Tiempo de Engaños

Cuando el apóstol Juan se dirige a diferentes grupos de la iglesia, no lo hace según su edad cronológica, sino de acuerdo con su nivel de desarrollo espiritual. Su propósito es alentarlos para un mayor progreso y advertirles de las tentaciones que han de venir.

En ese contexto, él alude a lo que, entiende, serán algunas características básicas de los últimos tiempos. Y lo hace con el convencimiento pleno de estar dictando cátedra atinente a un evento o a varios eventos en los cuales los hijos de Dios se verán involucrados.

(1 Juan 2: 18)= Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos, por esto conocemos que es el último tiempo.

Y aquí es donde vamos llegando a una de las conclusiones relativas a este trabajo. La escatología, que es una especie de doctrina de las últimas cosas. Trata tanto del futuro del individuo como de los destinos eternos de la humanidad, así como en general del desarrollo del plan profético de Dios a través de la Historia.

El foco de interés se halla en el establecimiento del Rey en un reino de Dios. Habiendo fracasado el primer Adán como cabeza de la creación en mantenerse él mismo sometido a Dios, Satanás viene a ser el dios de este mundo.

El desarrollo de la historia de la Redención y del futuro y definitivo establecimiento del Reino de Dios por parte del Hijo del hombre, el Segundo Adán, el Dios-hombre, es lo que constituye el centro de toda la escatología.

El primer paso en este establecimiento se da en la batalla de la cruz, en la que Satanás pierde su poder. El segundo paso será cuando el Resucitado, que destruyó mediante la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, el diablo, venga a hacer efectiva su victoria, y a tomar el dominio que ya le pertenece en virtud de la redención consumada por Él.

 La Biblia marca una marcha histórica, que está revelada a través de toda ella, pero muy especialmente en los libros proféticos. El primer anuncio, después de la Caída, acerca de la instauración del reino, se halla en el protoevangelio.

Allí se halla el germen escatológico, que va ampliándose en círculos que abarcan cada vez más y más, a través de la promesa dada a Abraham, de que en su simiente serían benditas todas las naciones de la tierra.

Se suceden diversas promesas, dándose el cetro del reino a la descendencia de Judá. Éste queda después circunscrito a la descendencia de David, con la promesa de un trono eterno, el cual es confirmado con el nuevo pacto, el cual se cumple en Jesús, hijo de David según la carne.

Hay numerosas menciones a este reino por diversos pasajes de las Escrituras. Notable entre ellos es el salmo 2. Pero la estructura básica del desarrollo escatológico se halla en Daniel y Apocalipsis, que proveen el marco cronológico.

Ahora veamos lo que dice un buen diccionario bíblico respecto al anticristo. Yo tengo mi punto de vista lleno de certeza, pero no quiero por ello prohibirte ver otras formas de entenderlo. Este término es usado solamente por Juan en sus dos primeras epístolas, aunque hay mención de él en otros pasajes de las Escrituras bajo otros nombres.

El término significa, a la vez, que se opone a Cristo y que usurpa Su lugar. Es importante distinguir entre un anticristo y el anticristo. Con respecto a lo primero, han surgido muchos anticristos; en cambio, el anticristo viene.

El anticristo final niega al Padre y al Hijo. Pablo menciona el hombre de pecado, que usurpa el lugar de Dios en el templo de Dios, en el futuro escatológico. Éste viene por obra de Satanás, confederado con él, y obrará señales y maravillas mentirosas con todo engaño de iniquidad para los que se pierden.

Los que han rehusado la verdad serán entregados a la mentira de este inicuo. Los judíos apóstatas lo recibirán como su Mesías. Hará que todos adoren la imagen de la Bestia que aparece en Apocalipsis.

Su final será el lago de fuego a la venida del Señor Jesús. En el Antiguo Testamento tenemos más detalles de este enemigo y suplantador de Cristo. Es llamado rey, exaltándose a sí mismo y hablando cosas maravillosas contra el Dios de los dioses.

No hará caso del Dios de sus padres (señalando que será descendiente de Israel, probablemente de la tribu de Dan). Tampoco hará caso del deseo de las mujeres (esto es, del Mesías, de quien toda mujer judía anhelaba ser madre).

Se exalta a sí mismo sobre todos. Es un idólatra, honrando a un dios que sus padres no conocieron. El profeta Zacarías lo describe como un pastor insensato e inútil, que descuidará el rebaño y se apacentará de él en lugar de apacentarlo, en oposición al Señor Jesús, el Buen Pastor.

