Es indudable que, entre gente no cristiana, cuando se habla de los Mandamientos nadie, ni el más ateo de todos los ateos, podrá sustraerse a la idea de que se va a hablar de algo que tiene que ver con la religión. Esto significa que, si yo te dijera que en este capítulo te voy a mostrar Diez Mandamientos, lo más lógico sería que todo aquel que estuviera leyendo este trabajo, creyera abiertamente que voy a hablar de religión.
Sin embargo, los Diez Mandamientos que te voy a mostrar en este capítulo, tienen que ver con el Reino de Dios y su Justicia, que como todos sabemos, no es religioso. Por lo tanto, si tú me preguntaras cuál debería haber sido el título más apropiado para esta fracción, tendría que reconocer que, de no convertirse en tan extenso, debería decirle que ese título debió haber sido: Los Diez Mandamientos más Antirreligiosos de la Biblia.
Te cuento que, en mi época de periodista gráfico, esto es: escriba de diarios, periódicos y revistas, aprendí que un título muy extenso desalienta cualquier lectura, así que dejándome llevar por esa ortodoxia gráfica, todo habrá quedado en estos Mandamiento no es Religión. Y puedo asegurarte que podría percibir las distintas expresiones de mucha gente cristiana al leer esto.
¿Por qué? Porque no son pocos los creyentes sinceros, fieles y buenas personas, que aceptan sin cuestionar nada que ellos practican una forma de religión. Muy bien; puedo entender que piensen eso y hasta comprenderlos, ya que la presión idiomática de la sociedad en la que vivimos es muy fuerte y llega a convencer y marcar agenda, pero en lo personal no me muevo de donde estoy plantado: soy creyente en Jesucristo, hijo de Dios por decisión y miembro del Reino de los Cielos por precio pagado, y de ninguna manera acepté, acepto o aceptaré ser considerado como religioso. No lo soy.
Entonces, lo que te propongo hacer es comenzar por partes bien definidas: ¿Qué es Religión? Alguien me lo explicó alguna vez como: “es todo aquel esfuerzo que el hombre hace para acercarse a Dios”. No lo sé; el diccionario secular tiene varias definiciones, varias acepciones. Según éste, Religión sería: “Conjunto de creencias y prácticas relativas a lo que un grupo humano, o un individuo, considera como sagrado, especialmente la divinidad.”
Otra: “Virtud que mueve a dar a Dios el culto debido”. – “Profesión y observancia de una doctrina religiosa”. – “Orden, instituto religioso”. – “La que funda las relaciones del hombre con la divinidad en la misma naturaleza de las cosas.” Bien; hasta aquí y prácticamente, todas estas acepciones tienen que ver con lo que le dije antes: un esfuerzo que hace el hombre para acercarse de alguna manera al Dios que lo creó. ¡Pero Néstor! ¡Con ese concepto, tendríamos que la torre de Babel fue una actitud religiosa y no de fe! – Acertaste, sin dudas. – ¡Pero es que a mí no me enseñaron eso! – No le hace, a mí tampoco. Pero eso no impide que sea verdad.
Ahora bien: ¿Por qué es que descubrimos precisamente en este tiempo que no debemos formar parte de ninguna religión si, desde los tiempos inmemoriales, el hombre que se ocupó de las cosas de Dios, siempre militó en alguna? Sencillamente por un motivo tan singular como novedoso: porque estamos en los inicios de los últimos tiempos. Signados, si quieres jugar al apocalíptico o escatológico sumo, a una suerte de cuenta regresiva con final previsto y preanunciado.
Porque ya llevamos algún tiempo caminando por los senderos del Tercer Día de Dios, que es el de la resurrección y la victoria. Sí, ya lo sé: todas estas cosas suenan muy bonitas, pero si no se avalan con la Palabra de Dios, con lo que dice la Biblia, no tienen contenido ni sentido, ¿Verdad? Está bien; así me gusta que pienses. Estás aprendiendo lo que es madurar en Cristo y eso gratifica nuestro trabajo ministerial. Así es que, si debemos acudir a la palabra, aunque mi intención en este trabajo era limitarla al contenido en esencia y no a la repetición casi maniática de capítulos y versículos, a la Palabra vamos.
