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Huestes de Maldad

Una de las pruebas más inequívocas y evidentes de la existencia de estas huestes de maldad son los estatutos dados por Jehová a Moisés en el SINAB, los cuales involucraban fuertes medidas para defenderse de los espíritus malignos que batallaban tenazmente contra el pueblo de Dios. 

Dios instruyó a Moisés sobre cómo debía mantener el campamento de Israel libre de sus irrupciones, imponiendo la pena de muerte a todo aquel que tuviera tratos con el enemigo. Estos factores muestran que: realmente existen estos malos espíritus; que su maldad llega a grados inimaginables por el hombre; que estos seres pueden comunicarse con los seres humanos e influenciarlos poderosamente; y la necesidad de rechazar toda relación o compromiso con ellos y sus obras. 

La severidad de la pena de muerte implica, evidentemente, que los conductores del pueblo de Israel deberían ejercitar el discernimiento que Dios les había dado de forma tan clara e inequívoca para que no tuvieran dudas en cuanto al juicio de los casos que se traerían ante ellos. 

Al abrirse una nueva dispensación con el advenimiento de Cristo encontramos que el Hijo de Dios no sólo reconoce la existencia de esas huestes y poderes de maldad, sino que se opone tenazmente a ellos y a sus obras. Moisés en el Antiguo Testamento, y Cristo en el Nuevo. Moisés, el hombre que había visto a Dios cara a cara; Cristo, el Hijo unigénito del padre, enviado por Dios al mundo de los hombres. Ambos reconocieron la existencia de Satanás y sus espíritus malignos y lucharon valerosamente contra ellos y sus obras. 

La causa de que el cristianismo en el presente siglo no haya querido reconocer la existencia y las obras de las fuerzas sobrenaturales de maldad, puede atribuirse solamente a su baja condición en la vida espiritual y a su ausencia de poder. En el tiempo presente, cuando la existencia de los poderes del mal es reconocida hasta por algunos incrédulos, muchos cristianos y aún misioneros miran el asunto como si se tratara de una “superstición” e ignorancia. Ciertamente la ignorancia corresponde a la actitud de estos cristianos que están cegados por el príncipe de las tinieblas, de manera que no entienden las revelaciones de las Escrituras concernientes a los poderes satánicos. 

La “ignorancia” de parte de los incrédulos se debe a la obra de estos poderes del mal, los cuales ciegan a estas gentes para que no vean ni entiendan el mensaje del evangelio de Jesucristo, quien vino a: … Proclamar liberación a los cautivos y recuperación de la vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos, tal como se expresa en Lucas 4. 

Sus obras de liberación han quedado registradas en varias partes de las Escrituras: … Como ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y como éste pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él, según dice en Hechos 10. 

Fijémonos en las palabras del Señor a Pablo en el momento de su conversión: … Pero levántate y ponte sobre tus pies, porque para designarte ministro y testigo de las cosas que has visto y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo y de los gentiles, a quienes ahora te envío para que abras sus ojos a fin de que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados. (Hechos 26: 16-18) 

Los misioneros que trabajan entre los salvajes deberían reconocer la existencia de los espíritus malignos y darse cuenta de que la total oscuridad espiritual en las tierras paganas es debida a la obra del príncipe de la potestad del aire. Entonces su mensaje de la redención y liberación tomaría una fuerza tal que se operarían cambios muy significativos en un breve período de tiempo. 

Los pocos creyentes de hoy que están espiritualmente alertas, no tienen dudas de la existencia real de los espíritus de maldad y de una monarquía sobrenatural de poderes de las tinieblas en total oposición a Cristo y su reino, los cuales no desean otra cosa que la ruina total de cada ser humano. Estos creyentes saben que Dios les ha llamado a buscar la plenitud del Espíritu y a vestirse con las armas de luz para resistir a los enemigos de Cristo y de su iglesia. 

