en algunos casos, mediante los mismos hombres, de acuerdo a como amanecieran ese día o sus libros de finanzas.
Y allí fue, donde en algunos casos, escuché decir que Dios no había sido claro en este mandamiento. Que, -según estos hermanos expertos-, Él debería haber puesto pautas y selecciones, que no podía establecer una misma justicia para distintos tipos de homicidio. Y, como no podría ser de otro modo, y a favor de movimientos que se auto proclaman de avanzada, se colaba en estas evaluaciones, el tan vapuleado tema del aborto, como asunto que algunos gobiernos consideran como legal y pasible de ser hecho por cualquier mujer que lo desee. Argumento principal: que esa mujer es dueña de su cuerpo y puede hacer lo que quiera con lo que en ese cuerpo haya. Tú piensa como mejor te parezca y cree lo que tengas ganas de creer, a mí no me saques de la Palabra porque me pierdo. En dirección divina y en vida abundante.
(22) Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.
Como todos sabemos, el sexto mandamiento no solamente prohíbe el acto de matar, sino que se aplica también al pensamiento y a la palabra, a la cólera injusta y a los insultos destructivos. Necio, por ejemplo, es una expresión coloquial de disgusto por la manera de pensar de alguien, similar a “tonto” o “estúpido”, mientras que Fatuo expresa desprecio por el carácter de alguien. Ambos insinúan que esa persona merece ir al infierno. El Concilio, en tanto, designaba al principio la sinagoga, pero al escribirse este evangelio puede que se refiriera a un cuerpo investigativo de la iglesia. El infierno de fuego, mientras, literalmente conocido como Gehena, que es la traducción griega al nombre hebreo Valle de Hinom, designa a una hondonada al sur de Jerusalén donde se quemaban los desperdicios, algo así como lo que en las grandes ciudades llamamos basurales. Era como un símbolo del fuego y el juicio del propio Hades.
Ahora bien; dice que será culpable de juicio cualquiera, (Presta debida atención a esta palabra: cualquiera, porque abarca y masifica, no selecciona ni discrimina), que se enoje contra su hermano. ¿Entonces quedamos en que eso se lo gana cualquiera? Tú y yo, gente del montón corporal de la iglesia, pero también el más prestigioso y encumbrado líder. ¿Sí? ¿Será así, de verdad? Según lo dicho por Jesús, sí. Según lo vivido por cada uno de nosotros, tengo algunas dudas. De hecho, lo primero que debemos hacer es determinar qué cosa es un hermano, porque si andamos por la vida tratando de hermanos hasta los demonios, entonces mucho me temo que esta palabra jamás se hará realidad.
Pero si vemos a un hermano nada menos como a un hijo de nuestro mismo Padre, entonces la cosa cambia radicalmente. Lo que intento decir, aquí, es que yo podría fastidiarme y hasta enojarme con alguien que asiste al mismo templo que yo, pero que no vive una vida conforme a la Palabra de nuestro Padre. Porque entonces ese no es mi hermano, ese es un religioso. Cuando sí sea mi hermano, allí sí será válida la palabra de 1 Juan 3:15: Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.
Cuando enseñaba en una de las congregaciones a la que asistí durante muchos años, solía decir respecto a esto, y pese a que todavía estaba muy lejos de tener una revelación o visión clara al respecto, que nuestro tratamiento casi protocolar de hermanos, me hacía recordar al camarada que era de uso en nuestras fuerzas armadas, (También en la comunidad ideológica de la izquierda) o al compañero que se usaba dentro del movimiento peronista, uno de los más voluminosos que, en política, ha tenido nuestro país. Los otros se nominaban como correligionarios. Para mí, decirte hermana o hermano, no es protocolar. Para mí es una inequívoca señal de que somos familia. Familia del propio Dios, si quieres verlo así.
