Te acordarás que cuando Gedeón fue a tomar la tierra y a liberarla de los madianitas, primero se habían juntado una gran cantidad de ejércitos, pero Dios los redujo a tan sólo trescientos, que tenían ciertas características. Y una de las cosas que dios le dijo a Gedeón, es que nadie que tuviese miedo, podía ser parte del ejército, porque ese miedo contagiaba a los otros soldados.
Entonces, una de las cosas más importantes que tenemos que tratar como soldados de Jesucristo, es nuestro temor. Y la palabra dice que el Señor venció la muerte, para por medio de su propia muerte, vencer al que tenía el imperio de la muerte, y que tenía sujetos a todos los que por el temor a la muerte, habían caído a servidumbre de ese sentimiento.
Cuando hablamos del temor de la muerte, no solamente hablamos del temor a morirte. La muerte es todo un imperio. La muerte es toda un serie de cosas, y el diablo maneja el temor para intimidarnos, para limitarnos, para detenernos, para que no podamos avanzar, y es una de las estrategias más importantes del diablo, el usar todo tipo de temores.
Temores financieros. No te das una idea de la cantidad de gente cristiana que tiene alto grado de temor por lo que su futuro laboral le tenga preparado. Uno de los temores más clásicos y hasta tradicionales en estos territorios latinoamericanos, es al de quedarse sin trabajo y vivir en la incertidumbre de cómo serán sustentados. Debo decirte que todos estos temores, provienen del imperio de la muerte.
Y Jesús vino, por medio de la cruz del calvario, a vencer al que tenía el imperio de la muerte. Porque nosotros, los hijos de Dios, no podemos ser controlados por el temor. El temor es una fuerza terrible, es una fuerza que paraliza el alma, es una fuerza que te va a hacer tomar todo tipo de decisiones equivocadas. Entonces, tenemos que saber que esta es una estrategia del diablo.
(1 Juan 4: 7) = Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.
(8) El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.
(9) En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.
(10) En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
(11) Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.
(12) Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.
(13) En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu.
(14) Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.
(15) Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.
(16) Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.
(17) En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo.
(18) En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.
(19) Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.
Nota que aquí estamos viendo algo muy importante, que de alguna manera es la contraparte y lo que al mismo tiempo, nos lleva a vencer el temor. Y ese algo, es el conocimiento del amor de Dios. Conocer el amor de Dios y amarnos los unos a los otros, no es una opción más, es la esencia del evangelio. El que no ama a su hermano, no conoce a Dios.
Si alguno dice que conoce a Dios, pero por distintas razones se la pasa persiguiendo fieramente a los hermanos, deberé pedirle disculpas, pero tendré que decirle que de ninguna manera conoce a Dios, y es más, creo que incluso necesita salvación. Porque el Reino de Dios, necesariamente, se manifiesta en el amor de los unos por los otros.
Veamos: mientras más miedos tenemos, más estamos enfocados en nosotros mismos, más control personal tratamos de tener de todas las cosas. Es decir: yo temo, porque me estoy protegiendo a mí mismo. Cuando mi vida se transforma de ser egocéntrica, de estar pensando solamente en mí, en mis necesidades, en lo que a mí me afecta, en lo que a mí me puede pasar, es decir, todo lo mío: mis propiedades, mis cosas, y me enfoco a los demás, entonces es cuando empiezo a perder el temor.
Porque ya no me tengo que proteger yo mismo. Al estar yo amando, mi enfoque está en el dar, en ver qué puedo hacer por los demás. Y cuando dice aquí que el perfecto amor echa fuera el temor, esto es algo sumamente importante. Míralo así; imagínate que se produce un hecho imprevisto del tipo catástrofe y estás viendo a gente, incluso niños, corriendo riesgo de vida. ¿Vas a ponerte a pensar en los riesgos de echarle una mano y salvarlos? El perfecto amor, echa fuera el temor.
Lo que quiero decir es que, cuando dejamos de considerar riesgos propios, para ponernos a pensar en las necesidades ajenas, es cuando empezamos a crecer. La palabra te lo dice, cuando consigna que en esto se perfecciona el amor, en que demos la vida por los demás. Lo que quiero decirte es que el temor se va, indefectiblemente, cuando hacemos algo por los demás.
