La mayoría de ustedes sabe que mi conversión fue a los 31 años de edad. Ya no era un niño ni un adolescente, pero todavía tenía suficiente juventud como para esperar mucho de los próximos años por vivir. De allí que cuando en mis primeras incursiones por la Biblia, tocó leer el capítulo 24 del evangelio de Mateo, eso fue un verdadero shock, un impacto tan potente que por poco me saca el aliento y las ganas de seguir. Porque eso me hablaba del fin, y conforme a lo que se enseñaba en esa época, eso era el fin de todo, del mundo, del planeta, de todos nosotros. Y a mí me aterrorizó porque a esa edad y a pesar de todo lo pasado, yo todavía quería vivir acá, en esta tierra y disfrutar de todas las cosas lindas que todavía no había podido experimentar. Y más cuando pude confirmarlo con Marcos 13.
Es más que obvio que no entendí nada o casi nada de lo que mi Biblia decía, pero en honor a la verdad, tampoco encontré en las personas que me llevaron a los pies de Cristo, la sabiduría o el conocimiento suficiente como para ayudarme a entender lo que no sabía. Pasaron los años y algunas pequeñas luces alumbraron mi entendimiento y comencé a ver que no todo lo que yo creía y pensaba de acuerdo con lo que Mateo 24 y Marcos 13 decían, era como yo lo creía y pensaba. Y esa mezcla de informaciones en unidad con enseñanzas mal intencionadas y tendenciosas, me llevaron a un grado de confusión tal que tomé la mejor decisión de mi vida: empezar todo otra vez, desde cero, pero esta vez sólo dejándome guiar por el Espíritu Santo.
Porque eso que yo hice casi sin darme cuenta de lo que hacía, y sólo porque un fuerte impulso y certeza interna me lo demandaban, fue la tan famosa y repetida frase de salir de Babilonia. Que no tiene absolutamente nada que ver con salirme del templo evangélico en el que me congregaba semanalmente, (Aunque en mi caso lo incluyera), sino fundamentalmente salirme de esa mentalidad de derrota con la que todos los cristianos que yo conocía vivían sus vidas y que poco a poco se me iba trasladando a la mía. Babilonia es una mentalidad satánica que te lleva a vivir con conciencia de derrota cuando fuiste creado para victoria. Es una tergiversación diabólica del diseño de Dios para el hombre.
Por eso es que, luego de una larga pandemia, a la que de inmediato se le sumaron unas guerras que por cerca o por no tan cerca nos tienen igualmente preocupados y, en algunos casos puntuales, hasta más que preocupados, lindando con lo asustados. Hay creyentes que preanuncian el fin de los tiempos, otros la llegada de la Bestia del 666, otros más secularizados claman contra un probable Nuevo orden Mundial, etc. Por todos estos motivos y porque hay muchas situaciones anexas que forman parte activa de nuestras vidas donde quiera que nuestras vidas se desarrollen y cualquiera sea nuestra nacionalidad, es que hoy quiero compartirte un estudio ciento por ciento actualizado y totalmente despojado de la antigua teología, del tan famoso e inquietante capítulo 24 del evangelio de Mateo con su paralelo casi perfecto de Marcos 13.
(Mateo 24: 1) = Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo.
Marcos 13: 1) = Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué edificios.
Lo primero que quiero referirme, es al significado de la palabra Templo, aquí. He leído y escuchado trabajos en los que se da a entender que esto se refiere al cuerpo de Jesús como templo del Espíritu Santo y no al templo de mampostería de Jerusalén. Me pregunto: si esta es una interpretación de alguien que ha recibido una revelación fresca, ¿Quiénes somos nosotros para cuestionarla? Temor santo se llama esto. De todos modos, en los originales, la palabra usada en las dos menciones de este texto para Templo, es la misma y es la palabra griega Jierón, cuya traducción implica lugar sagrado, esto es, los recintos enteros del templo, en este caso el de Jerusalén, aunque es válido para cualquier otro. Templo de mampostería, Edificación. El otro Templo en cuestión, que es nuestro propio cuerpo, al que Pablo alude en 1 Corintios 6:19, es la traducción del griego Naós, que nos habla de santuario o templecillo. Tiene comparación con Jierón, pero apunta más a algo muy específico, más pequeño y de carácter personal. Pablo da un símbolo metafórico, aquí, y se toma del templo tradicional, pero su significado no es el mismo.
El caso es que dice aquí que Jesús se estaba yendo de allí. Había estado adentro y había vivido todo lo que se relata en el capítulo anterior de Mateo, el 23. Y sus discípulos se acercaron para llamarle la atención e invitarlo a que observara a ese templo y a su calidad estética y edilicia. ¡Parecían turistas los discípulos! Participantes de uno de los miles de tours cristianos a Jerusalén, donde muchos han sido guiados a ver cosas que fueron y otras que les aseguran que fueron pero sin poder probarlo con nada sólido. Hay que entender que ellos tenían una buena razón para estar asombrados, debido a que el recinto del templo, remodelado por Herodes el Grande, era una de las magníficas estructuras del mundo antiguo. El pueblo Judío estaba justificadamente orgulloso de este gran edificio.
