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Los Otros Espíritus

Existe una idea fija en la mente de los creyentes de hoy. Es que los verdaderos creyentes que buscan a Dios no pueden ser engañados por el diablo. Con esta mentira, Satanás busca llevarnos a una falsa posición de seguridad. La misma historia de la iglesia nos demuestra que esta idea es falsa, pues cada dardo de error que ha tenido su amargo fruto, tuvo su origen en la mente de los devotos creyentes, que eran ciertamente honestos y buscaron al Señor.

Generalmente, y también lamentablemente, estos estimados cristianos se han aferrado solamente a la letra, dejando de lado las mismas palabras de la Escritura, donde dice que La letra mata, pero el Espíritu vivifica. Lo peor es que muchos de los que han sufrido por su ciega adhesión a estos “mandatos bíblicos”, se creen que han sido verdaderos mártires por Cristo, cuando en realidad lo único que han sido es víctimas de Satanás. Después del avivamiento de Gales, el cual fue una verdadera obra de Dios, hubo una segunda generación de creyentes que resbalaron y cayeron bajo el engaño de los poderes de las tinieblas, precisamente por no haber sido capaces de distinguir sus obras de falsificación de las verdaderas obras de Dios.

Tendremos que aceptar, entonces, la idea real de que ser confiado y honesto no significa suficiente protección contra los dardos de fuego del maligno. Lo que sí puede guardarnos es el tener en cuenta las advertencias del Señor, tomar Toda la armadura de Dios, ser sobrios y velar en oración. Los creyentes que son verdaderos, fieles y honestos, pueden ser fácilmente engañados por Satanás y sus espíritus malignos por las siguientes razones: 1)= Cuando un hombre se convierte en hijo de Dios por la regeneración del Espíritu al haber creído en la obra expiatoria de Cristo, no recibe de una sola vez todo el conocimiento espiritual acerca de Dios, de sí mismo, o del diablo. 2)= La mente que está oscurecida por naturaleza y que permanece bajo un velo creado por Satanás, sólo puede ser renovada y dicho velo destruido, en la medida que la luz de la verdad penetre en ella y de acuerdo a la medida en que el creyente sea capaz de asimilarla. 3)= El engaño tiene que ver con la mente y significa un pensamiento erróneo admitido en la mente bajo el engaño de que es verdadero.

Esto sucede, mayoritariamente, porque es muy poca la gente que anda enseñando estas estratagemas. Por lo tanto, estamos expuestos a ser engañados por el diablo, por causa de nuestra ignorancia. 4)= El pensamiento de que Dios protegerá a un creyente de ser engañado por el hecho de que es fiel y verdadero, también es un engaño satánico, porque con eso consigue que la persona se confíe y quede desguarnecida. 5)= Si esto no fuera así, el Señor no hubiera advertido a sus discípulos todas las muchas veces que lo hizo.

(Hechos 5: 32)= Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen.

Esta frase, en la cual se basan todos aquellos que defienden la posición de “obedecer al Espíritu”, fue utilizada por Pedro ante el concilio de Jerusalén y hoy, todavía produce debates y encontronazos santos. Porque dicen “Dios nos da el Espíritu Santo para que le obedezcamos”, es decir: tenemos que obedecer al Espíritu Santo. Pero en el verso 29, tras antes de éste, el mismo Pedro, dice: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. Y eso, con lo otro, parecería una flagrante contradicción. Sin embargo, la distinción es importante y, el orden de las palabras, sólo puede interpretarse correctamente, cotejando este pasaje con otras partes de la Escritura. No es poco el lío que hemos armado los hombres por establecer doctrinas hasta denominacionales a partir de un solo versículo, olvidando que, pese a estar dividida en capítulos y versículos, la Biblia está compuesta por escritos conjuntos que, naturalmente, deben ser leídos y entendidos en todo su conjunto y no en una frase o en una oración gramatical.

Porque en esas otras partes de la escritura se desprende la enseñanza que hemos de obedecer al Dios trino en los cielos, Por Medio del Espíritu Santo que mora en nosotros. Como ve, el concepto, así, es diametralmente opuesto. El poner al Espíritu Santo como objeto principal de la obediencia, antes que Dios el Padre, o a través del Hijo y por medio del Espíritu, crea el peligro de llevar al creyente a fiarse u obedecer a “Un espíritu dentro o alrededor de él”, en lugar de hacerlo con el Dios de los cielos. Hay que tener en cuenta esto que es muy importante: Dios es espíritu, y como todo espíritu, necesita un cuerpo para manifestarse. Los creyentes ponen sus cuerpos en obediencia y sacrificio vivo para esa manifestación. Pero Satanás, también es espíritu.

