Estudios » Crecimiento

Ritual o Poder de Dios

Hemos estado hablando en muchos estudios anteriores de tiempos de cambio, de tiempos de restauración. De una nueva época en la iglesia de Cristo Jesús, en la cual será necesario restaurar todas las cosas.

Dios está enviando una unción apostólica, y cuando hablamos de lo apostólico, tiene que ver con el establecimiento de lo celestial sobre la tierra. Lo apostólico no es un hombre enseñoreándose sobre muchas iglesias.

Lo apostólico es ver a los diseños de Dios descendiendo sobre una generación apostólica, donde cada persona es una persona apostólica, con un destino divino que tiene que llevar a cabo sobre la tierra. Eso es lo que Cristo Jesús va a levantar hoy, aquí y ahora. ¿Estás allí? ¡Sujétate! No a mí, no a hombre, a Jesucristo, rey de reyes, Señor de señores.

Y una de las cosas que está haciendo la unción apostólica, es regresar al principio, regresar a los fundamentos de la Biblia, para que podamos tener, no solamente la gloria de la casa primera, sino como está escrito: que la gloria de la postrera será mayor que la primera.

Hay muchas cosas que necesitan ser restauradas. Ya hemos dicho alguna vez que, si hoy tuviéramos en claro y en nuestras manos el diseño específico y preciso de lo que Dios quiere hacer, la iglesia se encontraría en otra situación y condición.

Y eso por qué: porque hemos extraviado esos diseños, por causa de seguir fiel y ciegamente a estructuras de hombres. Y por esa causa no hemos accedido al nivel de gloria que en forma natural y casi obvia deberíamos disfrutar como iglesia del Señor en la tierra.

Entiende esto: Jesús dio su vida no para que tú, luego, construyeras alrededor de su martirio y sacrificio una nueva religión. Créeme que no lo hizo para que tú, luego, vayas a sentarte cada domingo a un cómodo banco y decir casi con orgullo que eres miembro de tal o cual iglesia importante de tal o cual ciudad importante de tal o cual país importante.

Jesucristo dio su vida para crear una iglesia que fuese el organismo vivo más poderoso y más sobrenatural que el planeta haya experimentado o experimente en el futuro. Tú y yo somos llamados a ser seres sobrenaturales.

Tú y yo somos llamados a ser gobernantes de un Reino que no es de este mundo, y traer los diseños de Dios a la tierra para que esta tierra sea impactada por todo el poder de la gloria de Cristo Jesús.

Jesús nos llama a ser seres sobrenaturales. Él dijo: mayores obras haréis vosotros, porque yo voy al Padre, que las que yo hice cuando estuve aquí en la tierra. Desgraciadamente, esa no es la realidad de la iglesia de hoy.

Hemos visto a hombres y mujeres levantándose en Dios con gran poder, pero es tan sólo una minoría. Y Jesús no pagó el precio por una minoría, pagó el precio por toda una generación. Por un cuerpo, que es la iglesia. Y si somos el cuerpo de Cristo, ternemos que movernos en coordinación con la cabeza. Y si la cabeza es todopoderosa, el cuerpo es todopoderoso sobre la tierra.

¿En dónde hemos estado fallando? ¿En dónde perdimos la herencia espiritual más importante? ¿En qué cosas humanas entró la iglesia para perder el poder de Dios? Dice la palabra que a todo aquel que cree estas señales le seguirán: en mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas, pondrán sus manos sobre los enfermos y éstos sanarán, si comieren cosa mortífera no les hará daño y si les mordiere una serpiente no les pasará nada.

Estas son las señales que siguen a los que creen, pero hoy en día mucha gente dice “yo creo”, pero estas señales no los están siguiendo. Entonces tenemos un problema aquí. O esa persona no está creyendo o esas señales no están viniendo sobre la iglesia por alguna otra razón.

Yo creo que la primera de todas estas razones es la respuesta: no estamos creyendo en lo que deberíamos creer. Hoy Dios quiere hablarnos de una de las verdades esenciales. Dios está restaurando las verdades bíblicas.

Dios está abriendo los ojos, porque solamente desde una unción apostólica y profética podemos ver como Dios ve, podemos ver cómo los cielos ven, podemos entender las cosas como Dios quiere que las entendamos. Hoy quiero hablar de la herencia más importante que Jesús nos dio desde la faz de la tierra.

Una herencia donde se encuentra todo su legado de poder, todo su legado de sabiduría, todo su legado de entendimiento y de todo cuanto se te ocurra. Se trata de la herencia más formidable que gente alguna pudiera recibir de alguien.

Quiero que veas conmigo el capítulo 2 del Libro de los Hechos, la escena que se desarrolla en la iglesia primitiva. Pedro termina de pronunciar un mensaje a partir del cual se han convertido tres mil personas, el día de Pentecostés.

(Hechos 2: 42) = Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, (Fíjate que son los apóstoles los que establecen doctrina, no los pastores.) en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.

(43) Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.

(44) Y todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; (45) y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.

(46) Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, (47) alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.

Quiero que notes la presencia de algunas verdades muy poderosas en este texto histórico que acabamos de leer. Dice que esta clase de iglesia vivía en medio de maravillas, señales y prodigios que eran hechos por medio de los apóstoles.

Dice también que la iglesia primitiva, tenía el favor de todo el pueblo. O sea que, ser cristiano, en aquel entonces, era algo tremendamente maravilloso. El pueblo los veía y algo los hacía brindarles su favor de manera inmediata, eliminando todo temor o desconfianza clásico en aquellos tiempos.

