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1 – ¿Qué es La Oración?

La oración es el acto más maravilloso del plano espiritual y también algo que encierra un gran misterio. La oración es un misterio, y después que hayamos considerado unas cuantas preguntas referentes a este asunto, creo que apreciaremos todavía más el carácter misterioso que rodea a la oración, pues son preguntas muy difíciles de contestar. Con todo, esta observación no se hace para sugerir que el misterio de la oración es incomprensible, o que los varios problemas envueltos en la oración son inexplicables. Es sólo para indicar el hecho de que son muy pocos los que realmente saben mucho acerca de estos problemas. Como consecuencia, son muy pocos los que en oración pueden realizar mucho para Dios. El poder de la oración está, no en lo mucho que oremos, sino en el grado que nuestras oraciones sean conformes con el principio fundamental de la oración. Solamente las oraciones de esta clase son de verdadero valor.

Las preguntas principales que se hacen son: ¿Por qué orar? ¿Cuál es la utilidad de orar? ¿No es Dios omnisciente y omnipotente? ¿Por qué tiene Dios que esperar hasta que nosotros oremos antes de comenzar a obrar? Puesto que Dios ya lo sabe, ¿Por qué tenemos que decírselo todo? Puesto que Dios es todopoderoso, ¿Por qué no obra directamente? ¿Qué necesidad tiene Dios de nuestras oraciones? ¿Por qué solamente los que piden, reciben; solamente los que buscan, encuentran y solamente a los que llaman, se les abre? ¿Por qué dice Dios que no tenemos porque no pedimos? Hay tres textos a tener muy en cuenta para consolidar esto que hemos dicho. Filipenses 4:6 = Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Mateo 7:7 = Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Y Santiago 4:2 = Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.

Después de haber hecho estas preguntas debemos continuar la reflexión del modo siguiente: ¿Es la oración contraria a la voluntad de Dios? ¿Cuál es la relación entre la oración y la justicia? Sabemos que Dios nunca hace nada contra su propia voluntad. Si la voluntad de Dios es abrir puertas, ¿Por qué tiene que esperar a que nosotros llamemos para abrirlas? ¿Por qué no las abre, sencillamente, tal como es su voluntad, sin exigirnos que llamemos? Puesto que Dios es omnisciente, sabe que necesitamos tener las puertas abiertas; entonces, ¿Por qué tiene que esperar a que llamemos para abrírnoslas? Si es necesario que la puerta se abra, y si el abrir puertas está de conformidad con la voluntad de Dios y, además, Él sabe que necesitamos que esa puerta se abra, ¿Por qué espera a que llamemos? ¿Por qué no la abre directamente? ¿Qué ventaja obtiene Dios de que nosotros tengamos que llamar?

Además, tenemos que hacer todavía estas preguntas: Ya que la voluntad de Dios es abrir la puerta, y ya que el abrir la puerta está dentro de lo justo, con todo, ¿Abrirá Dios la puerta si nosotros no llamamos? ¿Preferirá Dios que su voluntad y la justicia se retrasen y no se cumplan, a fin de esperar nuestras oraciones? En realidad, ¿Permitirá Dios que su voluntad de abrir puertas quede restringida porque nosotros no llamamos? De ser así, ¿No estaríamos nosotros limitando la voluntad de Dios? ¿Es Dios realmente todopoderoso? Si es todopoderoso, ¿Por qué no puede abrir la puerta por sí mismo? ¿Por qué, en vez de ser así, tiene Dios que esperar que llamemos? ¿Puede Dios realmente cumplir su propia voluntad? Pero si en realidad puede, entonces, ¿Por qué el hecho de que Dios abra las puertas, (Tal como es su voluntad), depende de que nosotros llamemos con oraciones de hombres?

Al hacer todas estas preguntas nos damos cuenta que la oración es un gran misterio. Pues aquí vemos un principio del modo en que Dios obra, y es el siguiente: que el pueblo de Dios tiene que orar antes de que el mismo Dios se mueva y obre. Su voluntad se realizará solamente a través de las oraciones de los que le pertenecen. Las oraciones de los creyentes hacen que se cumpla la voluntad de Dios. Dios no cumplirá su voluntad solo; la cumplirá solamente cuando sus fieles le demuestren su apoyo por medio de las oraciones. Siendo la realidad así, puede decirse que la oración no es sino un acto del creyente que trabaja junto con Dios. La oración es la unión del pensamiento del creyente con la voluntad del Señor en el cielo. La oración no es expresar nuestra súplica para que Dios nos conceda lo que pedimos y satisfaga nuestro deseo egoísta. No es forzar al Señor a cambiar su voluntad y que haga lo que no quería hacer, No, la oración es simplemente expresar la voluntad de Dios por medio de la boca del creyente. Ante Dios, el creyente pide en la oración que se cumpla la voluntad del Señor.

