Se dice que en una ocasión le preguntaron al gran Mahatma Gandhi si no evaluaba la posibilidad de hacerse cristiano. Él miró fijamente a su interlocutor y, luego de reflexionar un momento respondió: “No estaría mal; el cristianismo es excelente. Particularmente, a mí me gusta mucho Cristo. Los que no me terminan de gustar son los cristianos, porque no se le parecen en nada.”
Mahatma Gandhi, hinduismo, en fin; tú ya sabes qué es lo que la gran mayoría de cristianos me respondería ante esta mención. Sin embargo, si el padre de mentira que es Satanás, basa su estrategia en comenzar desde una verdad para luego tergiversarla y así engañar, no veo por qué algo de lo dicho por Gandhi no sería cierto.
¿Se parecen los cristianos a Cristo? Mejor lo pregunto incluyéndome, porque yo no soy mejor que ninguno: ¿Nos parecemos los cristianos a Cristo? Sería bueno que abandones por un momento tu fraseología evangélica, esa que generalmente te permite responder a todo con textos bíblicos no siempre tomados en contexto, y lo pienses con seriedad y, fundamentalmente, con honestidad. ¿Te pareces a Cristo en algún momento del día? Tú ya tienes tu respuesta, yo ya he tenido la mía.
Ahora bien; no estoy aquí para arrojarte un recipiente lleno de culpas, ni para condenarte. Estoy aquí puesto por mi Padre para ayudarte a madurar. Porque eso es lo que se traduce de la palabra “perfeccionar” que leemos en la Biblia cuando se habla de lo que los ministerios deben hacer con los santos, que más allá de las conductas individuales, según Dios mismo, vienen a ser ustedes.
¿Por qué no soy como Cristo? Si digo que soy cristiano, estoy diciendo que soy un seguidor de Cristo. Y si soy de verdad un seguidor de Cristo, ¿Por qué no pienso o siento como Él sentía o pensaba y, esencialmente, por qué no hago ni una milésima parte de lo que Él hacía, cuando Él mismo dijo que yo haría cosas mayores que las que Él había hecho?
Desde la carta a los Filipenses, creo que puedo aportarte una mediana respuesta. Qué harás o qué no harás con esa respuesta, luego, ya no es asunto mío. Tú sabes cuándo te aprieta el zapato que te calzas y qué deberás hacer para que deje de martirizarte.
Pablo escribió esta carta como parte de una relación que tuvo con esta iglesia por encima de la que tuvo con las otras. Se dice que es muy probable que el apóstol lo haya hecho durante su primer encarcelamiento en Roma y para agradecerles a los filipenses cierta contribución que había recibido de parte de ellos.
Aprovechó, tal como era casi rutina en Pablo, para instarlos a mantener la unidad y disposición fraternal entre ellos. Incluso también los alertó contra las peligrosas herejías que los amenazaban, muy probablemente relacionada con el judaísmo hebreo y con el gnosticismo griego.
Los teólogos tienen varios puntos de vista referentes a esta carta. Para mi gusto, es la más hermosa de las cartas de Pablo. Porque está llena de ternura, de calor y de afecto para con ellos. Nada que ver con las pomposidades acartonadas y entremezcladas con autoritarismos de dudosa índole que solemos ver hoy en nuestros ambientes.
Bueno; de ella yo quiero extraer algunos versos que, en sí mismos, no signifiquen formaciones o deformaciones doctrinarias, ya que no la repasaré en todo su contexto. Quiero, a partir de ella, no olvidarme de proporcionarte lo que te dije al principio: las causas o razones por las cuales no eres, somos, parecidos a Cristo.
(Filipenses 1: 27) = Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, (28) y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, más para vosotros de salvación; y esto de Dios.
(29) Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él, (30) teniendo el mismo conflicto que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí.
