Yo: el Más que Vencedor…

1 Pedro Capítulo 3

(011) El Evangelio no es Machista…

(1 Pedro 3: 1)= Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabras por la conducta de sus esposas, (2) considerando vuestra conducta casta y respetuosa.

(3) Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, (4) sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.

(5) Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.

Lo primero que leemos aquí es una aparente exhortación dirigida a las mujeres, donde se les demanda estar sujetas a sus maridos. Las consecuencias de esa sujeción habrán de detallarse después, pero yo quisiera primeramente, compartir contigo un fragmento de un estudio que titulé “El Principio de la Sujeción” donde, precisamente, se habla de esta sujeción en el plano familiar:

“El otro punto árido de la sujeción, tiene que ver con su vida familiar, con el matrimonio, concretamente. ¿Cuántas veces tú, mujer, o tú, varón, has leído y hasta has predicado en cultos caseros o congregacionales sobre estos versos que ahora voy a compartir?

(Efesios 5: 22)= Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor, (23) porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.

(24 Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.

Este texto, en contra de lo que muchos han enseñado por años, no fue escrito como una ley que declara la inferioridad social de la mujer. Habla, sí, de un espíritu noble de sumisión, por el cual una mujer reconoce voluntariamente la responsabilidad de liderazgo de su esposo bajo Dios en un acto de fe.

En ninguna parte la Biblia “somete” o subordina genéricamente a las mujeres a los hombres. Este arreglo, divinamente ordenado, jamás pretendió reducir las posibilidades, los propósitos o la realización de la mujer. Los animales la tienen más clara, quizás. Un gallinero es un gallinero cuando el que canta es el gallo y las que ponen los huevos son las gallinas. A nadie se le ocurriría alterar esos principios y esperar que funcione.

Únicamente la naturaleza pecadora de los seres humanos, o un recalcitrante tradicionalismo eclesiástico pueden justificar, sacándolas fuera del contexto bíblico, determinadas evidencias “textuales”, la explotación social de las mujeres, o las restricciones que se les imponen a la hora de darles participación en el ministerio de la iglesia.

Cuidado; esto no es una luz verde a los movimientos feministas, en contra de los cuales no tengo absolutamente nada, pero que con la mente de Cristo me resultan tan desafortunados como los conceptos machistas que por años han gobernado las diferentes congregaciones. Varón y hembra. Sin acepciones. Todos iguales ante sus ojos divinos.

Sin embargo y pese a que este pasaje de lo que habla es de un respeto proverbial y de una humildad manifiesta a la hora de relacionarse, la iglesia enseñó, mayoritariamente, una doctrina de sojuzgamiento total, hasta el punto de no sólo permitir, sino incluso incentivar a un despotismo machista que recluyó a un oscuro segundo plano y anonimato total a mujeres fieles que habían sido llamadas por Dios a ministrar, suplantándolas por hombres sin llamado y levantados por diversos mecanismos políticos que, naturalmente, jamás pudieron cumplir con la voluntad y el propósito de Dios. Porque si a este verso se lo interpretara como ley máxima de la sujeción de la mujer al hombre y sin la menor posibilidad de cierta reciprocidad, ¿Qué hacemos con el que sigue?

(25) Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, (26) para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la Palabra, (27) a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.

Vamos a ver: Si los primeros versículos estuvieran diciendo y ordenando, como muchas veces hemos enseñado, que es solamente la mujer la que está obligada a sujetarse a su marido, y no una cuestión mutua, de ida y vuelta, ya que el versículo no habla de un marido sujetándose a su esposa; ¿Cómo deberíamos entender, entonces, este verso 25? ¿Interpretaríamos que solamente el hombre tiene obligación de amar a su esposa y que ella no está obligada por la Biblia a amarlo a él?

Resulta incoherente suponer eso, verdad? Sin embargo, ese es el principio que por siglos la iglesia ha tomado para este asunto de la sujeción matrimonial. La Biblia dice lo que dice, eso es más que notorio, sólo que una muy fuerte concepción patriarcal, tradicional y machista es la que no lo ha visto o no lo ha querido ver. Tanto la sujeción, que es sinónimo de sometimiento, como el amor, es de ida y vuelta: Mutuo.

Un poco más arriba, en el verso 21, nos da una de las puntas de esta madeja. Allí dice nada menos que: Someteos unos a otros en el temor de Dios. Creo que dice con mucha claridad “unos a otros”. Y como para Dios no hay acepción de personas ni tampoco escalafones jerárquicos; como Dios tampoco es clasista, racista ni genérico, no está hablando necesariamente de hombre con hombre, sino de TODOS con todos. Punto básico de la sujeción, creo que está suficientemente aclarado: es mutuo. El versículo, presta atención, no dice “el qué”, dice “el cómo”.

Con respecto al amor que se le ordena al marido, el principio que se utiliza es el mismo. Porque en Juan 15:17, Jesús dice: Esto os mando: que os améis unos a otros. Unos a otros. ¿Hombre con hombre, también? ¿Mujer con mujer, quizás? ¿Quién inventó eso?

Unos a otros, mi querido amigo y hermano, es TODOS con todos. Esposo a esposa y esposa a esposo, exactamente igual que con la sujeción. ¿No es verdad que esto puede poner patas para arriba toda tu teología tradicional e histórica?

¿No es verdad que a ti en este momento te dan ganas de pensar que yo estoy tremendamente equivocado, porque no puede ser que tú hayas estado tantos años creyendo algo que no sólo no era así sino que, incluso, era totalmente a la inversa?

¿No es verdad que también te dan deseos de dejar de leer inmediatamente esto y mandarme ya mismo un correo electrónico lleno de pequeñas víboras y culebras que significan, internacionalmente, el símbolo de las palabras fuertes?

¿No es verdad que, por lo menos, a algunos les gustaría disentir o discutir esto conmigo y rostro a rostro? Mira: no te preocupes, serénate, relájate. Si tienes deseos de debatir o polemizar, estás indefectiblemente en religioso.

No te olvides que si había unos señores a los cuales les encantaba entrar en debates y polémicas, esos eran los fariseos. Lo siento. La culpa de todo esto no la tengo yo. Lo dice el Libro. Y no sólo eso, termina diciendo que: Os améis unos a otros, como yo os he amado.”

Este texto fue publicado en nuestra Web en los primeros meses de su aparición. Lleva el número 17 de los que se encuentran en la ventana denominada de “Crecimiento”. Efectivamente, recibí muchos correos invitándome a debatir el tema, pero también muchos otros agradeciendo a Dios que hubiera sido usado para traer luz donde había años de oscuridad. ¡Gloria a Dios por ello!

Cabe consignar a modo de aclaración ampliatoria, que esta palabra que aquí se traduce como sujetas, no tiene la implicación de algo prisionero o esclavizado, sino que habla de obediencia y, esencialmente, disposición voluntaria para experimentarlo.

Yo siempre reitero un concepto que en algún momento se hizo luz en mi mente y jamás se apagó: cuando nos sujetamos voluntariamente a alguien que está sujeto a autoridad superior, no significa ningún esfuerzo, sino un verdadero privilegio. Esto quizás responde a las miles de preguntas de por qué cuesta tanto sujetarse a ciertas personas, sean estos esposos o líderes.

El final del primer verso de este capítulo 3 de la primera carta de Pedro, añade algo que no siempre ha sido visto y tampoco ha sido tenido demasiado en cuenta, tanto a la hora de ponerlo por obra por parte de las hermanas que lo están viviendo, como por aquellos que suelen ser sus consejeros.

Dice que los que no creen en la palabra, estamos hablando, obviamente, de maridos no creyentes, pueden ser ganados para Cristo por causa de la conducta sin palabras altisonantes y por esa sujeción obediente de sus esposas.

Esto es estrictamente cierto. Tanto que es el consejo o la sugerencia prioritaria que se le puede hacer a la mujer creyente que tiene un esposo que no cree. Se le dice que no trate de introducirle la Biblia en la cabeza usando el agujero que antes le habrá producido con un sermón anti-pecado que haría asombrar al mismo Spurgeon.

Se le aconseja que simplemente permita que ese hombre vea en ella a una mujer distinta a todas las que puede llegar a ver en la calle. Bella como las demás, atractiva y enamorada como cualquiera, pero además íntegra, fiel, sencilla, serena, sin histerias ni berrinches. Esa es la mujer cristiana.

Claro que este testimonio es válido siempre y cuando ese hombre solamente sea no creyente. Si además de eso también es violento, borracho, mujeriego, pendenciero, jugador y mil vicios más, entonces más le vale a esa mujer que deje la sujeción para mejor ocasión y se busque un buen abogado. Y si los hermanitos de la iglesia no la entienden y la critican, ofrézcales a ese hombre para que se lo lleven con ellos, lo alojen, lo atiendan y traten de cambiarlo.

Porque el segundo verso habla de dos condiciones ineludibles para cualquier mujer que diga ser creyente: castidad y respeto. Las dos adornan a la mujer que ha hecho de Jesucristo el centro de su vida. Si no están, podrá estar en la iglesia, militar en ella con denodado activismo, pero aún no ha tenido un encuentro personal con Cristo, que es el único suceso que podrá cambiar una vida.

Hay que considerar que la castidad, en este contexto, no se refiere a la ausencia de goce sexual, ya que las casadas tienen total derecho a experimentarlo conforme a la voluntad y el propósito de Dios para la unión entre el hombre y su mujer.

En este caso, castidad tiene que ver con ausencia de sensualidad provocativa, alguien que elige vivir conforme a lo que es lícito y de buen nombre y deja de lado aspectos tan “normales” o “corrientes” para nuestras sociedades contemporáneas, tales como l seducción indiscriminada y la coquetería femenina que todos aprueban, reconocen y admiten.

La mujer cristiana es la mejor de todas en todos los sentidos. Es una mujer cuyos valores no admiten que su esposo siquiera pueda ser tentado por otra. No hay ninguna mujer que pueda competir con la mujer creyente, salvo que esta se haya convertido en religiosa, legalista y, lo peor, reprimida.

El respeto, mientras tanto, es una forma de veneración a alguien, de acatamiento incondicional a sus requerimientos en la certeza de que ninguno de ellos será para el mal, sino para cimentar el bien y glorificar a Dios. Ese respeto, por tanto, es totalmente válido cuando ambos se conducen de un modo que lo fundamente.

Este fundamento está sintetizado en un texto que Pablo le escribe a los Corintios, cuando haciendo una analogía con la iglesia, habla de la indestructibilidad de los votos matrimoniales expresando, en 1 Corintios 7:16 lo siguiente:

Porque ¿Qué sabes tú, oh mujer, si quizás harás salvo a tu marido? ¿O que sabes tú, oh marido, si quizás harás salva a tu mujer?

Esto indica, entre otras cosas, que un matrimonio deberá ir hasta las últimas consecuencias como tal, y mientras exista una posibilidad de enmienda y solución deben hallarla por esto que se dice aquí, dejando para el extremo final el divorcio para cuando nada más puede hacerse.

Luego Pedro vierte algunos consejos que podríamos llamar “prácticos” a esas mujeres a las que está aconsejando los mejores fundamentos. Y encara el aspecto externo, haciendo especial hincapié en lo que en la época era, indudablemente, sinónimo de exhibicionismo: el peinado, los adornos y la ropa.

¿Por qué diría esto, Pedro? ¿Es que acaso se estaba convirtiendo en un anciano malhumorado y legalista que sentía resentimiento por el aspecto físico y estético de los más jóvenes? Si se tratara de un pastor de los nuestros a punto de jubilarse, tal vez podría decirte que sí, pero era Pedro, ¿Entiendes?

Lo que él está tratando que entiendan las damas contemporáneas, es que el aspecto externo, si no es una consecuencia calcada del interno, por sí mismo no representa absolutamente nada. Un ostentoso peinado, decenas de aros, anillos y pulseras de oro y finísimos vestidos jamás podrán otorgarle a mujer creyente alguna una calidad superior para con quien viste con más pobreza.

Es notorio que en aquella sociedad (Y te diría que en muchas áreas de la nuestra actual también), el “dime como te vistes y te diré cuanta importancia te damos”, tenía mucha validez y representaba, a la hora de la aceptación o la marginación, prioridad absoluta de juicio y evaluación.

(1 Timoteo 2: 9)= Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos.

¿Quién le habrá dado letra a quien? Porque lo que dice Pablo es casi un calco con lo que dijo Pedro. ¿Tanta importancia tenían el peinado, el oro, las perlas y los vestidos costosos? ¿Justifica esto que hoy, siglo veintiuno, todavía se siga exigiendo lo mismo en muchas congregaciones evangélicas?

Para nada. Porque tanto la idea de Pedro como la de Pablo, es propender a que las mujeres, quizás más afectas a incrementar su belleza por distintos métodos, algunas de ellas ignorando que no todos esos métodos son buenos y tienen comunión con Dios, mantengan una actitud modesta.

Ellos aspiran a que esas damas se libren de todo vestigio que pueda fomentar su vanidad, erradicando cualquier expresión mundana, y mucho más si estas se manifiestan cuando se sostiene estar en un culto público de adoración.

Pedro, que era casado, (La Biblia no habla de una esposa, pero sí de una suegra, lo cual lo hace implícito), era consciente que una mujer es atractiva por su personalidad, sus dotes espirituales y morales, no por la ropa costosa o lujosa que pueda lucir.

(Isaías 3: 18)= Aquel día quitará el Señor el atavío del calzado, las redecillas, las lunetas, (19) los collares, los pendientes y los brazaletes, (20) las cofias, los atavíos de las piernas, los partidores del pelo, los pomitos de olor y los zarcillos, (21) los anillos, y los joyeles de las narices, (22) las ropas de gala, los mantoncillos, los velos, las bolsas, (23) los espejos, el lino fino, las gasas y los tocados.

Resultará muy interesante dilucidar los significados de algunos de estos elementos que aquí se mencionan. Dejando de lado los más conocidos, aquí tienes una lista de aquellos que te resultan menos familiares para que, de este modo, puedas relacionarlo con lo que estamos enseñando.

Calzado: Todo género de zapato, borceguí, abarca, alpargata, almadreña, etc., que sirve para cubrir y resguardar el pie.

Redecilla: Prenda de malla, en forma de bolsa, y con cordones o cintas, usada por hombres y mujeres para recoger el pelo o adornar la cabeza. Malla muy fina, casi imperceptible, que utilizan las mujeres para mantener el peinado.

Luneta: Media luna que como adorno usaban las mujeres en la cabeza y los niños en los zapatos.

Collar: Adorno que ciñe o rodea el cuello.

Pendiente: Arete con adorno colgante o sin él. Joya que se lleva colgando.

