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Yugo Fácil, Carga Ligera

Cuando tú escuchas la opinión del mundo intelectual, profesional y relacionado con la ciencia popular, todos ellos casi en un silencioso pero común acuerdo te aseguran que no existe absolutamente nada después de la muerte. Dicen que sólo existe este mundo físico, y nada más. Y nosotros, que sólo somos un conjunto de átomos, nos desintegramos al morir y dejamos de existir. Esta vida es la única que hay, así que, ¡A vivir, que son cuatro días! Y la gente responde con el refrán popular, “muerto el perro, se acabó la rabia”, y parece que pensando así, se siente feliz. ¿Pero es cierto esto? La Biblia dice que no es cierto, y nos informa de las repetidas afirmaciones de Jesús en cuanto a la existencia de otro mundo sobrenatural más allá de las pequeñas fronteras de nuestro espacio y tiempo. Un mundo eterno de donde él había venido al entrar en nuestro mundo, y a donde él iba a volver después de cumplir, en la Cruz, la misión que le trajo aquí.

Los teólogos modernistas de su tiempo, conjuntamente con la élite científica, se burlaron de él ya que no creían nada de eso. Le tenían como un pobre iluminado que no sabía lo que estaba diciendo, y no le hicieron ni caso. Pero la resurrección de Jesús tres días después de su muerte, un hecho histórico bien documentado en los escritos del Nuevo Testamento, con una abundancia de evidencia que nunca ha sido satisfactoriamente refutada hasta el día de hoy, confirmó la veracidad de sus aseveraciones que la muerte no es el final; que muerto el perro no se acaba la rabia; que hay un más allá, y un Dios en ese más allá a quien todos tendremos que rendir cuentas un día. Pero aparte de la evidencia histórica de la resurrección de Jesús, tenemos cada uno de nosotros una evidencia interna que confirma las aseveraciones de Jesús sobre esta cuestión. ¿Cuál es esa evidencia? Reflexionemos un momento.

¡Si hubiera justicia en este mundo! Una frase que impacta e inquieta cuando uno lo piensa. ¿Nunca lo pensaste? Porque la verdad es que a través de la historia multitudes de tiranos, tanto grandes como pequeños, han muerto tranquilamente en sus camas sin que la justicia humana les haya jamás alcanzado, mientras que millones de sus desgraciadas víctimas murieron desesperados, sin que nadie les hiciera un gramo de justicia, o abogase a su favor. Y nosotros, que somos seres morales con un concepto muy claro dentro de nosotros de justicia, sabemos que la cosa no debería ser así. Sin embargo si esta vida es la única que hay, pues la cosa sí que es así, y fin de todo argumento. Pero esa voz que hay dentro de nosotros no queda conforme con esa respuesta. Sabemos instintivamente que no es justo que las cosas terminen así, digan lo que digan. ¿Pero por qué lo sabemos? ¿Y de dónde viene esa voz interna tan clara e insistente?

La Biblia nos da la única respuesta válida. Esa conciencia moral tan aguda que todos tenemos nos ha sido dada por Dios, y es en sí una poderosa evidencia de que esta vida no es la única que hay. Nos está diciendo que hay otro mundo, inmenso y eterno, y un Dios Juez de todos, ante cuyo Alto Tribunal todo ser humano tendrá que comparecer un día. Y de ese encuentro final con la Justicia Suprema, no escapará nadie. Tal vez no nos guste mucho oír la cosa expuesta de esa manera, pero una cosa está clara, nuestro mismo instinto interno de justicia demanda que esto sea así. El problema es que mientras nos sirve de profunda satisfacción saber que al final todos esos tiranos malvados tendrán que rendir cuentas de sus vidas y hechos ante el Tribunal Supremo de Dios, no nos hace ninguna gracia que nos digan que nosotros también tendremos que comparecer ante ese Tribunal.