En distintas épocas se ha identificado muchas veces a personas históricas con el anticristo (por ejemplo, Mahoma). Igualmente muchos reformadores, como Wicleff, Lutero, Melancton, vieron el anticristo en ciertas instituciones eclesiásticas de Roma.

Sin embargo, el tenor de las Escrituras es que el anticristo es el pináculo de la apostasía humana contra Dios expresada en un caudillo personal, que se presentará en relación con Israel al final de la dispensación de la gracia.

Ciertamente que multitud de individuos e instituciones han participado y participan de su carácter moral en tanto que niegan al Padre y al Hijo, y en tanto que usurpan el lugar de Cristo, se oponen a la verdad y engañan a los hombres.

Yo, particularmente, creo firmemente que anticristo es una mentalidad, esto es: todo lo que se opone a Cristo. Y que no soslayo ni omito la posibilidad de un líder visible de esa mentalidad. Sólo que, inevitablemente, deberá salir desde adentro de la iglesia. De otro modo, jamás arrastraría a creyentes tras de sí.

Y en el final de este verso, Juan dice que estas cosas, la visión de esta clase de mentalidad y personeros, nos llevará a conocer que estamos en los últimos tiempos. Entonces sólo nos cabe la pregunta final:

¿Has visto tú, por ejemplo, en los últimos… digamos… seis meses, a personas que coincidan con esto que estamos citando? Y si las has visto, ¿Adonde ha sido; dentro o fuera de la iglesia? Adentro. Incluso, hasta personajes importantes que, por otro costado, afrontan acusaciones de lavado de dinero entre otras corrupciones.

(Verso 19)= Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros:

La unidad es una clave del poder de la iglesia. El enemigo busca destruir su unidad introduciendo confusión en las congregaciones para crear divisiones y pugnas. Cuando los cristianos rehúsan acusarse o rechazarse mutuamente, prefiriendo perdonarse y amarse unos a otros, la unidad reemplaza a las pugnas, y la iglesia recibe el poder del Espíritu.

Hay que consignar, claro está, que esa unidad es posible solamente cuando el elemento que une es espiritual. De ninguna manera podremos considerar como unidad al liderazgo de un hombre política o económicamente fuerte, por sobre otros. Eso tiene otro nombre y es parte de la apostasía y la mentalidad del anticristo.

Nota que, cuando hablo de Apostasía, estoy hablando de lo que se preanuncia con preponderancia y prioridad para los postreros tiempos. Apostasía significa, literalmente, “volverse atrás, recaer”.

Pablo fue acusado de enseñar a los judíos entre los gentiles a que apostataran de Moisés. Pablo enseñaba la libertad de la ley por la muerte de Cristo, y esto, para un judío rabínico estricto, constituiría apostasía, olvidando la promesa del Nuevo Pacto dada por el profeta Jeremías.

Esta misma palabra se usa en Tesalonicenses, donde se enseña que el día del Señor no puede venir hasta que no venga “la apostasía” o abandono del cristianismo en relación con la manifestación del hombre de pecado.

Con respecto a apostasía individual, se trata en pasajes como Hebreos, y en la Epístola de Judas. Hay también advertencias de que este tipo de apostasía se irá generalizando al ir finalizando la presente dispensación.

Una apostasía implica necesariamente una posición de la que se puede caer, una profesión hecha que se abandona de una manera deliberada. No se trata de un cristiano que caiga en algún pecado, sino de un abandono definido del cristianismo por parte de un profesante no convertido, que no ha experimentado la regeneración de la conversión. Las Escrituras no ofrecen ninguna esperanza para tal estado.

Ahora bien; a la vista de todo esto, te sugiero que vuelvas a releer lo que se dice en la profecía de Joel. Por ese derramamiento del Espíritu “sobre toda carne”, la iglesia ha preferido omitir a la Apostasía y quedarse con un supuesto avivamiento para los últimos tiempos.

(Verso 20)= Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas.

(21) No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad.

Claro está: tú lees en el verso 20, que dice la unción del Santo, y tu entendimiento del texto tendrá mucho que ver el sitio en el cual habitas. ¡Pero hermano! ¿Usted me está queriendo decir que la unción es algo diferente en cada país o región?

