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La Base de tu Estabilidad Espiritual

 (Ezequiel 28: 14-19) = Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran. Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser.

Este pasaje nos lleva a un momento crucial en la historia del evangelio, el de la caída de Satanás de cielo. Dice que era perfecto en todos sus caminos, hasta que se halló en él, maldad. En realidad la palabra correcta es Iniquidad. La gran pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez, es: ¿Cómo entró en él esta iniquidad? ¿Qué significa que alguien haya sido perfecto en todos sus caminos y de pronto algo se tuerce en su interior y permite la entrada de eso que llama iniquidad? Es como si algo dentro de él hubiera decidido que podía tomar un camino alternativo y torció sus pensamientos, y en este momento en que satanás tuerce sus pensamientos, empieza a entrar en el universo, esta palabra llamada Iniquidad.

Vamos ahora a ver lo que hay en el libro del Éxodo, capítulo 34. Es necesario profundizar en esto porque no es tema para tratarlo superficialmente. Comenzando desde el verso 6. Este es el momento en que Moisés le está pidiendo a Dios que manifieste su gloria delante de él, y entonces dice: Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.

En el lado opuesto, la iniquidad tiene también un poder de atracción. Son dos fuerzas espirituales que atraen hacia sí mismas. Y la iniquidad, así como la justicia, atrae todo lo que es del Reino de Dios, la iniquidad atrae todo lo que pertenece al reino de las tinieblas. Así se dan situaciones donde gente que está segura de estar caminando bien con Dios, sin embargo se ve atormentada por decenas de problemas, enfermedades y situaciones que a todas luces muestran que está bajo fiero ataque. Y el problema no es que el enemigo te ataque, el problema es la causa o la razón por la cual ese ataque te llega.

Ya vimos que la iniquidad es todo lo torcido, cuando en el Antiguo Testamento se oraba, y el Sumo Sacerdote ponía las manos sobre aquel cordero que iba a ser enviado al desierto. No son pocos los que de ustedes tienen que haber leído todo sobre esto. El sacerdote oraba y ponía en ese animalito a modo de expiación, el pecado de Israel, la iniquidad y la rebelión. Lo que vemos, por encima de esto que es histórico, es que Dios hace una diferencia entre iniquidad y pecado. Jesús, dice en Isaías 53, llevó nuestros pecados y fue molido por nuestras transgresiones, fue traspasado por nuestras iniquidades. La obra de la cruz habla de esas tres cosas. Jesús no solamente llevó los pecados, sino también nuestras iniquidades.

Sin embargo, lo que necesitamos saber es cómo tratar con la iniquidad. ¿Cómo la saco de mi vida? ¿Qué es lo que está produciendo? ¿Cómo hago para identificarla en mí? El Señor dice que Él visita la iniquidad de los padres sobre los hijos, hasta la tercera y cuarta generación. La iniquidad es como si fuera una posta de esas competencias de relevos. Pasa de un padre a un hijo o a un nieto, y en la medida que vamos nosotros pecando, vamos torciendo más ese cordón, ese batón, esa posta que es nuestra herencia. Y así es como lo pasamos a la tercera y cuarta generación.

La iniquidad es un asunto del espíritu. La rebelión es un asunto del alma. Y el pecado, es un asunto entre el alma y el cuerpo. La iniquidad es, necesariamente, espiritual. La pregunta, es: ¿Cómo entra la iniquidad dentro de nosotros? 2 Corintios 7:1 dice: Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. Por muchos años se ha predicado que cuando alguien viene al Señor, su espíritu se convierte en algo así como el Lugar Santísimo, y entonces se nos enseña que allí nuestro espíritu queda ya perfectamente limpio, maravilloso e inmaculado. Y a esto lo hemos predicado todos durante años. Sin embargo Pablo, aquí, dice que oyendo tales promesas, limpiándonos de toda contaminación de carne y de espíritu.

Entonces la iglesia se ha enfocado en limpiar toda contaminación a través de la carne, pero hemos ignorado totalmente la contaminación que viene a través del espíritu. Y esto es iniquidad. Y a esto lo podemos reforzar con lo que está escrito en Malaquías 2. Lo maravilloso de la era apostólica, es que viene a enderezar muchas cosas, muchas enseñanzas que las hemos aprendido de manera parcial. La era apostólica trae una luz que nos permite empezar a reflexionar sobre muchas cosas que por años hemos aceptado automática o mecánicamente. Malaquías 2:16: Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales.

