Me gustaría iniciar este trabajo refiriéndome a algo que todos llevamos y no todos sabemos conducir: nuestro carácter. El tema del carácter es un tema que forma al ser humano desde su nacimiento. Es el recurso básico con el cual va a cumplir después con todo lo que tenga que hacer.
El carácter le permite al hombre poder completar las acciones. Cuando algunos especialistas de este tema empezaron a ver los motivos por los cuales la iglesia estaba fracasando en esta gestión de hacer lo que Dios le estaba pidiendo, no se encontraron con que los planes eran malos, se encontraron con personas.
Y esas personas, (Gente en realidad), estaba formada por lo que es. Y lo que es, es su madurez, su esencia. Ellos empezaron a ver que el problema de las personas se empezó a manifestar a través de los celos, la ira, la contienda, la tristeza.
Algunos de estos especialistas trataban de relacionarse con los pastores para hablar del Reino, y con lo primero que se encontraban era con la resistencia de una persona a una idea nueva. Pero no porque era la idea, sino porque se la estaba llevando otro.
Y eso, que tantos de nosotros hemos vivido tantos años dentro de la iglesia, es lo que en este tiempo se empezó a ver en los distintos cuerpos pastorales. El que es y se siente parte de la iglesia, no piensa que el pastorado o el liderazgo puedan tener problemas de carácter.
El miembro de iglesia raso piensa que es él quien tiene el problema. Que como está abajo y le falta mucho aprendizaje, por no ser el pastor. Pero muchos de ellos, luego, cuando han llegado a ser pastores y se relacionan con otros pastores y líderes, (Algunos de ellos muy reconocidos) se encuentran con la misma problemática que tenían quince años atrás, cuando todavía estaban trabajando en alguna parte de la congregación y no eran líderes.
¿Con qué se encuentran? Con que no saben perdonar, con que son iracundos, con que tienen pensamientos de celos y cosas parecidas. Entonces se observó que el establecimiento del Reino, se daba de narices en alguna medida con este problema del hombre, no del Reino.
Y el problema del hombre era que no habían formado un carácter que les permitiera estar a esa altura. Allí fue donde estos especialistas empezaron a ver ciertas estadísticas que los sorprendieron y no gratamente, precisamente.
Vieron, por ejemplo, que al menos un setenta por ciento de los pastores de los Estados Unidos, lucha con la depresión. Un treinta por ciento de los pastores ha tenido o tiene algún problema de adulterio. Que un cuarenta por ciento de la iglesia tiene problemas con la pornografía. O que un cuarenta por ciento de la iglesia tiene problemas de ansiedad.
Y realmente, allí, no hay manifestación de Cristo. Por el contrario, sí hay manifestación de hombres que aún no han sido formados. Todos sabemos que en un lapso no muy prolongado esos hombres van a ser formados y van a entrar en un proceso serio de madurez, pero el problema es hasta cuándo se podrá sostener esto.
Y allí esta gente pudo ver que no existían herramientas bien desarrolladas en la iglesia como para poder trabajar el carácter de esta gente. Como ejemplo, puedo decirte que la iglesia le tenía mucho miedo a la palabra psicología.
No es mi intención hacer una apología de la psicología, pero muchas personas descartaron los procesos psíquicos del hombre, pensando que simplemente resolviendo el problema espiritual ya resolvían el todo del hombre. Pero quedó el hueco en la parte física y en la parte almática del hombre.
Y básicamente fue eso lo que a muchos de estos especialistas los motivó: ver que las estadísticas estaban dando en contra de la iglesia, y que eso estaba trabando poder dialogar y poder establecer lo que hoy se está entendiendo como reforma.
Claro, la duda que se presenta inmediatamente es cómo se toma esto a partir de la conversión. Porque de alguna manera, el discurso evangélico de que cuando venimos a Cristo somos nuevas criaturas y las cosas viejas pasaron y todas son hechas nuevas, presenta algunas falencias.
Porque cuando se empieza a trabajar con la gente, se manifiesta la certeza de que hay tremendos hoyos que, de algún modo, a nosotros mismos nos pone en tela de juicio el grado de seriedad con la que algunas personas puedan estar conduciendo un grupo de gente.
Fue nada menos que Jesús el que dijo que era muy complicado que un ciego tratara de guiar a otros ciegos. ¿Cómo podemos realmente ver este tema de la conversión? ¿Es verdad que la gente se está convirtiendo o todo no va más allá de una puesta en escena simulada sin contenido espiritual cierto?
Porque da la sensación de no haber compatibilidad entre lo que se anuncia como una nueva criatura en Cristo, con esto tan terrible que estamos viendo en el interior íntimo de nuestras congregaciones. Es una flagrante contradicción de la que, lamentablemente, muchos culpan a Dios.
No son pocos, (Y aún de gente de adentro) que comienza a pensar que tal vez Cristo no sea suficiente para solucionar esas cosas, pero los genuinos hijos de Dios sabemos que esa es una indiscutible mentira del diablo: Cristo sí es suficiente.
De todos modos, tenemos que llegar a una conclusión: o Cristo no es quien dicen que es o esto que se está viendo no es real. Quiero decir: o Jesús lo completa todo o Jesús no lo completa nada y la gente anda por allí diciendo que sí.
Soy uno de los que está absolutamente convencido que la obra de Jesús está absolutamente terminada. Eso significa que Él ya completó su obra. Pero que una obra ya esté terminada, no significa que ya esté manifestada. La manifestación la establecemos nosotros.
Cuando Jesús viene a la vida del hombre, necesariamente le da la plenitud. Sin embargo, aún no es manifestado en el hombre. El problema, entonces, radica en si Cristo está, realmente, en el corazón del hombre. Si Cristo está en el corazón del hombre y somos coherentes con lo que la palabra de Dios dice, el hombre no tendría que tener problemas de pecado.
El que tiene a Cristo, no peca. Sin embargo, se conocen iglesias que sostienen el pecado y en las que hay práctica de pecado. Entonces dicen que sí, que los perdonen, que se equivocaron, vuelven a los retiros, a la sanidad interior. Entonces nosotros pensamos: si se supone que tiene a Cristo, ¿Por qué sigue pecando?