Por esa razón, y siempre toca pedir disculpas, no regalo el tratamiento a nadie. Lo doy cuando tengo certeza por discernimiento o testimonio de ello. Creo que nuestro Padre se lo merece como honra y gloria a Su Nombre. Pido disculpas sinceramente si alguien se siente lastimado o molesto por esto que digo, pero no puedo modificar lo que siento. Y te digo el motivo. ¿Tú sabes que en las congregaciones evangélicas cristianas se reúnen de toda clase de personas y que no todas son creyentes, sino que también hay oportunistas, enviados del infierno, galanes prestos a conquistar cristianas jóvenes y vírgenes? Todos esos forman parte de lo que Pablo denomina como falsos hermanos. Coincido de punta a punta con él. Por lo tanto, un falso hermano literalmente no es mi hermano. Punto.
(23) Por tanto, si traes la ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, (24) deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
Está quedando más que claro, entonces, que cuando leemos este texto, no estamos hablando de los miembros de una congregación y ni siquiera de un nutrido grupo de cristianos. Estamos hablando de seres humanos nacidos de nuevo e hijos de un mismo Padre. Ellos son, los que, por mandamiento divino, tienen mandamiento expreso y concreto de no enemistarse entre sí, porque esa enemistad, aunque sea por tonterías, le abre una puerta enorme al infierno, por donde éste puede infiltrar a las legiones de demonios que se les antoje y destruir no solo esa congregación, sino todo un movimiento de fe en algún sitio estratégico.
Enojarte por la razón que sea con un hermano en Cristo genuino, es jugar para el equipo contrario. Ah, y con tus hermanos de sangre, también. Todavía están frescos los recuerdos de Abel y Caín. Y eso, mi amado amigo o amiga, hermana o hermano, eso es lo que lisa y llanamente, en cualquier lugar del planeta, se denomina traición. Y cualquier forma de traición, produce juicio. El juicio al que aquí se alude, en tanto, tiene que ver con lo que se traduce de la palabra base, que es krisis, (¿Te suena fonéticamente familiar?). Expresa la idea de separar, el proceso de distinguir y seleccionar. En suma, separar lo verdadero de lo falso, eso es juicio. Nada que ver con ofensas, injurias, agresiones o violencia. Juicio.
Bajo esta óptica, hablar de juicio tiene otras connotaciones distintas a las de pensar en un dictamen, una sentencia y una ejecución al amanecer ante un pelotón de fusilamiento, una inyección letal o una cámara de gas o silla eléctrica, elige la morbosidad que más te golpee. Un juicio divino tiene la tendencia obligatoria a separar lo que es genuino, verdadero, puro y recto, de todo aquello que no lo es, aunque en sus disfraces terrenales se lo haga parecer. Si una novia viste de blanco, es un maravilloso sueño nupcial que preanuncia futuro de amor y felicidad. Si la que viste de blanco es una bruja, entonces me temo que no hay nada maravilloso para soñar ni ningún futuro feliz para esperar.
Sin embargo, para el que no está ni avisado ni informado, las dos visten de blanco y suenan parecidas. ¿Suena y sabe igual el antiguo y tradicional traje y corbata de un ministro del Señor predicando fielmente su palabra, con el mismo color y calidad de traje y corbata que usa ese juez comprado por la delincuencia o ese político corrupto que desea adueñarse de la vida de los habitantes de todo un país? Un traje es un traje, una corbata es una corbata. No hay diferencias. La que existe, está debajo de todo ese ropaje. Está en la piel y los huesos con los que ese individuo vino al mundo saliendo del vientre de su madre. Si a esa piel y a esos huesos los recibió el Señor como hijo y se constituyó en su Señor, las cosas serán más que distintas en todo.
(25) Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. 26) De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
Uno de los mayores énfasis en las enseñanzas de Jesús, -y este su primer y quizás único sermón completo lo demuestra-, es de qué manera construir y sostener correctas relaciones, tanto con Dios mismo, pero también con el resto de la humanidad con la que debemos alternar. Que nadie piense que a Dios no le interesa todo esto, porque se equivocará de medio a medio. A Dios sí le importa que nos llevemos bien con todos, porque en eso y no en otra cosa radica la esencia de nuestra vida en la tierra.