La gran pregunta, es: ¿Y por qué nosotros también? Por la sencilla razón que la Justicia de Dios no es una Justicia parcial, para unos sí y para otros no. Es una Justicia justa, para todos por igual. Aquí ya no hay ricos ni pobres, ni poderosos ni menesterosos, ni anónimos ni famosos. Dios, el Justo Juez, nos advierte claramente de antemano que todos, sin una sola excepción, hemos hecho infracción de su Ley y por lo tanto estamos bajo su sanción. Y aunque es cierto que para algunos la sanción de esa Ley será mucho más severa que para otros, sin embargo implicará para todos, tanto unos como otros, el ser excluidos para siempre de la presencia de Dios y la gloria de su maravilloso Reino, y destinados a un sitio que el Señor llama, las tinieblas de afuera”, donde habrá “lloro y crujir de dientes.

Sin embargo, al avisarnos de antemano, Dios en su gran misericordia nos está dando tiempo y oportunidad para tomar la única medida posible para evitar tan grande calamidad. ¿Cuál es? De la historia de uno de los dos criminales crucificado con Jesús, aprendamos la lección, escrita en Lucas 23:39-43. Frente a la muerte, este condenado confesó que era culpable ante la Ley Romana y que merecía el castigo que le estaban imponiendo. Nadie tuvo que convencerle de esto. Su misma conciencia se lo decía. Pero eso a la vez le hizo pensar que detrás de César y su Ley había algo superior aún, el Soberano Dios y su Ley. Y sabía que ante esa Ley superior él era aún más culpable. ¿Qué sería de él entonces? Estaba a punto de salir de este mundo para encontrarse con ese Dios cuya Ley él había quebrantado, y sólo pensarlo le llenaba de temor. ¿Habría una solución, una salida, una salvación en alguna parte?

Entonces, en medio de su angustia se vuelve a Jesús, crucificado a su lado. Había notado en él algo tan diferente a los demás. Algo noble, íntegro y hasta majestuoso aun en la hora de su muerte – algo transcendente. Además, le había oído pronunciar una palabra que le llenó de esperanza al oírlo, la palabra “perdón”. Y sin más dilación le dijo a Jesús: ¡acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino! La respuesta del Señor ha traído paz y esperanza de gloria al corazón de incontables multitudes de personas quienes, como ese condenado, han clamado en su angustia al Señor, muerto en la Cruz por sus pecados:- Jesús le dijo: De cierto de cierto te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso. A partir de sus incredulidades personales, algunos intentaron tergiversar esta palabra haciéndole decir a Jesús: de cierto de cierto te digo hoy, que estarás conmigo en el Paraíso, dando a entender que no era algo inmediato sino futuro y, por lo tanto, incierto. No es así, no hay ninguna versión bíblica que lo diga así y los originales son claros. Es Hoy, ya mismo.

Lo cierto es que tú que me estás escuchando, también estás sentenciado a morir un día. Eso no lo puede negar ni detener nadie. Y en ese día, saldrás al encuentro de un Dios cuya Ley quizás has quebrantado. ¿Y qué será de ti? Porque de hecho, hoy eso no es algo que te preocupe demasiado. Quizás eres muy joven, lleno de vitalidad y futuro por delante. En este momento estás vivo, respiras, te mueves o trabajas. Puede ser que vivas cómodamente o que existas en miseria. El sol sale y se pone. Son embargo, en algún lugar está naciendo un bebé, y a la vez, en otro lugar o el mismo, siempre hay alguien que está muriendo. Es inexorable. Tanto que las personas que aquí gozan de una vida de abundancia y placeres, se aterrorizan y se resisten a que eso sea realmente así. Quisieran mantener sus privilegios también a la hora del final.