La oración no cambia lo que Dios ha determinado. La oración nunca cambia nada; simplemente logra lo que Dios ya ha determinado de antemano. Sin embargo, la falta de oración sí que produce un cambio, porque Dios permitirá que muchas de sus resoluciones se suspendan, debido a la falta de cooperación de parte de su pueblo en cuanto a la oración. Mateo 18:18 = De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Conocemos muy bien estas palabras del Señor. Sin embargo, debemos darnos cuenta que estas palabras se refieren a la oración. Y van seguidas inmediatamente por esta afirmación de Cristo: Verso 19 = Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.

Aquí se muestra claramente la relación entre la oración y la obra de Dios. Dios en el cielo atará y desatará solamente lo que sus hijos en la tierra hayan atado y desatado. Muchas cosas hay que necesitan atarse, pero Dios nos las atará por sí solo. El quiere que su pueblo las ate en la tierra primero, y entonces Él las atará en el cielo. Muchas cosas hay también que deben desatarse; pero de nuevo, Dios no quiere desatarlas por sí solo: Él espera hasta que su pueblo las desate en la tierra y entonces Él las desatará en el cielo. ¡Pensemos en esto! ¡Todas las acciones del cielo están gobernadas por las acciones de la tierra! Y de la misma forma, ¡Todos los movimientos del cielo están limitados por los movimientos en la tierra! Dios se recrea grandemente poniendo todas sus obras bajo el control de su pueblo. Sin embargo, hay que señalar que estas palabras en Mateo no están dirigidas a hombres carnales, ya que estos no están capacitados para entenderlas.

Aquí debemos llevar mucho cuidado para que no intervenga la carne, porque de suceder así, ofenderíamos a Dios en muchos aspectos. Hay un pasaje en Isaías en el que hallamos el mismo pensamiento que encontramos en el de Mateo. Isaías 45:11 = Así dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos. Al considerar estas palabras debemos ser verdaderamente piadosos, no permitiendo que la carne intervenga furtivamente. ¡Dios desea que hombres humildes como nosotros le den órdenes a Él! ¡A nuestro mandato, Él comienza a hacer su obra! Cualquier acción que Dios tome en el cielo, sea para atar o desatar, todo lo hace siguiendo las órdenes que nosotros damos en la tierra.

Antes que el cielo ate, la tierra debe atar primero; antes que el cielo desate, primero tiene que desatar la tierra. Dios nunca hace nada contra su voluntad. No es que, porque la tierra haya atado algo, entonces el Señor esté forzado a atar lo que se quería atar. Eso nunca sucederá. Él ata en el cielo lo que ha sido atado en la tierra, simplemente porque la voluntad de Dios siempre ha sido atar lo que la tierra por fin ha atado. Él espera hasta que su pueblo en la tierra ate lo que el cielo ha aspirado atar, y entonces Él escucha la orden de sus hijos y ata para ellos lo que le han pedido. El mismo hecho de que Dios quiera escuchar el mandato de su pueblo y atar lo que ellos han atado, es evidencia de que Él ya quería atar, pues todos los deseos de Dios son eternos. ¿Por qué no ata Dios antes? Puesto que su voluntad es atar y su voluntad es eterna, ¿Por qué no ata antes lo que debe atarse de acuerdo a su propia voluntad?

¿Por qué tiene Dios que esperar que la tierra ate antes de que Él ate en el cielo?  ¿Es verdad que lo que no se ata en la tierra no puede atarse en el cielo? Si hubiera retraso en atar en la tierra, ¿También habrá retraso en el cielo? ¿Por qué tiene Dios que esperar a que la tierra ate, antes de atar lo que desde hace una eternidad ha querido atar? Deseo decir que, al responder estas preguntas, el creyente puede hacerse más útil en las manos de Dios. Ya sabemos la razón por la que el hombre fue creado. Dios crea al hombre para que éste se una a Él para derrotar a Satanás y sus obras. Como el hombre es creado con libre voluntad, se espera que use su voluntad para unirse a la voluntad de Dios y oponerse a la voluntad de Satanás. Este es el propósito de la creación y también el propósito de la redención. La vida entera de Jesús demuestra este principio. Aunque no sabemos la razón ni el por qué, sin embargo, sí sabemos que Dios no obrará independientemente.