Brazalete: Aro de metal o de otra materia, con piedras preciosas o sin ellas, que rodea el brazo por más arriba de la muñeca y se usa como adorno. Cinta de cierta anchura que rodea el brazo por encima del codo y que sirve de distintivo o, si es negra, indica luto.

Cofia: Red de seda o hilo, que se ajusta a la cabeza con una cinta pasada por su cavidad cosida a ese efecto, que usaban los hombres y las mujeres para recoger el pelo. Gorra que usaban las mujeres para abrigar y adornar la cabeza, hecha de encajes, blondas, cintas, etc., y de varias formas y tamaños.

Partidores: Varilla o púa que empleaban las mujeres para abrirse la raya del pelo.

Pomitos de Olor: Frascos o vasos pequeños de vidrio, cristal, porcelana o metal, que sirve para contener y conservar los licores y confecciones olorosas.

Zarcillo: Pendiente, arete.

Anillo: Aro pequeño. Aro de metal u otra materia, liso o con labores, y con perlas o piedras preciosas o sin ellas, que se lleva, principalmente por adorno, en los dedos de la mano.

Joyeles: Elemento de metal, mayoritariamente de oro, que se engarza en la base de la nariz a la manera de un aro.

Mantoncillo: Pañuelo más pequeño que el usual llamado Mantón que era más grande, que se echa generalmente sobre los hombros.

Velo: Prenda del traje femenino de calle, hecha de tul, gasa u otra tela delgada de seda o algodón, y con la cual solían cubrirse las mujeres la cabeza, el cuello y a veces el rostro.

Bolsa: Especie de talega o saco de tela u otro material, que sirve para llevar o guardar algo.

Espejo: Tabla de cristal azogado por la parte posterior, y también de acero u otro material bruñido, para que se reflejen en él los objetos que tenga delante.

Gasa: Tela de seda o hilo muy clara y fina.

Tocado: Prenda con que se cubre la cabeza. Peinado y adorno de la cabeza, en las mujeres. Juego de cintas de color, encajes y otros adornos, para tocarse una mujer.

Concluye Pedro significando que el mejor ornato para una mujer es contar con un espíritu apacible y afable, dos valores que tienen alta estima delante de Dios. Apacible es alguien manso, dulce y agradable en la condición y el trato, mientras que afable casi es un sinónimo: alguien agradable, dulce y suave en la conversación y el trato.

Quiero que entiendas, hermana y hermano en Cristo, que aquí no hay animosidades machistas o de acepción de personas. Eso, en todo caso, es lo que ha hecho la iglesia dejándose llevar por estos textos.

Lo que aquí se entrega es una receta, una fórmula indestructible par que el hombre y la mujer puedan convivir, congeniar, llevarse como deben llevarse conforme al propósito y la voluntad de Dios: complementándose y no compitiendo o discutiendo por posiciones.

El matrimonio, la unidad del hombre y la mujer, es mayoritariamente en la Biblia, una tipología de la relación Cristo-Iglesia. ¿Te imaginas si ese matrimonio espiritual tuviera la comunicación, el trato y las actitudes que muchos matrimonios humanos tienen entre sí?

(Romanos 7: 22)= Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios.

Lo primero que observamos, es que Pablo reconoce y confirma la existencia real de un hombre interior, no siempre emparentado ni en buenas relaciones con el exterior. Asimismo, él relata su propia experiencia como cristiano, para explicar que la ley no puede liberar a quien está luchando contra el pecado.

Mientras la ley puede iluminar nuestra conciencia, no es capaz de producir santidad en la vida. El fallo, sin embargo, no está en la ley de Dios, que es espiritual, sino en la ley del pecado, la depravación inherente a la naturaleza humana, que se revela contra las leyes de Dios.

De acuerdo con esta opinión, Pablo declara que él es carnal, una criatura de la carne, vendido al pecado, en la cautividad del pecado. A través de su vida se ha desarrollado un conflicto entre la nueva y la vieja naturaleza, pero existe un camino hacia la victoria: Cristo nos libera para que vivamos bajo el poder del Espíritu Santo.

Mientas tanto Pedro aclara que está dando estas directivas prácticas, fundamentándose en la experiencia de haber conocido que aquellas santas mujeres que esperaban en Dios en humilde sujeción a sus maridos, se ataviaban de ese modo.

Y pone como ejemplo a Sara, que no vacilaba en obedecer a Abraham, incluso llamándole señor, y consigna que no hay tanta distancia ni diferencia entre aquella y estas porque las actuales han venido a ser hijas por la fe, si es que se atreven a hacer el bien sin tener en cuenta ni en temor ninguna amenaza.

En nuestra sociedad moderna no creo que encontremos siquiera a una sola mujer que tome la relación con su marido con similares parámetros a los que Sara había tomado. Era otra época, otras costumbres y otros rudimentos.

No te olvides que cuando ella creyó que no podía concebir y deseando que Abraham tuviera descendencia, no vaciló en entregarle a la esclava Agar, dejando de lado cualquier egoísmo o celos con el sólo fin de agradar a su marido. ¿Alguna mujer actual haría algo así?

No. Y no porque no ame a su marido, sino porque el concepto de Dios al respecto se ha clarificado lo suficiente como para entender que es lo que está bien y que es lo que no lo está. Se entiende por la época y las circunstancias la actitud de Sara, pero a los ojos de Dios hoy no sería correcto.

Además, todos hablan de Sara, de su decisión de permitirle a Abraham tener descendencia con la esclava Agar y de lo incorrecto que eso es, pero nadie ha prestado demasiada atención en la proverbial incorrección del propio Abraham, que aún sabiendo como eran las cosas, se hizo el distraído y se aprovechó de la ingenua candidez errónea de Sara y se divirtió con Agar.

Hemos cometido muchos errores en nuestras enseñanzas. Uno de ellos ha sido tomar como literal lo que es simbólico y espiritual y luego, cuando no nos termina de cerrar como literal, entrarlo al mundo del espíritu aunque no quepa.

La Biblia es una serie de relatos literales que encierran dentro de sí principios espirituales que nos serán revelados por el Espíritu Santo y no por nuestro intelecto. Hay cosas que son como se dice y hay otras que tienen que ver con modelos, patrones y principios.

Estos sesenta y seis libros fueron escritos por hombres y mujeres inspirados por el Espíritu Santo de Dios, para que fuera leído, aceptado, creído y puesto por obra por hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo de Dios. Como suelen decir mis amigos mexicanos: “ni modo de hacerlo sin el Espíritu Santo”.

Y en medio de esos errores, hemos cometido otros tantos emparentados con el legalismo tomando como válidas para nuestros matrimonios humanos, palabras que han sido inspiradas ya escritas en relación al matrimonio de Cristo y la iglesia.

Por eso el título de este fragmento: El Evangelio no es Machista. Sé que al leerlo, no serán pocos (Y especialmente “pocas”) las que se sonreirán y me responderán con cierta ironía: “¿Ah, no?” Responderé contundentemente que no, que es tal cual como lo digo.

Y cuando alguien salga a decirme algo así como: “Pero hermano…no se ofenda, pero…¿Usted está seguro?”, le diré que sí, que estoy totalmente seguro que El Evangelio no es machista. Lamentablemente, de lo que no puedo decir lo mismo es de lo que hoy llamamos La Iglesia…

¿Tú sabes que tanto los movimientos machistas como feministas, son producidos en sectores donde Dios no reina y ni siquiera se le conoce demasiado? La mayor parte de nosotros antes de llegar a Cristo vivía allí. El problema es que no son pocos los que, aún suponiendo que son convertidos, continúan viviendo allí. Y, obvio, lo trasladan al templo, a las organizaciones y a toda una denominación.

¡Pero es que el Señor dice que el hombre es cabeza! Sí, y también dice que la mujer es ayuda idónea. Y mucho me temo que si observas con cuidado lo que conoces, verás que en una gran cantidad no hay ni de lo uno ni de lo otro…

El hombre es, en efecto, cabeza de la casa, cuando espiritualmente está en sintonía con el Señor. Allí es donde Dios gusta de respetar sus propias leyes y lo elegirá para llevar a esa casa todo lo que haya que llevar. Pero pensar que un borracho, mujeriego y golpeador de su mujer y sus hijos sigue avalado por Dios para ser cabeza de su casa, es como decir que Dios es ciego, sordo y mudo.

Cualquier mujer posee en su esencia íntima de femineidad, una necesidad vital de ser cuidada, protegida, respaldada y guiada. No es porque no lo sepa hacer por sí misma, sino porque sentir así forma parte de su ser interior femenino.

Cuando encuentra al hombre elegido por el Señor para que sea su esposo, se somete voluntariamente con humildad y sujeción serena y feliz, porque así es comos se siente completa, realizada y segura. Ese hombre, mientras, se siente poco menos que un rey pudiendo proteger a la mujer que ama.

Cuando la que gana la batalla es el alma y se une a un hombre que no es el que Dios eligió para ella, o sencillamente no tiene en cuenta a Dios para ese asunto, No hay sometimiento como no sea brutal, cruel y violento, no hay orden y, por lógica consecuencia, no hay victoria.

De esa patología, entiendo, está enferma más de media sociedad humana en todo el planeta, (Incluidos los sitios donde la mujer es algo más que un elemento decorativo) y por eso el matrimonio como práctica lógica de convivencia está en franco declive. Ah, lo olvidaba, en esta estadística, lamentablemente, deberemos incluir a un vasto sector de lo que llamamos “la iglesia”.

(1 Timoteo 5: 5)= Mas la que en verdad es viuda y ha quedado sola, espera en Dios, y es diligente en súplicas y oraciones noche y día.

Las rutinas eclesiásticas antiguas determinaban que las viudas que carecían de familia, debían convertirse en mujeres dedicadas a la oración, siendo amantes y temerosas de Dios. Como contrapartida, la iglesia local tenía para con ellas una alta responsabilidad que debían cumplir.

Este es uno de los tópicos interesantes, sanos y muy efectivos que la Biblia da como manual de ruta a seguir. Sin embargo, lo que la iglesia ha pasado a ser con el tiempo, ha dejado de lado las dos cosas que aquí se mencionan. No podemos saber cuantas son las viudas dedicadas a la oración, pero sí podemos comprobar fácilmente que muy pocas de ellas son protegidas por la iglesia local en la que se congregan.

Cuando Dios le dice a Sara, esposa de Abraham, que Él ha pensado cumplimentarle su oración y darle la posibilidad de ser madre, aún estando ya en un grado de su vida donde no sería lo usual un embarazo y parto con éxito, Sara lo mide con la lógica humana y natural y no puede creerlo.

(Génesis 18: 12)= Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?

Si te imaginas la escena, puedes coincidir conmigo que parecía tener más lógica, coherencia y razón Sara que Dios. Sin embargo, no podemos ni debemos olvidar que Dios es Dios de lo imposible, y que cuando hay obediencia por nuestra parte, Él se mueve y hace lo que quiere, sea eso lógico o no.

Y Sara, (Que pese a sus errores conceptuales que la llevaron a entregarle a su esclava Agar a su marido, era fiel), le creyó a Dios esta aparente “locura”, y pese a que en principio se rió de lo que creía era una utopía, luego tomó esa palabra profética, la hizo suya y se movió para ponerla por obra.

Creo que aquí está la salida para tantos y tantos matrimonios que buscan tener hijos y no lo consiguen. Independientemente de los problemas físicos o clínicos que hubiera, (Cosa que deberá ser tratada convenientemente por la medicina), está lo otro, lo que compete a cada hijo de Dios: la confianza total de creer que lo que Dios ha dicho, tiene mayor validez y cumplimiento que lo que pudiera decir cualquier tipo de ciencia.

¡Pero hermano! ¡No estoy seguro si es como usted dice! Si la ciencia me dice que no puedo engendrar y yo, como cristiana, tengo presente que Dios también es padre de todas las ciencias, creo que debo creer ese diagnóstico.

No te confundas, hermana. Es muy cierto que dios es padre de todas las ciencias, pero eso sucede cuando el hombre es uno de sus hijos y coloca a esa ciencia a sus pies habiéndola pasado por la cruz. Cuando la ciencia es ejercida por hombres sin Dios, se convierte en algo dudoso, confuso y hasta erróneo. Y la mayor parte de los médicos que conozco han sido formados en la escuela del escepticismo. Salvo los que e han convertido a Jesucristo, si es que han aprendido a darle a Él el primer lugar y no a sus libros de la Facultad de Medicina.

(012) …Pero Tampoco Feminista…

(1 Pedro 3: 7)= Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.

Fíjate cuantos detalles sobresalientes podemos hallar en un pequeño y único texto. Lo primero que hallamos, es la palabra igualmente, para referirse a las esposas. ¿Qué significa esto? La directiva invoca a los maridos a vivir sabiamente con ellas y deja claramente establecida una indudable reciprocidad entre los sexos en el matrimonio.

Esto, muy lejos de ser revelación o hallazgo, no es otra cosa que más de la misma coherencia que la Biblia trasunta en todo su contenido. Dios jamás dice una cosa en un libro y la opuesta en el otro. Dios es coherente porque su palabra es Verdad y la Verdad siempre es coherente.

Y si leemos en más de un texto que para Dios no hay acepción de personas, no se ve de que modo habría que interpretarlo para que luego diéramos lugar a esas supuestas supremacías que los unos pretenden implementar por sobre los otros.

Y que conste que esto es válido para ambos sexos. Es muy real que la iglesia tradicional generalmente suele conducirse oficialmente sin tener en cuenta a la mujer, con un concepto totalmente machista, pero no menos cierto es que, en lugar de salir a buscar justicia, muchas hermanas han optado por la contraparte: elaborar doctrinas y posturas feministas. Lo siento: el evangelio de Jesucristo no es ni una cosa ni la otra; está más que claro en todo el contexto bíblico.

Cuando habla del vaso más frágil, alude notoriamente a la menor fortaleza física que el cuerpo femenino posee. Esto es lo que ha determinado que cierto tipo de trabajos de los más rudos, sigan teniendo al hombre como prioritario ejecutor, aunque no por mandato divino sino por una simple cuestión de posibilidades y preservación física.

En este tiempo, convengamos en que tanto los gimnasios como la alimentación, ha posibilitado un crecimiento físico en la mujer que le ha posibilitado incursionar en tareas que en otros tiempos eran patrimonio casi exclusivo masculino.

Una vez más, lo que priva es la igualdad conceptual con la que Dios los trata. El hombre y la mujer han sido creados para complemento, no para competencia. Por tanto, no hay disposiciones laborales “legales” para cada uno, sino que harán aquello que sea de común interés y acuerdo conforme a como cada pareja en unión lo decida.

Esto descarta ciertas tesis de menor caudal de inteligencia o capacidad de organización con la que se pretendió vestir a esa expresión de vaso más frágil. No sólo no hay tal cosa sino que, en muchas situaciones, la capacidad de análisis y evaluación que el sexo femenino posee da para que los hombres le presten debida atención y utilicen esos servicios para el bien de la humanidad en lo secular y de la extensión del Reino de Dios en lo espiritual.