En líneas generales, este manual práctico para parecerse a Cristo que nos da Pablo, tiene la gran premisa que luego deberemos desglosar: Comportarnos como es digno del evangelio de Cristo. Creo que en tu Biblia deben haber suficientes historias de gente que fue digna del evangelio de Cristo, léelo.
Con lo primero que nos encontramos, es con que debemos estar firmes en un mismo espíritu. ¿En un mismo espíritu que Cristo? De modo abstracto, quizás sí; pero lo cierto es que la sugerencia con calibre de mandamiento humano, tiene que ver con nosotros. En un mismo espíritu unos con los otros, nosotros. ¿Lo estamos? ¿Lo estás tú con los hermanos que conoces?
Porque resultaría inconcebible que si no estuviéramos en un mismo espíritu que el que se sienta a nuestro lado cada domingo en el templo de la congregación a la que asistimos, cualquiera sea ella y cualquiera su denominación, es muy poco probable, por no decir imposible, pasar a la acción que sigue, que es la de combatir unánimes por la fe del evangelio.
Yo me pregunto cuántos de nosotros en este día, en este tiempo, habrá podido ver en alguna ocasión a gente cristiana emprendiendo un combate de manera unánime, esto es: todos con un mismo sentir, un mismo pensamiento, una misma idea y un mismo objetivo. Si tú has visto alguno, por favor, házmelo saber para poder glorificar al Señor ya mismo.
Porque luego encara en el verso 28 algo que todavía es plenamente vigente, si quieres encontrarlo. El temor, la aprehensión, la cobardía o como quieras llamar tú lo que embarga al creyente que siente de manera directa la amenaza y la presión de una oposición a veces feroz.
Aquí te dice que no debes estar en nada intimidado por los que se oponen. Claro, decirlo como Pablo y repetirlo yo desde aquí, suena sencillo y hasta fácil, ¿Verdad? Pero no suena del mismo modo cuando te das de cara con el demonio con rostro de hombre o de mujer que encarna la primea línea combativa de esa oposición.
¿Alguien ha visto alguna vez algo menos despiadado que un opositor cristiano atacando a su hermano en la fe simplemente por pensar diferente en algunos puntos doctrinales? Yo no lo he visto. Claro está que Pablo aquí se preocupa en hacerte saber que eso se da porque cada sector cree tener la verdad absoluta.
Pero para los que se oponen al verdadero evangelio, sólo hay indicio de perdición, pero para los que se mantienen perseverantes contra vientos y mareas, el indicio cierto es de salvación. Tú eliges. Claro está que tú eliges pero en el medio del silbar de las balas. Hacerlo en otro contexto sería demasiado sencillo.
Y fíjate como concluye este pasaje en los dos versos finales. Pablo nos dice que se nos ha concedido; Ojo: dije que se nos ha concedido) dos elementos básicos para el evangelio de Jesucristo: que podamos creer en él y que llegado el caso, también padezcamos por él. Con los Tesalonicenses y los Romanos, Pablo es más claro, aún.
(2 Tesalonicenses 1: 5) = Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis.
(Romanos 8: 17) = Y si hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
Esto nos deja en evidencia que, cuando decimos que creemos en Cristo, no estamos haciendo gala de mérito personal alguno, ya que el creer en Jesús nos llega a nuestro corazón como concesión hecha desde el cielo. Y Pablo lo cierra comparando todo eso a lo que él mismo vivió. Perseguidor cruel y casi asesino de la iglesia, convertido camino a Damasco, apaleado y martirizado a horrores por defender lo que antes perseguía.
Y la conclusión innegable y evidente es que, sin padecimientos, no hay dignidad ni ingreso al Reino. ¿Estás preparado? Cuidado que en los extremos está esperándote el masoquismo, no es allí donde debes ir. Sólo prepararte para, -como dice la palabra- cuando llegue la tribulación, no sólo soportarla, sino derrotarla y luego sacar jugosa lección de ella.
(Filipenses 2: 1) = Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, (2) completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.
