Certeza de lo que se Espera

Finalmente, llegamos al que yo determinaría como epicentro de este trabajo. Porque mal podríamos hablar de la fe si ignoráramos el gran capítulo que la Biblia tiene en su referencia. Estoy hablando del capítulo once de la carta a los Hebreos.

El autor de esta carta apoya sus recomendaciones de permanecer firmes en la fe con las experiencias triunfantes de los héroes hebreos. Primero ofrece, no una definición, sino una descripción de cómo obra la fe. La fe es una firme convicción de cosas que no se ven, y segura esperanza de una recompensa futura.

La palabra griega que se traduce como certeza, es literalmente “pararse debajo”, y se usaba en el sentido técnico de una “escritura de propiedad”. La idea básica es situarse debajo del derecho a la propiedad para apoyar su validez. De esa manera, la fe es la certeza de lo que se espera. A través de este capítulo su autor hace énfasis en que esa seguridad descansa en las promesas de Dios. Hebreos 11: 1-40.

Versión Clásica

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.

Nueva Versión Internacional

Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos.

Versión Biblia Textual

Y la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Lo es, porque por ella fueron aprobados nuestros mayores.

¿Qué cosa es la certeza? Es una calidad de cierto, un conocimiento seguro y evidente de que algo es cierto. No una garantía como dice la NVI, porque eso sería más bien un aval. ¿Y qué cosa es una convicción? Un convencimiento, una idea religiosa o política fuertemente arraigada.

Sin embargo, estas dos definiciones le pertenecen a un buen diccionario de la lengua española, de los tantos que pululan en la Web como ayuda idónea y eficaz para los escritores. A no ser que estos escritores, (Como el suscripto) deban realizar un trabajo de corte espiritual.

Porque en ese caso, las acepciones gramaticales se modifican abruptamente. Especialmente la segunda. Porque convencimiento es una idea o pensamiento que nos llega desde afuera hacia adentro. Un ejemplo sencillo:

Alguien dice que la lluvia es magnífica y tú, aunque te estés inundando, si estás convencido de lo que te ha sido dicho, sigues pensando que la lluvia es hermosa, mientras te vas hundiendo entre globitos a las profundidades del agua caída alegremente del cielo.

Esto se aplica –tal como lo da el ejemplo del diccionario- en política y en religión. Tanto sea que estés escuchando a un eximio discursista político como a un probado orador religioso, lo que se te diga es muy probable que ingrese a tu mente como verdad inexcusable que a partir de allí creerás como propia a inmutable.

Pero la convicción no es un convencimiento que te llega desde fuera, sino una idea, pensamiento y seguridad de algo que te nace desde adentro hacia afuera sin que tú aciertes a saber cómo fue que eso llegó a tu mente o a tu corazón.

Otro ejemplo sencillo: Tú sales de tu casa y llegas a la esquina y te quedas allí esperando que pase el bus de las 8.00 AM para ir a tu trabajo. ¿Estás viéndolo venir al bus por el fondo de la calle? No, porque todavía faltan algunos minutos. ¿Y cómo sabes que vendrá? No hay explicación, simplemente lo sabes. Es decir que tienes certeza de lo que esperas, y convicción de lo que todavía no estás viendo.

(Romanos 8: 24) = Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿A qué esperarlo?

(25) Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.

(26) Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.

La palabra griega aquí traducida como “ayuda”, es la misma que se utiliza en Lucas 10:40, donde Marta le pide a María que la ayude. El término no indica que el Espíritu va a orar en lugar nuestro, sino que se nos une para hacer más efectivas nuestras débiles oraciones.

Algunos interpretan los gemidos como emitidos por el Espíritu Santo, debido a que el texto dice que el Espíritu los usa para interceder por nosotros. Otros consideran que Pablo se refiere a gemidos nuestros, debido a varias razones.

El verso 23, anterior al que leímos, dice que nosotros gemimos. Tales gemidos, que parecen indicar cierto grado de desesperación y angustia, se entienden en el caso de los cristianos, no del Creador, y esta afirmación explica el verso 26, el cual dice que el Espíritu nos ayuda, no que nos reemplaza en nuestras oraciones.

Hay mucho error en esto, y debo reconocer que hasta no hace mucho tiempo, yo lo enseñaba tal cual lo había aprendido de “mis mayores” religiosos, y lo que enseñaba era exactamente al revés de lo que es, y hoy debería salir a buscar a uno por uno a esos hermanos a los que llevé a confusión para pedirles perdón y darles la verdadera enseñanza genuina. Lo estoy haciendo aquí, espero que llegue a cada uno de los que pude haber contribuido a confundir.

(2 Corintios 4: 17) = Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; (18) no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.

Cuando Pablo dice que su tribulación es “leve”, no significa que realmente lo sea, de acuerdo con lo que hoy nosotros podríamos estimar como leve o fuerte. Él lo expresa de ese modo porque compara a esa tribulación con el futuro peso de la gloria eterna, entonces no puede verla de otro modo que no sea como algo pasajero y leve.

Y cuando luego añade que debemos estar “no mirando” las cosas que se ven, eso no quiere decir que las ignoremos. Significa que debemos estar permanentemente atentos y observando. Pablo reconoce que el ser exterior perece, pero por causa de la fe él ve más allá de lo externo y del momento presente. O sea que lo que tenemos que hacer es contemplar a las cosas naturales a la luz de las cosas eternas.

(2 Corintios 5: 6) = Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (7) (porque por fe andamos, no por vista);

La expresión de Pablo, aquí de “ausentes del señor”, implica que Cristo está con nosotros espiritualmente, pero su ausencia física significa que no percibimos su presencia tan plenamente como sucederá en el futuro. A eso hemos sido llamados cuando se nos ordena vivir de acuerdo con la Palabra de Dios y el testimonio de Su Espíritu.

Los antiguos, a los cuales se refiere el texto base de Hebreos, eran los santos del Antiguo Testamento, muchos de los cuales luego serán mencionados en este mismo capítulo 11. Ellos obtuvieron un buen testimonio, no a causa de sus logros, de su santidad personal o de su pasiva aceptación a las promesas divinas, sino por una activa certidumbre que se expresó en obediencia, perseverancia y sacrificio.

Estoy plenamente convencido que nosotros –cualquiera de nosotros- podemos hacer la obra más encumbrada, esa que necesite de esfuerzo personal, de consagración y entrega, solamente siendo obedientes. Porque ello redundará en nuestra calidad y cantidad de fe, y cuando esto sea una realidad, todo lo demás vendrá por añadidura.

Versión Clásica

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.

Nueva Versión Internacional

Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve.

Versión Biblia Textual

Por fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.

Antes que pase a otras consideraciones, déjame decirte que en esta última versión, a la que le doy suma importancia porque entiendo que es vital para aprender profundidades ocultas en las otras, donde se traduce universo, literalmente dice las edades, los mundos. Más abajo, en el mismo texto, donde leemos de modo que lo que no se ve fue hecho de lo que no se veía, literalmente dice lo que se ve no ha sido hecho de cosas que se dejan ver.

En las tres versiones, asimismo, dice que solamente por fe podemos entender que el universo fue constituido por la palabra de Dios. Y esa expresión que se traduce como constituido, es el vocablo katartizo, que significa: arreglar, poner en orden, equipar, ajustar, completar lo que falta, alistar, reparar, preparar.

La palabra es una combinación de kata, que quiere decir abajo, y artios, que significa completo, ajustado. Se la usa para referirse a los discípulos cuando estos remendaban sus redes, y cuando se habla de la restauración de un hermano caído. Hay tres escrituras que conforman el panel de respaldo de la que estamos examinando.

(Génesis 1: 1) = En el principio creó Dios los cielos y la tierra.

¡Qué simple! ¿Verdad? Sin embargo, un leve problema de traducción ha llevado por distintos caminos a los que trataron de interpretar esto desde lo espiritual y no desde la geología. Porque en esta versión clásica leemos que a esto Dios lo hizo en el principio, y eso nos da sensación de comienzo, de inicio. Sin embargo no es así.

Porque en la versión de la Biblia textual, tomada directamente de los originales, sin pasar por filtros armados por viejos cabezones auto titulados como eximios teólogos, no dice así, dice que en un principio creó Dios los cielos y la tierra. Y así como el principio da idea de comienzo de algo, un principio produce la certeza de un modelo, de un patrón preestablecido, de un croquis a seguir.

El término creó, aquí utilizado, mientras tanto, es el vocablo bara, y da una idea de formar, hacer, producir. Originalmente este verbo encerraba la idea de tallar o suprimir; ese concepto aún se expresa mediante la forma verbal que encontramos en Josué 17:18, que significa derribar árboles para preparar la tierra para la labranza.

Esto sugiere que crear es algo similar a esculpir. Por lo tanto, bara es la palabra apropiada para describir tanto el proceso de crear algo de la nada como el de moldear lo existente para crear algo nuevo, tal cual hizo Dios al crear al hombre del polvo de la tierra. Dios es siempre el sujeto del verbo bara en su forma común; el crear es, por lo tanto, un atributo divino.

Otra: la traducción tradicional de lo que hasta cierto punto es una compleja y debatida fórmula gramatical hebrea, dio origen a más de una interpretación. Otras traducciones posibles han aparecido durante el último siglo, pero presuponen la existencia de un caos material o hasta de una raza pre-adámica, antes que comenzara la creación descripta el primer capítulo.

Escucha: nada en lo que resta del libro del génesis, ni en la Biblia entera como un todo, requiere o recomienda necesariamente esa interpretación, aunque tales opiniones estén consideradas como bíblicamente aceptables. De todos modos, la traducción más directa y sensible a nuestro espíritu es la que nos muestra que todo fue creado de la nada, de lo invisible y sólo por la Palabra de Dios: sea.

(Juan 1: 3) = Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

Dice que todas las cosas por Él fueron hechas. ¿Sabes lo que significa la palabra todas? Pues exactamente eso: todas. ¿Y quién es ese ´”el”, Cristo? Sí, pero Juan no lo denomina así, sino cómo debe para dar base a este concepto: el Verbo.

¿Sabes qué cosa es el Verbo? La palabra. Por lo tanto, lo que Juan está declarando aquí con entidad y valor profético, es que Jesús es indudablemente el agente divino responsable de toda la creación. Porque fue centralizada en Él, el Verbo, la Palabra.

La idea más concreta de esto la da Pablo en su carta a los Colosenses. En 1:16 el apóstol dice: Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.

Dicen los eximios comentaristas bíblicos que existe una estructura organizada en la esfera angelical, que ejerce profunda influencia en la historia de la humanidad, y en la que los ángeles ocupan distintas posiciones, de acuerdo con sus respectivos rangos.

Aunque estos estudiosos no se ponen del todo de acuerdo y hay varias opiniones diferentes con respecto al orden de los oficios angelicales, está claro que la hueste angelical forma parte de un mundo altamente organizado de seres angelicales.

Por ejemplo, Daniel 10:13 muestra que los ángeles guerreros tienen un jefe principal, Miguel, a quien también se le llama arcángel, esto es, uno que gobierna sobre otros. Serafines y querubines parecen ser de un rango de poder un poco más bajo, solamente superiores a los espíritus ministradores.

Sin embargo, es posible que los serafines y querubines desempeñen un papel de liderazgo en la adoración, mientras que Miguel dirige a los ángeles belicosos. Con respecto a los ángeles de las tinieblas, Efesios 6:12 ofrece algunas precisiones sobre rangos en el reino de los ángeles malos:

Principados, potestades, gobernadores de las tinieblas de este mundo y “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Por la información que la Biblia ofrece, deducimos  que el reino angelical es una sociedad distintamente estructurada, con diferentes niveles de autoridad o poder, de acuerdo con el orden creado por Dios.

Esto, claro está, casi copia fiel y textual de un extenso comentario publicado en una de las Biblias de estudio de mayor prestigio en Latinoamérica. Ninguno de estos comentaristas tiene en cuenta, (O al menos sugiere tenerlo) a una guía proveniente del Espíritu Santo por medio de la revelación. Esa sigue siendo la enseñanza “oficial” en la religión cristiana.

Ahora voy a compartirte, en las tres versiones para que puedas comparar por ti mismo, sin necesidad de ayuda de mi parte, los cuatro versículos siguientes, que tienen que ver con el grado o medida de fe que poseyeron tanto Abel, como Enoc, como Noé.

Versión Clásica

Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.

Por la fe, Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.

Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

Por la fe Noé cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.

Nueva Versión Internacional

Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía.

Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios.

En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan.

Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase, y por esa fe condenó al mundo; y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.

Versión Biblia Textual

Por fe Abel presentó a Dios una ofrenda mejor que Caín, por medio de la cual recibió aprobación de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas y habiendo muerto, aún habla por medio de ella.

Por fe Enoc fue trasladado para que no viera muerte, y no fue hallado, porque lo trasladó Dios, y antes del traslado recibió testimonio de haber agradado a Dios.

