Hay una verdad que no por transitada, deja de ser genuina: el reto del pueblo de Dios en cada época, ha sido y sigue siendo el de ser la luz en un mundo que a menudo está a oscuras o directamente ciego. ¿Puede una iglesia o una nación perder su luz? Esa luz y esa responsabilidad de preservarla será el tema del cual quiero hablar en este trabajo.
(Juan 1: 1) = En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
(Verso 4) = En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
(5) La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Juan el apóstol tenía esa luz, la compartió y fue desterrado a la isla de Patmos porque testificó de la divinidad de Jesucristo. Pero aún en Patmos, tuvo más revelación y una visión del Cristo resucitado y la luz que vio fue tan radiante que no la pudo soportar.
La visión de Juan es un mensaje del Revelador de la Luz a los poseedores de esa Luz; de Él quien es la Revelación para los portadores de la Revelación. El mensaje es este: Yo conozco tus obras. Sé lo fiel que eres en llevar la luz. Aquellos que vencieren los problemas asociados con la Luz recibirán grandes recompensas, pero los que descuiden mi palabra perderán su luz.
¿De cuánto valor es la comprensión espiritual? ¿Qué importancia tiene la verdad moral para una nación? ¿Cuán necesario es que la iglesia y las naciones conozcan a Dios en su realidad presente? ¿Cuán vital es tener una revelación fresca de su propósito?
¿Alguna vez te has encontrado en la más absoluta oscuridad? Lo dudo. En nuestro ambiente habitacional, ya sea ciudad, población o incluso zona rural, la oscuridad siempre está matizada por alguna luz lejana o cercana que, quieras o no, atenúa una sensación que sólo han vivido aquellos que han descendido a las profundidades de la tierra, en minas por ejemplo. Allí sí que oscuridad es eso: oscuridad.
¿Sabías que la oftalmología asegura que si una persona pasa tres días en la más absoluta y total oscuridad, puede perder su visión? Espiritualmente, la oscuridad hace que los hombres piadosos anhelen la luz; siempre ha sido así. Enoc sabía el valor de la luz y la siguió hasta que un día fue totalmente cambiado por ella: fue trasladado al cielo.
Noé lo sabía y eso lo mantuvo firme durante el diluvio. Abraham lo sabía y la luz lo llevó a buscar una ciudad cuyo arquitecto y constructor era Dios. José lo sabía y lo llevó de la casa de su padre a la prisión y después a ser gobernador de Egipto.
Moisés lo sabía cuándo vio la zarza arder y la escuchó hablar de la salvación de millones de sus compatriotas. Jesús lo sabía. Vino a un planeta en tinieblas para iluminarlo con el resplandor celestial. La revelación de Dios es el fuego en la lámpara.
Sin ella, el pueblo se sume en la oscuridad, rodeado de peligros, en un sendero torcido, resbaloso e inexplorado; una compañía de insensatos vociferando y probándolo todo. Por eso es que Proverbios 14:12 dice: Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.
¿Por qué nos congregamos como pueblo de Dios? ¿Será para escapar de la hostilidad del mundo? No, no somos escapistas. La razón es porque hemos visto una luz, el amor y la naturaleza de Dios. Hemos visto una visión y hemos llegado al Señor, la Luz del mundo. Tenemos ansias de estar en una atmósfera donde la luz brilla y la gloria de Dios es revelada.
Es como dice el profeta Isaías en 60: 2-3: Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; más sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento.
Dios nos llamó de las tinieblas a su luz admirable, de manera que podemos ver con discernimiento este mundo. Lo vemos a Él, a su creación y uno al otro en la luz de su propósito. Y también podemos ver lo que el mundo ve, y eso nos sirve para tener misericordia por ellos, la misma que un día, Dios tuvo contigo. Por eso estás allí oyéndome.
Dios nos ha hablado muchas veces y de diversas maneras. Es evidente que desea revelarse a los que tienen el deseo de conocerlo, porque con frecuencia y de todos modos ha tomado la iniciativa. Hebreos 1:1 dice cuál fue la manera más definitiva de su revelación: Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo – En muchos fragmentos, y de muchas maneras-, a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado en su Hijo.
Romanos 1 dice que todos los hombres están sin excusa aún sin la revelación del Hijo en lo que respecta al conocimiento de Dios, porque la creación misma revela a Dios. Cualquiera que tenga deseos de conocerlo puede comenzar a hacerlo por la creación.
(Romanos 1: 18) = Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; (19) porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó.
(20) Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.
(Verso 25) = Ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
Antes del comienzo, Dios ya estaba allí para crear todo lo que existe. La creación no sucedió por accidente; fue planeada y creada sistemáticamente por un Ser Soberano que llamamos Dios. Cuando más aprendemos de la creación, tanto más conocemos al Creador.
El Salmo 19:1 dice: Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Siendo eso cierto, es obvio que nuestro Dios es infinitamente sabio y poderoso. Es soberano e inescrutable. La expansión de su dominio no se puede descubrir ni con el telescopio más potente.