No, Absolutamente no digo ni podría decir en modo alguno tamaña barbaridad. Pero sí puedo decirte, y asegurártelo con suficiente experiencia práctica, que en cada nación se ha enseñado respecto a la unción, cosas muy distintas.

En Argentina, por ejemplo, y si me remito a la de la década de los años 90 con mayor razón, unción parecería ser un algo no del todo explicable que una persona recibe cuando pasa al frente en su iglesia u otra, y determinado siervo le impone sus manos.

Nadie va más allá de eso, y si ese acto se complementaba con una dramática caída hacia atrás de esa persona, con mayor seguridad se tomaba como que había recibido grandemente unción de Dios. Todos, en mayor o menor medida, participamos de ello.

No me arrepiento en lo personal porque creo que Dios usó eso para su gloria en muchos casos. Lo que sí no puedo dejar de aclarar es que, en una gran cantidad de casos, todo no pasó de una experiencia sistemática, imposición-caída-unción, pero nada más. Absolutamente nada más. Y como el árbol se sigue conociendo por sus frutos…

Lo cierto es que las explicaciones teóricas o teológicas que algunos diccionarios bíblicos dan respecto a la palabra Unción, recalan en que son varios los términos así traducidos, pero algunos de ellos aparecen sólo una vez, como:

(a) En el Salmo 23:5, unges mi cabeza con aceite, que significa hecho grueso, siendo el aceite usado profusamente. (b) Salmo 92:10, seré ungido con aceite fresco, de “derramar”, “rebosar con” aceite., el yugo se pudrirá a causa de la unción.

(d) Zacarías 4:14, son los dos ungidos que están delante del Señor (literalmente.: “hijos del aceite”. (e) Hebreo. SUK, “ungir el cuerpo después del aseo”, similar al griego ALEIPHO en el Nuevo Testamento, se usa comúnmente de la práctica entre los orientales de ungir el cuerpo, o sus partes, para comodidad, presencia, amistad, medicación u honras funerarias.

Para el aseo ordinario. Su descuido era señal de duelo. Como acto de cortesía; también se ungía a los enfermos y a los cadáveres. Uno de los castigos de Israel iba a ser que los olivos no darían aceite para la unción.

(f) Hebreo MASHACH, griego CHRINO, “extender, ungir” para un cargo. Se ungían los reyes: Saúl, David, Salomón, Joás, Jehú y Hazael son ejemplos de ello. También eran ungidos los profetas. Para la unción de los sacerdotes se empleaba un aceite especial preparado según las instrucciones divinas.

Con este mismo aceite fueron ungidos el tabernáculo y sus utensilios. La ofrenda de flor de harina era amasada con aceite, tipo de la humanidad pura del Señor Jesús y de su sellamiento por el Espíritu Santo.

El leproso sanado era ungido con aceite. Tanto si esta última unción se refiere a personas o a cosas, y tanto si el aceite es el especialmente preparado como si es común, lo que tipifica es invariablemente la santificación y el poder del Espíritu Santo.

No se ordena la unción con aceite para la consagración a ningún cargo a los creyentes en la dispensación cristiana, porque han sido ya ungidos con el Espíritu Santo y ya son sacerdotes para Dios. Juan recuerda incluso a los “hijitos” o bebés en Cristo que tienen una unción del Santo, y que la unción permanece en ellos.

Así, de la misma manera en que en el Antiguo Testamento los reyes, profetas y sacerdotes eran ungidos como consagrados para Dios, así el Cristiano es santificado para Dios por el Espíritu Santo, tanto en cuanto a su posición como con respecto a su servicio.

Un detalle final: no habla sólo de la unción, sino que le añade que es “del Santo”. Acerca de la santidad de Dios, la Biblia declara lo siguiente: La santidad de Dios es Su cualidad absoluta y fundamental. Su pureza absoluta, inmaculada, manifiesta Su gloria deslumbrante y eterna.

La santidad de Dios se manifiesta a la vez en Su justicia y en Su amor. Su justicia lo obliga a castigar al pecador; pero es inseparable de Su amor, que desea salvarlo. No ejecutaré el ardor de mi ira, ni volveré para destruir… Dios soy… el Santo…

Una justicia sin amor no sería santa; no lo es la justicia implacable de un tribunal. Pero un amor sin justicia tampoco es santo; no lo es el amor sin severidad de una madre débil. El arca del pacto ilustra muy bien esto: el propiciatorio, la cubierta de oro en la que se hacía la aspersión de sangre expiatoria, simboliza la gracia y amor de Dios; pero debajo de este propiciatorio se conservaba el rollo de la Ley, que representaba la justicia del Dios que perdona.

