Misericordia Quiero

Dentro de los mandamientos que Jesús le dejó a la naciente iglesia, hay uno que se transformó en lo que nosotros llamaríamos un verdadero “clásico”. Porque encierra en su profundidad conceptual una fuerza propia que lo identifica con todos los demás y con todo el contexto global del evangelio.

El texto que sigue, contiene a ese principio básico que, por ser mal entendido, mal interpretado y mal evaluado, ha producido obviamente mala enseñanza y confusión dentro del pueblo de Dios.

(Mateo 7: 16 )= Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?

(17) Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos.

(18) No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.

(19) Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.

(20) Así que, por sus frutos los conoceréis.

En primer término, creo que debo puntualizarle lo más importante que se resume de esta enseñanza: de ninguna manera habrá que considerar como buen o mal fruto, la cantidad de personas a las cuales usted les haya predicado el evangelio o, en su peor expresión, la cantidad de personas nuevas que usted ha llevado a su congregación.

 Eso es de un facilismo y un simplismo tan bastardo que ha terminado por limitar nuestra calidad y estilo de vida de creyentes, a un simple número de miembros más o menos en cierta y determinada iglesia local de cualquier punto del planeta. Un dislate total. Una verdadera falta de respeto a la Palabra de Dios. Casi una herejía.

El apóstol Santiago, en su carta, hace un recordatorio concreto y específico de este lineamiento, utilizando para ello las figuras de la vid y la higuera, con relación a su enseñanza advirtiendo sobre los peligros de nuestra lengua,  ya que en el capítulo 3 y verso 12 podemos leer: Hermanos míos, ¿Puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y agua dulce.

Es menester que comprendamos que los frutos de la vida y el trabajo de un individuo son un mejor indicador de las motivaciones personales que las apariencias o las declaraciones. Porque, en primer término, nuestro comportamiento, implica directa y sencillamente cuál es nuestra verdadera relación con Jesús.

No hablo de cómo se comprota usted durante los cultos en el templo de su iglesia, hablo de su conducta fuera de todo el ambiente evangélico, allí donde aparentemente, nadie lo observa ni se entera de sus actos.

Entonces, ¿Cuáles son esos frutos de los que se está hablando aquí? No alcanzarían mil estudios para mencionarlos. Pero me voy a quedar como ejemplo básico, con una parte del carácter de Jesús, otra parte de la conducta de Jesús y una parte final para el poder de Jesús.

¡Pero hermano! ¡Él era el Hijo de Dios! ¡¡Basta!! ¡No sea religioso misticista! Jesús era Dios, – en efecto -, pero encarnado en un hombre, un hombre como usted o como yo, o como usted, hermana en Cristo, porque aquí no se trata de género humano sino de globalidad genérica.

Y como hombre, tenía las mismas obligaciones y derechos que tenemos nosotros, como auténticos hijos de Dios por aceptación de Él, según lo expresa sabiamente Juan. ¿Entonces?

Entonces Él nos está diciendo que sí se puede, que cuando decimos que Él era una cosa y nosotros otra muy distinta, solamente estamos dándole toda la gloria a Satanás, ya que le decimos que está haciendo lo suyo muy bien y que nos tiene derrotados y sin salida.

 Nos está diciendo que usted no puede ser una clase de persona en el templo de su iglesia y otra diametralmente opuesta durante la semana, en su casa, con su familia o en su trabajo o la escuela. Usted es un hijo de Dios en todo momento de todos sus momentos.

 Hasta cuando está haciendo el amor con su esposa usted no deja de ser un hijo de Dios, ¿Lo entiende? ¿Cómo dice? ¿Qué le parece inoportuno mezclar el sexo con las cosas santas? ¿Y qué cree usted que es la sexualidad? ¿Algo sucio, puesto como por obligación en nuestros cuerpos? No mi amigo; sucio es lo que el diablo ha logrado pervirtiéndolo.

 Porque Dios lo hizo limpio, lo hizo sano y lo hizo bueno en gran manera. “Claro…para la procreación…” Por favor; no crea más esa mentira romana. Si el sexo fuera solamente para procrear y no para disfrutarlo, dentro del matrimonio, como bueno en gran manera: ¿Me puede explicar por qué el Dios Todopoderoso, Creador, Majestuoso y Justo por sobre toda Justicia, hizo a la mujer con un solo día fértil, con un solo día en el que ovula y está apta para la fecundación?