Luego nos dice que debemos hacer eso porque ellas son coherederas de la gracia de la vida. ¿Y cual es la gracia de la vida? La que Dios pone a disposición de todo el que resuelva aceptarle y amarle. ¿Entonces?

Entonces, este texto es la mejor y más contundente prueba de que cualquier aspiración machista de los arcaicos hombres de siempre o las reivindicaciones feministas de las resentidas mujeres de siempre, son totalmente estériles e inaceptables. Dios dice que somos coherederos con las mujeres, y eso nos iguala y otorga exactamente el mismo nivel.

Te recuerdo dos cosas para que de una vez por todas dejes de lado cualquier costumbre tradicionalista y comiences a vivir tu vida de fe tal como Dios dice y no como a cierta parte de la iglesia se le antojó reglamentar.

La primera de ella, es que ser coheredero con alguien, es tener el mismo derecho a la hora de heredar. Esto significa que tanto tú como tu esposa, por ejemplo, tienen la herencia del Señor en el mismo nivel, suma y derechos. La otra, es que también dice la Biblia que somos coherederos con Cristo, y esto, créeme, que es mucho más gravitante.

Ahora bien; una vez que has leído todo esto que se te sugiere que hagas, te encuentras con los motivos, las causas y las probabilidades de este mandato. Pedro te dice aquí que, si no vives sabiamente con tu esposa y no la honras como a vaso más frágil, vas a tener estorbo a la hora de orar.

Dime la más pura, sincera y santa verdad: ¿Habías prestado atención, alguna vez, a esta fracción de este texto? ¿No? Entonces ahora lo sabes. Todos esos problemas que tienes en tu casa con oraciones no respondidas o respondidas al revés de lo pedido, quizás puedan tener que ver con esto.

Reitero y resumo para que a ninguno de mis hermanos varones se le escape la tortuga con este asunto. Hermano: si tratas bien a tu mujer, la honras, la respetas y la consideras como un complemento tuyo y no como una competencia, tus oraciones no serán estorbadas. Si no lo haces, luego no te quejes porque ya estás avisado.

(Efesios 5: 25)= Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.

Este texto está inmerso en una serie de consideraciones que colocan tantas demandas sobre los hombros de los maridos cristianos, que nos resulta imposible comprender como se han podido derramar tantas acusaciones de superioridad masculina en la Biblia, o como pudieron ser explotados estos textos como justificación para explotar a las mujeres o a las esposas.

Este versículo específico, está colocado a continuación del que más se ha utilizado: el que le demanda a la mujer sujeción a su marido. Esto se ha enseñado y predicado mil veces para propender a que esa sujeción se haga efectiva. Pero, pregunto: ¿Alguien ha predicado alguna vez sobre la sujeción del marido a su esposa?

¿No? ¿Y por qué, si es mutuo? ¿Cómo que no dice nada de eso? ¿Hace falta, es necesario que lo diga? Porque con ese concepto, aquí tampoco se le dice a las mujeres que amen a sus maridos, tal como sí se les dice a los maridos.

Y ello no significa que las mujeres no estén obligadas a amarlos. Sólo que el “amaos los unos a los otros”, y “someteos unos a otros”, es coherente y nos enseña que ambas cosas son mutua y no individual por sexo.

No es mi intención recalar en un manual de comportamiento matrimonial porque, aún en contra de todo lo que se ha dicho y escrito al respecto, como el matrimonio se trata de dos personas distintas entre sí y absolutamente también a todas las demás, no hay métodos ni sistemas que puedan expresarse como convenientes y, mucho menos, como infalibles.

Sin embargo, las instrucciones específicas que Pablo da a esposos y esposas constituyen un destello de las relaciones entre Cristo y su iglesia: un modelo celestial para todo matrimonio terrenal. Muy a menudo se ha regimentado en un matrimonio algo que en realidad, ha sido escrito como modelo y no como reglamento.

¿Cómo debe un hombre conducirse con su mujer? Que mire a Cristo, el Esposo divino, en su relación con la iglesia: la ama, se sacrifica por ella, está atento a sus intereses, la cuida. Ese esposo será tan sensible a las necesidades de ella y a lo que le hace sufrir, como puede serlo con los miembros físicos de su propio cuerpo.

Aquí es donde la esposa también se formulará la misma pregunta: ¿Cómo debo conducirme con mi marido? Fíjate mujer en la desposada escogida, la iglesia, en su relación con cristo: respétalo, reconoce que él está llamado a ser la cabeza espiritual de la familia, responde positivamente a esa conducción para afirmarlo en sus capacidades en bien de todo el grupo. En suma: sé buen complemento.

Ningún marido y ninguna esposa pueden hacer esto apoyándose solamente en su fuerza de voluntad o resolución, pero como tú eres hechura de Dios (Al igual que tu unión con ese hombre) el señor te ayudará a hacerlo dándote los rudimentos necesarios en cada situación.

Es más que obvio que estamos hablando de un matrimonio conforme a la voluntad de Dios, ambos. Nada que ver con gente que va a una iglesia los domingos y vive como le da la gana de lunes a sábado. Se habla de creyentes, no de religiosos.

El caso es que, con el matrimonio de creyentes, esto funciona perfectamente, mientras que con un matrimonio de religiosos, no anda de ninguna manera y se vive en el peor de los infiernos terrenales. Y ni hablar de aquellas uniones entre no creyentes o yugos desiguales donde uno lo es y el otro no quiere saber nada.

(1 Tesalonicenses 4: 2)= Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús; (3) pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; (4) que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; (5) no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios.

En este punto, el apóstol Pablo vuelve a las exhortaciones habituales de la segunda parte de sus epístolas. Insta a prestar renovada atención a las instrucciones que ha impartido, por el Señor Jesús. En lugar de algo inusitado, dentro de aquel contexto ello constituía una apelación a seguir la voluntad de Dios, definida aquí como vuestra santificación; que os apartéis de fornicación.

Para una audiencia mayoritariamente gentil, la advertencia es relevante y específica. Un eco de su muy práctica definición de la santificación se incluye en la oración final, en la cual se pide santificación completa, inclusive del cuerpo.

Convengamos que la religiosidad que el catolicismo romano supo imponerle a la sexualidad humana contaminó tanto las estructuras formativas de los hombres y las mujeres deseosos de hacer el bien, que convirtió al sexo en toda su estructura en algo sucio y deleznable.

A favor de esto, muchas de nuestras congregaciones, muy interesadas en no abrir los tiempos a gente que no se sabía como lo iba a entender, prefirió mantener intactos algunos de estos antiguos conceptos y, el resultado de ello, fueron matrimonios con tremendos problemas, que en muchos casos no llegaron al divorcio sólo por la otra posición del catolicismo heredada y mantenida por la iglesia evangélica.

Este texto que has leído es uno de los que se utilizaron en muchas ocasiones para justificar cierta abstinencia en el matrimonio que, como puedes imaginarte, fue factor preponderante de desgarradores sufrimientos, adulterios y todas sus consecuencias.

Dice que tener a la esposa en santidad y honor, es no vivir pasión de concupiscencia como los incrédulos. ¿Qué es la concupiscencia? Según un diccionario secular, en la moral cristiana, es tener deseos de bienes terrenos y, en especial, apetito desenfrenado en placeres deshonestos. El diccionario bíblico no es mucho más ampliatorio. Señala que se trata de una codicia ilegítima y desenfrenada.

Con estas dos alternativas, concluimos que, para un hombre, mantener a su esposa en santidad y honor, no es no tocarla como algunos enseñan, sino vivir con ella una relación natural con su sexualidad incluida conforme a lo que ambos decidan, pero sin caer en desenfrenos o excesos producidos por el morbo o la participación de accesorios externos.

Bien valen estas aclaraciones, ya que cualquier consejero o pastor sabe que una de las consultas más frecuentes que los matrimonios cristianos bien intencionados traen, es precisamente la que tiene que ver con los límites o las pautas de s sexualidad. Hasta donde se puede y hasta donde no. La respuesta más adecuada en estos casos, ha sido siempre: hasta donde los dos estén de acuerdo. Es válida, de acuerdo, pero siempre y cuando ambos estén sanos en este aspecto.

(Mateo 5: 27)= Oísteis que fue dicho: no cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.

Resulta más que obvio que, al igual que en todo lo demás, este texto es válido para ambos sexos, aunque aquí parezca ir dirigido solamente al hombre. Nuestro afán literalista ha hecho que en muchos casos se haya enseñado algo de manera errónea por tomar lo global como parcial.

Ya hemos explicado que cuando se le manda a la mujer sujetarse a su marido, también va implícita la sujeción de éste a ella, ya que cuando se le ordena al hombre amar a su mujer como Cristo amó a la iglesia, no se menciona para nada a ella, pero es más que notorio que la incluye.

Siempre se interpretó que, como el hombre tiene tendencias naturales de bigamia, y toma a la sexualidad casi como una diversión más, esto se inscribía en ese tenor para alertar a los hombres sobre las formas y las consecuencias del adulterio.

Sin embargo no es así. Aquí, lo que se nos dice, tanto al hombre como a la mujer, es que no podemos considerar adulterio a la relación sexual con penetración fuera del matrimonio. Que, muy por el contrario, cometer pecado de adulterio es, lisa y llanamente, codiciar a alguien para poseerlo.

Y esto es válido para extenderlo a nuestra vida de fe. No es un adúltero espiritual el que un día abandona la iglesia para ir a juntarse, por ejemplo, con una secta satánica, aunque naturalmente lo incluya, sino también el que un domingo concurre a un culto cristiano y en la semana coquetea con el ocultismo. ¿Lo entiendes, ahora?

(013) Nuestra Bendición es un Derecho

(1 Pedro 3: 8)= Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; (9) no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.

(10) Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; (11) apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala.

(12) Porque los ojos del señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.

Aquí mismo nos encontramos con una clave que es la que pone en marcha el poder de la iglesia del Señor: estar todos en un mismo sentir. No es ninguna novedad, ya que el relato del Libro de los Hechos con relacionado con el Pentecostés y aquel shock del Espíritu Santo, nos muestra que eso se produjo en momentos en que estaban todos juntos, pero además unánimes.

Nosotros hemos creído hallar la llave para esa unanimidad, para ese estar todos en un mismo sentir, a partir del liderazgo inequívoco de una figura fuerte, que sería la que determina qué es lo que debemos sentir y qué no debemos sentir, y el resto se limita a obedecer.

No funciona. Jamás funciona el poder irrebatible de un hombre por sobre otros. A corto, mediano o largo plazo, ese hombre será tentado con el tremendo poder que posee sobre los demás y cometerá alguna clase de abuso. De esa historia tenemos bastante.

La única manera de estar todos en un mismo sentir, es que todos tengamos en nuestro interior al Espíritu Santo de Dios, que es el que, (Según lo dice la Palabra), produce en nosotros el querer y el hacer. Esta es la única unidad posible. Lo demás, apenas confluencia de intereses.

El creyente tiene que ser compasivo. Escucha: tú estás congregándote en una iglesia determinada. ¿Cuántos son? ¿Cincuenta? ¿Cien? ¿Mil? No interesa. ¿Sabes tú si ese hermano que todos los domingos ves cantar, orar y adorar, tiene problemas?

Lo más probable es que, fuera de los clásicos círculos de amistad entre pequeños grupos, haya miembros de una congregación que ni siquiera ha llegado a conocer por nombre a otros miembros de la misma congregación. No te extrañe. En algunas muy numerosas, ni siquiera los conoce el que dice ser su pastor.

Sin embargo, desde el púlpito desciende casi siempre un mensaje de paz, de amor, de compasión, tanto por las almas que se pierden como por aquellos que tienen otra clase de necesidades. Pese a ello, a la hora de hacer algo concreto, la gran mayoría opta por mirar para otro lado.

Esto es una lección práctica en el punto de vista cívico. Si así se comportan hombres y mujeres que dicen haber recibido un llamado de Dios para ser pastores de esas ovejas sufrientes, qué menos quedará para los hombres y mujeres incrédulos que se dedican a la política.

Los verás, durante toda su campaña proselitista, acudiendo a los lugares más pobres y marginales a sacarse fotos con esa gente, con sus niños en sus brazos, entregando alguna clase de alimento u obsequio, pero una vez que han sido votados o no y han accedido a la función o cargo por el cual trabajaban, se olvidan totalmente.

Es censurable desde el punto de vista social. Es criticable desde el punto de vista periodístico. Pero desde lo humano, al menos, tendrá que ser comprensible, ya que estos hombres no creen en ningún Dios de amor y compasión y, por tanto, no están obligados a experimentarla. Pero los nuestros sí…

¿Y qué es amarse fraternalmente? Esta palabra está íntimamente relacionada con la hermandad. Es un término relativo a los hermanos de sangre. Nuestra hermandad es espiritual, de acuerdo, pero eso no es obstáculo para que nos comportemos como auténticos hermanos.

Recién te comentaba la posibilidad de que algunas de esas personas con las cuales compartes reuniones, servicios y cultos semana tras semana, durante el tiempo que no tienes contacto con ellas, quizás vivan padecimientos, carencias y necesidades de toda índole.

Eso convierte a nuestra “hermandad”, en una práctica limitada a los días domingos. Allí, ante una invitación o directiva que emana desde la plataforma, abrazamos al hermano, saludamos al hermano, bendecimos al hermano y oramos con y por el hermano. En el resto de la semana, olvidamos total y absolutamente al hermano. ¿Es eso una hermandad real o sólo figurativa?

Esta pregunta se puede responder con claridad y certeza cuando se puede responder la anterior: ¿La nuestra, es una fe real o solamente figurativa, simulada e hipócrita? La segunda alternativa siempre será una estricta consecuencia de la primera.

Por lo tanto, solamente es posible un amor fraternal entre los creyentes reunidos en una congregación, cuando ellos son en su esencia más íntima e interior verdaderos y absolutos hijos de Dios. Cuando solamente son religiosos, esa hermandad fraternal es imposible conseguirla. Ahora, saca tus propias conclusiones al respecto, conforme a tu propia experiencia.

La otra condición que nos deja en evidencia, es la de ser misericordiosos. Esto es más que obvio, ya que somos hijos de un Dios de misericordia. Tal cual el Padre, tal cual sus hijos. Así es por reglas generales, así debe ser en nosotros también. ¿Lo es?

La misericordia es la virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los trabajos y miserias ajenos. También determina a los atributos de Dios, en cuya virtud perdona los pecados y miserias de sus criaturas. Es decir que la misericordia se basa, necesariamente, en el perdón y la falta de juicio hacia los demás.

