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Maravilloso Aliento de Vida

Hoy quiero hablarte de algo que convive contigo todos tus días, que amanece contigo, se desayuna contigo, trabaja contigo, almuerza contigo, cena contigo y se va a dormir contigo. Y aún en sueños, todavía te sigue acompañando. y más te vale que lo haga, ya que de otro modo de inmediato dejarías de ser tú y pasarías a ser historia. Estoy hablando de tu aliento de vida. Nada menos.

(Génesis 2: 7) = Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.

Esto nos está mostrando con total claridad que lo que Dios formó, en principio, fue de alguna manera su materia prima: un muñeco de barro, que es la mezcla de tierra y agua de la cual estamos compuestos, pero que solamente ese muñeco cobró vida cuando Él mismo sopló en su nariz aliento de vida. Aliento. Que también puede leerse como viento. Viento divino lo bautizaron otras culturas, casi robándonos la nuestra.

(Juan 3: 8) = El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

En este pasaje hay, a mi entender, una breve síntesis, muy apretada pero genuina, de lo que es aquello tan remanido en nuestros ambientes, pero tan desoído por todos nosotros, que es lo de andar en el espíritu, por sobre lo más habitual de nuestra parte, que es andar en la carne. El que anda en el espíritu es porque es nacido del Espíritu, y nadie puede saber qué hace, que hizo o qué hará, porque es imprevisible. Todo lo que es rutinariamente previsible, generalmente no viene de Dios. Nada que ver con gente rara, mística o que anda por la vida como si permanentemente estuviera caminando sobre nubes etéreas o sobre cáscaras de huevo. Andar en el Espíritu es dejarse llevar por la suave y acariciante voz del Espíritu Santo. Y obedecerlo sin dudar ni cuestionar, obviamente…

(Juan 20: 21-22) = Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.

Tres textos. Tres referencias al Espíritu Santo y su esencia básica. El aire, el viento, el pneuma, el aliento de vida. El primero de estos tres pasajes, contiene la segunda referencia al Espíritu Santo que se encuentra en el Antiguo Testamento, y los otros dos restantes, prolongan la línea y fijan la aplicación del precioso cuadro del Génesis en la persona misma y también en la obra del Espíritu Santo. Los dos símbolos manifiestos o emblemas bajo los cuales se nos presenta el Espíritu Santo en estos textos, son El Aliento y El Aire, la atmósfera en la que vivimos y el acto por el cual aspiramos o exhalamos sus propiedades vitales, su patrimonio incuestionable y su poder repleto de vigor.

El valor y la importancia que tiene la atmósfera es más que evidente. Podemos pasar días y días sin consumir alimentos, o vivir una vida sin ver o sin oír, pero no podemos vivir más que minutos sin respirar. La respiración es la más esencial de todas nuestras funciones, y en la Palabra se la considera prácticamente sinónimo de Vida. Si tú lees en tu Biblia tradicional el pasaje de Génesis 6:17, cuando el diluvio, muy probablemente no te diga nada nuevo. Mira: Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá. Peo mira como lo relata la Versión Biblia Textual, traducida directamente de los originales al español, sin pasar por el inglés: Y he aquí que Yo, sí, Yo hago caer un diluvio de aguas sobre la tierra para destruir toda carne en que hay aliento de vida bajo los cielos. Todo lo que hay en la tierra perecerá. ¿Observaste la diferencia? Aliento de Vida dice aquí. Y es lo correcto.

Con esto quiero decirte que a ese aliento no podemos verlo, apenas podemos sentirlo. Sin embargo, estamos rodeados de un océano de aire sin el cual casi todos nuestros sentidos quedarían ciegos, sordos e inutilizados. Sin aire no se podría comunicar el sonido, no podríamos cantar todo lo que cantamos, ni tampoco nadie nos oiría. No podrían llegar hasta nosotros las voces de nuestros amigos y las armonías musicales serían inaudibles y muertas. Y no es lo único, la visibilidad también depende de la atmósfera de la tierra, el sol que vemos a la distancia parece estar sobre un negro fondo de tinieblas. La atmósfera, entonces, es como un lente fino y transparente que recibe los rayos solares y los derrama en cataratas de luz para que puedan ser útiles a los órganos de la vista.

Y algo que es muy importante, sobre todo en los más jóvenes, los que están en la edad de sentir, vivir y manifestar amor, amor de pareja, de novios. Cuando decimos que no es adecuado besarse con el primer representante del sexo opuesto que llegue a nuestra vida casi como un adelanto o prueba para ver si nos sucede algo, no es por decrepitud de pensamiento o ultra legalismos anti pecaminosos. En apariencia, un beso en la boca no es pecado de alto voltaje, sin embargo… En un beso hay, entre otras cosas, intercambio de aliento. El aliento de uno se transfiere al otro y viceversa. Sin exagerar nada, hay un intercambio de ADN, por lo que es más que prudente saber con quien se está antes de tomar decisiones más…íntimas. Eso evitará muchos inconvenientes que luego llegan y nadie sabe sus causas.