Los más recientes construidos sólo revelan más estrellas y nuevos horizontes. Si nos volvemos de lo masivo a lo minúsculo, quedan todavía una infinidad de secretos por descubrir en las moléculas y los átomos. Los universos dentro de nuestro mundo son tan insondables como los que están afuera.
Hemos descubierto que las galaxias que están formadas por billones de estrellas tienden a agruparse en súper-galaxias y que éstas pueden constar de unas pocas hasta varios miles de galaxias en el grupo, con cien billones de estrellas por galaxia.
Las galaxias dentro de un grupo pudieran estar a sólo ciento cincuenta mil años luz de distancia. Un año luz es la distancia que viaja la luz en un año a una velocidad de trescientos mil kilómetros por segundo. Si mis cálculos son correctos, la luz puede recorrer dieciocho millones de kilómetros por minuto. Para conocer el espacio recorrido por la luz en un año, puse los números correspondientes en una calculadora y esta respondió: ¡Tonterías! ¡Eso es imposible!
El espacio es tan inmenso que los astrónomos agrupan las galaxias dentro de esas distancias. Las súper-galaxias pudieran tener ciento cincuenta millones de años luz de distancia entre sí. Algún día vamos a descubrir que estábamos viviendo dentro una minúscula molécula de algo gigantesco.
Pablo dice con respecto al testimonio de la creación de Dios que cuando los hombres que se dicen sabios ignoran al Dios de la creación, caen en la oscuridad y en la decadencia social. Se vuelven insensatos y centran todo en la humanidad. Cuando la humanidad es exaltada se cae víctima de prácticas depravadas, de homosexualidad y de todo tipo de violencia.
¿Cómo pueden personas tan educadas cometer tantos homicidios, la mayoría dentro de la familia? ¿Cómo pueden ingerir tantas drogas y licor y tener tantos desórdenes mentales y verse ahora paralizados por pequeñas bandas de terroristas?
Simple: porque la Creación no funciona sin el Creador. La creación no es un campo de recreo para tontos, ni una mina de diamantes para el vanidoso, ni un pozo de petróleo para los rebeldes. La creación es la revelación del Dios Todopoderoso y está irritada. Gime por ser liberada de las manos chapuceras de los que están ciegos a la gloria de Dios.
Espera a los hijos de Dios para que la gobiernen en representación de Dios, que la aprecien como obra y la gloria de Dios. La creación no es el producto de la ciencia, ni de la filosofía, ni de la tecnología o de la religión. Es del Señor a quien revela y Él la redimirá.
Dios nos ha hablado también por medio de la ley. Vivimos en un día en que la iglesia y la nación se han acostumbrado a desechar cualquier edicto que les niegue su gratificación personal. LA ley es una declaración que emana de Dios y lo describe.
Éxodo 19 y 20 y Deuteronomio 4 y 5 hacen numerosas menciones sobre la importancia de la ley como el reflejo de la naturaleza de Dios. En verdad, la Biblia está llena de referencias como estas. Dios le dice a Israel que si obedece la ley recibirá su herencia; que aceptar la ley es una bendición única para ellos y un reflejo del favor especial de Dios; que la ley los preservará como nación y así lo ha hecho durante tres mil cuatrocientos años.
La ley también nos dice que Dios es celoso: detesta los ídolos, no tolera el uso en vano de Su nombre y requiere que el hombre trabaje productivamente durante seis días y descanse uno. Ordena que los padres sean honrados, que la vida sea respetada, que el matrimonio sea defendido, y que el hurto, la mentira y la codicia sean prohibidos.
La ley no es sólo una declaración que viene de Dios, sino que además nos dice cómo es en verdad Él y lo que realmente espera de los que portan su luz. Jesús no vino para bajar el dechado de la ley. Por cierto que lo subió aún más. Por eso este texto que quizás leímos muchas veces y no siempre entendimos.
(Mateo 5: 17) = No penséis que he venido par abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.
(18) Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.
(19) De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; más cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.
(20) Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Ninguna nación o iglesia puede ignorar la ley y mantener su luz. El que camina entre los candeleros sabe si atesoramos la luz. Está atento a los que temen su nombre, lo adoran como Creador y guardan sus mandamientos. Él ha escrito sus nombres en su libro.
Dios también nos ha hablado por intermedio de sus profetas, hombres escogidos y sensibles a su voz, que vieron visiones y oyeron verdades de Dios que llevaron la luz a pueblos que de otra manera hubieran perecido en la oscuridad. Estos hombres fueron y son llamados para hablar lo que está en el corazón de Dios.
Elías, Jeremías, Eliseo y Daniel son esta clase de hombres. Isaías, por ejemplo, vio atrás desde antes del principio y adelante hasta el fin de este siglo, pero como los otros profetas, fue rechazado por Israel. Jesús se refirió al rechazo y al odio de Israel por los profetas de Dios en la parábola de los viñadores malvados en Lucas 20:9-16.