PRIMER MANDAMIENTO
(Romanos 1: 1)= Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, (Entiende bien por favor: el evangelio, dice Pablo, es de Dios; definitivamente no le pertenece a ningún credo en especial, ni a ninguna denominación en particular; y mucho menos a una congregación local como a ti te habían enseñado) (2) que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, (3) acerca de su hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, (4) que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos, (5) y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre; (6) entre las cuales estáis también vosotros, (Se refiere a Nosotros) llamados a ser de Jesucristo; (7) a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos.
Habrá que consignar muy especialmente que, cuando Pablo dice siervo, aquí está hablando de uno que, si bien recibía un salario por su trabajo, así también no podía renunciar a su tarea ni a su empleador y elegir otro. Un siervo, salvo disposición especial de su Señor, será siervo toda su vida. Cuando menciona ser apóstol, habrá que tener en cuenta que, uno de los requisitos que se exigían para ser apóstol, era haber visto a Cristo resucitado y haber sido comisionado por Él para esa labor.
¡Qué tremendo! Hoy, el apostolado, según la “visión” de la iglesia moderna, se ha convertido en la tarea de hombres que caminan por el país ocupándose en abrir o construir nuevos templos, algo que, dicho sea de paso, Dios jamás le pidió al hombre. Sin embargo, hoy mismo, la vigencia de aquellos postulados no ha finalizado. Esto es sostenido por gente que ha fabricado un nuevo evangelio, según sus propias definiciones, más… “lógico” y más creíble.
Gracias, no se esfuercen más: prefiero seguir creyendo y militando en aquel evangelio, aunque no suene lógico y mentalmente no parezca creíble. Totalmente, me respalda la propia Palabra cuando dice que el Evangelio es locura para los que se pierden. El apóstol tendrá que ser, en este tiempo de tanta agitación espiritual, alguien que haya sido testigo espiritual de la resurrección de Cristo y alguien que haya tenido un encuentro personal con Él, no sencillamente un miembro de influencia en determinada congregación de nuestra denominación.
Sin embargo, es el verso 6 el que tiene la clave de este primer mandamiento definitivamente muy poco religioso. Tú, mi querido amigo o amiga, y que quizás me estás leyendo porque te han prestado este trabajo y te crees Católico Apostólico Romano, tendré que decirte que no, que tú no eres eso que crees y has creído desde niño: Tú eres de Cristo Jesús. Lo dice la Biblia. “Llamados a ser de Jesucristo”.
Pero mucho cuidado mi querido amigo Evangélico, tú que quizás has sido quien le prestaste a ese amigo este trabajo para que “entienda”. A ti también te tendré que decir lo mismo: No te ufanes más de haber dejado cualquier otra religión y haberse convertido en Evangélico. Tú no eres Evangélico, tú eres de Cristo, porque la Biblia también incluye esta, la que para muchos es “su nueva religión”. ¿Puedes entenderlo? Si lo puedes entender, ya tienes en tus manos el Primer Mandamiento: Solamente Miembros de Cristo.
SEGUNDO MANDAMIENTO
(1 Juan 10: 9)= Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. Esta imagen contrasta la protección que Jesús da a las ovejas en el rebaño, con los usurpadores, los falsos profetas del Antiguo Testamento y los falsos Mesías de los tiempos más recientes. Entrar al rebaño a través de Jesús es una acción salvadora y provee a las ovejas de vida abundante y provisiones.
Asimismo, la frase “entrará y saldrá”, no significa que se vaya a vacilar entre el estar en Cristo un momento y fuera de Cristo al momento siguiente: Lo que la escena ofrece, es un cuadro de seguridad y salvación en Cristo como la puerta del redil para que las ovejas vayan y vengan diariamente sin ninguna clase de temores y con total tranquilidad y confianza).
(Verso 14) = Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas, y las mías me conocen. (Lo que hace Jesús, aquí, es establecer la diferencia entre lo que es un buen pastor y lo que es un asalariado)
(Verso 27) = Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen. (Otra base establecida: cada oveja sigue al poder que manifiesta ese pastor y su relación con el Padre).
La puerta de nuestra salvación, no es ninguna de las religiones existentes y conocidas como tales, tanto habidas como por haber. La puerta de salvación es Cristo y, por esa puerta, solamente entran las que son sus ovejas. La particularidad de una oveja es que oye la voz del buen pastor y le sigue. Pero, y presta suma atención a esto que te diré: ese pastor lo que les dice a las ovejas, es: “¡Aquí están los mejores pastos!