Y esta es la esencia de la guerra espiritual. La guerra espiritual no es el afán de irme a agarrarme a trompadas, a puñetazos con los demonios. Escucha; si tienes esa mentalidad, es probable que el diablo te haga alguna cosquilla que te va a doler. Porque lo único que vence al diablo, es el amor. El diablo no puede contra el amor. El amor vence todas las cosas.
Y si no, pregúntale a cualquier satanista que conozcas, qué les pasa cuando se enfrentan con alguien que tiene amor. ¿Sabes qué? Hay una sola fuente de amor y es Dios; el diablo no produce amor. La carne no produce amor. La única fuente de la que fluye el amor, es Dios. Y los que conocen más que yo de esto, dicen que hasta un inconverso puede ser imbatible ante el diablo si manifiesta amor. Porque al hacerlo, está manifestando algo que le pertenece a la naturaleza de Dios.
Y, por el contrario partida, y todos lo sabemos, hay mucho cristiano que no ama. Entonces el diablo lo golpea, y le roba, porque están enfocados en sí mismos. El cartón del blanco en el que los demonios se entretienen haciendo puntería, es el que tiene dos letras gigantes, dice. YO.
De hecho, el propósito central de la guerra espiritual, no es derrotar al diablo, es arrebatarle las almas para Dios. El propósito de la guerra espiritual, no es tener un gran enfrentamiento, sino salvar a la gente. Y esto conlleva a un gran amor. Porque entrar en las esferas peligrosas, es manifestar el perfecto amor. El amor es el poder más grande del universo.
Y será necesario para la guerra, porque la guerra sigue siendo guerra. No es ni cantar ni hacer fiesta, como tantas veces hemos visto. Puede haber eso en un momento de celebración de alguna victoria, pero la guerra es guerra y en algún momento puedes llevarte un golpe. De hecho, muchos que habían llegado atraídos por ese evangelio “light” que sólo preanunciaba goce y alegría, al sufrir ese golpe, se han amedrentado y se han alejado. ¿Motivo? Estaban haciendo guerra espiritual, pero por el motivo equivocado.
Querían ser los héroes de la congregación. Querían ser los grandes guerreros y deslumbrar a las hermanitas jóvenes. Demasiado ego para salir ileso en ese tipo de confrontaciones. Sin embargo, cuando estás por allá abajo sufriendo la cruz porque el diablo te golpea, hay una sola fuerza capaz de levantarte. Y esa fuerza es el amor de Cristo. Y entonces, sea lo que sea que estés viviendo, lo miras a Satanás y le gritas: ¡A mí no me detienes con esto!
Pero, sólo puedes decirle eso si estás seguro que nada en este mundo es tu tesoro ni tu riqueza. Que mucho más de todo lo que eres y todo lo que posees, es el amor que tú tienes por las almas perdidas. Y te dispones a arrebatárselas del fuego del infierno venga lo que venga y pase lo que pase. Y él lo sabe a eso, y tiene que someterse sí o sí.
Y es ese amor el que va a levantarte, aun en medio de cualquier clase de sufrimiento o dolor que estés pasando, porque el perfecto amor, echa fuera todo temor. Y así es como que sabes, que sabes, que sabes, que el que está permaneciendo en el amor, tiene el golpe final. Y al final verás la victoria, y verás los avivamientos. Y sabemos que muchos de los avivamientos de Latinoamérica y de muchas partes del mundo han sido posibles, porque hombres valientes entraron a arrebatar y a derribar los tronos del infierno.
Y el que ha tenido experiencias fuertes que le han permitido ir mucho más allá de un culto de domingo, y han logrado meterse en el corazón mismo de Dios y tener contacto con esa clase de amor, jamás vuelve a ser la misma persona. Viene y quiere que ese amor se desparrame por todo el planeta. Porque convengamos que la iglesia, tal como la conocemos, es simpática y amable en cuanto a los unos con los otros, pero todavía mucho lamento que no ha entendido la calidad de ese amor que da la vida hasta la muerte.
Creo que tampoco ha entendido al verdadero amor que vence todas las cosas. Y te doy un ejemplo: si ves que alguien corre un peligro inminente, ya sea en la calle, en un trabajo de altura o algo parecido, y te angustias por lo que pudiera pasarle a esa persona, tú estás siendo víctima y prisionero del temor, y mientras te sientas así, no podrás llevar la Palabra del Señor a las naciones, no estás habilitado.
