A Modo de Introducción
La primera vez que oí hablar de Melquisedec creí que se trataba del nombre de alguna de las tantas momias egipcias enterradas en las pirámides. Muy pronto supe que no, que era alguien muy poco conocido y difundido, pero importante a la hora de los grandes eventos de la Biblia.
La primera vez que oí un mensaje donde se lo mencionaba, fue de labios de un predicador internacional que, – Para variar – ilustraba a los concurrentes sobre el diezmo, asunto en el que la iglesia que lo había invitado tenía enormes dificultades.
Sin embargo, esta contingencia demasiado repetitiva en nuestras congregaciones, determinó que yo pudiera conocer lo poco que existe sobre este misterioso personaje que luego, sin yo darme cuenta siquiera, iba a marcar fuertemente mi vida ministerial.
Todo lo que supe de él, fue que era una especie de aparición fantasmagórica que se da de cara con Abraham, como quinientos años antes de aparecer la Ley. Y Abraham le dio los diezmos de todo lo que poseía, lo cual servía para enseñar que el diezmo es anterior a la ley y no patrimonio de ella.
Pero a mí la identificación con este individuo tan singular no me nació a partir de los diezmos y ofrendas. Nunca estuve al frente de una iglesia local, ejerciendo de una manera no bíblica, el ministerio del pastor, tal como se está haciendo hasta hoy, así que los diezmos y ofrendas no me quitaban el sueño. Yo los doy; pero no los pido, no los espero y mucho menos los exijo.
Esa especie de atracción inexplicable surgió a partir de lo que es de alguna manera el epicentro de la escasa información que la Biblia misma trae respecto al bueno de don Melquisedec: que era un don nadie, que no tenía genealogía, ni historia familiar, ni currículum, ni nada. Igual que yo.
Entonces quise saber más de él, conocerlo, tener absolutamente toda la información con la que se pudiera contar. Fue un fracaso. La Biblia lo menciona allí donde te dije y punto. Nada más. Pero yo aprendí que con lo que la Escritura publica de alguien, es más que suficiente por una simple razón: a eso, allí, lo puso Dios, y Él considera que es más que suficiente.
De todos modos me dediqué a buscar material sobre él y a tratar de unificarlo. Porque yo había armado muchos estudios donde se lo mencionaba de una u otra manera. Estudios que tenían que ver con la vida de la iglesia y con los errores que en ella hemos estado cometiendo.
Pero eran trabajos destinados a puntos específicos que no se abocaban a hablar de Melquisedec, sino de otra cosas donde él, por una u otra razón, estaba presente. Allí me di cuenta que, pese a la escasa información existente, este misterioso hombre era un puntal de la tipología espiritual relacionada con un tiempo de la iglesia que, precisamente, es este que estamos viviendo.
Curiosamente, a partir de lo escrito en el área de “Quienes Somos” de nuestra página Web, muchos sintieron seguramente la misma curiosidad que yo y comenzaron a escribirme pidiéndome datos sobre este personaje. Eso y mi propio interés, determinaron la búsqueda, el armado y la compaginación de este estudio que hoy te entrego para tu información, crecimiento y madurez en el Espíritu.
