(Santiago 1: 12-15) = Bienaventurado el varón que soporta la prueba, porque cuando salga aprobado, recibirá la corona de la vida, que prometió a los que lo aman. Nadie que es tentado, diga: Soy tentado por Dios. Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni Él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado cuando es atraído por la propia concupiscencia, y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, engendra el pecado, y el pecado, ya desarrollado, da a luz la muerte. A diferencia del castellano, la palabra griega traducida como Prueba, significa, el propósito de fortalecer la virtud, como se puede leer en Génesis 22:1 cuando dice: Aconteció después de estas cosas que Elohim probó a Abraham, y le dijo: ¡Abraham! Él respondió: Heme aquí.
Pero la misma palabra también significa tentar, que es algo así como sugerir que se practique el mal, y que es como la encontramos en Lucas 4:13 cuando señala: Y habiendo acabado toda tentación, el diablo se apartó de Él hasta un tiempo oportuno. La traducción que se lee como No nos metas en tentación, que figura en Mateo 6:13, cuando expresa: Y no nos metas en prueba, más líbranos del mal, no está en conformidad con el contexto teológico ni con la analogía espiritual del Nuevo Pacto. El verso 13 es el que define como son las cosas y que es lo correcto. Además, omite la figura del dialogismo, que consiste en expresar en forma de diálogo las ideas o los sentimientos de los personajes de una obra. Es más que claro que aquellos que permanecen firmes en las pruebas recibirán la corona de vida. Y esta expresión no se refiere únicamente a la vida eterna, sino a la vida aquí y ahora, disfrutada más abundante y plenamente.
Y, de hecho, habiéndose referido a la tentación que viene de una prueba que llega desde afuera, Santiago aquí habla ahora de la tentación como una incitación al mal que viene de adentro. Según muchos textos de la Escritura, Dios nos somete a veces a prueba, pero Santiago enfáticamente declara que la perfecta santidad de Dios lo pone más allá de la tentación y que el Señor no insta ni va a instar jamás a nadie a pecar. Creo que no es necesario que te diga que adhiero total y definitivamente a lo que dice Santiago, porque un Dios como el nuestro, que aborrece el pecado y que es el dueño del poder total del universo, no va a declinar su santidad enviando a pecar a alguien para ver cómo reacciona. ¡Si Él nos conoce mejor que nosotros mismos! En fin…Supongo que esto desarmará algunas excusas, pero ahí estamos…
En ese sentido, la concupiscencia responde a una tentación que viene de afuera, mientras que el pecado es algo engendrado. Fíjate que Santiago, muy curiosamente, no menciona para nada el rol de Satanás en el marco de esa tentación. Y no lo hace, porque su propósito no es discutir el origen del pecado, sino explicar que la incitación al mal no viene de Dios. Al subrayar la naturaleza interna de la tentación, Santiago no les deja excusa alguna a los pecadores. Satanás es de hecho la fuente externa de la tentación, pero nadie lo puede culpar de ser el responsable de los actos pecaminosos cuyas raíces están dentro de cada individuo. No es por nada que David, en el Salmo 7 y verso 14 escribe: He aquí el inicuo se preñó de iniquidad, Concibió perversidad y dio a luz la falsedad. Lo único que me queda por aclarar es que la iniquidad, que es el pecado antiguo, heredado por generaciones de nuestros antepasados, en realidad es un gen que preña, que embaraza, y que cuando llega el tiempo de parir, da a luz, en muchas ocasiones, pecados más horrendos que aquellos antiguos que nos oprimieron y acompañaron a la tentación.
(16-18) No os engañéis, amados hermanos míos. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay cambio ni sombra de variación. Él, porque quiso, nos engendró con la palabra de la verdad para que seamos primicias de sus criaturas. Observa un detalle que no es menor. En el verso 16 no dice que nos cuidemos de no ser engañados. Tampoco que no dejemos que el diablo nos engañe. Dice que no nos engañemos a nosotros mismos. ¿Sabes qué? Esto es el ápice de la sabiduría. Si hay un engaño que surte efecto en cada uno de nosotros al punto de llevarnos a lo peor de lo peor sin que podamos defendernos, ese es el auto engaño. ¿Sabes por qué? Porque lo pensamos, lo aceptamos y lo incorporamos como la mayor de las verdades, siendo que sólo es una excusa que estimamos como buena y eficiente para acompañarnos a pecar sin culpa. Eso es engañarse a sí mismo. De eso se nos previene aquí. Recuerda que Dios no solamente no es responsable del pecado humano, sino que es la fuente de todo bien. En contraste con el continuo movimiento de los cuerpos celestes que Él creó, es inmutable. Siempre cumple sus promesas. La Razón de la Prueba: ¿QUIERES VENCER? ¡ENTRENA DURO!