¡De estos pastos pueden comer todo lo que quieran!! Y punto. Nada más. Ni sueñes que va a ponerse en déspota y vigilar con un fusil en su mano para comprobar que ellas le obedecen. Él ha cumplido con su función, de ellas será el siguiente paso de obediencia o desobediencia. Con libre albedrío y voluntad respetada fuimos creados.
Atiende: Dios no te ha llamado nunca a seguir religiones atractivas, que te ofrecen de todo lo que se le pueda ofrecer a una persona para cautivarla, (Muchas, hasta cobertura social, médica y hasta funeraria): Aquí, el objeto atractivo, si es que tú prefieres denominarlo así, es Cristo. La Biblia lo dice muy claramente en Hebreos 12:2 Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.
Entre el buen pastor y la oveja, hay un conocimiento muy preciso y profundo, que va más allá de lo natural. Ambos conocen el sentido de pertenencia. El buen pastor sabe que no se pertenece a sí mismo, sino a sus ovejas y, la oveja, por su parte, sabe que depende de la autoridad de ese buen pastor. Esto se ha predicado tantas veces… ¡Qué lástima que nadie haya dicho, dentro de esos mensajes, que el máximo peligro está en la infiltración de asalariados en el redil! Segundo Mandamiento: No buscar religiones “atractivas”.-
TERCER MANDAMIENTO
(Juan 6: 65)= Y dijo: por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. (66) Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. (67) Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? (68) Le respondió Simón Pedro: Señor; ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. (69) Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Aquí hay algo que tiene mucha más importancia que la que puede verse a primera vista. El simple hecho que Jesús haya declarado que nadie podría ir a Él si no era elegido por el Padre, dejó totalmente en claro que Él no representaba a ninguna religión nueva, sino a una dimensión en el ámbito espiritual que solamente podía ser posible de modo sobrenatural. Eso y nada más que eso, hizo que muchos de los que habían empezado a manejarse como si fueran sus discípulos, dejaran de caminar con Él.
¿Por qué se supone que harían esto? Porque si Jesús no les garantizaba ser parte de una religión, a ellos no les interesaba seguirlo. Jesús, que había previsto que sucedería esto y por eso había dicho lo que dijo y volvió a repetirlo, pero esta vez para los más cercanos. ¡Muchachos! ¡Si ustedes quieren irse con los que dejaron de andar conmigo, váyanse nomás!
Dicho así, a primera vista, parecería ser como que a Jesús no le interesaban demasiado sus seguidores, ¿No te parece? No. No es así. Jesús, evidentemente, conocía muy bien aquello de: “Si amas algo, suéltalo”. Él sabía perfectamente que, si esos hombres habían llegado a Él por la vía del Padre, jamás lo dejarían, pero que, si se habían acercado atraídos por una nueva forma de religión y por resentimiento con los fariseos y el judaísmo, no dudarían en irse con los otros.
¿Quieres que te diga algo que tal vez no te suene simpático para nada, pero que sin embargo es estricta verdad? Yo, que me declaro un hijo de Dios por decisión y fe, y seguidor de Cristo, hice, hago y haré lo mismo durante todo el tiempo que mi Padre me permita estar al frente de este ministerio. No me gusta que la gente me siga, me gusta y amo que me acompañe. Pero para que eso sea de bendición y victoria, tendrá que ser gente en un mismo sentir. De no ser así, prefiero que se queden dónde están o retornen de donde salieron.
Así son las religiones todavía en el día de hoy. Canales de televisión, folletos, emisoras de radio. Todas proclaman cosas parecidas. ¡¡Vengan que aquí tenemos la verdad!! ¡¡Fuera de nuestra organización, no hay salvación!! Mira la respuesta que da Pedro, quizás el más tosco, por no decir el más bruto, pero también el más noble y transparente también. Tú eres el Cristo, tú tienes Palabra de Vida Eterna.
¡Qué bueno! ¿No? Ahora piensa un momento: Tú no te creerás que a eso que dijo, Pedro lo había leído en algún buen libro cristiano de la época, ¿No es así? Bien; la cosa es que hoy, es igualmente de simple: si tú has creído, verdaderamente, que Cristo es el Hijo de Dios, entonces no tienes que estar matriculado en ninguna religión existente, en ninguna organización existente, por prestigiosa que sea y en ninguna denominación existente, por famosa, sobria, seria y ordenada que sea.