Por lo tanto, también habrá de buscar un cuerpo que le sea útil para manifestar sus engaños y sus maldades. Discernir cuál es cuál, cosa que parecería obvia y sencilla, créame que no lo es tanto, y a más de un “crecido” ha llevado al fracaso, al error grave y hasta a su destrucción espiritual, moral y física. Y si no lo cree, le bastará con echar una mirada a nuestras congregaciones y a observar cuántos hombres fieles e importantes para la obra, han caído víctimas de los más tontos y estúpidos pecados. El creyente, unido al Hijo de Dios, debe obedecer a Dios. Entonces, ¿Cuál es la función del Espíritu Santo? Ser el medio a través del cual Dios es adorado y obedecido.

Aquí hay algo que bíblicamente es muy claro: el Espíritu Santo jamás se ha colocado en el centro u objeto de pensamiento o la adoración. La Biblia dice, en Juan 16:13, lo siguiente: Pero cuando venga el espíritu de verdad él os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo cuanto oiga y os hará saber las cosas que habrán de venir. Es decir que, en resumen, el Espíritu Santo será maestro, pero enseñando las palabras de otro, no las suyas propias; dará testimonio de otro y no de sí mismo; glorificará a otro, no a sí mismo; hablará lo que le será dado hablar por otro. Es decir, su obra será la de guiar a las almas a una unión con el Hijo, y al conocimiento del Padre en los cielos.

Si una persona que no tiene conocimiento sólido de lo que dicen las Escrituras sobre la obra de la Trinidad intenta “obedecer al Espíritu” como propósito supremo, el engañador tratará por todos los medios de falsificar la guía del Espíritu y hasta, si es posible, su misma presencia. El peligro principal radica en ubicarse en el terreno de la “guía sobrenatural” cuando no se es capaz de discernir la verdadera voluntad de Dios de las falsas manifestaciones del enemigo, que pueden expresarse en forma de: profecías, lenguas, sanidades y otras experiencias espirituales conectadas con la obra del Espíritu Santo. Son muy pocos los creyentes que pueden asegurar estar obedeciendo solamente a Dios. Siempre está la posibilidad que su propia mente, su espíritu, su voluntad o alguna repentina intrusión de los poderes de las tinieblas, influya notablemente en decisiones aparentemente santas.

Hay un discernimiento que es un don espiritual y que capacita al creyente para discernir o distinguir los espíritus, pero este ejercicio también requiere un conocimiento o doctrina. (1 Juan 4: 1)= Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. Doctrina que sirve para distinguir entre la doctrina que es Dios y las doctrinas o enseñanzas de los malos espíritus. Hay creyentes que mediante el don de discernir los espíritus pueden detectar espíritus. Hay creyentes que mediante el don de discernir los espíritus pueden detectar que hay uno o más espíritus mentirosos en una reunión o en una persona, pero sin embargo no tiene el entendimiento necesario para probar las doctrinas que presenta un maestro de la Biblia. En ambos casos necesita conocimiento, ya sea para distinguir un espíritu mentiroso (Aunque todas las apariencias sean contrarias) como para saber con certeza que la enseñanza impartida proviene de Dios.

En la obediencia personal a Dios el creyente puede detectar si está obedeciendo a Dios en algún “mandamiento”, juzgando los frutos o consecuencias que éste tiene y poniéndolo en armonía con el carácter de Dios. Para ello, siempre tendrá que cotejarlo con estas dos verdades 1) Dios siempre tiene un propósito en sus mandamientos. 2) Él nunca ordenará algo que no esté en armonía con su carácter y su palabra.

Para discernir mejor la obra y los métodos de los malos espíritus es necesario un examen cuidadoso de las teorías, expresiones y conceptos modernos que tienen que ver con las cosas de Dios y su manera de obrar en el hombre. Sólo la verdad de Dios puede proporcionar la protección necesaria para el conflicto con los espíritus malignos en esferas celestiales. Todo lo que sea en algún grado el producto o resultado de la mente del hombre natural, no serán sino armas inútiles en esta colosal batalla, y si nos confiamos en “las verdades” que dicen los demás, o en las que nosotros pensamos, Satanás usará estas mismas cosas para engañarnos. Puede que trate de “construirnos” una teoría o doctrina sobre estas cosas y por medio de ellas encubrir sus mentiras y llevar a cabo sus funestos propósitos.