(3) Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; (4) no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
Nunca estudié Lenguas, pero me agrada mucho cuando escudriño la palabra recalar en el lenguaje y la gramática, porque en muchas ocasiones he hallado tesoros escondidos en ella. Aquí leemos que si hay alguna consolación en Cristo, o algún consuelo de amor.
¡Qué fácil sería reducir esto a lo literal! Sin embargo, no es ese nuestro mandato. Quedarte con lo literal, no es precisamente escudriñar, investigar, buscarle la quinta pata a un gato que aparentemente tiene cuatro. Y de eso surgen algunas cosas que son pequeñas perlas para añadir.
Consolación habla del alivio de una pena o de una aflicción de una persona, mientras que consuelo, implica más o menos lo mismo: alivio que siente una persona de una pena, dolor o disgusto. A esas dos cosas podemos lograrlas en Cristo primeramente, y luego conduciéndonos en amor.
El verbo central aquí es consolar, que obviamente se refiere a aliviar por cualquier método la pena o la aflicción de una persona. Y aquí llegamos al epicentro, porque fíjate que cuando en Hechos 2 llega el Paracletos, que luego será llamado Espíritu Santo, su traducción fidedigna es, precisamente Consolador.
Y si bien un consolador es alguien que consuela, el infierno le ha otorgado ese nombre a elementos que tienen que ver con la promiscuidad, la pornografía y otras “bellezas“ por el estilo, lo que representa claramente una alta blasfemia a la cual, consciente o inconscientemente, muchos hombres y mujeres adhieren.
Lo cierto es que, de uno u otro modo, quien desee parecerse a Cristo, y sin caer en eufemismos o simulaciones hipócritas tan viejas como la propia humanidad, será alguien con capacidad divina para consolar. De allí que cuando te encuentres ante la pena ajena, no vayas con palabras hechas o fraseología necrológica, ve con lo que el Señor te dé para decir en ese tiempo y momento. Así es como funciona el consuelo.
Luego se nos habla de la comunión del Espíritu. Descartando la acepción de esta palabra para el catolicismo romano, donde se la reduce a un ritual material, por lo demás es para prestar debida atención. Comunión es: unión o contacto entre personas o cosas, un grupo de personas que comparten ideas similares, o la circunstancia de tener algo en común.
Quiero que entiendas y recuerdes que estamos hablando de comunión con el Espíritu Santo, no con otro ser humano, (Aunque en casos lo incluya). Quien desee seguir los pasos del Señor Jesús de manera fiel, deberá tener mucho en común con el Espíritu Santo de Dios.
(2 Corintios 13: 14) = La Gracia del Señor Jesucristo, el Amor de Dios, y la Comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén. (Jesucristo es la Gracia, el favor de la redención. Dios es el Amor, el Ágape, el carácter indomable e indestructible del hombre del Reino. Y el Espíritu Santo es la Comunión, que es como decir una de sus acepciones: común unión, o unión en común.)
Luego hace hincapié en el afecto entrañable, que es como decir íntimo, muy afectuoso y alguna misericordia, que es don de Dios. Cuidado, no se nos pide tremenda misericordia, sino alguna, un poco, algo. Es como si hubieran profetizado que el hombre de este tiempo, sin ser ni mejor ni peor que el de aquel, iba a olvidar totalmente este mandato divino: ser misericordioso.
Quien quiera parecerse a Cristo y ser testimonio viviente de su condición de seguidor fiel, tendrá que ser una persona con afecto límpido y transparente, misericordioso, lleno de gozo y sintiendo el mismo amor que él sintió, en unanimidad con sus hermanos. ¿Unanimidad dije? Unanimidad. ¿No es fácil, verdad?