Este templo fue originalmente reconstruido por Zorobabel y Esdras, pero fue grandemente expandido y mejorado por Herodes. Fue el centro de la vida Judía por casi 1,000 años – tanto así que era una costumbre el jurar por el templo, y el hablar en contra del templo podía ser considerado una blasfemia. Después de la obra de Herodes, el templo era enorme – casi 457 metros de largo y 366 metros de ancho. (Imagínate una construcción de cuatro calles y media de largo por tres calles y media de ancho) La reconstrucción de Herodes comenzó en el año 19 A.C., y no fue terminado sino hasta el año 63 D.C., lo que llevó más de 80 años para terminarla. El magnífico complejo del templo fue terminado solamente siete años antes de que fuera destruido.
El comentario del discípulo que registra Marcos, – mira qué piedras, y qué edificios – era especialmente apropiado dado las grandes piedras que Herodes utilizó para construir el templo. Hoy en día se pueden ver algunas de estas grandes piedras, al menos aquellas utilizadas para construir el muro de contención el complejo del templo. Estas piedras calizas de cantería, cortadas, eran tan grandes – 15.24 metros de ancho, 7.62 metros de alto, y 4.5 metros de profundidad – que casi ninguna de las grúas de construcción modernas las pueden levantar.
Hoy todavía quedan muchos que, como ese discípulo que no se nombra, dicen exactamente lo mismo. ¿Cómo vamos a estar mal ante los ojos de Dios? ¡Mira lo que es nuestro templo! ¿Tú sabes lo que hemos trabajado y el dinero que hemos ofrendado e invertido para construirlo? ¡Dios tiene que sentirse orgulloso de nosotros! ¡Él sabe que lo hemos dejado todo para honrarlo con este hermoso templo! Eso, que a primera lectura parece al menos bien intencionado y cargado de sanas ideas de glorificar y honrar a Dios, déjame decirte que es una de las expresiones más abundantes de la religión. Crear una estructura para adorar mejor a Dios y terminar adorando la estructura. Algo así como que yo cante cada vez más hermoso para Dios y termine enamorado de mi voz…
(Mateo 24: 2) Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.
(Marcos 13: 2) = Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.
Hay una pequeña diferencia entre un texto y el otro aunque parezcan similares. Mateo dice que LES dijo, o sea: a todos sus discípulos, mientras que Marcos dice que LE dijo, al que supuestamente le quiso mostrar la belleza de esas piedras. En los originales no está del todo claro, pero en la respuesta dice que Jesús les dice: A ustedes, con la palabra Jumeís, que se traduce como Vosotros, ya que es el plural de Su, que es Tú. Quizás la invitación vino de un solo discípulo, pero lo que Él responde, indudablemente es para todos. Y lo que busca esencialmente es que ellos entiendan que Él es un templo espiritual infinitamente más grande, más fuerte y más indestructible que él literal que ahora están admirando.
En lo literal, esta palabra profética de Jesús, quedaría cumplida unos cuarenta años después, ya que hubo una revolución extendida por parte de los judíos en contra de los romanos en Palestina, y los rebeldes disfrutaron muchos éxitos anticipados. Pero al final Roma los aplastó. Jerusalén fue arrasado, incluyendo el templo – justo como lo dijo Jesús. Se dice que a la caída de Jerusalén los últimos judíos supervivientes de la ciudad huyeron a ese templo, justamente, porque era el edificio más fuerte y seguro que permanecía. Los soldados romanos la rodearon, y un soldado borracho comenzó un fuego que pronto engulló todo el edificio. Las figuras de oro en el techo se derritieron por medio de las cuarteadas entre las paredes de piedra del templo. Para recolectar el oro, el comandante romano ordenó que el templo fuera desmantelado piedra por piedra. La destrucción fue tan completa que los investigadores de hoy en día tienen ciertas dificultades para saber dónde estaba el templo exactamente.
Sin embargo, lo más interesante de este segundo verso de Mateo y Marcos, es la característica que conforme a la palabra utilizada en los originales tienen esas piedras. No es casual. El vocablo griego usado para traducir como Piedra, es lídsos, y nos dice la Strong que se utilizaba para referirse a piedras literales o figuradas. Eso ya nos hace abrir nuestros ojos espirituales y estar muy atentos a lo que viene, que es la características que esas piedras aquí mencionadas tenían. Eran las que se usaban en los molinos para, al hacerla rodar ya fuera por esfuerzo humano a utilizando bueyes o asnos, con ella se apisonara y moliera el cereal. Y el cereal más proliferante en esos molinos, era el trigo, ya que de esa molienda que hacían estas piedras, se obtenía la harina, con la cual luego se elaboraría el pan. Todo un símbolo si tienes la prolijidad espiritual para verlo así.