(1 Corintios 2: 14)= Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. (15) En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie.

Esto, está mostrando cómo Dios mismo honra la personificación inteligente de este hombre que Él ha regenerado en Cristo. Él mismo es quien le invita a “juzgar” o “examinar” sus propias obras por medio de su espíritu, de manera que aún las cosas que son del Espíritu no han de recibirse sin antes ser examinadas y discernidas espiritualmente, para asegurarse que vienen de Dios. Pero esto no es todo; ¿Por qué aguardar el final para ver qué nota nos sacamos en el examen de Dios, si la Palabra misma nos está ordenando otra cosa?

Y quiero ser claro, todo lo más claro que pueda. Si aquí estuviéramos hablando del mundo incrédulo, los argumentos se nos acabarían rápidamente. Porque el mundo incrédulo, es verdad, no tiene ese discernimiento y, mayoritariamente, cualquier cosa que hagan los hijos de Dios le significarán una locura. Pero el mundo incrédulo no tiene el Espíritu, sencillamente, porque no tiene a Cristo, no tiene como acceder a la plenitud, la sabiduría y la guía del Espíritu, por lo tanto, cualquier cosa que piense, habrá sido a partir de una mente impía, carnal y pecadora. Por lo tanto, es más que evidente que Pablo no gastaría tinta y lapicera en algo que desde el mismo principio no tiene de donde asirse. ¿Qué quiero decir? Quiero decir que cuando Pablo habla de espirituales y no espirituales, se está refiriendo a gente que está dentro del llamado pueblo de Dios.

Todos sabemos, aunque por allí hayamos elegido no decirlo, que dentro de nuestras congregaciones, hay gente que al amenos procura caminar el en el Espíritu. Pero también sabemos, que hay un caudal de personas que, habiendo arribado a la iglesia, sigue manejándose por la lógica, por la voluntad, por las conveniencias, por las emociones y por los rudimentos del mundo. A esos se refiere Pablo. ¿Y para qué? Simple. Para que usted no gaste pólvora en pájaros inservibles y haga, como dice la Escritura, todo lo posible para no arrojarle perlas a los cerdos, ya que los cerdos jamás podrían diferenciar una perla de un pedazo de vidrio sin valor, que es exactamente la comparación concreta a no poder distinguir lo que es una revelación de lo que es sabiduría humana emparentada más con la filosofía y la psicología que con la auténtica fe en Jesucristo.

(1 Corintios 11: 31)= Sí, pues, no nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados.

(1 Corintios 14: 20)= Hermanos no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar.

De acuerdo con estas directivas de la palabra de Dios, y en vista de los días tan críticos que estamos viviendo, cada expresión “visión” o teoría que sostenemos, concerniente a las cosas espirituales, ha de ser examinada con todo cuidado y puesta a prueba. Esto debe hacerse con el deseo abierto y honesto de querer conocer la verdad de Dios, así como cada declaración que llega a nuestro conocimiento de parte de las experiencias de los otros, y que puede arrojar luz en nuestro camino. El conocimiento de la verdad es esencial para la lucha con los espíritus mentirosos de Satanás.

(Juan 8: 31)= Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

Este es un principio fundamental, y además absoluto. La verdad es lo único que destrona la mentira. Si el hombre ha de ser salvo, la primera verdad que tiene que conocer, es la del evangelio. Allí dice que la libertad es el don del Hijo por medio del Espíritu, obrando a través de la verdad. Hay tres estados fundamentales de captación de la verdad. 1)= Percepción de la verdad por medio del entendimiento.- 2)= Percepción de la verdad para su uso y aplicación personal.- 3)= Percepción de la verdad para su enseñanza y comunicación a los demás.

Si los que oyen la verdad la resisten o se rebelan contra ella, podemos entonces dejarla bajo la responsabilidad y el cuidado del Espíritu de Verdad. Aún en aquellos casos en que la persona se ha resistido a la verdad, ésta por lo menos ha tocado su mente, y en cualquier momento puede fructificar y emerger a la esfera de la experiencia. Hay tres actitudes en la mente en cuanto al conocimiento: 1)= La asunción de saber algo.- 2)= La neutralidad hacia ello; “Todavía no lo sé”.- 3)= LA certeza de un conocimiento real.- Esto, fíjate, coincide con la idea que había sobre Jesús. Algunos decían: “Es un falso profeta”, otros decían: “No sabemos”, Pedro dijo “Sabemos…” y él era quien tenía el conocimiento verdadero.