El aire también está en la atmósfera, y fíjate que si no fuera por la atmósfera, por ejemplo, no sabríamos lo que es el calor. Porque allá arriba, en el espacio que vemos a la distancia, aunque parezca muy cercano al ardiente sol, hay una perpetua zona helada, gélida, congelada. Y nuestra sangre se helaría en un instante si no tuviera que pasar por el aire templado que recibe y distribuye el calor solar. Es la misma y hasta notable imagen con la que se representa al Espíritu Santo. Porque Él le da aliento vital al alma y al cuerpo, y crea la atmósfera en la que vemos las cosas de Dios, en la que también oímos su voz y hace que habitemos dentro del calor que irradia su amor.

El pasaje que vimos revela la obra del Espíritu Santo en la creación original del hombre, y también sugiere, en una revelación más elevada aún, lo que es la obra del Espíritu en la restauración del hombre por medio de la gracia de Dios. Lo primero que vemos en este pasaje es la enorme diferencia que hay entre la creación del hombre y la de los animales. Bastó la palabra creadora para que los animales tomaran vida y entraran a ocupar el lugar que les correspondía en el inmenso armado de la naturaleza, sin ningún otro comentario. Pero en el momento de comenzar con la creación del hombre, todo es diferente. Por medio de una significativa pausa, se nos llama la atención a una importante crisis. Luego, paso a paso, se realiza la gran obra y vemos salir de las manos del Creador al primer ser humano en la plenitud de su extraordinaria naturaleza. Era esta la maravillosa obra de Dios. El hombre NO ES un animal, y ni por asomo desciende de ninguno de ellos.

Vemos al propio Dios aparecer bajo un nombre nuevo y en un aspecto totalmente nuevo. Los críticos de siempre se han deleitado poniendo en duda la unidad del libro del Génesis, porque en este segundo capítulo se le da a Dios un nombre totalmente nuevo. Allí nos encontramos con Jehová Elohim, así es que esos críticos con aguda astucia de dudosa procedencia han propuesto con astucia la hipótesis de que este es un Dios diferente a aquel del que se habla en el primer capítulo, y que por lo tanto este segundo capítulo del Génesis tiene que haber sido escrito por otra persona. Asimismo, nos aseguran que este es otro de los fragmentos de la sabiduría hebrea que ha llegado hasta nosotros junto con los pergaminos y papiros babilónicos y egipcios, y que esto estaría probando, -dicen ellos-, que Moisés no pudo ser el autor de estos dos capítulos.

¡No tienen ni la menor idea de lo profundo que pueden ser y son los pensamientos de Dios! No lo conocen, no quieren conocerlo, se creen autosuficientes en sus insignificantes sabidurías humanas. Porque esos mismos críticos solían decirnos que la creación del sol en el cuarto día, era una contradicción a la declaración de que la luz fue creada en el principio. Ya hemos hablado de esto y es más que obvio a todas luces, no necesitamos ser teólogos consumados para verlo con claridad. Porque la propia ciencia humana ha descubierto últimamente que hubo una luz que existió antes que el sol y que todavía existe aparte de él. Vemos, entonces, que esa sabiduría de esos primeros tiempos se ha desplomado ruidosamente dejando demostrada una vez más la insensatez de ese pigmeo que se cree gigante que es el hombre cuando pretende dar sentencias sobrenaturales por fuera del único Dios sobrenatural existente.

Además de esto, los auténticos eruditos, esos enviados por el cielo con total reverencia y cuidado, han descubierto que hubo una razón sabia y preciosa por la cual, en el segundo capítulo del Génesis, se produjo el cambio del Divino Nombre. Porque en el primer capítulo, el autor trata de cosas muertas, sin alma, entonces es muy natural que se refiera a Dios como Creador de la Naturaleza. Pero, en el segundo capítulo, pasa a referirse a Dios en su relación directa con sus criaturas. Se trata del Padre que va al encuentro de su familia. Se va a efectuar la creación del hombre con su naturaleza espiritual; nos va a ser presentado con todas las tiernas relaciones espirituales que ha de tener con Dios y con sus semejantes. Por consiguiente, se trata de un Dios Padre, el que entabla relaciones humanas con el hombre y revela su nombre diciendo que es Jehová Dios, el Dios de amor infinito y de infinita ternura, el dios que enviaría a su Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesucristo. El cambio de nombre, por si solo, es una prueba de los mejores propósitos y de la ternura de su amor.