¿Se equivocó Dios y armó todo este lío? No. Dios no se equivocó y este no es ningún lío. Sólo hay que evaluarlo y adoptarlo conforme a como Él lo pensó y no como a nuestras carnalidades pecaminosas les parece.

Fruto bueno es también la calidad de su conducta pública. No estoy hablando de cómo se lleva con su pastor o con sus hermanos, estoy hablando de cómo es su relación cotidiana con sus compañeros de trabajo, con sus vecinos de barrio o zona de residencia, con sus compañeros de estudios o con quien quiera que tome contacto con usted.

 No son pocos los que parecen absolutamente confiables en sus congregaciones, hasta el punto de ser elegidos ministros de finanzas, y luego nos enteramos que tienen un record de fraudes y estafas en el ámbito comercial o empresarial en el que se mueven. Frutos. Y finalmente, poder ser canales manifiestos del poder de Dios.

 Porque Dios protege su gloria, y a pesar de muchas imitaciones satánicas que andan dando vueltas por allí, tenga la certeza de que Dios jamás daría a alguien que no le honra, la posibilidad de ser portador de una parte aunque sea pequeña de su gloria. Por lo tanto, este es el máximo, el clásico y el más difundido de todos los mandamientos, el Mandamiento Nº 21: Mostrar fruto bueno para glorificar al árbol del cual provenimos.

 (Mateo 7: 21)= No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

(22) Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?

(23) Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.

Jesús, si usted se fija con cuidado, está alertándonos en contra del autoengaño. Contra una mera profesión verbal de fe, pero sin obediencia a la voluntad de Dios. ¿Pero es que hay cristianos así?

Si que los hay. Y no se imagina cuantos, lamentablemente. Y lo peor del caso, es que es muy posible que una persona que se engaña a sí misma, pueda estar ejerciendo un ministerio espectacular, usando la indudable autoridad de las escrituras y el imbatible nombre de Jesús, sin caminar por la senda de un discipulado obediente.

 Sé que me va a decir que esto es mucho menos probable que exista, pero se equivoca. Y no es ninguna novedad para Pablo, por ejemplo, que hace mucho tiempo que escribió que temía que habiendo sido heraldo para los demás, él mismo fuera eliminado.

 Si tiene memoria recordará el intento, (En este caso fracasado), que hicieron aquellos judíos, exorcistas ambulantes, que intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: …Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo…

 La autoridad de invocar el nombre del Señor Jesús, ha sido concedida únicamente a los creyentes. El nombre de Jesús, de ninguna manera puede utilizarse como una cosa mágica para lograr buenos o malos resultados. No existe ninguna garantía de poder cuando se pronuncia por capricho, particularmente en una situación en que se realiza alguna actividad religiosa formal.

 Sin embargo, cuando se invoca con fe en el poder del Espíritu Santo, puede esperarse que se manifieste su potencia y su gloria. Inherente al nombre de Jesús no está solamente su autoridad, sino la plenitud de su naturaleza y carácter. Así, cualquier oración ofrecida, o ministerio iniciado en el nombre de Jesús, debe estar de acuerdo con su ser y propósitos.

En la carta a los Romanos, a propósito de estos conceptos declamatorios, Pablo escribe en 2:13: …porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados…

Es decir que, el repetir varias veces el nombre de Jesús, no nos asegura absolutamente nada. Hay gente que al orar, cada tres palabras dice “señor”, pero no es como reconocimiento a la autoridad y al poder de su nombre, son una simple manía verbal adquirida por el evangélico ejercicio de orar en público.

Además, lo que Pablo da a entender debidamente aquí, es que tanto los judíos como los gentiles están bajo el juicio de Dios. Pero se diferencian unos de los otros en que los judíos poseen la Ley, mientras los gentiles no, aunque por naturaleza cumplen con algunas cosas estipuladas por la ley.

