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Pacíficos, Pero No Pasivos

Dios requiere, para poder obrar en el creyente, que sus facultades estén bien despiertas. Los espíritus malignos necesitan encontrar una voluntad pasiva para hacerla esclava de su voluntad, mientras que Dios desea un hombre regenerado, inteligente y activo, con una capacidad de elección que haga su voluntad en una libertad de su espíritu, cuerpo y alma.

(Efesios 4: 22)= En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, (23) y renovaos en el espíritu de vuestra mente, (24) y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

Los poderes de las tinieblas desean hacer del hombre una máquina, una herramienta o un autómata; el Dios Santo y de amor desea hacerle libre, inteligente y soberano. Dios no necesita ni demanda de nadie una condición inactiva.

(Romanos 12: 1)= Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, (Esto equivale a una acción inteligente) santo, agradable a Dios que es vuestro culto racional. (Durante muchos años esto se tomó como religión racionalista, donde prevalecía el intelecto, la mente, la razón; donde todo lo espiritual era considerado "místico" y mal mirado o mirado como falta de seriedad. Sin embargo, este "culto racional", de lo que verdaderamente habla, es de actuar, pensar y obrar en cooperación con Dios.)

Hay quienes usan la palabra "rendirse" pensando que están totalmente rendidos a la voluntad de Dios, pero en realidad sólo lo están en cuanto a sus sentimientos y propósitos, pues andan por medio del razonamiento y del juicio del hombre natural, aunque someten sus planes a Dios, cosa que de por sí no es suficiente.

Los que están en realidad "rendidos" se dan a sí mismos implícitamente para obedecer y llevar a cabo a toda costa lo que Dios les revela y no lo que "según ellos", es la voluntad de Dios. Los creyentes que rinden su voluntad, todo lo que tienen y lo que son a Dios, no por eso anulan el uso de su mente regenerada, no están abiertos a la pasividad que da ocasión de actuar a los espíritus malignos, aunque bien pueden darles lugar en otras formas. Todo a causa de erróneas interpretaciones de la Escritura.

(Filipenses 2: 13)= Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.

Esto, es parafraseado por personas pasivas así: Porque Dios es el que ejerce su voluntad EN LUGAR de la mía. Cuando alguien se conduce así, muy pronto llega a un estado de indefensión tal que ya no es capaz de tomar ninguna decisión y pasa a depender en algunos de los casos, de lo que decidan otros por él y, en casos peores, son juguetes en manos de espíritus malignos y engañadores.

Dios nunca quiere en lugar del hombre y sea lo que sea que el hombre haga, él mismo es responsable por sus hechos. Esto ha sucedido desde que fuera creada la primera pareja humana. Adán y Eva ejercieron su libre albedrío para decidir y escoger entre obedecer a Dios o a la voz del enemigo, con los resultados ya sabidos por todos.

Cuando el creyente en estado "pasivo" cae en manos de espíritus malignos, estos le propondrán muchas maneras de "ayudarlo" en sus decisiones. La mayor parte de estas "ayudas" le van a llegar en forma de textos bíblicos quitados fuera de su contexto y "ofrecidos" al creyente de manera sobrenatural.

El creyente, que está deseando hacer la voluntad de Dios, se aferra a ellos como a un salvavidas, sin tener en cuenta que en aquellos asuntos que requieren su acción Dios obra a través de la voluntad del hombre y no en lugar de él.

Enseñanzas equivocadas han llevado a muchos a suponer que Dios no necesita de nuestro cerebro, y que éste, mas bien es un estorbo a sus propósitos. Esto sucede, – es cierto -, cuando ese cerebro está sujeto a pensamientos pecaminosos, pero cuando está sometido a Cristo se transforma en un elemento vital que agrada e interesa a Dios. La elección de Pablo, un cerebro brillante, capaz e inteligente, es la mejor prueba de esto

Cuando se cae en una pasividad mental, la mente prácticamente no puede ser usada; la persona no puede pensar y siente como si su mente estuviese ceñida por una banda de hierro, o como si tuviera un gran peso o presión sobre su cabeza.

(Santiago 5: 19)= Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, (20) sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.

La pasividad del juicio o la razón significa que el hombre, en estas condiciones, ha cerrado la mente a todos los argumentos y razonamientos que le ayudan a llegar a ciertas conclusiones. Todo el esfuerzo que se haga para exponerle la verdad o la luz es considerado por él como impedimento o interferencia, y la persona que intenta ayudarle es calificada de ignorante o entrometida.