La distinción entre las obras de Satanás como príncipe de los demonios y sus espíritus malignos debe ser apreciada con suficiente claridad como para llegar a entender bien sus métodos en el tiempo presente. Para muchos el adversario es solamente un tentador y poco o nada conocen de sus tácticas y su poder como engañador, estorbador, homicida, acusador y falso ángel de luz. 

Menos saben aún de las huestes de espíritus bajo su mando siguiendo sus caminos e intentando de todas maneras la ruina de la raza humana. Estas huestes de maldad no se cansan de hacer el mal, de matar, de engañar, de destruir. Teniendo acceso a los hombres en diversos grados les incitan a toda clase de maldad y sólo quedan satisfechos cuando el éxito corona sus perversos planes. 

El reino de este príncipe engañador se menciona específicamente en los escritos de Pablo, donde el apóstol lo describe como El Príncipe de la Potestad del Aire, en Efesios 2, siendo esta la principal esfera de sus actividades. El nombre de Belzeebub, príncipe de los demonios, que significa: “señor de las moscas”, habla en forma muy sugestiva del carácter aéreo o atmosférico de los poderes del aire, así como la palabra “tinieblas” u “oscuridad” describe el carácter de sus obras. La descripción que el Señor hace de las obras de Satanás bajo la figura de las “aves del cielo” corresponde estrictamente a estas declaraciones, y el lenguaje de Juan, diciendo que… El mundo yace en poder del maligno, muestra claramente que la atmósfera bajo la cual respiramos y nos movemos es precisamente el lugar de sus acciones y obras perversas. 

Mirando los sucesos que relatan los evangelios, (Fundamentalmente los de Marcos y Lucas), ¿Debemos pensar que Jerusalén, Capernaum, Galilea y Siria, estaban llenas de gente mentalmente perturbada y epiléptica? ¿O acaso sería que la posesión demoníaca era un factor corriente en ese tiempo y en esos lugares? En cualquier caso, lo que es evidente es el hecho de que el Hijo de Dios reprendió severamente a los poderes de las tinieblas como la primera y más importante causa de pecado y sufrimiento en este mundo. Por un lado, contendió con el engañador y ató al “hombre fuerte”, y por otro, enseñó la verdad acerca de Dios a su pueblo para destruir las mentiras que el príncipe de las tinieblas había introducido en sus mentes en cuanto a su Padre y a sí mismo. 

Es interesante notar que el Señor Jesucristo no trató de convencer a los fariseos de que Él era el Mesías ni tampoco se rindió a sus deseos de constituirse en un rey terrenal. Su obra consistió en conquistar el poder satánico del mundo por medio de la muerte en la cruz, venciendo a los poderes invisibles del príncipe de las tinieblas. 

Haciendo un detenido estudio de los casos de posesión demoníaca que se mencionan en los evangelios se puede llegar a entender cuáles son las características de estos seres malignos y cómo pueden morar en los cuerpos y las mentes de los hombres. 

Estudiando juntamente otras porciones de la Palabra de Dios descubrimos cómo pueden interferir, distorsionar y engañar aún a los siervos de Dios más “experimentados”. 

Los espíritus malignos son, en general, vistos o apreciados como “malas influencias” y no como lo que en realidad son: seres, personales e inteligentes, lo que se evidencia, entre otras cosas, observando las palabras directas que el Señor les dirigía. Los espíritus inmundos pueden hablar, tienen temor, tienen deseos, necesitan un lugar para reposar, poseen un lugar inteligente para hacer decisiones y para ponerse de acuerdo con otros espíritus. Además tienen diferentes grados de maldad, montan en cólera, es decir, que manifiestan su ira, tienen fuerza física, pueden poseer a los seres humanos de uno en uno o por cantidades, y usan a una persona como “médium” para la adivinación o para predecir el futuro, o para obrar señales sobrenaturales por medio de su poder. 