¿Sabes por qué? Porque tú eres de Jesucristo, y de nadie más. Porque eso es lo que se desprende de eso que Pedro casi inocentemente pregunta y muy pocos recogen para enseñarlo con precisión: ¿A quién iremos? Queda más que evidente que, de no ir a Cristo, no tienes absolutamente donde ir, salvo que elijas el camino aparentemente más entretenido que es ir exactamente donde está hoy la mayor parte de la humanidad creada por el Señor: el reino de las tinieblas. Tercer Mandamiento: No necesitamos Denominaciones.
CUARTO MANDAMIENTO
(Juan 10: 16)= También tengo otras ovejas que no son de este redil: aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
Yo creo que está muy claro que, cuando Jesús se refiere a las ovejas del redil, está hablando de los judíos, y que cuando lo hace con “las que no son de ese redil”, allí se está refiriendo a los gentiles. Esto, que en la antigüedad tiene relación con los albores del cristianismo, hoy se mide desde otros parámetros. Hay un redil clásico, esto es verdad, que es lo que yo denominaría como “clase religiosa”.
Está constituida por gente que, desde pequeños, andan “gateando” (Es como en Argentina se le llama al andar del bebé previo a decidirse a caminar en dos pies) en medio de las bancas de los templos; hijos e hijas de hombres con jerarquías históricas, personas que han estudiado y estudian en institutos, seminarios y universidades teológicas de alto prestigio y que, naturalmente, aspiran a servir al Señor desde algún lugar de vanguardia.
¿Por qué de vanguardia? Porque para eso se han preparado, eso piensan. A veces, Dios está de acuerdo con esto y los levanta. En otras ocasiones, pese a que Dios no está de acuerdo, los que los levantan son los hombres. De hecho, los resultados no serán jamás los mismos. Ovejas del redil; cristianos por escalafón, por antigüedad, por herencia, cristianos de familia, de abolengo, hasta de apellido. Olvidan algo muy importante que es un principio en el Reino de Dios: Dios no viene a levantar a los capacitados; Dios capacita a los que va a levantar.
Y después están los otros, los que no son de este redil. Los que hasta ayer mismo habrán sido: ladrones, drogadictos, borrachos, homicidas, prostitutas, homosexuales que, cuando son levantados por Dios y se erigen en líderes, despiertan entre otras cosas, agudas reacciones de oposición por parte de aquellos que suponen que el pueblo de Dios debe constituirse con aquella gente que los mismos hombres dicen que es respetable.
Se olvidan de algo muy importante: Dios todavía ama al corazón recto y al adorador en espíritu y en verdad. No han leído la palabra como debe leerse, de otro modo habrían visto lo que está escrito en Efesios 2:14 cuando señala: Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación.
Ninguna religión conocida o por conocerse se dejará convencer fácilmente que de la nada, una persona puede ser levantada por Dios para ministrar naciones. Todas las religiones sostienen que, si se desea ser alguien en el Reino de Dios, primero hay que prepararse convenientemente. Y luego, al minuto siguiente, como puedes imaginarte, pasan a promocionar sus institutos privados. Pero este mandamiento es demasiado claro como para ponerlo en duda. Cuarto Mandamiento: Dios no determina jerarquías eclesiásticas.
QUINTO MANDAMIENTO
En el verso anterior, leíamos que en su rebaño, dice el Señor, sólo hay un pastor. Naturalmente que sería demasiado frágil interpretar a esto como el pastorado individual clásico que conocemos. Cuando el Señor dice que su rebaño tiene un solo pastor, se refiere a Él mismo, no a hombre alguno. Esto último, lo sabemos perfectamente, aunque no lo digamos en voz alta, es meramente institucional, humano, organizativo. Lo bíblico, nadie lo ignora, camina por otra acera. (1 Pedro 2: 25)= Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y obispo de vuestras almas.
Esto es simple y profundo al mismo tiempo. Cuando tú crees en Cristo como el Hijo del Dios viviente, tú eres salvo y, como oveja sumisa y obediente, comienzas a seguirlo. Ese es el acto sencillo y fiel que deja ver que tú te has vuelto, genuina y verdaderamente, al Pastor y Obispo de tu alma, que es Jesucristo, naturalmente. Mucha gente se enoja bastante cuando se habla en estos términos.
Se sienten ofendidos, (Evidenciando, de paso, con eso, que todavía tienen su carne demasiado viva), y sostienen que quien ataca a la religión organizada es un resentido y rencoroso que, como no le dejan hacer lo que quiere y como le cuesta mucho sujetarse a la autoridad constituida, critica de este modo para descalificar a las autoridades jerárquicas.
