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Más Allá de la Historieta

Tengo una certeza. Cada uno de nosotros, aunque lo disimule, emule o simule, sabe muy bien quién es verdaderamente. Eso, más allá de todos los gestos, actitudes, expresiones o acciones que lleve a cabo durante su vida. Y cuando hablo de disimular, me estoy refiriendo a ver tal o cual falencia en nuestro ser y hacerla a un lado como si no existiera. Y reemplazarla con algún gesto que produzca en los demás esa mezcla de reconocimiento y admiración que tanto anhelamos para amortiguar carencias. Luego digo emular, que suena parecido, pero que es apenas la consecuencia. Cuando tú entras a una congregación y el primer ujier con el que te cruzas te saluda estrechándote tu mano con una fuerza tal que casi te tritura los huesos, tú vas anticipándote a lo que será el saludo del pastor del lugar: el mismo. Eso es emular. No siempre funciona, obvio. Y a simular, no tengo que adornarlo demasiado con frases pintorescas.

Cuando tú levantas tus manos en medio de una música tenue e instrumental, y cierras tus ojos conjuntamente con todos los hermanos con los que compartes templo, pero tu mente divaga en cualquier cosa menos en adorar al Dios viviente, tú simulas. Tampoco funciona. Tu Dios conoce tu corazón. Y si eso es bueno en un sentido, porque te deja tranquilo en cuanto a que Él es el único que sabe de verdad quién eres, más allá de lo que diga la gente que te rodea, por otro lado, tiene un problema puntual: cuando simulas y pareces sentir lo que no sientes, Él también lo sabe. Dios no puede ser burlado. Linda frase, pero como podrás imaginarte, no es mía. No me pertenece. Si de vez en cuando lees una Biblia, allí vas a encontrarla sin demasiado esfuerzo ni ayuda de concordancias. Si, por el contrario, sólo tomas tu Biblia a la hora de ir al templo y allí la llevas con sus páginas todavía pegadas por la falta de uso, entonces lo mejor será que le preguntes a un cristiano dónde está ese texto.

Pero, mucho me temo que tendrá que ser un cristiano maduro al que consultes, ya que, de otro modo, te vas a caer en la historieta, que hoy por hoy, todavía tiene más peso en la mente y los corazones de las personas, que el verdadero evangelio. Porque la historieta pseudo cristiana te sigue mostrando, en la creación, a un hombre y una mujer desnudos, tapados con hojitas sueltas y con rostro de no tener ni la menor idea de lo que están haciendo allí. O con rostro de “yo no fui, como decía un viejo predicador que conocí. Con eso te daba a entender que, la creación según el libro de la historieta bíblica, tiene tanta y buena intención de ser simple y no complicarle la vida y la comprensión a nadie, que no vacila en inventar muñequitos casi ridículos y colocarlos en un Edén más emparentado con una isla caribeña que en lo real, porque de ese modo supone que resultarán más creíbles.

Después de todo, dijeron los incrédulos monjes traductores bíblicos primarios, ¿Quién que use la mente inteligente que tiene, va a creer que un Dios al cual no pueden ver ni palpar, creó de la nada a una pareja humana tal como hoy la conocemos? ¿Entiendes lo que significa lo que termino de decirte? Exacto, y aférrate de lo que puedas, pero esa es la cruda verdad que no siempre oímos y que pocos o casi ninguno se atreve a mostrar. La Biblia, sagrado depósito de la Palabra de Dios, fue traducida en los inicios por monjes que tendrían las mejores intenciones y claros deseos personales de mejorar la moral y la calidad de vida de la gente, pero que, en lo espiritual, estaban a un medio paso de ser tan incrédulos como el mundano tradicional. Por esa razón es que decimos, insistimos y hasta repetimos onda papagayos casi hasta el cansancio que, si no cuentas con la inefable ayuda del Espíritu Santo y lo que Él pueda revelarte, es absolutamente imposible que te conviertas en un creyente genuino e hijo de Dios apto para heredar Su Reino.

 Si te dejas arrastrar por la corriente teológica inventada por aquellos monjes y mejorada y modernizada por los monjes actuales, jamás pasarás de ser miembro de una religión llamada cristianismo. Que no será ni satánica ni mala, pero que no es la propietaria de esa calidad de Fe que te lleva a la salvación. Apenas te congrega en rituales, formas, decretos y ordenanzas nacidas de una mente humana, a veces, pasando por encima de la propia Palabra de Dios. Haz una prueba doméstica. Toma a alguien cercano, que conozcas, que sepas que no tiene nada contra ti, ni tampoco alberga deseos de ridiculizarte o humillarte. Primero, háblale del cristianismo y de las bondades que hay para las personas, el poder refugiarse y congregarse en alguna iglesia de la zona. A escuchar incomprensibles misas cargada de santos y vírgenes, o a participar en cultos con sesudas predicaciones de alto contenido bíblico, acompañadas de música y algarabía que seguramente alegrarán su ser, tal como lo hace cualquier tipo de música con aquellos que les agrada su contenido. Pero que lo dejará a la salida en el mismo estado espiritual que tenía a la entrada.

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diciembre 27, 2024 Néstor Martínez