Pero sin fe es imposible agradarlo, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que existe, y que es galardonador de los que lo buscan.

Por fe Noé habiendo sido advertido acerca de cosas que aún no se veían, movido de reverente temor construyó un arca para salvación de su casa, y mediante esa fe condenó al mundo, y fue heredero de la justicia que es según fe.

Abel, cuyo nombre significa “vapor”, o “soplo”, fue el segundo hijo de Adán. Dice la escritura que era justo y lleno de fe. Por causa de la envidia fue asesinado por su hermano Caín. Tipifica la sangre inocente y se han hecho muchas conjeturas respecto a la razón por la cual fue aceptada su ofrenda y no lo fue la de Caín.

Tengo una explicación, que naturalmente no es la única, pero que es la que a mi entender resume en el plano espiritual esos motivos. Creo que pudo haber sido mandato de Dios como anticipo del “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, o sea, el plan de la Redención.

Una prueba incidental de ello puede ser los numerosos altares de los tiempos prehistóricos que se encuentran esparcidos en el mundo. El paganismo distorsionó el propósito divino, llegando a ofrecer víctimas humanas, pero la orden de los sacrificios expiatorios que hallamos en el Pentateuco, después de la salida de Israel de Egipto, pudo ser, al igual que la institución del matrimonio y del día de reposo, una restitución de un antiguo mandato, más que una innovación.

 “Acordarte has del día de reposo”, dice en Éxodo. Y en cuanto a sacrificios, leemos que Abraham los ofrecía mucho antes de la institución del ministerio levítico. ¿De dónde le vino la idea a Abraham sino de una tradición procedente de la primitiva revelación de Dios en el Edén?

 La carta a los Hebreos que aquí estamos estudiando, dice que “por fe Abel ofreció mejor sacrificio”. Entonces la pregunta que nos salta de inmediato, es: ¿Fe a qué? La fe requiere el conocimiento, o, en este caso, revelación.

El sacrificio de Abel es prueba de un carácter obediente a Dios, mientras que la ofrenda de Caín es prueba de un carácter altivo, que trató de imponer su propio culto de homenaje al Creador, y no quiso humillarse a depender de su hermano, para su ofrenda, a pesar de la probable revelación de Dios.

En el Nuevo Testamento Abel es considerado como mártir de su fe  y de su justicia. El primero en morir de la raza humana fue el primero en entrar en la gloria de Dios y una prenda de las primicias que nadie puede enumerar.

Por eso se añade en Hebreos 12: 24 y 1 Juan 1:7 que: La sangre de Abel clamó justicia sobre la tierra, pero la sangre de Jesucristo trajo el perdón y la salvación para todos los que se arrepienten. Eso nos deja mucho más claro el concepto e informados de lo que leemos y desconocemos.

Enoc, cuyo nombre significa “iniciado”, “consagrado”, figura cuatro veces en la Biblia. Como uno de los hijos de Caín, quien puso su nombre a la ciudad que fundó, como un hijo de Madián, descendiente de Abraham y de Cetura, y como hijo de Rubén, transcripto como Hanoc. Estos son tres Enoc que no son el personaje que aquí nos ocupa.

Este Enoc del que se está hablando era un hijo de Jared que engendró al conocido Matusalén. Se dice que vivió trescientos sesenta y cinco años y luego “anduvo” con Dios. Enoc es el único de la genealogía antediluviana del que no se dice “y murió”. Esto fue debido a que, tal como se lo relata aquí, fue “llevado” por Dios de un modo sobrenatural e inédito.

Allí se dice, ampliando los motivos de su desaparición terrenal, que fue traspuesto para no ver muerte. Asimismo, una profecía de Enoc que anunciaba el justo juicio de Dios contra los impíos, ha sido incorporada en Judas 14 y 15. Curiosamente, las palabras de esta profecía también se encuentran en el libro apócrifo judío de Enoc, aunque manipuladas.

Pero lo que definitivamente debe interesarnos a nosotros en el marco de este estudio, es que la transposición de Enoc al cielo, obviando el paso de la muerte física, tuvo lugar porque éste agradó a Dios tomándole la palabra y viviendo de acuerdo con ella.

Mi pregunta que no viene en tono de duda sino en recado de reflexión, es: ¿Qué sucedería hoy, en este pleno siglo veintiuno, si algún hombre o mujer de Dios tomara la palabra de Dios y viviera su vida plena en consonancia con ella?

Estoy en certeza que, sin crear falsas doctrinas sin argumentos sólidos porque Dios es soberano y hace lo que quiere cuando quiere, muy probablemente podría ocurrir lo mismo. ¿Y entonces, por qué no sucede? Evidentemente, porque no hay gente que viva conforma a la palabra de Dios, así de sencillo, así de triste.

Nada agrada tanto a Dios como la firmeza de la fe en todo lo que Él es y en todo lo que Él ha prometido. Por eso la sugerencia que te puedo dejar, es: busca a Dios diligentemente, cree que Él te recompensará por ello y verás un nivel de victoria y bendición que desconoces.

Y por esta razón específica es que, exactamente aquí, a continuación de la mención de Enoc, el autor añade este concepto que ha recorrido el planeta y los tiempos como estandarte clásico de la fe: sin fe es imposible agradar a Dios.

Pero dice algo más que a muchos puede sorprender, aunque no deberían hacerlo. Dice que quienes se acercan a Dios, tienen que creer que Él existe. ¿Pero esto no es algo corriente y normal? Parece ser que no. Y también que es dador de recompensas. Y a esto, aunque no lo creas, hay muchos cristianos que no lo aceptan, queriendo ser más buenos que el mismo Dios.

Y, finalmente, nos encontramos con Noé. Su nombre significa “descanso”, “tranquilidad”. Hijo de Lamec, descendiente de Set. En base a las palabras de Lamec, el nombre de Noé significaba para él a la vez reposo y consolación: “Éste nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Jehová maldijo.” En efecto, en hebreo. Es usual hacer juegos de palabras y de asonancias. No se nos dice nada más acerca de Noé hasta que llegó a los 500 años de edad, y que tuvo tres hijos, Sem, Cam y Jafet.

Es así como Pedro designa a Noé como “Pregonero de Justicia”. Era justo, íntegro y caminaba con Dios, lo que le hacía estar en acusado contraste con su generación impía y corrompida de su tiempo. Mientras duraba la paciencia de Dios  Noé predicaba a sus contemporáneos de diversas maneras:

Por el ejemplo de su vida limpia; por su “predicación”, por cuanto advirtió con toda claridad a los hombres de su generación, por la construcción del arca, poseído de un temor reverente creyó en la santidad ultrajada de Dios y en lo inminente del juicio que se avecinaba.

Tomándose seriamente la Palabra del Señor, se aferró al único medio de salvación para él y los suyos. Había en el arca lugar de sobra para muchas otras personas (si hubieran querido entrar), así como para los animales.

Fue así que por esa fe condenó al mundo, demostrando que los impíos iban a morir, no por las aguas del Diluvio, sino por su indiferencia e incredulidad. En cuanto a Noé, vino a ser “heredero de la justicia que viene por la fe”. En efecto, por íntegro que fuera no era sin pecado y fue literalmente salvado por la fe.

Es impresionante el comportamiento de Noé durante el período que estuvo en el arca. Un lapso prolongado en el que su paciencia y fe son puestas a prueba. Tenía 600 años cuando entró en el arca. Dejó abierta la puerta aún siete días y después el mismo Dios cerró la puerta tras él.

No vemos en Noé ningún apresuramiento ni aturdimiento, él hizo “conforme a todo lo que Dios le mandó” y su actitud expresa, lo mismo que su nombre, reposo y tranquilidad. Después de los largos meses del terrible cataclismo, Dios mostró que se acordaba de Noé.

De una manera tranquila y metódica, Noé examinó una solución, dejando salir al cuervo y hasta tres veces la paloma, para verificar de una manera factual el estado de la tierra; a continuación abrió la cubierta del arca. Sólo salió de ella, no obstante, en obediencia a una orden determinada de Dios (ocho semanas más tarde, ni antes ni después) con todos los suyos, y con los animales que se habían salvado.

De inmediato, el patriarca erigió un altar, ofreciendo a Dios sacrificios. “Sin derramamiento de sangre no se hace remisión”, y es sobre la base del sacrificio que Jehová establece un pacto con Noé y sus descendientes. Los puntos esenciales de este pacto son:

Dios promete no volver a enviar jamás un diluvio de aguas sobre toda la tierra; los días, las estaciones y las cosechas durarán tanto tiempo como la tierra. Sin embargo, un día los cielos y la tierra serán destruidos por fuego.

Como con Adán en el pasado, Noé y sus hijos recibieron la orden de ser fecundos y de multiplicarse y llenar la tierra. Dios entregó en sus manos los animales, y les concedió su carne como alimento, en tanto que Adán, antes de la caída, era vegetariano.

Se da la prohibición general de comer sangre. La vida humana queda protegida contra los animales y los mismos hombres. Este texto instituye la pena de muerte por primera vez en el Antiguo Testamento y para el Nuevo Testamento. Se da el arco iris como señal de este pacto perpetuo.

Noé labró la tierra y plantó una viña, siendo sorprendido por el efecto embriagador del vino. Sem y Jafet se comportaron hacia su padre con respeto filial. Pero Cam se comportó con una actitud indecorosa, que suscitó la cólera de Noé, y que atrajo sobre Canaán, hijo de Cam, una maldición profética.

Finalmente, y ya que me encuentro con la figura de Noé, quiero reiterar una pregunta que siempre he formulado a quienes me leen o escuchan cuando hablo de él. Una pregunta que, créeme, yo mismo me hecho en muchas ocasiones.

Si tú hubieras nacido y vivido en la época de Noé y un día, en una tierra donde la lluvia era algo prácticamente desconocido hubieras pasado por su casa y lo hubieras visto construyendo un gran barco porque le había sido anunciado un gran diluvio, ¿Qué hubieras pensado? ¿Qué eso podía ser cierto, o que ese viejo se había vuelto rematadamente loco? Examínate, luego opina.

Versión Clásica

Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.

Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aún fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido.

Por lo cual también, de uno, y a ese ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.

Nueva Versión Internacional

Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor.

Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar.

Versión Biblia Textual

Por fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que iba a recibir por herencia, y salió sin saber a dónde iba. (Literalmente dice “a dónde va”)

Por fe habitó en la tierra prometida como en tierra ajena, viviendo en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Por fe, a pesar de la esterilidad de Sara, recibió vigor para engendrar simiente aún fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel el que había prometido.

Y por tanto, de uno, y éste ya casi muerto, nacieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está junto a la orilla del mar.

Siempre me causó mucha gracia, -pese a que tiene contenido muy serio-, el relato ficción de la salida de Abraham de Ur de Caldea. Allí lo muestran como caminando a pasos largos hacia una determinada dirección bajo la mirada llena de curiosidad de sus vecinos.

Entonces, uno de ellos se atreve y le grita: -¡Eh, Abraham! ¿A dónde vas? – Voy a la tierra prometida, amigo… – ¿Ah, sí? ¿Y a dónde queda eso, si se puede saber? – ¡Ah, no lo sé! ¡Yo agarré para allá y para allá voy!

¿Te sonreíste tú también? Bienvenida sea una sonrisa que nunca viene mal, pero ahora reflexiónalo con seriedad. ¿Te imaginas la escena? No es tan descabellado el relato humorístico. Abraham iba en la dirección que iba sólo por obediencia y por fe, porque él realmente no tenía ni la menor idea hacia dónde debía caminar.

Pero salió. Tomó la decisión de creerle a Dios y ponerse en marcha. Dejó de lado todas las especulaciones intelectuales y hasta racionales y eligió el imponderable casi inconsciente de la fe. Porque con todas las seguridades a la vista, cualquiera. Pero así…

Además, se nos dice que cuando llegó a ese lugar, muy lejos de estar esperándolo un comité de recepción, un hotel cinco estrellas y un abultado sobre con la ofrenda anticipada, debió vivir como extranjero. Tú, que tal vez eres uno de esos tantos que están en una tierra que no es tu tierra nativa, ¿Entiendes lo que significa vivir como extranjero, verdad?

Es obvio que si llevamos la aventura de Abraham a un hoy concreto y materialista, veremos qué absolutamente nadie se presentó para salirle de aval para que pudiera alquilarse un piso en buen lugar. De allí que debió morar en tiendas móviles, elementos destinados a los que están de paso, aun sabiendo que no iba a estar de paso por una razón: esperaba el cumplimiento de una promesa.

Dime algo: ¿No estarás tú, tal vez, en este día, aguardando una promesa que Dios te ha hecho quizás hace mucho tiempo, o años, atrás? ¿Y con qué confianza la estás esperando? ¿Incluyes a tu familia en esa espera o los dejas de lado? Porque ellos son tus coherederos, dice esta palabra.