Cuando los creyentes escuchan por primera vez la posibilidad de que los espíritus engañadores falsifiquen las doctrinas y las obras de Dios, casi siempre preguntan: ¿Cómo sabemos quién es quién? En primer lugar, para ellos es suficiente saber que tales falsificaciones son perfectamente factibles, luego a medida que van madurando, deben buscar luz de parte de Dios y aprender a conocerse a sí mismos de una manera como ningún otro puede hacerlo. Lo que deberían hacer como primera medida es mantenerse neutrales hacia todas las manifestaciones sobrenaturales que les sean concedidas. Dijo alguien alguna vez y yo lo tomé para mí mismo, que el pueblo del señor ama tanto los milagros, los anhela tanto, los aguarda tanto, que si un día entra un demonio a un templo y hace algo sobrenatural, todo el mundo se arroja a sus pies y le adora. Esto es misticismo por el misticismo mismo, pero de ninguna manera madurez que va unida a discernimiento y cordura espiritual.

Entre muchos creyentes hay un deseo exagerado o erróneo en cuanto a saber más, pues piensan que el conocimiento de por sí es suficiente para salvarlos. Uno de los efectos devastadores de esa ansiedad desmedida, es una impaciencia, preocupación y turbación que ocasiona una baja importante en la moral del creyente. Cuando se trata de buscar una bendición, es importante cuidar de no destruir otra. Pero hay algo más. Si usted se pasa toda su vida en una congregación donde lo primordial es que usted venga al culto todos los domingos sin fallar ninguno, y que cuando tiene alguna necesidad pase al frente a recibir oración por parte de los pastores, lo que se le está enseñando es que por usted mismo, no puede salir adelante, que inevitablemente necesitará la ayuda o el sostén de otros más “crecidos” para lograrlo. Eso, que en principio parecería ser una tremenda obra de servicio y dedicación al prójimo, no es nada más que una verdadera fábrica de inmadurez. Sólo accede a esa madurez el día que entiende que su oración tiene entrada al trono de la gracia por la misma puerta que entran las de su pastor o las del mismísimo Benny Hinn, Billy Graham y todos los notables que se le ocurran. ¿No es cierto que le parece imposible? Y sin embargo lo que la Biblia dice, es exactamente lo que le termino de asegurar. Por eso todavía no ganamos, entiende?

Un concepto erróneo en cuanto a la protección que significa la invocación de la sangre de Cristo sobre una asamblea o individuo para librarles de las obras del maligno. Lo que dice el Nuevo Testamento en cuanto a la aplicación de la sangre de Cristo, puede resumirse en los siguientes puntos: 1)= La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado “si andamos a la luz” y “si confesamos nuestros pecados”.- 2)= La sangre de Cristo es el terreno donde se afirma la victoria contra Satanás, porque nos limpia de todo pecado confesado y porque en el Calvario Satanás sufrió su aplastante derrota. Pero la Escritura no dice que cualquiera pueda ponerse debajo de la sangre, aparte de su voluntad y su condición individual ante Dios. Por ejemplo, si se invoca la sangre de Cristo sobre un grupo y uno de los presentes le está dando terreno a Satanás, el haber clamado por la sangre no impide que el diablo obre sobre el terreno a que tiene derecho en esa persona.

(Lucas 24: 49)= He aquí, yo enviaré la promesa de mi padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que sean investidos de poder desde lo alto.

(Hechos 1: 4)= Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.

Hay, indudablemente, muchos conceptos erróneos en cuanto a esperar que el Espíritu descienda. Estas son expresiones y teorías malentendidas que abren la puerta a los engaños satánicos. Aplicando de un modo muy particular estos textos que he leído, se ha enseñado que si deseamos una manifestación pentecostal del Espíritu, debemos de “esperar” como hicieron los discípulos antes de Pentecostés. La confusión se ha producido a partir del falso entendimiento de la expresión “esperar en el Señor”. Sin embargo, la verdad escritural en cuanto a “esperar” a, “que el Espíritu descienda”, se puede resumir de la siguiente manera:

1)= Los discípulos esperaron diez días, pero la Biblia no nos dice que hayan “esperado” de forma pasiva, sin hacer nada. Mas bien pensamos –y esto, obviamente, es conjetural-, que habrán permanecido en oración y súplicas hasta que llegó el cumplimiento de la promesa.- 2)= La orden de esperar dada por el mismo Señor no fue llevada a cabo en la presente dispensación después de la venida del Espíritu, puesto que en ningún momento, ni en los Hechos ni en las Epístolas, los apóstoles pidieron a los discípulos que esperaran “El Espíritu” sino que usaron la palabra “recibir” en cada caso. Y la palabra griega usada para “recibir” tiene la fuerza del término “Asir”, o sea, que es todo lo contrario a una actitud pasiva.