Conocer a Dios es nuestra máxima prioridad, de eso nadie duda. Pero que estemos intentándolo no puede reemplazar ni disminuir nuestras relaciones de las llamadas interpersonales con los demás. Muy por el contrario, nuestra interacción personal con Dios tiene que hacer surgir en nosotros las cualidades de carácter que edifican y sostienen todas nuestras relaciones. Y lo que dice este verso, es un modelo claro de lo que significa reconciliación. Nunca te olvides que cualquier conflicto produce un daño mucho más grande cuando queda sin resolver.
No es algo justamente nuevo. Es evidente que la propia Biblia nos muestra que este tema tiene sus antecedentes. Y que no son nada que se pueda hacer a un lado y omitirlo, todo lo contrario. Salomón es muy claro y concreto cuando escribe, en el Proverbio 25 lo siguiente: No entres apresuradamente en pleito, No sea que no sepas qué hacer al fin, Después que tu prójimo te haya avergonzado. He conocido a gente, incluso a cristianos, que, ante un determinado conflicto con una persona, que podría ser cristiano o no, monta en una incontenible ira y sale a la carrera a buscar un abogado con el cual iniciar una acción judicial en contra de su circunstancial contrincante.
Y que luego, cuando la denuncia demuestra estar carente de consistencia o pruebas y ese adversario legal comienza a tomar ventaja y amenaza con aniquilar sus finanzas, se arrepiente y daría su vida para empezar todo de nuevo y no reaccionar de esa manera. Hay un relato en Lucas 12 que te pinta esto tal como es. Versos 57 al 59: ¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado aun la última blanca. El cuadrante, que dice en Mateo, era una moneda romana de cobre, equivalente a la cuarta parte de un as. La Blanca, que leemos en Lucas, era una moneda judía de cobre, la del valor más pequeño que se acuñaba en tiempos de Jesús.
(27) Oísteis que fue dicho: no cometerás adulterio.
Lo que debería decir en primer lugar respecto a este mandamiento tan contundente y específico, es que no debemos confundirlo con el otro cercano, la fornicación. Si bien se les otorgan a ambos un contenido eminentemente sexual, la Palabra de Dios revelada nos muestra que este pecado va mucho más allá de cada cuerpo, o de la carne misma. Lo cierto es que, y sin legalismos ni religiosidades de ninguna naturaleza, las relaciones sexuales entre una persona que está unida por pacto permanente con otra y alguien que no es su compañero reconocido y habitual, constituye adulterio.
El matrimonio, que es de alguna manera la legalización de esa unión que el diseño de Dios preanuncia, cuando dice que se unirá el hombre a su mujer y serán una sola carne, constituye nada menos que el fundamento de la sociedad y viene acompañado de la responsabilidad de criar a los hijos. Las relaciones que están por fuera de este diseño y que en muchos casos son consideradas como casuales, no sólo ponen en peligro esa unión establecida por dos personas de común acuerdo, sino que destruye los sentimientos paternales y maternales por los hijos, opacando de esta manera un área importantísima en los vínculos familiares.
La fornicación, mientras tanto, que es la que a menudo se confunde con el adulterio, es la relación sexual entre dos personas que no tienen ningún vínculo de pacto permanente, tal como podría ser una unión de hecho o un matrimonio legal. Según el diseño divino, la fornicación constituye un pecado contra el cuerpo. Por eso se recomienda al creyente huir de la fornicación como un pecado contra Dios y contra sí mismos. ¿Por qué contra uno mismo? Porque nuestro cuerpo, -está escrito-, es templo del Espíritu Santo. ¿Qué te parece? El único templo que Dios avala y ama.