El término coherederos, aquí, es la palabra griega sunkleronomos. Deriva de sun, que quiere decir “con”; clero, que se traduce como “una cantidad” y nemomai, que es “poseer”. La palabra, entonces, se refiere a un coparticipante, compañero de herencia, uno que recibe mucho juntamente con otro. Espero que esto te tranquilice. No has entendido mal.

Sin embargo, lo que a mí particularmente me ha llamado mayormente la atención, es la calidad de la declaración de Abraham, que señala que está allí y espera lo que espera porque hay una ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios, que va a llegar a su vida. ¿De qué ciudad está hablando? Hay pistas en esta misma carta, fíjate.

(Hebreos 12: 18-24) = Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad de las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, porque no podían soportar lo que se ordenaba: si aún una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: estoy espantado y temblando; sino que os habéis acercado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.

Dicen los comentaristas y prestigiosos teólogos que el autor de esta carta presenta aquí otra dramática comparación entre el judaísmo, descrito como el monte Sinaí, y el cristianismo, representado por el monte de Sión. Jerusalén la celestial tiene que ver con el antiguo pacto de la ley que trajo miedo y separación, con un nuevo pacto que trae abundante bendiciones y confianza extrema.

Está bien, lo acepto como ingrediente a sumar a mis conocimientos. Lo agradezco y prometo tenerlo muy en cuenta a la hora de rendir algún examen en algún seminario o instituto bíblico. Pero seguiré confiando en mi Espíritu Santo amado que sigue enseñándome que esto tiene que ver con la entronización definitiva de Cristo en tu vida, por encima de todo lo que Grecia y tú mente intelectual te diga. Y si quieres confirmar esto que te estoy diciendo, ahora podrás hacerlo con la próxima escritura. Que también está en la carta a los Hebreos, aunque un capítulo más adelante.

(Hebreos 13: 12) = Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta.

(13) Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio; (14) porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir.

En el Día de la Expiación, los cuerpos de los animales cuya sangre era llevada al Lugar Santísimo eran quemados fuera del campamento. Pero Jesús, lo opuesto a este tipo de sacrificios, fue crucificado en las afueras de la ciudad de Jerusalén.

De allí que en el ámbito espiritual, salir fuera del campamento es, necesariamente, irnos por fuera de toda clase de religión pre establecida o previsible en cuanto a sus formas, ritos o tradiciones. Le cuesta una enormidad al Dios de todo poder manifestarlo en medio de hombres o mujeres religiosos.

Y esa actitud nuestra de salirnos por fuera de ese campamento traerá, inevitablemente, consecuencias relacionadas con nuestra pertenencia. Así veremos que, llevar adelante los vituperios de Cristo en nuestro propio ser, nos acarreará antipatías de parte de aquellos que hasta se ganan su sustento hablando de ese mismo Cristo.

Y es en ese tenor donde nosotros, impotentes para darle solución a lo que no tiene solución humana, lo único que podemos hacer es aguardar que Dios mismo bendiga y haga descender del cielo a su iglesia genuina, a esa Jerusalén celestial pre-anunciada que es, en suma, la ciudad del gran Rey.

(Apocalipsis 21: 1) = Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.

(2) Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.

Aquí lo tienes con la máxima y meridiana claridad posible. La santa ciudad, la Jerusalén celestial desciende del cielo, coma, de Dios mismo. ¿Y cómo dice que lo hace? Dispuesta como una esposa ataviada para su marido.

¿Y cómo se atavía una esposa para su marido? Con lo mejor. Y no hablo de lo mejor en precio o en calidad. Creo que en eso estamos más que sobrados. Hablo de lo mejor en cuanto a rectitud, honestidad, transparencia y, esencialmente, carencia de intereses humanos y personales.

Y finalmente Sara, su esterilidad e imposibilidad de concebir y gestar una vida. Una mujer a la que la ciencia, hoy, hubiera desahuciado total y absolutamente para ser madre. Que ni siquiera hubiera podido acceder a una fertilización asistida por una cuestión de riesgo de edad y todo lo que científicamente conocemos. Claro, estaba Dios detrás del asunto…

¡Qué distinta sería la raza humana si descansara en su Dios de todos los inconvenientes que se le presentan! ¡Qué diferente sería que un matrimonio, luego de orar y tener certeza de confirmación que Dios está acompañándolos en un embarazo decidiera simplemente confiar y tener a su bebé a los nueve meses!

Pero no es lo usual. En primer término, no consulta a Dios respecto al futuro de su familia, quiere decidirlo por su cuenta y riesgo. Y luego se enoja porque no puede lograrlo. Entonces recurre a la pharmakeia en todas sus estructuras y a la ciencia médica en toda su dimensión. Y en algunos casos consigue su deseo, en otros el nacimiento se produce pero con serias deficiencias genéticas. Ley de vida.

¿No sería más sencillo y seguro buscar la opinión de Dios, y de ser positiva, simplemente esperar en el verdadero dador de la vida? ¡Claro que sí! Pero así como la mujer “moderna” sostiene que es dueña de su cuerpo y puede abortar un embrión vivo cuando se le ocurra, así también el hombre sin Dios (Y a veces hasta supuestamente creyendo en Él) piensa lo mismo y cree encontrar soluciones fuera de su ámbito. Sara no fue un modelo de fe, seguro, pero tuvo la suficiente como para que Dios se glorificara en ella, en su familia, en Abraham y en el propietario de la gran promesa, Isaac.

¿Y qué decir de Abraham? En el supuesto ocaso de su vida, presumiblemente con sus funciones masculinas en declinación y con una producción hormonal insuficiente, es padre cuando debería estar alegrándose con sus nietos. ¡Cuántos hombres mayores, esclavos de diferentes clases de pecados quisieran ese milagro! ¿Verdad?

Pero Dios no es un Dios estático. Sólo mueve su poderosa mano cuando el motivo es afín con los postulados de su Reino. Y éste lo era. De ese hombre decrépito, casi anciano y en apariencia inútil, nace toda una civilización que, hasta hoy, es sinónimo de victoria por su fe. Pablo lo describe con puntillosa exactitud en su carta a los Romanos.

(Romanos 4: 19) = Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.

(20) Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, (21) plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; (22) por lo cual también su fe le fue contada por justicia.

Versión Clásica

Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.

Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.

Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.

Nueva Versión Internacional

Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad.

Versión Biblia Textual

Conforme a la fe murieron todos estos, no habiendo recibido las promesas, sino mirándola de lejos, las creyeron y las saludaron, confesando así que eran extranjeros y peregrinos en la tierra.

Porque los que dicen estas cosas dan a entender que buscan una patria, y si ciertamente se acordaran (Literalmente: acordaban) de aquella de donde salieron, hubieran tenido (Literalmente tenían) tiempo de regresar, pero anhelaban una mejor, esta es, la celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, pues les preparó una ciudad.

Fíjate que aparente incongruencia. Y digo “aparente” porque tú lo sabes tan bien como yo, la Biblia no contiene ninguna incongruencia, sino que cuando aparenta serlo, salta a la vista espiritual la revelación de que se trata de una palabra mucho más profunda que lo que literalmente habíamos percibido.

En este caso vemos que en este capítulo 11 de esta carta a los Hebreos, se registran las victorias gloriosas de los campeones de la fe; no obstante, en estos versículos que van del 13 al 16, se habla de aquellos que murieron, dice, sin haber recibido lo prometido.

Aun así, la Biblia dice que todos estos murieron creyendo, y que se sintieron contentos de confesar que ellos eran tan sólo extranjeros y peregrinos  que viajaban, por así decirlo, a través del territorio de aquel país. “Porque para los verdaderos creyentes, -escribió Wycliffe-, vivir por fe es morir por fe”.

La clave para la confesión de este grupo admirable en Hebreos capítulo 11 es que cuando recibieron la promesa de Dios se sintieron plenamente convencidos, como sucedió con Abraham y sus descendientes., de que la promesa era verdadera.

De esa manera abrazaron, (Literalmente saludaron), aquella promesa en sus corazones. La palabra “confesar” nos ayuda a entender cuán espontáneamente estos mártires de la fe tomaron el camino de Dios, y nos legaron su testimonio, que su palabra registra rindiéndole tributo.

Si bien es cierto que estas personas alcanzaron muchas victorias por medio de la fe, el texto dice que ninguno de ellos recibió todas las cosas que fueron prometidas. Que nosotros recibamos lo que “confesamos”, (Pedir, orar o esperar), no cambia el comportamiento o la actitud del creyente consagrado.

La adoración y el andar en la fe no dependen de oraciones contestadas o no contestadas. Nuestra confesión del señorío de Cristo en nuestras vidas ha de ser consistente, una celebración diaria de profunda gratitud.

O sea que, lo que aquí se te está diciendo es que, aunque sólo recibieron una parte de lo que Dios les había prometido, aquellos “antiguos” mantuvieron su fe en que Dios haría lo que había dicho. Debido a su íntima relación con Él, no se sentían a gusto en el mundo que los rodeaba. Buscaban algo mejor; y a causa de sus anhelos, Dios los reconoció como Su pueblo.

(Salmo 39: 12) = Oye mi oración, oh Jehová, y escucha mi clamor. No calles ante mis lágrimas; porque forastero soy para ti. (Es evidente que ser forastero o de alguna manera un advenedizo, aquí, depende totalmente de la hospitalidad y la provisión que se reciba de Dios en la tierra que a Él le pertenece. ¿O tú te habías creído que la tierra era tuya?)

(Filipenses 3: 20) = Más nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; (21) el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

En este texto específico y formal, Pablo les está recordando a sus lectores que, aunque sean ciudadanos romanos, (Hoy podría decirte: argentinos, mexicanos, españoles, chilenos, peruanos, o el que elijas), poseen una ciudadanía más elevada y sólo son extranjeros en este mundo.

Versión Clásica

Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía a su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aún de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.

Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a las cosas venideras.

Por la fe Jacob, al morir, bendigo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado  sobre el extremo de su bordón.

Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos.

Nueva Versión Internacional

Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: “Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac”. Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos.

Por la fe Isaac bendigo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro.

Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendigo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón.

Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales.

Versión Biblia Textual

Por fe Abraham, habiendo sido probado, ofreció a Isaac, y el que recibió las promesas ofrecía a su unigénito (respecto al cual le fue dicho: En Isaac te será llamada descendencia), pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también lo volvió a recibir.

Por fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú respecto a cosas que estaban por suceder.

Por fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado sobre el extremo de su bordón.

Por fe José, al morir, hizo mención del éxodo de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos.

Lo de Abraham ha sido rescatado muchas veces como ejemplo supremo de su fe, ya que cuando se nos ha recreado la escena, ninguno de nosotros ha podido evitar sufrir un estremecimiento de pavor al imaginarnos en una situación similar.

No obstante, esa es la lectura que la gran mayoría hemos realizado del hecho sin tener en cuenta el nivel de fe que se nos demanda a la hora de buscar al Reino de Dios y su justicia, para que todo lo demás se nos añada.

Trata de pensarlo como lo pensó Abraham y verás que lo que en un principio te parece terrorífico, después ya no lo es tanto. Él se dijo: “Yo no podía ya tener hijos, y Sara tampoco. Dios decidió dárnoslo porque nos aseguró que de él nos levantaría descendencia. ¿Y ahora quieren que piense que Dios me lo va a sacar permitiendo que lo mate? Yo levanto el puñal, pero estoy seguro que Dios va a hacer algo al respecto antes que se lo clave en el corazón”.

Todos sabemos que Dios lo hizo dándole el animalito a Abraham para que sacrificara, pero: ¿Hubiéramos procedido o pensado nosotros de la misma manera? En tu respuesta íntima, encontrarás el grado y nivel de tu fe. No la compares con la de Abraham, sólo evalúa la tuya. Mira cómo lo explica Santiago.

(Santiago 2: 19) = Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.

(20) ¿Más quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?

(21) ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?

(22) ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?

¿Qué quiere decir cuando señala que actuó juntamente? La palabra que allí se utiliza es sunergeo, a la que podemos comparar con la conocida sinergia. Es un vocablo que viene de sun, que significa “junto” y ergeo, que quiere decir “trabajar”.

De aquí que esto se entiende como cooperar, ayudar, colaborar, colaborador. Hay una armonía práctica o sinergia entre la fe vertical en Dios y las obras horizontales en un mundo lleno de necesidades. La fe es ambas cosas: espiritual y práctica. O una de esas cosas depende de la otra.

Y qué bueno resulta saber que los demonios también creen en Dios. Porque no será ni la primera ni la última vez que, en nuestra tarea pretendidamente evangelística, nos vemos frenados porque la persona a la cual le estábamos presentando el evangelio dice que sí que ya cree en Dios y que no necesita nada más. ¿Sabes qué? Los demonios también creen. Y eso quiere decir que no alcanza.

Porque también los hebreos suponían que por ser hijos de Abraham ya era más que suficiente, pero Pablo puntualiza las cosas como son en su carta a los Romanos, cuando en el capítulo 9 y versos 6 y 7 dice:

…No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia.