¿Y cuál es la salida, entonces? No tener temor bajo ninguna circunstancia. Aun cuando no sepas lo que va a hacer el Señor en tal o cual situación, tú no vas a temer y vas a confiar en que, haga lo que haga Él, suceda lo que suceda, Dios sigue estando en control de todo y tú no debes ni puedes tener temor. Porque en la mayor cantidad de casos, a lo que más teme el hombre, es a perder totalmente el control de las cosas.
Cuando el hombre o la mujer sienten que no tienen control de una situación y que sí o sí deberán dejarla en manos del Dios en el que dicen creer y confiar, allí es donde el miedo los toma de tal manera que puede llegar incluso a paralizarlos y dejarlos absolutamente vulnerables a lo que Satanás quiera hacer con ellos.
De allí es donde extraeremos una verdad simple y sin aspavientos ni espectacularidades: la única forma de vencer al miedo, es confiando totalmente en Él. Claro está que, para confiar totalmente en Él, debes dar pasos enfrentando tus temores. Escucha: el temor no se vence porque alguien te ponga la mano encima, tampoco porque alguien te predique unas cuantas verdades. El temor se vence porque te atreves a enfrentarlo.
Porque te atreves a plantarte en el amor de Dios y entrar al territorio que más temor te produce. Estoy hablando de tu alma. Y presta atención, porque existe una gran diferencia entre vencer al miedo y solamente sobreponerse al miedo. Si tienes que quitarte algo que posees para dárselo a alguien que lo necesita, ¿Por qué vas a tener miedo que luego te falte? ¿No está el Dios de todo poder detrás de esa decisión?
¿Puede alguien que se diga creyente, suponer que va a servir a Dios y Dios no lo va a respaldar en todo lo que necesite? Si un lirio tiene una belleza que ni aún Salomón tuvo, ¿Cómo no va a prevalecer el Reino de Dios y su justicia? Si Él alimenta todas las aves del campo y todo el ecosistema sin ninguna ayuda humana, ¿Cómo no alimentará y sostendrá a quien le sirva?
Lo que sucede es que estamos tan llenos de mentiras y de sistemas, de temores, simplemente porque no lo conocemos a Él como debemos conocerlo. Escucha: si estás en servicio y Dios te pide algo, ¿Vas a pensar que si se lo das, luego Él desaparecerá de tu vida? El que no ama, no conoce a Dios. Y el perfecto amor, echa fuera todo temor. Cualquier otra cosa, tú lo sabes, es Babilonia.
(Apocalipsis 17: 1) = Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas; (2) con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación.
(Verso 4) = Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; (5) y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.
Aquí estamos viendo como Babilonia es un sistema religioso y también de fornicación espiritual. Aquí ves cómo los reyes de la tierra han bebido del vino del furor de su fornicación, de la inmundicia de sus fornicaciones. Ella es ramera, ella es fornicaria. Ella viene y corrompe con un sistema religioso, con un sistema de hombre.
Y cuando hablamos de fornicación espiritual, el libro de Apocalipsis también nos habla acerca de estas fornicaciones, y de cómo Jezabel es una fornicaria que enseña a los hijos de Dios a fornicar. Y la fornicación espiritual tiene que ver con la idolatría. La fornicación espiritual es lo que se hace en muchas iglesias que pretenden abaratar el costo real del evangelio, un evangelio, si tú quieres llamarlo así, que no se tenga necesidad de pasar por la cruz.
Un evangelio que permita que se llenen los templos, que es lo que verdaderamente interesa. En suma, lo que se propone es un evangelio en donde la gente pueda sentir el goce y el calor de una relación, pero sin el compromiso de contraer un matrimonio. Sentir el impacto del Espíritu Santo y sus experiencias agradables, pero sin contraer ningún compromiso, eso se llama fornicación espiritual.
Y la reina de las rameras, dice que enseña a fornicar. El sistema religioso babilónico es ese, y nos guste reconocerlo o no, todos venimos de Babilonia. Se llame como se llame el lugar en donde hayas comenzado, las tradiciones y las costumbres religiosas, convierten a ese lugar en Babilonia. Y de allí vienes tú, yo y el noventa y cinco por ciento de los cristianos de hoy.