Si el pueblo de Dios falla en mostrase concorde con Él sometiendo su voluntad a Dios y expresando con sus oraciones que desean lo mismo que Él, Dios preferirá esperar y retrasará su obra. Dios no quiere obrar solo. El Señor exalta a su pueblo pidiéndole que obre con Él. Aunque Él es todopoderoso, se recrea en tener su omnipotencia limitada por sus hijos. Por muy celoso que Dios sea de su propia voluntad permitirá por un tiempo que Satanás esté a la ofensiva, si el pueblo de Dios se olvida de la voluntad divina y falla en mostrar su acuerdo cooperando con el Señor. ¡Oh! ¡Si los hijos de Dios no fueran hoy tan fríos como evidentemente son, si estuvieran más dispuestos a negarse a sí mismos y a someterse a la voluntad de Dios, teniendo más interés en la gloria divina y guardando la palabra del Señor! Entonces se realizaría rápidamente lo que Dios ha deseado eternamente con referencia a esta época.

 La iglesia no estaría en la confusión en la que está, los pecadores no se endurecerían tanto, la venida del Señor y de su Reino se apresuraría, Satanás y sus fuerzas serían arrojados mucho antes al abismo sin fondo, y el conocimiento del Señor se extendería más rápidamente sobre sobre toda la tierra. Debido a que los creyentes se ocupan demasiado de sus propios asuntos y fallan en trabajar unidos a Dios, muchos enemigos y mucho crimen continúan sin ser vencidos, muchos pecadores permanecen en su esclavitud y muchas gracias dejan de concederse. ¡En qué medida tan grande la tierra impone restricciones al cielo! Ya que Dios nos respeta tanto, ¿No podemos nosotros confiar en Él en la misma forma? ¿Cómo atamos nosotros lo que Dios intenta atar? ¿Y como desatamos lo que Dios intenta desatar? La respuesta de Jesús, es esta: Pónganse de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidan. Esto es oración; la oración del cuerpo de Cristo.

El punto culminante de nuestro trabajo en unión con Dios está en pedir, todos de común acuerdo, que Dios haga lo que Él desea hacer. Para el que ora, el verdadero significado de la oración es orar por el cumplimiento de la voluntad de Aquel a quien él ora. La oración es la ocasión en que expresamos nuestro deseo por la voluntad de Dios. La oración significa que nuestra voluntad está de acuerdo con la de Dios. De no suceder así, no hay verdadera oración. ¿Cuántas oraciones, hoy día, expresan la voluntad de Dios? En nuestras oraciones, ¿En qué medida nos olvidamos completamente de nosotros mismos y buscamos solamente la voluntad del Señor? ¿Cuántos creyentes trabajan realmente en unión con Dios en la oración? ¿Cuántos de nosotros declaramos diariamente ante Dios su voluntad y derramamos nuestro corazón en la oración para que Él haga su voluntad, cualquiera que sea, tal como Él nos la ha dado a conocer?

¡Reconozcamos claramente que el egoísmo es tan evidente en la oración como en las demás áreas! ¡Qué numerosas son las peticiones para nosotros mismos! ¡Qué fuertes son nuestras opiniones, deseos, planes y propósitos! Estando tan llenos de nosotros mismos, ¿Cómo podemos esperar poder olvidarnos completamente de nosotros y buscar la voluntad de Dios en la oración? La negación de uno mismo hay que ponerla en práctica en todas partes. En la oración es tan esencial como en la acción. Nosotros los redimidos, debemos saber que nuestro deber es vivir para el Señor, para Él, que murió por nosotros y ahora vive para nosotros. Debemos vivir enteramente para Él y no buscar nada para nosotros mismos. En nuestra vida de consagración, la oración es una de las cosas que tenemos que consagrar.

Con referencia a la oración, en nuestro normal modo de entender prevalece un serio error, que es el de que con frecuencia pensamos en la oración como en una oportunidad para expresar lo que nosotros necesitamos, que es nuestro grito a Dios pidiendo ayuda. No vemos que la oración es el pedir a Dios que llene sus necesidades. Debemos entender que el plan de Dios no es el de permitir a los creyentes que logren sus propios fines por medio de la oración, sino que es Dios el que debe lograr sus propósitos por medio de las oraciones de los creyentes. Con esto no se quiere decir que los cristianos nunca deben pedir al Señor que supla sus necesidades. Sólo quiere indicar lo importante que es que primero entendamos el significado y los principios de la oración.