Lo único que puede sacarlo de esta condición es el "choque" o la "sacudida" que le produce darse cuenta que ha sido engañado y usado por los malos espíritus. Para hacer que el creyente se de cuenta de esto hay que "desprogramar" su mente, para lo cual, a su vez, es necesario volver a repasar con él los primeros rudimentos de su fe, e ir paso por paso hasta hacerle ver el engaño adonde ha llegado al no querer prestarse a razonar normalmente. Esto es un desequilibrio que el mundo llama "fanatismo" o "súper misticismo".

(Mateo 24: 45)= ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su Señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo?

(46) Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su Señor venga, le halle haciendo así.

Esto tiene que ver, en principio, con tantos que, pensando que Cristo viene ya, optan por no hacer nada y sencillamente sentarse a esperar "el día". Lo que sucede es que cuando el creyente toma ciertas palabras que le han llegado o le han sido presentadas en forma "sobrenatural", como si fuera voluntad de Dios, para él dichas palabras se vuelven infalibles y pasan a ser como una especie de ley contra la cual no admite negativas ni objeciones.

Si lo que recibe es un "mandamiento" sobre algo no tratará de examinarlo ni pensar o razonar sobre él. Cuando el creyente se cierra y no está dispuesto a admitir más luz sobre ese asunto ha llegado al estado que llamamos la pasividad de la conciencia.

(1 Reyes 19: 4)= Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse. Dijo: basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.

(5) Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: levántate, come.

(Verso 8)= Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios,

(9) Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?

Aquí vemos cuatro aspectos que tienen que ver con la pasividad del espíritu:

1)= Por ignorancia hacia las leyes del espíritu y de cómo mantener la libertad del espíritu.

2)= Por conclusiones erróneas, tanto desde el punto de vista mental como de los pensamientos. Incapacidad para identificar qué es lo que viene de lo físico, qué es lo que viene de lo mental y qué es lo que viene de lo espiritual.

3)= Cuando la mente es incapaz de leer o interpretar el sentido del espíritu así como lo hace con los cinco sentidos que pertenecen al cuerpo.

4)= Por un debilitamiento y agotamiento del cuerpo o la mente a causa de una actividad constante o uso excesivo de estos.

La preocupación excesiva o turbación mental en cuanto al pasado o al futuro estorba la libertad de acción del espíritu haciendo que las cosas externas sean las que dominan en lugar de que el hombre interior esté libre para discernir la voluntad de Dios momento a momento.

El diablo y los malos espíritus se ocupan constantemente de torturar al creyente recordándole los pecados y errores del pasado, así como preocupándole y atemorizándole con respecto al futuro.

Cuando tiene lugar la pasividad en el cuerpo se paraliza también la conciencia. Los sentidos son vías por los cuales se recibe información para la mente y el espíritu. Cuando esto no opera, hay un embotamiento que determina total incapacidad para ver los errores propios aunque puede conservarse cierta luz para ver los ajenos.

Cuando el estado de pasividad corporal al que le han sometido los espíritus malignos (y hablamos de una persona sana) alcanza este clímax, pueden resultar afectadas otras partes del cuerpo: rigidez en los miembros, (hormigueos, calambres), letargo, pesadez, dolor de espalda o de cabeza, mareos, etc.

Los ojos pierden brillo y la mirada está perdida. Todo esto ha empezado con la pasividad de la mente o la voluntad durante la cual el creyente entregó a los espíritus mentirosos el control o dominio propio y el uso de su voluntad.

Esto, a veces, produce ciertas sensaciones físicas: (fuego, elevación, temblores, éxtasis) que parecen espirituales y son agradables, pero que no responden al Espíritu Santo de Dios, sino a las imitaciones satánicas en las que puede caerse fácilmente si no se tiene conocimiento de la Palabra. Por eso lo que Pablo dice:

(1 Corintios 9: 26)= Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, (27) sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.

O sea que para este tipo de creyentes que están engañados pensando que "andan espiritualmente" la aplicación de este versículo es imposible. Puesto que lo que en realidad están haciendo es ir tras los deseos y las sensaciones de la carne. Un creyente que viva realmente en la vida del Espíritu no está pendiente u obsesivo de ese tipo de sensaciones durante todo el día. Tenemos que embarazamos de Dios y, para quedar embarazados, no es indispensable "sentir algo". Si se siente, mejor, pero no es prioridad.

Manifestaciones de las influencias de los malos espíritus llamadas comúnmente idiosincrasias naturales. Estas verdades en cuanto a las complejas e intrincadas obras de los espíritus malignos, sus causas y consecuencias, han sido tan ocultas y veladas en ignorancia que los engañados y perjudicados por ellas suman verdaderas multitudes.