(Mateo 24: 3) = Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?
(Marcos 13: 3-4) = Y se sentó en el monte de los Olivos, frente al templo. Y Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?
El Monte de los Olivos, era una colina que se alzaba por encima del monte en el que estaba erigido el templo. Entre uno y otro monte había un valle llamado Valle de Cedrón, (Killon), y la particularidad era que desde ese lugar se tenía una vista muy amplia y abarcativa del todo el templo. Con esa imagen en sus ojos, los discípulos le formularon esa pregunta que deja en evidencia la importancia que ellos le habían dado a las palabras anteriores de Jesús. Daban por descontado que el templo sería destruido, así que ahora lo que necesitaban saber era cuando sería ese evento y qué señales se podrían percibir o recibir antes que eso ocurriera. Pero lo más importante de todo es lo que encierra de fondo esa pregunta, conforme a como lo registra Mateo, ya que allí además de las señales y el cuándo, ellos le añaden que eso coincidirá con su Venida.
Cuando ellos le preguntan qué señal o señales habrá que les otorgue la certeza de que su Segunda Venida está en marcha, la palabra con la que se registra esto es semeíon, que da a entender una ceremonia de índole sobrenatural, concretamente un milagro o un signo claro. Y nota que en Mateo ellos hablan del fin del siglo, cosa que superficialmente muchos de nosotros tomamos como ese espacio de cien años que nos han enseñado se denomina así. Sin embargo, se nos escapa que en el concepto de eternidad, los tiempos no existen ni se miden, por tanto esto tiene que ser otra cosa. En principio, la palabra que se utiliza es aión, y no se traduce como siglo, sino como Edad. La Strong allí dice: propiamente edad, era; por extensión perpetuidad (también pasada); por implicación el universo; específicamente periodo (judío) mesiánico (presente o futuro).
Pero la clave de todo este texto está justamente en el significado real de la palabra aíon traducida como siglo o edad. Puede referirse a un tiempo antiguo, pero es evidente que no es este el caso aquí. También significa eternamente, aunque si hablamos de la Segunda Venida de Jesús, no nos encaja esta traducción ni la de su similar Eterno. Habla de siempre, que es un concepto eterno al igual que nunca, todo y nada, y de universo, lo cual nos deja con un interrogante porque no es preciso. Entonces creo que nos habremos de quedar con el significado que nos resta, que es Corriente de este Mundo. ¿Qué vendría a ser la corriente de este mundo? Sus formas, sus costumbres, sus tradiciones, en suma, su Sistema. Eso encaja perfectamente cuando se habla del fin del siglo, que en realidad significa el fin del sistema. Sistema mundano, incrédulo, impío, pagano, pecador, pero sistema religioso también. A eso vendrá Jesús.
(Mateo 24: 4-5) = Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.
(Marcos 13: 5-6) = Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir: Mirad que nadie os engañe; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos.
Miren que nadie planáo, es lo que les dice Jesús. Conforme a su traducción, les está diciendo que pueden encontrarse con algún engañador, que alguien va a venir a engañarlos, que buscarán hacerlos errar, que procurarán hacerlos extraviar del verdadero objetivo, que si pueden los harán descarriar intentando seducirlos por las distintas variantes que la seducción tiene, con el fin de dejarlos vagando sin rumbo fijo y sin saber quienes son y donde van. Yo me pregunto cuanto de esto ha conseguido el infierno en estos tiempos, y en qué concretamente se basa su estrategia. La misma continuación de la Palabra lo muestra. Van a venir personas que asegurarán a todos venir en nombre de Cristo, pero no lo serán sino embajadores del mismísimo infierno.
A nosotros, hoy, a la distancia y con toda la información, predicaciones y enseñanzas que respecto a esto hemos recibido, nos parece utópico pensar o suponer que podría llegar a venir alguien a nuestra congregación y decir “Yo soy el Cristo” y que lo creamos con total y absoluta ingenuidad. Nos parece hasta una locura imaginarnos eso. Sin embargo, lo que estamos haciendo al pensar así es dar una muestra más de nuestra falta de conocimiento real. Porque esos falsos que aquí son profetizados para estos tiempos, de ninguna manera van a decir que son Cristos, sino su verdadero significado final, que tampoco es Mesías, sino Ungido de Dios. Te pregunto: En estos últimos tiempos, ya sean años, meses o semanas, ¿Nunca vino nadie a tu congregación o a tu vida asegurándote ser un ungido de Dios con una palabra rhema? Yo he visto eso, no sé si tú también. Y también he visto que han logrado engañar a muchos fabricando doctrinas muy singulares basadas en cuestiones materiales y relacionadas con los poderes terrenales.