Cuando los espíritus malignos actúan con toda su furia combinan el carácter más insano y maligno que pueda existir, juntamente con una inteligencia y un propósito definidos. Ellos saben lo que hacen y saben que es perverso, pero de todas maneras lo hacen voluntariamente, con odios, ira y malicia hasta el grado más superlativo. 

Actúan con furia y bestialidad, igual que un toro embravecido, como si fueran seres irracionales, pero sin embargo haciendo uso de toda su inteligencia para llevar a cabo sus propósitos más depravados. Actúan con furia diabólica, desde el fondo de su naturaleza inmunda y con una asombrosa perseverancia. Se mueven con determinación, persistencia y métodos sumamente hábiles, imponiéndose sobre la humanidad, intimando y confundiendo a la iglesia y ensañándose aún más con el creyente espiritual. 

Sus manifestaciones en aquellas personas a quienes pueden intervenir son variadas en su carácter de acuerdo al grado y tipo del “terreno” que se hayan asegurado en posesión. En uno de los casos que nos presenta la Biblia la manifestación del espíritu maligno era la de hacer a un hombre mudo. 

Posiblemente el espíritu estorbaba las cuerdas vocales o los órganos del habla. En otro hombre también perturbado por un espíritu inmundo, sus síntomas incluían el echar espuma por la boca y rechinar los dientes. Como llevaba tanto tiempo poseyendo al muchacho, muchas veces lo hacía arrojarse sobre el agua o el fuego para destruirlo. 

En otros casos, encontramos un espíritu inmundo en un hombre que estaba en una sinagoga, posiblemente tan oculto que ninguno sabía que el pobre hombre estaba poseído hasta que el espíritu gritó cuando vio a Cristo, diciendo: “¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos?” En Lucas 6 tenemos el caso de una mujer que a simple vista podía tener una enfermedad corriente, pero que en realidad había estado poseída de siete demonios. 

Hoy día los espiritistas están engañados al creer que se pueden comunicar con los espíritus de los muertos, pues para los espíritus malignos no es nada difícil hacer el papel del espíritu de un muerto, puesto que en vida de un difunto le han estado observando y, por lo tanto, pueden imitar perfectamente su voz o decir las cosas que él decía cuando vivía sobre la tierra. ¿Se da cuenta lo que le digo? 

Los espíritus malignos usan a los magos, adivinos y astrólogos para engañar a la gente. En realidad, no es que ellos sepan lo que hay en el futuro, sino que observan a los seres humanos e inspiran a los médium para predecir ciertas cosas. Sólo Dios sabe qué es lo que está adelante, en el futuro. Lo que sucede es que los espíritus malignos consiguen que la persona a la que se le “adivina la suerte” o el futuro, acepte lo que se le dice y coopere con ellos. La persona, al creerlo, se abre a sí misma a la acción predicha, de manera que se hace sumamente fácil que dicho presagio pueda, efectivamente, suceder en muchas ocasiones. No siempre tienen éxito, y esto se debe a que los médium tengan tanta incertidumbre acerca de las respuestas que deben dar, pues hay muchas cosas que pueden estorbar las acciones de los malos espíritus, como por ejemplo las oraciones de familiares o amigos que sean verdaderamente creyentes. 

Los espíritus malignos están obrando activamente hoy día, tanto dentro de la iglesia como fuera de ella. Los hombres creen que no tienen nada que ver con el espiritismo, porque nunca han estado en ninguna de sus sesiones, sin darse cuenta que los espíritus malignos atacan y engañan a cada ser humano y que no limitan su obra a la iglesia profesante o al mundo, sino que se entrometen donde quiera que puedan encontrar las condiciones apropiadas para ejercer sus poderes. Además, quienes hayan adorado a un hombre santo, no solamente habrá incurrido en idolatría, sino también en espiritismo, aunque jamás haya visto una mesa de tres patas. ¿Sabe por qué? Porque no se debe olvidar que ese hombre “santo” al que adoró, también es un hombre muerto… 

En los casos de posesión demoníaca que nos presentan los evangelios puede verse claramente el control que estos seres pueden llegar a tener sobre el cuerpo humano. El hombre que tenía una legión de demonios no era dueño de sí mismo, ni de su cuerpo, ni de su mente. Los espíritus le compelían a hacerse daño con piedras, le hacían romper las cadenas con las que lo ataban para sujetarlo, y gritaba como un loco y andaba entre los sepulcros sin saber por qué, como un demente. 