La misericordia se diferencia de la gracia en que la gracia considera al hombre como culpable, actuando en favor de él a pesar de su absoluta falta de méritos; en la misericordia se destaca el carácter compasivo del amor de Dios, y el énfasis de este aspecto de la actitud de Dios hacia el hombre tiene que ver con la condición mísera e impotente en que se encuentra.

La siguiente condición es la de ser amigables. He conocido muchas congregaciones. Y no estoy hablando de aquellas en las que se me ha invitado a ministrar en calidad de ministro, sino de las otras, de las que conocí acudiendo como anónimo asistente.

Y de este conocimiento, puedo asegurarte que en algunas, esta actitud de amistad o de ser amigables, sencillamente no existe. Puedes concurrir todo un año y, si no te acercas a dialogar con alguien, nadie va a acercarse a ti para saber quien eres y qué estás haciendo allí.

¿Desconfianza? Quizás, hay mucho de problemáticas agudas por dar confianza a gente recién llegada rápidamente. Es tal la carencia de discernimiento que, en muchos casos, satanistas y brujos infiltrados en una congregación se han encontrado, casi sin proponérselo, almorzando o cenando en la casa del mismísimo pastor.

El estado y la capacidad de ser amigables, según este contexto, radica en demostrarles a los recién llegados que están en un sitio donde el amor reina y la voluntad de Dios se respeta. Si a eso se le suma un natural discernimiento, no pueden existir errores.

El amor recíproco y desinteresado es una de las características de la amistad que en la Biblia se nos describe en algunas páginas verdaderamente inmortales, pero que, dado el carácter sobrenatural que inspira muchas de las amistades de la Escritura, no pueden ser entendidas solamente en su vertiente psicológica.

Entre los paganos, al amigo se le amaba como a la «mitad de mi alma», pero «el alma de Jonatán se apegó a la de David y le amó Jonatán como a sí mismo…; le amaba como a su alma, como a su propia vida».

Por esta amistad tierna y conmovedora el joven David lo arriesga todo y salva la vida del amigo frente al propio padre, Saúl, que se siente postergado y celoso. Esta amistad es sellada con un pacto y juramento de renovada ayuda.

El libro de los Proverbios y la literatura sapiencial dan consejos sobre la manera de conseguir, seleccionar y tratar a los amigos: elige al amigo entre muchos, ponle a prueba antes de confiarte a él, porque nada vale tanto como un buen amigo, que es «el otro tú»; ayúdale cuanto puedas y no lo traiciones nunca, porque la traición (bien sea el desamparo, la murmuración o la revelación de secretos) no es compatible con la verdadera amistad.

Viejo amigo, vino añejo, gozo y gracia que Dios concede a quienes le aman: «Feliz quien encuentra un amigo de verdad.» La amistad entre los hombres y Dios es posible por medio de Jesucristo. Mayoritariamente, las personas no tenemos del todo en claro el real significado de la amistad. Es tiempo que lo tengamos. Dios nos ordena ser amigables.

(Filipenses 2: 3 )= Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; (4) no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de otros.

Este texto es un verdadero canto al desinterés. Dios desea fervientemente que sus siervos y ministros se muevan sin intereses propios. Debes darle la espalda a toda clase de ambiciones egoístas o actitudes arrogantes.

Esto último conlleva una necesaria actitud para con los demás. En lugar de proceder tal como lo proponen los deportistas, en este caso siempre deberás entender que el o los otros, son personas más importantes y valiosas que tú.

Y, finalmente, mirar el futuro con ojos globales, esto es: teniendo en cuenta los intereses de todos los que te rodean o conoces, y no por tus propios intereses. Si algo que dices porque Dios te envía a hacerlo, te café quedar mal con tus hermanos o amigos, lo siento mucho: deberás decirlo igual. Es menester agradar a Dios antes que a los hombres.

Luego Pedro nos dirá que no debemos devolver mal por mal. Pregunto: ¿Es necesario que a un hijo de Dios se le diga esto? Yo creo, humildemente, que no. Sin embargo, le debo dar la derecha a Pedro y, con él, a todos quienes todavía puedan enseñarlo. Es evidente que una gran mayoría sí necesita que se lo digan.

¿Qué significa devolver mal por mal o, como lo dice a continuación, maldición por maldición? Pues hacer exactamente lo mismo que nos ha sido hecho. El mundo incrédulo se conduce normalmente así, pero lo más triste de todo es que una gran parte de lo que llamamos iglesia, también.

Yo he sido testigo presencial y auditivo de la actitud de algún pastor que, desde el mismísimo púlpito de su iglesia y aludiendo a personas que se han retirado de la congregación, no ha dudado en asegurar que esa gente no sabe lo que se le vendrá encima por cometer ese error. Si eso no es maldecir…

Lo que ese pastor (Y todos aquellos que se encuentran en similares condiciones) debería hacer en lugar de denostar a esa gente, es bendecirla. La Palabra de Dios nos impone, necesariamente, bendecir a quienes nos maldicen.

Pero presta atención: cuando se nos dice que debemos bendecir a quienes nos agreden, injurian, maldicen o perjudican, se nos está diciendo que nosotros debemos hacerlo, no Dos mismo. ¿Por qué digo esto? Por una simple razón que seguramente habrás podido ver por ti mismo.

¿Cómo es tu reacción para con la gente que toma contacto contigo? Normalmente los saludas, dialogas con ellos y, antes o después, da lo mismo, te despachas con un: Dios te bendiga. ¿No es cierto? Y no está mal que lo hagas, pero si vas a obedecer la directiva que dios te ha dado, entonces deberías decirle: te bendigo, y no pedirle a Él que lo haga.

(Romanos 12: 17)= No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.

¡Resulta tan obvio decir o leer esto! Sí, resultará obvio, pero créeme que, conociendo a la gente, es altamente necesario. Los cristianos somos lo que somos, principalmente a partir del amor de Dios hacia el mundo. Sin embargo, si algo nos identifica claramente, ese algo es precisamente: falta de amor.

Mira lo que voy a decirte: a Satanás y sus demonios les importa muy poco si tú te conviertes, comienzas a ir a la iglesia, cantas en el coro, das tus diezmos y ofrendas puntualmente y hasta predicas cuando el pastor te invita. Lo que a él le interesa, es que no vivas conforme a los principios de Dios sino a los suyos. Y créeme que tan mal no le va en el tema…

Muchas veces he hablado con líderes que me han asegurado que, la calidad, la clase y la identidad del pecado que suele verse adentro de las iglesias, hace que el pecado que se ve en el mundo parezca nada. ¿Nadie va a preguntar la razón de esto?

Mayoritariamente, la gente que con gusto se retiraría de una congregación, sea por el motivo que sea y tenga o no razones reales para hacerlo, no lo hace, estrictamente por miedo. ¿Miedo? Sí, miedo. Esencialmente, miedo a las represalias que seguramente padecerán si se van.

¿Estoy diciendo algo incoherente o producto de afiebrados pensamientos personales míos, o estoy nada más que colocando en blanco algo que todos saben y nadie se atreve a mencionar? Sea como sea, si hay represalias en contra de alguien que se va de una iglesia, se le está pagando mal con mal. ¿Entiendes lo que digo?

Además, si en forma directa o indirecta estás metiendo miedo en la iglesia, haz de cuenta que estás metiendo diablo. Sea como sea. Así sea en una predicación evangelística donde les hablas del infierno para que la gente se convierta sí o sí. Si ellos dan ese paso por miedo, entran con Satanás del brazo a la iglesia. Y mejor que no te diga quien propició eso…

(Hebreos 6: 13)= Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, (14) diciendo: de cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente.

Tenemos en Dios y en su anunciado propósito de bendecidnos en Cristo, más que sobradas razones para esperar confiados. El cumplimiento de su promesa a Abraham ofrece la máxima seguridad de que Él hace exactamente lo que promete.

Ya sabes lo abarcativa que es la palabra bendecir. En la Palabra está inscripta muchas veces y en distintos contextos, pero siempre apuntada a algo que es altamente fructífero y conveniente para el o los receptores. Así que no es necesario que te amplíe el concepto sobre ello.

Pero sí deberé dedicarle dos líneas, al menos, al otro término que se usa aquí. Dice que te multiplicará grandemente. Es obvio que esto tiene que ver con la esencia de la descendencia de Abraham, que fue lo primero que Dios dijo que iba a multiplicar. Ahora se lo dice a la iglesia, a ti.

¿Qué significado tiene esto? Puedes encontrarle más de uno, seguramente, pero el más importante que yo veo, es aquel que nos muestra que, cuando Dios está detrás de las almas, su Espíritu Santo da convicción de pecado y esas almas vienen a Él. Eso es multiplicación. Y necesita sólo de tu colaboración en obediencia. No necesitas ninguna “técnica” de evangelización.

Porque estamos hablando de multiplicar, no de crear, ¿Está claro? Multiplicar, en cualquier buen diccionario, significa aumentar el número o la cantidad de cosas de la misma especie. En matemática, la explicación parece ser algo más engorrosa, pero es coherente con la expuesta.

Dice que multiplicar es hallar el producto de dos factores, tomando uno de ellos, llamado multiplicando, tantas veces por sumando como unidades contiene el otro, llamado multiplicador. Otra acepción nos habla de aumentar el número de vueltas de una pieza giratoria mediante un engranaje en el que esta tiene una rueda con un número de dientes menor que otra que actúa sobre ella.

De todo esto, extraemos algo que ha quedado muy claro en este texto. Abraham ya tenía descendencia, Dios se la multiplicó, aumentó, engrandeció. Tú ya tenías muchos valores divinos, pero aquí Él dice que te serán multiplicados, aumentados, engrandecidos.

Para multiplicar algo, tiene que haber de ese mismo “algo” con anterioridad. No se puede multiplicar algo que no existe. De allí es donde se toman los defensores de la teoría de una raza pre-adámica: de la declaración de Dios mismo, cuando le dice a la primera mujer que multiplicará sus dolores de parto.

Ellos sostienen que si le multiplicó esos dolores, es porque ella ya los había tenido, aunque menores en intensidad. No es mi interés ni mi intención discutir sobre este punto porque no he sido enviado por mi señor a ello, pero el asunto despierta mi interés y me hace pensar que todavía nos quedan demasiadas historietas infantiles en el marco de una historia de adultos.

Luego Pedro nos señala que, si queremos amar nuestra vida (Y de hecho la amamos. A eso le llamamos “instinto de conservación”), debemos cumplir con una serie de requisitos básicos indispensables para lograr nuestro objetivo. El primero, es refrenar nuestra lengua de mal.

Esto, dicho así, suena demasiado amplio, pero no debemos ir a colgarnos en las ramas, sino a encarar las cosas de un modo práctico, usando toda nuestra experiencia al respecto, que seguramente es mucho mayor a lo que podamos expresar.

Usar nuestra lengua para el mal, (Santiago es muy explícito en su carta respecto a ello), tiene varias connotaciones, pero ninguna produce tanto daño como el chisme. ¿Qué es el chisme? Una murmuración que, mayoritariamente, está cargado de calumnia.

Y la calumnia, o falso testimonio, era condenada vivamente por la Ley. Los culpables de este delito debían sufrir la pena que habían intentado hacer recaer sobre la persona calumniada Si se refería a difamación contra el carácter de alguien, debía darse una compensación pública.

El Talmud sentencia: “El calumniador destruye la reputación de sus víctimas y se verá obligado a expatriarse.” Los profetas atacan la calumnia, lo vemos en toda la escritura. El cristiano es exhortado, sin embargo, a orar y a perdonar a sus perseguidores y calumniadores.

No obstante forma parte de nuestra naturaleza humana caída, la necesidad por deseo interno de expresar cosas que perjudiquen lo lastimen a aquel o a aquellos que hayan hecho lo mismo con nosotros. Es pagar mal por mal y no debemos hacerlo bajo ningún aspecto.

Luego le agrega algo muy similar, que tus labios no hablen engaño. Créeme que esto va mucho más allá de aconsejarte no decir mentiras. El engaño tiene otras características y otras connotaciones. Y si Pedro te habla con calidad de creyente, es obvio que te está advirtiendo que no engañes a tus hermanos.

Porque engañar, es darle a una mentira, total y absoluta apariencia de verdad. No interesa con qué metodología. Puede ser dialéctica, visual o de otra índole, pero la esencia de lo que se está enseñando será absolutamente la misma.

Engañar, también es inducir a alguien a tener por cierto lo que no lo es, valiéndose de palabras o de obras aparentes y fingidas. Es como producir una suerte de ilusión en alguien, preponderantemente óptica. Esto es altamente aplicable a doctrinas, ritos y demás tradiciones religiosas.

Por tanto, cuando se te invite a predicar en tu congregación, por favor, no pretendas ayudar a Dios con tu mensaje. Limítate a predicar el evangelio que ha sido heredado por la iglesia desde la misma Biblia. Si intentas ayudar a Dios, lo más probable es que en algo exageres. Y una exageración, es un hecho altisonante que no es verdadero, lo cual lo convierte en mentira y engaño. Desde el púlpito y con la mejor de las intenciones, claro está. No le hace.

(Salmo 34: 12)= ¿Quién es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien?

(13) Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño.

(14) Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela.

(15) Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos.

(16) La ira de Jehová contra los que hacen mal, para cortar de la tierra la memoria de ellos.

Este es el texto que Pedro toma y reitera, con algunas pequeñas modificaciones, en su exhortación a los creyentes de su tiempo. Tiene origen en David, tiene origen en Cristo, sigue la línea vertical y concluye en la iglesia, cuerpo de Cristo manifestado en carne.

Al texto de Pedro se le agregan estas consideraciones más antiguas, pero no por ello desactualizadas. Te exige que te apartes del mal y hagas el bien. Sería algo lógico y natural si estuviera hablando con incrédulos, impíos y pecadores, pero sólo un problema: está hablando con el pueblo de Dios…

¿Estará el salmista queriendo decir que dentro del pueblo de Dios pueden existir personas que practiquen el mal? No “estará”, está diciéndolo. El corporativismo en lugar de conciencia de cuerpo, lo hemos tenido nosotros; ellos sabían muy bien de lo que hablaban.

Al mismo tiempo, sin embargo, este salmo nos está dando un ingrediente que hoy se utiliza mucho en lo que normalmente llamamos sanidad interior. Nos dice que si buscamos el bien y combatimos el mal, estaremos buscando también la paz.

Recuerda cuando Jesús les enseñaba a sus discípulos que Él había venido a traer la paz tal como se la conoce y experimenta en el reino de los cielos, y no como el mundo pretende proporcionarla. Por tanto, buscar la paz y seguirla, es equivalente a buscar a Cristo y seguirle. ¡Ya está adelantado en los salmos!