Esto quiere decir aquí que, la deslealtad matrimonial, afecta directamente el espíritu. Dice guardad vuestro espíritu. Limpiémonos de toda contaminación de espíritu. Cuando Satanás concibe este pensamiento torcido de lo que era Dios, Satanás es espíritu. La iniquidad entra espiritualmente al corazón de este arcángel llamado Luzbel. Es la sangre en nuestro organismo la que contiene la vida del espíritu. Nosotros somos espíritu, pero en nuestra sangre está contenida la vida. Cuando el óvulo es fecundado por un espermatozoide, solamente el padre puede transferir sangre. La madre no transfiere sangre, sólo el padre. Cuando esa sangre entra y concibe el óvulo, en ese momento el espíritu del hombre va a entrar a formar parte de ese embrión.

Y es en ese momento, el espíritu que viene puro, que viene perfecto de parte de Dios, entra, es concebido en el vientre de una madre y, cuando la sangre y el óvulo están unidos, el esperma y la sangre están unidos, esa herencia espiritual de una persona, empieza a imprimirse en el espíritu puro y perfecto que venía de Dios. Dice el salmo 51: En iniquidad me concibió mi madre; en maldad fui formado. Eso quiere decir que ese espíritu puro, maravilloso y perfecto que venía de Dios, al momento de entrar en contacto con la sangre del padre, humanamente hablando, es transferido a ese espíritu todo ese torrente de iniquidad y pasa de ese modo del padre al hijo.

En nuestro espíritu, una de las cosas que hemos perdido en la iglesia post pandemia de este siglo veintiuno, es entender el espíritu del hombre. Es tan escaso el conocimiento que existe sobre eso, que ha determinado que la iglesia en su conjunto y más allá de la buena voluntad y predisposición de buenos hombres, haya perdido su espiritualidad. Hemos puesto más nuestra confianza en los hombres que en el Espíritu Santo de Dios. La iglesia, y hablo de su conjunto, dejo a un lado aquellas hermosas y poderosas excepciones, está muy poco desarrollada en cuanto a seres espirituales. Por eso es que abunda el pecado, la hipocresía, la mentira. Es en este tiempo en donde Dios nos estará renovando el entendimiento respecto a quienes somos como seres espirituales.

Sucede que hay, dentro de nuestro espíritu, un Lugar Santísimo. Es el lugar especial donde se aposenta la semilla perfecta y maravillosa de Dios. Pero no se aposenta en todo el cuerpo espiritual, sino en ese lugar que es el corazón y la comunión del espíritu. Entonces, la iniquidad es parte de nuestra herencia espiritual. No es algo de la carne, es algo del espíritu. Se transfiere de espíritu a espíritu. La palabra dice: Limpiaos de toda contaminación de espíritu. ¿Sabes qué? Debe haber un sesenta por ciento de cristianos, y no sé si no me quedo corto, que no tienen ni la menor idea respecto a qué cosa es una contaminación de espíritu. Por eso eres un foco de atención en el mundo espiritual y Satanás tiene derecho legal de atraer sobre ti todas las barbaridades que proceden del reino de las tinieblas.

No tendrá por inocente Dios a nadie, sino que Él visitará la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación. Por eso, es que una de las cosas que tenemos que aprender, es como limpiarnos de iniquidad, como desarraigar esa tremenda herencia que viene persiguiéndonos de generación en generación, para dar a luz generaciones santificadas, puras, y que entremos a esos niveles en que con toda confianza podemos acercarnos a la gloria de Dios sin el temor natural de que vamos a ser consumidos por fuego por causa de nuestra iniquidad. Si no tratas la iniquidad, por favor no te acerques a la gloria de Dios, está escrito. La gloria y la justicia, necesariamente, juzgaran la iniquidad.

La iniquidad es la suma de toda maldad. Dice Jeremías 17:1: El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con punta de diamante; esculpido está en la tabla de su corazón, y en los cuernos de sus altares, La iniquidad, desde el espíritu del hombre, va a empezar a transformar y a darle forma al alma del hombre. En maldad fui concebido, en maldad me formó mi madre. Hay una estructura espiritual que comienza a rodear a esa persona. Por eso hay hijos de padres o de abuelos alcohólicos, que quizás crecieron en la iglesia y siendo excelente en todas las áreas. ¿Y qué crees? De pronto se vuelven alcohólicos, casi de la noche a la mañana y nadie le encuentra explicación racional a eso. Se van de la iglesia y aterrizan en el satanismo y la brujería. ¿Cómo pudo suceder eso?

