Estudios » Blog

4 – Esos Discursos Engañadores…

Recuerdo haber examinado una encuesta realizada en USA hace ya más de treinta años, donde se le preguntaba a la gente de la calle, cuánto dinero entendía que debía ganar en el año para poder cumplir lo que en ese momento denominaban como “el sueño americano”. Los que ganaban veinticinco mil dólares al año o menos, pensaban que debían ganar al menos cincuenta y cuatro mil. El otro nivel, el que ganaba alrededor de los cien mil dólares anuales, estimaba que debían recibir por lo menos ciento noventa y dos mil. Estas figuras indican que generalmente pensamos que tendríamos que tener el doble de nuestros ingresos, cualesquiera sean ellos, para tener una buena vida. 

Pablo, como siempre, es muy puntual cuando le escribe a Timoteo su Primera carta y, en el capítulo 6, le dice: Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; Esto quiere decir que solamente podemos acceder a esa gran ganancia, si cuando buscamos llenarnos del Espíritu para bendecir a quienes se nos acercan, lo hacemos con gozo, alegría y contentamiento, cosa que resultaría imposible si nuestra mente está cautiva de nuestro salario y el deseo de multiplicarlo.

En cuanto a hacer tesoros en el cielo, aunque parezca incomprensible, tiene absoluta vigencia y realidad. ¿Alguien vio un ataúd con una caja fuerte incorporada o con bolsillos para que el fallecido guarde y se lleve con él sus posesiones monetarias? ¿Alguien vio un cortejo fúnebre donde al coche que lleva al fallecido lo siga un camión con todas sus posesiones, tal como si estuviera mudándose de vivienda? Ríete si eso te provocó lo que dije, pero luego cuando vuelvas a estar serio, piensa con detenimiento lo que significa eso.

Nuestros tesoros materiales, sean los que sean, no pasarán de esta vida a la próxima; pero el bien que se ha hecho para el Reino de Dios a través del uso de nuestros tesoros espirituales y materiales, será para siempre, y la obra que Dios hace en nosotros a través de dar fielmente todo lo que deseemos dar, durará por la eternidad. Y cuando remata diciendo que donde esté nuestro tesoro estará nuestro corazón, nos muestra que Jesús llegó a la conclusión que solo puedes tener tu tesoro (Y tu corazón) en un solo lugar; es decir que no podemos guardar tesoros en la tierra y en el cielo al mismo tiempo.

Encontré algunas escrituras que confirman todo esto. Las incluyo para no limitarme a una interpretación unipersonal de un texto unipersonal. Eso no sería difundir el Reino, sino dar opiniones acerca de Él. Pero sucede que Dios ya opinó, y a mí lo único que me queda disponible, si lo amo, es decir Amén. En el Proverbio 23, Salomón dice: No te afanes por hacerte rico; Sé prudente, y desiste. Pablo añade, en su primera carta a Timoteo capítulo 6: A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.

 El autor de la carta a los Hebreos, en el capítulo 13, expresa: Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; Santiago es lapidario en su carta, cuando en el quinto capítulo, dice: ¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. Concluye Pedro en su Primera carta, cuando en el primer capítulo, concluye: Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros.

(22) La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; (23) pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿Cuántas no serán las mismas tinieblas?

Digamos que la persona con el ojo sano, que es lo que significa aquí decir que es bueno, es la que intenta servir a Dios y no a las riquezas. La persona de ojo maligno, mientras tanto, es egoísta, codiciosa y miserable. No creo exagerar nada si digo que todos nosotros, tanto los que estamos de este lado escribiendo esto y ustedes, los que lo leen, hemos visto a esta clase de personas. En el mundo, donde obviamente son mayoría indiscutible, pero también dentro del pueblo de Dios, donde si bien no son mayoría, los que hay, obstaculizan el avance del Reino y son piedra de tropiezo para los de ojo bueno.

 Hay que entender que, obedecer al Padre, fue algo de suprema importancia para Jesús. La obediencia es la respuesta de la fe a cualquier instrucción de Dios. Jesús enseñó que la verdadera fe siempre se manifestará en obediencia a la voluntad revelada de Dios. Una vida cristiana exitosa será el resultado de buscar y conocer la voluntad de Dios para actuar entonces por fe. Por lo tanto, somete tus planes y tu futuro a la voluntad de Dios. Se lleno de la luz de la vida, de manera que no haya tinieblas en ti. Ten un “ojo” bueno y desarrolla un compromiso personal con el Señor y con su voluntad.

A diario recibo consultas relacionadas con si se debe seguir asistiendo a una iglesia o no. Me agradaría mucho que no pierdan su tiempo, ni me hagan perder el mío. Esa pregunta es para el Espíritu Santo, no para Néstor Martínez. Yo se la hice hace más de veinte años y luego de una espera con alta paciencia, recibí Su respuesta. Ninguno de ustedes es ni más ni menos que yo delante de Dios, así que no hay ningún motivo o causa por la cual no reciban una respuesta adecuada a sus historias, conforme a vuestros deseos, pero, indefectiblemente, acorde a como esté vuestro corazón delante de Dios.

La respuesta más repetida que he dado, fue: Si en algo espiritual no sabes qué debes hacer, lo mejor que puedes hacer, es no hacer nada. Si Jesús, ¡Que era Jesús! Cuando no tenía demasiado claro lo que debía hacer, se iba a orar en soledad y no retornaba hasta no tener respuesta, hoy la rutina sigue intacta porque Él fue el unigénito de Dios, pero nosotros constituimos Su cuerpo en la tierra, por lo cual estamos adheridos al mismo sentir y sistema al cual Él adhirió en su tiempo y momento. Ora, espera, sigue orando, sigue esperando y, en un instante, la luz se hará en tu espíritu y estarás viendo cosas que nunca antes habías visto, a pesar que estaban junto a ti desde siempre.