Quizás algunos de los que hoy me están escuchando pueda estar diciendo en este momento: “Yo tengo a Cristo en mi corazón, pero sin embargo sigo pecando en tal o cual osa. ¿Tengo a Cristo? Por eso no es poca la gente que le pregunta a Dios, realmente, cómo es el tema de la salvación.
No han podido terminar con ese tema, claro está; pero hasta dónde han podido entender, han entendido lo siguiente. Han entendido algunas cosas, especialmente con relación al corazón. Durante mucho tiempo se pensaba que corazón era una parte entre otras partes.
Luego la mayor parte de los cristianos entendieron que el hombre es mucho más que cuerpo, alma y espíritu. El hombre también es cuerpo, alma, corazón y mente. No sería extraño que, de la misma manera que Dios instituyó los cinco ministerios, también haya establecido al hombre en cinco partes.
Sin embargo, no es el punto global el que estamos tratando aquí, sino el puntual. El punto, entonces, es que el corazón existe. La biblia habla de que el hombre está formado con un corazón. Y la misma Biblia dice que el corazón es engañoso, más que todas las cosas.
Y termina diciendo: ¿Quién lo conocerá? Como si fuera un desafío: ¿Quién lo conocerá? Y el pasaje termina hablando de Jehová. Y Jehová se jacta de algo: Él dice: Yo lo conoceré. Jehová, entonces, es el que conoce las profundidades del corazón.
Ahora bien; si nosotros no conocemos nuestro corazón, ¿Cómo es que sabemos que Jesús está allí? ¿Qué es el corazón? ¿Cuál es la función del corazón? ¿Por qué el corazón y por qué no otras partes? Quiero decirte algo práctico: tanto la psicología como la Biblia sostiene que en el corazón se guardan los deseos.
Primer punto. Y para aquellos que comprenden un poco de psicología y de lo que se llama “dinámica psíquica”, se les esclarece un punto importante. Comprueban que el deseo, es el motor de la motivación. Queda claro: no hay motivación si previamente no hay deseo.
Por lo tanto, cuando cualquiera de nosotros tiene un determinado deseo, es porque somos motivados, sacudidos, impulsados. Cuando hay deseo, hay motivación. Entonces, nuestro corazón tiene deseo, y va a ser movilizado por ese deseo.
¿Y qué deseos tiene el corazón? ¿Y cómo se genera un deseo? Esa última, es una pregunta bastante más profunda que la anterior. Ahora, claro; esto que yo te digo ahora, es algo que cualquier psicólogo que no tiene a Cristo y no conoce a las escrituras tendría que estar de acuerdo, porque Freud, sin conocer y siendo un total profeta de las tinieblas, él termina diciendo que el hombre es impulsado por deseos ocultos.
O sea: Él, Freud, hablaba de los deseos ocultos. ¡Y él no estaba hablando de la Biblia1 Sin embargo, la Biblia llama a esos deseos ocultos, concupiscencia. La palabra de Dios habla de la palabra concupiscencia en la carta de Santiago. Y la palabra concupiscencia, originalmente, significa deseo.
No es una palabra mala, en sí misma, como muchos interpretan. No es mala la concupiscencia. Concupiscencia es deseo. Y allí es donde leemos que el corazón tiene concupiscencia, tiene deseos. Y nos surge la pregunta: ¿Qué tipo de deseos tiene el corazón?
¿Qué es un deseo? Respuesta simple: un deseo no es ni más ni menos que aquello que uno necesita. Es decir que nosotros solamente podemos desear, aquello que creemos que estamos necesitando.
Y retrotrayéndonos a la historia, nos encontramos con un hombre que tiene un corazón, que tiene una necesidad. Y esa necesidad genera un deseo. Ejemplo: yo sólo tengo deseos de comer, cuando tengo una necesidad de comer.
¿Y qué pasa con los deseos sexuales o los deseos por drogas? ¿Qué deseo implicaría necesitar de esas cosas? El deseo de calmar una angustia. Hay una necesidad y aparece un deseo. Sabemos que algo nos producirá placer, entonces tenemos necesidad de ello y lo buscamos.
Entonces, hasta aquí tenemos un hombre que tiene un corazón, que tiene necesidades que activan deseos, y ese deseo genera una motivación. Hasta aquí hablando de la estructura psíquica, es decir; de la dinámica espiritual del hombre.
Pero, la Biblia dice que cuando el hombre cae de la presencia de Dios en el libro de Génesis, él, en Dios, tenía todo el diseño que le proporcionaba plenitud. El hombre era pleno. Y sabemos que cuando el hombre cayó, perdió las características que le eran inherentes a su creación.
Entre otras, esas características, eran: identidad, seguridad, el propósito. Estas características que el hombre tenía estando en Cristo, cuando sale de Cristo, genera una ausencia en el corazón. El hombre no lo sabe, porque no conoce su corazón.
Pero ahora tiene una necesidad, y esa necesidad, activa un deseo. Ahora, el hombre se mueve por la tierra buscando, justamente, propósito, identidad. Todos vamos a encontrarnos en algún momento con las personas que buscan un propósito, porque son personas que están aburridas, no saben hacia dónde se dirigen, y tienen una angustia permanente que buscan calmar con placeres inmediatos.
O, por el otro lado, tienen ausencia de identidad, y son personas que todo el tiempo van a estar buscando saber quiénes son. Hasta en su sexualidad. No saben si son hombres, si son mujeres, si son cristianos, si son musulmanes.
Personas que no saben cuál es su rol, su oficio, van de un lugar para el otro. O bien personas que tienen un problema de seguridad. Se sienten con la necesidad de seguridad. Y van a ser personas que van a procurar, todo el tiempo, provisión, trabajo, dependencia de alguna medicación o, sencillamente, dependientes del médico.
¿Por qué logran todo eso? Porque resulta ser que el corazón, que como decíamos es el centro, tiene a su alrededor algo que hemos dado en llamar: mente. La mentalidad es la forma en que una persona organiza su vida.