Y completa su explicación en el siguiente verso 8 cuando señala: Esto es: no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. ¿Crees que es mera historia? Créelo, si quieres; pero recuerda que la historia es una serie de círculos sacados de una realidad. Y tu realidad puede estar desarrollándose hoy mismo, aquí y ahora.

Luego, fíjate que no se hace en absoluto mención respecto al engaño de Jacob. Con esto queda más que en evidencia cómo es que la gracia de Dios perdona. Y Jacob, aunque había perdido la vista, su ojo de fe veía todavía de manera perfecta en el momento en que cruzó sus manos y pronunció la mayor bendición sobre Efraín, el hijo menor. Asimismo, José pudo expresar una completa fe en las promesas concernientes a la tierra de Canaán, y en razón de ello habló de la futura salida de Egipto por parte de los hijos de Israel.

Y en ese marco es donde Jacob, dice la Biblia, procede a adorar a Dios apoyado sobre el extremo de su bordón. ¿Bordón? En la Nueva Versión Internacional, aquí, dice que lo hizo sobre la punta de su bastón, lo cual es correcto, porque exactamente eso es lo que era un bordón: un bastón de longitud mayor a un hombre y con punta de hierro.

Versión Clásica

Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey.

Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.

Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al invisible.

Por la fe celebró la pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocase a ellos.

Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados.

Nueva Versión Internacional

Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey.

Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, par que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel.

Por la fe el pueblo cruzó el mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron.

Versión Biblia Textual

Por la fe Moisés después de nacer, fue escondido tres meses por sus padres, porque lo vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey.

Por fe Moisés, ya grande, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes padecer aflicción con el pueblo de Dios, que tener el gozo temporal del pecado, considerando mayor riqueza el vituperio del mesías que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en el galardón.

Por fe dejó Egipto, no temiendo la ira del rey, y se sostuvo como viendo al Invisible.

Por fe celebró la pascua y el rociamiento de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocara a ellos.

Por fe cruzaron el mar Rojo como por tierra seca, e intentándolo los egipcios, fueron sumergidos.

Quiero que entiendas, antes de darte ninguna clase de información teológica más, que este se trata de un texto netamente tipológico. Si el Espíritu Santo mora en ti como entiendo que debe hacerlo, ya estarás avisado por Él respecto al significado de esta escritura.

Dice que los Padres de Moisés vieron que su bebé era hermoso, y que por esa razón decidieron esconderlo sin temerle al decreto del rey. ¿Cuál era ese decreto? En el primer capítulo del Libro del Éxodo, vemos que un nuevo rey sintió temor que el pueblo cautivo creciera y llegara a ser más numeroso que el suyo.

Entonces, tal como se ve en el verso 16, habló con las parteras que atendían los partos de las mujeres hebreas y les dijo: cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo, si es hijo, matadlo; y si es hija, entonces viva.

Pero resultó que estas mujeres eran temerosas de Dios y no cumplieron con la orden real. Cuando fueron llamadas a declarar al respecto, argumentaron que la fortaleza y robustez de las mujeres hebreas les permitía parir solas antes que ellas llegaran, y que por eso no habían podido eliminar a los recién nacidos varones.

Allí fue entonces cuando el rey, en forma de edicto, determinó una solución drástica. Dice en el verso 22: Entonces faraón mandó a todo su pueblo, diciendo: echad al río a todo hijo que nazca, y a toda hija preservad la vida. El resto de la historia tú ya la conoces.

Sin embargo, y antes de proseguir con los lineamientos del relato, quiero detenerme un momento en un punto altamente espiritual. Dice que por ese acto de temor y obediencia evidenciado por las parteras, estas fueron grandemente prosperadas y bendecidas por Dios. ¿Crees que ese principio de Dios todavía sigue vigente, o que algún religioso de cuarta categoría pudiera haberlo derogado? Obediencia a Dios es igual a bendición y prosperidad de Reino, esto es: global. No se trata de dólares, obviamente.

El segundo punto, donde se nos dice que Moisés rechazó ser considerado y tratado como hijo de la hija de Faraón, y que en lugar de ello prefirió ser maltratado conjuntamente con todos sus hermanos hebreos, más allá de su historia literal, tiene un contenido espiritual plenamente vigente.

¿Qué es Egipto, hoy, en el símbolo y tipología para todos los cristianos? El mundo secular, impío, incrédulo, pagano y pecador. ¿Es atractivo ese mundo? ¡Ni que lo digas! ¿Tú crees que si no fuera atractivo, la gente caería en pecado con tanta facilidad, e incluyo a muchos cristianos en esto?

¡Me asombra profundamente que todavía haya gente que, ya sea desde una simple mesa en una reunión hogareña como desde un lustroso púlpito de una no menos lustrosa iglesia, salga a vociferar que el pecado es horrible y que de ninguna manera podemos ser sus víctimas.

Ese es un tremendo pecado de voluntarismo y vocinglería barata. ¡Claro que es horrible caer en pecado! ¡Claro que significa lisa y llanamente la muerte espiritual y quizás hasta la física para un cristiano caer en sus redes! Pero eso no significa que tenga feo sabor o no sea tentador.

Decir esto último, es decir total y absolutamente lo opuesto a lo que Cristo nos ha enseñado. La Biblia dice que Él fue tentado en todo. ¿Sabes tú lo que significa ser tentado en todo? Imagínalo. Tú, que apenas puedes vencer un cinco o diez por ciento de ese todo en tentaciones.

Lo que quiero decir y enseñar es que, si bien comparto totalmente que nuestra batalla feroz es en contra del pecado y en vencer esas tentaciones, nuestro mayor error sería suponer que a nosotros no habrá pecado que nos tiente. ¡Sí que lo habrá! Y debemos estar preparados para derrotar a esa tentación cuando llegue. Porque el enemigo es inteligente y astuto, y la pondrá en nuestro camino.

Lo que Moisés rechaza es, lisa y llanamente las mieles del pecado, el hedonismo y los placeres de la mundanalidad y la incredulidad. Porque sólo en total incredulidad puedes gozar de lo que Dios aborrece. Él no era incrédulo, llevaba en sus genes la semilla de la fe. Y cuando llegó el momento de la crisis, la opción que a otros les habrá parecido una locura, para Moisés fue algo totalmente natural.

Toma ahora tu propia semilla de fe. Tenga el tamaño y el valor que tenga, y reflexiona. ¿Qué hubieras hecho tú en el lugar de Moisés? No me des respuestas de templo, sólo examínate y piensa con la auténtica verdad. Porque del resultado de ese pensamiento, depende el futuro de tu vida. La natural aquí y ahora y la eterna, luego…

Con esa misma entereza con la que Moisés nos mostró el camino por el cual podemos rechazar todo lo que nuestro Egipto contemporáneo nos ofrece, y quedarnos a dar la batalla con nuestros hermanos, un día decidió salir definitivamente de ese lugar de privilegio.

¿Y qué dice que hizo Moisés? Dice que salió de Egipto. No dice que se asomó a ver cómo era la vida de los hebreos y si le convenía adoptarla, o si existía la posibilidad de que lo nombraran con un cargo importante. Sencillamente salió. Ah, y sin temer la ira del rey. ¿Y cuál sería ese “rey” hoy? Ya lo sabes, no me obligues a mencionarlo y promocionarlo sin costo…

El caso es que Moisés pudo, como hoy tú también puedes, dejar atrás las mieles y las comodidades de Egipto, y lanzarse a la aparente miseria y carencia de sus hermanos. Y se sostuvo. ¿Cómo dice que se sostuvo? Como viendo al Invisible. ¿Podrás comenzar a hacerlo tú también desde este mismo momento, o seguirás necesitando que el Señor te muestre sus heridas en manos y pies cómo Tomás?

Y luego nos da una sintética clase técnica de guerra espiritual. Nos dice que Moisés supo, en el peor momento de la batalla, refugiarse en la sangre del cordero pintada en los dinteles como señal para que el ángel de la muerte no tocara los primogénitos de esa casa.

¿Existe hoy un ángel de la muerte? ¿Existe una sangre para pintar los dinteles de tu casa? Sí, existe; es la sangre de Jesucristo, la que derramó en la cruz del Calvario, la que utilizó para descender a los infiernos y derrotar para siempre a Satanás y sus demonios. Por eso, en el nombre de esa sangre y derramándola de modo invisible cada vez que sea necesario, tú también tienes victoria.

Y todo esto, ¿Por qué? Porque se nos enseña que Moisés tenía sus ojos puestos no sólo en el Invisible, sino también en el galardón. ¿Galardón? ¿De qué galardón me habla, hermano? ¡Si la salvación es por gracia! De acuerdo, pero no te confundas.

Una cosa es tu salvación, para la que no haces ningún otro mérito que arrepentirte, pedir perdón y recibir redención. Y otra cosa muy diferente es el motivo por el cual eres salvo. Para ser parte activa de la extensión del Reino de Dios en la tierra. Y eso tiene un premio, una recompensa, un galardón. Lo otorga Dios y tiene el mismo nivel y valor que el que Jesús vio y le sirvió para poder ir a la cruz.

Aprende, mi hermano. No puedes ser más bueno que Dios. No puedes jugar a la humildad, se te requiere que seas humilde. Y ser humilde es dar por cierto lo que Dios ha dicho y creerlo sin dudar. Y Dios ha dicho que tendrás recompensa. ¿Te atreverás a rechazarla porque supones que con eso serás mejor que yo? En esta trampa ya han caído miles, no seas uno más…

Porque dice que Moisés tenía su mirada puesta en ese galardón. Y se nos explicar que esa palabra traducida como mirada, es la palabra griega apoblepo, una palabra que gramaticalmente combina a apo, que significa “lejos de”, con blepo, que quiere decir “ver”.

Por lo tanto, este vocablo significa literalmente mirad haciendo abstracción de todo lo demás, con el fin de observar intensamente un determinado objeto. Moisés alejó su mirada de las riquezas del mundo y, en cambio, puso su vista en un futuro mesiánico. Me pregunto si estarás en condiciones de comenzar tú a hacer lo mismo a partir de hoy.

Y luego pasaron el Mar Rojo como si fuera por una moderna autopista, cosa que los egipcios quisieron imitar y no pudieron porque las aguas se cerraron violentamente y los ahogaron. Me pregunto cuántos de ustedes, hoy, se encuentran espiritualmente a la vera de un mar rojo simbólico, con un Egipto persiguiéndolos y amenazándolos.

¿Qué harán? ¿Esperar a los soldados egipcios y tratar de vencerlos en una guerra desigual? ¿Esperarlos y ver si se puede “negociar” un acuerdo que favorezca a los dos? ¿O imitarán a Moisés y confiarán en que cuando pongan su vara sobre las aguas del mar, estas aguas se abrirán y le dejarán paso?

Si vas a hacer esto último, recuerda un principio muy importante. Dios no se mueve por lástima, Dios se mueve por fe. Así que no esperes ver las aguas abiertas y el camino preparado. Tendrás que atreverte a poner tu vara en un mar cerrado. Será como arrojarte a una piscina sin agua confiando en que mientras caes, Dios pondrá esa agua.

¿Fácil? ¡Qué va a ser fácil! ¿Alguien te predicó que ser cristiano es fácil? ¡Búscalo y dile de mi parte que todavía no está convertido! ¿A qué hereje se le puede ocurrir que la entrada a un Reino Todopoderoso es sencilla y apta para cualquiera? ¿No dice que solamente los violentos (Y no en lo físico, claro está), lo arrebatan?

Versión Clásica

Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días.

La fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz.

¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros.

Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; más otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección.

Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles.

Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.

Y todos estos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.

Nueva Versión Internacional

Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días.

Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz.

¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros.

Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; más otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección.

Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles.

Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno, errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.

Y todos estos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.

Versión Biblia Textual

Por fe cayeron los muros de Jericó después de ser rodeados durante siete días.

Por fe Rahab, la ramera, no pereció junto con los que no creyeron, pues acogió a los espías en paz.

¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltará para relatar acerca de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, y también de Samuel y de los profetas; quienes por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, cerraron bocas de leones, extinguieron la violencia del fuego, escaparon al filo de espada, recibieron poder en su debilidad, se hicieron fuertes en la batalla, pusieron en fuga ejércitos extranjeros.

Mujeres hubo que recibieron por resurrección a sus muertos; otros fueron torturados al no aceptar liberación, para alcanzar otra resurrección mejor; otros sufrieron la prueba de escarnios públicos y azotes, además de cadenas y cárcel; fueron apedreados, tentados, aserrados, murieron pasados a cuchillo; anduvieron errantes vestidos con pieles de ovejas, con pieles de cabras, indigentes, afligidos, maltratados; ¡el mundo no era digno de ellos! Deambulando por desiertos y montes, en las cuevas y cavernas de la tierra. Y todos estos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron la promesa; habiendo Dios provisto para nosotros alguna cosa mejor, para que ellos no fueran perfeccionados aparte de nosotros.