(24) Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

Si hay algo que debes entender, es que para alcanzar la santidad hay una serie de pasos a seguir. Bajo el antiguo pacto, Israel fue llamado a vivir en santidad, no como las demás naciones, principalmente en las cuestiones externas de la Ley. Sin embargo, Jesús llama a su gente a una santidad que procede del corazón. La santidad es ahora la manifestación de la lealtad personal a Dios, y de la realización de la plenitud de frutos originalmente concebida para la humanidad. Por eso este texto, hace especial hincapié en eso, en la más absoluta lealtad a Dios y al inmediato abandono de cualquier forma de ambición carnal que comprometa tu dedicación al Reino.

 De hecho, ni se te ocurra creerte esas predicaciones donde te muestran esto como sencillísimo y fácil de lograr con un mínimo esfuerzo, generalmente radicado en asistir a todos los cultos, vestirte sobriamente y una serie de condicionamientos externos más. La santidad genuina, es otra cosa. Es levantarte por la mañana y, sin descuidar ni desatender tus responsabilidades de hijo, esposo o padre, le des absoluta prioridad a lo que tu Señor requiere de ti para ese día. Ten la certeza que Él no te pedirá nada que obstaculice todo lo otro. Si eres un hijo que honras a tus padres, has contraído matrimonio conforme a diseño y has tenido los hijos que deseabas, Dios te pedirá cosas que no modificarán ninguna de tus responsabilidades. Pero Su Voz será la primera que deberás oír cada mañana.

(25) Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?

Si pongo mi atención a los comportamientos humanos de los últimos setenta años, creo que este pequeño texto lo sintetiza en toda su dimensión. Y no me estoy refiriendo a la gente no creyente, a la que llamamos “el mundo”, ya que todos ellos no encuentran otra manera de vivir porque no conocen nada que se las modifique. Pero nosotros si lo conocemos. Nosotros sí hemos creído en quien nos puede dar una vida acorde a nuestras necesidades sin tener que estresarnos al máximo para lograrlo con nuestros dudosos métodos. En nuestro marco social, existen personas que no comen las dos comidas naturales del día. En algunos casos, sólo una, en otros casos, ninguna o día por medio. Esto nos molesta, nos hace sentir mal y hasta con cierta culpa ver o saber que suceden estas cosas, pero no le hace; suceden. Por contrapartida, hay personajes que hacen del comer un culto idólatra y terminan arruinando su cuerpo al que le introducen todo lo que a un cuerpo puede dañarlo fuerte y feo. Obviamente, también están los que en algunos casos sólo alcanzan a beber agua de los charcos de lluvia y otros que viven ebrios por causa de todo lo que beben a toda hora. ¿Se puede hablar de injusticia? No. Se puede hablar de hombres que buscan vida eterna y hombres que se aferran a esta vida terrenal. Hombres trabajadores y hombres holgazanes. Pero siempre hombres, Dios no es responsable de ninguna de estas cosas.

Dice no os afanéis. Esa palabra es merimnao. Proviene de merizo, que es dividir en partes. La palabra sugiere una distracción, una preocupación con cosas que causan ansiedad, tensión y presión. Jesús habla contra el afán y la ansiedad dada la vigilante mirada de un Padre celestial que siempre está al tanto de nuestras necesidades diarias. Pero que conste; estoy diciendo necesidades, que nada tienen que ver con deseos, antojos o caprichos. El de la ropa es uno de esos afanes gobernados por la ansiedad, en este caso de verse bien y apto para ser admirado, adulado, alabado o reconocido por los demás, cosa que una gran cantidad de seres humanos necesitan desesperadamente para sentirse alguien y tener un proyecto u objetivo de vida. El creyente no necesita nada de eso.

Sabe que es un hijo de Dios de paso por esta tierra y su objetivo está en la eternidad, no en lo terrenal, donde lo único que debe esmerarse en hacer es proclamar y anunciar la existencia del Reino de los Cielos. Eso se llama predicar el evangelio. Cualquier otra cosa, puede ser sincera, pero errónea en la intención de presentar una serie de ritos y costumbres inventadas por hombres. Esto no quiere decir que yo proponga andar por la vida vistiendo harapos, no. El hijo de Dios tiene que estar vestido de modo sobrio, pero de buen nivel. Y no para lucirse por ello, sino para dejar testimonio de que la provisión divina es mucho más efectiva que cualquier estrategia terrenal. Porque, definitivamente, mi vida en Cristo vale mucho más que lo que deseo comer o la ropa que deseo vestir.

(26) Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?

¡Qué perfecto ejemplo! Ya lo considera Job, en el capítulo 38 de su libro cuando dice: ¿Quién prepara al cuervo su alimento, Cuando sus polluelos claman a Dios, Y andan errantes por falta de comida? El discurso humanista te habla de la naturaleza y sus “chips” incorporados a cada especie para que sepan nutrirse o alimentarse, pero dejan sin decirte algo: ¿Quién les puso a esas especies eso que ellos llaman “chip”? ¡Ay, hombre! ¡Qué estúpido puedes llegar a ser cuando tratas de volar por encima de tu Creador! También lo expresa el salmista en el 147, cuando consigna: Él da a la bestia su mantenimiento, Y a los hijos de los cuervos que claman.