Por esa razón es que el propio Pablo, en su primera carta a los Corintios, en el sexto capítulo, dice que el que une su cuerpo a una ramera, (Como símbolo humano de inmoralidad), está uniendo a Jesucristo con esa persona. Y es muy importante saber que ni los fornicarios ni los adúlteros, entrarán en el Reino de los Cielos. Porque esto va mucho más allá de la sexualidad. Si la iglesia asume una doctrina que no es la de Jesucristo, está siendo adúltera. Y si entra en un vaivén de irse detrás de uno u otro según las nuevas doctrinas, directamente está entrando en fornicación. ¿Entiendes ahora la gravedad de esto?
(28) Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
Cuando lees esto, no puedes menos que recordar a Job; el inefable Job, el sufrido y acongojado Job. En el capítulo 30, Job describe todo lo negativo que le está sucediendo, eso que Dios ha permitido en su vida para purificarlo y luego bendecirlo. Y en el comienzo del capítulo siguiente, él dice: Hice pacto con mis ojos; ¿Cómo, pues, había yo de mirar a una virgen? Claro, dicho así y nada menos que en la Biblia, suena como solemne y casi formal, ¿Verdad? Sin embargo, es, ni más ni menos, de lo que Jesús está hablando aquí. Salomón no se queda atrás.
Cuando en su Proverbio 6 viene hablando de la mala mujer o de la mujer que él llama extraña, dice: No codicies su hermosura en tu corazón, Ni ella te prenda con sus ojos; ¿Entiendes ahora como funciona esto? El hecho de que tú no te acuestes con esa mujer que vive cerca de tu casa, y a la que miras embobado cuando pasa caminando, no significa que, en tu corazón, no hayas adulterado ya con ella. Y esto, ahora diré algo que muy pocos he oído aclarar, también es válido para la mujer. La fantasía sexual de la imaginación no es sólo patrimonio masculino. Pensarlo así es no conocer los géneros o, lo peor, hacer alarde de un machismo que jamás ha llevado nada a buen puerto.
(29) Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado en el infierno. (30) Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado en el infierno.
¿Y si te digo que no es poca la gente que tomó a este pasaje estrictamente de modo literal y así lo hizo cumplir en algún grupo cristiano o pseudo cristiano? Sobre estos modismos hay una larga historia. Los historiadores dan información acerca de un cristiano primitivo de nombre Origen, que, basándose en este texto, se castró a sí mismo a modo de buscar con esa decisión la santidad. ¿Sabes qué? No leer la Biblia es malo y contraproducente porque no tomas contacto con la Palabra de Dios y eso retrasa o directamente impide tu crecimiento. Pero leerla y entender cualquier cosa, es mucho peor, porque lleva a gravísimos errores que, no solamente han dejado toneladas de víctimas inocentes, sino que incluso ha servido para imponer verdaderas tiranías bajo el rótulo de iglesia.
¿Quieres una conclusión tan lógica que te llevará a sonreír? ¿De verdad tú crees que, si has mirado a una mujer con codicia, deseo y ánimo pecaminoso, con un ojo menos dejarás de hacerlo? ¿Esa sería la solución de tu impulso a pecar? ¿O que un manco a quien le falta una mano, deje de utilizar la única que le queda para pecar una vez más? Es indudable; esto que Jesús dice aquí no tiene relación directa de modo individual. Para mí modesto entender, esto tiene connotaciones corporales, tal como se deja entrever.
Lo que puedo entender aquí, es que Jesús simplemente enfatizó el punto básico en el que cada uno de nosotros debe estar dispuesto a sacrificar para ser obediente. Si alguna parte de nuestra vida es más que notorio y evidente que está dada al pecado, tenemos que convencernos absolutamente que es mucho mejor que esa parte de nuestra vida “se muera”, o “sea crucificada”, para así poder salvar el resto de esa misma vida. Obviamente, el tan conocido mandato de crucificar la carne, es lo que no son muchos los que están dispuestos a hacerlo, y por esa razón viven años atrapados en pecado y no terminan nunca de venir a Cristo de verdad.
