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¡Muévete!

Recuerdo a Pablo, y no me refiero al apóstol, sino a un joven que marcó con algunas enseñanzas mis primeros años de creyente. Era un buen chico y tenía participación por lo menos en la mitad de las comisiones de trabajo que había en la iglesia a la que en ese tiempo asistíamos. Él tenía un lema casi inconmovible. Viniera quien viniera a consultarlo por un problema particular, su solución siempre era la misma: “¡Ponte a trabajar para el Señor, hermano!”, le decía. Pablo estaba convencido que, persona que tenía muchas actividades en la iglesia, persona que no tenía tiempo en pensar tonterías. Entre ellas, sus propios y a veces terribles problemas. No era el único que pensaba así. Es más: él no era producto de una inventiva personal, él sólo repetía lo que había aprendido de sus mayores. En esa congregación el sinónimo de buen cristiano y miembro considerado, estaba marcado por su actividad.

Entonces, en función y razón de ello, se inventaron en las iglesias coincidentes con estas tesis, la más diversas y amplias gamas de ministerios. A todo lo nuevo que se incorporaba como actividad para la iglesia, se le denominaba ministerio. Luego, esto iba a popularizarse mucho más. Así nacieron los ministerios del teatro, de la danza, del compañerismo cristiano, de la acción social, de las comunicaciones externas y, grado sumo: el ministerio del deporte, que en Argentina no podía ser otra cosa que fútbol. Entonces la iglesia conformó su propio equipo de fútbol. Once muchachos jóvenes que oficiaban de jugadores titulares y otros tantos más, menos agraciados por los talentos físicos, que hacían las veces de suplentes.

Cuando se presentó este curioso ministerio, el pastor se gastó casi una hora tratando de explicar que la iglesia lo apoyaba porque consideraba que era una excelente forma de predicarles el evangelio a jugadores rivales que luego, veríamos llegar y sumarse a la congregación. Te confieso que jamás vi siquiera uno que llegara, aunque más no sea por curiosidad. Es más: lo que sí pude ver en alguna ocasión fue a los hermanitos que, mientras corrían detrás de la pelota en un juego por campeonato, se insultaban y se salivaban con los rivales tal como lo hacen muchos de nuestros idolatrados profesionales. Tú ya lo sabes, y si no lo sabes, ahora te lo cuento: en Argentina la prioridad no es desear jugar al fútbol. En Argentina la absoluta prioridad es desear ganarles a todos los demás jugando al fútbol. Entonces, cuando se gana, es una celebración mayúscula donde interviene hasta el gobierno nacional, mientras que cuando se pierde, todo se convierte en un drama que, generalmente concluye con la expulsión del director técnico o entrenador del equipo, de algunos jugadores considerados muy “livianos” y hasta del propio presidente del club. Quien piense que hay complejos no resueltos, no está tan despistado en sus conclusiones…

En ese marco, que la iglesia tuviera su propio equipo de fútbol y que él formara parte del ministerio del deporte, era visto por muchos como un adelanto del progreso y la civilización entrando en las arcaicas estructuras eclesiásticas. Recuerdo que muchos domingos por la mañana (Nunca se atrevieron a hacerlo en el culto de la noche, que contaba con mayor presencia de gente), el plantel futbolístico del Club Atlético Iglesia Tal y Cual subía a la plataforma a mostrar el trofeo ganado en algunos de los torneos donde habían participado. Subían todos, titulares y suplentes, con el ministro de deportes portando el trofeo; se colocaban en media luna, la mitad de cada lado del púlpito y, allí, el pastor los felicitaba, pedía un fuerte aplauso a la concurrencia y luego les echaba una oración dando gracias a Dios por el campeonato ganado. Una pinturita preciosa. Y a esto le llamaban…servicio al Señor…

Mira; no te estoy contando todo esto porque sea un anciano agrio, gruñón, malhumorado y resentido al que no le gusta nada que signifique mover los huesos, al contrario. No sólo me gusta el deporte en todas sus expresiones, sino que el fútbol fue una de mis pasiones de juventud. Lo jugué (De modo mediocre, claro), y luego también lo comenté para radios, periódicos y canales de televisión en mi profesión de periodista. Y no me desagrada ni su forma, ni su fiesta ni su pasión. Creo, incluso, que, llegado el momento de los análisis, el juego de fútbol es uno de los distintivos más concretos y definidos de la idiosincrasia de mi pueblo. Para bien y para mal, ya te lo dije, pero distintivo. Pero llevar eso a la iglesia del Señor y más con el rótulo de “ministerio”, créeme que no puedo entenderlo por más apertura mental que ejercite. El servicio en sí mismo, suele demandar demasiado a quienes lo ejercitan.

Es más: he oído predicaciones muy bien armadas y consolidadas con ciertos y determinados versículos bíblicos, donde se le decía a la gente que lo primero era la iglesia, sus necesidades y sus demandas. Y luego recién venía la familia. Y que la familia debía entender y compartir esto. Es una tremenda deformación y, lo peor del caso, hecha a sabiendas. Porque cualquiera que alguna vez haya leído la Biblia, aunque más no sea de paso, ya sabe que lo primero es el Señor (No la actividad congregacional) y que luego viene la familia y recién después la iglesia como estructura. Son muchas las cosas que están envueltas en esto, pero los objetivos que se tienen, las probables metas y todo el conglomerado que te rodea, es el fundamento básico para detectar si lo que uno está haciendo es realmente un servicio al Señor o no. Por ejemplo, hay muchos padres y madres entre nosotros. Parte, en realidad una gran parte, de su servicio al Señor tiene que ver con sus hijos. Baste para ello leer que en el Salmo 27 se nos dice que son una herencia de parte de Dios. Bueno sería preguntarte: ¿Estás cuidando esa herencia? Onda Perogrullo: ACTIVISMO NO ES FE, ES ACTIVISMO.

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septiembre 6, 2024 Néstor Martínez