Quiero que entiendas otro principio básico que Dios ha puesto en la vida misma, para que los hombres tomen nota y modelo. Nada comienza por sí mismo, sólo Él es capaz de crear algo de la nada. Al hombre le es lícito crear a partir de algo ya creado.

Y lo mismo ocurre con la fe. Moisés no recibe fe porque un día cayó en forma de lluvia y él casualmente estaba sin paraguas. Moisés tiene fe porque la historia de su fe personal comienza con la tremenda fe de sus padres, algo de lo que te hablé más arriba.

Y de esa misma clase de fe es de la que se habla cuando se refiere a la caída de los muros de Jericó. Jericó era una importante ciudad del valle del Jordán, en la ribera occidental del río, a unos 8 Kilómetros de la costa septentrional del mar Muerto, y aproximadamente a 27 Kilómetros de Jerusalén.

Jericó se halla en la parte inferior de la cuesta que conduce a la montañosa meseta de Judá. La ciudad era conocida como la ciudad de las palmeras; la primera mención en las Escrituras se da en relación al campamento de los israelitas en Sitim.

La situación de Jericó, ciudad muy fortificada, le daba el dominio del bajo Jordán y de los pasos que llevaban a los montes occidentales; la única manera de que los israelitas pudieran avanzar al interior de Canaán era tomando la ciudad. Josué envió a dos espías para que reconocieran la ciudad, el pueblo atravesó milagrosamente el Jordán en seco, y plantaron las tiendas delante de la ciudad.

Por orden de Dios, los hombres de guerra fueron dando vueltas a la ciudad, una vez por día, durante seis días consecutivos. En medio de los soldados, los sacerdotes portaban el arca del pacto, precedida por siete sacerdotes tocando las bocinas.

El séptimo día dieron siete veces la vuelta a la ciudad; al final de la séptima vuelta, mientras resonaba el toque prolongado de las bocinas, el ejército rompió en un fuerte clamor, las murallas se derrumbaron, y los israelitas penetraron en la ciudad. En cuanto a la fecha, sería alrededor del año 1403 a.C.

La ciudad había sido proclamada anatema. A excepción de Rahab, que había dado refugio a los espías, y su familia, todos los demás habitantes fueron muertos. El oro, la plata, los objetos preciosos, entraron al tesoro de Jehová. Josué lanzó una maldición contra quien reconstruyera la ciudad.

Fue asignada a Benjamín; se hallaba en los límites de Benjamín y Efraín. Eglón, rey de Moab, hizo de ella su residencia en la época en que oprimió a los israelitas. En el reinado de Acab, Hiel de Bet-el fortificó la ciudad; en el curso de esta fortificación perdió, o sacrificó, a sus dos hijos, en cumplimiento de la maldición de Josué.

Durante el ministerio de Eliseo había en Jericó una comunidad de profetas. Elías, al ir a ser arrebatado al cielo, atravesó Jericó con Eliseo. En Jericó fueron puestos en libertad los hombres de Judá que habían sido hechos prisioneros por el ejército de Peka, rey de Israel. Los caldeos se apoderaron de Sedequías cerca de Jericó.

Luego, y muy en contra de muchas de nuestras religiosidades repletas de pre-conceptos, pre-juicios y todos los “pre” que se te ocurran, la Biblia le dedica un párrafo muy reconocido a una ramera, a una prostituta de la época: Rahab. Me pregunto si hoy nos animaríamos a enfrentarnos con la sociedad de damas para hacer algo similar si lo mereciera.

El caso es que Rahab, cuyo nombre en hebreo significa “ancha”, era una mujer ramera cuya casa se encontraba en la misma muralla de Jericó. Ella dio hospitalidad a los espías enviados por Josué, salvándoles la vida al esconderlos, y facilitándoles la huida por una ventana que tenía abierta sobre la muralla. De ese modo ellos pudieron llegar al campamento israelita.

Cuando Jericó cayó, a Rahab y a toda su familia se les perdonó la vida, y fueron incorporados al pueblo de Dios. Vino, posteriormente, a ser la esposa de Salmón y madre de Booz, figurando así como antepasada del rey David y, por obvia consecuencia, del propio Jesús.

¿Qué tal si en alguna de esas iglesias de mucha pompa y oropel y poca vida espiritual, de mucho nivel económico y poco corazón generoso, alguien un domingo por la noche y en medio del aroma a perfume valioso, se le ocurre predicar sobre Rahab? Presumo que no será muy bien mirado. Sin embargo, mal que les pese a los que mal les pesa, el asunto está allí. Y Dios lo hizo escribir allí.

Alguien podrá espantarse y decir: ¿Entonces Dios avala la prostitución? ¡No, por favor! ¿Cómo se te ocurre? Lo que Dios avala, por encima de todo el pecado humano, es su amor incondicional. Y ese amor, mi hermano/hermana, alcanza a una prostituta, que es como decir: a todas, si deciden arrepentirse y acceder al perdón divino.

Y la mejor prueba de ello es que, por su fe, salvó su vida. No por estrategia, no por astucia, no por interés; ¡Por fe! Rahab. Ramera. Ella pudo. ¿Y tú me quieres hacer creer que no puedes? ¡Hermana! Basta de excusas. ¡Juégate por tu Señor si esperas que tu Señor se juegue por ti!

¿Y ahora qué más digo? Eso dice el escritor de la carta a los Hebreos, pero eso también puedo decir yo en este día. Y recalaré, -tal como él lo hace-, en esos nombres también signados por la fe inconmovible: Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel.

GEDEÓN: Su nombre significa “cortante”. Hijo de Joás, de la familia de Abiezer, de la tribu de Manasés; vivía en Ofra. Mientras sacudía el trigo en el lagar, en Ofra, para sustraerlo a los bandidos madianitas, el ángel de Jehová lo llamó para que librara a su pueblo.

Gedeón ofreció inmediatamente un sacrificio. Aquella misma noche derribó el altar de Baal, que pertenecía a su padre, y erigió un altar a Jehová. Los habitantes de la ciudad exigieron la muerte de Gedeón, pero su padre argumentó que Baal mismo debía defender su causa, si era dios.

Gedeón recibió el nombre de Jerobaal, que quiere decir “Que Baal contienda”. Gedeón convocó a los hombres de Manasés, de Aser, de Zabulón y de Neftalí. Dudó sin embargo acerca de responder al llamamiento, hasta que quedó confirmado por el doble milagro del vellón de lana.

Redujo el número de su tropa de 32.000 hombres a 300, a fin de que la gloria de la victoria no fuera atribuida al hombre, sino a Dios. Atacó después el campamento de los madianitas, que estaba en el valle de Jezreel, cerca del collado de More.

En su desbandada, los madianitas huyeron en dirección al Jordán y hacia su país (cerca del golfo de Ákaba). Gedeón y sus hombres persiguieron a los madianitas hasta los confines del desierto; tomaron prisioneros a los dos reyes de Madián, y después Gedeón les dio muerte.

Los israelitas quisieron ofrecer la corona a Gedeón, que la rechazó, reafirmando el principio teocrático: Jehová era el rey de Israel. Entonces, Gedeón se hizo un efod con los pendientes de oro de los madianitas. Lo puso en Ofra, en el lugar que Jehová se le había aparecido y donde le había ordenado erigir un altar a Jehová para ofrecerle un holocausto.

Es evidente que los grandes privilegios dados a Gedeón le indujeron a pensar que le estaba abierto el camino al sacerdocio, teniendo como el sumo sacerdote el derecho a consultar a Dios por el pueblo mediante el efod. Esta falta de prudencia tuvo funestas consecuencias: el efod vino a ser un lazo para él mismo, para su familia, y para todo Israel. Gedeón tuvo numerosas esposas y 70 hijos, incluyendo el nefasto Abimelec, y murió a una edad avanzada.

BARAC: Su nombre significa “rayo” en hebreo. Era un israelita de la ciudad de Cades-Neftalí. Bajo órdenes de la profetisa Débora, reunió a 10.000 hombres de Neftalí y de Zabulón, con los que derrotó a Sísara, general del ejército de Jabín, y destruyó a su ejército.

SANSÓN: El nombre se traduce como “pequeño sol”. Fue uno de los jueces israelitas más destacados. Hijo de un danita llamado Manoa, nació en Zora, localidad del territorio meridional de Dan. El ángel de Jehová predijo el nacimiento de Sansón, y anunció que libraría a Israel del yugo filisteo.

Nazareo desde su nacimiento, Sansón no debía beber ni vino ni cualquier otro tipo de bebida fermentada, y no debía pasar navaja sobre su cabeza. En tanto que observó el voto de nazareato, Sansón fue victorioso sobre los filisteos.

Judá y Dan, separados de las otras tribus por dificultades geográficas, especialmente por el hecho de que los jebuseos dominaban la ciudad de Jebus (Jerusalén), estaban expuestas a los ataques de los filisteos. Judá, aislada, sólo podía responder con contragolpes guerrilleros. El Espíritu de Dios empezó a manifestarse pronto en Sansón en los campos de Dan.

Sansón, enamorado de una filistea de Timnat, se desposó con ella, pero pronto fue entregada por su padre a otro hombre. Entonces, el hijo de Manoa se apoderó de trescientas zorras, y las ató dos a dos por la cola, atando asimismo una tea encendida entre cada dos colas, soltándolas a continuación por las mieses de los filisteos.

Éstos invadieron la tierra de Judá, y exigieron que Sansón les fuera entregado; él se dejó atar por los hombres de Judá, que no sabían que estaban atando a su futuro libertador. Animado repentinamente del Espíritu del Señor, el nazareo rompió las cuerdas en el momento en que iba a ser entregado a los incircuncisos. Asiendo una quijada de asno, persiguió a los filisteos, dando muerte a mil de ellos.

Sansón, ardiendo de sed, proclamó que esta liberación procedía de Jehová, a quien suplicó que le diera agua. Dios hizo entonces brotar agua de la cavidad de una roca. Los hombres de Judá consideraron desde entonces a Sansón como su liberador. Se dirigió a Gaza, y cayó allí en pecado.

La gente de la ciudad cerró las puertas para apoderarse de Sansón. A medianoche salió de la ciudad, habiendo arrancado de quicio las puertas de la muralla, con sus dos pilares y cerrojo, dejando todo en la cumbre del monte que se halla frente a Hebrón.

Su relación con Dalila, mujer filistea de Sorec, lo perdió. Instigada por los príncipes filisteos, apremió a Sansón a que le revelara el secreto de su fuerza. Al principio él le respondió con mentiras, pero finalmente le reveló que si se le cortaba la cabellera, perdería su vigor y sería como todos los otros hombres.

Dalila vendió su secreto a los filisteos. Éstos le cortaron el cabello mientras dormía y lo prendieron con facilidad. Sacándole los ojos, lo llevaron a la cárcel de Gaza para que hiciera girar una rueda de molino. Durante una gran fiesta en el templo de Dagón, dios de los filisteos, llevaron allí a Sansón para mostrarlo como espectáculo a la muchedumbre.

Sus cabellos habían vuelto a crecer. El interior del gran edificio estaba lleno de filisteos, y había unas tres mil personas en su terraza. Habiendo estado en Gaza antes de haber perdido la vista, Sansón conocía el edificio. Pidió entonces al joven lazarillo que le conducía que le dejara apoyar sobre las dos columnas centrales que sostenían el techo.

Oró entonces a Jehová, y, empujando violentamente las dos columnas, una con cada mano, las hizo caer, derrumbándose toda la casa. Sansón murió junto con un gran número de filisteos. A pesar de sus debilidades morales, figura entre los héroes de la fe.

Sansón estaba dotado de una fuerza sobrenatural. Cuando el Espíritu del Señor lo impulsó, llevó a cabo grandes hazañas. Su fuerza no residía en sus cabellos, sino en su consagración al Señor, de lo que ellos eran el símbolo. Cuando Sansón hubo violado su consagración al Señor, no tuvo la fuerza moral para mantener su cabellera.

Al perder su testimonio, el Señor lo abandonó. La fuerza le fue restaurada en respuesta a la oración que pronunció. Este poder sobrenatural dio testimonio a los hombres de Judá que Dios había llamado a este nazareo a que fuera su libertador de los filisteos, que sintieron en sus carnes la superioridad del siervo de Jehová.

Hay críticos que han querido ver en este relato una de las leyendas que pretenden descubrir en la Biblia. Pero es cosa cierta que los antiguos hebreos consideraban a Sansón como una persona real, perteneciente a la historia anterior a Samuel y a Saúl.

El relato bíblico da detalles precisos acerca de la situación de su pueblo natal, de su familia, de sus hazañas, del lugar donde fue sepultado. Toda la vida de Sansón es una gran historia espiritual, como ejemplo que no se debe seguir de un hombre extraordinariamente dotado y que sin embargo juega con el pecado y con la paciencia de Dios.