Por eso por allí alguien dice de otra persona que tiene una mentalidad de esclavo. Eso significa que esa persona ha organizado su vida para depender. Otro puede tener mentalidad de conquistador. O sea que esa persona organiza su vida para ganar cosas.
La mente intenta proteger, es como una guardiana, que protege los deseos del corazón. LA mente está diseñada para proteger el corazón. Ahora bien; cuando el hombre se desconecta de Dios, también se rompe la conexión entre la mente y el corazón, por lo que la mente deja de saber lo que hay en el corazón.
Es decir; lo sabe, pero no es consciente. Es como decir que no nos es revelado a nosotros. El único que tiene esta revelación, es Cristo. Por eso dice la palabra que el Espíritu gime por nosotros, por cosas que nosotros no sabemos.
Porque él sí conoce nuestras profundidades. Él pide por las necesidades que tenemos, porque él si sabe cuáles son, nosotros no. Entonces resulta ser que esa mente, que tiene una necesidad, (El corazón tiene necesidad de seguridad, tiene necesidad de propósito, identidad) anda buscando por el mundo quien pueda cuidar el corazón.
Organiza la vida de esta forma. Entonces un día va caminando frente a una iglesia, por ejemplo, y escucha que adentro hay alguien que está diciendo que Jesús puede darnos provisión, seguridad, propósito e identidad y, la mente que quiere proteger al corazón, interpreta lo siguiente:
Die: si Jesús viene acá, va a proveerme todo esto. Ahora claro; la intención de la mente, no es morir; la intención de la mente es que Jesús venga a proveer todo lo que el corazón está necesitando. Como no puede hacer que Jesús entre al corazón, la mente construye un corazón.
Y en ese lugar que termina de construir, coloca a un Cristo intelectual. La mente coloca allí a un Jesús intelectualizado, es decir: un pensamiento de Cristo. Construye un corazón y dice: yo tengo a Cristo en mi corazón, o sea, en el corazón que la mente inventó, y ahí coloca a ese Jesús.
Empieza a vivir conforme a las ordenanzas, porque la mente sigue obedeciendo a ese Jesús, se restringe a ese Jesús, y al cumplir todas esas ordenanzas, un gran parte de la vida de esa persona, se ordena. Porque es imposible que no se ordene, los principios espirituales van a surtir su efecto.
El tema es que esta persona, todavía no murió. Su corazón sigue deseando provisión, seguridad, propósito, identidad. Entonces, cuando esta persona entra en un verdadero riesgo de vida, la mente, al ver que ese Cristo que es un Cristo intelectual, no lo está defendiendo, va a buscar otros recursos.
Entonces esa persona, con su corazón mental, asume que le entregó todo a Cristo, pero cuando tiene que hacer algo que choca contra su carnalidad, se retrae. Y le sucede eso simplemente porque no murió. Ahora bien; el mensaje del evangelio que hemos enseñado, no es de ninguna manera un evangelio de muerte para salvación.
Es más bien un evangelio de provisión para contención. Hemos desarrollado un evangelio dónde, en la necesidad del hombre, hemos negociado la necesidad del hombre, y le hemos dicho que Cristo le va a proveer. Y allí dejamos al evangelio, como un evangelio de milagros, un evangelio de provisión, un evangelio donde vivimos en un reino supermercadista. O donde las personas vienen, buscan de Dios lo que quieren, y después se van y siguen con su historia.
Yo no me atrevería a decir que Dios no vaya a proveer, ni se me ocurriría pensarlo. Porque por su inmensa misericordia, Él va a venir y nos va a proveer lo que necesitamos y hasta se va a colocar en donde le estamos pidiendo que se coloque.
Pero, en el momento de tener que morir, vamos a tener que morir. Por una cuestión muy simple y elemental: ninguno puede resucitar, si primero no murió. Entonces esa persona, que tiene a Jesús en su mente, se sabe la Biblia de memoria, no logra morir a tener que permitir que sea otro el que ocupe el lugar que él anhela, porque esta persona necesita identidad, y la identidad viene por la aprobación de los demás.
Esa persona que necesita identidad, todavía no murió. Por lo tanto va a requerir que los demás lo aprueben, lo acepten, lo cuiden, lo honren. Y si él le da lugar a que otro hombre tenga la razón y las personas se vayan detrás de él, eso significaría que su trabajo dejaría de existir.
Claro, estoy hablando de algo virtual, imaginario, porque eso tal vez no sucedería, pero me temo que en sus fantasías, sí. Entonces lo que hace una persona así, es poner una línea de defensa muy potente; está defendiendo su corazón.
Esto está significando, no sé si te has dado cuenta, que una persona sí puede tener a Cristo en su corazón, y sin embargo todavía no lograr tener estabilidad en su vida. Y en lo dicho sería bueno rescatar algunas perlas muy valiosas.
La primera, reitero, es que el papel de la mente es proteger al corazón. ¿Eso qué quiere decir? Quiere decir que si el corazón se convence de algo, la mente lo va a justificar. Y te digo más; en su intento de justificar al corazón por cualquier decisión que este tome, la mente es capaz de construir una realidad ficticia.
La segunda perla encontrada, es que ahora sabemos que se ha predicado en muchos lugares a un Cristo que satisface necesidades. Y como la necesidad está ligada al deseo, cuando tú predicas que si alguien necesita sanidad que venga, o si necesita prosperidad que venga, entonces la gente se acerca no para morir, sino para que una necesidad suya se satisfaga.
Ahora bien; el punto es este: toda la vida vamos a tener necesidades, y en el momento en que Cristo ya no me satisface, me salgo de allí y me voy a ver qué puedo encontrar que sí me satisfaga. Por ejemplo: la posibilidad de caer en adicciones, léase en drogas, o en adulterio, se eleva cuando la persona tiene angustia.
Si el joven está observando que la familia está en crisis, es muy factible que se refugie en las drogas. Si está viviendo una relación matrimonial donde no encuentra lo que ellos necesitaban, no es nada raro que alguno de los dos caiga en adulterio. Porque de lo que se trata es de conseguir una satisfacción.