Siempre que un creyente tenga una necesidad, en primer lugar debe preguntar: ¿Afecta a Dios mi necesidad? ¿Quiere el Señor que yo esté en necesidad? ¿O es su voluntad suplir mi necesidad? Cuando veamos que la voluntad de Dios es suplir nuestra necesidad, entonces podemos pedirle que cumpla su voluntad supliendo lo que necesitamos. Tan pronto como conozcamos su voluntad, ya podemos orar de acuerdo a la voluntad de Dios que ya conocemos. Entonces oramos para que Él haga su voluntad. Ahora la cuestión ya no es que nuestra necesidad sea satisfecha, sino que la voluntad de Dios se haga. Aunque ahora nuestra oración no sea muy diferente de la del pasado, sin embargo lo que ahora buscamos es que la voluntad del Señor en este asunto personal nuestro se haga, y no que nuestra propia necesidad se supla. ¡Cuantos errores hay aquí! Los creyentes con frecuencia dan prioridad a sus propias necesidades y aunque saben que la voluntad del Señor es suplirlas, con todo, en sus oraciones, no pueden olvidarse de mencionar primero sus propias necesidades.

No debemos orar solamente por nuestras necesidades. En el cielo y en la tierra sólo hay una oración que es legítima y aceptable a Dios: la de pedir al Señor que cumpla su voluntad. Nuestras necesidades deben desaparecer en la voluntad de Dios. En cuanto veamos cuál es la voluntad de Dios con referencia a nuestra necesidad, inmediatamente debemos dejar a un lado la necesidad y pedirle que haga su voluntad. Pedir directamente al Señor que supla nuestras necesidades, cualesquiera que sean, no puede considerarse oración del nivel más alto. La oración por las necesidades personales se debe hacer indirectamente, pidiendo primero que se haga la voluntad del Señor. Este es el secreto de la oración, la llave de la victoria en la oración. El propósito de Dios es que estemos tan llenos de su voluntad que olvidemos nuestros propios intereses. Él nos llama a que trabajemos junto con Él en el cumplimiento de su voluntad.

Por esta razón Dios quiere que sepamos cuál es su voluntad con referencia a todas las cosas, para que así podamos orar de acuerdo con su voluntad. La verdadera oración es realmente un trabajo. Orar de acuerdo con la voluntad de Dios y orar sólo por su voluntad es verdaderamente un trabajo en el que nos negamos a nosotros mismos. A menos que estemos completamente vacíos de nosotros mismos, sin ningún interés propio, viviendo completamente para el Señor y buscando solamente su gloria, no querremos lo que el Señor quiere, ni buscaremos lo que Él busca, ni oraremos por lo que Él quiere que oremos. Ciertamente que el trabajar para Dios sin ningún interés propio, es muy difícil; pero orar para Él sin ningún interés propio, es todavía más difícil. Pero, aún así, todos los que viven para Dios, deben hacer esto.

En las generaciones pasadas el Señor no hizo muchas cosas que puede y quiere hacer, por la falta de cooperación de sus hijos. El error no está en Dios, sino en su pueblo. Si revisamos nuestra historia personal, veremos el mismo triste estado. Si hubiéramos tenido más fe y más oración, nuestra vida no habría sido tan ineficiente. Lo que el Señor busca ahora es que sus hijos estén dispuestos a unirse a su voluntad y a declarar esta unión por medio de la oración. Ningún creyente ha experimentado nunca completamente la grandeza de lo que se puede lograr por medio de la unión con la voluntad de Dios. Un siervo del Señor ha dicho muy bien: “La oración es la vía para la obra de Dios” En efecto; la oración es para la voluntad de Dios lo que la vía es para el tren. La locomotora es una máquina de gran potencia, puede recorrer miles de kilómetros por día. Pero si no hay vía, no puede avanzar ni un metro. Si trata de ponerse en marcha sin vía, se descarrila y se atasca en la tierra.