 Dios ha dado a todas las personas desde la creación del género humano, el instinto moral, aunque el continuo reincidir en el pecado o una cultura que lo tolera puede distorsionarlo. El caso es que esta gente será juzgada de acuerdo con la revelación que haya recibido. La norma para el juicio de los judíos será la Ley escrita; en el caso de los paganos, lo será la ley no escrita de la conciencia y la naturaleza.

La salvación es la que induce al servicio. Es engañoso creer que el interés de Dios en que la gente asista a la iglesia es meramente que escuchen la Palabra, en lugar de experimentar una transformación de sus vidas que luego se traduzca en sus ministerios. Todo esto origina lo que es el Mandamiento Nº 22: Más que repetir el nombre de Jesús, creer en su poder.

(Mateo 7: 24)= Cualquiera, pues, que oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.

(25) Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.

(26) Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; (27) y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.

(28) Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; (29) porque le enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.

Esta parábola de los constructores prudentes e insensatos, sirve como conclusión del Sermón del Monte, e ilustra la absoluta necesidad de cumplir la voluntad de Dios; esto es, con lo que Dios nos ha dicho que hagamos.

 El texto da un ejemplo de construcción directamente emparentado con un símbolo claro y preciso en la figura de Jesucristo. Él es la Roca, así lo dice la Palabra, y solamente una vida fundamentada en Él puede soportar cualquier inclemencia que no es precisamente climática, sino relacionada con alguna crisis.

Sólo una duda: ¿Qué con la Arena? ¿Por qué el modelo de la Arena, pese a que en otro texto se habla de la Tierra? Porque en el caso de la Tierra, lo que nos está diciendo, es que no podemos fundamentar nuestra casa, que es nuestra vida, en nuestra carnalidad, eso es el polvo de la Tierra.

Mientras que la Arena, que químicamente es una mezcla de pequeñas partículas de roca mezcladas con Tierra, implican la manía de tantos supuestos cristianos que intentan vivir una vida espiritual tomando una pequeña porción de Cristo y mezclándola con su carnalidad. No funciona.

 Porque Jesús, que estructuralmente no era nadie, tenía una autoridad que emanaba de su vida misma, no de los cargos eclesiásticos que tuviera. Por eso es que se maravillaban de su doctrina y no les parecía en absoluto similar a los clásicos religiosos de la época llamados escribas. Aquí es donde se inscribe y se escribe el Mandamiento Nº 23: Si nuestro fundamento no es Cristo, lo nuestro no es cristianismo.

(Mateo 8: 18)= Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó pasar al otro lado.

(19) Y vino un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.

(20) Jesús le dijo: Las zorras tienen guarida, y las aves del cielo nidos; más el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza.

(21) Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.

(22) Jesús le dijo: Sígueme, deja que los muertos entierren a sus muertos.

Lo primero que habrá que tener en cuenta aquí, es que quien se acerca ofreciéndose para seguirle, es un escriba, esto es: un religioso. Un hombre acostumbrado a obedecer a líderes preestablecidos sin más costo que el de su obsecuencia.

Jesús, en dos palabras, le deja en clara evidencia que su óptica para las cosas de Dios, tiene un derrotero totalmente diferente al de los sacerdotes, fariseos, conductores de la única iglesia organizada de ese tiempo.

La otra cosa para tener en cuenta es que, como toda persona acostumbrada a sacar ventajas de los estamentos considerados importantes, este escriba llegó a la presencia de Jesús váyase a saber mediante qué estratagemas, ya que en el primer verso se nos dice que al verse rodeado de mucha gente, (Quizás demasiada para el gusto por el perfil bajo que tenía Jesús) Él mandó pasar al otro lado. Y es a ese otro lado, no se sabe ni se dice mediante qué estrategia, que llega este religioso a ofrecer sus servicios.

Lo que Mateo está haciendo aquí, es relatar dos severas enseñanzas que ilustran la verdadera exigencia del también verdadero y genuino discipulado, que no es como muchos han pretendido enseñarnos, una simple cuestión de sujeción pastoral.

Ese principio, en todo caso, era el que traía en sus alforjas el escriba, pero Jesús le dejó bien en claro que la cosa iba mucho más allá. Porque es notorio que Jesús no tiene en cuenta en absoluto el fervor momentáneo, que casi siempre es mero producto de alguna clase de impacto emocional.