No sólo esto, sino que se puede asegurar que muchas de esta clase de reuniones de espera para que descienda el Espíritu, son una oportunidad para los espíritus malignos. El epicentro de esto que decimos, está en que no hay base bíblica para esta actitud. En la palabra de Dios está establecido que no se ha de pedir que el Espíritu Santo descienda, pues Lucas 11:13 y Juan 14:16 muestran que Jesús mismo rogaría al Padre para que Él enviara al Consolador. De esto se desprende que la actitud del creyente tiene que ser la de recibir, lo que sí puede llegar a “descender” y tomar desprevenidos a grupos enteros, son las espíritus engañadores que, obviamente, se presentarán siempre como “ángeles de luz”.

Otro de los peligros consiste en inventar o preconcebir ciertas frases para describir alguna experiencia especial y el uso de palabras no claras entre los hijos de Dios más “recientes”, tales como “posesión”, “iluminación”, “control”, “rendirse a” y otras con relación a las cosas espirituales. Lo que sucede es que la interpretación en la mente de muchos creyentes resulta distorsionada. Esto los predispone a cierta condición en la cual los espíritus malignos entran a “controlar” a aquellos que se “rinden” a los poderes del mundo espiritual y que por su falta de madurez y conocimiento, no sepan discernir entre las obras de Dios y las del diablo.

Algunos conceptos preconcebidos sobre la manera en que Dios obra, también pueden dar una oportunidad a los espíritus malignos, así como, por ejemplo, cuando un creyente se ve impulsado o compelido a actuar y dice que lo hizo porque Dios le estaba “guiando”. También hay quienes afirman que si Dios puede traer a nuestra memoria y nuestro “recuerdo” todas las cosas, no necesitamos ver en absoluto nuestra memoria. Otros pensamientos que pueden ponernos en la condición pasiva que los espíritus malignos buscan para obrar a su antojo son, por ejemplo, los siguientes:

1)= “Cristo vive en mí” Yo ya no vivo en absoluto.-

2)= “Cristo vive en mí”, he perdido mi personalidad, porque ahora está en mí en una forma personal, basándose erróneamente en Gálatas 2:20.-

3)= “Dios obra en mí”, yo no necesito obrar ni actuar en absoluto, sino solamente rendirme y obedecerle, basándose también equivocadamente en Filipenses 2:13.-

4)= Yo no ejerzo mi voluntad, Dios la ejerce en mi lugar.-

5)= Dios es el único que puede juzgar, por lo tanto no debo usar mi facultad de juicio.-

6)= Yo tengo la mente de Cristo, así que ya no tengo mi propia mente ni la uso para nada, basándose en 1 Corintios 2:16.-

7)= Dios me habla, de manera que ya no debo pensar ni razonar, sino sólo obedecer lo que Él quiere que yo haga.-

8)= Yo espero en Dios y no debo actuar hasta que Él me mueva.-

9)= Dios me revela su voluntad por medio de visiones de forma que no necesito tomar decisiones ni usar mi razón o mi conciencia.-

10)= Con Cristo estoy juntamente crucificado, y por lo tanto estoy muerto y debo practicar esa muerte, entregándome a una pasividad total en pensamiento, sentimientos, emociones, etc.

En vista de todo esto, ¿Cuál es, entonces, la condición o condiciones para estar a salvo del engaño de los espíritus malignos? 1)= El conocimiento que los tales existen.- 2)= Aceptar que pueden engañar aún a los más avanzados creyentes.- 3)= Tener un entendimiento cabal y firme de las condiciones y el terreno que ellos necesitan tener para obrar libremente, de modo que no le demos lugar ni oportunidad en ningún momento.- 4)= Tener un conocimiento inteligente de Dios y de cómo cooperar con Él para que el poder del Espíritu Santo obre en nuestras vidas.-

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enero 1, 2015 Néstor Martínez