Debes entender que toda la vida es solamente un arreglo temporal, así que la gran pregunta que todos nos hicimos y hacemos, pero que muchos no quieren reconocer, es: ¿Qué pasará conmigo después de la muerte? De hecho, no interesa si eres religioso o no crees en ninguna religión. Eres más que consciente que necesitas resolver esta pregunta tan importante hoy para tu vida. El autor de Eclesiastés lo resumió así en el capítulo 12 y verso 5: cuando también temerán de lo que es alto, y habrá terrores en el camino; y florecerá el almendro, y la langosta será una carga, y se perderá el apetito; porque el hombre va a su morada eterna, y los endechadores andarán alrededor por las calles;

Comprendido; nos dice que el hombre va a su morada eterna, eso es indudable e inapelable. Sólo un problema. ¿Dónde es esa morada? Hay un hecho singular y muy claro: el cementerio en donde estarás enterrado no puede sepultar tu alma. Aunque fuera quemado tu cuerpo en la pira crematoria, el fuego no podría consumir tu alma. Si perecieras en las profundidades del mar, tu alma no se ahogaría. ¿Por qué? Porque el Dios de los cielos y de la tierra lo ha dicho: todas las almas son suyas. ¿Cómo dices? ¿Qué donde dice eso? Mira el libro de Ezequiel capítulo 18. Lee conmigo el verso 4: He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá.

Llegará un día, una instancia, un momento en que por algún lado de lo que nosotros llamamos “el más allá”, tu alma, que es tu verdadero ser, se va a enfrentar con las obras hechas, sean buenas o malas, mientras tu cuerpo todavía estaba vivo. Será el tiempo y momento en que se te preguntará con sobria solemnidad: hijo mío… ¿Qué has hecho con la vida que te regalé? Yo sé que digo esto y a muchos creyentes demasiado racionales y pegados al piso natural les cuesta aceptarlo y creerlo, pero yo simplemente los invito a que lean lo que dice el autor de la carta a los Hebreos en el capítulo 9 y verso 27: Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio,

Es decir que como quiera que sean las cosas, tú morirás una sola vez, (Esto descarta de plano con la ilusoria doctrina de la reencarnación) y que definitivamente te enfrentarás con un juicio. Que no significa que serás asesinado, achicharrado o destruido como una molécula infame. No te olvides que decir Juicio es decir sencillamente: separación de lo verdadero de lo falso. Eso hará el Señor en el gran día final. Puede ser que hoy estés adorando sinceramente, o que realmente te sientas mal por tus acciones malas. Incluso hasta puede ser que si has robado algo lo reintegres o lo restaures. Creo firmemente que todo esto no sólo es necesario, sino también factible. Lo que con toda honestidad no puedo creer ni pensar, es que seas capaz de expiar tus propios pecados.

El Dios de los cielos, el Juez justo de toda la tierra, conoce tus pecados y tu vida. Nada se oculta de Él. Con tus pecados, nunca podrás entrar en la dicha de la gloria. Pero este mismo Dios celestial es un Dios de amor. Él ha concebido una manera para la redención de tu vida y tu alma. No necesitas ser arrojado a la fatalidad eterna y al fuego del infierno. Dios envió a Jesucristo a este mundo para salvar tu alma. Jesús tomó tus pecados encima de sí mismo cuando sufrió y murió en la cruz del Calvario. Dios dio lo mejor del cielo como sacrificio por tus pecados. Por eso Isaías 53: 5 lo resume así: Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.

A este texto me gusta mucho como lo describe la versión Biblia Textual, que es la que ha sido traducida directamente de los originales al idioma español, sin pasar por el inglés como las otras. Dice: Pero Él fue traspasado por nuestras transgresiones, Molido por nuestros pecados. El precio de nuestra paz cayó sobre Él, Y por su herida fuimos sanados. Estas palabras, hablando de Jesús, se profetizaron muchos años antes de que él viniera a la tierra. Es muy poca la gente que tiene en cuenta esta clase de palabra profética. Si lo observaran con mayor luz y revelación, entenderían que cuando se habla de un ministerio profético, de ninguna manera estamos refiriéndonos a un oportunista mercantilista que vive de sus adivinanzas religiosas. Eso no es un profeta. Eso es un delincuente. Y toda forma de delincuencia debe ser sancionada, aunque provenga de un prestigioso y grandísimo siervo de Dios. Todavía me pregunto cómo se hace para ser siervo y al mismo tiempo ser grande.

