1 Juan 5:14 = Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
Salmo 119:147-148 = Me anticipé al alba, y clamé; Esperé en tu palabra. Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, Para meditar en tus mandatos.
Daniel 10:1-21 = En el año tercero de Ciro rey de Persia fue revelada palabra a Daniel, llamado Beltsasar; y la palabra era verdadera, y el conflicto grande; pero él comprendió la palabra, y tuvo inteligencia en la visión. En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas. Y el día veinticuatro del mes primero estaba yo a la orilla del gran río Hidekel. Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud.
Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que se apoderó de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron. Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno. Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra. Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos. Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando.
Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia. He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días; porque la visión es para esos días. Mientras me decía estas palabras, estaba yo con los ojos puestos en tierra, y enmudecido. Pero he aquí, uno con semejanza de hijo de hombre tocó mis labios. Entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: Señor mío, con la visión me han sobrevenido dolores, y no me queda fuerza.
¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi señor hablar con mi señor? Porque al instante me faltó la fuerza, y no me quedó aliento. Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, y me fortaleció, y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido. Él me dijo: ¿Sabes por qué he venido a ti? Pues ahora tengo que volver para pelear contra el príncipe de Persia; y al terminar con él, el príncipe de Grecia vendrá. Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad; y ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel vuestro príncipe.
Esta última escritura nos muestra de qué manera oraba Daniel. Y que, a partir de esa oración, nosotros, hoy, podemos desarrollar dos puntos esenciales en ella que serán de enorme ayuda para tu vida de fe hoy y ahora. El Primer Punto que se debe notar es que todo aquel que verdaderamente ora es una persona que no solamente acude a Dios con frecuencia, sino que también pone muchas veces su voluntad en la voluntad de Dios; es decir, su pensamiento muchas veces penetra en el pensamiento de Dios. Este es un principio importantísimo de la oración. Hay una clase de oración que se origina totalmente de nuestra necesidad. Aunque a veces el Señor escucha estas oraciones, sin embargo, Él obtiene de ellas poco o nada. Mira lo que dice el Salmo 106:15 al respecto: Y él les dio lo que pidieron; Mas envió mortandad sobre ellos. ¿Qué significa este pasaje? Cuando Israel clamó a Dios con el deseo de colmar su avidez, el Señor le contestó dándoles lo que pedían, sin embargo, el resultado fue que ellos se debilitaron ante el Señor.
Efectivamente, algunas veces Dios escuchará nuestras oraciones y las contestará solamente para satisfacer nuestras necesidades, aunque su divina voluntad no se haga. Podemos ver que esta clase de oración no tiene mucho valor. Pero hay otra clase de oración que nace de la necesidad de Dios. Es de Dios y es iniciada por Dios. Y esta oración es valiosísima. Para tener esta oración, el que ora no solamente tiene que aparecer con frecuencia personalmente ante Dios, sino que también tiene que permitir que su voluntad penetre en la voluntad de Dios, y que su pensamiento penetre en el pensamiento de Dios. Puesto que esta persona vive habitualmente en la presencia del Señor, le es dado a conocer la voluntad y los pensamientos de Dios. La voluntad y los pensamientos divinos se convierten en forma natural en sus propios deseos y, entonces, él los expresa en su oración.
¡Cuánto deberíamos aprender de esta segunda clase de oración! Aunque somos inmaduros y débiles, con todo, podemos acercarnos a Dios y dejar que su Espíritu haga que nuestra voluntad penetre en la voluntad de Dios y nuestro pensamiento en el suyo. Al apropiarnos un poco de la voluntad y del pensamiento divinos, llegamos a entender un poco más cómo obra el Señor y lo que pide de nosotros. Así, en forma gradual, la voluntad y el pensamiento de Dios que hemos conocido y en los cuales hemos penetrado, se convierten en nuestra oración. Y esta oración es de gran valor. Daniel, habiendo penetrado en el pensamiento de Dios y habiendo palpado su voluntad y su propósito, encontró en el propio corazón de él el mismo deseo de Dios. El anhelo de Dios se reprodujo en Daniel y se convirtió en el deseo de Daniel. Por esto, cuando con gritos y gemidos él expresaba este deseo en la oración, lo que hacía era presentar el deseo de Dios. Esta clase de oración es la que necesitamos, pues ella toca verdaderamente el corazón divino. No necesitamos más palabras; lo que necesitamos es palpar más la mente del Señor. Que el Espíritu de Dios nos haga penetrar los planes del corazón de Dios.