No pongo en duda en absoluto que, efectivamente, debe haber muchas personas dentro de ese esquema. No es novedad para nadie que, dentro de las iglesias, pulula una gran cantidad de gente que ama la trascendencia y que, como no ha podido trascender en nada en el ámbito secular, intenta hacerlo a través de la estructura eclesiástica.
Los medios de comunicación rotulados como cristianos, sumadas las redes sociales en toda su magnitud, pueden dar fe, perfectamente, que lo que digo es real. Y los receptores de todas esas expresiones, también. El liderazgo está bastante preparado para desactivar a estos “tira-bombas” y, cuando lo hace, generalmente estas personas van de aquí para allá criticando a todos y a uno por uno. Esto es decididamente real y nadie lo ocultaría.
Pero, por favor; que el árbol no nos tape el bosque. También es verdad el avance de la religión por sobre la fe y de las figuras (o figurones) jerárquicas humanas por sobre la de Cristo. Esa es la batalla del creyente auténtico en estos días tan especiales e inéditos de este siglo veintiuno. No es la primera vez que alguien me dirá: “Me siento mal, hermano; el Señor me ha dicho que desea que yo sea Pastor”. – ¿Y qué es lo que te pone mal, varón, si eso es algo tan hermoso? – “¡Es que yo no me veo conduciendo una iglesia con todos los problemas que yo sé que hay!” – ¡Ah! ¿Y a ti quién te ha dicho que ese es el ministerio pastoral según la mente de Dios y según como Él mismo lo da a conocer por intermedio de Pablo a través de Efesios 4:11? Con aciertos y errores, entendamos que el Pastor de Dios y el que han creado los hombres, se diferencian en varios puntos. Quinto Mandamiento: Ser ministros de Dios, no de hombres.
SEXTO MANDAMIENTO
Muchos todavía hoy se están preguntando, con total y absoluta seriedad, sin hacer ni hacerse trampas, sin engañarse a sí mismos, cuál es la verdadera iglesia de Jesucristo. ¿La que se vislumbra en la Biblia? ¿La que tenemos, que según dicen, se ha adaptado a los tiempos que corren? No te esmeres en buscar una respuesta; Cristo tiene una sola iglesia. Siempre tuvo una sola.
Sí, de acuerdo, pero ¿Cuál es? Naturalmente, la que Él fundó. ¡Claro! ¡A eso lo entiendo perfectamente! ¿Pero adónde la encuentro hoy? Yo no te lo voy a decir ahora, sólo voy a responderte como suele hacerlo el mismísimo Señor, con una sola palabra, para que tú luego investigues, escudriñes, ores buscando dirección.
La palabra es: REMANENTE. Jesucristo, habré de decirle una vez más, no es fundador de ninguna religión de todas las que tú conoces. Ni siquiera de las que se consideran a sí mismas como las más “famosas”. En su discurso en Mileto, según lo rescata el Libro de los Hechos en el capítulo 20, Pablo dice: Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual ganó por su propia sangre.
Comprendido, es el Espíritu Santo el que selecciona, levanta y pone a los que van a conducir a la que él denomina como LA iglesia del Señor. Así es que la pregunta formal cabe perfectamente aquí y ahora: ¿Quiénes se supone que son LA iglesia del Señor? La respuesta no es muy complicada y no necesita de un doctorado en Teología para dilucidarla.
La iglesia del Señor, que te recuerdo está constituida por personas y no por edificios, está conformada `por todas aquellas personas de diferentes razas y nacionalidades que han creído y confiado en la sangre de Cristo para su redención. El propio Juan dice en Apocalipsis 1 que: de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre.
Juan, te recuerdo, le está contando a la iglesia, lo mejor que puede con las ilustraciones prácticas que se le ocurren, todo lo que él vio y que no tiene nada que ver, naturalmente, con lo que es nuestra visión eclesiástica, que siempre o casi siempre está reducida, achicada, minimizada a nuestra religión, a nuestra denominación y, en muchos casos, a nuestra pequeña congregación local.
En Apocalipsis 7 él la define así: Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos. Es notorio que algo no tenemos que haber entendido del todo, especialmente los líderes locales, es que a veces optamos por comportarnos de un modo absolutamente corporativo dentro de los distintos grupos.