¿Creerás que Jesús te ama? ¿Orarás y confesarás tus pecados a él? ¿Te arrepentirás y creerás en Jesús, el Hijo del Dios viviente? Al entrar en un compromiso total con él, Jesús te dará la paz en tu alma y la vida gloriosa después de la muerte. Solo entonces puedes estar seguro de un hogar eterno de gran gozo y consuelo para tu alma. De lo contrario, y aunque parezca o suene a legalismo cruel y despótico, el abismo y el fuego sin fin será los crudos elementos que esperan a los que en esta vida rechazan el amor redentor de Jesús. No habrá retorno ni salvación después de la muerte. Reitero una vez más: sé perfectamente que todavía en este tiempo de supuesta maduración y entendimiento, hablar de infierno es correr el riesgo de ser tomado por fantasioso, vetusto o exagerado religioso sin criterio. NO sé, tú cuéntamelo como quieras o te parezca, yo sigo leyendo mi Biblia.

Y en ella me encuentro con el capítulo 25 del evangelio según Mateo. Allí Jesús viene hablando del juicio a las naciones y en el verso 41, con referencia a los que hacen pecado e iniquidad, dice: Entonces dirá también a los de la izquierda: ¡Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles! Aclaro para que nadie se confunda. Jesús está hablando de un orden protocolar, no de un concepto ideológico. Sabemos que el protocolo real determina que la persona más importante de una reunión, (Aquí es el Señor), se sienta en la cabecera de la mesa, mientras que a su derecha lo hacen aquellos que son considerados de mayor importancia, esto es: las ovejas. A la izquierda, sitio de menor nivel, van las cabras, y a estas es a las que Él se refiere cuando dice a los de la izquierda. Sé que no haría falta aclararlo, pero…se han hecho y dicho tantas barbaridades en el nombre de Dios…

Queda claro: hay un fuego eterno, (Como es, cómo será, dónde está ubicado geográficamente si es que lo está, o es una dimensión desconocida por el momento para nosotros, no lo sé, pero lo que sí sé es que hay un fuego eterno donde irá el diablo y sus ángeles caídos, o sea, demonios, y conjuntamente con ellos, todos los que hayan caído de la consideración del Padre.) Y no es el único texto que habla de ese lugar que nos produce esa mezcla de rechazo y temor. El mismo evangelio de Mateo, pero unos versículos antes, concretamente en el 30, cuando concluye el relato de la parábola de los talentos, consigna: Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Aquí no está hablando de fuego, sino del otro elemento que caracteriza al infierno: las tinieblas. No sabemos lo que es verdaderamente una tiniebla. Siempre que tenemos una máxima oscuridad, alguna luz aunque más no sea lejana, nos aporta algo de sombras. Oscuridad total, nadie sabe lo que es. Y créeme que es mejor seguir ignorándolo.

Dios, en la Biblia, nos advierte del inminente juicio final de todo el mundo. Indefectiblemente y mal que les pese a los cultores de ese liberalismo permisivo infiltrado en las iglesias, serán separados los verdaderos de los falsos. En estas Escrituras es profetizado que antes de aquel notable día del juicio habrá señales claras y obvias. Mateo 24 es un clásico en referencia al día final o a los días finales. En el verso 4, Jesús comienza con algo sumamente valioso para tener muy en cuenta. Dice: Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Vamos a ver; si Jesús nos está advirtiendo que podemos ser engañados, seguramente que Él sabe muy bien que cualquier cosa que el mundo secular nos dijera no nos podría engañar. Es decir que lo que Él de alguna manera preanuncia, es que esos engañadores saldrán de nuestros mismos grupos. Y que no serán voces de esas a las que nadie les presta atención, sino todo lo contrario. ¿Lo quieres más claro?