Finalmente, se nos recomienda no hacer nada por vanagloria o contienda. ¿Sabes qué? Si tenemos en cuenta que vanagloria es la jactancia o presunción del valor de los propios méritos o cualidades, y contienda una guerra, una batalla, una discusión o un debate, créeme que aquí van a enrolarse muchísimos cristianos, porque hasta donde yo he podido observar, (No sé si tú lo habrás hecho, también) en la mayoría de las congregaciones y/o denominaciones, se suelen hacer las cosas motivados por estas razones.
El hombre Cristo, Tiene que ser humilde, considerando siempre a los demás como mejores, aunque no lo sean, y pensando siempre en hacer lo que conviene al conjunto y no a sus conveniencias personales. Y eso, considerando que humildad es la actitud de la persona que no presume de sus logros, reconoce sus fracasos y debilidades y actúa con cero orgullo.
(Gálatas 5: 26) = No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.
¿Cuántos conoces así? De hecho, nada que ver con pobreza material, (Aunque los diccionarios lo incluyan). Ser pobre no es sinónimo de ser humilde. Hay gente muy carenciada que tiene más orgullo y soberbia que otros con mayor poderío económico.
(Filipenses 2: 12) = Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, (13) porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.
(14) Haced todo sin murmuraciones y contiendas, (15) para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; (16) asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado.
(17) Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros.
(18) Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo.
Observa que para Pablo, y si eres lector de los evangelios, ya sabes que mucho más para Jesús, que es el Cristo, que es Dios mismo encarnado, la obediencia no es un mérito humano digno de reconocerse o aplaudirse; la obediencia es la única llave posible para ser y pertenecer a la élite del Reino. Y mucho más esa obediencia que no se muestra, que no se publicita, sino la que se cumple con el mínimo perfil.
¿Qué significa ocuparnos en nuestra salvación? ¿Eso le da un corte definitivo a la discusión aquella de la salvación se pierde o no se pierde, y es el testimonio claro de que sí se puede perder? En absoluto. Porque para que fuera así, debería decir Pablo que nos ocupemos DE nuestra salvación. Pero no; él dice que nos ocupemos EN nuestra salvación. Y esa mínima diferencia, es básica y definitoria.
Si yo me ocupo DE mi casa, la pinto, la reparo, la protejo de las inclemencias climáticas y hasta de todo lo impositivo y administrativo. Eso que hago evita, entre otras cosas, que yo pierda mi casa. Pero si yo me ocupo EN mi casa, allí ya la cosa se amplía mucho más: puedo pintar, escribir, componer música y cien variedades más de ocupaciones. Pero ninguna de ella determina que yo pueda perder mi casa, ¿Se entiende?
Siempre me llamó mucho la atención la expresión que el apóstol añade aquí: con temor y temblor. ¿Era necesario inscribir ambas? Lo era, porque el temor, que es un sentimiento de inquietud y miedo que provoca la necesidad de huir ante alguna persona o cosa, evitarla o rechazarla por considerarla peligrosa o perjudicial, es el paso previo o la causa por la que luego se producirá el temblor, que es un movimiento involuntario del cuerpo o de una parte de él, debido generalmente al frío, al miedo o al nerviosismo.
Con esto quiero arribar a esta conclusión: si tienes temor o temblor, eres ciento por ciento humano y nadie va a desairarte ni despreciarte, pero definitivamente no estás pareciéndote a Cristo. ¿Recuerdas aquello de que el Reino de Dios no es para los cobardes? En lo espiritual, por su parte, temor y temblor significan una sola cosa: temor reverencial de Dios y de las consecuencias de no andar en sus caminos. Tú eliges.
Lo que sigue, ha producido muchas polémicas santas. Si Dios es el que produce en nosotros el querer y el hacer, ¿Por qué hacemos tantas cosas malas y dejamos de hacer una cantidad similar de cosas buenas? Porque no tiene nada que ver con una usurpación de nuestra voluntad, que es como se ha interpretado mayoritariamente este texto.