Porque nunca le trataron la iniquidad. Tenía grabado en su ADN el pecado de sus padres o de sus abuelos y nadie cortó ni lo ayudó a cortar con eso. La iniquidad va a tener varias consecuencias. Mira lo que dicen el final del primer y segundo verso del salmo 58: Oh congregación, ¿pronunciáis en verdad justicia? ¿Juzgáis rectamente, hijos de los hombres? Antes en el corazón maquináis iniquidades; Hacéis pesar la violencia de vuestras manos en la tierra. Por causa de esa estructura de iniquidad que está en nuestro espíritu, la tierra está siendo maldita por causa nuestra. ¡Hacen pesar la violencia! ¿Pero qué violencia si yo soy tranquilo y manso? La violencia de tu herencia espiritual.

La violencia de todos los homicidios que cometieron los españoles a nuestras razas nativas. La violencia de todos los abortos que se han cometido. la violencia de tanta iglesia evangélica peleándose los unos contra los otros y pese a eso siguen llamándose “hermanos”. Dice la palabra que cuando alguien odia a su hermano, eso es trabajo de un espíritu de homicidio. La misma tierra que estás pisando está cargada de iniquidad, y por eso no puede producir el fruto y tampoco bendición. Porque estamos caminando en verdades a medias, y Dios quiere traernos un torrente de su revelación. La iniquidad va a producir sordera espiritual. Ese es uno de los motivos por los cuales a tantos cristianos les cuesta escuchar la voz de Dios. Iniquidad en tu vida, es el mayor impedimento para que puedas escuchar la voz de Dios.

(Salmo 58: 3-5) = Se apartaron los impíos (Impíos aquí son los que padecen iniquidad en sus vidas) desde la matriz; Se descarriaron hablando mentira desde que nacieron. Veneno tienen como veneno de serpiente; Son como el áspid sordo (Lo dicho: la iniquidad produce sordera espiritual) que cierra su oído, Que no oye la voz de los que encantan, Por más hábil que el encantador sea. Esta impiedad produce tal calidad de sordera espiritual, que hay doctrinas llenas de iniquidad. ¿No has escuchado enseñanzas que te aseguran que Dios hoy ya no le habla al hombre? Eso es iniquidad doctrinal. Dios habla hoy y aquellos que oyen su voz saben que ni miento, ni exagero nada. Y no soy un místico irresponsable jugando a las fantasías sublimes y celestiales. Soy un hijo de Dios con suficiente temor y reverencia como para cuidar muy bien lo que digo y enseño.

Te digo algo anexo para comprobar y probar esto que dije. ¿Cuántos de los que hoy me están oyendo, alguna vez han escuchado con absoluta claridad la voz del miedo, o la voz de la tentación. Esas voces que te dicen que ya todo está perdido y que muy pronto te vas a morir irremediablemente y aterrizarás en el infierno porque eres malo y estás perdido? Bueno; esa es la voz de Satanás y sus demonios. Y si eres capaz de oírlos a ellos, ¿Cómo me dices que no vas a escuchar a Dios porque Él ya no habla? ¿No te parece incoherente? Además, la iniquidad también produce ceguera espiritual. ¿Tú sabes que Dios quiere que tú le veas? Jesús dijo: El mundo no me verá más, más vosotros me veréis. Y esto no se refiere a cuando nos vayamos al cielo, porque cuando estemos en el cielo, todo ojo le va a ver, toda rodilla se va a doblar delante del Rey; unos para perdición eterna y otros para redención.

El problema grave es que la iglesia ha terrenalizado todo. Mientras más lógico y terrenal sea todo lo que vivimos, más creíbles  y simpáticos nos haremos para nuestros vecinos incrédulos. Si hablamos de cosas invisibles nadie querrá venir a la iglesia. Y una gran verdad que nos preocupa, nos duele enormemente y hasta nos asusta, es que los brujos, los hechiceros y los satanistas tienen más claro el mover del Espíritu que la iglesia que debería conocerlo a fondo. 2 Corintios 3:14 dice: Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y concluye en los versos 17 y 18 expresando: Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

Esta es su promesa, pero tenemos que venir a Cristo en una forma diferente y poderosa, para entender como entrar y como ver esa gloria. ¿Y qué cosa es ver la gloria de Dios? Lo que vio Ezequiel, cuando vio los cielos abiertos, lo que vio Daniel, cuando vio el trono de fuego de Dios, el Anciano de días, lo que vio Juan, lo que vio Pablo, lo que vio Isaías. Cosas mayores son las que Dios tiene preparadas para nosotros, para que no sean ellos perfeccionados aparte de nosotros. Pero no entramos por causa de la iniquidad que está formando un velo de tinieblas que no nos deja avanzar como iglesia y entrar a los niveles de gloria que Dios quiere que entremos. La iniquidad es un ancla, la iniquidad son velos, la iniquidad es la fuente número uno de enfermedad. Jesús no compró con su sangre una iglesia que hoy vive en la enfermedad en la que vive. La iniquidad es la que produce ese bloqueo mental en la que mucha iglesia cae cuando hay nuevos moveres de Dios.