(Mateo 24: 6-7) = Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares.
(Marcos 13: 7-8) = Mas cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que suceda así; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores son estos.
Estamos en medio de guerras. Ahora mismo hay una que ya ha dejado desastres irracionales y alto costo de vidas humanas innecesariamente perdidas antes del tiempo que seguramente tenían desde los vientres de sus madres. Sin embargo, pese al temor incrédulo ambiente y las exageradas predicaciones de cultores apocalípticos que suponen que el evangelismo conlleva mensajes inspiradores de miedos, cuando saben muy bien que el dueño del imperio del miedo no es precisamente el que nos ayudará a predicar el evangelio del Reino, tal el único mandato recibido, habrá que decir exactamente lo que está escrito: que esto todavía no es el fin. No se termina todo por causa de estas guerras o de los diversos rumores que existen alrededor de ellas.
Rumores que, si eres uno de los que se entretiene con las llamadas ideologías inventadas por aquellas fuerzas que siempre trabajaron para dividir, te llevan a tomar siempre partido por uno de los bandos en guerra, sin darte cuenta que es más lo que ignoras que lo que sabes, porque lo que sabes lo sabes por parte de alguno de esos bandos, el que ideológicamente coincide contigo, entonces la información que tienes siempre es tendenciosa y volcada a prepararte psicológicamente hasta para ir y ofrecerte como voluntario para pelear una guerra por una causa que no es la tuya, sin caer en cuenta que una guerra moderna jamás se libra por una bandera, tal como suenan los discursos, sino simplemente por acceder a más poder o por lo más antiguo de todas las guerras: oro, plata o dinero.
Finalmente, dice que se levantará nación contra nación. Literalmente, esto tiene relación con aquel tiempo, en que la nación de Israel era duramente perseguida y combatida, pero en contra de toda sabiduría humana el día presente no es mucho mejor. No existen naciones amigas o enemigas, conforme al discurso que diariamente escuchamos; existen naciones que comparten intereses comunes o no. Si no los comparten y hasta compiten por ellos, entonces hasta puede haber una guerra por esa razón. Las guerras no son por las banderas, generalmente son por dinero o poder político. Lo de reino contra reino no es ninguna novedad. Y no está hablando de reinados antiguos o específicos, de hecho. Hay un reino de tinieblas que se ha apropiado de manera prepotente de otro Reino de luz y el combate espiritual es para que este último sea entregado en manos de su verdadero propietario. Esta es la tarea que se le encomendó a la iglesia, y presumo que todavía está muy lejos de haberla cumplido o estar en ese camino.
Y tanto como para estar en sintonía con estos tiempos de pandemia, hay una curiosidad en este texto que bien vale la pena consignar, tanto como enseñanza necesaria y también como signo espiritual a tener en cuenta. Mateo dice que habrá pestes, pero en los originales de este pasaje, la palabra peste no figura. Tampoco está en el de Marcos, pero este no lo incluye en el texto que consumimos. Donde sí está es en el evangelio de Lucas, al que no incluimos en el detalle pero sí pensábamos hacerlo en el final con lo visto y tratado. En Lucas 21:11 está la palabra loimós, que se traduce como plaga, enfermedad o figuradamente como peste o pestilencia. El texto de Reina Valera tradicional incluso inscribe nuestra conocida palabra pandemia, lo cual lo pone en presencia activa y ultra moderna.
Los terremotos aquí mencionados, sumados a desastres climáticos tales como tremendas inundaciones o calcinantes sequías, tifones, huracanes, tornados, etc, prácticamente todos los días están presentes en alguna parte del planeta, mientras que el hambre, aún en lugares con riquezas suficientes como para que coma toda su población y sobre otro tanto, también es un flagelo que nos lleva a asumir que, en verdad, este es apenas un principio de dolores, de algo que si bien está profetizado, no es mucha la gente dispuesta a aceptarlo y decidir hacer algo al respecto.
Lucas en su evangelio añade que el tiempo está cerca y que no debemos ir en pos de ellos, sino aguardar en Dios que esos tiempos se cumplan. Cuando menciona las guerras, le añade una palabra que nos es muy afín a estos tiempos: sediciones, que es el equivalente a decir terrorismo. Concluye citando que habrá terror y grandes señales en el cielo. La pregunta que nos queda flotando, es: ¿A qué cielo se refiere? Respuesta clara: la palabra utilizada es ouranós, que nos habla de un cielo especial, más allá de este telón azul de día y negro de noche que vemos, un cielo que es morada de Dios. Desde allí vendrán las señales.