Cierto es: hay una presa disponible para cada bestia y una pequeña lombriz para cada polluelo que vuela, pero tienen ambas una sola condición: tanto la bestia como el ave, salvo cuando son recién nacidos, tienen que salir a buscarlas. Eso somos los cristianos. Cuando eres un bebé en Cristo, el pastor o el maestro tienen que traerte el alimento revelado a tu boca espiritual. Pero cuando piensas que ya has madurado, entonces me temo que tendrás que salir a buscar cada día ese alimento y no esperar que otro se tome el trabajo de prepararlo para ti, mientras tú te ocupas de cosas triviales. Mil disculpas si esto te suena fuerte y hasta agresivo, pero entre despertar dormidos o resucitar muertos, siempre voy a elegir lo primero, aunque sea a golpes en las mejillas, por decirlo de un modo elegante y respetuoso.

(27) ¿Y quien de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?

Durante el período de educación escolar primaria de mi vida, en la fila que las maestras nos hacían formar para izar la bandera y cantar una canción patria, antes de ingresar al aula y al final de las clases, antes de retornar a nuestros domicilios, siempre estuve ubicado en primer o segundo lugar. Obviamente, esas filas eran por estatura, de menor a mayor. El último de nuestra fila era un grandote rubio, que decían que era hijo de polacos, de apellido Kuc. Me triplicaba en altura con mi misma edad. La baja autoestima y algo de complejo de enanismo me duró más o menos hasta mis trece años, donde casi de improviso en un par de meses crecí bastante.

De todos modos, nunca fui más allá del metro setenta y uno, que, si bien no es una baja estatura, para el lucimiento y la vanagloria de un joven varón, sonaba a insuficiente. Las damas se peleaban feo por los jóvenes del metro ochenta hacia arriba, pero no por nosotros, los de altura standard. Sin ser creyente genuino, creo que alguna vez le pedí a Dios que me hiciera más alto, pero Él entendió que esa oración no era para su gloria, sino para la mía, entonces me dejó en la que todavía hoy me acompaña. De todos modos, esa preocupación no llegó a ser un festival de ansiedades, doy gracias a Dios por ello. El Salmo 39 lo resume: Hazme saber, Jehová, mi fin, Y cuánta sea la medida de mis días; Sepa yo cuán frágil soy. He aquí, diste a mis días término corto, Y mi edad es como nada delante de ti; Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive.

El salmista reproduce lo que es el sentir de toda una cultura de su tiempo, pero que indudablemente no concluyó allí. Se nos deja ver que la preocupación excesiva por algo fuera de nuestro alcance no logra nada. Por más afán que le pongamos, no podemos añadirle nada a nuestra vida. Es muy cierto que puede haber pecados mucho más grandes que una vana preocupación, pero créeme que no hay uno que sea más destructivo e inútil. El salmo alude a un punto que no es el que Jesús da como ejemplo, pero emana de que, en el griego, el término añadir, puede significar incluso añadir vida en lugar de estatura. Porque, en suma, el pensamiento es el mismo.

 De hecho, en vez de añadir a nuestra vida, podemos dañarnos a nosotros mismos por medio de la preocupación. Y te lo advierto a ti, que eres hombre o mujer moderno, caminando la vida a mil revoluciones por segundo, tal como es el modelo de vida contemporáneo. Debo decirte que el estrés, es un gran contribuidor a la enfermedad y a la mala salud. Más de la mitad de las dolencias que aquejan al hombre moderno, provienen de esos excesos de ansiedad y afán. ¡Calma! Como decimos en Argentina, por nuestra ubicación geográfica, cuando alguien está demasiado acelerado: “¡Tranquilidad! Aquí no puedes cambiar nada. ¡En Australia ya es mañana!

(28) Y por el vestido, ¿Por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan; (29) pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió, así como uno de ellos.

No tengo dudas que en la época que vivió Jesús, la vestimenta era sumamente importante para marcar el status de una persona. Nosotros hoy vemos esas túnicas y, con esa ligereza y superficialidad con la que a veces encaramos temas profundos, nos parece que todos eran iguales y nadie parecía ser diferente. De hecho, esto no era así. Por eso él pone como ejemplo a Salomón. En el primer libro de los Reyes, capítulo 10, leemos esto: Y cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón, y la casa que había edificado, asimismo la comida de su mesa, las habitaciones de sus oficiales, el estado y los vestidos de los que le servían, sus maestresalas, y sus holocaustos que ofrecía en la casa de Jehová, se quedó asombrada. Y dijo al rey: Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; pero yo no lo creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad; es mayor tu sabiduría y bien, que la fama que yo había oído.

 Los «lirios del campo» que se mencionan, son utilizados por Jesús como un ejemplo para enseñar sobre la confianza en Dios y la importancia de no preocuparse por las necesidades materiales. Además, los lirios del campo también se refieren a una variedad de flores silvestres que pueden ser cultivadas en el hogar, conocidas por su belleza y variedad de colores. Si te refieres a la flor específica, los lirios del campo, también conocidos como lirios silvestres o Iris Germanica, son populares por sus hermosas flores que pueden ser de diferentes colores como blanco, amarillo, violeta o azul. Son plantas que pertenecen a la familia Iridaceae y se caracterizan por tener hojas largas y estrechas con forma de espada.

(30) Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? (31) No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? (32) Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. (33) Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. (34) Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

De verdad, con sólo observar la inmensa vegetación que nos rodea, no podemos menos que admirarnos de la sinfonía de colores y diversidades que Dios nos ha regalado para nuestro beneficio. Por esa misma razón Jesús les dice que son hombres de poca fe, porque si no pueden creer en lo que están viendo, ¿Cómo creerán en lo todavía no pueden ver? En el capítulo 8, en el episodio de la tormenta, Jesús repite el concepto. Les dice a sus aterrados discípulos: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza.