Dios produce en nosotros el querer y el hacer en todo lo concerniente a su Reino y al andar de un ministerio de Reino. Pero en todo lo demás de la vida corriente de una persona, Dios jamás va a interferir en sus decisiones ni lo que su voluntad determine. De otro modo, Él incurriría en manipulación, y eso no tiene nada que ver con nuestro Dios, ya que técnicamente es hechicería.
Luego se nos dice que todo lo que hagamos, y no sólo dentro de nuestros ambientes, sino también fuera, debemos hacerlo sin murmuraciones ni contiendas. Recuerda que murmuración es el acto de decir algo o de conversar algo en perjuicio de alguien que está ausente, mientras que ya fue dicho que contienda es una batalla, pero también un debate o discusión.
¿Recuerdas haber leído algo respecto a Jesús debatiendo? No. ¿Recuerdas haber leído algo respecto a Jesús murmurando sobre alguien? No. Pues entonces ve, y haz lo mismo. ¿Qué ganarás con eso? Nada menos que ser irreprensible (Que es alguien que no necesita ser reprendido) delante de Dios. ¿Te parece poco? Parecido a Cristo, es alguien que tiene la simple autoridad de caminar en la verdad y, por consecuencia, no entra en polémicas ni debates.
(Filipenses 3: 1) = Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor. A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro.
(2) Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo.
(3) Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.
(4) Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: (5) circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; (6) en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible.
(7) Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.
(8) Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, (9) y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; (10) a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte. (11) si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.
Quiero hablar de los perros, porque siempre se ha enseñado este versículo con historia y tradiciones costumbristas de la época, cosa que si bien es correcta y no está para nada mal, no nos dice hoy lo que este versículo nos estaría diciendo hoy.
El término perro se empleaba como metáfora para designar a los que eran incapaces de apreciar lo grande y lo santo. También se los adjudicaban a los cínicos y a los propagadores de falsas doctrinas. Lo mismo que cuando el perro vuelve a su vómito, así vuelven al pecado los pecadores que han sido rescatados y no logran vencer las tentaciones por falta de fe.
Esto coloca al perro, en contraposición a lo que hoy es como mascota preferida, en una situación bastante pobre, y es bueno que se sepa para entender lo que está escrito sin influencias contemporáneas. Hay un texto que quiero compartir porque le otorga al que hoy es sindicado como “el mejor amigo del hombre”, a otra condición, por lo menos, novedosa.
(Deuteronomio 23: 18) = No traerás la paga de entre las hijas de una ramera ni el precio de un perro a la casa de Jehová tu Dios por ningún voto; porque abominaciones a Jehová tanto lo uno como lo otro.
Se cree con bastante coherencia de análisis de textos, que independientemente de la mención de la paga de una ramera, lo cual está bastante claro, también es abominación para Dios el precio de un perro, lo que según los teólogos en su gran mayoría, fue una alusión a la sodomía.
Llevado al hoy, ¿Qué diezmos deberá aceptar un ministerio? Aquellos que provienen del trabajo honesto y puro. No al dinero proveniente del delito o el lavado. La duda, es: ¿Y si se ignora su procedencia? El mismo concepto aplicado a comer lo sacrificado a los ídolos. Si se ignora, se toma; cuando se conoce, se rechaza.
Asimismo, los judíos de épocas posteriores llamaban perros a los paganos porque, según la Ley, eran impuros. El mismo Jesús utiliza este término para expresar de una manera contrastada, su doctrina de la gracia. Finalmente, en Apocalipsis se denomina perros a los excluidos del cielo.
Por tanto, guardarse de los perros (paganos, impíos, incrédulos, malignos) los malos obreros, (Esto habla de gente que está dentro de las iglesias, supuestamente trabajando para Dios), y los mutiladores del cuerpo, (Se refiere espiritualmente a los que con sus conflictos, confusiones doctrinarias o infiltraciones esotéricas, cercenan al cuerpo de Cristo llevándolo a la debilidad y vulnerabilidad. ¿Quieres parecerte a Cristo: Una sola doctrina, la de los apóstoles del primer siglo. Todo lo demás, religión de credo o denominación.