El muchacho con el espíritu mudo se arrojaba al suelo y tenía convulsiones, el espíritu le obligaba a gritar y revolcarse de modo que se hería a sí mismo. Sus dientes, lengua, órganos vocales, oídos, ojos, nervios, músculos y respiración, estaban afectados por la presencia interior de los espíritus malignos. Ellos producen tanto la debilidad como la fuerza bruta y tanto los hombres, (Marcos 1:23 == Un hombre con espíritu inmundo), como las mujeres, (Lucas 8:2 == De María Magdalena habían salido siete demonios,) los niños, (Marcos 7:25 == Una mujer cuya hija tenía un espíritu inmundo), están igualmente expuestos a su poder. 

Los judíos estaban bien familiarizados con el hecho de la posesión demoníaca. Prueba de ello la tenemos en las palabras de Mateo 12:24: …Pero los fariseos, al oírlo, dijeron: este no echa fuera los demonios, sino en virtud de Belzeebub. Por lo que dicen las Escrituras parece que también había algunos hombres de entre ellos que tenían ciertos métodos para tratar con casos así: …Y si yo echo fuera los demonios, sino en virtud de Belzeebub, ¿En virtud de quién los echan vuestros hijos? 

Según ejemplos que se nos dan en las Escrituras y de los cuales veremos algunos a continuación, parece que esos métodos no eran del todo eficaces y lo que más podían hacer era aliviar los sufrimientos causados por la posesión demoníaca. Por ejemplo, el caso del rey Saúl, que se aliviaba cuando oía la música del arpa de David; los hijos de un tal Esceva, que aparecen en el libro de los Hechos, quienes eran exorcistas, pero a su vez reconocían que había un poder en el nombre de Jesús, que el exorcismo no tenía. En ambos casos se nota que en realidad no tenía lugar una liberación completa, tal como la que Cristo efectuaba. 

Por ejemplo, mientras David tocaba para Saúl, éste le tiró con una lanza para matarlo, y los hijos de Esceva encontraron que los espíritus malignos no se les querían doblegar cuando usaban el nombre de Jesús sin la debida autoridad divina. Muchas veces los incrédulos no pueden hacer otra cosa que obedecer a los demonios como remedio para aplacar su ira. De todo esto deducimos que sólo el Señor tiene verdadera autoridad sobre estas huestes de maldad, y que la única solución para liberar a los pobres seres humanos de estos espíritus está en el poder de Dios. 

Resulta sorprendente hacer un contraste de todos los métodos de exorcismo humanos y la autoridad de Cristo al tratar con los espíritus malignos. Él les reprendía con su palabra y ellos le obedecían. Los mismos espíritus gobernados por Belzeebub se atemorizaban y se doblegaban ante la presencia del Señor Jesucristo. 

Tanto era el dominio que él tenía sobre ellos que los líderes del pueblo de Israel trataban de encontrar alguna explicación que satisficiera su orgullo y rebelión, y le decían al Señor que Él echaba fuera los demonios por el poder de Satanás, es decir: por engaño. En otras palabras, le querían decir que su autoridad sobre los espíritus malignos era derivada de su gran príncipe y jefe: Belzeebub. 

Pero esta declaración de los líderes judíos quedó completamente sin valor cuando el Señor expuso la auténtica verdad en la cara misma de Satanás. …Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no quedará en pie. Y si Satanás echa fuera a Satanás, está dividido contra sí mismo; ¿Cómo, pues, quedará en pie su reino? Pero si yo echo fuera los demonios en virtud del Espíritu de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el reino de Dios, dice en Mateo 12:26-28. 