En el momento en que se imagina, lleno de presunción: “Esta vez saldré como las otras y me escaparé”, “no sabía que Jehová ya se había apartado de él”. De esclavo de sus pasiones vino a ser esclavo de sus enemigos hasta su muerte; perdió aquellos ojos que no habían sabido ver con claridad.

En el último momento, sin embargo, volvió al favor de Dios, que dio respuesta a su oración. No obstante, su oración delata que no estaba en plena comunión con Dios, porque estaba más deseoso de venganza por haber perdido sus ojos que por desear vindicar el nombre de Jehová frente a Dagón.

¡Qué advertencia tan solemne! Se tiene que señalar que otros hombres del Antiguo Testamento recibieron en circunstancias excepcionales la fuerza de llevar a cabo hazañas análogas a las de Sansón: Jonatán y su escudero, el joven pastor David dando muerte a un león y a un oso, Eleazar, Sama y Abisai.

JEFTÉ: Este nombre significa “él abrirá, liberará”. Este hombre era galaadita en dos sentidos: su padre se llamaba Galaad, y Jefté pasó su juventud en Galaad. Sus hermanos, nacidos de la esposa legítima de su padre, echaron de casa a Jefté, porque era hijo ilegítimo. Se resintió profundamente de este comportamiento. Muchos años más tarde, acusó a los ancianos de Galaad, entre los cuales quizá se hallaban algunos de sus hermanos, de haberle aborrecido.

Jefté huyó al país de Tob, donde se dedicó a la caza para vivir. Su valor se hizo proverbial, y llegó a ser jefe de una banda. Sería una falsedad presentarlo como bandolero fuera de la ley, puesto que Jefté no carecía de sentido moral, ni expediciones injustificadas. Tenía reverencia hacia Dios, y así enseñó a su hija.

En la época de la expulsión de Jefté, los amonitas invadieron el territorio de Israel al este del Jordán, y se mantuvieron en él durante 18 años. En su angustia, los ancianos de Galaad se vieron en el extremo de tener que implorar el retorno de aquel mismo hombre que habían expulsado, y de suplicarle además que fuera su caudillo y libertador.

Al ponerse a la cabeza de los galaaditas, Jefté informó a los efrainitas, su tribu vecina, del apuro de Galaad, y los exhortó a que socorrieran a sus hermanos, pero sin resultado alguno. Pidió también al rey de los amonitas la razón de su hostilidad. Su respuesta demostró que los israelitas no tenían otro remedio que recurrir a las armas.

La victoria era incierta desde el punto de vista humano. Jefté hizo entonces un imprudente voto de ofrecer en holocausto a cualquiera que saliera a recibirle de su casa, si el Señor entregaba en sus manos a sus enemigos. Al volver de la derrota de los amonitas, Jefté fue recibido con panderos y danzas por su hija única.

Quedó profundamente afectado, pero no cambió su voto. Es probable que fuera sacrificada. Sin embargo, la Ley prohibía con tanta firmeza estos sacrificios que se puede estar seguro que en tal caso Jefté no cumplió en esto la voluntad de Dios.

Añadamos que, según numerosos exegetas, pudo haberla redimido con plata y consagrado a un celibato perpetuo. Las hijas de Israel adoptaron la costumbre de lamentar cuatro días al año su triste suerte. Aunque no hubiera sido sacrificada, la virginidad perpetua sería una inmensa tragedia para una israelita.

Estalló entonces un conflicto entre Jefté y los efrainitas que con su soberbia característica se quejaron de no haber sido convocados por Jefté contra Amón. Jefté rebatió sus acusaciones, y los derrotó en batalla, haciendo una gran matanza de ellos. Jefté fue juez de Israel durante seis años, y fue sepultado en una de las ciudades de Galaad. Samuel hace mención de él para demostrar que el Señor había cumplido Su promesa de suscitar liberadores cuando Israel se hallase oprimido.

DAVID: Significa “bienamado”. Fue hijo de Isaí, y segundo rey de Israel. Su vida se divide en varios períodos. (a) Juventud. Transcurrió en Belén de Judá. Fue el menor de 8 hermanos. En la genealogía de la tribu de Judá no aparecen más que siete de los hijos de Isaí, probablemente porque uno de ellos hubiera muerto sin descendencia.

La madre de David es mencionada con ternura en los Salmos a causa de su piedad. La historia de los antepasados de David es variada, instructiva, y en general bella, pero también en ocasiones oscurecida por el pecado.

David era rubio y de hermosa apariencia. Como el menor de los hermanos, estaba encargado de pastorear las ovejas de su padre, y mostró su fidelidad y valor hasta el punto de dar muerte al león o al oso que atacara al rebaño.

El joven, dotado de una capacidad notable para la música, tocaba el arpa con gran virtuosidad; más tarde compuso cánticos. Después que Dios hubiera rechazado al rey Saúl, envió al profeta Samuel a Belén, y le ordenó que ungiera a David para que fuera el sucesor de Saúl.

No hubo proclamación pública, por temor a suscitar la hostilidad de Saúl. Samuel ungió a David en presencia de unos ancianos, que parece que no fueron informados acerca del objeto de esta unción, pero Isaí y el mismo David ciertamente lo fueron. Éste fue un punto de inflexión en la vida del joven, y “el Espíritu de Jehová vino sobre David”; pero David no menospreció su humilde trabajo cotidiano.

(b) Al servicio de Saúl. Abandonado por Dios, el rey Saúl estaba acosado por malos espíritus, sometido a depresiones y a crisis de demencia; sus servidores le aconsejaron que se sirviera. de un arpista, cuya música le calmaría su agitado ánimo.

Alguien recomendó a David como excelente músico, joven valiente, de edad militar, lleno de prudencia, aun cuando no se había encontrado con la experiencia directa de guerra, y además gozando del favor del Señor.

Saúl le ordenó que viniera; la música de David le apaciguó, su carácter le complació, y pidió a Isaí que lo dejara en la corte, e hizo de él uno de sus escuderos. Al ejercer esta función, David se instruyó; llegó a conocer la guerra, a hombres eminentes, los lados bueno y malo de la vida de la corte.

No estuvo constantemente junto a Saúl. Es indudable que el rey mejoró; David iba con frecuencia a Belén para pastorear las ovejas de su padre. Mientras que él estaba allí, los filisteos invadieron Judá y acamparon a unos 24 Km. al oeste de Belén.

Saúl asumió el mando del ejército israelita y marchó a su encuentro. Los tres hermanos mayores de David, que estaban en el ejército, se habían separado de su familia hacía unas 6 semanas. Isaí envió a David a que se informara de su suerte.

El desafío de Goliat lo emocionó profundamente. Comprendiendo que el Señor quería servirse de él, David, para sacar el oprobio de Israel, inquirió acerca de este filisteo que desafiaba a los ejércitos de Dios viviente. Saúl fue informado acerca de sus palabras; dándose cuenta de las intenciones que tenía aquel joven, el rey permitió al pastor que se midiera con el gigante.

Sin armadura, que encontraba un engorro. David, aprovechando su ligereza frente a la pesadez de movimientos del gigante, se dirigió hacia el filisteo con su honda y cinco piedras. Estaba convencido de que su causa era justa y de que Dios le ayudaría.

Entre los antiguos, los combates singulares se acompañaban de insultos. Goliat se desplomó, alcanzado en la frente por una piedra de la honda. Al volver después del combate a Gabaa de Benjamín, la residencia de Saúl, o al tabernáculo de Nob, David pasó a Jerusalén y exhibió la cabeza del gigante, sin duda para desafiar a los jebuseos, dueños de la fortaleza.

En cuanto a la armadura de Goliat, la puso en su tienda. La espada del gigante fue depositada en el tabernáculo. Después de la victoria de David, nos sorprende ver que Saúl pregunta: “¿De quién es hijo ese joven?”. ¿Acaso no conocía a éste que tantas veces había tocado el arpa ante él?

Esto se explica de dos maneras: o bien el joven David se había desarrollado y cambiado mucho, o bien la pregunta del rey tenía que ver con la posición social y material de su familia, de lo que no se había preocupado hasta entonces. Recordemos que Saúl había prometido casar al vencedor con su hija, y liberar de impuestos a la casa de su padre; descubrió que no tenía razón alguna para sentirse avergonzado de asociarse con la familia del joven.

La victoria conseguida sobre Goliat marca otra etapa en la vida de David. El valor, la humildad, la piedad de David le ganó el afecto desinteresado y fiel de Jonatán, hijo de Saúl. Saúl no dejó ya a David volver periódicamente a casa de su padre, sino que le retuvo en la corte.

Los vítores que se hicieron a David como vencedor suscitaron la envidia de Saúl, que se hizo enemigo de David.  El rey comprendió que la predicción de Samuel acerca del traspaso del reino a uno mejor que él se iba a cumplir en la persona de David y trató de oponerse a ello.

Intentó dar muerte a David con su lanza. Habiendo fallado en su intento le envió a dirigir expediciones militares. Dio a otro la hija que había prometido a David. Aprovechando el amor de David hacia su hija Mical, Saúl intentó hacerle morir a manos de los filisteos.

Mientras tanto, la popularidad de David iba en continuo crecimiento; el temor de Saúl fue en aumento, y dejó de esconder sus deseos de matar a David. Y los partidarios de Saúl no intentaron disuadirle de esta intención. Los celos del rey, amortecidos temporalmente, se avivaron; intentó otra vez atravesar a David con su lanza, ordenando después su arresto, escapando gracias a la estratagema de Mical.

Fue entonces que David escribió el Salmo 59. Huyó después a Samuel en Ramá, donde Saúl intentó todavía apresarle. David se salvó, se reunió con Jonatán, a quien hizo sabedor que no podía volver a la corte, donde su vida estaba amenazada.

(c) El héroe fugitivo. Angustiado en su confianza en Dios, y desesperado, David huyó de Saúl. Deteniéndose en Nob, su fe decaída, mintió; después se fue precipitadamente a Gat, para ponerse bajo la protección de Aquis, enemigo de Saúl.

Pero los príncipes filisteos rehusaron dar asilo a aquel que los había humillado; ante el peligro que corría en sus manos, David se fingió loco, y Aquis lo expulsó. Recobrando la confianza en Dios el fugitivo volvió a Judá, y habitó en la cueva de Adulam, en tanto que ponía a sus padres a cubierto en Moab.

Una compañía de hombres, proscritos o endeudados, descontentos, empezó a unirse a David; este grupo, de unos 400 hombres, acabó siendo de unos 600. Entre ellos se hallaban Abiatar, sacerdote de Jehová, que había escapado de la masacre de los sacerdotes de Nob, y había traído un efod; el profeta Gad, que probablemente se había unido a David en Ramá.

Así David tenía apoyo espiritual y un grupo de fieles. De Adulam pasó a Keila, ciudad que libró de manos de los filisteos. Enterándose de que Saúl quería encerrarle en Keila, huyó al desierto de Judá. Los de Zif informaron a Saúl, que le persiguió hasta que una invasión filistea le obligó a cesar esta persecución.

Cuando hubo solucionado el asunto de los filisteos, Saúl empezó la búsqueda de David por el desierto vecino de En-gadí. Allí tuvo que inclinarse ante la grandeza de alma de David que, habiendo tenido la posibilidad de dar muerte al rey Saúl dentro de la cueva, le perdonó la vida.

David y su cuadrilla de guerreros defendieron las propiedades israelitas, que estaban expuestas a incursiones. Por lo general, los defensores recibían su alimento como precio de sus servicios. Sin embargo, David nunca había pedido nada de Nabal, ni siquiera los alimentos que hubieran sido la compensación ordinaria.

Exasperado por el insulto de Nabal, David decidió destruir a Nabal y a todos sus hombres. Pero la sabiduría y diplomacia de la mujer de Nabal le detuvo. Cuando ella enviudó, David la tomó como esposa. Llegó otra vez a los alrededores del desierto de Zif, cuyos moradores volvieron a dar aviso a Saúl, que de nuevo se lanzó en persecución de David.

Éste volvió a demostrar su magnanimidad al no dar muerte al rey, dormido y a su merced. Se conformó con llevarse su lanza y su vasija de agua. Cansado de huir de Saúl, David se fue del territorio de Judá y obtuvo permiso de Aquis para ocupar Siclag, una ciudad fronteriza, lindando con el desierto de Neguev.

Estuvo allí un año y 4 meses, protegiendo a los filisteos de las tribus del desierto, y devastaba ciudades alejadas, incluso en la misma tierra filistea. Cuando los filisteos se reunieron en Gilboa para atacar a Saúl, sus príncipes no quisieron que David les acompañara.

Volviendo a Siclag, David descubrió que los amalecitas la habían saqueado e incendiado. Los persiguió, y recobró todo el botín. Cuando supo el resultado de la batalla de Gilboa, compuso una elegía acerca de la suerte de Saúl y de Jonatán.

