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Como Viendo lo Invisible

Quiero aclarar que, cuando alguna vez he hablado del Principio de la Revelación, he estado tocando un punto que es determinante para entender quiénes somos en Dios, una incógnita que no demasiados cristianos tienen resuelta satisfactoriamente. Porque si yo te pregunto quién es Cristo, tú me darás una respuesta que seguramente será similar a las que ya han dado otros creyentes maduros respecto a la misma pregunta. Sólo que ninguno de ellos acertó a definirlo como El Ungido. Y lo más curioso de todo es que, tanto la palabra Cristo, que es la traducción al griego de la palabra Mesías, lo que significa es precisamente eso: ungido. Y resulta ser que en cierta ocasión, al comenzar su ministerio, Jesús entra a la sinagoga de Capernaum, en un día de reposo. Y a él le corresponde leer el pasaje de la ley, en ese día.

Y casualmente, él abre el rollo justamente en el pasaje en que el profeta Isaías, dice: el Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ungió el Señor. ¿Recuerdas ese pasaje, verdad? ¿Y qué está diciendo ahí, literalmente? Que el Espíritu del Señor está sobre mí por cuanto me ungió. Me ungió. ¿Qué cosas podemos decir de Dios? Que es Todopoderoso, y es verdad; que es amor, y es verdad; que Él es vida, y es verdad. Pero ninguno de esos títulos puede reemplazar el entendimiento que tienes, cuando comprendes lo que significa ser el ungido. Ha habido mucha gente buena en la tierra. Podemos pensar en Gandhi, Teresa de Calcuta, ¿Quién podría discutir que las cosas que ellos hicieron no fueron buenas, geniales? Sin embargo, pese a todo lo que sin ninguna duda ni discusión le brindaron a la sociedad de su tiempo, ninguno de ellos podría haber sido nominado como ungido.

Entonces, cuando Jesús termina de leer ese pasaje, les profetiza y les dice: Esta palabra, hoy se ha cumplido. En realidad él lee un poco más, no lee solamente ese pasaje. Añade: Me ha enviado a liberar a los cautivos, ¿Recuerdas? Y luego: A pregonar libertad a los oprimidos, a los presos apertura de la cárcel y a declarar el año de la buena voluntad del Señor. Él, antes de empezar ese ministerio activamente, establece quién era, en base a la palabra, y todo lo que Dios había esperado de su manifestación. O sea: Él podía entrar por la puerta izquierda o por la derecha, pero no; entró por la principal. Y tomó el texto correcto: el Espíritu del Señor está sobre mí. Durante todo su ministerio, Jesús fue un instrumento del Espíritu Santo. Él no obró solo, con lo que se le ocurrió a él.

¿Recuerdas lo que sucede cuando Él sale del agua, después de haber estado con Juan el Bautista? Dice que “algo” como una paloma descendió, pero no solamente eso es lo importante; el Padre habló, y dijo: Este es mi Hijo, en quien me complazco. ¿Acaso se complació porque se bautizó? ¿Acaso necesitaba bautizarse para perdón de pecados, Él? No. ¿Y entonces en qué se complació el Padre? ¿Nunca te lo preguntaste? ¡Oh! ¡Cuántas cosas damos por sentadas los cristianos, sin indagar nada más ni ir más profundo! ¿Acaso se complació en su obediencia? Sí, indudablemente que sí, pero hay algo más en todo esto. En el lugar que Jesús le da al Espíritu Santo. En eso es que el Padre estuvo complacido. Es tan asombroso que nosotros queramos hacer la voluntad de Dios sin el Espíritu Santo, cuando Jesús, con todo su poder, le dio un primerísimo lugar para poder hacerlo. Lo que quiero que entiendas es que no es algo pequeño.

¡Él dice eso! El Espíritu Santo está sobre mí, por cuanto me ungió el Señor. Y me ha enviado. Y aquí volvemos al apostellos, ¿Recuerdas? ¿Qué te parece? ¿Jesús vino porque quiso o porque fue enviado? ¡Claro que porque fue enviado! ¡Jesús fue enviado! ¿Quién pone en duda eso? Y hasta donde nosotros sabemos, ningún seminario bíblico te puede enviar a ninguna parte. Ninguna universidad te puede enviar. ¡Sólo Dios puede enviarte! Y Jesús está diciendo: me ha enviado. Hay algo interesante en todo este proceso. Jesús está diciendo: me ha ungido y me ha enviado. Hay un orden: primero me unge, luego me envía. Pero luego me envía y me dice: a qué cosa es que me envía. ¡Ah! A predicar, a abrir puertas, a proclamar, a sanar, a liberar, a vendar. O sea que, junto con el Espíritu Santo que descendía sobre Él ungiéndolo, venía la misión.

Y ahí está explicada toda la agenda de trabajo que Jesús iba a desarrollar. Lo que te estoy diciendo es que Él no tuvo que improvisar nada, ¡Él sabía lo que debía hacer, porque el Espíritu se lo reveló! Entonces, volvemos al instante en que Jesús les pregunta a sus discípulos: ¿Quién soy yo? Y la respuesta correcta, era conectar, no simplemente a Jesús como el muchacho que hacía milagros. Porque, para ese momento, ¿Cuántos milagros había hecho, ya? Muchos. Pero el punto es este: ya los discípulos se habían preguntado más de una vez: ¿Pero quién es este? ¡Había sido más que impresionante!

Ahora bien; que Pedro pudiera decir: tú eres el ungido, cuando él no había estado en la sinagoga de Capernaum para escuchar lo que estaba leyendo Jesús, fue milagroso. Si él hubiera estado allí, entonces sí hubiera sido fácil decir esto, porque Jesús ya lo había dicho allí. Pero Pedro no estuvo allí ni escuchó a Jesús decir nada al respecto, ni había todavía emisoras de radio o televisión cristianas emitiendo en directo. No estaban las redes, tampoco. Al menos, no hay ninguna referencia de que Pedro haya estado allí. Por esa razón es cuando, entonces, Jesús le dice: lo que acabas de decir, te lo reveló el Espíritu Santo. Y eso, lo que acaba de decir Pedro, que es Simón hasta este momento, le acredita a Dios, le autoriza a Dios a que él pueda cambiar su nombre. En pocas palabras: cuando tú tienes una revelación del Hijo, él te da una revelación de quién eres. ¿De verdad nunca pensaste cual será tu verdadero nombre, el que figura en el Libro de la Vida? El de Simón era Pedro, ¿Y el tuyo?

Al verlo a él y entender lo que es él, al mismo tiempo, entiende quien es. Aclaro: si yo lo veo y lo entiendo a él y sé quién es él, al mismo tiempo me es revelado quién soy yo. ¿Qué pasa, entonces, cuando la gente es enviada a hacer guerra espiritual a una ciudad o a una región, pero ellos no tienen una revelación de quién es Cristo? Pasa que encaran su tarea con un miedo que ni te cuento. Dime: ¿Los ves más que vencedores? ¿Son valientes de igual modo? Sí, son valientes, pero eso es secundario. ¿Cómo que es secundario ser valiente en guerra espiritual? ¡Es que lo es! Lo que necesitas para esa guerra no es valentía, sino obediencia. Porque eso es lo que trae inevitablemente revelación. Y sólo es la revelación la que te trae autoridad y sólo la autoridad es la que te trae victoria segura. O sea que lo que estoy tratando de decirte es que, cuando tú entiendes quién es él, automáticamente entiendes quién eres tú.

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abril 17, 2021 Néstor Martínez