También en la parábola del hombre rico y Lázaro, Jesús vuelve a citarlo. Lázaro, el pobre, fue llevado al seno de Abraham y el rico cayó en el hades. Desde allí vio a Lázaro y a Abraham y gritó para que enviaran a Lázaro a refrescar su lengua con la punta de su dedo mojado en agua.
Pero Abraham le dijo que no se podía, porque había un gran abismo que los separaba y nadie podía cruzarlo. “Mándalo a mis cinco hermanos”, le rogó el rico, “para que no vengan a este lugar. Ellos oirán a uno que ha vuelto de la muerte.”
Entonces Abraham respondió: “Ellos tienen a Moisés y a los profetas. Si no los escuchan a ellos, tampoco se persuadirán si alguno se levantara de entre los muertos.” La parábola se probó en la misma Jerusalén que mató a Jesús y lo rechazó aunque resucitó.
Dios les da gran importancia a sus profetas. Si los recibimos, lo recibimos a Él. Las iglesias de nuestra generación quieren el brillo y no a los profetas. Así que son muy pulidos, pero nada proféticos. Oremos para que Dios levante los dones proféticos entre nosotros, para que podamos ser un mensaje de Dios para nuestra generación.
La expresividad de Dios está grabada en la infinitamente elaborada creación. Su profundidad se revela en la declaración de su ley que ha permanecido sin enmiendas por tres mil cuatrocientos años. El poder de sus pronunciamientos fue promulgado por hombres santos de antaño, moviendo naciones, cambiando la historia y ejecutando hazañas milagrosas por la palabra que salía de sus bocas. Pero la declaración suprema de Dios, su pronunciamiento más elocuente dentro del tiempo y en la eternidad es Jesucristo, el Verbo de Dios.
Cuando vemos afuera, vemos la creación. Cuando vemos a Jesús, vemos al Creador. Cuando enfocamos el Éxodo y Deuteronomio vemos la ley, pero cuando vemos a Jesús, vemos al dador de la ley. Conocer a Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel, es conocer a los profetas, pero cuando conocemos a Jesús, tenemos la fuente y el cumplimiento de toda la profecía. Él es el heredero de todas las cosas, el fulgor y representación exacta de Dios, el sustentador y redentor de todas las cosas.
Colosenses agrega que Él es el centro de nuestro universo social y que nuestro propósito es conocerlo y agradarlo. Él es la fuente de nuestra fuerza y quien nos ha otorgado el derecho de participar en su herencia. Él es nuestro libertador de las tinieblas y el perdonador de nuestro pecado; la imagen de Dios; el primogénito de una nueva raza; la cabeza de la iglesia y está preeminente en todas las cosas. Él es la plenitud de Dios manifestado; el reconciliador; el pacificador y en Él están ocultos todos los tesoros de Dios.
Si Dios nos hace responsables por la palabra de ángeles, de la ley y los profetas, ¿Cómo escaparemos si nos negamos a oír a Jesús? La creación es una pintura y Jesús es el artista. La ley es un libro y Jesús es su autor. Los profetas son siervos; Jesús es el Rey de reyes.
Algunas encuestas realizadas en países de indiscutible importancia a nivel mundial, han revelado que la participación o protagonismo de la iglesia cristiana en las cuestiones de relieve de esos países, es escasa o directamente nula. Pareciera que los hombres quieren mantener a Dios y a sus ministros apartados de tomar parte4 de algo significativo. ¿Será que Dios está retirando la luz?
Jesucristo dice a las naciones que él conoce sus obras y si pueden que oigan lo que el Espíritu está diciendo: “Arrepiéntanse del humanismo secular y religioso. Arrepiéntanse del orgullo. Regresen a la ley de Dios o les quitaré su tenue luz”.
A la iglesia le dice: “Conozco tus obras. Si puedes oír escucha lo que el Espíritu dice: Arrepiéntanse. Apártense de las corrientes seculares. Humíllense. Reconozcan nuevamente a Dios como Creador. Acepten y guarden su ley. Escuchen a los profetas.
Sírvanme sin que les de vergüenza. Profeticen a las naciones que el día de las tinieblas está cerca y una gran oscuridad las cubrirá. Declaren que nuestro Dios reina y su gloria caerá sobre su pueblo y que los reyes vendrán a su luz. Digan a los que vencieren e hicieren mi voluntad hasta el fin que yo les daré autoridad sobre las naciones.”
Estas son las cosas que Dios está diciendo a su iglesia. ¿Qué te está diciendo a ti? Escúchalo en este mismo instante porque Él es la luz de tu vida. En el día que se avecina, el Sol de Justicia nacerá y en sus alas traerá salvación y la luz vendrá sobre los que aman la luz. Y las tinieblas caerán sobre los que la rechazan y caminarán en la oscuridad y se tropezarán en su necedad. Ellos mismos construirán su propia horca y serán sus propios verdugos.