Sus manifestaciones se ha tomado generalmente como idiosincrasias o "debilidades". La obra del Señor es dejada de lado, puesto que un creyente en ese estado se encuentra "agotado" y sin poder ejercitar sus dones espirituales. Está además nervioso, tímido, asustadizo y no tiene facilidad de palabra ni agilidad de pensamiento. De este modo Satanás ha logrado (por lo menos en forma temporal) poner una mordaza a estos creyentes y apagan la luz de su testimonio cristiano.

Cuantas almas honestas han caído en la trampa de la pasividad sin saber adonde los conduciría. Muchos creyentes en este estado han comenzado cantidad de cosas sin poder terminarlas, o han tratado de hacer algo sin ningún resultado ni fruto.

Esta es la clave para comprender por qué la apatía y el decaimiento espiritual abundan tanto en la iglesia de hoy. Aun tratando de encontrar afanosamente la paz y la felicidad en las cosas espirituales muchos se han sumergido en una "pasividad" a la que han confundido con un estado de "paz", "descanso" y "gozo", dando ocasión a los espíritus de las tinieblas para que los encierren en un callejón sin salida.

(Gálatas 2: 20)= Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Esto, muchas veces se ha interpretado erróneamente en sentido literal sin tener en cuenta el sentido general del pensamiento de Dios sobre el tema. Dios hace un llamado a los verdaderos creyentes para que se reconozcan muertos al pecado y a la vida del antiguo "yo", o sea, la vida pecaminosa heredada del primer Adán. Esto no quiere decir que la personalidad humana debe morir, sino sujetarse al mandato del Espíritu.

De lo contrario, toda esta apariencia de ser tan "sacrificado" y "espiritual" resulta en una supresión de esa personalidad que brinda una oportunidad a los espíritus de error para comenzar a actuar. Estos traerán al creyente a un estado de "inconsciencia" todavía más acentuado donde las sensibilidades resultan embotadas a tal punto que la persona ya no es capaz de sentir su propio sufrimiento ni el que le causa a los demás.

El efecto del engaño en el creyente produce un estado de conciencia que es muy difícil de romper. Estando en esta condición el creyente engañado no es capaz de discernir, reconocer, sentir o distinguir las cosas como son, tanto dentro como fuera de sí mismo.

Este creyente está "inconsciente" de sus deberes morales, pero tiene una exagerada conciencia de su "yo", de la cual no está apercibido y la que hace que agreda, ofenda y maltrate a los demás. Se ha convertido prácticamente en un estoico incapaz de ver el efecto de sus hechos y actitudes en su prójimo.

Actúa en forma "inconsciente", sin pensar, razonar, imaginar o decidir voluntariamente. Sus acciones se producen mecánica y automáticamente. Tampoco está consciente de ser muchas veces el vehículo para la transmisión de palabras, pensamientos y sentimientos que pasan a través suyo aparte de la acción de su voluntad y sin que tenga conocimiento de su origen.

(Job 2: 7)- entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hiñó a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza.

(8) Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza.

(9)Entonces le dijo su mujer: ¿Aun retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete.

(10) Y él le dijo: como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué?
¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.

Es verdad. Con sus labios, Job no pecó, pero interpretó erróneamente su sufrimiento. El creyente, a veces, consiente en aceptar "sufrir con Cristo" siguiendo, – supone -, "la senda de la cruz" y, para lograrlo, se entrega en forma pasiva a cualquier forma de sufrimiento que le presentan los espíritus malignos creyendo que la misma le acarreará recompensa y fruto espiritual.

Lo que él no sabe es que los malos espíritus pueden dar un "sufrimiento" falso y que al aceptarlo de parte de ellos creyendo que viene de la mano de Dios les abre las puertas para seguir actuando. El engaño experimentado en estos casos es la explicación de ciertos pecados que algunos creyentes no logran "sacarse de encima", así como de ciertas clases de sufrimiento que no pueden explicarse, entendiendo lo que significa la trama del engaño diabólico se puede obtener una explicación lógica de estas turbaciones que tanto acosan al creyente. El sufrimiento es una gran arma para que los demonios controlen y obliguen a una persona a encausarse en cierta dirección, pues por medio de él pueden llevar al hombre a hacer lo que en otras condiciones no haría.

El sufrimiento ocasionado por los malos espíritus se distingue de la verdadera identificación con los sufrimientos de Cristo por una falta de resultado, ya sea en fruto, victoria o madurez en el crecimiento espiritual.

Si se observa cuidadosamente se notará que no tiene ningún propósito. Por otra parte, sabemos que Dios no hace nada sin un objetivo definido. El no se deleita en causar sufrimiento al hombre por el mero hecho de hacerlo sufrir, pero el diablo sí lo hace.

El sufrimiento causado por los espíritus malignos es agudo, pero sin causa física y no hay ningún testimonio interno de parte del Espíritu de Dios que comunique al creyente que está sufriendo, porque Dios lo quiere así. Además, a veces, va acompañado del miedo, que es una poderosa arma del enemigo.