(d) Rey de Judá. Después de la muerte de Saúl, la tribu de Judá, a la que pertenecía David, lo eligió como rey; comenzó a reinar en Hebrón a la edad de 30 años. El resto de las tribus, dirigidas por Abner, una de las personalidades con mayor capacidad de Israel, proclamó rey a Is-boset, hijo de Saúl.

Este pasó a Mahanaim. Durante los dos años siguientes hubo guerra abierta entre los partidarios de Is-boset y los de David. Los asesinatos de Is-boset y de Abner fueron condenados por él. Cesó la guerra civil. El reino de David en Hebrón duró 7 1/2 años. Sus hijos Amnón, Absalón y Adonías nacieron en Hebrón. David tenía ya varias mujeres.

(e) Rey de Israel. A la muerte de Is-boset, David fue elegido rey por todas las tribus  y se dispuso de inmediato a consolidar la monarquía. Diversas ciudades del territorio de Israel estaban tomadas por guarniciones de los filisteos, y otras estaban tomadas por los cananeos.

David comenzó el asedio de Jerusalén, fortaleza de los jebuseos. Sus habitantes la consideraban inexpugnable, pero David la tomó al asalto; hizo de ella su capital; hábiles artesanos de Tiro le hicieron un palacio. La nueva capital se hallaba en los confines de Judá y de Israel.

Su situación debería contribuir a apagar los sentimientos de celos entre el norte y el sur. Al arrebatar la ciudad a los cananeos, David abrió la importante ruta de comunicación entre el norte y el sur, facilitando los intercambios, y coadyuvando a la unificación del reino.

Los filisteos invadieron dos veces el país, sufriendo dos derrotas cerca de Jerusalén. Después de su segunda victoria sobre los filisteos, el rey invadió su país, apoderándose de Gat. Esta conquista seguida de breves expediciones sometió de tal manera a los filisteos que estos enemigos hereditarios dejaron de inquietar a Israel durante siglos.

Cuando el reino quedó consolidado, David se ocupó de la cuestión espiritual. Hizo traer el Arca del Pacto, que estaba en Quiriat-jearim, con solemnes fiestas, sacrificios y acciones de gracias. Después organizó el culto de una manera grandiosa.

La gracia divina colmó a David de bendiciones. Con el fin de afirmar la seguridad de la nación y de preservarla de idolatrías, así como de vengar los insultos de los que la amenazaban, David guerreó contra pueblos vecinos, sometiendo a los moabitas, a los arameos de Soba y de Damas, a los amonitas, a los edomitas y los amalecitas.

El reino llegó de esta manera a los límites prometidos a Abraham mucho tiempo antes. Fue durante la guerra contra los amonitas que David cometió su gran pecado, con el asunto de Urías heteo. Dios lo juzgó por medio del profeta Natán, que declaró que la espada no se apartaría jamás de la casa del rey.

 David se humilló verdaderamente, y se arrepintió. Dios lo castigó de manera directa, y también indirecta, ya que David cosechó lo que su ejemplo había sembrado en su familia. El hijo que había tenido de la mujer de Urías murió.

La violación de la ley moral, la lujuria, y la sed de venganza, se manifestaron dentro de su propio hogar. La ambición desencadenada, con rebelión contra el padre, triunfó durante un cierto tiempo en el mismo seno de su familia, y fue causa de una guerra civil.

El espíritu de descontento y de celos entre las tribus, que Absalón había avivado, reapareció después de la supresión de su revuelta en otra rebelión, la de Seba. David hizo justicia a los gabaonitas, de manera solemne, según las ideas de la época, vengando la sangre que Saúl había derramado a pesar del juramento de Josué.

David cayó en el pecado de orgullo y ordenó el censo del pueblo. El castigo de ello fue una peste. A propósito de esto se dice en un pasaje que Dios excitó a David a que actuara de esta manera, y por otra parte que este acto fue instigado por Satán.

Las dos declaraciones son evidentemente complementarias: Dios permitió que Satán tentara a David, por cuanto su estado espiritual y el del pueblo demandaban un castigo, dándose con ello motivo para él. El rey reunió los materiales para la construcción del templo, y hacia el fin de su reinado aseguró que Salomón sería su sucesor.

Le encargó que castigara a aquellos que, bajo el reinado de David, habían escapado a la justicia. David murió a los 71 años; había reinado 40 años (o, más exactamente, 40 1/2, 7 1/2 de ellos en Hebrón, y 33 en Jerusalén. Sobre todo, se le llama a David “el dulce cantor de Israel”. La tradición hebrea atribuye a este rey la composición de 73 salmos.

En general, su fidelidad al Señor fue de tal calibre que se le llama “el varón según el corazón de Jehová”. En las mismas Escrituras se declara que él hizo siempre lo recto a los ojos del Señor, “salvo en lo tocante a Urías heteo”.

Habiendo servido los designios de Dios en su generación, durmió. Fue inmensa su influencia en el seno de la humanidad. Fue él, más que Saúl, quien instauró la monarquía en Israel. Su influencia espiritual se perpetúa por sus salmos, que la cristiandad entera atesora siglo tras siglo.

David es una tipología notable del Señor Jesucristo: cuando era perseguido por Saúl, prefiguraba a Cristo en Su rechazamiento; cuando en el trono, fue un tipo de Cristo como varón de guerra, destruyendo a Sus enemigos como paso previo a Su reinado de paz durante el Milenio, tipificado por Salomón.

David fue el receptor del Pacto Davídico, por el que el Señor le dio la promesa incondicional de darle una descendencia eterna, y un trono estable eternamente. Esta profecía se cumple en Cristo Jesús, su descendiente según la carne.

El Señor Jesús recibe con frecuencia el nombre de Hijo de David, y con todo Él es Señor de David; sobre este hecho hizo una pregunta a los judíos. También recibe el nombre de “raíz y linaje de David”. Siendo Dios, así como hombre, bien puede ser ambas cosas.

Tiene también la llave de David. Tiene en Sus manos todo el destino de la Iglesia, del futuro reino sobre la tierra, y en general de las naciones. En Él se cumplirá en su plenitud el pacto dado por Dios a David, confirmado a través de Jeremías y presentado como esperanza todavía futura para la nación de Israel al finalizar el recogimiento, de entre los gentiles, de un pueblo para Su nombre

SAMUEL: Este nombre significa: “pedido a Dios”. Profeta de Israel, fue el primer gran profeta posterior a Moisés, y el último de los Jueces. Su padre, Elcana, era un levita de la familia de Coat, de la casa de Izhar, que descendía de Zuf.

Esta familia había recibido su heredad en el monte de Efraín. Elcana vivía en Ramá. Elcana tenía dos esposas: Penina y Ana. Esta última, que era estéril, suplicó al Señor que le concediera un hijo, e hizo el voto de consagrárselo toda la vida, aparentemente como nazareo, ya que ella dijo: “Y no pasará navaja sobre su cabeza”.

Dios otorgó esta petición. Ana llamó al recién nacido Samuel. Cuando lo hubo destetado, lo llevó al Tabernáculo, en Silo, confiándolo a Elí, el sumo sacerdote, a fin de que lo formara para el servicio del Señor. El niño Samuel llevaba a cabo su tarea en presencia del Señor; vestía un simple efod de lino, vestidura de los sacerdotes cuando oficiaban, y también de los levitas.

El niño dormía en una estancia contigua al Tabernáculo, y por la mañana abría las puertas de la casa de Jehová, y ayudaba a Elí. Samuel era sólo un joven cuando el Señor le reveló el juicio que caería sobre la casa de Elí, a causa de la insensata indulgencia del padre hacia sus indignos hijos.

Josefo dice que Samuel tenía entonces doce años, estimación probablemente correcta, pero de la que se desconoce la fuente. Cuando Samuel llegó a ser un hombre joven, todo Israel, de Dan a Beerseba, reconocía que era un profeta, porque el Señor se le reveló en Silo.

Poco después caía el juicio predicho sobre la casa de Elí y sobre Israel: los dos hijos de Elí murieron sobre el campo de batalla, los filisteos se apoderaron del arca, y Elí murió al saber esto. Los filisteos tuvieron que devolver el arca a los israelitas, sin embargo, ante las plagas de Dios, y quedó depositada en Quiriat-jearim, en casa de Abinadab. El nivel espiritual del pueblo era entonces sumamente bajo.

Después de la muerte de Elí, Samuel ejerció la autoridad, y se esforzó en rectificar las costumbres; veinte años después de la restitución del arca, había llegado a conseguirlo en cierta medida. Convocó entonces a los israelitas a Mizpa, cerca del lugar en el que había sido arrebatada el arca del pacto. El profeta les ordenó confesar sus pecados, ayunar delante de Jehová e implorar Su misericordia.

Al saber esto, los filisteos atacaron a los israelitas, que pidieron a Samuel que suplicara el socorro divino. El Señor otorgó la ayuda pedida mandando sobre los filisteos una terrible tormenta, bajo la que sufrieron una tremenda derrota. Mientras Samuel estuvo al frente de los israelitas, los filisteos renunciaron a atacar.

Samuel fue a la vez juez y profeta. En el ejercicio de estas funciones, iba cada año a Bet-el, Gilgal y Mizpa. Su residencia era Ramá, donde se hallaba una comunidad de profetas que lo ayudaban en su obra de reforma. En Ramá erigió un altar, por cuanto Dios había abandonado Silo.

El arca no estaba a disposición del culto público, el pacto con Dios había quedado suspendido por la idolatría y los sacrilegios de los israelitas. Samuel era considerado como el representante de Jehová. Bajo su enérgica dirección, el país fue preservado de la dominación extranjera.

A su vejez, Samuel estableció en Beerseba a sus dos hijos como jueces sobre Israel. Sin embargo, éstos se mostraron indignos de tan alto cargo, dejándose sobornar y pisoteando la justicia. A causa de la malvada gestión de ellos y de la amenazadora actitud de las naciones paganas a su alrededor, los ancianos y el pueblo pidieron la instauración de la monarquía.

Dios ordenó al profeta que ungiera a Saúl como rey, y después a David, tras de que Saúl hubiera sido rechazado. Samuel murió mientras David, huido de Saúl, se hallaba en el desierto de En-gadi. Fue sepultado en Ramá; todo Israel lo lloró. La noche antes de la batalla de Gilboa, Saúl pidió a una adivina que evocara a Samuel del Seol. Hemán, uno de los cantores de David, era nieto de Samuel.

Ahora bien, todos estos mal llamados “héroes”, que en realidad fueron hombres como nosotros que, llegado el momento de probar su medida de fe, rindieron con altas calificaciones la prueba, pasaron por distintas crisis que luego el mismo texto enumera.

Dice que conquistaron reinos, y más allá e independientemente de los reinos reales y geográficos que puedan incluirse, esto tiene indudablemente connotaciones espirituales. ¿Qué es el de Dios? Un Reino habitado por Reyes y Sacerdotes. ¿Qué es el de las tinieblas? Otro reino. ¿Qué espera la historia de nuestra fe personal y privada? Qué salgamos a conquistar reinos. Si ellos pudieron, nosotros también.

Luego añade que hicieron justicia. ¿Sabes lo que significa en términos espirituales hacer justicia? Depender pura y exclusivamente de Dios, porque Él es el único capaz de hacer una genuina y verdadera justicia. La justicia de los hombres, es lo que tú estás viendo a diario que es.

Y no creo que esa clase de justica sea, precisamente, un modelo para imitar; y esto con el debido respeto y disculpas a mis hermanos abogados o jueces. Si ellos hicieran prevalecer su fe por sobre las leyes que dirimen, creo que los resultados y consecuencias serían muy distintos. Y producirían una hecatombe judicial santa sin precedentes. Sería histórico.

Seguidamente vemos que alcanzaron promesas. ¿Cómo que alcanzaron promesas? ¿No era que las promesas eran unas especies de plumas volátiles que Dios arrojaba desde el cielo hacia abajo, y nosotros las recibíamos en nuestras vidas cuando nos caían sobre nuestras cabezas?

Por causa de haber enseñado y aprendido esto, es que estamos como estamos respecto a las innumerables promesas de Dios. Todavía estamos sentados esperando que caigan sobre nuestras cabezas. ¿Nunca leímos esto? ¿Nunca nadie se atrevió a decir que no es así como debemos apropiarlas?

¿Cómo se me ocurre que voy a quedarme estático esperando que caiga sobre mí una promesa que Dios puso allí, para mi vida, pero que necesita que yo salga caminando hacia ella para tomarla, hacerla mía y disfrutarla? ¡Eso es alcanzar una promesa!

Después vemos que taparon bocas de leones. ¿Nos cuentan una historia, mezclada con imágenes tipo Hollywood, de aquellos mártires amontonados en el centro de la arena del Coliseo Romano, aguardando que los leones se los coman? ¿O la imagen de un Daniel a quien esos leones no vieron, y que algunos escépticos insisten en asegurarnos que fue porque no tenían apetito?