¿Nunca le ocurrió que en el marco de una buena reunión, con el fervor altamente desatado, el pastor hace un llamado, – por ejemplo -, para ir a trabajar con los enfermos de SIDA en un hospital y usted levanta la mano sin pensarlo dos veces y luego, cuando ya todo está consumado, empieza a sentir que se le fue la mano con su amor al servicio?

Lo de los muertos, mientras tanto, tiene que ver con una de las excusas más frecuentes en los hombres que de alguna manera intentan sacarle el cuerpo al servicio: sus obligaciones familiares. Por un lado, Jesús le está diciendo a este hombre con toda claridad que así tuviera que asistir al sepelio de su padre, ese no sería obstáculo para dejar de cumplir con la voluntad de Dios.

 Pero con la profundidad que siempre manifiesta el evangelio en todo su contexto, está en paralelo la otra visión, la que habla de que es menester que los creyentes se ocupen de las cosas espiritualmente vivas, y posterguen a un segundo plano todo aquello que provenga del sitio donde viven los espiritualmente muertos. He aquí, entonces, el Mandamiento Nº 24: Dejar que los muertos entierren a sus muertos.

(Mateo 9: 9)= Pasando Jesús de allí (Del sitio en el que había sanado a un paralítico), vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió.

Está bien; no tiene mayor incidencia teológica y ni siquiera espiritual como para convertirse en parte de la doctrina cristiana, pero por favor le pido que en un ejercicio de imaginación, trate de recrear la escena que se relata aquí para que halle, inmediatamente, un trasfondo espiritual de alto voltaje.

Un hombre importante, cobrador de impuestos, económicamente consolidado, sin más necesidades que las comunes de lo que hoy sería una clase media alta, y acostumbrado a ser obedecido antes que a obedecer él, que a lo sumo respondería ante uno o dos superiores.

 De pronto pasa a su lado un hombre vulgar, común, sin mayor importancia que la que podría tener alguien que está siendo seguido por alguna gente. Y sin mediar mayor conversación, sólo lo mira y le dice: Sígueme.

 No se lo pide por favor, ni trata de convencerlo de las bondades de seguirlo, ni tampoco le explica qué es lo que anda haciendo. Le da una orden concreta, específica y – le diría – hasta cortante, sin espacio para la réplica.

 Y si esto es altamente curioso, novedoso para la época y los protagonistas, lo que quiero dejarle como impacto espiritual – porque otra razón jamás le encontraremos -, es la inmediata reacción de Mateo: seguirlo sin dudar, sin protestar y sin preguntar nada.

Algo así como decir: “No sé de qué se trata esto, pero tengo la certeza que viene de parte de Dios y no puedo dudar ni dejar de obedecer.” Cuidado: Mateo no era un religioso, pero conocía al Dios de los hebreos.

(10) Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, (De Mateo), he aquí muchos publicanos y pecadores, que habían venido, (Pregunto: ¿Quién los invitó?) se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos. (He aquí algo que no siempre se tiene en cuenta a la hora de recrear este episodio: los discípulos no habían sido dejado de lado por Jesús, estaban con Él, sentados a la misma mesa, aunque – no caben dudas -, con un montón de prejuicios)

(11) Cuando vieron esto los fariseos, (¿Cómo es que los fariseos vieron esto? Porque estaban allí. ¿Y como es que estaban justamente allí? No por casualidad; seguían a corta distancia todas las cosas que Jesús hacía. Lejos de hacerlo para aprender, lo hacían parea ver si lo pescaban en alguna cosa apta como para acusarlo.), dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores? (Algo muy claro: los fariseos tenían muy en cuenta el no rozarse siquiera con gente con mal predicamento, pero no tenían la valentía de preguntárselo a Jesús)

(12) Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. (Esto, si bien es una parábola, deja entender que el hecho de ser pecador, incrédulo e impío es, en alguna medida, una enfermedad que puede y debe ser sanada.)

(13) Id, pues, y aprended lo que significa: misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.