Y la Palabra, sin prestar demasiada atención respecto a si es uno u otro lugar, lo que dice abiertamente, es: ¡Salid de ella, pueblo mío! A ver: ¿A quién te parece que le está hablando, al impío o a su pueblo? Entonces, dice que salga de allí, pueblo mío. Y eso, si yo no leo mal, significa que el pueblo de Él está ¿En dónde? En Babilonia.
Porque no te dice que vayas a anunciarles a las naciones que salgan de Babilonia, te dice que salgas de ella a ti, que eres pueblo suyo. Babilonia, reitero, es un sistema religioso que está arraigado en la fornicación espiritual. Sin ir muy lejos, alguna vez hemos hablado del querubín protector del rechazo. Y cómo el rechazo original, va a ir formando murallas edificadas por este querubín protector, siendo muchas de ellas, murallas religiosas.
Porque es mucho más fácil ser religioso, que ser creyente en el espíritu. No te cortes el cabello, no te pongas pantalones, no te pintes, no… ¿Y el espíritu? Babilonia se opone a que le demos le prioridad al Espíritu Santo, porque sabe que con un solo movimiento, el Espíritu la deja fuera de combate. Porque Babilonia está edificada desde el mismo cimiento del rechazo original, y es fornicaria por naturaleza.
(Romanos 1: 21) = Pues habiendo conocido a Dios, (Escucha: ¿Está hablando de los que nunca conocieron a Dios o de los que sí lo han conocido?) no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, (Aquí está Babilonia, aquí está el sistema religioso) y su necio corazón fue entenebrecido.
(22 Profesando ser sabios, se hicieron necios, (23) y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
El hombre, por naturaleza, es religioso. El hombre, por naturaleza, es babilónico. El hombre, por naturaleza, quiere adorar lo que puede tocar. Entonces, como no puede tocar al mundo invisible, entonces decide adorar lo que tiene más cerca cada día, al pastor, por ejemplo. Y es un error, de acuerdo, pero que se agrava y mucho cuando ese pastor, permite que alguien le prodigue una adoración que sólo le pertenece a Dios.
A la idolatría la llevamos encarnada. Y es tiempo de tomar un hacha y comenzar a derribar un árbol que no sólo ha corrompido tu ciudad, o tu provincia, sino que incluso puede haber llegado a corromper tu país completo, conjuntamente con todas las naciones de la tierra a las que ha podido conmover. Y es a eso a lo que viene el Reino de Dios, a darle con el hacha a ese árbol. Y recién una vez que ese árbol se derrumbe, es que podremos entrar a la plenitud de la gracia que nos lleva de gloria en gloria.
(Isaías 57: 3) = Mas vosotros llegaos acá, hijos de la hechicera, generación del adúltero y de la fornicaria.
(4) ¿De quién os habéis burlado? ¿Contra quién ensanchasteis la boca, y alargasteis la lengua? ¿No sois vosotros hijos rebeldes, generación mentirosa, (5) que os enfervorizáis con los ídolos debajo de todo árbol frondoso, que sacrificáis los hijos en los valles, debajo de los peñascos?
(6) En las piedras lisas del valle está tu parte; ellas, ellas son tu suerte; y a ellas derramaste libación, y ofreciste presente. ¿No habré de castigar estas cosas?
Generación del adúltero, hijo de la hechicera y de la fornicaria. Dios le está hablando a siglos de generaciones latinoamericanas, que provenimos de culturas tremendamente derramadoras de sangre, fornicarias, hijos de la hechicera, hijos del adúltero, porque es abominable para quienes viven en el espíritu, ver las aberraciones de la idolatría que suceden en nuestros países de Latinoamérica. En algunos más, en otros menos, pero en todos algo.
Esto tiene que detenerse. Y nosotros somos una generación que se ha levantado como un dique, como una presa que detiene toda una maldición de siglos que viene trayendo toda una generación de adúlteros, de hechiceros. Y es esta la generación llamada a ponerle freno a eso y a decir que ya está, que hasta aquí llegaron, que ahora viene otro tiempo y bajo otros parámetros.
Y fíjate, que muchos de ustedes que hoy me están escuchando, quizás sean los primeros de su generación que se levantaron en contra de todas estas cosas, y detrás de ustedes viene toda una línea familiar de terrible idolatría, de hechicerías, de fornicaciones.