Y aquellos hermanos que han ministrado parejas en adulterio o hijos alcohólicos, o drogadictos, cuentan que es muy impresionante la manera en que ellos justifican lo que están haciendo. Y la tercera perla, que es muy fuerte, casi tremenda, es la manera en que podemos construir un corazón artificial, donde llevamos un concepto de Cristo.
“Escucha, hombre; si tú repites en este momento: Señor, te acepto en mi corazón”, estamos haciendo de un concepto, una realidad. Introducimos a Cristo, y si verdaderamente es o no es, lo dejamos por el momento en un espacio neutro, en este corazón, y la mente se encarga de justificarlo.
Entonces, tú le dices a una persona: Tú has nacido de nuevo, todas las cosas pasaron, eres nueva criatura, y a los dos meses esa persona cae en pecado; ¿Cómo se explica esto? ¿Cómo se lo explicas a él?
Y la cuarta perla que también me parece muy fuerte, es que cuando éramos ovejitas rasas de una congregación veíamos celos, soberbias, contiendas. Y hoy, rodeado de gente supuestamente madura y con altísimas responsabilidades eclesiásticas, nos toca ver lo mismo.
Ahí es donde generalmente nos preguntamos: ¿Y entonces qué cambió? Es como volver a ver una película vieja mediante un sistema tecnológico ultra moderno. Sin embargo, cuando repasamos lo dicho recién respecto a la relación corazón-mente, es como si por primera vez escucháramos una explicación coherente de por qué, una persona que ha nacido de nuevo, puede volver a pecar.
Ahora bien; la pregunta que nos toca, entonces, es: ¿Cómo hacer que esa mente no termine organizándole la vida a esa persona, que ahora va a vivir una vida religiosa, porque el Jesús de su mente así se lo pide, pero en realidad no murió a su vieja naturaleza?
Claro; si Jesús viene al corazón de esa persona, ocurre lo siguiente: hasta este momento, la persona tiene deseos personales. Esos deseos personales, es lo que llamamos concupiscencia. Suponte4 que entre el deseo de esa persona y Dios, hay una línea recta. Y si esa persona no puede caminar con rectitud hacia Dios, indefectiblemente va a desviarse.
Ejemplo: imagínate que el deseo de esta persona, es la aprobación de la gente. Si es un ministro fiel y recibe algo genuino de Dios, no va a poder caminar en dirección al cumplimiento de ese pedido de Dios, sino que su mente lo llevará a caminar conforme a la aprobación de la gente.
¿Pero qué pasa cuando Cristo viene al corazón de esta persona? Los deseos de Jesús, se convierten en su deseo. Entonces es imposible que esta persona peque, porque el deseo de Jesús, por ser Hijo, es el Padre.
Jesús ahora desea al Padre, y el Padre, por cuanto tenemos al Hijo, nos desea a nosotros. Y se produce una unión. Ese es un camino de justicia, porque es un camino recto. Esta persona, ahora, es imposible que peque. Por eso dice la Biblia que el que tiene a Cristo, no puede pecar.
No puede, no es que no quiere. No puede, porque su deseo no es otra cosa que Dios. Pero cuando en ese corazón no está Cristo, sus deseos son los de la persona: aprobación, identidad, propósito o seguridad.
Entonces, nos encontramos con una persona que se va a desviar continuamente, aunque en su mente va a volver a hacer fuerza para volver a ubicarse. Porque va a recordar que no puede desear lo malo, que no puede tener celos, que los efectos de la carne son pleitos, ira, contienda, divisiones, porque su Cristo mental se lo enseñó.
Pero todavía no ingresó al corazón de la persona. Cuando tú vives algo así y consultas a Dios porque ya los hombres no te dan respuestas sólidas, Dios te empieza a enseñar respecto a la importancia que la muerte tiene a partir de la adoración.
Quiero que me entiendas bien; esa consulta que aparentemente es muy elegante y muy ministerial, en realidad es mucho más simple y hasta humillante. Porque tú en dos palabras le estás diciendo al Señor si Cristo en verdad está en tu corazón o no, y si está o no está, ¿Cómo es que puedes saberlo?
Esto, que si lo dices en voz alta en cualquiera de nuestras pomposas iglesias, va a determinar que seas mal mirado, y murmurado como un cristianito débil e inseguro, en realidad es el ADN específico de la gente de Reino y de Reforma. ¿Cómo sé si soy salvo?
Adoración. Debemos entender que la adoración es la atmósfera, el único ambiente espiritual en el cual el hombre puede morir. En el momento en que adoran, las personas pueden derramarse delante de Dios. Pueden entregarlo todo, porque en ese momento no te importa nada.
Claro está que, si cierra la puerta de la adoración, vuelve a activar su corazón. Por eso Dios busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad. Él está buscando gente que realmente pueda morir, porque es ahí donde el Espíritu de Dios se ubica.
¿Nunca pensaste, cuando leías que Dios busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad, que Dios exageraba un poco? ¡Si ya tiene toda la tierra y todo el cielo para Él! ¿Encima pretende esto, ahora? ¡Es que no es para Él, es para ti! Porque si no pasas la adoración en espíritu y en verdad, no pasas por el proceso de la muerte.
No obstante, hay personas que han aprendido el evangelio y han aceptado un Cristo intelectual, que todavía no han aprendido a adorar. Han convertido la adoración en un asunto enteramente musical. Un tema de música lenta y algunas mímicas aprendidas: levantar las manos, llorar o pasar momentos emocionalmente lindos.
Y a todo eso, después, vamos a llamarlo un culto tremendo, ungido y con presencia de Dios manifiesta. ¿Por qué hubo gente que se emocionó y lloró? Cuando tú logras adorar en espíritu y en verdad, así sea en el mayor silencio, es cuando mueres y el Espíritu de Dios logra hacerse uno contigo.
¿Tú eres de los que crees que puede volver a vivir una persona muerta? En tu respuesta está tu nivel de madurez. Sólo puedo decirte que el evangelio todavía no ha podido establecerse como debería, es porque no se ha experimentado el paso principal que conlleva: morir en tu carne, para que Cristo pueda vivir al frente de tu vida. Por eso es que la palabra dice: Con Cristo estoy juntamente crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí.
