Si no te has perdido en las ramas por las cuales me he permitido irme en muchos pasajes de este texto, seguramente ya sabes quien fue Melquisedec y para que hace su aparición en el tiempo y momento en que la hace.
No soy en absoluto un profesor de historia frustrado como tantos que andan llevando el evangelio. Es más; la historia no es precisamente algo que yo ame profundamente, pero tampoco soy un necio que no va a reconocer su validez a la hora de cimentar principios.
Así que muy lejos estuvo este trabajo de ser catalogado como simplemente “la historia de un tal Melquisedec”. Muy por el contrario, y a mi modesto entender, es un punto de partida a un nuevo tiempo en la vida de la iglesia genuina del Señor Jesucristo.
Y la denomino así porque para la otra, para la estructural y organizada religiosamente que tú seguramente conoces muy bien, todo esto no tiene demasiada significación. Los ordenados pastores lo son hasta que se mueran, lo mismo que aquellos que por alguna disposición superior han sido elevados a la categoría de profetas o apóstoles.
Sin embargo, bajo sus conducciones, lo que nosotros hoy todavía llamamos “la iglesia”, no parece caminar demasiado elegantemente. Muy por el contrario, cada día que pasa es más notoria la declinación y los distintos grados de corrupción que la están invadiendo.
Y que nadie entiende que, cuando digo “invadiendo”, me estoy refiriendo a grupos de incrédulos organizados con la finalidad de destruir a la iglesia en nombre de Satanás. No, porque el incrédulo no sólo no cree en Dios, sino que muchísimo menos en Satanás. Así que esa invasión vendrá de adentro mismo de las congregaciones. Algo así como “salieron de nosotros, pero no eran de nosotros”…
Al terminar esta lectura, tú ya sabes que Melquisedec es el orden sacerdotal no meramente conveniente, sino estrictamente indispensable para este tiempo. El fracaso del viejo orden de Leví y mucho más el híper autoritario de Aarón, lo demuestra a cada paso.
Será tremendamente difícil poder lograr que la gente entienda que los seminarios donde se estudiaba para pastor y las propias credenciales otorgadas oficialmente para que estos ejercieran una vez egresados, no ha sido más que una mentira del diablo que logró retrasar la terminación de la obra.
Será aún mucho más complicado que alguien acepte que personas anónimas, verdaderos “don nadie” en las congregaciones o grupos de cristianos, sean los que Dios ha levantado para ministrar con Su Palabra al pueblo hambriento y no con discursos propios cargados de humanismo e intereses particulares como lo hacen la mayor parte de los asalariados.
Es muy sencillo en la escuelita dominical estudiarse de memoria el versículo que nos asegura que lo vil y lo necio levanta el Señor para avergonzar a los sabios, pero mucho más complicado resulta creer que eso es una auténtica verdad y que está a la vista de todos hoy mismo.
La gente está empecinada en ver hacer su entrada magistral y triunfal en las cada vez más altas plataformas, a esos seres mitad hombres y mitad dioses, vestidos simbólicamente con efod sacerdotales conforme al orden de Leví o Aarón.
Y esa misma gente no vacilará en apedrear como lo hizo con Esteban a hombres y mujeres vestidos de cualquier manera, pero portadores de una palabra realmente Rema, que no sólo bendecirá a los que buscan la verdad genuina, sino que también desestabilizará a los que hasta hoy han sido los dueños de la religión.
Por esa suma de causas y motivos, te sugiero utilizar este estudio para alimentar a todos aquellos que el Espíritu Santo te muestre que están buscando la verdad, pero no para confrontar o debatir con las castas religiosas que no creerán que el que llega es Jesucristo aunque los muertos resuciten.
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