Luego, no debemos entender que Dios solamente está prestando atención a los justos, esto es: a los creyentes. Dios está observando a todos, sólo que su atención se extralimita en los justos porque a Él le interesa de sobremanera lo que hacen sus hijos, pos sobre lo que puedan hacer los ajenos.

Asimismo, y esto tiene que ver con la más acostumbrada queja de los cristianos, los oídos de Dios están muy atentos al clamor de sus hijos. Así es que, si estás orando y tienes la sensación que Dios no te oye, recuerda que Él está atento a tu clamor y tiene siempre alguna de estas tres respuestas a tus oraciones: Sí, No y Espera.

Y ahora presta atención a este detalle que, por leer rápidamente y de manera superficial, se nos ha escapado. Dice que la ira de Jehová está contra los que hacen el mal y que por ello corta de la tierra toda memoria de ellos. Dice eso, ¿No es cierto?

Ahora bien: ¿De quienes está hablando? De los que hacen el mal. ¿Qué dice en el verso 14? Que te apartes del mal y busques el bien. ¿Y a quien se supone que le está diciendo todo eso? Al pues lo de Dios. Por tanto, si ese pueblo hace el mal, su memoria será cortada por la ira de Dios de toda la superficie de la tierra. ¿Salvo siempre salvo? ¿La salvación se pierde? ¡Ah, no sé! Pregúntale a David.

(Santiago 1: 26)= Si alguno e cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.

Una lengua fuera de control y un corazón engañoso, son el resultado de una religiosidad vacía. La verdadera religión se expresa en la vida diaria, como lo pone de manifiesto la pureza de la conversación, el amor y el carácter. Aunque Santiago no ofrece una relación exhaustiva de los deberes positivos de la religión genuina, presenta lo anterior como sus características típicas.

Con estos elementos, tú puedes examinar tranquilamente, sin que nadie pueda decir que es murmuración o juicio, todo lo que oyes y ves a tu alrededor. ¿Sabe? Le harás un enorme favor a la iglesia del Señor, porque detectarás y ayudarás a expulsar de ella a los religiosos vacíos que, por no tener su corazón en el señor, al no haber lugares neutros, los tienen con el enemigo. ¡Y están adentro!

(Proverbios 16: 7)= Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aún a sus enemigos hace estar en paz con él.

Quiero que entiendas que este es un principio espiritual inalterable para Dios. Si los caminos de un incrédulo son agradables a Dios, ese incrédulo está en paz con Dios. Nadie está hablando de salvación, cielo o infierno; estamos hablando de un principio que Él jamás dejará de cumplir.

Conozco gente que jamás hizo la oración del pecador, jamás pisó una iglesia e, incluso, algunos quizás jamás tomaron demasiado en serio todo esto de Dios, la cruz, la redención y la salvación, pero que indudablemente son bendecidos en todo lo que hacen.

Y no estoy hablando de prosperidad económica ni de otra índole, estoy hablando de un conglomerado de cosas ordenadas y serenas que más quisieran para sí mismos muchos creyentes que conozco y trato.

¿Qué significa esto, acaso que son salvos igualmente? No soy yo quien decide eso y mucho menos nadie como para determinarlo. Pero de todos modos, no estoy hablando de salvos o no salvos, estoy hablando de bendecidos aquí y ahora, algo que también es promesa y no todos reciben.

Lo que intento mostrarte es que, si se vive conforme a los principios, la voluntad y el propósito de Dios, aún sin conocerle ni creer en Él, Dios no transgredí sus leyes ni sus promesas y bendice sin ninguna duda a esas personas, más allá si en la eternidad estarán con Él o no.

Por ese simple y sencillo motivo es que vemos a tanta gente que no es creyente viviendo de un modo que solamente pensaríamos reservado para los hijos de Dios. Y también por ese mismo motivo, aunque a la inversa, es que hay tantos hermanos viviendo vidas horribles aquí y ahora.

Tú no eres creyente porque vas a un templo. En todo caso, vas a un templo o adonde sea, porque eres creyente. Y lo que al Señor le interesa es que creas y vivas conforme a sus modelos. Si haces ambas cosas, salvo y bendecido. Si haces una sola, cosechas un solo resultado.

No tienes ni la menor idea, (Como no la tenía yo mismo hasta hace algunos años), la cantidad de cristianos sinceros, convertidos genuinamente y deseosos de resultar agradables a Dios que no saben o no pueden vivir conforme a como Dios ha dicho que debemos vivir y, por esa causa, se pierden miles de bendiciones hoy, aquí y ahora.

(014) ¿Qué es lo Correcto o lo Incorrecto?

(1 Pedro 3: 13)= ¿Y quien es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien?

(14) Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, (15) sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; (16) teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.

(17) Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal.

Dicen los comentaristas más serios que conocemos, que sufrir por causa de la justicia implica dos reacciones: 1) reverencia hacia Dios el Señor (O hacia Cristo el Señor) 2) disposición hacia la esperanza con mansedumbre y reverencia, que es como decir con gentileza y reverencia.

Agregan estos siervos que es menester que estemos siempre preparados para explicar con todo detalle y claridad, los cambios que Jesús ha traído a nuestras vidas. Todos estos son, sin dudas, comentarios muy bien intencionados que tienen que ver con los sufrimientos de cristianos instalados en el mundo secular. Pero hay otra clase de sufrimientos mucho más cercanos para ti y para mí…

La gente que trabaja en lo que es el fundamento básico de la iglesia moderna, esto es: la Sanidad Interior, asegura que las mayores lastimaduras, heridas, enojos, resentimientos, ira, rencores y raíces de amargura, se presentan en personas que han debido cambiar de congregación o, sencillamente, alejarse de alguna.

Hay todo un armado casi promocional o publicitario, que asegura a quienes quieran oírlos, que hay templos destinados por Dios para ingresar con el pasaje completo en el cielo. Obviamente, quien ose abandonarlos, irremediablemente saca ticket viajero al infierno.

He oído personalmente en programas radiales de ciertas y determinadas congregaciones voluminosas de mi ciudad, decir a sus líderes o pastores, en referencia a gente que se les ha ido, que ya van a ver lo que significa abandonar la iglesia… ¿No es maldición, eso?

En suma: cuando tú tienes algo de Dios para tu pueblo amado y quieres obedecer, te pones de punta a toda la organización religiosa que jamás va a admitir que un “don nadie” haga y diga cosas que, supuestamente, sólo estarían reservadas para “los más importantes”.

Y eso conlleva, necesariamente, alguna clase de persecución, alguna clase de amenaza o presiones, alguna clase de calumnias e injurias destinadas a descalificarte y, obviamente, también alguna clase de enfrentamientos que te producirán un enorme dolor y sufrimiento.

Salvo directiva expresa del Señor, tal como ha sido nuestro caso familiar, cualquier otros causales para retirarse de una congregación, trae confrontación, enfrentamientos y dolor, mucho dolor que, en casos, se prolonga por años y años.

(Proverbios 16: 7)= Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aún a sus enemigos hace estar en paz con él.

¿Tienes enemigos? Espero que no, que sólo tengas, en todo caso, adversarios o rivales, ya sean deportivos, comerciales o de cosas por el estilo. Pero, si llegaras a tenerlos, (El ambiente eclesiástico es, aunque no lo creas, bastante propicio), ten en cuenta lo que aquí se dice.

No tienes que maldecir ni recordar con enojo, ira, resentimiento o rencor a esa o esas personas. Sólo tienes que comportarte de manera agradable a Dios y, obviamente, bendecir a este o estos enemigos. ¿Sabes que? Dios hará que te lleves bien con ellos. ¿Imposible? No te equivoques, para Dios no hay cosa imposible.

(Isaías 8: 12)= No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo.

(13) A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo.

¿Nunca te ocurrió? A mí, personalmente, tampoco. Pero no me sucedió porque no formé parte, ni participé de un movimiento que en una congregación se hizo para sacar al pastor. El buen hombre no andaba bien y, por el contrario, lo que hacía parecía tener libreto en el infierno.

Estafas económicas, con el dinero de las ofrendas y diezmos, abusos espirituales con personas nuevas, abusos de otra naturaleza con algunas hermanas jóvenes de la iglesia y altísima sospecha de adulterio, eran los ingredientes que tenían en sus manos los que deseaban que se fuera.

El caso es que el hombre se enteró y no encontró mejor modo de defenderse que producir una especie de “guerra civil” adentro de la congregación. El argumento fue que se estaba tejiendo una conspiración en su contra. Obviamente, todos los que formaban parte de su equipo se pusieron de su lado y la guerra se abrió sin concesiones ni piedades.

No interesa en este trabajo como finalizó el asunto. Lo que sí importa es que la palabra conspiración fue utilizada, en este caso, como excusa par una respuesta agresiva ante un hecho quizás mal encarado, pero con visos de realidad que no tenía nada que ver, naturalmente, con esa supuesta conspiración, que como todos sabemos, se trata de intrigar en contra de alguien y no siempre con motivos valederos.

Todavía estamos tomando demasiados modelos del mundo para incorporarlos a la iglesia. Para mi gusto, demasiados. Para mi gusto, algunos rozando sencilla y directamente el pecado. Para mi gusto, casi todos por una mezcla de comodidad, falta de talento y espíritu de imitación.

Es malo que la iglesia imite al mundo. La iglesia no está para entretener a la gente tal como se hace en la vida secular. Tampoco para hacer programas de radio o televisión supuestamente “cristianos” con artimañas usadas por la televisión y la radio seculares.

Y esto no es una posición personal ni una ocurrencia de un candidato a anciano avinagrado por los legalismos conservadores y ortodoxos. Esto es Biblia. Porque somos hijos de un Dios creador y no de un diablo mentiroso e imitador. Conforme a como lo hagamos, allí es donde respondemos.

Y en esas imitaciones baratas, el temor a las cosas a las que el mundo les tiene temor o sencillamente el miedo paralizante, son moneda corriente. Tanto que en las librerías cristianas hay verdaderas toneladas de libros de autoayuda psicológica disfrazados de cristianos, que presentan como “caballito de batalla” al temor y las mil y unas maneras “cristianas” de combatirlo y vencerlo.

No es mi intención desarrollar aquí una tesis sobre el temor porque no es ese el tema central, pero bastará con que te diga una sola cosa: El dueño del imperio del miedo es Satanás, por consecuencia, todo lo que contenga o produzca miedo, no viene jamás de Dios.

No sólo esto. Algunas congregaciones, al realizar campañas evangelísticas, contratan (Porque se les paga), a evangelistas que tienen como premisa predicar el evangelio de la amenaza. Sólo les falta presentar al clásico muñequito rojo con tridente y cola para complementar sus alocuciones tenebrosas.

Les dicen a las personas que si no pasan al frente y aceptan a Jesucristo como Señor y Salvador, a la noche vendrán centenares de demonios y se lo llevarán al infierno. Da resultado, sin dudas. La gente corre despavorida al frente a hacer lo que le digan con tal de evadir el fuego y el azufre eterno.

Sólo nos queda un problema. Entran al evangelio de la mano del miedo. Y si el dueño del imperio del miedo es quien tú ya sabes quien es, entonces que no te queden dudas que también entran de la mano de ese personaje. Ni te cuento lo que puede llegar a hacer una vez que está dentro…

Porque, nos dirá luego Pedro, que en lugar de todas esas reacciones carnales, lo que tenemos que hacer es santificar a Dios. ¿Santificar a Dios? ¿Tú sabes que esto se repite a diario en cada una de las iglesias cristianas, y sin embargo la mayor parte de los creyentes ignora el significado de santificar a Dios?

El diccionario dice que santificar, es entre otras acepciones: Hacer a alguien santo por medio de la gracia. Dedicar a Dios algo. Hacer venerable algo por la presencia o contacto de lo que es santo. Reconocer a quien es santo, honrándolo y sirviéndolo como a tal. Abonar, justificar, disculpar a alguien.

Es obvio que, de todas estas acepciones, el contexto en el cual Pedro lo expresa, tiene que ver indudablemente con una dedicación de parte nuestra a Dios. ¿Dedicación de que? Entre otras cosas, de las facultades del dominio propio.

Fíjate que el dominio propio es un fruto directo de la presencia del Espíritu Santo en nuestro interior. Y fíjate, asimismo, que en una enorme cantidad de sitios supuestamente cristianos, a esa presencia se la pretende medir sola y únicamente por la presencia o no del don de lenguas.

Creo en el don de lenguas. ¡¡Tengo el don de lenguas, gracias a Dios!! Es un arma excelente que Dios nos entrega par orar, cuando no sabemos como hacerlo, directamente con la voz del Espíritu santo intercediendo por nosotros con gemidos indecibles.

Pero debo dejar en claro algo, para evitar, si puedo, que se sigan asesinando espiritualmente a tantos y tantos buenos y fieles hermanos en pequeñas congregaciones mal enseñadas. El don de lenguas es una de las manifestaciones del Espíritu Santo. En ninguna Biblia cristiana dice que sea la única…

Por eso es que Pablo dice que si ora en lenguas angelicales pero no tiene amor, es como címbalo que retiñe. ¿Qué quiere decir con esto? Lo que quizás estás viendo a menudo en tu congregación: hermanitos que oran largamente en lenguas, tiemblan, se sacuden y muestran toda clase de manifestaciones producidas, – aseguran – por el Santo Espíritu de Dios en sus vidas.

Gloria a Dios si ello es así. Pero si sus vidas, cotidianamente, no muestran esa presencia divina en otras cosas: dominio propio, paciencia, misericordia, amor, templanza, etc., sus lenguas y demás expresiones, no sirven nada más que para darle pintorequismo evangélico a sus cultos de domingo.

El diccionario bíblico, mientras, tiene una expresión de la santificación mucho más amplia. Será bueno repasarla y ver qué es lo que podemos elevarle a Dios de todo lo que se nos dice aquí.

Santificar, aquí es: Hacer santo, purificar, poner aparte para Dios, consagrarle personas, objetos, días, etc., ritual y sobre todo moral y espiritualmente. Los sacerdotes eran santificados para su servicio con una unción de aceite santo, siendo revestidos de hábitos consagrados, y mediante sacrificios y la sangre de la expiación.

El Tabernáculo, sus utensilios y el altar eran santificados de una manera análoga. El Señor participaba en esta santificación manifestando Su gloria y viniendo a morar en el santuario. El Señor mismo santificó el sábado, ordenando a Su pueblo que lo pusiera aparte y lo santificara.

Se afirma en varias ocasiones que el sábado es una señal de que Dios quiere santificar a Su pueblo. En cuanto a nosotros, los cristianos, somos exhortados a santificarnos separándonos moralmente del mundo y de sus contaminadores.