Tengo para mí que algo que se necesita imperiosamente es algo que muchos seguramente soslayarán, y es que hay que volver a predicarle a la iglesia. El mundo nos llama “los evangelistas”, y si algo hacemos “los evangelistas”, es no evangelizar. ¿Alguien se ha preguntado el por qué?
Yo creo que es, en primer lugar, porque antes de evangelizar con certeza y vigor a otros, debemos tener bien claro nuestra propia evangelización. Si todo pasa por ser miembro de una buena congregación o estar ayudando a un conocido pastor, creo que pasa por el camino de circunvalación del evangelio.
Ocurre que somos demasiado orgullosos para aceptar que hemos estado equivocados y que debemos volver a empezar desde cero. Y entonces allí es donde aparece nuevamente el corazón y la necesidad de ser y sentirse aprobados y aceptados.
Y digo todo esto con sumo cuidado, porque soy consciente que al decir esto, estoy dando a entender que debemos llevar a lo que llamamos la iglesia, a una verdadera conversión. Entones surge la pregunta: levantar la mano, pasar al frente, repetir la oración del pecador, ¿Funciona?
La gran verdad es que no lo sé. Lo que sí sé, es que así como hay personas que un día se convierten y al día siguiente ya empiezan a ser personas totalmente distintas y dramáticamente cambiadas, así hay otras que llevan quince o veinte años de con vertidas y todavía están peleando con antiguas alimañas espirituales.
De todos modos, también creo que si alguien cree estar convertido y sólo ha incorporado a un Cristo intelectual, esa persona necesariamente deberá convertirse de manera genuina y comenzar desde cero. Y eso es adoptar el principio del carácter, que es saber adorar, saber morir.
Nadie sabe si Jesús puede entrar a un corazón si no es a través de la mente de esa persona, pero sí se sabe perfectamente que, si Cristo no entra a tu corazón, tú vas a empezar a ir a la iglesia, orar y leer la Biblia, pero indefectiblemente vas a seguir pecando.
Hagamos historia. Conforme lo vemos en la escritura, en cada ocasión en que había una manifestación poderosa de Dios, la gente caía postrada de rodillas. Y se generaban dos cosas: primero, venía sobre ellos un temor impresionante, literalmente, un temor a morir.
Es que la gente quedaba aterrorizada, y eso me lleva a pensar las veces en que Jesús tuvo que decir: “No temas”. Porque la primera cosa que Dios te produce cuando se te aparece, y no hablo de un Cristo intelectual, es temor de muerte. La reacción que tuvo Pedro cuando Él se le apareció en la barca.
La segunda cosa para ver, es que interesante como Jesús, o la palabra, o el Espíritu Santo y los profetas, exaltaban a los adoradores. Si tú piensas en un David, si tú piensas en María, cuando le vacía el frasco de alabastro en la cabeza de Jesús, parece tan poco oportuno, o tan elevado el privilegio que le concede el Maestro a la mujer cuando le dice que cuando se predique el evangelio se hablará de lo que hiciste, nos deja pensando qué tendrá de especial que ella haya hecho esto.
Porque después no sabemos si murió como mártir, si dio su vida por Cristo o algo así. Sólo pasa a la historia por haberle vaciado en la cabeza a Cristo un frasco muy costoso de perfume, pero literalmente es como que cada vez que Dios se choca con un adorador, el cielo queda en silencio, y literalmente, el Señor tiene que decir algo, tiene que manifestar algo, porque parecería ser que es algo que no puede quedar sin respuesta.
Hay algo más para añadir. No hay ningún ejemplo en la Biblia de alguien que haya visto a Dios súbitamente, y no haya entrado en pánico. La primera manifestación del que ve a Dios, es temor. ¡Ay de mí! Lee Isaías, lee Ezequiel, lee Daniel, ¡O lee Juan!
Juan, que conoció a Jesús en la carne, mira cómo reacciona en el Apocalipsis, cuando se da vuelta escuchando la voz de Jesús y, según sus propias palabras, cae como muerto. Pedro, reitero, cuando en la barca en medio de los peces le dice: ¿Quién eres tú? ¡Apártate de mí que soy hombre pecador!
Hoy tienes allí a toda esa gente recibiendo a Cristo, con todos sus aros, incluso los varones, con todos sus tatuajes, su música rock y todo el andamiaje mundano y hasta satánico y aparentemente no les sucede nada. ¿Lo están recibiendo o sólo lo están registrando en sus mentes?
La segunda cosa, que te iba a decir, es cómo Dios reacciona cuando ve un adorador. Y te vuelvo una vez más a dar como ejemplo lo de María y su frasco de alabastro. Una simple mujer que rompe un frasco de perfume caro para ungir a Jesús y que, además, enjuga sus lágrimas con su cabello.
Y él le asegura que donde quiera que de allí en adelante se predique ese evangelio que Él vino a predicar, será mencionado ese acto que ella termina de protagonizar. ¡Huau! ¿Qué tiene la adoración que despierta en Dios semejante ovación?
En cada oportunidad que Dios se encuentra con un adorador, se producen chispas de luz gloriosas. Si la iglesia no supiera de intercesión, no supiera de los ministerios, pero sólo supiera adorar, sería una explosión. Si sólo supiera adorar.
Dios no les niega nada a sus adoradores. Y es impresionante, pero en una ocasión estuve viendo algunos capítulos de una serie que trataba sobre los vikingos, porque quería conocer más aspectos de su cultura religiosa, sus dioses, Odín y todo eso, y recuerdo que me llamó mucho la atención una escena.
Era cuando un grupo de estos guerreros vikingos, todos hombres muy feroces, promiscuos y totalmente apartados de cualquier clase de expresión de amor o de ternura, van a consultar a un brujo por causa de una expedición de guerra y conquista que iban a efectuar.
Y recuerdo que lo que llamó mucho mi atención y, confieso, me chocó un poco con cierta repugnancia, que cuando terminaron de hablar con el brujo, todos pasaron y lamieron su mano, literalmente. En ese momento yo todavía ignoraba que uno de los significados de la palabra adorar era, precisamente, “lamer la mano”. Ellos se humillaron ante el brujo, como persona en eminencia, así de simple.