Cuando Pablo dijo que somos los de la circuncisión, les hablaba a los judíos, pero llevado al hoy, esto tiene que ver con pacto. Si te has convertido y declarado que Jesucristo es el Señor de tu vida, has hecho implícitamente un pacto con Dios por medio de la sangre del Hijo. La duda, es: ¿Vas a seguir moviéndote y confiando en la carne?
Fíjate; Pablo detalla lo que carnalmente eran sus méritos, que no eran pequeños ni insignificantes, precisamente. ¿Y de qué iba a servirle eso? De nada, ni siquiera de colchón para atenuar el golpe recibido en la entrada a Damasco, y mucho menos para devolverle la vista que en ese momento perdió.
¿Eres un profesional? ¡Gloria a Dios por tu título! ¿Eres un artista? ¡Gloria a Dios por tu talento! ¿Eres un científico de altísimo vuelo? ¡Gloria a Dios por tu talento! Pero, ¿Sabes qué? Hasta que no consideres todo eso como basura, no podrás realmente pertenecer al Reino. ¿Quieres parecerte a Cristo? Deberás considerar basura todo aquello que Él no haya santificado en tu vida.
(Filipenses 4: 8) = Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.
(9) Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.
Creo que, de alguna manera, este texto final es el epicentro de esta carta. Porque en el primero de estos dos versos se resume de algún modo la síntesis de lo que necesitamos para derrotar definitivamente a nuestra carnalidad, que como es norma, se mueve a sus anchas dentro de nuestras elucubraciones mentales, por encima de la fe ciega y sin dudas que debemos experimentar en Dios Padre si es que deseamos parecernos a su Hijo el Cristo.
Lo primero que nos dice, es que tenemos que enfocar nuestra mente y nuestro pensamiento, en lo que es verdadero. Este es un adjetivo que significa algo que contiene verdad o que es verdad. Algo real, auténtico, sincero y veraz, que quiere decir que sólo habla con la verdad. ¿Parecidos a Cristo? Hablemos sólo verdad.
El segundo punto en el cual debemos pensar sin dejarnos influir por todo lo externo e, incluso, hasta por nuestros más cercanos entornos, es en todo lo honesto. ¿Viene alguien que te propone un negocio brillante, para ganar muchísimo dinero, pero tú sabes que detrás de esa monumental fortuna que te espera, hay droga, prostitución o similares delincuencias abundantes en la escala mundial? Tú no puedes ni siquiera dudar en tu respuesta. Son parecidos a Cristo sólo los que han hecho de su honestidad, una forma cotidiana de vida.
Después nos demanda pensar en todo lo que es justo. Este también es un adjetivo que, en este caso, define a quien obra según la justicia, la moral o la razón. También se refiere a la acción que se efectúa conforme a la razón y a la equidad. Algo merecido, que no puede ser censurado. Algo exacto en número o medida. Algo preciso, adecuado. Algo apretado o que ajusta bien con otra cosa.
En términos estrictamente espirituales, el justo es aquel que, habiendo recibido un mandato de parte de Dios, no duda ni vacila en obedecerle, aunque eso le cueste su reputación o la burla de medio planeta. ¿Caso ejemplo? Noé. ¡A quién se le podía ocurrir fabricar un barco en un lugar donde hacía años que no llovía? A Dios. Sólo un justo le creyó, obedeció y obtuvo victoria. Parecidos a Cristo, son todos aquellos portadores de esa clase de justicia.
Debes pensar en todo lo puro. El término puro, define algo que no está mezclado con otra cosa. Algo limpio de suciedad o impurezas. Algo casto, honesto, esencialmente en el terreno sexual. Honrado. Y, de hecho, te está diciendo que, en cuanto te pones a pensar en algo que a los ojos de Dios es impuro, no estás cumpliendo con este mandato. Los parecidos a Cristo, sólo piensan cosas limpias y de luz brillante.