Honrar y glorificar a Dios, Su nombre, o a Cristo. «Santificado sea tu nombre». En Mara, Moisés y Aarón no creyeron, para santificar a Jehová a los ojos del pueblo; entonces Jehová se santificó en ellos, castigándolos.

Jehová será «exaltado en juicio, y el Dios Santo será santificado con justicia». Un día, la reunión de Israel y su arrepentimiento santificará a Jehová a los ojos de las naciones. El Padre ha santificado a su Hijo, y nosotros debemos santificar a Cristo en nuestros corazones.

Santificarse significa purificarse, separarse de toda contaminación, de todo mal. En especial, este significado lo tiene el sustantivo «santificación». Es un mandato: «Seréis santos, porque yo soy santo». «Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación… Nos ha llamado Dios… a santificación»;

«Nos escogió… para que fuésemos santos y sin mancha delante de él». «Sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir». Es preciso santificarse, purificarse, antes de presentarse a Dios para ciertos actos religiosos.

La santificación es la obra del Espíritu Santo en nosotros, para purificarnos, separarnos del mal y hacemos conforme a la imagen de Cristo y aceptos a Dios. De la misma manera que no podemos merecer nuestra salvación, tampoco podemos santificarnos mediante nuestros propios esfuerzos.

Es Dios quien purifica nuestros corazones por la fe, en respuesta a nuestra fe. Es Él que nos santifica. «Y el mismo Dios de paz os santifique por completo… el cual también lo hará». Los gentiles deben serle «ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo».

«Ya habéis sido santificados… por el Espíritu de nuestro Dios». Para santificarnos, el Espíritu Santo se sirve sobre todo de la Palabra de verdad, que Él inspiró, y de la oración, que Él también nos inspira.

El Espíritu Santo glorifica a Cristo, que nos ha sido hecho santificación. Hemos sido santificados en Él, y Él se ha santificado por nosotros. El Espíritu nos revela sobre todo la verdad capital de que «somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre».

Es Su sangre la que purifica de todo pecado, después de habernos procurado el perdón. Romanos 6:3-4 nos muestra que después de haber muerto, en Cristo, al pecado, podemos resucitar con Él y andar en novedad de vida, teniendo «por fruto la santidad».

Todo el capítulo 8 de Romanos, sin emplear el término «santificación», nos revela su secreto: «La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús» debe actuar en nosotros y transformar nuestra vida. Entonces no viviremos ya más bajo el dominio de la carne, sino bajo la disciplina del Espíritu, que hará morir en nosotros las acciones del cuerpo.

Pablo habla del gran misterio de la morada del Señor en nosotros, que quiere así volvernos «perfectos en Cristo». Se han formulado muchas teorías contradictorias acerca de la santificación. Siguiendo a Wesley, ciertos intérpretes ven en ella una «segunda bendición» que debe seguir a la conversión y que debemos recibir instantáneamente por la fe.

Afirman ellos que Dios purifica entonces de inmediato nuestro corazón de su pecado original, «de todo aquello que nos impulsaba al mal». Esta doctrina se acerca peligrosamente al perfeccionismo. En el opuesto extremo se hallan aquellos cristianos que enseñan que nunca nos desembarazaremos aquí abajo del hombre viejo, y que nos encontraremos siempre en el lastimoso estado de Romanos 7.

Estos autores no han comprendido la gloriosa solución expuesta en el capítulo 8, como ya se ha descrito brevemente en los párrafos anteriores. El salvo queda liberado al entrar en la conciencia y en el disfrute de la provisión del Espíritu en él.

Esta presencia es el privilegio de todo hijo de Dios, que debe vivir entonces según el Espíritu. Así, aunque verdaderamente la erradicación del «hombre viejo» sólo tendrá lugar para el cristiano bien por la muerte, bien por la transformación en el arrebatamiento, el creyente tiene el privilegio de andar en el poder de la nueva vida en resurrección en Cristo, y por tanto de considerarse en la práctica tal como está ya posicionalmente: muerto al pecado.

De esta manera, el creyente puede vivir una vida victoriosa; no obstante, se debe tener en cuenta en todo caso que el andar del cristiano está continuamente sostenido por el oficio intercesor de Cristo en el Cielo.

Hay también provisión «si alguno pecare», en Cristo como Abogado. Guardados por el poder de Dios para salvación, y con el Espíritu Santo, que puede santificarnos por completo, y guardar nuestro espíritu, alma y cuerpo irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo, el cristiano puede así vivir una vida grata a Dios. Y tiene un poderoso motivo para ello, porque el Señor Jesucristo vendrá «para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron».

Esta es la extensa definición, o suma de definiciones que, sobre santidad, santificar y santificación, da un buen diccionario bíblico. Quise reproducirlo en toda su extensión, (Aunque pueda no coincidir en algunas definiciones muy personales de sus autores), porque así puedo graficar con mayor amplitud lo que Pedro nos dice en el verso 15 que estamos estudiando.

(Colosenses 4: 6)= Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis como debéis responder a cada uno.

En principio, bien vale la pena consignar que la gracia es una cualidad o conjunto de cualidades que hacen agradable a la persona o cosa que las tiene. También se le llama al atractivo independiente de la hermosura de las facciones, que se advierte en la fisonomía de algunas personas.

La gracia también es representada por la afabilidad y buen modo en el trato con las personas, por la habilidad y soltura en la ejecución de algo. Suele decirse, por ejemplo, que alguien Baila con mucha gracia. También simboliza a la benevolencia y amistad de alguien.

Pese a que también esta palabra se utiliza en torno a la cualidad o calidad de personas con habilidades muy singulares para hacer reír, no es este el sentido que Pablo da en este texto. Nótese que para que se interprete como un aditamento de los cristianos, agrega a la condición, la sazón de la sal, elemento con el cual ha sido rotulado el creyente desde el principio.

Esto tiene que ver con la defensa de nuestras convicciones que, en algún momento, debamos caber delante de propios o extraños. Cuando digo extraños, es obvio que hablo de interlocutores incrédulos que puedan poner en tela de juicio la validez de nuestra fe en Jesucristo. Cuando digo propios, hablo del seno de nuestra propia iglesia, tan dada a debatir doctrinas íntimas olvidando necesidades públicas.

Nuestra carnalidad, tan pasible a reacciones intempestivas cuando creemos tener la razón, tiene que estar sujeta a la paz, a la templanza, a la paciencia y a la benignidad que nos prodiga el Espíritu Santo. Esa será la mejor manera de responder cualquier clase de calumnia o injuria con las formas y los fondos que Dios nos recomienda utilizar.

Una vez más, entra a jugar un rol muy importante uno de los frutos del Espíritu Santo que los cristianos debemos poseer casi con prioridad: el dominio propio. Si no sabemos o no podemos impedir nuestras propias reacciones, muy mal podremos pretender oficiar de liberadores de nuestros hermanos oprimidos por el enemigo.

Por eso es que Pedro señala que, con relación a todos los que puedan murmurar en nuestra contra o en contra de nuestra forma de creer o adorar a Jesucristo, lo que debemos poner en práctica en nuestras formas de sentir, es una buena conciencia.

La conciencia es la propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta. También tiene que ver con el conocimiento interior del bien y del mal y con el conocimiento reflexivo de las cosas.

Además, es la actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto, mientras que d acuerdo a los conceptos de la ciencia de la psicología, es el acto psíquico por el que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo.

Quiero que entiendas que a esto, lo escribió Pedro, un rudo, tosco y no demasiado letrado pescador. ¿Lo puedes creer? ¿Verdad que no del todo? Es lógico. Esto es todo Dios. Pedro, en todo caso, no fue más que un instrumento circunstancial, como puedes serlo tú en cualquier momento que Dios te necesite si es que estás en sintonía con Él y en obediencia a su voz.

(Hebreos 13: 18)= Orad por nosotros; pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo.

Es indudable que ellos utilizaban este término, conciencia, de un modo muy distinto al que nosotros lo empleamos hoy. En nuestro léxico tiene mucho que ver la incidencia de la psicología, no sólo en la sociedad secular, sino también en la organización eclesiástica.

El escritor de esta carta, (Muchos suponen que fue el propio apóstol Pablo), da a conocer a sus receptores que su conciencia es correcta en cuanto a las formas de moverse en el evangelio que están predicando.

Y es precisamente por ese motivo, (Esto es más que evidente), que se sienten con la libertad y hasta el derecho de pedir oración. Es un principio inamovible, válido aún para nuestros días. Es mucha la gente que me escribe pidiéndome oración por tal o cual cosa. Mi predisposición es la mejor, pero siempre me pregunto: ¿Estará esta persona en condiciones espirituales para hacer efectiva nuestra oración?

¿¿Qué está diciendo, hermano?? Si usted ora, el señor responde y nada hay que detenga esa respuesta. No. No es así. En absoluto es así. Si tú eres un líder que se roba el dinero de la ofrenda, captas discípulos para ti mismo y no para el señor y además estás en adulterio con esa diaconisa, aunque toda una iglesia ore en tu favor, Dios tendrá que quedarse sordo a ese clamor. Es básico.

En el último verso de este bloque, queda en claro un principio sumamente valioso de tener en cuenta con la finalidad de no realizar consultas innecesarias, tales como: ¡Hermano! ¿Por qué me está sucediendo esto? ¿Qué he hecho de malo para merecer esto?

No has hecho nada de malo ni te mereces absolutamente nada de bueno o de malo. ¿Te mereces la salvación? No. Dios te la otorga por gracia y porque su bendita voluntad así lo decide a tu favor. ¿Estás en medio de una crisis? ¿Crees haber hecho algo malo para estar pasando por esto?

No. No necesariamente. Dios podría estar permitiendo esto tan tremendo que puede estar ocurriéndote, no por innecesaria crueldad, tal como a muchos les seduce verlo, sino porque de la salida de esa crisis, encontrarás elementos que te harán crecer, mejorar, madurar y vencer en el final de la historia.

Recuerda esto: Dios no necesita que tú estés a diario ganando pequeñas batallas para Él. Él ya ganó la guerra completa en la cruz. Todo lo que tú debes hacer es hacer efectiva esa victoria, aquí, hoy y ahora. El creyente puede perder, en apariencia, alguna o algunas batallas, pero ha ganado la guerra, esto es inamovible.

Por eso es que Pedro dice, de parte de Dios sin ninguna duda, que es mejor que sufras algo que Dios permite para tu conveniencia haciendo el bien, que pasar por las mismas cosas haciendo el mal. Lo primero tiene final feliz, en victoria y gloria; lo segundo tiene derrota, angustia, lamento y perdición.

(015) Si Cristo Sufrió; ¿Por qué no Yo?

(1 Pedro 3: 18)= Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; (19) en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, (20) los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.

(21) El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo; (22) quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades.

Este pasaje ha sido, indudablemente, muy difícil de comprender para la mayor parte de los cristianos. Utilizando su mente, su inteligencia y su intelecto, esos millones de hombres y mujeres en el planeta no han hallado mensaje válido y cierto en él. Sin embargo, el Espíritu Santo sabe lo que hace.

Para los que sí fue clarificador este texto, es para sus primeros lectores. Ha sido objeto de diversas interpretaciones. Probablemente se refiera a la proclamación de Cristo, mediante el acontecimiento de su resurrección, de los frutos de su triunfo a los espíritus encarcelados, que son indudablemente espíritus de demonios.

Aparentemente, estos espíritus estaban también sujetos a la corrupción del mundo en los días de Noé. Esta proclamación pudo ser parte de la subsecuente soberanía de Cristo sobre ángeles, autoridades y poderes.

No se dice nada sobre alguna reacción de los oyentes, pero en todo caso, este pasaje no debería tomarse como indicativo de una segunda oportunidad de salvación para aquellos que rechazan la verdad en esta vida.

Cuando llega alguien a la oficina del pastor a exponerle lo tremendo de la crisis que está padeciendo, generalmente se lo trata de contener, de abrazarle con amor y ánimo. Se le hace entender que Dios está permitiendo esto por algo y se le hace inmediatamente sanidad interior para aliviarlo.

Una de las expresiones más abundantes dentro de la gente que sufre por algo, es la de lamentarse amargamente por todo lo que está padeciendo “sin merecerlo”. Esto es lo más cercano a la depresión y, como en cada caso que se experimente compasión y lástima por sí mismo, tiene más cercanía con heridas en el ego que en cuestiones ciertas.

Lo que no me explico, es por qué nadie se atreve a confrontar a estos llorosos sufrientes y preguntarles si creen que Jesucristo es su Señor. Porque si llegaran a responder que sí, tal como lo presupongo, habría que aclararles que deberían dar gracias por eso que los hace padecer, ya que su Señor se ha dignado a permitirles pasar mínimamente por algo parecido a lo que Él mismo pasó.

Porque si hay alguien en toda la historia de la humanidad que sufrió todos los horrores previos, durante y posteriores a una crucifixión, (La más horrible de todas las muertes) de manera total y absolutamente injusta, ese fue Jesús.

Y si nosotros decimos ser cristianos, es como declarar que somos seguidores de Jesucristo. Y si somos seguidores de Él, Él es nuestro modelo y punto de referencia. Y con todas estas condiciones, lo más lógico y obvio es que se nos permita vivir algunas de las experiencias que a Él le tocaron vivir. Y la injusticia es una de ellas. ¿Puedes entenderlo?

(2 Corintios 13: 4)= Porque aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Pues también nosotros somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios para con vosotros.

Pablo le habla a los corintios del mismo asunto que venimos observando. Y aquellos que puedan llegar a pensar que Pablo es débil, encontrarán que él realmente está hablando con la autoridad de Cristo, quien a pesar de haber sido crucificado en debilidad, era el máximo ejemplo del poder de Dios. De la misma manera, Pablo podía ser débil en él, y simultáneamente poderoso al actuar y hablar como un apóstol de Cristo en sus tratos con los hermanos.

A este punto, la iglesia en su conjunto, decididamente no parecería haberlo entendido. La imagen de debilidad personal es tomada por los líderes como un reaseguro de fracaso ministerial. Sólo aquellos hombres (o mujeres) con caracteres fuertes y lindando con lo autoritario tienen expectativas de éxito. Y es un error, pero aún no ha sido ni observado ni modificado.

Muy por el contrario, cualquiera que visite informativamente o se forme ministerialmente en los seminarios clásicos, se encontrará con materias afines a esto que son muy contundentes. Tanto que enseñan las mil y unas formas de imponerse por sobre las opiniones de los demás como forma de ejercer un liderazgo exitoso.

Así es como nos hemos llenado de pequeños y grandes tiranos, verdaderos energúmenos que, en el nombre del señor, no sólo cometen atrocidades espirituales y abusos de toda índole en sus iglesias, sino que incluso lo llevan al terreno de la vida cotidiana y familiar.