Por supuesto que aprender esta clase de oración requiere tiempo. Al comienzo de este proceso de aprendizaje no busquemos más palabras ni más pensamientos. Nuestro espíritu debe estar descansado y en calma. Podemos traer ante el señor nuestra situación presente y considerarla a la luz de su presencia, o podemos olvidar nuestro estado presente y simplemente meditar ante Dios en su Palabra. O podemos simplemente vivir ante Él y tratar de tocarlo con nuestro espíritu. En realidad, no somos nosotros los que nos adelantamos al encuentro de Dios, sino que es Dios el que está ahí esperándonos. Y ahí, en su presencia, percibimos algo y tocamos la voluntad de Dios. La verdadera sabiduría viene en realidad de esta fuente. Mediante esto, nuestra voluntad penetra dentro de su voluntad y nuestro pensamiento penetra en su corazón. Y desde ahí, nuestra oración se levantará hacia Él.
Cuando traemos nuestra voluntad y nuestro pensamiento a Dios, la voluntad y el pensamiento divinos comienzan a reproducirse en nosotros, y luego se convierten en nuestra voluntad y nuestro pensamiento. Esta clase de oración es valiosísima y de mucha autoridad. Recordemos lo que Jesús dijo de la oración tal como lo relata Mateo 6:9-10 = Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Estas no son solamente tres peticiones para que las repitamos. Estas palabras, que descubren la voluntad y el pensamiento de Dios, tienen que ser reproducidas en nosotros cuando el Espíritu de Dios lleva nuestra mente a Dios. Y cuando se convierten en nuestra voluntad y en nuestro pensamiento, la oración que luego elevamos es valiosísima y de mucha autoridad.
Es posible hacer dos clases diferentes de oración sobre exactamente el mismo asunto. Una clase tiene su origen en nuestra propia voluntad. Se basa en nuestros propios pensamientos y en nuestras esperanzas. El Señor puede escuchar y responder nuestra oración, pero esta oración, por sí misma, tiene muy poco valor. En cambio, si ponemos el mismo asunto ante Dios y dejamos que Su Espíritu una nuestra voluntad con la de Él y nuestro pensamiento con el Suyo, descubriremos en nosotros un deseo vehemente que es en realidad una reproducción de la voluntad y el pensamiento divinos. Supongamos que el Señor está triste y apesadumbrado por la muerte de los hombres. También nosotros sentiremos paulatinamente la urgencia de desear que ni siquiera una sola alma perezca. Y esto es una reproducción del corazón de Dios que nos hace capaces de orar con suspiros interiores.
O si el Señor está ansioso y herido a causa del fracaso de sus hijos, esta misma carga se reproducirá en nosotros, con el resultado de que sentiremos las mismas ansias de no querer ver que un hijo de Dios caiga en el pecado y en las tinieblas. Entonces brotarán de nuestro interior la oración y la intercesión. Entonces confesaremos, abogaremos por el perdón y pediremos a Dios que purifique a sus hijos. Por lo tanto, una clase de oración es presentada de acuerdo a nuestra propia voluntad; la otra clase la formulamos como la voluntad de Dios que ha sido reproducida en nosotros y se ha convertido en nuestra voluntad. Qué diferentes son estas dos clases de oración. En el segundo caso, cuando cualquiera creyente se presente ante Dios, la voluntad de Dios se reproducirá en él. Se convertirá en su aliento y en su suspiro. Y la oración que se hace de acuerdo a esta voluntad, tiene valor y autoridad.