Nunca llegan mucho más allá de un tibio deseo de ser mejores. Pero también entiendo, y de esto se habla muy poco, que esta enseñanza tiene que ver con el cuerpo de Cristo en la tierra. Si uno de sus miembros es dado al pecado, (Y no estoy hablando de pecar de manera casual o fortuita), lo correcto es separar a ese miembro del resto del cuerpo. Con esto, cualquier buen médico podría corroborarlo, se evita una infección y una contaminación para el conjunto. Obviamente, aquí siempre estará factible y a disposición tanto el perdón como la restauración y reincorporación, cuando el arrepentimiento y perdón se hayan producido y sean visibles en su resultado.
(31) También fue dicho: cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. (32) Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.
Si existe en el evangelio, un tema que ha producido en los ámbitos cristianos diferencias, debates, disensos y hasta verdaderas batallas de argumentos, ese tema ha sido, es y supongo que seguirá siendo por lago tiempo, el del divorcio. Cuando Jesús les recuerda que también fue dicho, se está refiriendo a lo que se señala en el libro de Deuteronomio, capítulo 24. Allí, en los versos que van del 1 al 4, se puede leer lo siguiente: Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa.
Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre. Pero si la aborreciere este último, y le escribiere carta de divorcio, y se la entregare en su mano, y la despidiere de su casa; o si hubiere muerto el postrer hombre que la tomó por mujer, no podrá su primer marido, que la despidió, volverla a tomar para que sea su mujer, después que fue envilecida; porque es abominación delante de Jehová, y no has de pervertir la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad. En primer término, convengamos algo: no estaba este asunto del todo claro o del todo correcto en esas épocas, ¿Verdad? Es indudable que existían problemas de mayor o mediana gravedad, pero que resquebrajaban las parejas o los matrimonios y los llevaban a contiendas que, en casos, terminaban de manera trágica.
Según algunos historiadores confiables, esta ley de Moisés determinó que algunos hombres, más deseosos de cambiar de mujer que de quejarse por la que ya tenían, inventaran cualquier pretexto y lo ejecutaran en los términos que te he compartido. Una comida mal preparada o servida tibia o fría, llegó a ser factor de divorcio, conforme a la decisión eminentemente masculina. No cabe ninguna duda que es sobre eso que Jesús vuelve a reinstaurar las bases y, prestando especial cuidado sobre el sostén de la familia como base primordial de la iglesia, determina que un caso de divorcio solamente podrá ser considerado si existe fornicación en alguno de sus componentes.
El término, tal como lo conocemos, no parecería encajar, porque ha sido dicho que fornicación es la relación sexual entre personas que no tienen un vínculo ni pacto legal, como es el matrimonio. Sucede que aquí ese término, (Del griego porneia), fue utilizado por Jesús para definir cualquier desviación de las claramente establecidas normas bíblicas para la actividad sexual. Tiene que ver con: homosexualidad, adulterio, fornicación y prostitución. Todo eso se aglutina en el vocablo porneia, que es de donde proviene el conocido término pornografía.
En principio, siempre me llamó poderosamente la atención cómo, en la mayoría de las congregaciones, se le adjudicaba mayor calidad de pecado al divorcio que a otros puntos que también están penados. Por ejemplo: si alguien era sorprendido estafando a otro o sencillamente engañándolo en algo, era reconvenido por el pastor, obligado a pedir perdón, restaurado y devuelto a la actividad que tuviera antes del problema. Pero si se descubría que en un aparente matrimonio que se añadía a la iglesia, uno de los dos era divorciado, entonces directamente se procedía a llamarlos y advertirles que, a menos que se separaran y siguieran congregándose por separado, juntos no serían aceptados.
Y al divorciado se le imponía la orden de retornar con su primer esposo o esposa, lo que fuera, sin prestar la mínima atención a que esta o este muy probablemente ya estaban unidos a otra persona. Se sostenía que aprobar creyentes unidos así, era financiar el adulterio. Jamás opiné, porque no tenía ni el peso, ni la autoridad e, incluso, tampoco el conocimiento como para hacerlo, pero que era algo que no me caía ni por asomo, a eso te lo aseguro.