Y cuidado; dije dentro de los distintos grupos, no estoy hablando de la iglesia. Porque la iglesia sí es un cuerpo y, por lo tanto, es y será corporativa. Pero el corporativismo en una congregación local es total y absolutamente diferente. ¿Alguna vez tú has oído a algún líder decir algo así como?: “Hermanos; les hablo en este momento a todos los que son iglesia del Señor dentro de este templo. A los que verdaderamente son hijos de Dios, a los que son trigo. Que no sé cuántos son, pero seguramente deben ser muchos”.
Mira; si un hombre, por más importante que este sea, llegara a decir desde un púlpito algo así, la congregación entera le pide un juicio sumarísimo. Sin embargo, fíjate que eso que dijo sería total y absolutamente bíblico. Mucho más que cuando dice lo que cotidiana y habitualmente dice: “Todos ustedes, los que son salvos, los que son hijos de Dios, trigo divino, todos.”
¡Si saben perfectamente que la Biblia dice que el trigo y la cizaña van a convivir de tal modo que ni siquiera los elegidos sabrán quienes son los unos y quienes los otros! Por eso no podrán ser los hombres comunes los encargados de la siega. Dice que serán los ángeles, los mensajeros reales de Jesucristo. Porque si le otorgáramos a los hombres naturales esta tarea, seguramente en muchos casos arrojarían al fuego la hierba buena.
La iglesia, dice Juan, es una gran multitud de todas las naciones de la tierra. Pero jamás ha dicho ni dirá que sean TODOS los que se congregan en los diversos templos del planeta. Es más, ni siquiera dice que sean los que van a los templos. ¡¡Pero Néstor!! ¿Qué está diciendo? – ¿Yo? Nada más que lo que dice la Biblia. Y lo que dice la Biblia es que la gente debe CONGREGARSE, no dice que debe ir a templos hechos por manos de hombres. Sexto Mandamiento: No todo lo que respira dentro de un templo es creyente.
SÉPTIMO MANDAMIENTO
Este, quizás, es el más corto, el más breve de todos estos tan particulares mandamientos en cuanto a su argumento. Se trata de la respuesta bíblica a una serie de preguntas que, generalmente, las congregaciones o grupos locales responden de otro modo, con otras palabras. ¿Qué proclama la iglesia del Señor? ¿Quizás la mejor religión? No. En absoluto. Entonces, ¿Será la mejor doctrina? Tampoco. Ya hemos visto sobradamente que no. ¿Quizás la mejor moral? Mucho menos.
Se sabe perfectamente que, en muchos púlpitos, a falta de palabra auténtica de Dios, se predica moral pero no, no se trata de eso. ¿Se predica, entonces, un culto al mejor nivel cultural y económico? Se predica, es cierto, pero no es eso lo que proclama la iglesia real del Señor. ¿Y entonces? Proclama, sencillamente que, como Séptimo Mandamiento: La salvación pertenece a nuestro Dios y al Cordero.
OCTAVO MANDAMIENTO
¿Sabes cuál es la mentira más grande que han echado a rodar todas las religiones habidas y por haber en el mundo? Que, de alguna manera, parecería ser como que han “privatizado” el cielo para ellas y, tienen como premisa doctrinal fundamental, hacerle creer a mucha gente indocta que, para acceder a ese cielo, hay que hacer el esfuerzo, primero, de tener una serie de facetas que hagan posible que esa religión nos acepte como miembros.
¿Te das cuenta? ¡¡Se les está cobrando a las personas una especie de peaje, pasaje, boleto o canon para ser salvos!! Sí, ya sé, tú debes estar diciendo para tus adentros en este momento: “¡Yo no sé cómo pueden ser tan ignorantes los que se dejan sacar así el dinero! Es verdad, tienes toda la razón, pero ¿Sabes una cosa? No hay que irse necesariamente a religiones extrañas o exóticas para observar eso.
En muchas de nuestras iglesias, para ser miembros y tener con esa membresía el derecho real a ser salvos, hay que cubrir algunos requisitos que no todos los mortales están en condiciones de cubrir. La verdad, ¿Nunca te sucedió algo así? Y si te sucedió, ¿Lo compartiste con alguien o te lo callaste por miedo a que te rotularan de blasfemo, insujeto, rebelde o hereje?