 No tengo la unción del evangelista, por lo tanto, no me acompañan cotidianamente las señales y maravillas que suelen acompañar a los que sí la tienen. No obstante, por dos veces consecutivas, en el marco de una fuerte tormenta de viento, tuve suficiente fe como para reprenderlo como Él lo hizo, y ¿Qué crees que sucedió? En cuarenta segundos, (¡Cuarenta segundos!) el viento amainó y se convirtió en una brisa con lluvia copiosa, pero ya sin riesgos. Funciona. En realidad, todo lo que Él hizo sigue funcionando, pero presenta una sola condición: debemos creerlo. De otro modo, jamás veremos esas maravillas que tanto nos emocionan y nos fortalecen.

En el capítulo 14, está el episodio donde Jesús se acerca caminando sobre las aguas del mar. Al verlo, Pedro se envalentona y le pregunta si puede hacerlo él mismo. Jesús lo invita a que vaya y Pedro se arroja al mar y, para su sorpresa y la de todos los otros, camina sobre las aguas sin problemas. Pero allí su mente le juega una mala pasada y, al reflexionar intelectualmente sobre ese aparente imposible, comienza a hundirse. Jesús al verlo le dice: Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Oí en una ocasión a un sacerdote católico decirles a sus fieles que la duda formaba parte de la fe, o sea: el dudar es algo que acompaña a esa fe de la que él estaba hablando. En principio parecía sonar coherente, pero lo era sólo desde lo intelectual.

La duda, en realidad, forma parte de la guerra mental que libramos con el infierno, ya que es un demonio que se mueve en el momento de creer para impedir que lo hagamos. Finalmente, en el capítulo 16, los discípulos que ya habían sido testigos de la multiplicación de los peces y los panes, empezaron a amargarse y hacerse problemas porque se habían olvidado de traer pan. Jesús les dice: Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan? Nosotros leemos esto y nos sonreímos con cierto aire de superioridad, pero olvidamos que una cosa es leerlo y otra muy distinta vivirlo. ¿Nunca has dudado cuando debiste creer sin dudar? Yo sí lo hice, y doy gloria a Dios porque pude vencerlo.

Por ese motivo es que luego él les recuerda que son los gentiles los que normalmente dudan, porque eligen llevarse por sus propias sabidurías humanas en lugar de confiar en la divina. Pero como Jesús les recuerda, nuestro Padre celestial sabe perfectamente lo que necesitamos cada día, y si nos atrevemos a confiar y buscar hasta donde nos sea posible la solución, lo que nosotros no podamos hacer, Él lo hará. Y es allí donde dice lo que voy a repetir porque créeme que es básico para ser un hijo de Dios con fuerza y potencial. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

 Cuando abrí mi página Web, que fue lo primero que introduje en las redes, no podía saber de dónde sacaría lo necesario para sostenerla económicamente. Oré y repetí este texto. Y luego le dije que yo creía fielmente en eso y que, si era su voluntad y dirección que yo trabajara en esto, jamás iba a pedirle nada a nadie ni sugerírselo, sino que esperaba fielmente que Él cumpliera con su parte aquí escrita. ¿Sabes? Llevo veintitrés años trabajando en enseñanza por ese medio y jamás debí poner un centavo de mi sustento secular para cubrirlo. Cuando tú cumples lo que Dios te envía a hacer, Él corre con los gastos. Que de ninguna manera es lo mismo que armar un ministerio y luego salir a pedirle dinero a todo el mundo o, lo peor, manipular culpas y emociones para que saquen sus billeteras. Eso no es Dios, aunque nos aseguren que si…

Y sobre todas estas cosas, hay suficiente escritura que lo confirma. Jesús se los dice a sus discípulos en el capítulo 19 de Mateo cuando expresa:  De cierto os digo que, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Mírate. ¿Puedes creer que tú serás uno de los que juzgue a todo el planeta? Conoces tus virtudes, pero también tus defectos y cuando lees esto quizás sonrías dudándolo. ¿Sabes qué? ¡Será así! Te recuerdo, ya estamos sentados junto a Él en lugares celestiales. Somos parte de su cuerpo. Y si Él juzga, nosotros juzgaremos con Él. No es mera letra bíblica inconsistente, ¡Es verdad!

Por eso les recuerda a los que a veces se quejan de todo lo que deben dejar atrás para servirle, lo que se lee en Marcos 10: Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna. Mucho cuidado con esto. No te dice que DEBES dejar todo eso para irte con Él. Te dice que, si Él un día y para un determinado trabajo te lo pide, deberás hacerlo, pero sólo si te lo pide. Cualquier otra actitud, por abnegada que pueda parecer, es carne. Pelea la buena batalla por el bien. Al mal, olvídalo, cada día puede traerlo, pero sólo será un día.

(Mateo 7: 1) = No juzguéis, para que no seáis juzgados.

La manía de juzgar con la máxima velocidad que sea posible todo lo que hace el otro, pero retardar y no aceptar el juicio a lo que nosotros hacemos, es tan humano, tan frecuente y hasta masivo, que por poco la sociedad lo estima como “algo normal”. Pues bien; no lo es, aquí es Jesús el que lo predica y decreta. No vinimos a este mundo en calidad de jueces de nadie. Y aquellos que estudiaron derecho y por las leyes terrenales han llegado a ser jueces, tienen una doble responsabilidad delante de Dios, que quienes no están sentados en sus sillones. A propósito de esto, tengo una anécdota. Haciendo un trabajo periodístico me tocó hace muchos años entrevistar a un anciano que se había jubilado como juez.