El mundo podrá ser impío, incrédulo y pecador, pero no es tonto. Tiene la suficiente inteligencia y captación psíquica como para darse cuenta que en la mayoría de los casos, lo que se “vende” como enseñanza de sujeción es, en realidad, una variante religiosa del antiguo lavado de cerebros con que los déspotas de todos los tiempos consiguieron someter a sus pueblos.

¿Tú crees que soy demasiado duro con esta gente? Puede ser, pero no es por resentimientos, amarguras personales o ánimos revanchistas. Es porque esa es el arma que el diablo está moviendo en las propias iglesias con el fin de evitar la evangelización. Así de claro.

Porque la base de la evangelización no es, – como muchos piensan y enseñan – un buen discurso convincente. De esto el mundo está lleno y harto. La base esencia del evangelismo, es el testimonio de vida cotidiana. Y si nuestras vidas se desarrollan con los parámetros que te comentaba, el mundo huye despavorido. Y no es un problema espiritual, es un problema de conductas falsas.

(Efesios 3: 8)= A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, (9) y de aclarar a todos cual sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; (10) para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, (11) conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, (12) en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él; (13) por lo cual pido que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, las cuales son vuestra gloria.

¡Que bueno sería que al menos la mitad de los siervos del Señor que andan caminando por el mundo y predicando su palabra en las iglesias, no sólo dijeran, sino sintieran de verdad esto mismo que Pablo expresa aquí!

¡Que difícil parece resultar experimentar humildad en Jesucristo! ¡Que complicado es lo que tan sencillo debería ser: no sentirse absolutamente nada más que un simple instrumento más o menos útil o portátil en las manos del Señor!

Fíjate que Pablo describe lo que es su ardiente deseo de ayudar a todos los creyentes a descubrir su papel, su rol, su ubicación en dispensar la gran verdad del propósito de Dios en la Iglesia. Créeme que no todos lo tienen tan definido ni tan claro.

Para entender mejor esto, habrá que aclarar extensamente el significado de esta palabra aquí utilizada, dispensación, porque incluso ha sido utilizada hasta para la formación de nuevas doctrinas que han desembocado en otras tantas denominaciones.

Dispensación es, literalmente «administración de una casa», una «economía», y de ahí un trato ordenado con los hombres por parte de Dios en la variada administración de Sus caminos en distintos tiempos.

Al examinar las administraciones de Dios con los hombres, podemos señalar el estado de inocencia en Edén, aunque difícilmente participó del carácter de una dispensación. Se dio un mandato a Adán y Eva, con demanda de obediencia, anunciándose la pena si desobedecían.

.Esto fue seguido por un prolongado período de casi 1.600 años hasta el Diluvio, (un período sin tratos concretos de Dios con los hombres, aunque ciertamente con la promesa del Liberador dada en el Protoevangelio (Génesis 3: 15)).

Durante este tiempo los hombres se corrompieron en todos sus caminos, y la tierra se llenó de violencia. Entonces Dios habló al mundo en la persona de Noé, que fue «pregonero de justicia», esperándose en paciencia por su arrepentimiento mientras el arca era preparada.

No mostraron arrepentimiento, y el mundo antiguo pereció. En el mundo postdiluviano Dios estableció el gobierno humano, en tanto que el conocimiento de Dios, como Dios que juzgaba el mal, era dispersado por los descendientes de Noé; se hallan tradiciones del Diluvio por prácticamente todas las tribus y lenguas del mundo.

Esto constituye otro testimonio divino. Siguió después la división de la tierra entre varias naciones y tribus, según sus familias y lenguas. Entre éstos prevaleció la ignorancia acerca de Dios, a pesar del testimonio del poder y deidad de Dios, y del testimonio de la conciencia mencionado en Romanos 1-2.

Unos 360 años después del Diluvio empezó la Era Patriarcal con el llamamiento de Abraham, un nuevo trato soberano de parte de Dios; pero esto quedó limitado a Abraham y a sus descendientes.

La Dispensación de la Ley, mientras tanto, vino a continuación, que es, estrictamente hablando, el primer sistema públicamente ordenado de los tratos de Dios con los hombres, y administrado por ángeles.

Los oráculos de Dios fueron dados a una nación, a la única nación de toda la tierra que Dios había conocido de esta manera. Fue la dispensación de «Haz esto, y vivirás con bendición; desobedece, y recibirás maldición». Esta dispensación tuvo tres etapas:

(A) Unos 400 años bajo los Jueces, tiempo en que Dios hubiera sido el Rey de ellos en una teocracia directa, pero en cuyo tiempo cada uno hacía lo que bien le parecía.

(B) 500 años como reino bajo reyes.

(C) 600 años desde el cautiverio hasta la venida de Cristo. En relación con ello hubo el testimonio profético: la Ley y los profetas fueron hasta Juan.

Durante esta «Dispensación de la Ley» tuvieron su comienzo los Tiempos de los Gentiles con la supremacía política de Nabucodonosor, la cabeza de oro y rey de reyes; siguen corriendo su curso, y continuarán hasta que el Señor Jesús comience Su reinado.

La Dispensación de Gracia y Verdad, asimismo, comenzó después de la predicación de Juan, con la venida de Cristo. Durante esta economía se predica el Evangelio, la gran Amnistía que Dios ofrece a toda criatura bajo el cielo, y tiene lugar el llamamiento de la Iglesia a separarse para el Señor, extendiéndose este período como intervalo, desde el día de Pentecostés hasta el arrebatamiento de los santos.

Dios encomendó a Pablo una «dispensación» especial, tanto en lo que respecta al Evangelio, como para cumplir la palabra de Dios por la doctrina de la Iglesia como el cuerpo de Cristo. La Dispensación del Reino de Cristo sobre la tierra durante el milenio, recibe también el nombre de «la dispensación del cumplimiento de los tiempos». Bajo todas estas variadas administraciones se manifiestan la bondad y fidelidad de Dios, y se hace universalmente manifiesto el fracaso del hombre.

Luego habla de la multiforme sabiduría de Dios. Esta es la traducción de un vocablo griego que se pronuncia como POUPOIKILOS. Este, a su vez, proviene de POLUS, que significa mucho, y POIKILOS, que quiere decir variado o de muchos colores.

De este modo, entonces, la palabra está pintando la sabiduría de Dios como muy variada, con muchos aspectos, matices, tintes y expresiones coloridas. Como un Dios multifacético, interviene todavía en la arena humana, desplegando en su pueblo y a través de su pueblo, una rica sabiduría multicolor y plena en matices.

Ahora bien; esa multiforme sabiduría de Dios servirá para dar a conocer los misterios escondidos a los principados y las potestades en los cielos. Cuidado: no se está hablando de demonios en exclusividad. Yo sé que eso es lo que en muchos sitios se ha enseñado, pero no es así. Veamos.

La palabra Principado se usa de la posición de aquellos que tienen el primer lugar como gobernantes entre los hombres. Sin embargo, este término se emplea de modo especial para denotar a los poderes espirituales del mundo invisible, sean buenos o malos.

Fueron creados por el Señor, y Él es la cabeza de todos ellos. Algunos cayeron de la posición de confianza que les había sido asignada: no guardaron su primer estado o principalidad. Otros luchan en contra de la posición celestial de los santos. El Señor «despojó» a los principados en la cruz, y en Su resurrección fue exaltado por Dios infinitamente por encima de todos estos poderes creados.

Las dos principales palabras que se traducen «poder» en el Nuevo Testamento, y que tienen que ver directamente con Potestades, son: dynamis y exousia. Es importante discriminar entre ambas, porque no significan lo mismo.

Dynamis puede ser descrita como capacidad moral o física, poder. Exousia significa autoridad delegada, derecho, privilegio. Esta última siempre supone el poder de ejercer el derecho, pero la primera no conlleva ningún concepto de derecho o autoridad.

Así, dynamis se traduce como capacidad, eficacia, fuerza, maravilla, milagro, poder, potencia, señal, valor, que ayuda más a ver el carácter de esta palabra, en contraste con exousia, que se traduce como autoridad, derecho, jurisdicción, libertad, poder, potestad.

El término «poder» aparece en ambas listas, y es preciso evitar toda ambigüedad: Exousia se traduce frecuentemente como poder, cuando otro término podría dar un mejor sentido. Así, se traduce correctamente potestad (o autoridad): el Hijo del hombre tiene potestad (o autoridad).

En cambio, se traduce poder en la versión Reina-Valera 1960 en distintos pasajes, donde estaría mejor traducida como autoridad, derecho o potestad. Recapitulando, dynamis significa sólo la fuerza o poder, en tanto que exousia denota un derecho o potestad delegados, con el poder necesario para ponerlo en vigor.

En el verso 19, Pedro dice algo que no es fortuito y que ya en otros estudios hemos explicado, aunque nunca estará de más reiterarlo una y cien veces, si es necesario, para que nadie se siga confundiendo como aún se observa.

El apóstol señala que Cristo, más allá de sus sufrimientos y su sacrificio de redención, también fue y les predicó a los espíritus encarcelados. ¿De que cosa está hablando Pedro, aquí? Para la iglesia que no ha dejado nada de la palabra sin tomar o creer, está muy claro. Para la ortodoxia que niega ciertas cosas que Dios no niega, todo un problema.

Porque no es casual que hable de predicarle a los espíritus encarcelados. ¿Qué cosa es un espíritu encarcelado? Una parte de la creación de Dios que se encuentra momentánea o definitivamente prisionera de algo o de alguien.

¿De que cosa está prisionero el hombre sin Dios? Del pecado. ¿Y por qué razón lo está? Porque no existen lugares neutros, es decir que: si no está con Dios, está con Satanás. Así de sencillo. Por tanto, un espíritu encarcelado es un espíritu dominado y aprisionado por demonios.

¿Y que es lo que se le debería predicar a esos espíritus? Porque está más que claro que un bosquejo de una predicación clásica de domingo por la mañana no les haría ni la menor cosquilla, ¿Verdad? Ni lo dudes, así es. ¿Entonces?

Entonces comencemos por aclarar el significado real del término Predicar, tan utilizado en nuestras congregaciones. ¿Es, Predicar, el simple acto de pararse frente a un púlpito, en una congregación, y esbozar un mensaje de una introducción, tres puntos y una conclusión?

En absoluto. Eso se parece mucho más al discurso aristotélico que los griegos devenidos a cristianos incorporaron a la iglesia, que a lo que el término Predicar significa. Porque predicar, – Entiende -, es un vocablo formado por dos expresiones.

Pre, que tiene que ver con algo que se toma con antelación, antes que suceda, como prevención y de antemano. Por ejemplo: Pre-paración, Pre-sagio, Pre-juicio, etc. Mientras que Dicar es una voz que habla de la sustancia de los ángeles caídos.

Por lo tanto, Predicar, sería pasado en limpio, algo así como hacer un discurso relativo a proclamar la caída de los ángeles malignos, al tiempo en que se preanuncia la derrota de las fuerzas del mal. Lisa y llanamente: Guerra Espiritual.

Me causa gracia, aunque sea algo tragicómico, que todavía existan ministros que aseguran que están dispuestos a predicar todo lo que se les mande, pero sin tocar el tema de la guerra espiritual porque no tienen mandato de Dios para ello. Se equivocaron feo. La misma palabra es un mandato. No es culpa de Dios si algunos viejos cabezones todavía no quieren creerlo.

Pedro es claro: la predicación que él consigna, está destinada y dedicada a los espíritus encarcelados. ¿Acaso para que sigan en esas condiciones? De hecho que no. Es para liberación y tiene coherencia con el mandato de darles libertad a los cautivos. ¿Te enseñaron que eso hablaba de las cárceles literales? Podríamos incluirlo, pero te puedo asegurar que habla de otra cosa. Está a la vista.

Porque luego agrega que esos mismos espíritus encarcelados, en aquellos tiempos, fueron responsables de desobediencia cuando Noé preparaba el arca y ellos se casaban y se daban en casamiento alegremente sin creer lo que Dios había dicho que haría.

Claro está; se necesitaba una enorme dosis de fe para darle atención y credibilidad a lo que Noé anunciaba y practicaba. Imagínate la escena: un viejo y su familia que lo mira de reojo, están construyendo un enorme barco para navegar por lo que será un enorme mar producto de las descomunales lluvias que sobrevendrán.

Un grupo de curiosos que se acercan y, tanto por hacerlo hablar al viejo le preguntan mil cosas sobre el barco y sobre lo que está profetizando. Todo en un lugar como ese en el que…¡¡Hace toda una vida que no cae una gota de lluvia!!

Imagina la escena y luego pregúntate a ti mismo: si hubieras sido uno de los curiosos que vivían cerca de la casa de Noé, ¿Le hubieras pedido autorización para formar parte de la tripulación del arca o le hubieras dicho “viejo loco” como estimamos le dijeron todos los demás?

Sigue imaginando: suponte que formaras parte de la familia de Noé; que un día le pediste y obtuviste la mano de alguna de sus hijas y te casaste con ella. ¿Ayudarías a tu suegro a martillar el arca o le dirías a tu mujer que huya contigo lo más lejos posible de ese viejo loco?

Sin embargo, la historia dice que solamente ocho personas fueron salvadas por agua. Por un agua que cayó durante cuarenta días y cuarenta noches por millones de litros. La misma agua que se llevó a los impíos, fue salvación para los justos.

Esto no se ha terminado de entender y suele confundirse con el episodio del arrebatamiento citado en Tesalonicenses. Esto vendrá, sin dudas, pero no tiene nada que ver con lo que se anuncia que será “como en los días de Noé”. Porque en los días de Noé, el diluvio se llevó a todos…los impíos, no los buenos…Los buenos se salvaron quedándose flotando en el arca.

(Génesis 6: 3)= Y dijo Jehová: no contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán su días ciento veinte años.

(4) Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre.

(5) Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.

Cuando aquí se dice “los hijos de Dios”, puede que aluda a la línea de Set, – En oposición a los infieles descendientes de Caín -, a gente de elevado rango, como los nobles, o a ángeles rebeldes que abandonaron el cielo para tomar mujeres como esposas.

Esta última interpretación presenta algunas dificultades, pero parece la más indicada. Por eso es que la reproduzco meramente como información y de ninguna manera como absoluto de parte de Dios. También sirve para confirmar el mal que reinaba en el mundo antes del diluvio.

Cuando dice “mi espíritu”, se refiere al Espíritu Santo en su papel de aliento sostenedor de la vida dada al ser humano en la creación. En cuanto al término contenderá, su significado en la lengua hebrea no está del todo claro.

Dios determina ahora reducir la duración de la vida en los seres humanos, tal como lo pone de manifiesto la cifra simbólica de ciento veinte años de vida, poniendo fin al anterior período de notable longevidad.