(Oseas 4: 12) = Mi pueblo a su ídolo de madera pregunta, y el leño le responde; porque espíritu de fornicaciones lo hizo errar, y dejaron a su Dios para fornicar.
Quiero que ahora compares esto con lo que leímos hace un momento en Romanos 1. Habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, sino que siguieron sus razonamientos. Y aquí vemos a un espíritu que se llama espíritu de Fornicaciones, la Gran Ramera, la Babilonia, el sistema religioso es un sistema de fornicaciones. Y dice que el espíritu de fornicación los hizo errar y dejaron a su Dios para fornicar.
(13) Sobre las cimas de los montes sacrificaron, e incensaron sobre los collados, debajo de las encinas, álamos y olmos que tuviesen buena sombra; por tanto, vuestras hijas fornicarán, y adulterarán vuestras nueras.
(14) No castigaré a vuestras hijas cuando forniquen, ni a vuestras nueras cuando adulteren; porque ellos mismos se van con rameras, y con malas mujeres sacrifican; por tanto, el pueblo sin entendimiento caerá.
Aquí vemos que espíritus de fornicaciones los hicieron errar. Y que conste que estamos viendo un panorama de siglos, estamos viendo a un continente entregado a la idolatría, entregado a la hechicería, en la mayor parte de nuestros pueblos. ¿Por qué crees que abundan las drogas? La palabra droga, te recuerdo, es la palabra pharmakeia, y la palabra pharmakeia, es hechicería. ¿Usted me quiere decir que la droga sobreabunda en nuestros países por causa de la idolatría? Ni lo dudes. ¡Claro que es por eso!
Nadie tiene dudas en este pleno siglo veintiuno que estamos transitando, que existe una tremenda debacle moral de la gente. Las filas de lo que hoy llamamos la iglesia cristiana, están llenas de fornicación, a esto lo ignoran sólo los que deciden no querer verlo. ¡Hasta púlpitos están fornicando, y no sólo con sus testimonios de vida, sino con sus palabras, con sus doctrinas!
De hecho, esto que decimos no implica ninguna condenación para nadie. La Palabra dice que Él vino a restaurar el orden. Hay cosas que tenemos que hablarlas porque tienen que ser restauradas en la iglesia. Hay cosas que necesitan que un hacha las corte y las desguace. Tiene que haber un límite. Dios tiene un límite en su paciencia. La Biblia entera te muestra que es así.
No podemos seguir poniéndole un barniz de piedad a la iglesia. O somos transformadores, o somos gente genuina, o somos gente del Espíritu. ¿Por qué seguimos haciéndonos los distraídos y mirando para otro lado cuando algo corrupto nos pasa cerca? ¿A quién queremos engañar? ¿Crees de verdad que puedes engañar a Dios?
Porque al mundo no lo vas a engañar. El mundo sabe perfectamente las cosas que estás haciendo. Tus hijos, tu familia sabe perfectamente las cosas que estás haciendo. Tus amigos saben perfectamente en las cosas que andas o no andas. ¿A quién queremos engañar con el discurso de que somos del Dios Altísimo? En realidad, ¿Somos o nos hacemos?
Viniste a este sitio a buscar palabra. Y la palabra, hoy, es que el cielo está hasta la coronilla de lo que está viendo. Como lo estuvo en la época de Sodoma y Gomorra. Está hasta la coronilla de la inmoralidad de las naciones y de la inmoralidad de lo que hoy se llama iglesia.
El espíritu de fornicación los hizo errar. Por eso las hijas se van y fornican, por eso las nueras se van y fornican, los hombres se van tras las prostitutas, y otros hombres se van tras otros hombres como ellos, y otras mujeres se van con mujeres como ellas.
Venimos arrastrando una maldición milenaria, que tenemos que solucionar como iglesia. Cuando Abraham lloraba ante Dios y le pedía que no destruyera la ciudad. ¡Si hubiera cincuenta justos! No los hay. ¿Veinte? Tampoco. ¿Diez? Menos. Lo siento, Abraham, dijo Dios; tengo que destruir la ciudad. Y fíjate que Dios no estaba buscando intercesores. Abraham no dijo: ¡Si hubiere diez intercesores! ¡Si hubiere veinte pastores! Un justo puede detener la destrucción de una ciudad, por el simple hecho de estar unido a la santidad de Dios.