Se me ocurrió en un momento felicitarlo por haber sido durante su vida judicial alguien capaz de administrar justicia. Se sonrió y me lo agradeció, pero poniendo su mano en mi hombro simplemente me dijo: Gracias por sus palabras, hijo, pero debo corregirlo. Los jueces nunca administramos justicia. Apenas administramos leyes, y todas las noches deberíamos rezar para que sean justas.” Esas palabras todavía resuenan en mis oídos, especialmente en tiempos como estos, donde la justicia terrenal está tan oprimida por diversos hechos de corrupción que la han ensuciado y llevado a mucha gente a descreer definitivamente de ella. Debemos ser justos y declarar que hay jueces honestos e insobornables, pero no podemos negar que de tanto en tanto también aparece alguno de los otros. O a la inversa, como mejor coincida con tu visión.

Tú ya sabes que en el mayor porcentaje de mi vida secular hice periodismo. Y esta profesión, tal como yo la incorporé a mi vida, se trataba de ver la realidad en la disciplina que fuera, y contarla tal cual era, con auténtica verdad y sin ninguna clase de compromiso ni contubernio con nadie. De acuerdo, era otra época y la gente que en ese tiempo se informaba a través de la prensa escrita, podía perdonarte algún error de sintaxis, o incluso en la información, pero lo que jamás te perdonaría si lo descubría, era una mentira. En ese periodismo ya histórico y casi irreal para esta época, mentir era lo que es para Dios, un pecado muy difícil de redimir.

En ese marco, tuve que hacer verdaderos malabarismos y equilibrio para no irme de una crítica genuina hacia algo que estuviera mal, a un juicio para el cual no tenía más autoridad que la del prestigio que me otorgaba el medio al cual representaba. Es una falacia cuando a una opinión negativa sobre alguien o algo, se le llama con un eufemismo singular: “juicio de valor”. Lo practiqué mientras trabajé a sueldo para diarios o revistas, pero debí renunciar a ello cuando entregué mi vida a Jesucristo. Podrá ser un juicio de valor mi opinión, pero es un juicio. Además, sobre las cosas de Dios, mi opinión es absolutamente innecesaria e irrelevante. Dios ya opinó y la de Él es la única verdad. Decir la verdad o las verdades que la realidad cristiana me muestre, sí. Porque eso no es opinión, es descripción. Y mi batalla diaria es procurar no salirme de eso.

Pablo se lo describe así a los Romanos, cuando en el capítulo segundo de su carta, dice: Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. Haz memoria. ¿Cuántas veces recuerdas que alguien te haya juzgado por algo? Bien; supongamos que ese juicio tenía verdad porque estabas cometiendo ese error por el cual esa persona te juzgaba. Ahora… ¿Estás bien seguro que quien te juzgó no estaba cometiendo en su vida el mismo error por el cual te juzgaba a ti?

 Más adelante, en esta misma carta, pero ya en el capítulo 14, Pablo dice: Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Finalmente, Pablo concluye su visión cuando en 1 Corintios 4, dice: Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo. Supongo que a esto es muy poco o nada lo que se le puede añadir, ¿Verdad?

(2) Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. (3) ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? (4) O cómo dirás a tu hermano: ¿Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? (5) ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

A ver: el Señor no prohíbe la crítica, aunque se supone que deberemos ser muy cuidadosos con ella. Tampoco nos impide dar opiniones o directamente condenar aquello que no está bien o que está mal hecho. Lo que sí va a prohibir es la censura implacable que pasa por alto las faltas propias mientras se asume el papel de supremo juez de los pecados de los demás. De hecho, uno de los mayores énfasis en las enseñanzas de Jesús es cómo construir y mantener correctas relaciones con Dios y con la humanidad. El Señor ve estas relaciones, no como algo sin importancia o superficial, sino como la esencia de la cual está hecha la vida.

Conocer a Dios es nuestra máxima prioridad, pero, el procurarlo, no debe reemplazar o disminuir nuestras relaciones interpersonales con los demás. Por el contrario, nuestra interacción personal con Dios debe hacer surgir en nosotros las cualidades de carácter que edifican y sostienen todas nuestras relaciones. La sugerencia, entonces, es que corrijas tus faltas y resuelvas tus propios problemas antes de intentar corregir las faltas de otros. Deja que cualquier actitud de juzgar a otros te señale la necesidad de examinarte a ti mismo por cosas que te molestan de los demás.

(6) No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.

Cuidado con lo que voy a decir; tómalo en el espíritu, sólo así podrás entenderlo. Al predicar el evangelio, es necesario ejercer un poco de discriminación. Porque predicarles a aquellos que manifiestan una actitud abiertamente blasfema no sólo es disminuirlo, sino también exponerse uno mismo al peligro. Los dos ejemplos que da Jesús aquí, perros y cerdos, son de origen judío y se refieren a invitar a paganos completamente indiferentes a unirse a prácticas de la religión hebrea. Hoy, esto tiene otras connotaciones, algunas de las cuales, seguramente habrán vivido algunos de ustedes que hoy me leen. A mí me sucedió algo que puede encuadrar en una de las dos advertencias.