Después vemos la formación del cuerpo humano a partir del polvo de la tierra. Atención con esto: el cuerpo humano no fue creado de la nada. Los elementos de la naturaleza sí fueron creados de la nada, pero el hombre no, el hombre fue creado a partir de elementos ya existentes, tales como la tierra y el agua. Cualquiera sabe que si hacemos un análisis de nuestra carne, encontraremos las mismas propiedades que hay en la tierra. El hombre tampoco fue creado a través de un proceso evolutivo, donde luego de varios estamentos llegara a constituirse en un ser superior, no. No me preguntes cómo, pero lo cierto es que Dios lo hizo en un instante en su forma completa, tal como es hoy. Claro está que todavía no tenía vida, ya que esta le llegó cuando Dios sopló en su nariz su maravilloso y divino Aliento. El concepto es el mismo que vemos desarrollarse en Ezequiel, cuando el episodio del Valle de los Huesos Secos. Dice que empezaron a unirse los huesos con los huesos, la carne con la carne y luego la piel los cubrió. Pero añade al final que todavía no tenían vida.  Más no había en ellos Espíritu…

Esto, es más que obvio, no tiene nada que ver con evolución, porque la acción creadora fue seguida, inmediatamente, por otro acto que le dio animación, inspiración e impartió la vida divina a la materia que hasta ese momento no había tenido alma, y le dio vida inmortal. En esto podemos ver lo sagrado que es un cuerpo humano y lo tremendamente valiosa que es la vida. Tanto como que  es obra directa del Espíritu Santo. Por consiguiente, la vida del hombre es infinitamente más valiosa que la de los animales; y Dios considera que el homicidio es un ataque contra su propia vida, y por lo tanto, es un hecho sobre el cual impondrá el más terrible castigo. Por esa misma razón, el desesperado acto de suicidio, es un desafío lanzado contra el Creador y una temeraria destrucción de la más grande de sus obras.

Uno de los signos más dolorosos de nuestros tiempos no es solamente el hecho de que los hombres se maten los unos a los otros, sino el que se le haya permitido a uno de los incrédulos más eminentes de estos tiempos, discutir públicamente la cuestión del suicidio, tratando de demostrar que cada uno puede hacer con su propia vida lo que se le antoje. No es de sorprender que tales discusiones hayan sido seguidas por un alarmante aumento de suicidios. Las personas que se suicidan son terribles criminales que, rebeldes y con las manos ensangrentadas, se presentan ante el trono del juicio de Dios. Nadie tiene derecho a tener ni por un instante ese pensamiento. La vida es un don que Dios ha confiado al hombre para que la emplee para su Creador, y que al final se la devuelva a quien la creó, en el gran día de rendición de cuentas.

Vemos aquí que la vida humana viene a través de la vida humana. El hombre y su mujer construyen con su esperma y su óvulo el muñequito de barro. La inspiración divina es la que soplará en esa minúscula nariz aliento de vida y será ese bebé-hombre un ser viviente. Por eso es que la vida del hombre no es como la del animal. Los órganos del cuerpo humano están completos antes de recibir el toque de vida. Cuidado: nuestra vida no emanó de la tierra, ni de las fuerzas o las funciones físicas, sino por el aliento que Dios puso directamente en ella. La vida del hombre es sagrada, porque es un don directo del amor de Dios, y le ha sido dada por la directa comunicación de la vida de Dios.

Aquí el Espíritu Santo está mostrado no solo como autor de la vida que es, sino también de la de la mente y el alma. ¡Cuánta gloria imparte al concepto que tenemos del Espíritu Santo al pensar que Él tuvo parte en la Creación! Ahí es donde rescatamos lo que dice Job 26:13: Su espíritu adornó los cielos. Las estrellas, el firmamento, el arco iris, el sol, la luna, las nubes del ocaso con sus deslumbrantes tintes, son solamente toques de infinita sabiduría y buen gusto. Gente no creyente, pero de inocultable talento para sus profesiones públicas, tales como Homero, Milton, Fidias, Rembrant, Haydn, Bethoven terminaron pervirtiendo sus dones en consecución con distintas prácticas que afearon lo que en expresión parecía ser maravilloso. claro, tú piensas que tienen que ver los dones con los talentos, ¿Verdad? Todo. Un talento que traes desde la cuna incrédula y secular, cuando pasas tu vida por la cruz, se convierte en un don divino. Sucede con músicos, cantantes…y también locutores y periodistas, sé lo que te digo.