No. Nos está hablando de otra clase de leones. Nos está hablando de esos ministros de luz, personeros de Satanás, que andan por las iglesias, como leones hambrientos, (rugiendo mucho y procurando asustar a todos) a los cuales, con la simple Palabra de Dios genuina podemos taparles la boca llena de mentiras que usan para engañar, robar, matar y destruir.

Algunos de esos hombres o mujeres apagaron fuegos impetuosos. ¿Sabes por ventura lo que es un fuego impetuoso? Algo que arde de tal manera que parecería imposible extinguir. Sin embargo, cuando hay autoridad directa vía-cielo, cualquier fuego por impetuoso que parezca o sea, se tiene que apagar de inmediato. Es un principio básico y hasta los demonios tienen que someterse a él.

Otros, los que estaban metidos en líos más importantes, en nombre de su fe, pudieron –se nos dice- evitar filo de espada. ¿Qué quiere decir esto? En lo lineal, que en fe puedes enfrentarte con cualquier arma forjada por el hombre que no prevalecerá contra ti. En lo espiritual, que no hay palabra que pueda con la palabra de Dios. Pero con la palabra de Dios, no con doctrinas de hombres reglamentadas como palabra de Dios. No es lo mismo, cuidado.

Como consecuencia directa de todas estas inclemencias, dice que también sacaron fuerzas de debilidad. ¿Nunca has vivido alguna situación de esas que parecen ser extremas, y que te obligan a sacar fuerzas de donde ni siquiera sabías que las hubiera? Eso es fe. Sólo por fe puedes lograrlo. Por eso es que el mundo secular procuró hallar una salida parecida por imitación. Y le llamó estoicismo.

Luego añade que se hicieron fuertes en batallas y que pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Ambas cosas, sólo producidas por su fe, tienen que ver con nuestras batallas personales cotidianas y con la invasión de doctrinas importadas que llegan para mimetizarse, tergiversar y confundir a nuestra única doctrina superior.

Cuando leemos que las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección, creo que no alcanzamos a tomar dimensión de lo que realmente sucedió en ese tiempo, en ese lugar y en ese contexto. ¡Te está diciendo que hubo madres que se reencontraron con hijos que habían muerto! ¡O con sus maridos, o con sus padres, o con sus madres!

¿Te parece una nimiedad como para pasarla de largo sin hacer absoluta mención de ello como se acostumbra en nuestras congregaciones con este texto? Y, muy por el contrario, (Lo que me hace desconfiar respecto a quien les escribe los libretos, sí recalan y mucho en lo próximo.

Porque el párrafo siguiente dice que otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. ¿Entonces esto significa que necesariamente para acceder a la resurrección espiritual hay que sufrir? No, en absoluto, eso es lo que el enemigo desea que creamos. Y, de hecho, eso es lo que en mayoría mucho pueblo se ha creído. Y así anda…

El hecho de que otros fueron atormentados, y sufrieron de distintas formas, indica que la fe no excluye automáticamente de dificultades, pruebas o tragedias. Más aún, experimentar esas adversidades no significa tampoco que la gente que las sufre posee menos fe que aquellos que no han sido afectados.

La misma fe que permite a algunos librarse de problemas, ayuda a otros a soportarlos. La misma fe que salva a algunos de la muerte, permite a otros enfrentarla victoriosamente. La fe no es un puente que se eleva sobre aguas turbulentas, sino un paso a través de ellas. Para encontrar este paso, y hallar el origen de cualquier dificultad, se necesita perseverar en la oración y la alabanza. De esta forma se descubren los propósitos de Dios.

Luego menciona a otros que recibieron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Y nosotros hemos aprendido por el marco social que nos rodea e instruye, que a la cárcel van sólo los delincuentes, que la justicia se encarga de dilucidar su culpabilidad o inocencia y que en el final se impone esa justicia y todo está bien.

Eso es hipocresía pura elevada a la enésima potencia. Una hipocresía que, según Jeremías, no nació en el mundo secular sino en la iglesia. Y que elegimos sostener para evitar que nuestras conciencias nos reclamen la sangre de tantos y tantos inocentes ejecutados o presos por delitos que no habían cometido. Estos cristianos aquí mencionados son la mejor prueba de que la injusticia de la justicia humana no es algo moderno.

Y, finalmente, tenemos el detalle de algunos padecimientos que parecen extraídos de una de esas películas truculentas, terroríficas, inventadas por el infierno para meter espíritus de miedo en el cuerpo de los espectadores.

Porque dice que muchos, (No algunos, muchos) de esos creyentes de ese tiempo fueron: apedreados, (Los colocaban contra un muro y les arrojaban piedras hasta que quedaban sepultados debajo de ellas, sangrando y muertos por los golpes).

Aserrados, (Los descubrimientos hechos en Egipto ponen de manifiesto que las sierras de los tiempos bíblicos estaban constituidas por una hoja de metal unida a un mango de madera. Las hojas eran generalmente de bronce, pero en épocas posteriores también se las hizo de hierro y estaban unidas a sus mangos por correas de cuero, o insertadas en ellos. Se las usaba para cortar madera y piedras. Aquí se nos habla de fieles mártires que fueron aserrados por sus perseguidores. Probablemente esto se refiera al profeta Isaías, que, de acuerdo con la tradición judía, habría muerto de esa manera a manos del malvado rey Manasés.

Y luego añade otras peripecias que podrían juntarse porque son todas más o menos del mismo estilo de sufrimiento: puestos a prueba, muertos a filo de espada, y concluye señalando algo que, si lo lees con cuidado, tendrás revelación para hechos del tiempo presente.

Porque dice que estos pobres mártires, luego de pasar algunos o muchos por todas las cosas anteriormente mencionadas, si lograban sobrevivir, anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados.

Me quedé penando un buen rato en el primer elemento descripto: puestos a prueba. ¿Qué significaría poner a prueba a alguien? Pues eso, ni más ni menos que eso. Tomar a alguien y propiciarle una o varias tentaciones de primer nivel, de esas que absolutamente nadie en lo humano está en condiciones de rechazar, y ver si logra hacerlo. Claro está que en el rechazo o la aceptación le iba nada menos que su propia vida. En casos, como resultado de cualquiera de sus actitudes. Si las rechazaba, acusado de fanatismo. Si la aceptaba, de falsedad.

Yo me pregunto a mí mismo, y si lo deseas puedes extender esa pregunta a ti mismo, cómo sería nuestra actitud ante sucesos de esa magnitud en este tiempo y con nuestras personas como protagonistas. Seguramente ya tienes tu propia respuesta. Es la única que necesitas para seguir o modificar.

Porque en el simbolismo con que está escrita gran parte de la Biblia, podemos leer que la gente en estas condiciones, (Que son las condiciones de muchos hermanos, hoy), no eran dignos del mundo en el que vivían, erraban por los desiertos (Lugares de pruebas), por los montes (Alturas circunstanciales en el espíritu), por las cuevas (Refugios de tiempos de batalla) y por las cavernas de la tierra (Sencillamente el infierno).

Pero luego dice lo que, estimo, es básico y elemental para todos los que están estudiando esto con ánimo de conocer más sobre los fundamentos de la fe: dice que todos estos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido.

A pesar del buen testimonio que habían recibido debido a su fe, los santos del Antiguo Testamento no recibieron la promesa de las bendiciones del Nuevo Pacto traído por Cristo. Para que no fuesen ellos perfeccionados: el cuerpo de Cristo se completará con los santos, tanto de los tiempos del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento.

Con lo que nos queda una conclusión bastante clara y simple: puedes ser un hombre o una mujer con una fe enorme que produce excelente testimonio en todos los que te rodean y conocen, pero eso no te garantiza que alcances la promesa. Y que conste claramente que no estoy hablando de salvación, eso está asegurado, porque desde ella es que partimos. Estoy hablando de promesa, Reino, recompensa.

Versión Clásica

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

Nueva Versión Internacional

Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.

Versión Biblia Textual

Por lo cual también nosotros, teniendo alrededor nuestro una tan grande nube de testigos, desprendiéndonos de todo peso, y del pecado que nos asedia, (Es decir; del pecado que más nos asedia. Esto es, la incredulidad. La palabra griega aquí es euperistaton. Esta compleja y peculiar palabra expresa al mismo tiempo el acecho y el asedio (cual una jauría), que fácilmente envuelve, enreda y estorba (Cual lastre o rémora), al que corre.) corramos con paciencia la carrera que nos es puesta delante, puestos los ojos en Jesús, el Autor y Consumador de la fe; el cual, por el gozo puesto delante de Él, soportó la cruz, y despreciando el oprobio, se ha sentado a la diestra del trono de Dios.

Los llamados héroes de la fe no han sido meros espectadores que nos están vigilando desde la eternidad. Son directamente nuestros más conspicuos testigos después de haber sido ellos vencedores en todo. A menudo, la vida cristiana se compara con una carrera, lo cual nos lleva a sugerir que debemos despojarnos de cualquier peso (pecado) que pueda estorbar nuestra performance.

Y un detalle extra para este párrafo. Aquí dice que tenemos en derredor nuestro una gran nube de testigos. Esta palabra que aquí se traduce como nube, (nipash) es la misma que se utiliza cuando se habla del retorno del Señor viniendo entre las nubes. Hay dos escrituras afines a esta.

(1 Corintios 9: 24) = ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.

(Hebreos 10: 35) = No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; (36) porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.

Es indudable que el autor alienta a sus lectores recordándoles su antigua fidelidad en medio de las pruebas, su compasión por otros y el inminente retorno del Señor. Y cuando habla de que les es necesaria la paciencia, lo que está significando es mucho más que ese soportar medio estoico que conocemos como tal.

Paciencia, aquí, es la palabra hupomone, y tiene que ver con constancia, perseverancia, sobrellevar, firmeza, mantenerse, sufrimiento con paciencia. La palabra combina hupo, que quiere decir “debajo” y mone, que se traduce como “permanecer”. Describe la capacidad de continuar en pie bajo circunstancias difíciles, no asumiendo una complacencia pasiva, sino con la entereza de quien resiste activamente ante los inconvenientes y el fracaso.

(Filipenses 2: 5) = Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, (6) el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres, (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

(9) Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, (10) para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; (11) y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre.

Pablo, aquí utiliza el ejemplo de Cristo para reforzar su apelación al desinterés. Al igual que Cristo dejó la gloria celestial para bajar a la tierra y morir, debemos estar dispuestos a mirar más allá de nuestros propios intereses por el bien de los demás.

Y dice que tenía la forma de Dios. Esta frase no se refiere al aspecto físico de Cristo, sino a su esencia divina, algo que permanece inalterable. Lo mismo que cuando dice que es igual a Dios. Ahí se refiere al modo de existencia de Cristo.

El señor comparte la gloria y prerrogativas de la divinidad, pero no consideraba esa condición como algo que debía ser mantenido celosamente. Por el contrario, Jesús renunció voluntariamente a su gloria cuando vino a la tierra, aunque retuvo su esencia divina.

Por lo tanto, la realidad de la encarnación se expresa en la completa renuncia de Cristo al despojarse a sí mismo. Él abandonó su aspecto divino y asumió una humanidad real. Cuando dice que fue hecho semejante, sugiere que Jesús era realmente hombre: su humanidad era genuina, aunque su ser seguía siendo divino.

En cuanto a que fue exaltado hasta lo sumo, esta expresión se sintetiza en la palabra griega huperupsoo. Proviene de huper, que significa “sobre” y hupsoo, que se traduce como “levantar”. La palabra, entonces, sugiere una exaltación a la posición más alta, una elevación por encima de todos los demás. El contexto contrasta la humillación y los honores con que esta se premia. La obediencia de Jesús ante la muerte fue recompensada exaltándolo a una posición superior de honor y gloria.

Pero no quiero dejar pasar este texto, leído y comentado como anexo al estudio que nos enseña sobre la fe, sin descubrirte una pequeña perla de revelación que coloca las cosas en su debido sitio en  cuanto a nuestro lenguaje templista.

Porque nosotros nos referimos a los siervos de Dios como hombres que le sirven dentro de la iglesia en diferentes posiciones. Y en el colmo de la incoherencia gramatical, hemos llegado a presentarlos ante un gran auditorio como “grandes” siervos, cuando este mismo texto nos dice que es exactamente lo opuesto. Si es siervo, no puede ser grande. Y si llega a ser grande, ya no es siervo.

Porque el verso 7 nos dice que Cristo se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, por lo cual se estima que fue hecho semejante a los hombres. ¿Qué significa esto? Que los hombres, todos los hombres, nacen siendo siervos de Dios. Si lo aceptan y dan los pasos correctos y debidos de obediencia y fe, pasan a ser considerados hijos. De otro modo, quedan en calidad de siervos y, como tales, pueden ser desechados y borrados del libro de la vida.

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enero 1, 2015 Néstor Martínez