No está escrita en este texto la primera de las tres palabras básicas que rodearon el ministerio terrenal de Jesús: Ven. Pero sí está en el versículo 9 la segunda, que es Sígueme, para concluir en este verso 13 con la última que, de alguna manera, es la habilitación divina para nuestro propio servicio: Id.

Usted mismo, seguramente, un día recibió el llamado de amor de Jesús cuando andaba, seguramente, en la tiniebla mugrienta de una vida en pecado y sin esperanzas. Fue inmediatamente cuando Él, consciente de todas sus dudas, pronunció a sus oídos y en exclusiva para usted, la segunda.

Mi pregunta, es: ¿Ya ha oído la tercera? Y si la ha oído, ¿Qué está esperando para obedecerla al igual que las demás? “Es que…hermano…mi pastor todavía no me autoriza a… ¡¡¡Basta!!! Para salir a contarle al mundo lo grandioso que Jesucristo ha hecho en nuestras vidas, no sólo no necesitamos la autorización de hombre alguno, sino que no existe una Biblia que diga que eso es así. ¡Ya tiene el mandato!

Al mantener contactos públicos con pecadores conocidos, Jesús desafió los convencionalismos sociales, en tanto demostraba su autoridad sobre las tradiciones humanas que desestimaban las leyes de Dios.

Por otra parte, Jesús se comparaba a sí mismo con un médico que concurre adonde más se lo necesita. Es tan absurdo que Jesús se rehúse a tratar con pecadores públicamente reconocidos, como que un médico se niegue a tratar a un enfermo, sea por la causa que sea. Sé perfectamente lo que está pensando usted en este momento.

 “¡Pero hermano! ¡Está lleno de malos médicos que, porque al enfermo le falta la identificación que lo acredita como socio de alguna obra social prepaga o alguna obra social que le cubra sus atenciones, directamente lo dejan abandonado a su suerte sin atenderlo!

 Sí señor, es cierto; los hay y, – lamentablemente -, en demasiada cantidad. Pero cuidado, también hay una enorme parte de la Iglesia que, con tal de mantener su prestigio social de entidad seria y responsable, colocan estratégicamente de porteros a personas con alguna clase de experiencia en fuerzas seculares de seguridad (Sólo faltan que estén armados), sin otra misión que no permitirle ingresar a los templos a: muchachos sucios, drogadictos, con el cabello cortado al estilo punk, con ropajes “heavy”, alcoholizados o con claros amaneramientos homosexuales, y a jóvenes mujeres con las mismas expresiones, a las que podría sumársele alguna ropa demasiado atrevida que delata su condición de trabajadora sexual callejera. En suma: pecadores.

Pregunto: ¿Si los pecadores ven prohibido sus ingresos a los templos que se dicen adoradores del Dios de todo amor, adonde se supone que vana  ir a intentar salir de su mugriento estado?

 Este texto que hemos leído, no sólo nos muestra que tal actitud por parte nuestra no está moralmente bien, sino que incluso, nos asegura que nos estamos manejando de un modo antibíblico, aunque queramos argumentarlo con fundamentos basados en esa moralidad declamada. Ellos están enfermos y buscan sanarse.

 Nosotros tenemos la representación oficial y legal del mejor médico del universo. ¿Y nos atreveremos a negarles la atención, sólo porque no tienen ninguna credencial que nos permita mostrarles a los vecinos para que no hablen mal de nosotros?

 A Jesús, es más que evidente, no le importó un rábano que los vecinos, (Que en este caso eran los líderes de la Iglesia), pensaran mal de Él. Él vino a hacer una tarea y no habría nadie que se lo pudiera impedir.

La respuesta de Jesús, finalmente, tiene que ver con la Palabra de Dios más antigua, la única que Jesús conocía, ya que a la restante la estaban escribiendo Él y sus discípulos. En Oseas 6:6 dice: …Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios (Que no es estudio intelectual y sistemático, sino Intimidad), más que holocaustos…

 No es el único. Miqueas 6: 6-8, consigna: …¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh, hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios…

¿Es necesario algo más para encontrar ese estilo de vida que nos identificará como “Cristianos”? Sí. Tener muy en cuenta lo que es el Mandamiento Nº 25: Misericordia quiero, y no Sacrificios.

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enero 1, 2015 Néstor Martínez