Es indudable que el hombre ha pervertido esos espléndidos dones y muchas veces ha hecho que sean instrumentos del egoísmo, de la impiedad y hasta de sentimientos diabólicos; no obstante eso, no dejan de ser, originalmente, dones del Espíritu que prueban la sabiduría y el poder de Dios. ¿No te inspira hasta el impacto el pensar que el Espíritu Santo que llena tu corazón, no es un mero sentimentalismo o éxtasis espiritual, ni gozo por una fuerte emoción, sino La Gran Mente de la que provienen todas las demás mentes, la grandiosa Alma que hizo a todas las demás almas, el Espíritu infinito del cual emanan todos los demás seres? Viendo las maravillas estéticas y adornadas con el Arco Iris entre las nubes, la vegetación verde oscura de la montaña las flores capaces de brotar hasta de las rocas, podemos entender que esos son solo algunos de los ropajes reales, que nos revelan algo de lo que es su Real Majestad y gloria y nos hacen pensar: ¡Qué precioso! ¡Qué glorioso e infinito que es el Espíritu Santo!

¿Sabes algo, tú que hoy me estás escuchando? El Espíritu Santo fue el que hizo tu alma. Él te creó la capacidad de pensar, te hizo para que fueses de Él y para Él, y para que cumplieses sus elevados fines con los talentos y facultades intelectuales con que te dotó. ¿Lo entiendes, verdad? La pregunta, entonces, es: ¿Qué estás haciendo con lo que se te ha confiado? ¿Cuál será tu respuesta cuando Él te lo reclame y te pida que rindas cuentas de tu mayordomía? Aquí vemos las raras características del hombre tal cual fue creado originalmente. Fue el hombre un alma viviente, dice la Palabra. La característica predominante del hombre se expresa en la palabra “alma”, así como la característica predominante del nuevo hombre en el Nuevo Testamento es la palabra ”espíritu”. El alma representa los elementos intelectuales y emotivos que constituyen al hombre. El espíritu representa la vida divina que nos une directamente con Dios y nos hace capaces de saber lo que son las cosas divinas y de ponernos en relación con ellas.

Es indudable que el hombre, tal cual fue creado originalmente, tenía también una naturaleza más elevada y espiritual, pues la verdadera traducción de este pasaje es: Jehová Dios sopló en las narices el soplo de vida, y fue el hombre alma viviente. La vida que le dio fue múltiple. Consistía de vida física, mental y espiritual, pero el elemento dominante era el alma. Por eso, leemos en la Primera Carta a los Corintios, 15:45: Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Al parecer, en la caída, el hombre perdió la vida espiritual, o por lo menos se subordinó de tal modo a su naturaleza sin alma, que el hombre natural dejó de ser espiritual. Era necesario que naciera de lo alto por medio del Espíritu de Dios, y que recibiera un nuevo ser espiritual, para poder salvarse.

Escucha esto: Adán, aún en su estado más elevado, era mucho más un alma viviente que un alto espíritu sublime. En él predominaba la vida del alma. Era casi inmaculado y definitivamente leal a Dios, pero era una vida inferior a la que disfrutan hoy los redimidos. De todos modos, ya sabes que la suya era una vida gloriosa; él tenía un toque divino especial y exclusivo. Fue modelado de manera tal que los rasgos de sus facciones y cada uno de sus miembros fuese perfectos. Luego, como lo hubiese hecho una madre amorosa, el Padre besó sus fríos labios con el calor de su propia vida y puso en ese cuerpo inerte la chispa de su vida Eterna, y entonces fue cuando saltó a los brazos el hombre, la criatura viva del también amoroso Creador. Fue sólo un toque de vida y de amor lo que separó al hombre y lo distinguió de los demás seres, convirtiéndolo en objeto especial del infinito amor de Dios y su cuidado.

Esa y no otra fue la obra del Espíritu Santo en la creación original del hombre. El texto nos muestra lo que con tanta claridad nos revela el Nuevo Testamento, que es la obra más elevada del Espíritu Santo en la nueva creación. En el mensaje que da Jesús respecto al Nuevo Nacimiento, ese que podemos leer en el capítulo 3 del evangelio de Juan, nos da una indicación muy significativa acerca de dicha obra bajo la misma figura que podemos ver en el texto. Él introduce allí la figura del viento que, no obstante ser invisible, igualmente es enérgico y potente, y lo compara con la obra de redención del alma humana que lleva a cabo el Espíritu Santo.

En la última entrevista que tuvo Jesús con sus discípulos, según la encontramos en el capítulo 20 del mismo evangelio de Juan, el discípulo dice que Él sopló y les dijo: ¡Recibid el Espíritu Santo! Ese cuadro es tan semejante al que nos presenta nuestro texto, que parece como si el uno complementara al otro. En uno de los casos vemos al Espíritu impartiendo el soplo a la antigua creación y dándole vida, y en el otro el mismo Espíritu sopla en la nueva creación de la vida y el poder de Dios en un principio más elevado.

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febrero 25, 2022 Néstor Martínez