Hasta que un día, y hablando de otra cosa y predicando sobre otro tema, alguien desde el púlpito apeló a un pasaje del libro de Jeremías en su capítulo 3. Lo que oí, fue lo siguiente: Dicen: Si alguno dejare a su mujer, y yéndose esta de él se juntare a otro hombre, ¿volverá a ella más? ¿No será tal tierra del todo amancillada? Tú, pues, has fornicado con muchos amigos; mas ¡vuélvete a mí! dice Jehová. Alza tus ojos a las alturas, y ve en qué lugar no te hayas prostituido. Junto a los caminos te sentabas para ellos como árabe en el desierto, y con tus fornicaciones y con tu maldad has contaminado la tierra. Por esta causa las aguas han sido detenidas, y faltó la lluvia tardía; y has tenido frente de ramera, y no quisiste tener vergüenza.
A lo menos desde ahora, ¿no me llamarás a mí, Padre mío, ¿guiador de mi juventud? ¿Guardará su enojo para siempre? ¿Eternamente lo guardará? He aquí que has hablado y hecho cuantas maldades pudiste. Me dijo Jehová en días del rey Josías: ¿Has visto lo que ha hecho la rebelde Israel? Ella se va sobre todo monte alto y debajo de todo árbol frondoso, y allí fornica. Y dije: Después de hacer todo esto, se volverá a mí; pero no se volvió, y lo vio su hermana la rebelde Judá. Ella vio que, por haber fornicado la rebelde Israel, yo la había despedido y dado carta de repudio; pero no tuvo temor la rebelde Judá su hermana, sino que también fue ella y fornicó.
Tú ya sabes cómo me agrada tomar un texto y desmenuzarlo hasta lo máximo para extraer de él todo lo que sea de bendición y conocimiento. Sin embargo, no haré eso, con esto de Jeremías. Porque el objetivo de este trabajo es dar a conocer los fundamentos básicos y esenciales del tremendo sermón que Jesús pronuncia. Y que lo hace, más que para toda esa gente que en sus días lo escuchaba, para todos los que luego, a la mayor o menor distancia geográfica y hasta cultural, se decidiera a aprovecharlo como lo que fue: un alimento monumental para la fe, para el evangelio y para nuestras vidas.
Sólo voy a extraer lo que interesa para el punto que nos ocupa. Dios le dice a Jeremías que, por causa de que Israel fornicó con dioses extraños, Él la despidió y le dio carta de repudio. Dicho de manera clara y concisa, aunque a algún grupo de religiosos le produzca un infarto leerlo, Dios se divorció de Israel. ¡Hermano! ¿Qué está diciendo? ¿Y el pasaje de Malaquías 2:16? Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales.
No voy a hacerme el distraído, o voy a simular que este pasaje no está en la Biblia para fundamentar lo otro. Está y es tal cual aquí lo lees. Dios aborrece el divorcio, eso no está en discusión. Pero, ¿Qué significa eso? Según lo interpretado por grandes mayorías, que todo lo que huela a divorcio no es bienvenido a ningún sitio de cristianos y que, si se resisten, deben expulsarlos por la fuerza. ¿Por qué? Porque Dios aborrece el divorcio, y punto, no se hable más. Perdón…es Dios…su esencia es el amor y eso, solamente eso, nos obliga a hablar más, aunque sea de temas que molestan, incomodan o, lo peor, producen otra clase de reacciones.