Tiene la capacidad de recorrer grandes distancias, pero con todo, no puede ir a ninguna parte si primero no le han puesto la vía. Y así es la relación entre la oración y la obra de Dios. No creo que sea necesaria una explicación más detallada, porque espero que todos hayan podido darse cuenta del significado de esta comparación. Sin duda alguna Dios es todopoderoso y obra poderosamente, pero no puede obrar y no obrará si tú y yo no nos esforzamos mano a mano con Él en oración, si no preparamos el camino para su voluntad y si no oramos con toda oración y súplica, como les recomienda Pablo a los efesios, con el fin de lograr para el Señor la condición necesaria para obrar. Son muchas las cosas que Dios quiere hacer y le gustaría hacer, pero a veces tiene las manos atadas porque sus hijos no le dan apoyo y no han orado para prepararle el camino. Permíteme decir a todos los que se han entregado completamente a Dios: examínense a sí mismos para ver si en este asunto han estado limitando al Señor día tras día.

Por lo tanto, nuestra labor más importante es preparar el camino del Señor. No hay ningún trabajo que pueda compararse a este trabajo. Para Dios hay muchas posibilidades; pero se convertirán en imposibilidades si los creyentes no abren caminos al Señor. Así pues, nuestras oraciones acordes con la voluntad de Dios deben aumentar considerablemente. Oremos exhaustivamente, es decir, oremos hasta la certeza de la respuesta, hasta el fondo, en todas direcciones, para que la voluntad de Dios prospere en todos los aspectos. Aunque nuestras actividades entre los hombres son importantes, el que trabajemos con el Señor por medio de las oraciones que le ofrecemos, es mucho más importante. La oración no es un intento de restaurar los designios del cielo. Es una idea muy equivocada la de creer que como Dios es inflexible, necesitamos, por medio de la oración entrar con Él en combate para subyugarlo y hacerle cambiar de decisión.

Cualquier oración que no esté de acuerdo con la voluntad de Dios carece de toda fuerza. Hemos de contender ante Dios como si estuviéramos en desacuerdo, sólo porque su voluntad está bloqueada por hombres o por el diablo y, por lo tanto, deseamos ardientemente que Él ejecute su voluntad para que los designios divinos no se retrasen por causa de la oposición. Deseando así que se cumplan los designios divinos y orando, sí, y hasta luchando contra todo lo que se opone a su voluntad, preparamos el camino para que Él lleve a cabo sus designios, sin permitir que nada que venga del hombre o del diablo prevalezca temporalmente. Es cierto, parece que estamos luchando contra Dios, pero en realidad la lucha no es contra Dios, como si lo obligáramos a cambiar su voluntad para acoplarse a nuestros deseos; en realidad la lucha es contra todo lo que se opone a Dios, para que Él haga su voluntad. Por lo tanto, debemos darnos cuenta que no podremos orar como colaboradores de Dios a menos que sepamos realmente cuál sea su voluntad.

Habiendo entendido algo el verdadero significado de la oración, seamos doblemente cautos no sea que la carne entre subrepticiamente. Démonos cuenta que si Dios enviara por sí mismo a los trabajadores, entonces ¡Cristo no nos habría ordenado orar al Señor de la mies que enviara trabajadores! Si el nombre de Dios fuera santificado espontáneamente, si su Reino viniera sin necesidad de nuestra cooperación, y si su voluntad se hiciera en la tierra en forma automática, el Señor nunca nos habría enseñado a orar de la manera que nos enseñó. Si Él mismo fuera a volver sin necesidad de que su iglesia lo pidiera, el Espíritu del Señor no habría movido al apóstol Juan a reclamar a gritos su pronta vuelta. Si Dios Padre fuera a hacer que todos los creyentes fuesen uno en forma espontánea, ¿Habría orado nuestro Señor a su Padre para que esto se realizara? Si trabajar de acuerdo con Dios no fuera esencial, ¿Cuál sería la utilidad de la continua intercesión de nuestro Señor en el cielo?

¡Oh! ¡Comprendamos que la oración acorde con la voluntad de Dios es más vital que ninguna otra cosa! Porque Dios puede obrar solamente en los asuntos en que sus hijos le han dado apoyo. Dios rehúsa obrar en aquellas áreas en que no hay oración y donde la voluntad de su pueblo no está unida a su voluntad. La oración con unidad de voluntades es verdadera oración. El motivo más alto de la oración no es obtener la respuesta. Es unir la voluntad del hombre con la de Dios para que el Señor pueda obrar. Puede que algunas veces pidamos en forma incorrecta, y por eso nuestra oración quede sin contestar; más con todo, si nuestra voluntad está unida a la de Dios, el Señor aún ganará, pues aprovechando  nuestro acuerdo con Él, todavía podrá el Señor llevar a cabo su voluntad.

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septiembre 26, 2025 Néstor Martínez