Sigue diciendo el verso 5: Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Pregunto: ¿Tú eres uno de los que al leer esto has pensado, y hasta dicho en voz alta a quien quisiera oírte, que a ti no te van a engañar con esto, porque tú no serás tan liviano e ignorante para aceptar que cualquiera venga y te diga que es Cristo? Yo lo dije durante mucho tiempo, hasta que un día el Espíritu Santo me ayudó a ver lo que realmente dice este versículo. Dice que vendrán muchos, en el nombre de Jesús, diciendo que son EL Cristo, ¿No es así? bien; ¿Sabes lo que eso significa? Que vienen en el nombre de Jesús, diciendo que son EL Ungido de este tiempo. ¿Verdad que esto te cambia todo el panorama. ¿Verdad que así sí te pueden engañar? ¿No has pensado que quizás ya te han engañado más de una vez con estas palabras? Entiende: cualquier engaño al pueblo de Dios tendrá que venir desde adentro mismo del pueblo. De otro modo, nadie lo creería.

Versos 6 y 7: Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares.

 

Si quieres ser apocalíptico, puedes tranquilamente pensar que las condiciones para su venida están dadas. Porque nos dicen que cuando ese día esté cercano, habrá guerras y rumores de guerras, angustias y naciones en gran confusión, tanto que todas ellas no parecerán encontrar una manera de solucionar sus diferencias de actitud y opinión y en muchos casos decidirán hacer hablar sus armas. Pero también nos dice que habrá terremotos, (Los hay todos los días, en pequeña y mayor escala) y pestes en diversos lugares. ¿Diversos lugares? Está el planeta entero aquejado de una misma peste. El verso 12 concluye con un resultado de todo esto que acontecerá cuando expresa: y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.

Vengo diciendo hace ya bastante tiempo a quien quiera oírme, que esta pandemia con su obvia consecuencia de templos cerrados y congregaciones enteras sin poder reunirse, Ha hecho las veces de un filtro, de una zaranda, donde han podido pasar los creyentes genuinos, pero no los falsos que ya se están yendo a sus lugares naturales, a los que realmente pertenecen. Y a todo esto, muchos de los que todavía quedan, padecen de esto que leemos aquí: se les ha enfriado el amor por el Señor que mostraban hasta no hace mucho tiempo. Y que la maldad se ha multiplicado, creo que no necesitas que yo te lo recuerde. Lo estarás viendo donde quiera que vivas. Mira estos textos que, no por muy conocidos, dejan de ser alarmantes y certeros.

Pablo le escribe su Segunda carta a su discípulo amado Timoteo, y lo previene y advierte sobre algunos pormenores que podrán observarse en lo que él llama como “últimos tiempos”. Cuidado; no estamos hablando de los últimos tiempos de los hombres, que si tomamos como promedio de vida unos 85 o 90 años, últimos tiempos serían ocho o nueve años. Estamos tomando como últimos tiempos de la iglesia, que si tenemos en cuenta que tiene más de dos mil años de existencia y presencia, sus últimos tiempos podrían ser tranquilamente doscientos años.

(2 Timoteo 3: 1) = También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Te pregunto a ti, donde quiera que habites y cualquiera sea tu condición social y económica: ¿No son tiempos peligrosos, estos? Violencia, alcohol, drogas, promiscuidad, delincuencia. ¿Hace falta añadirle más? Son tiempos peligrosos. (2) Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, Un verdadero festival de egocentrismo, hedonismo y narcisismo es este tiempo. Amadores de sí mismos. Avaros, que con tal de hacerse de un centavo más, no dudan en explotar a la gente o de abusar de quienes le sirven. Ahora examina el mundo artístico, deportivo y de la política y dime: ¿Necesitas comprobar vanagloria o soberbia? Y que conste: no dejo a un lado a cierto sector del mundo cristiano. Eso, en algún momento se une a la blasfemia, a la desobediencia en general, a la ingratitud y a la impiedad.