Porque era conocido por mi programa radial y porque en una congregación muy conservadora había una persona que me escuchaba y amaba lo que enseñaba y tenía cierta influencia en el líder, fui invitado a una reunión en una casa de familia que ellos llevaban a cabo. Llevé un trabajo sobre el Reino bastante profundo, de esos que la gran mayoría de los que nos comunicamos aquí conocemos sobradamente, y hablé para ellos durante más de una hora. Cuando terminé, la única reacción que observé, fue la de servir un refrigerio para agasajarme y agradecerme la visita. Salvo esa persona que había influido para que me invitaran, nadie hizo el menor comentario, ni siquiera el líder. Me sentí echando una valiosa perla a un grupo de cerdos, con el perdón de los inocentes porcinos por la comparación…

Salomón ya lo había visto a esto, cuando escribió en el Proverbio 9 lo siguiente: El que corrige al escarnecedor, se acarrea afrenta; El que reprende al impío, se atrae mancha. No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca; Corrige al sabio, y te amará. Absoluta verdad. Dile a un delincuente que está mal lo que hace y, si está armado, muy probablemente te agreda. Dile a un adúltero que está en pecado y seguramente lo mínimo que haga, sea insultarte y tratarte de represor. Sólo sirve y es útil corregir al que también tiene sabiduría, porque es el único que no sólo lo agradecerá, sino que en cualquier momento te lo devolverá con creces.

Hay un discurso anti discriminador que es correcto, pero sólo para ciertas áreas de la vida. En lo espiritual, Dios mismo discrimina, lo puedes comprobar en Su Palabra. ¡Pablo debió padecer esas malas reacciones de gente que no deseaba oír nada de parte de Dios! En Hechos 13 hay algo que rescata un momento así: Pero viendo los judíos la muchedumbre, se llenaron de celos, y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando. Hoy no hay Pablos ni judíos, pero hay cristianos que tienen páginas web o blogs y dicen cosas ungidas y son atacados y hasta injuriados por otros cristianos que también están en las redes, pero llenan sus espacios con humanismo, legalismo, teología fría y política religiosa y secular.

(7) Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

Quiero hacer un paréntesis para examinar esta palabra pedid que está en el inicio de este texto. Es el término griego aiteo, y tiene que ver con ruego, petición. La palabra usualmente describe a alguien que hace un pedido a otro que ocupa una posición más alta, a semejanza de un individuo que pide alguna cosa a Dios, un súbdito a su rey, un niño a uno de sus padres, o un mendigo a una persona con suficientes medios económicos. La palabra también denota pedir con insistencia, sin pena, no “exigiéndole” a Dios, pero presentando una sólida demanda de bendiciones.

Por esa razón, las tres palabras imperativas, como lo son pedid, buscad y llamad, están en tiempo presente, lo que implica una permanente repetición e insistencia en el pedido que se necesite. Repito, que se necesite, no que se nos antoje o que nos encaprichemos con algo total Dios nos lo tiene que dar. Ni lo sueñes. Todo lo que pidamos, busquemos y llamemos, tendrá que estar en sintonía con su propósito y voluntad. Una vez más te recuerdo que toda oración comienza en Dios, no en nosotros. Cuando oramos buscando dirección y la recibimos, podemos pedir lo que Dios estaba esperando que pidamos. Allí es donde con un simple llamado, se abrirán todas las `puertas necesarias en beneficio del Reino y, por consecuencia, de cada uno de sus miembros, es decir de ti y de mí.

Lo que hasta aquí no ha sido dicho, pero resulta implícito y hasta obvio, es lo que nos dice Jesús en Marcos capítulo 11: Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Retorno al principio. Busca confirmación del Señor para algo que necesitas para honra y gloria de su nombre y bendición tuya, en ese orden. ¿Lo tienes? Entonces simplemente pídelo y te será concedido. Así está escrito y así será, sólo falta que lo creas. Ahora bien; ¿Eso sucede siempre? No, tiene condiciones, como todo lo que emana de Dios. Juan te las recuerda cuando reproduce en su capítulo 15 lo que Jesús dice al respecto: Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.

Dos condiciones para el cumplimiento de esto. Permanecer en Él, que es como decir ser un mismo espíritu con el Suyo y hacer que Su Palabra permanezca en nosotros. Ya lo sabemos, no te estoy descubriendo nada nuevo, pero tengo la sensación que mal no te viene que te lo recuerde. En Juan 16 lo vuelve a reiterar; En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. Queda claro porque esto es para hoy, Pedirle al Padre, en el nombre del Hijo, y con la guía del Espíritu. Eso es oración de victoria.

Ahora bien; en este marco de oración con pedido y respuesta positiva, cabe aclarar lo que Santiago nos deja más que en claro, cuando en el capítulo 4 de su carta dice: Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. A ver si lo entendemos. Yo no puedo pedirle a Dios, así sea con toda la fe del planeta, que gane mi equipo favorito del deporte que sea, que alguien me regale una botella de whisky o una caja de cigarros habanos. No es ni puede ser prioridad aquello que sea nuestro deleite, sino lo que es base para el engrandecimiento del Reino de Dios y para la extensión de su Palabra. Juan, en el tercer capítulo de su primera carta, añade algo que también es clave y que, aunque pareceríamos haberlo entendido, no siempre es puesto por obra correctamente.

Dice: y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él. ¿Quieres recibir respuesta positiva a tus oraciones más urgentes? Guarda los mandamientos y haz todas las cosas que son agradables a Dios. Ya sabes cuales son, nadie necesita que se las repitan. En el quinto capítulo, Juan nos confirma lo que ya hemos enseñado: Y esta es la confianza que tenemos en él, que, si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. Ya fue dicho: toda oración empieza en Dios, no en el hombre. Si es algo conforme a Su voluntad, tiene vía libre. Si no lo es, olvídalo.