Lo que sucede es que la palabra proskineo, es la palabra que nosotros traducimos como “adorar”. Y proskineo, en griego, significa literalmente, “lamer la mano del amo”. En suma: eso significa adorar: lamer la mano del amo.
Quiero que entiendas algo: ¿Tú crees que Dios necesita que nosotros le lamamos la mano? No. Él busca gente que se humille al punto que pueda lamerle la mano, como un perro. Si a ti te preocupa que se arruine la parte de las rodillas de tus pantalones, tú nunca podrás ser un adorador.
Lo que mencionaba de los vikingos, es la puesta en práctica de un principio de Dios, aunque en este caso aprovechado en favor de las tinieblas. Humillarse. Ahora piénsalo de este modo: ¿Podrá humillarse hasta ese punto, alguien que no ha muerto?
No. Por eso es que la adoración genera ambientes de muerte. No es un lugar en donde alguien quiera danzar, es un lugar en donde la gente quiere morirse. Quiere quedarse en el piso, como alfombra, mientras piensa y dice: “Sólo tú eres digno, Señor”.
Imagínate lamiendo la mano de alguien. ¿Pudiste? No debe haber mayor acto de humillación que ese. Lo que sucede es que hemos confundido adoración con emocionalismo amoroso. Pensamos que estamos adorando a Dios porque le decimos: “Te amo”, “te necesito”.
No. Esa, en todo caso, es parte o consecuencia de la adoración, pero no el eje central de la adoración. El eje central de la adoración es morir al yo, y decirle te amo y te necesito a Dios, es el fruto de esa adoración. Porque la adoración está atrás, es el instante en donde puedes pensar y decirle al Señor que reconoces que estás muerto sin Él.
Adorar es la oportunidad que Dios nos da de arrojarnos al piso, antes que Él arroje al piso a todos. Y no cualquiera puede adorar. Sólo los hijos de Dios tenemos ese derecho. Es muy diferente a como normalmente se toma la adoración, como un momento hermoso, emocional.
Y es por eso que la iglesia no ha podido morir, porque la iglesia sigue sosteniendo el corazón de las personas, y tratándolas de una forma suave. Ponen hermosas melodías que hacen que la gente sienta deseos de llorar y luego salgan a contar lo linda que estuvo la reunión.
Nadie presta atención en demasía que mucha de la gente que va a una iglesia está angustiada por algún problema serio, y que cuando se abre la puerta de la posibilidad de llorar, se aflojan los cimientos internos y lloran por todo. Y después salen del lugar y aseguran que Dios las tocó.
Y quizás sea así porque Dios no es cruel, entonces si alguien está llorando seguramente Dios va a acercarse a él o a ella y la va a consolar. Y esa persona va a sentirse mejor. Pero eso no es adorar, eso es una forma de ministración directa por parte de Dios, pero no consecuencia de la adoración. El que ministró fue el Espíritu Santo en la vida de esa persona. Entonces, la pregunta que surge, es: ¿Nosotros, podemos ministrar a Dios? Son dos cosas diferentes.
(Efesios 1: 3) = Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, (4) según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, (5) en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, (6) para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, (7) en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, (8) que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, (9) dándonos a conocer el misterio de su voluntad según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, (10) de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.
Resulta que la palabra muerte, significa separación. Porque el hombre muere, y no es que se separa de Dios; se separa todo. No sólo se separó el hombre. Se separó el cielo de la tierra, se separaron principados y potestades, y muchas otras cosas más.
El plan de Dios, el misterio de su voluntad según su beneplácito, se propuso reunir todas las cosas en Cristo, y eso se unió. Por eso es entendible que Él no pueda aceptar la mezcla. Porque si en Cristo estaban todas las cosas y se desunieron, ahora no pueden venir cosas que no venían de él.
Están siendo reunidas todas las cosas en Cristo. Eso es lo que, entre otros aspectos, podemos entender como bases sustanciales de una reforma: volver a Cristo. Entonces, si la iglesia hoy se constituye en algo que Jesús no era antes de la muerte del hombre, Él lo va a expulsar.
Es una cuestión obvia. Todo cuerpo tiene tendencia natural a rechazar los gérmenes o lo que no le pertenezca. Ese es, -no te olvides-, el mayor obstáculo médico de un trasplante. ¡Lo vemos a diario! ¿Por qué no entender, entonces, que Cristo va a rechazar de su cuerpo todo aquello que no provenga de su sustancia natural?
Por eso dice que él está re-uniendo todas las cosas según su diseño. Y uno de los factores en los que ´si tiene que ver absolutamente la iglesia, es en la obediencia con que se conduzca respecto a este y a todos los pormenores. Porque así como nosotros podemos dar sugerencias, Dios no da sugerencias; Dios da instrucciones, mandamientos, determina lo que es y lo que no es.
Lo que sucede es que nos han vendido una imagen de un Dios muy pequeño, una especie de Dios llavero o navaja suiza, que esa que trae decenas de utilidades, aunque es pequeña al punto de caber en un bolsillo. Pero cuando nos ponemos frente a ese Dios de gloria que la Biblia nos muestra, es imposible que con algo de honestidad, podamos pensar que podamos manipularlo a nuestro antojo.
Claro está que en estos tiempos, el mayor problema del hombre está asociado a su insatisfacción, de deseos fuera de lugar, pero estamos probablemente viviendo una de las eras con mayor cantidad de rebeldía. Y si tenemos en cuenta que la palabra Reino hace referencia a autoridad, algo se desencaja.
Fíjate que una de las grandes mentiras que la influencia griega nos ha hecho creer, es que la democracia es el mejor sistema para el hombre. Y si no lo crees o no lo puedes ver, todavía, mira lo que dice la Biblia en el libro de Génesis.
Cuando se encuentra Eva con la serpiente, ésta le propone ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo. Esa es la propuesta que le hace la serpiente a Eva, le dice: si tú comes del árbol, vas a ser como Dios. No le dice que va a ser mayor a Dios, le dice que va a ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo.