(3) sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, El afecto natural, lo sabes, es ese que brota de ti sin que tengas que hacer ningún esfuerzo. Si tienes que esforzarte para sentir afecto es porque no lo posees, entonces estás dentro de estas reglas. Y eso te vuelve implacable a la hora de juzgar y sentenciar a gente a la cual no fuiste enviado ni a juzgar y mucho menos a sentenciar, algo reservado al Dios de todo poder. Ser así te habrá llevado a la crueldad y, en suma, a aborrecer lo bueno para adoptar lo malo como rutina diaria. (4) traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, (5) que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.

¿De qué estamos hablando aquí? Traidores, impetuosos y todo lo que está escrito en estos textos que van dirigidos al mundo secular, incrédulo, impío y pecador, seguramente. No. No está dirigido a ese mundo que nos rodea, nos presiona y hasta nos invade a diario. He visto a más de un mundano tomar una Biblia para burlarse y descalificarla y terminar cayendo a los pies de Cristo, pero la realidad probada y comprobada nos muestra que la Biblia no ha sido escrita para el mundo, sino para la iglesia. Es decir que todos estos especímenes que son detallados en el verso 4, están adentro del llamado pueblo santo, no afuera. ¿Y qué debemos hacer con ellos?

No dice que los ataquemos, ni que los insultemos, ni que los expulsemos ni que los discriminemos. Dice sencillamente que los evitemos.. O sea: Ellos por allá, nosotros por acá, ni modo de unir el agua y el aceite. Y no nos interesa si esa gente tiene prestigio, fama, dinero, nivel eclesiástico o directamente posiciones de poder. Los evitamos y punto. Recordemos que nuestro justo y gran juez no estuvo, no está ni estará jamás influido por nuestra riqueza o pobreza actual, fama o desgracia, ni por nuestro color de piel, nuestra raza, nuestra casta o incluso nuestro credo. Algún día nos pararemos delante de nuestro gran Creador y Señor para ser juzgados según nuestros hechos. Esa es la única verdad, que como ha sido dicho en todos los planos, es la realidad.

(Mateo 25: 31) = Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, Siempre nos hemos imaginado a este momento con Jesús viniendo en los aires y una legión de ángeles cantando y volando a su alrededor, ¿Verdad? Hermosa visión que muy bien podría ser así, como la imaginamos. Pero también podría ser que quienes acompañen a Jesús no sean ni querubines ni serafines, sino personas. Santos, como dice aquí, separados para el servicio al Reino, y mensajeros, porque esa es la palabra que figura en el original cuando leemos Ángelo. (32) y serán reunidas delante de él todas las naciones; (No dice algunas naciones, o naciones incrédulas, o naciones sometidas, o naciones malas, dice que TODAS las naciones serán reunidas) y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. ¿Qué estará haciendo en el momento de apartar los verdaderos por un lado y los falsos por el otro? Juicio. Esa es la palabra. Y la definición de ese juicio será ubicación. (33) Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

En la eternidad sin fin que está por venir, no habrá ni reloj ni calendario y los siglos no se calcularán. El humo del tormento del pecador y del impío ascenderá para siempre jamás. Al mismo tiempo, el goce, los cantos, el éxtasis y la tranquilidad de los redimidos serán interminables en el cielo. ¡Toma la decisión ahora! Luego puede ser demasiado tarde. 2 Corintios 6:2 lo consigna con claridad. Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación. Tiempo aceptable y día de salvación, son expresiones centrales de nuestra fe hoy y ahora. Mateo 11:28-30 concluye: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

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febrero 25, 2022 Néstor Martínez