El sufrimiento ocasionado por los malos espíritus puede ser: A)= ESPIRITUAL, con remordimientos sin causas razonables. B)= MENTAL, con una gran confusión, tinieblas, caos y horror en la mente. C)= FÍSICOS, que pueden darse en cualquier parte del cuerpo.

Estos sufrimientos enviados por los demonios tuvieron su origen cuando el creyente, pensando que se rendía a Dios para seguir "el camino de la cruz", aceptó voluntariamente el sufrimiento "de su mano". De esta manera se le abrió la puerta a los espíritus mentirosos recibiendo sus mentiras y al admitir su poder manifestado en el sufrimiento.

Esto viene a ser como un círculo vicioso, puesto que cuanto más cree el creyente que Dios le está enviando sufrimientos, más terreno cede a los espíritus de engaño, los cuales, a su vez, le aumentan sus sufrimientos. De esta manera el carácter de Dios aparece deformado ante el creyente y los mismos espíritus mentirosos se ocuparán de que éste culpe a Dios por lo que ellos mismos están haciendo.

El creyente consiente en permanecer en una condición crónica de debilidad entendiendo a su manera que ésta es necesaria para que el poder de Dios se manifieste en su vida. Generalmente esta creencia se basa en las palabras de Pablo cuando dice: Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte, según se lee en 2 Corintios 12:10.

El creyente engañado no se da cuenta de que esta declaración fue hecha por el apóstol sobre el simple hecho de que cuando él se sentía débil encontraba que la fortaleza de Dios le era suficiente y que no se trata de una exhortación a los hijos de Dios para que deliberadamente escojan ser débiles e ineptos para el servicio en lugar de afirmar con fe: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

El hijo de Dios que malinterpreta estas cosas y escoge por su voluntad permanecer en un estado de debilidad resulta ser una carga para los que le rodean, y su testimonio está muy lejos de mostrar la vida que Dios realmente desea para él. La voluntad de ser débil impide la operación de fortalecimiento por parte de Dios y por medio de esta sutil mentira del enemigo, el servicio cristiano sufre injustamente.

La pasividad en el sentido que la estamos tratando no quiere decir siempre una falta total de actividad, puesto que una vez que la persona se vuelve pasiva en su mente y voluntad, es "atrapado" por los malos espíritus para guiarlo a una actividad satánica, incontrolable y completamente desequilibrada.

Durante el tiempo de pasividad parece estar en paz, pero cuando es empujado a una actividad satánica está inquieto y desubicado con respecto a todo lo que le rodea. Los espíritus malignos hacen imposible que pueda vivir en armonía consigo mismo, con los demás y con las circunstancias del momento por más agradables que éstas puedan ser.

El creyente así engañado está consciente al mismo tiempo de una febril y descontrolada actividad (en cuerpo, mente o espíritu) pero a la vez siente un "peso" sobre sí que no le deja trabajar tranquilo. Todas estas son manifestaciones de un nefasto plan satánico para robarle la paz.

El creyente que necesita liberarse de su condición pasiva debe tratar primeramente de entender cuál era su condición en los tiempos normales y entonces examinarse a sí mismo a la luz de ella para ver si los malos espíritus le han estado interfiriendo. Para hacer esto debe de recordar una etapa de su vida que haya sido buena y fructífera y compararla con esta condición anormal que está atravesando ahora.

Así como la pasividad ha avanzado paso a paso, la liberación de la misma ha de ser hecha de forma lenta y paulatina. Para la completa liberación es necesario que el creyente quiera cooperar y a la vez tenga el deseo de liberarse.

El engaño y la pasividad sólo pueden ser quitados de en medio cuando la persona comienza a entender su condición y la obra de los malos espíritus y mediante el uso de su voluntad rehúsa a los espíritus malignos el "terreno" que una vez les cedió.

Un punto importante en la liberación de la pasividad es mantener en la mente de forma continua el pensamiento de cuál era su condición normal antes de hacer víctima de dicho engaño, y cada vez que se baja de ese nivel investigar la causa y tratar de quitarle de en medio.

Cualquier facultad o parte del ser que se haya rendido a la pasividad y que por lo tanto esté fuera de uso debe ser recuperada por un ejército activo de la voluntad y traída bajo control. El terreno cedido anteriormente a los malos espíritus debe ser recuperado y ha de resistirse en forma persistente al diablo y sus huestes, recordando que ellos lucharán por volver a recobrar lo perdido. Recuerda tú, que tal vez te halles en esta lucha, las palabras de 1 Juan 4:4: Porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.

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enero 1, 2015 Néstor Martínez