La corruptibilidad del hombre frente al pecado hizo necesario que Dios redujera sus años de posibilidad de hacer el mal. Por lo tanto, esto debe ser visto como una muestra de la misericordia de Dios y no como una especie de castigo divino, tal como algunos teólogos gustan de enseñar.

(Hebreos 11: 7)= Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.

Fíjate que notable lo que dice este texto. Dice que Dios advirtió a Noé sobre cosas que aún nadie estaba viendo. Imagínate que Dios le habló a este hombre, anciano ya, con respecto a que iba a borrar de la tierra todo vestigio de vida humana dejando caer sobre ella toneladas de agua en forma de lluvia.

Casi puedo verle el rostro de tremenda sorpresa e infinito asombro a Noé. ¿Lluvia? ¿Aquí? ¡¡Pero si en toda mi vida jamás vi caer una gota de lluvia en esta región. Mira la tierra, reseca, agrietada del calor y la sequía. ¿Lluvia? ¿Diluvio? ¿Inundación? ¿Construir un barco? Oye Dios mío: ¿Estás hoy en tu sano juicio o que..?

Yo recuerdo las distintas maneras en que he oído relatar esta historia. Las mil y una formas en que bien intencionados e imaginativos maestros han pintado esta historia. Sin embargo, pese a esas buenas intenciones, a nadie se le ocurre sacarla de la historieta bíblica y llevarla al hoy.

¿Y como llevarla a la actualidad? ¿Acaso suponiendo que podría haber otro diluvio? ¡Oh, no! ¡La tecnología ya ha avanzado mucho y a nadie le preocuparían unos cuantos hectolitros de agua! ¿Entonces? Con otra cosa…

¿Con otra cosa? ¿Con que otra cosa podría ser? No lo sé. Con algo que todavía nadie haya visto y nadie tampoco pudiera prever. ¿Cómo que? Aférrate de algo para no caerte. Como que Dios te avisara que Él ya no estará nunca más presente en los cultos y reuniones de los templos que conoces.

¿Y por qué haría Dios tal cosa? Creo haberlo dicho con bastante claridad en dos libros escritos, pero convengamos que resulta bastante complicado creerlo, ¿No es así? Tan complicado como debe haberles resultado a aquellos hombres poder creerle a ese viejo loco que anunciaba un diluvio donde jamás había caído una gota…

Hay una reforma en la iglesia. Pero no se trata de tu congregación ni del templo al cual asistes. Cuando yo hablo de iglesia, hablo del cuerpo de representantes genuinos que Dios tiene en la tierra. Tú no lo entiendes porque cuando digo iglesia, tú piensas en congregación, templo y pastor. Nada que ver.

Luego, Pedro nos dice que el bautismo que corresponde a esto (el diluvio, Noé, su salvación y la de su familia por agua), será lo que nos salve ahora. Muchos han interpretado que esto tiene que ver con nuestro bautismo en agua, sin embargo no es del todo así.

Como en muchos otros textos bíblicos más, hemos tomado muy someramente la palabra y muy superficialmente su significado. Por ese motivo, los actos hasta rituales que luego hemos cumplimentado, se han incorporado como palabra viva, pero aquí podrás entender que no es del todo así.

Bastará que recurramos a un diccionario bíblico para buscar allí el significado de la palabra bautismo, y comprobar que, si bien se adapta a lo que luego serían nuestras tradiciones y costumbres, cuando tengas una visión nueva, algo va a cambiarte totalmente de forma.

Las palabras comúnmente utilizadas en el Nuevo Testamento para denotar esta ordenanza son el verbo baptizo y los nombres baptisma y baptismos; pero ninguno de estos términos se emplea sólo en este sentido.

El verbo se usaba también para denotar la purificación ceremonial de los judíos antes de comer, para la que se vertía agua sobre las manos; figuradamente, para significar los sufrimientos de Cristo; y por último, para denotar la ordenanza bautismal.

Baptizo es la forma intensiva de baptein, que significa sumergir, y tiene un sentido más amplio que éste. En Hebreos, baptismos, referido a los diversos lavamientos rituales ordenados en el AT con referencia a los ritos del tabernáculo, se traduce como abluciones; sin ningún género de dudas, se refiere a los lavamientos ordenados en distintas escrituras del Antiguo Testamento.

Por todo esto que he expuesto, te queda más que claro que el real significado de Bautismo es Sumergir. Y quizás no ha sido malo ni negativo relacionar esto con el agua, pero no necesariamente tiene que ser así, ya que la Biblia habla en muchos de sus textos de sumergirse en la presencia del Señor sin que para ello se necesite agua ni ningún otro elemento líquido.

¡Pero hermano! ¿Me está diciendo usted que el real significado de bautismo no es introducirse en agua sino sumergirse en la presencia de Dios? – Eso es exactamente lo que te estoy diciendo. – ¿Pero y entonces, el bautismo de Jesús mediante la tarea de Juan el Bautista?

Fue un paso de obediencia a una ley que se venía cumplimentando. Los hombres entraban al río y Juan los bautizaba (Sumergía) en esas aguas para perdón de los pecados, eso es más que claro y a nadie le he oído predicar al respecto.

Y Jesús, pregunto, ¿De qué clase de pecado debería arrepentirse? No había cometido ninguno como hombre de carne y hueso (La Biblia así o asegura), y tampoco tenía el original de nacimiento heredado de Adán y Eva, ya que había sido engendrado por el Espíritu Santo.

Él mismo dice que lo hace para que la ley sea cumplida. Pero por su parte, Él sí se sumerge en la presencia de su Padre celestial, hasta el punto de hacerle decir: “este es mi hijo amado, en él tengo complacencia”.

Esto te deja como deducción más que evidente, que cuando se habla de bautismo, se habla de un contacto con el Señor de modo muy íntimo y personal, y no de un mero ritual de zambullidas acuáticas. Lo primero sí te dará una visión muy distinta del ámbito espiritual; lo segundo, sólo ropa mojada y cierta emoción de tu alma.

(Tito 3: 4)= Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, (5) nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.

El especial amor de Dios para con la humanidad se describe utilizando el término griego del que se deriva la palabra española Filantropía, que como todos saben, implica dar una dádiva sin que nadie le solicite. La dádiva de su Hijo Jesucristo, es la mayor demostración del amor de Dios.

La salvación viene por una doble vía: Por el lavamiento de la regeneración, que podría ser una velada referencia al bautismo tal como lo conocemos, o a la limpieza del creyente de la culpa del pecado, cumplida por la regeneración.

La renovación en el Espíritu Santo, mientras tanto, alude al rol del Espíritu Santo al propiciar un nuevo nacimiento en el creyente y concederle la vida eterna. La importancia de este asunto conlleva la necesidad de ahondar aún más en la expresión propiamente dicha.

La palabra Renovación utilizada en este texto, es la palabra griega ANAKAINOSIS, en el original. Es una combinación de ANA, que significa otra vez, y de KAINOS, que quiere decir nuevo. La palabra, entonces, sugiere una renovación, restauración, transformación y cambio de corazón y vida.

En la carta a los Romanos 12:2, Pablo indica con ella un cambio completo para lo mejor, un ajuste de la visión moral y espiritual de uno. Aquí se hace hincapié en la obra transformadora del Espíritu Santo.

Respecto a esto, conviene señalar que se ha minimizado ese poder y esa obra, a partir del uso y hasta el abuso que de su significación se ha hecho en pequeñas denominaciones pentecostales, donde el énfasis dado al Espíritu Santo es tan sobrestimado que ha determinado en los sectores más ortodoxos se haya dejado de prestarle atención.

Está claro que ni uno ni lo otro es idea de Dios. Él no está ni puede estar de acuerdo con fantasías sin sustento bíblico tales como que la señal de la presencia del Espíritu Santo en la vida de una persona solamente esté expresada en el don de lenguas.

Pero tampoco puede aprobarse de ninguna manera que existan comunidades enteras de cristianos que aseguran estar siguiendo los caminos de Dios sin tener en cuenta al Espíritu Santo, cosa que bíblicamente tampoco tiene sustento, ya que sin la guía del Espíritu es decididamente imposible caminar con Dios.

(Hebreos 9: 13)= Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, (14) ¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?

Aquí hay una base muy clara de lo que termino de comentar más arriba. Si el llamado “viejo hombre” nos sigue oprimiendo con sus demandas y su suciedad interna, lo que necesitamos no es sanidad interior o sanidad del alma herida, sino ser llenos del Espíritu Santo de Dios.

¡Pero no, hermano! ¡Es que yo he visto a mucha gente que estaba llena del Espíritu Santo, comportarse luego como si jamás se hubieran convertido! ¡Es necesaria la sanidad interior! – Coincido en que es necesaria la sanidad interior, pero no en que sea esa la única solución viable.

Porque, veamos: ¿Cómo sabes tú que esa gente de la cual hablas, estaba realmente llena del Espíritu Santo? – ¡Hermano! ¡Los he visto cantar, alabar, saltar, temblar, llorar, reírse sin detenerse, habar por horas en lengua extraña, profetizar y caer como muertos al suelo!

Claro…¿Y tú sin dudarlo le has atribuido todas esas manifestaciones a una llenura del Espíritu Santo en sus vidas? – ¡Por supuesto, hermano! ¿Qué otra cosa podría ser? – Mira hermano…mejor no te digo que otra cosa podría ser. Sólo voy a decirte algo: si no hay vida cambiada, no hay llenura del Espíritu Santo en la vida de nadie. Tú no puedes ser lleno del Espíritu durante el culto del domingo y luego vivir como se te da la gana y pecando de lunes a sábado…

Hay muchas cosas en este tiempo que me producen una enorme tristeza, a veces también cierta santa indignación con impulsos también “santamente” agresivos y toda la impotencia de no poder decir nada que sea entendido, pero una en especial logra “sacarme”.

Eso que logra desquiciarme y adoptar la antigua manía de tironearme de los cabellos de desesperación, es ser testigo de alguien enseñando, predicando y alabando sobre el Espíritu Santo sin la unción del Espíritu Santo.

¿Te digo la verdad? Prefiero a los ortodoxos y ultra conservadores que no le prestan demasiada o ninguna atención al Espíritu Santo porque aseguran que es un “invento” de los progresistas carismáticos.

Al menos ellos no creen en esa persona de la Trinidad, no la mencionan ni enseñan nada a su respecto. Las páginas de la Biblia que hablan de Él, son tomadas como parte de una historia que ya concluyó. Pero los prefiero porque, tremendamente equivocados y todo, al menos son espontáneos y sinceros.

Porque lo que te mencionaba antes, son mucho peores. No creen en el Espíritu Santo, no lo tienen, no entienden nada de la Biblia porque sin Espíritu Santo la Biblia debe ser el libro más pesado y aburrido del planeta y, así y todo, suelen ser verdaderos maestros del Espíritu. ¡¡Hipócritas!!

Y además, incrédulos. Ese es su mayor pecado, el que los condena irremisiblemente. Porque si fueran creyentes, sabrían que hay un Dios que los está observando a cada instante de sus vidas, entonces no podrían simular nada de lo que simulan.

En muchas ocasiones me han consultado respecto a las calidades y cantidades de los diferentes pecados existentes. Yo siempre he dicho que no importa que forma tome luego en cada caso el pecado. Comienza inexorablemente por el pecado-madre: la incredulidad. Con ella, el hombre se siente capaz de vivir como le da la gana sin temor alguno al juicio de un Dios en el que no termina de creer, ¿Entiendes?

Y en el final, hablando de Jesucristo, se lo ubica a la diestra de Dios, con los ángeles, autoridades y potestades sujetos a Él. Esto está extraído de los protocolos oficiales. Quien se sienta a la diestra de la máxima autoridad del lugar, es quien le sigue en importancia.

Cristo está sentado a la diestra de Dios Padre. Esto implica un poder que solamente está sujeto al poder del Padre. Nadie puede discutirle eso a Jesucristo. Él lo ganó en la cruz, venciendo a las potestades y los principados de las tinieblas, y sujetándolos a su señorío, tal como se lo señala aquí.

(Romanos 8: 34)= ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

Está quedándonos algo muy en claro: Es Cristo quien actuará como juez sobre todo el mundo, pero ten calma y ánimo: no nos condenará. Aún en este tiempo, Él está intercediendo por nosotros. ¿Recuerdas lo que es interceder? Colocarse en medio de lo que viene a favor o en contra y recibirlo uno. Hacer de intermediario.

Cristo es el único intercesor, el único intermediario. Nadie viene al Padre si no es por mí, ha dicho con su propia boca. ¿Y el hombre? El hombre, ávido de religión, sigue buscando otros intermediarios e intercesores. Desobedece la palabra y nombra mujeres u hombres en ese sitial. No le hace. El fracaso del hombre, no anula el plan de Dios.

(35) ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?

(36) Como está escrito: por causa de ti somos todos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero.

(37) Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

¿Nunca te llamó la atención esta expresión de Más que vencedores? A mí sí, y mucho. Porque podría haberse escrito simplemente vencedores y hubiera sido más que suficiente, pero al escribir ese “más”, se nos está diciendo algo mucho más fuerte que ser poseedores de una victoria.

La expresión, en este texto, ha sido aunada en una sola palabra del original: HUPERNIKAO. Proviene de HUPER, que significa sobre y por encima de, y NIKAO, que es conquistar. La palabra, entonces, describe a uno que es victorioso en grado sumo, que gana una victoria más que ordinaria, porque está en condiciones de triunfar en forma absoluta.

Este no es un lenguaje arrogante, ni soberbio ni nada que se le parezca. Este es un lenguaje al que le sobreabunda confianza. El amor de Cristo conquistó la muerte y, debido a ese amor, – Su amor – somos todos HUPERNIKAO.

(38) Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, (39) ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

Para cualquier cristiano desalentado este poderoso pasaje ofrece hoy las seguridades del amor de Cristo, presente en cada momento de la vida del creyente. ¿Existen motivos mayores de descontento que los aquí citados por Pablo? Si no, entonces nunca nos separaremos del amor de Cristo en esta vida. Aún en medio de las dificultades seremos…más que vencedores.

Que se sepa y se comente en todos los círculos femeninos. Fuera de toda connotación machista, que la hay y mucha en la iglesia, dice Dios, (No el hombre) que un espíritu afable y apacible, en una mujer, es de grande estima delante de Él. Eso nos lleva a entender que a Dios no le seduce demasiado la mujer rencillosa. Pero luego apunta a los maridos, y les dice que deben honrar a sus mujeres como a vasos más frágiles, ¿Para que? Para que sus oraciones no tengan estorbo. ¿Qué quiere decir eso? Que si no tratas a tu mujer como Dios dice, tus oraciones sufren un estorbo. ¿Que significa esto? Que cuando oramos y no tenemos respuesta, deberíamos revisar muy bien que es lo que estamos haciendo y como estamos viviendo.

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enero 1, 2015 Néstor Martínez