La iniquidad te bloquea porque es una estructura de pensamiento, es una estructura que tiene una manera de hacer las cosas y no acepta moverse de ella. Es una estructura de rudimentos, de principios de este mundo. ¿Estás enfermo? ¡Te vas al médico! ¡Te llenas el cuerpo de píldoras! Estructura de este mundo, estructura de iniquidad. Es como una telaraña negra que te envuelve y si no la detienes busca matarte el alma. Es un ancla que no te permite despegar en tu vida espiritual. Siempre estás en el mismo lugar. Es una ciénaga en la que te hundes y te hundes y no te das cuenta. El Salmo 109 la define así en los versos 18 y 19: Se vistió de maldición como de su vestido, Y entró como agua en sus entrañas, Y como aceite en sus huesos. Séale como vestido con que se cubra, Y en lugar de cinto con que se ciña siempre. Médicos cristianos aseguran que donde más fuerte ataca la salud la iniquidad, es en el sistema linfático. De esas aceites y aguas provienen todas las enfermedades.

Si hay un texto bíblico que es por excelencia una dedicatoria al tema de la iniquidad, ese es el capítulo 59 de Isaías. Mira los dos primeros versos: He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.  Fíjate que pone las dos palabras, no generaliza con solamente pecado. Dios no oye tus oraciones por causa de la iniquidad. Es un velo negro y denso que no permite que pase nada hacia el trono ni de ida ni de retorno. Dios no te oye, tú no lo oyes a Él. Versos 5 y 6: Incuban huevos de áspides, y tejen telas de arañas; el que comiere de sus huevos, morirá; y si los apretaren, saldrán víboras. Sus telas no servirán para vestir, ni de sus obras serán cubiertos; sus obras son obras de iniquidad, y obra de rapiña está en sus manos.

Asegura la gente que ha estudiado esto con mayor profundidad y casi especializándose en ello, que la mayor parte de los tumores que se forman en los cuerpos humanos, provienen de la iniquidad. Los tumores , -dicen-, son estos huevos que se van incubando en el cuerpo, provienen de la iniquidad y se van convirtiendo en tumores. Dice que los aprietan y salen víboras. Hacen metástasis todos estos tumores. Son como telas de arañas. Hay gente que tiene todo su ser espiritual cubierto con una telaraña negra. Y eso, además de atraer toda forma de maldición, también empieza a enfermar el cuerpo. Y esa gente ora, lee su Biblia, canta y hace todos los esfuerzos que puede, pero no sucede nada, es como si Dios se hubiera olvidado de ellos. No es Dios, es el peso de la iniquidad en sus vidas. Y no se te va de un modo automático, tienes que sacarla. Tú vienes a Cristo y no eres perdonado y liberado de tus pecados de manera automática, tienes que arrepentirte y pedir perdón. Con la iniquidad sucede algo similar. No se va sola, debes sacarla, echarla a puntapiés de tu vida en el nombre de Jesús. Cortarla de raíz para ti, para tus hijos, nietos, biznietos y tataranietos.

La iniquidad es una estructura de pensamiento. Es una estructura que te va a hacer envidiar, que te va a hacer odiar, que te va a hacer pelearte. Por eso la iglesia está tan dividida por todos lados en la tierra. Tratan con el pecado, pero a la iniquidad ni la molestan. Y luego se ponen a cantar que se van todos al cielo, y Satanás muerto de risa. Y Dios dice: Yo no tendré a nadie por inocente. Yo visito la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen. Gente que es generosa y obediente. Que diezma, ofrenda y ayuda en todo lo que puede y vive con lo justo y con sus finanzas en bancarrota. Iniquidad. De eso se trata. Pídele al Espíritu Santo que te guíe respecto a que línea de antepasados fue la responsable y corta todas tus ligaduras familiares. Y corta esa misma línea desde ti hacia tu descendencia, libéralos.

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agosto 5, 2023 Néstor Martínez