Y dice que Eva deseó la fruta, porque era agradable a sus ojos. Entonces vemos que el problema de ella no fue comerla, el problema de ella fue desearla. Ahora mira esto: esta misma serpiente, le ofrece lo mismo que tuvo el mismo Satanás en ambientes del cielo.
Porque en la Biblia leímos que dice que Satanás dijo: subiré a lo alto, y seré como Dios. Entonces vemos que la palabra “como”, lo pone a una altura igual. El planteo de Satanás no era ser superior a Dios; el planteo de Satanás era que él también podía opinar sobre lo que estaba bien o lo que estaba mal.
El problema de pretender conocer lo que está bien o lo que está mal, es que te da independencia. Satanás deseaba que se lo considerara dentro de la asamblea del cielo, con capacidad similar a Dios para tomar decisiones respecto a lo bueno o lo malo.
Y eso es, exactamente, lo que le propone a Eva, subir a esa asamblea, porque le dice ser cómo Dios. Y este principio, es un principio que Dios termina destruyendo en el libro de Génesis capítulo 11, cuando destruye Babel. Y lo destruye porque dice que el hombre quería subir hasta el cielo, también.
Y estaba construyendo algo que Él no había decidido. ¿Y cómo destruye Dios esta rebeldía? Con confusión. Entonces empezamos a tomar principios. Y resulta que cuando el hombre quiere y desea conocer lo bueno y lo malo, está tomando una clara independencia de Dios.
Ese es el primer punto. Claro está que Reino, no es ni más ni menos que la voz de Dios ejerciendo su autoridad. Eso es Reino. Y la palabra que sale de Dios, es la que trae autoridad. Y la autoridad establece poder. Un policía levanta su mano y tú te detienes. Pero no lo haces porque ese hombre posea poder, lo haces porque ese hombre ejerce una autoridad que manifiesta ese poder.
Mirémoslo así: si yo recibo autoridad, yo tengo poder. ¿Poder para qué? El poder no tiene otra finalidad que la de ejecutar cosas. La iglesia necesita hacer reunir a todas las cosas en Cristo Jesús. Y para eso necesita poder. Poder para reunir todas las cosas en Cristo Jesús, que es el plan de Dios.
¿Y por qué no lo hemos logrado? Porque no hay poder. ¿Y por qué no tenemos poder? Porque resulta ser que no hemos recibido de la autoridad ese poder, sino que nosotros subimos al monte y decidimos con Dios lo que está bien y lo que está mal.
Entonces allí no recibimos autoridad, sino que nosotros mismos definimos la autoridad. Ahora vamos con el poder que tiene nuestra propia autoridad, pero no viene la autoridad del cielo, que es en el único lugar en donde reside el poder.
El tema con la obediencia, es que es el único diseño de Dios, por medio del cual nosotros podemos recibir autoridad. No es un capricho de Dios. No es que Dios dice: “Mira, yo mando a hacer algo y ustedes se callan la boca y tienen que hacerlo”.
No. Porque Dios no es un déspota. Tampoco es un tirano. Es un Rey. El tema es que: ¿Cómo puede hacer el Rey para entregarte poder, si tú no te sujetas a ese Rey? Si te rebelas al Rey, ¿De qué manera podrías recibir autoridad de él?
Si te subes con él, no estás recibiendo autoridad, estás poniéndote a la altura de él. Cuando las personas se rebelan a Dios, se están rebelando no sólo a él, sino que también están resistiendo el poder de Él. No lo quieren. Quieren hacer las cosas con su propio poder.
La autoridad no es una persona. Autoridad no es un rol. Autoridad es una función que viene de Dios. Tal es este principio, que David no quiso tocar a Saúl, aun cuando Saúl lo quería matar. ¿Será por eso que la iglesia no tiene poder? ¿Será por eso que la iglesia hace tantas cosas que no funcionan?
Es porque decidió en su corazón lo que está bien y lo que está mal, cuando eso sólo le corresponde a Dios. “A mí me ha parecido bien hacer esto”. “A mí no me ha parecido bien hacer aquello”. ¡Qué interesante! Esta fue, justamente, la tentación de Satanás en el huerto: serán como Dios, conociendo el bien y el mal.
Ahora bien; ¿Recuerdan ustedes la escena donde Jesús se encuentra con el centurión? Y Jesús le dice vamos a tu casa, y él le dice: No Señor, no soy digno que tú entres en mi casa; sólo di la palabra y él será sano. Y dice que Jesús se asombró y le dijo: ¡Grande es tu fe, hombre, que ni aun he hallado en Israel!
¿Por qué será que esta persona pudo funcionar? Él mismo lo explica: porque yo soy un hombre bajo autoridad. Digo ve, y van. Digo vengan, y vienen. Y está el otro ejemplo, cuando David y Saúl están en la misma cueva, pero Saúl no lo ha visto a David, y David sí lo ha visto a Saúl.
Y cómo David nunca quiso dañarlo a Saúl. ¿Por qué? Porque David estaba bajo autoridad, y sabía que Saúl también lo estaba. La cumpla o no, estaba bajo autoridad. El Rey lo puso. Hoy hay mucha gente que desea una reforma sustancial, pero creo que cada uno la quiere hacer a su manera. Y tiene libertad para hacerlo, de hecho, pero qué bueno sería que existiera una unidad de propósito.
Sin ir más lejos, hoy se trata con mucha irreverencia a la unción de Dios. A pesar que la palabra advierte que Dios protege a su ungido, hay muchos que creen que eso solamente es válido para Jesús, y no es así. Cada hombre o mujer que ha recibido unción, ha recibido una parte de Dios en sí mismo. Y tocarlo a él o a ella, es tocar a Dios mismo. ¡Alguien debe decirlo!
Y es la obediencia el diseño por medio del cual se puede recibir esa unción de autoridad. Y no sólo es válido en esto. Hay estudios muy serios que revelan que, en todo lo que el ser humano pueda ser obediente, va a prosperar.
Entonces nos encontramos con personas que son obedientes a reglas económicas, son obedientes en el estudio. Van a prosperar en el estudio y van a prosperar en lo económico. Pero a lo mejor, fueron rebeldes a sus padres. Se pelearon con sus padres. Por lo tanto, no van a tener autoridad como padres, sobre sus hijos.