Luego expresa que debemos pensar en todo lo que es amable. Es que; ¿Hay otra manera de pensar para un creyente? Amable califica a alguien que es complaciente, agradable y delicado en el trato con los demás. Amable es, en alguna medida, alguien digno o apto para ser amado. ¿Quieres parecerte a Cristo? Deberás ser pasible que los que se te acercan, te amen. Y, cuidado: aún tus enemigos, aunque parezca un contrasentido. ¿O no lo amó Pilatos; que quiso salvarlo? ¿O el soldado que confesó su divinidad?
Se nos dice que debemos ocupar nuestro pensamiento en todo lo que es de buen nombre. ¿Y qué cosa es de bue nombre? Si bien no existe una definición conjunta de esta expresión, se sobreentiende que se refiere al prestigio, la fama, el predicamento o similares que la conducta de una persona despierta en los demás. Alguien de buen nombre es alguien que posee la suma de todos los adjetivos anteriores.
Y mucho cuidado con las confusiones, aquí; porque de ninguna manera estoy hablando de promociones o marketing; hablo de buen nombre por todo lo anterior: rectitud, honestidad, pureza, etc. Para ser parecido a Cristo, en tu barrio deben hablar bien de ti en todo, aunque hablen mal por tu afición a ir a la iglesia, o hablar del Señor. Eso equivale a hablar bien en el cielo.
Y luego añade que debemos tener especial cuidado en pensar aquellas cosas que presentan alguna virtud. ¿Qué es la virtud? De hecho, algo que se le endilga o no a alguna persona. Es la cualidad de esa persona que se considera buena y correcta, La buena conducta, comportamiento que se ajusta a las normas o leyes morales. La capacidad para obrar o surtir efecto. Ser parecido a Cristo implica poseer virtud.
En el mismo tenor, debemos pensar en algo que sea digno de alabanza. Porque la alabanza, te cuento, no es esa música alegre que escuchas, cantas y hasta danzas en tu iglesia, aunque lógicamente la incluya. Alabanza es el elogio, expresión o conjunto de expresiones con que se ensalza, elogia o alaba a una persona o cosa. ¿Quieres ser parecido a Cristo? Piensa, encuentra o vive cosas y sucesos que sean dignos de alabanza.
El carácter y la conducta empiezan en la mente. Nuestros actos se ven afectados por aquellas cosas a las que damos cabida en nuestros pensamientos: De allí que Pablo recomiende a sus lectores Filipenses que se concentren en aquello que traerá consigo una vida digna y la paz de Dios.
Conclusión: ¿Quieres parecerte a Cristo? No estoy hablando de Jesús, ese pobre muchacho con rostro de sufrimiento y sangre en su rostro que tanto les gusta a los demonios mostrar: estoy hablando del Cristo, del ungido de Dios. ¿Quieres parecerte a Él? ¿Estás dispuesto a pagar el precio para que así sea?
Entonces procura buscar a todos esos hermanos que, lejos de ocupar cargos importantes en las estructuras eclesiásticas convencionales, por ahí andan como ilustres anónimos por el mundo, pero con firme convicción de su fe, y pone firme en un mismo espíritu con ellos.
Con el mismo criterio, es decir, en plena unanimidad con esos hermanos específicos, ponerse a combatir por la auténtica y genuina fe del evangelio. Y no dejarse intimida en lo más mínimo por los que se oponen, que no son externos, sino internos. Recuerda que no estás aquí como juez ni como verdugo, así que déjale a Dios ese juicio a los opositores y, mucho más, su sentencia y ejecución.
Conviértete en alguien que tenga auténtica capacidad divina para consolar. No estoy hablando, obviamente, de apelar a palabras o frases de circunstancias hechas y remanidas, sino a conceptos y poder divinos que permitirán que aquellos que están inmersos en un dolor, vean a Dios en tu vida y presencia.