Y si no te ocurrió a ti, en persona, al menos, ¿Nunca te enteraste que le sucediera a alguien? La salvación no le pertenece a ninguna religión, mi querido amigo. La salvación le pertenece a nuestro Dios y al Cordero. Y esa salvación es por gracia, entiende, por un preciso y específico favor de Dios hacia ti y sin mérito tuyo alguno. ¡Ah, no! ¡Hay que pagar un precio! Sí, estoy de acuerdo, hay que pagar un precio, indudablemente, todos los grandes lo han hecho.
¡¡Pero por servir para el Reino de Dios, no para ser salvo!! La salvación sigue siendo por gracia y misericordia de Dios y el Cordero. Mira lo que dice Pablo al respecto en su carta a los Efesios: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.
Es, quizás, la herejía más grande que han cometido las religiones. La de hacerles creer a sus miembros que la salvación se consigue, se logra, se obtiene merced a nuestras obras, a nuestros esfuerzos, por indulgencias de jerarquías humanas, o peor aún, por determinadas “penitencias”. Todos saben, porque la Biblia que tú posees, diferencias no sustanciales más o menos, es la misma que poseen todos los que se denominan cristianos en el planeta, que esa Biblia es la palabra de Dios escrita; y que en su texto y su contexto dice que la salvación es por Gracia, por medio de la fe en Jesucristo.
De lo contrario, sutilmente, estaríamos haciendo una especie de cristianismo “egocéntrico”, ya que nuestro YO tendría mucho más valor y gloria que el sacrificio de Cristo en la cruz, que es, en definitiva, lo que el diablo desea que creamos. Entiende por favor: la causa de nuestra salvación no es el libre albedrío del hombre, es la Gracia, el favor maravilloso de Dios.
Jesús lo dijo tal como lo cuenta Juan: No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al padre en mi nombre, él os lo dé. Octavo Mandamiento: Nadie es dueño de su salvación.
NOVENO MANDAMIENTO
El daño más grande que las religiones le han hecho a la gente, es sistematizarlos, inculcarles la mentira aquella de que, fuera de su religión no hay salvación. Las religiones abren matrículas todos los días para capturar adeptos, (Me desagrada profundamente esta terminología, pero no puedo negar su existencia), para tomar el control de la feligresía. Estamos viviendo la guerra de las religiones, pero a favor y por causa imprevista (O no) de la pandemia de Covid19, lo que yo entiendo como el principio de su extinción.
Y ¿Quieres enterarte de algo importante? Satanás aplaude esta guerra, cualquiera sea el resultado, porque mientras la guerra de las religiones se siga disputando, la gente, muy ocupada y preocupada en discutir conceptos y doctrinas, seguirá yéndose al infierno. Porque el evangelio real, el del Reino, el de la cruz y que no es el de ninguna religión, no llega a ser predicado tal cual es el mandamiento
Estamos viviendo esa guerra de religiones. Estamos viviendo una época donde la mayor parte de la promoción, pasa por las individualidades egocéntricas. Todos pretenden tener la palabra profética exacta, precisa y contundente para este tiempo. Pero cometen un fiero error: no consultan a Dios sobre eso, lo quieren resolver ellos por ellos mismos. Estamos viviendo una época de alto marketing de congregaciones.
La que más ofrezca, la que tenga la mejor banda de alabanza, la que tenga el mayor número de miembros, la que tenga mayor poder económico, la que tenga los mejores medios de comunicación propios, aunque nadie los sintonice, la que tenga el mejor programa de televisión, aunque sólo sirva para tener contentos a los que siempre quisieron salir por la “tele” pero que como no tenían ni talento ni presencia jamás llegaron y ahora sí pueden porque son amigos del pastor.
O quizás la que más venta tenga de aguas o aceites especiales para sanidades o liberaciones de demonios, la que más ayune, la que más vigilias realice o, sencillamente, la que mayor influencia tenga en la clase política de la ciudad, la provincia o la nación. Para una gran parte de las personas que conozco, aquellos que sepan ganar esta guerra publicitaria, serán los que se queden con el control espiritual de toda la gente. ¡Hola Padre! ¿Alguien te ha estado informando algo de esto?
¡Pero eso es igual a como lo hace el mundo, Néstor! Por supuesto, siempre lo fue. ¿Y cómo la iglesia del Señor puede haber caído en esto? No, te equivocas, amigo; no es la iglesia del Señor, es la iglesia de los hombres. El Señor, generalmente, ni siquiera la visita. ¡Ni cuando vienen todas esas figuras… tan importantes… esos que son anunciados como “tremendos” siervos de Dios!