Dice que Dios aborrece el divorcio, no dice que lo prohíbe bajo pena de muerte. ¿Pero, no es lo mismo? No, no es lo mismo. Porque aborrecer es un sinónimo de rechazar, de repeler, de producirle una fea sensación. Pero también es su propia esencia la que lo lleva a entender que el hombre, en su inagotable fuente de pecado que es su carne, puede tranquilamente caer en algunas de las vertientes que luego Dios mismo avalará respecto a esto que personalmente aborrece. Porque lo que dice Jesús, que era y es voz de Dios, es que no deberás divorciarte nunca, a menos que exista fornicación. Y ya te expliqué el alcance que esta palabra tiene en este tema.
En suma, entonces, lo que Jesús advierte a sus oyentes, (Que en el correr de los tiempos vendríamos a ser nosotros mismos), es que un matrimonio celebrado entre creyentes, ni siquiera debería preocuparse por esta palabra de sonido infame: divorcio. Porque entre dos que tienen el mismo Padre en el Espíritu, no es poco probable, es imposible que se produzcan hechos que puedan encerrarse en esa abarcativa palabra que es fornicación. Y Jesús corta toda posibilidad de llevarlo a cabo por cualquier otra razón. De acuerdo, el mundo ni enterado de todo esto y sigue su rutina divorcista como le viene en gana y caso. Incluso, con el hecho de convivir sin pacto ni compromiso alguno, convierte a algo tan puro y sagrado como es la unión entre un hombre y una mujer, en un simple juego de divertimento sexual.
¿Funciona? Seguimos. ¿Funciona regular o no funciona? Cada uno a su casa y listo. Pregunto: ¿Y qué hago con las ligaduras de carne que me contaminan con cada una de las personas con las que tuve intimidad? Simple. No se trata de censurar a un divorciado o prohibirles incluso hasta leer la Biblia. Lo que se debe hacer es capacitarlo para que no elija mal, que no se deje gobernar por su carne y que sea fiel al diseño que el Dios en el que dice creer, ha plantado en esta tierra. Eso, si es cristiano. Si no lo es…lo lamento, no forma parte del plan de Dios, al menos no hasta que se arrepienta, sea perdonado, crea en Jesucristo y tenga victoria. No deja de amarlo, pero tiene sus santas manos atadas por la incredulidad de la persona.
(33) Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: no perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. (34) Pero yo os digo: no juréis en ninguna manera, ni por el cielo, porque es el trono de Dios; (35) ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. (36) Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. (37) Pero sea vuestro hablar Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
Si quieres algo contradictorio entre lo que Dios deseaba y lo que los hombres hacían, aquí tienes un ejemplo. Déjame contarte, antes, que los fariseos elaboraron complicadas reglas sobre los juramentos, y sólo los que invocaban el nombre divino eran obligatorios. Jesús está enseñando en este pasaje, que un juramento obliga independientemente de la fórmula que se utilice. Su uso es superfluo pues la palabra dada debería ser más que suficiente. Jurar, entonces, de alguna manera estaría equivaliendo a confesar que no siempre decimos la verdad. En Argentina, ahora existen variadas formas de jurar para una autoridad que se hace cargo de una función pública.
Hoy se puede jurar por lo que a cada uno se le ocurra, pero sigue siendo juramento. La forma más utilizada en el tiempo, y por consiguiente la más conocida, fue la que decía: “Juro por Dios y la Patria, y sobre estos santos evangelios, desempeñar con lealtad y patriotismo la función de” …lo que fuera que le hubiera correspondido. Y finalizaba: “Si así no lo hiciere, Dios y la Patria me lo demanden”. La Patria, o sea mi país, hasta hoy, en todos los años que tengo, nunca vi que le demandara gran cosa a nadie, y eso que motivos hubo de sobra. Dios, seguramente sí lo hará, pero de eso solo habrán de enterarse los protagonistas.