Porque la justicia y la santidad, valen más que las muchas obras religiosas. Y hay mucha gente religiosa con el dedo señalador que, lejos de conocer a Dios, su corazón se ha ido entenebreciendo por causa de lo que está en la tierra. Porque el espíritu de fornicación, está por todos lados, tratando de hacer errar a la gente.
(Romanos 1: 24) = Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, (25) ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
(26) Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, (27) y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.
(28) Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen;
¿Cuántas cosas, hoy, en estos tiempos, hace la iglesia sin tener en cuenta a Dios? Terminamos de leer que dice: deshonrando sus propios cuerpos. De hecho, deshonrar sus propios cuerpos tiene que ver con fornicación, con inmoralidad, puntos que en lo espiritual, lo dice la palabra, corrompen el alma y la llenan de tinieblas.
Y entonces dice: deshonraron sus propios cuerpos. Veamos el cuerpo humano. ¿Cómo podríamos deshonrar un cuerpo humano? No teniendo en cuenta a Dios. Empezaron a tratar a sus propios cuerpos de cualquier manera. Empezaron a meterse en el cuerpo cualquier cosa. Nunca le preguntaron a Dios si eso era bueno para sus cuerpos, o no. Y allí empezaron los desarreglos de las malas comidas, las bebidas, porque lo importante, en muchos sectores sociales, parecería ser llenar el estómago y se acabó. Con lo que sea.
Quien haga esto, pregunto: ¿Estará deshonrando su propio cuerpo, sin tomar en cuenta a Dios? Hay muchas cosas de las que Dios nos quiere alertar. Por ejemplo, el excesivo cuidado por lo estético. Hay lugares que son verdaderos centros, emporios de las cirugías plásticas reconstituyentes, así se las denominan.
Satanás, era el arcángel de la belleza. Y al perder su status de belleza, y al poner Dios una enemistad entre él y la mujer, Satanás pasa a odiar la belleza de la mujer. Entonces, una de las cosas que hace el diablo, es corromper la belleza de la mujer, para volverla un instrumento sexual para el hombre. Y millones de mujeres aceptan un dicho popular que es moda en varios de nuestros países, y que dice: “No hay mujeres feas, sólo maridos pobres”.
Y todos ríen casi alegremente cuando escuchan esto, porque no han entendido el sacrificio de sangre que existe cuando miles de mujeres se entregan al bisturí, en la búsqueda de elementos físicos que les permitan ser más seductoras. Y maridos que envían a sus mujeres, y las entregan a ese altar. Porque es un altar de sangre, y hay un principado que se llama Lilith, y que corrompe la imagen de la mujer.
Es un principado de una mujer voluptuosa, muy bella, de impactantes formas, cuya misión es la seducción, unida con Jezabel, y demanda sangre. Y hasta llegan a decir dentro de nuestros ambientes, muchas mujeres, que se hacen cirugías de mejoramiento físico, porque hay mucha competencia dentro de la iglesia. ¡Esposas de pastores andan en eso!
No entienden que estamos hablando de sangre derramada a modo de sacrificio. Un sacrificio de sangre que enluta un país con miles de mujeres entregadas al espíritu de Lilith. Hombres entregando a sus propias mujeres para satisfacer sus propias lascivias. Esto es una abominación que deshonra el cuerpo y va en contra de la propia naturaleza de Dios.
Porque nadie podría ni siquiera suponer que Dios iba a formar en el vientre de una madre, a una criatura fea y detestable. Dios te formó en el vientre de tu madre, no la naturaleza abstracta que enseña la ciencia. Y si fue Dios quien te formó, Él decidió que tengas el rostro que tienes, la nariz que te tienes, el color de ojos que tienes y todo, absolutamente todo lo que te hace único en el planeta.
Pregunto: ¿Podrá una rosa decirle a un clavel: soy más hermosa que tú? ¿Bajo qué parámetros lo haría? ¡Bajo parámetros propios o, lo peor, incentivados por libretos del infierno! Porque, ahora lo preguntaré de nuevo pero desde otro ángulo: ¿Es que existirá una flor fea? Si existiera, nadie la ha encontrado, todavía. Y, pregunto: ¿No son ustedes, hermanas, mucho más importantes y valiosas que esas flores? Que si a eso vistió Dios con la grandeza de un lirio, ¿Cómo no habría de vestirte a ti con la hermosura de su propia identidad?