Dios tiene que hacer muchas cosas en la tierra, tocante a muchas áreas. ¿Cómo, entonces, podremos orar siguiendo nuestro propio sentir y pensamiento? Debemos acercarnos a Dios y dejarle que imprima en nosotros lo que Él desea hacer, para que así podamos interceder con gemidos. A veces, cuando nos acercamos a Dios, Él pone en nosotros su voluntad de propagar el evangelio; esto, pronto se convertirá en nosotros en una urgencia. Y cuando oremos de acuerdo a esta urgencia, experimentaremos como si nuestro propio aliento estuviera divulgando la voluntad de Dios. El Señor puede poner en nosotros muchos de sus deseos o reproducir muchas de sus cargas. Pero cualquiera que sea el deseo o la carga, cuando se reproduce en el corazón de una persona, esa persona puede hacer de la voluntad del Señor su propia voluntad y orar en consecuencia. Cuando, en el caso de Daniel, él vino ante Dios, presentó cierto asunto; y entonces vimos que oró por eso con hondos gemidos. Qué preciosa y sustancial es esta clase de oración. Puede santificar el nombre de Dios, traer el Reino de Dios, y hacer que la voluntad de Dios se haga en la tierra como en el cielo.
El Segundo Punto que hay que notar es, que cuando hacemos esta clase de oración, ésta revolverá el infierno y afectará a Satanás. Por esta razón, justamente Satanás se levantará para impedir esta oración. Todas las oraciones que vienen de Dios tocan a los poderes de las tinieblas. Aquí se plantea un combate espiritual. Satanás nos atacará, quizás en el cuerpo físico, en la familia, o en cualquier cosa que te pertenezca. Siempre que surge esta oración, viene el ataque satánico. El enemigo ataca con la intención de que nuestra oración cese. Incluso es posible que trate de lanzar al aire algún obstáculo que retrase la respuesta a la oración. Esa oración debe recibir una rápida respuesta; sin embargo, la respuesta parece estar suspendida en el aire. De este mismo modo, la respuesta a la oración de Daniel se retrasó durante veintiún días, aunque Dios lo escuchó el día que él comenzó a orar. En esta situación, ¿Qué hizo Daniel? Se arrodilló ante Dios y esperó hasta que la respuesta a la oración llegó.
Consideremos esto: ¿Nos preguntamos alguna vez por qué nuestra oración queda sin respuesta? Quizás está suspendida en alguna parte, ¡Todavía dentro del plazo de los veintiún días! Es posible que la respuesta ya haya salido del trono, pero que haya encontrado oposición y, por lo tanto, esté suspendida en el aire. ¿Por qué? Espera más oraciones en la tierra: necesita personas que paciente y humildemente esperen ante Dios. Acerquémonos a la presencia de Dios, tengamos calma ante Él, apartemos nuestros propios pensamientos y entremos en su pensamiento. Entonces nos daremos cuenta del significado de la oración y veremos en cuantos asuntos está Dios esperando a que nosotros oremos. Hay cosas alrededor del mundo entero que han de ser motivo de nuestras oraciones, y asuntos de toda clase han de recibir nuestras oraciones.
No oremos de acuerdo a nuestros propios sentimientos; en vez de eso, traigamos el deseo de nuestro corazón al deseo del corazón de Dios, y dejemos que su voluntad sea nuestra voluntad, nuestro gemir y nuestra esperanza en el universo. Nada procede de la voluntad de Dios que no pase por el hombre, y nada de la voluntad de Dios que haya pasado por el hombre se ve libre de un ataque del poder de Satanás. Para que se cumpla la voluntad de Dios se necesita de la oración, para vencer la oposición de Satanás se requiere oración. Ejercitemos la autoridad de la oración desatando lo que haya que desatar y atando lo que haya que atar. No oremos según nuestra propia voluntad. Acerquémonos a Dios y oremos de acuerdo a la voluntad que Él h a reproducido en nosotros. Cuando Dios dice que hay que hacer una cosa, también nosotros decimos que hay que hacerla. Cuando Dios dice que algo no debe existir, también nosotros decimos que no debe existir. Debemos olvidarnos de nosotros mismos, tocar la voluntad de Dios y expresar su voluntad actual por medio de la oración.