(8) Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. (9) ¿Qué hombre hay de vosotros, que, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? (10) ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? (11) Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (12) Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.

Es muy singular  y de inspiración, la comparación que hace entre Dios como Padre y un padre terrenal con sus hijos. Aunque parezca algo muy sabido, nos trae a una realidad que no siempre tenemos presente: un Dios que es antes que nada Padre, y luego todo lo demás que nos han presentado, a veces por encima de su paternidad celestial. Dios es juez, es fuego consumidor y es amor, pero es eminentemente Padre, y nosotros sus hijos amados, no un montón de hombrecillos tirados en la tierra a lo que salga. ¿Eres padre o madre? (Para el caso es exactamente lo mismo) ¿Sí? Entonces entiendes perfectamente lo que se te está diciendo.

Con todas nuestras fallas y nuestros errores, a la hora de proteger y proveer a nuestros hijos, (Salvo tristes excepciones), no hay absolutamente nada que esté por encima de eso. ¿Por qué suponer, entonces, que Dios no se habrá de comportar así si el concepto de paternidad emana de Él? Y más allá de lo que sea de la antigua ley y de los profetas, es absolutamente genuino entender y proceder conforme a ello, que tal lo que nosotros deseamos que nuestro prójimo haga por nosotros, exactamente lo mismo o más es lo que nosotros debemos hacer por ellos. Dice un viejo refrán de estas tierras: “Trata a los demás como deseas ser tratado” Casi es copia fiel de esto.

En el capítulo 29 del libro de Jeremías dice algo que coincide con esto que habla Jesús. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Otra de las llaves de apertura de respuesta que faltaba: buscar a Dios con todo nuestro corazón. Nada de oraciones por cumplir o recitadas casi sin ganas o fuerza. Es con todo nuestro corazón, o no es. Resulta hasta ofensivo a veces ver cómo se toma el hecho de orar unos por otros con tanta liviandad y hasta mentira, si se quiere. “Voy a orar por ti”, hemos dicho en más de una ocasión y nos hemos olvidado de esa persona a los cinco minutos.

¿Tú crees de verdad que nadie va a pedirnos cuentas nunca de esa mentira hipócrita? Pablo estira esto a las deudas, cuando en el capítulo 13 de su carta a los Romanos, dice: No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor. Ese no deber nada a nadie, ¿Tiene que ver con deudas de dinero? Sí, pero también en toda forma de deuda que se contraiga. Un compromiso se cumple, sea lo que sea y con quien sea. En Gálatas 5, Pablo cierra esto de modo contundente: Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 

(13) Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; (14) porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.

Jesús siempre motivó a sus discípulos a vivir en justicia, haciendo énfasis en que esa vida surge del corazón que tiene amor y confianza, más que de la observancia de un código externo de ética. Por consiguiente, la sabiduría del Nuevo Testamento revela las diferencias entre una conducta correcta basada solamente en la Ley y las obras de justicia que proceden del corazón de una nueva vida nacida en Cristo. Indudablemente, debemos sospechar siempre de las cosas que son extremadamente populares, porque generalmente ellas favorecen el pensamiento de una mayoría, que no es precisamente creyente, sino parte del mundo incrédulo y pecador. Jesús nos enseñó la ley de la oración constante dirigida a Dios, y de la perseverancia en la conducta humana.

Para que lo entendamos de una vez por todas y para siempre: Jesús jamás dijo que oráramos una sola vez por las cosas y ya está, que con esa oración bastaba. Muy por el contrario, dijo que fuéramos perseverantes, algo que nosotros estamos empeñados en cuestionar, debatir y desoír. “` Entonces es cuando sacando chapa de propietarios de la Biblia y sus principios, decimos muy sueltos de cuerpo: ¡Dios no es sordo, con una vez que se lo pidamos, es suficiente! No, Jesús nos está mostrando que no lo es, que el diseño de oración es otro. ¿Motivos? Varios, pero el más notorio es el que nos muestra a los demonios poniéndose en fila para trabarnos cada oración. Y esa es sólo una.

Además, hay que añadir que los demonios suelen hacer muy buen trabajo en las mentes de los cristianos poco afectos a orar. Sucede que Dios, en su maravillosa sabiduría, ha construido el mundo de tal manera que solamente los diligentes y los que perseveran obtienen la victoria. Las personas decididas a alcanzar la meta que Dios les ha fijado, por encima de cualquier obstáculo, triunfarán. Los temerosos y vacilantes, los que no perseveran, siempre perderán. Dios nos hace elevarnos para que alcancemos metas superiores. Sólo algunos se esfuerzan lo suficiente para lograrlo.

Hace falta perseverar todo lo que sea necesario para que las leyes de la reciprocidad y el uso den resultado. Pablo declaró en cierto momento casi con orgullo mal disimulado: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Eso se lo escribió a Timoteo en su segunda carta. Y a los Gálatas les dijo algo parecido. No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Esto nos deja una enseñanza clave: en cualquier tarea que Dios te haya encomendado, no te des por vencido, sigue siempre adelante. Y cuidado con las puertas que encuentres. Si es estrecha e incómoda, ni se te ocurra cambiarla por otra más amplia y accesible. Esa comodidad puede terminar muy mal.

(15) Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.