Y es muy interesante ver familias que están muy bien económicamente, que les ha ido muy bien en los estudios, pero se han peleado con sus padres, los han deshonrado, nunca más se reconciliaron y, el día que llegan a ser a su vez padres, sus hijos son los que se rebelan contra ellos.
Si uno puede prestar atención va a comprobar que, en todas las áreas en donde uno tiene problemas, es porque en esa misma área esa misma persona ha sido rebelde. Es decir que, se subió a la plataforma del padre, de la autoridad, y dijo: yo puedo opinar igual que él.
A partir de ese momento, se corta la unción, la autoridad de poder, y no se puede ejercer dominio sobre el área donde se estaba trabajando. Porque es el diseño de Dios. Así funciona el Reino. El Reino funciona con una autoridad que proviene de Dios, como un aceite que desciende sobre la barba de Aarón, sobre el cuerpo y hasta sus pies.
Pero si alguien se enferma de vanidad o soberbia y procura ponerse a la altura de la cabeza del Reino, que podrá parecer algo inconcebible, pero créeme que ocurre, entonces a esa altura es imposible que ese aceite de la unción lo toque, porque se está derramando hacia abajo, y él está arriba.
Con eso podemos ver que la obediencia es mucho más que simplemente un capricho. Es un diseño necesario para poder tener gobierno en las áreas donde vayamos a ejecutar. Y esto no es humanoide, es bíblico. Jesús no vino sólo a morir. Básicamente, él vino a padecer humildad, a padecer obediencia.
(Filipenses 2: 1) = Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, (2) completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.
(3) Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; (Aquí está eso de no ponerse a la altura de tu autoridad) (4) no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
(5) Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, (Y aquí empieza) (6) el cual, siendo en forma de Dios, (Porque Jesús era igual a Dios, Eva no. Eva quiso ser como Dios, por eso se subió al árbol del conocimiento. Entonces Jesús tenía que redimir esto, tenía que hacer el camino inverso. El camino inverso al hombre. El hombre quiso ser como Dios. Pero Jesús hizo el camino inverso. El cual, siendo en forma de Dios) no estimo el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (Jesús era un hombre) (8) y estando en la condición de hombre, (Esto es lo que hace a Jesús tremendamente victorioso) se humilló a sí mismo, (fíjate que no lo humillaron, él se humilló) haciéndose obediente hasta la muerte, (Escucha bien esto: Jesús se hizo obediente; no era obediente. Porque él no tenía necesidad de ser obediente, porque él era Dios. De hecho, Jesús sólo puede hacerse obediente en la modalidad Hijo. Él se convierte en hombre, y se hace obediente) y muerte de cruz. (Ahora bien; una vez que murió, entonces, ¿Qué pasó? Que Dios recién allí pudo exaltarlo)
(9) Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, (10) para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; (11) y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Ese es el camino. Él se hace obediente. Y después va a decir la palabra que por lo que padeció, también fue perfeccionado. ¿A qué vino Jesús? Vino a traerle de nuevo a la humanidad el modelo de la obediencia. Por eso es coherente en este tiempo la rebeldía que hay.
Porque si estamos instituyendo Reino, estamos instituyendo un plano de obediencia. Por lo cual el enemigo vendrá con el anti diseño en este tiempo, que es la rebeldía. Allí nos vamos a encontrar con que el trigo y la cizaña van a ser muy separados.
Van a estar los obedientes y van a estar los rebeldes. Y en ambos casos se pondrá de manifiesto la profusa actividad de un espíritu de independencia, que deberemos asociar necesariamente al antiguo asunto del árbol del conocimiento del bien y del mal.
Entonces, ¿Por qué razón la iglesia no puede estar ni en humildad ni en obediencia? Simple. Porque no está construida la pirámide santa que tiene a Dios en su cúspide y desciende de manera organizada por obediencia a autoridad, sujeta a autoridad.
En la iglesia podremos encontrar algún grado de sujeción en diversa gente, pero no por entero como lo desglosa la palabra cuando dice: someteos los unos a los otros en amor. ¿Qué gana una iglesia donde la gente está sujeta a su pastor, pero el pastor no está sujeto a Cristo? Hay desobediencia, no importa en quien. Y si hay desobediencia, no hay autoridad. Punto.
Lo que sucede es que Dios tiene con nosotros una doble relación. Por un lado, Él es Padre, pero por el otro, es Rey. Son dos cosas diferentes, pero que a su vez trabajan de la mano. Él se manifiesta, en el momento de la adoración, como Padre. Pero en el momento de la conquista y de la ejecución del Reino, Él va a trabajar como Rey.
En lo que es el amor, o en lo que es la contención, o en lo que es nuestra relación con Él, Él siempre va a estar. Nadie va a estar entre Dios y nosotros. En lo que concierne con el Reino, mientras tanto, nadie podrá pelear ninguna batalla en soledad. Cada uno deberá cumplir con un rol diseñado en el cielo. Por el Rey.
Hoy sobreabundan las organizaciones por fuera del diseño divino, aunque lo parezcan. Las redes apostólicas paternales. Donde la máxima figura pone su mano sobre tu hombro y te dice: yo no soy tu apóstol, soy tu padre. Y eso es muy curioso, porque en la Biblia se nos dice que a nadie deberemos llamar padre, porque un solo Padre hay en los cielos.
Dios nunca jamás va a transferir su calidad de Padre celestial a ningún hombre, por prestigioso, importante o promocionado que sea. De otro modo, la gente siempre tendrá como excusa válida para cualquier barbaridad que cometa, que sus líderes no se lo advirtieron. ¿Y el Espíritu Santo?
Recorriendo iglesias y hablando con hermanos buenos, fieles, sinceros, en muchas ocasiones algunos supieron decirme que les encantaría ser como Pablo, como David u otros héroes bíblicos. Yo me quedé pensando lo que le escuché hace poco a alguien. Dice que Dios le dijo que para ser como David, era necesario que Él, Dios, le enviara a un Saúl.