Muchas veces me lo pregunté y nadie me lo quiso responder: ¿Qué es un tremendo siervo de Dios? ¿Qué es un “gran” siervo de Dios? ¿No saben que si es siervo no es grande? ¿No saben que, si es muy grande, probablemente no sea realmente siervo? Podrá ser, no deseo discutir esto, pero vamos a haber muchos que no hemos leído las escrituras en vano, que sabemos perfectamente que todo esto no es de Dios y que, antes que suceda todo eso, nos vamos a saber salir fuera de ese sistema perverso que no tiene absolutamente nada que ver con Dios y regresar a la senda antigua, al camino inicial, el de adorar al Padre en espíritu y en verdad y la de creer sin dudar que el que tiene al Hijo, es el único en el mundo que tiene la Vida.
En efecto; la Vida Eterna, cuando vaya a su presencia y la Vida Abundante hoy, aquí y ahora. Y que todo lo que puedan decir y hacer todas las religiones que tú conozcas en el mundo, incluida la religión evangélica como tal, si no se sustenta en la Palabra de Dios, no le pertenece, aunque los hombres que conforman esos grupos vivan toda su vida nombrándolo y haciendo cosas en su nombre. Noveno Mandamiento: La Verdad no está en un lugar humano específico.
DÉCIMO MANDAMIENTO
Las religiones pequeñas o poderosas, las iglesias que imitan lo que se hace en las iglesias del Señor, pero no creen en Él, las denominaciones cuando hacen prevalecer sus doctrinas internas por sobre la Palabra bíblica pura y sin enmiendas, constituyen entre todas una fracción, un porcentaje de lo que se denomina como “Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra”.
Que luego se complementará con lo que la misma mentalidad dominante, manipuladora y llena de intereses proyecta a esa misma esencia legendaria a los rudimentos clásicos de la política y la economía terrenal. Babilonia existe fuera de los templos y evidencia enorme poder, por eso no cae a menos que se la empuje con violencia. Y no violencia física, naturalmente, sino espiritual. Guerra le llaman, lo crea quien lo crea, lo acepte quien lo acepte.
Pero volviendo a lo que en este trabajo nos ocupa e interesa, así lo dice el libro del Apocalipsis, en el capítulo 17y nos devuelve el ánimo y la capacidad de lucha. Juan vio caerse a ese sistema religioso y lo cuenta en el capítulo siguiente. Mira como lo dice: Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible.
Es notorio que la interpretación de lo que es iglesia, pasa generalmente por las ambiciones o las ideas personales de los hombres que militan en ellas. La Palabra dice una cosa sobre la iglesia del Señor, pero los hombres han decidido alterar todo eso no sé si en su beneficio personal, pero sí seguramente en beneficio del sector al cual representan.
¿Sabes el orgullo que existe en determinadas denominaciones que conozco, por el simple hecho de pertenecer a esa denominación? ¿Sabes cuánta es la gente que dice abiertamente y sin ponerse colorados, “yo estoy orgulloso de ser…” y después mencionan su denominación? Me pregunto: ¿Qué creen que siente Dios cuando ellos hacen esa declaración de fe tan particular y original? Pena, dolor, eso es lo que el corazón de Dios experimenta en ese instante.
¿Cómo puede ser que estos hijos míos hayan olvidado mi Gracia y mi Misericordia y se sientan tan envanecidos de haberse agrupado bajo ese nombre para enseñarles a los que llegan, cosas que yo nunca enseñé a mis primeros hijos? ¿Cómo pueden estar tan ciegos que no ven que todo eso no puede tener que ver en absoluto conmigo? ¿Quién los hechizó? Décimo Mandamiento: La Fe une, las Doctrinas separan.
Estos, como habrás podido observar, son diez mandamientos diferentes, muy diferentes. Que no tienen, quizás, una precisión tan clara y tan concreta como aquellos que Dios le escribió con su propio dedo a Moisés. Sin embargo, resumen varios aspectos que tienen que ver con una realidad, con un peligro latente que se cierne sobre todos los que buscan DE y A Dios: el peligro de confundir la fe, la conversión genuina y la salvación eterna con el simple acto de inscribirse en un registro nacional de cultos debajo del rótulo de alguna de las cientos de religiones autorizadas. Tú, sábelo, no has sido llamado a ser parte de ninguna religión. Tú has sido llamado a ser parte del cuerpo de Cristo en la tierra. ¿Te parece poco?