Esto que leemos aquí es, indiscutiblemente, lo más abundante y peligroso que existe dentro de los ambientes supuestamente cristianos. Ovejas que aparentemente forman parte de un rebaño o redil, y que en realidad son lobos, que es como decir endemoniados o directamente satanistas, prestos a devorarlas a todas si les dan la oportunidad. Durante mi vida eclesiástica, me tocó ser testigo y casi protagonista de dos hechos de estas características. Uno era un pastor raso, casado y con hijos, que por imperio de ciertas circunstancias adquirió relevancia y terminó cometiendo diversos adulterios con distintas mujeres miembros de una congregación.

El otro, un ministro de alta responsabilidad e importancia en un ministerio de nivel internacional. Se aprovechó de cuanta mujer le llegó en estado vulnerable y produjo rupturas de familias y otras relevantes contrariedades como fraudes, abusos y engaños. Con este último tomé contacto y confieso que mi discernimiento falló más que feo, ya que no vi cómo era y hasta lo llevé a la emisora de radio para hacerle un reportaje y colaborar para que su fama creciera y aferrado a ella pudiera cometer más atropellos y abusos. ¿Recuerdas ese texto que nos advierte que en los últimos tiempos podrán resultar engañados hasta los escogidos? Doy fe, es así, tal cual.

Ya Jeremías vio esto. En el capítulo 23 de su libro, dice: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová. Te recuerdo una vez más, que la traducción más puntual de profeta no es adivino ni alguien que anticipa el porvenir, sino vocero. Y un vocero del Rey siempre deberá decir lo que el Rey le ordena que diga, no lo que a él le parece conveniente. No es la voz, es el vocero de la voz. Y que habrá falsos no tengo dudas, Jesús lo dice en Mateo 24: Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos;

Y más adelante lo corrobora anticipando algo que ya hemos comentado: Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Repito: decir falsos Cristos es decir falsos ungidos. ¿Ahora si está claro? Pedro también lo dice en el capítulo 2 de su segunda carta: Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Claro; tú lees esto último, sonríes con incredulidad y piensas: ¿Podrá ser posible esto? Sí, no sólo será posible, ya está siendo realidad en muchas regiones.

De allí que Juan, en el cuarto capítulo de su primera carta lo aclara cuando expresa: En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. Observa a tu alrededor. Y no te estoy hablando de tus vecinos o conocidos no creyentes, me estoy refiriendo a algunos de esos “hermanos” que conoces. ¿Verdad que hay algunos que no terminan de creer que Jesucristo vino en carne? Eso no es Dios, aunque se hable maravillas de Él.

Luego va a repetirlo con otras palabras en el capítulo 16 de Apocalipsis: Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas; Y en el capítulo 19 sigue: Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. Y si lo quieres más claro y contundente, mira Hechos 20: Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Para Jesús, en su tiempo, entrarán. Para nosotros, hoy, ya están entrando. O directamente ya están adentro.

(16) Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? (17) Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. (18) No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. (19) Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. (20) Así que, por sus frutos los conoceréis. 

A ver; quiero ser claro porque el principio de esta escritura siempre se toma como una advertencia para cada uno de nosotros. Y está bien que se interprete así, porque de última es a nosotros que va dirigida. Pero en este caso puntual, lo que Jesús dice, tiene que ver con el tema que trae comentando, el de los profetas o falsos profetas. Y dice que por sus frutos se los conocerá. Ahora bien; ¿Los frutos de un profeta, que es un vocero, o de un maestro o de un ministro determinado, son las almas que ha logrado llevar a Cristo? No. Los frutos de cualquier ministro en lo individual, es lo que muestra su vida.

 ¿Tienes temor a ser engañado o confundido por un falso maestro? Pon atención a su manera de vivir. ¿Demuestra justicia, humildad y fidelidad em su vida cotidiana fuera del salón o web de enseñanza? El contenido de esas enseñanzas, ¿Es el fruto verdadero de la palabra de Dios o está centrado en los hombres y su necesidad de respetar la doctrina de su denominación o grupo? ¿Predica lo que Dios dice o dice cosas que gratifican el alma y las emociones de sus oyentes y estos se lo devuelven con adulación y sostén material? El resultado de sus enseñanzas, ¿Es gente que está creciendo en Jesús o simplemente están siendo entretenidos y eventualmente alejados de todo compromiso?

Así, debemos recordar que todo buen árbol da buenos frutos, pero también que el árbol malo da frutos malos. Estos frutos son el resultado inevitable de quienes somos. Eventualmente –Aunque pueda tomar un tiempo para que llegue la cosecha– los frutos buenos y malos son evidentes, revelando qué tipo de “árbol” somos. Todo árbol que no da buen fruto debe ser separado. El no tener buenos frutos significa tener maldad. No puede haber esterilidad inocente en el árbol invisible del corazón. El que no da frutos, y el que da frutos malos, ambos solo son aptos para el fuego, que en este caso no te habla de infierno, sino de purificación. No será simplemente el malvado, o el portador de frutas venenosas, el que será cortado.

 El supuestamente neutral, el hombre que no da frutos de virtudes positivas también ha de ser echado a ese fuego.  Anteriormente, Jesús nos advirtió que primero nos juzgáramos a nosotros mismos, que busquemos la viga en nuestro propio ojo antes de poner atención a la paja en el ojo de nuestro prójimo, por lo tanto, antes de preguntarlo de cualquier otra persona, debemos de preguntarnos primero: “¿Yo doy fruto para la gloria de Dios?” Con cincuenta años de creyente y casi cuarenta de ministerio, yo me lo sigo preguntando hoy. Prefiero eso a creerme un Jesús siglo veintiuno y terminar siendo avergonzado por el más minúsculo demonio. Nunca confundas servicio con lucimiento personal.

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

agosto 22, 2025 Néstor Martínez