Esto significa que el Señor quiso decir que Satanás no iba a actuar en perjuicio de sí mismo y a echar los demonios de los cuerpos y las mentes de las personas, pues él sabía que desde allí podían ejercer su poder y hacer el mayor daño entre los hombres. Es verdad que a veces parece que Satanás peleara contra sí mismo, pero cuando eso ocurre es con el propósito de encubrir un plan que una vez llevado a cabo, sirve para dar más ventajas y utilidad a su reino. 

Leyendo el libro de los Hechos y algunos pasajes de las cartas nos damos cuenta que los apóstoles después de Pentecostés reconocieron y se enfrentaron a las huestes de las tinieblas. Los discípulos habían sido preparados para enfrentarse con los “poderes invisibles” por medio de la venida al mundo del Espíritu Santo y también por todo el tiempo que habían estado recibiendo instrucción al lado del Señor. Le habían visto como contendía victoriosamente con los espíritus malignos y ellos mismos habían aprendido a hacerlo en su nombre, de modo que en Pentecostés el poder del Espíritu Santo llenaría a hombres que habían salido victoriosos de sus enfrentamientos con el enemigo.

Vemos de qué manera inequívoca Pedro se dio cuenta de la obra de Satanás en Ananías, y como los “espíritus inmundos” salían fuera de los poseídos al ser reprendidos por los apóstoles. También Felipe experimentó el glorioso poder de Dios poniendo bajo dominio divino a los espíritus malignos, como leemos en Hechos 8:5-7: …Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos salían estos dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos eran sanados.

Está, pues, claro, que la manifestación del poder de Dios en Pentecostés estaba íntimamente relacionada con una actitud cristiana que se oponía a los espíritus de las tinieblas. Además, el crecimiento y la madurez de la iglesia primitiva al final de aquella dispensación se debieron en mucho a la correcta posición y actitud que los creyentes tomaban frente a estas huestes de maldad. Ellos sabían como “atar al hombre fuerte” por medio de la oración y “mandar” a los espíritus de maldad en el nombre de Cristo, echándoles fuera y liberando a las personas de su poder y tormento.

La iglesia actual debe reconocer que la existencia de estos espíritus mentirosos es tan patente y real como lo fue en tiempos de Cristo y los apóstoles. HA de saber que su propósito sigue siendo el de engañar a cada ser humano, que está entregado al mal las veinticuatro horas del día, que están derramando constantemente un torrente de maldad sobre el mundo, y que sólo se dan por satisfechos cuando tienen éxito en sus funestos planes.

 Pero ocurre que los siervos de Dios están demasiado ocupados solamente en destruir sus obras y tratar con el pecado, sin reconocer la necesidad de usar el poder de Cristo para resistir por medio de la fe y las oraciones a este poder maligno que ha sido derramado sobre todos los hombres.

 Estas fuerzas sobrenaturales de Satanás constituyen un verdadero estorbo para que se produzca un avivamiento. A excepción de unos pocos casos, los cristianos del siglo veintiuno no están preparados para enfrentarse con estas huestes del mal y salir victoriosos de dicho enfrentamiento. Todos los avivamientos de la historia, desde Pentecostés en adelante, se han encontrado con la firme oposición de Satanás, pero toparon con cristianos maduros y conscientes que usaron las armas de la luz para deshacer los impedimentos puestos por Satanás y sus huestes.

 El enemigo es un gran falsificador. Cuidémonos cuando veamos manifestaciones que tienen la apariencia de venir del Espíritu, pero que por sus marcas y síntomas tanto en el cuerpo como en la mente de los hombres religiosos, denoten claramente que vienen del “padre de la mentira”.

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enero 1, 2015 Néstor Martínez