Hay mucha escritura que de uno u otro modo confirma esto que te digo, que a Dios los juramentos no le agradan ni ahí, pero que, si tú quieres realizar uno, Él no te lo va a impedir. Sólo un detalle: si juras, deberás cumplir por lo que juras, de otro modo, le darás permiso al cielo para que haga justicia a su modo de hacer justicia, o sea: sin tener en cuenta nombres o apellidos famosos o gente con acceso a lo poderes o no. Levítico 19:12, dice: Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová. Deuteronomio 23:21 es otro texto que nos habla de lo mismo. Expresa: Cuando haces voto a Jehová tu Dios, no tardes en pagarlo; porque ciertamente lo demandará Jehová tu Dios de ti, y sería pecado en ti.
Como decimos por acá, cuando alguien sabe de lo que está hablando, Jesús “la tiene re-clara” la de los juramentos. Mira lo que les dice a los fariseos, según Mateo 23: 16: ¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor. Santiago también tiene bien claro el tema. En su carta, en el quinto capítulo y verso 12, dice: Pero, sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.
Recuerdo que, en mi etapa infantil, y obviamente por influencia clarísima de la enseñanza del catolicismo romano al que todos estábamos expuestos por lo que en aquellos tiempos era ley nacional, se acostumbraba mucho en el ambiente escolar, especialmente en los grados más inferiores, decir mentiras para evadir penitencias o para sacar alguna ventaja. Entonces, cuando queríamos convencer al otro de estar diciendo la verdad, jurábamos. Yo recuerdo a tres juramentos como a una especie de muletillas repetidas hasta el cansancio por toda la clase, por todo el curso: “Te lo juro por Dios y la Virgen”, era uno. “Te lo juro por la luz que me alumbra”, era el otro. Y un tercero que podía ser con cualquiera de estos dos libretos, pero con el añadido de besarse el dedo índice mientras se hacía sobre los labios un movimiento de cruz. Jamás íbamos a imaginarnos, los que luego llegamos al Señor, que deberíamos cortar en oración de guerra estos juramentos porque, nos agrade o no reconocerlo, habíamos quedado ligados a ellos. Y Dios sigue siendo justo.
Hola a todos…
Me gustaría compartir lo que me dice a mí la Palabra de Dios sobre el tema del divorcio o repudio, su Palabra es Clara y dice textualmente esto:
Primera respuesta (Dios y la carta de repudio a Israel)
En Jeremías 3:8 Dios dice que, por la fornicación espiritual de Israel con otros dioses, le dio carta de repudio. Esto concuerda con lo que Jesús enseña en Mateo 5:32:
“Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, hace que ella adultere…”
Jesús no manda repudiar, solo menciona que en caso de fornicación se permite la separación.
Dios mismo dio carta de repudio a Israel, pero no “se casó” con otra nación. Permaneció fiel y llamó al arrepentimiento a Su esposa infiel. Esto encaja con 1 Corintios 7:11:
“…y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido…”
Así vemos que el ejemplo de Dios confirma lo que Jesús enseñó: separación posible en caso de infidelidad, pero con un corazón dispuesto a la reconciliación. Malaquías 2:16 afirma que Dios aborrece el repudio, y lo demuestra perdonando y restaurando a Israel. Oseas 2:19-20 lo deja claro:
“Te desposaré conmigo para siempre…”
Segunda respuesta (Dios aborrece el divorcio, pero da libertad)
Dios dice en Malaquías 2:16 que Él aborrece el divorcio. Aborrecer, en la Biblia, no es solo sentir desagrado, sino rechazar activamente lo que es contrario a su carácter (Proverbios 6:16-19).
Dios no obliga por la fuerza a hacer lo correcto, pero sí nos llama a decidir con responsabilidad:
“Escoge, pues, la vida, para que vivas…” (Deuteronomio 30:19)
Él nos da libertad, pero advierte que cada elección trae consecuencia:
“Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7)
Dios nunca avala lo que aborrece; lo que sí hace es ofrecer perdón y restauración a quien se arrepiente (Isaías 55:7). Así, su paciencia no es aprobación, sino oportunidad para volver a Él.
Con esto, la Palabra queda como la autoridad, y todo se centra en mostrar quién es Dios y cómo Él actúa fielmente, incluso cuando el hombre falla.
Saludos