Procura por todos los medios a tu alcance tener mucho en común con el Espíritu Santo, porque sólo Él es capaz de guiar a las personas a toda verdad. Y eso determinará que seas realmente una persona humilde, y no uno de tantos que simula, finge o evidencia expresiones externas de humildad sin poseerla.
Recuerda siempre que ser valiente no significa no sentir temor, sino tener armas internas para vencerlo. Cristo es tu mejor arma. Y esto no es casual ni superfluo. Recuerda siempre que el Reino de Dios no es para los cobardes, lo cual implica que aunque sean salvos, no verán a Dios cara a cara jamás.
No discutas nunca, ni debatas, ni polemices. El evangelio no es una opción que se lleva al análisis, es una verdad que se obedece o se desobedece. Y en la obediencia nace la autoridad. Y mucho más cuando se habla de sana doctrina. La única sana doctrina posible es la que proviene de los apóstoles del primer siglo. Todo lo demás, conclusiones humanas. Bien intencionadas, pero carne pura.
Lo que no pases por la cruz, es basura para Dios. Por más que el mundo lo aplauda, lo reconozca y hasta lo homenajee o lo convierta en idolatría. Sin cruz no hay santificación. Y no dejes de decir la verdad. Te convenga o no, te proporcione seguridad o riesgo, guste o no. Cristo es la Verdad. No puedes hablar otro idioma.
Serán cada día más parecidos a Cristo, todos aquellos que, entre otras cosas que aquí estamos mencionando, hayan hecho de su honestidad indiscutible e intachable, una forma cotidiana de vida. En su trabajo, en su matrimonio, en su paternidad, en su colegio, en su barrio, en su vida, en la iglesia…
Deberás ser alguien que sólo piensa en cosas limpias y de quien emana luz brillante. Toda forma de suciedad u oscuridad, son elementos extraños que se encuentran infiltrados entre el pueblo de Dios. Fuimos llamados a ser luz y no cómplices de la oscuridad. Fuimos llamados a ser limpios, y no enmugrentados por una sociedad cada día más sucia.
Yo no sé cómo, pero deberás ser una persona pasible a que, todos los que se te acercan a lo que sea, terminen amándote como persona, como ser humano, como un ser de esos que son cien veces aptos para colocar como punto de referencia para los más jóvenes.
¿Vives en un barrio simple, tranquilo o de clase media trabajadora? ¿Vives en un barrio cerrado, con buen confort y rodeado de vecinos pudientes y adinerados? Tu comportamiento tiene que ser exactamente el mismo, de modo tal que todos tus vecinos, sean cuales fueren, hablen bien de ti. Y por conductas intachables, no por dádivas o favores de dudosa procedencia.
Y si hablan mal por causa de que eres creyente, o sencillamente porque concurres a una iglesia, pues entonces déjalos que hablen. Cada palabra de burla, hiriente u ofensiva, es una alabanza a tu favor en los cielos. Dios sabe lo que hace y escucha todo, absolutamente todo. Lo tuyo y lo ajeno. Ten paz.
Yo no sé, independientemente de lo que hemos compartido aquí, si tú tienes en claro lo que es poseer virtudes, o al menos una virtud cierta. Esmérate en tenerla. Dios te ha suministrado todo lo que necesitas para que en algo relacionado con tu vida, seas virtuoso.
Con eso en cuenta, piensa, encuentra o vive cosas y sucesos que sean dignos de alabanza. Y de hecho, no te estoy hablando de que se compongan canciones en tu honor, estoy hablando de cosas que, cuando alguien te felicite, tú puedas decir lo mismo que yo trato de decir cuando alguien me felicita por estas cosas: no me des las gracias a mí, dáselas a Cristo. Yo sólo intento parecerme a Él.