Porque el objetivo de Dios al perdonar es el restablecimiento del orden moral. Ésta es la esencia de la santidad, sobre la que velaban simbólicamente los dos querubines de oro. Son numerosos los pasajes bíblicos que asocian estrechamente la justicia y el amor de Dios, estando siempre sobreentendida la noción de la santidad, al menos en el contexto.

Los términos utilizados son, en ocasiones, “fidelidad y bondad”, “ira y misericordia”, “castigo y gracia”. El Decálogo afirma que Dios castiga la iniquidad, pero también que muestra misericordia. El Señor reprocha a los fariseos que descuiden “la justicia y el amor de Dios”.

Pablo afirma que la gracia reina por la justicia, y que “El cumplimiento de la ley es el amor”. La santidad de Dios, de la que depende la nuestra, es así en realidad una combinación de una justicia o pureza absoluta con un infinito amor.

Ello nos lleva a constatar que la suprema manifestación de la santidad de Dios viene a ser la muerte expiatoria de Su Hijo. La cruz del Calvario es la sublime expresión de la unidad manifestada entre Su severa justicia y Su amor redentor. En cuanto a la importancia de la santidad del creyente, es menester recordar que Cristo volverá para ser glorificado en sus santos.

Si yo predicara hoy en tu iglesia y dijera sin miramientos que lo que voy a decir es para los que conocen la verdad y no para los que la ignoran, tú seguramente pensarías que todos los hermanos presentes podrían oírme, ya que de momento que van a la iglesia es porque han conocido la verdad.

Sin embargo, lamentablemente, es mi deber puntualizarte que no, que no siempre es así. Que hay muchos, pero muchos que van a una iglesia, que aún no han conocido la verdad; sólo han conocido a la religión cristiana. Lo mismo, hay muchos que han leído toda su vida la Biblia, pero jamás tocaron la Palabra de Dios.

Cuando se nos dice que conociendo la verdad seremos auténticamente libres, y luego vemos a miles y miles de cristianos esclavizados por el pecado, los vicios, las tradiciones y los ritualismos religiosos, recién podemos entender allí que, conocer la verdad, es conocer a Cristo, tener intimidad con Él y ser unos EN Él.

Juan dice exactamente eso en el verso 21. Pero además le añade que, cuando oigas alguna mentira o tomes contacto con ella, no admitas bajo ningún punto de vista que puede proceder de la Verdad, esto es: de Cristo. La mentira, sea para lo que fuere, inexorablemente siempre vendrá del padre de mentira, esto es: Satanás.

Creí necesario aclarar esto para que, por una parte, si estás habitando lugares donde las religiones oficiales todavía son voces mandantes, dejes ya mismo de creer en blasfemias tales como “mentiras piadosas”, pero también para que, si algún día predicas el evangelio desde un púlpito, no cometas el error de mentir un poquitín en el afán de “convencer” más rápidamente a los incrédulos.

(Verso 22)= ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo.

(23) Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.

Aquí, Juan dice esto porque, conforme a la historia, un error característico de estos herejes era su rechazo a la encarnación, lo cual daba lugar a un evangelio perneado de misticismo y obstruía la verdadera comprensión del Padre y su relación personal con Jesús.

Será muy bueno que lo tengas en cuenta, especialmente en estos tiempos de confusión, donde en aras de quiméricas e ilusorias posibilidades de una unidad espiritualmente imposible, se levantan  aquí y allá movimientos pretendidamente ecuménicos.

Yo quiero la unidad del pueblo de Dios, no lo dudes. Si así no fuera, sería el primer desobediente expuesto claramente. Pero quiero la unidad del pueblo de Dios, no de imitaciones que, autotitulándose “cristianos”, incurren en algunas contradicciones que, a la luz de esta palabra, los llevan a la categoría de anticristos.

No quiero ser pragmático ni discriminador. Nada más lejos de mi intención es la de evitar que los que ignoran la verdad puedan acceder a ella. Pero si no creen en el Hijo tal como la Biblia lo muestra, o lo postergan por alguna otra figura, o sencillamente no lo confiesan como Señor, están negándolo. Y allí arriba ya dice Juan, no yo, que cosa es el que niega al Hijo y por consecuencia al Padre.

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enero 1, 2015 Néstor Martínez