Había algo maravilloso en esta gente, había un nivel de vida, un nivel de luz, había un nivel de amor en ellos que causó que tuviesen el favor de todo el pueblo. Hoy, la iglesia cristiana carece del favor del pueblo.

En muchos casos, dicen: “no, yo mejor prefiero que no sea cristiano mi empleado, porque los cristianos defraudan, los cristianos mienten o se comportan de modo irresponsable.” Y no es toda mentira o exageración.

Yo creo que como iglesia hemos perdido la esencia del cristianismo, hemos perdido el respeto que la iglesia cristiana debe tener, hemos perdido noción de quienes somos, hemos perdido nuestra identidad como seres espirituales. La palabra “cristiano” quiere decir: “pequeños cristos”.

Esta iglesia tenía el favor de todo el pueblo. Y cuando tienes el favor de todo un pueblo, no vas a negarme que se te facilitan una serie de cuestiones que hoy no tenemos facilitadas en lo más mínimo. La gente se pelea por darles ayuda a los hijos de Dios. ¿Es así ahora donde tú vives?

Pero fíjate cómo sigue el texto. Dice que tenían el favor de todo el pueblo, pero luego agrega que, precisamente, porque tenían el favor de todo el pueblo, el Señor añadía cada día a ellos a los que habían de ser salvos.

O sea que, la vida de la iglesia proyectaba de tal manera a Jesucristo, que Él añadía a esa iglesia a todos los que habían de ser salvos. Tenían el favor de Dios. Gozaban de una enorme y maravillosa reputación en su marco social. Había señales, había prodigios, era maravilloso ser un cristiano.

Y ellos hacían algo que produjo este tipo de reacción en el pueblo. Que produjo este tipo de poder en medio de ellos. Porque aquí dice que no solamente las grandes maravillas y prodigios se hacían por medio de los apóstoles, sino que también por intermedio de la gente común, se producían sanidades, liberaciones por una simple razón: las señales seguían a los que creían.

¿Qué hacían ellos que nosotros ya no hacemos? Si pudiéramos entender qué cosa ocurrió entre ellos en aquel tiempo, tranquilamente podríamos hacerlo una realidad en nuestros días. Eso sí; será necesario que nosotros podamos entender de una buena vez, lo que ellos entendieron.

Y lo que ellos entendieron, eran estas cuatro cosas: versículo 42. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. El partimiento del pan constituye, muy probablemente, una referencia a la Cena del Señor como parte de una comida regular.

Cuatro cosas. Cuatro sencillas cosas que transformaron el mundo de su época. Y hoy quiero hablarte de una de estas verdades que son fundamentos sólidos de la iglesia de Cristo Jesús, y es el partimiento del pan que es lo que hoy denominamos como Santa Cena.

Y cuando hablamos de la Santa Cena podemos observar que, en la gran mayoría de las congregaciones, esto se ha convertido en un ritual sin vida. Un simple ritual religioso que en algunos lugares se celebra una vez por mes, en otros una vez al año, en otros cuatro veces al año. ¿Por qué las diferencias? ¡Ah, no lo sé! ¡Pregúntales a sus viejos cabezones gestores doctrinales de sus denominaciones!

¿Y qué pasa, normalmente, cuando en la mayoría de estos lugares toman la Santa Cena? Pues nada. En la mayoría de las congregaciones, más allá de algunos rostros con muecas de santidad (?), no pasa absolutamente nada. Las vidas continúan igual, así que es dable suponer y aseverar que la Santa Cena no ha transformado a nadie en los últimos años.

No fue así en la iglesia primitiva porque ellos cultivaban la doctrina de los apóstoles, y ellos enseñaron la esencia verdadera de la Santa Cena. La forma en que Jesús nos la dio. Juan capítulo 6. Ahí vamos a ver a Jesús estableciendo esta tremenda herencia en medio de su pueblo.

Hubo mensajes de los que Jesús pronunció, que iban a traer división. Que en la forma en que fueron expresados, hicieron que muchos de los discípulos ya no le sigan. ¿Por qué? Porque Jesús quería entregarles la herencia más poderosa a aquellos que estuvieran seguros que iban a seguirlo a Él.

Esta no era una herencia que pudiera caer en cualquier gente. Después de oír este mensaje, muchos dejaron de seguirle. Pero los que sí lo siguieron, entraron en una dimensión de poder que es la que Dios quiere que tú y yo tengamos.

La gran pregunta que hoy se hace la iglesia, hoy, es cómo podemos hacer las obras de Dios. Mayores cosas haréis vosotros, por cuanto yo voy al Padre. Y esta era la pregunta que la iglesia primitiva también le hacía a Jesucristo: ¿Cómo podemos hacer las obras de Dios?

Entonces, aquí se encuentra el pueblo de Israel observando a Jesús que acaba de hacer un gran milagro. Acaba de multiplicar los panes, y Jesús entonces les dice que ellos no lo están siguiendo por las maravillas que hizo, sino porque les ha dado pan y se saciaron.

(Juan 6: 27) = Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.

Trabajad, no por la comida. Hace ya mucho tiempo que vengo compartiendo contigo estudios donde te he mostrado que Dios está buscando que en estos tiempos sus hijos dejen de lado las cosas de este mundo, las cosas materiales, y Él lo hace hablando de cosas más profundas, como es la comida. La comida que no perece. Trabajar no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece.

(28) Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?

Esta es la gran pregunta: ¿Qué tengo que hacer para hacer las obras de Dios? A Jesús le preguntaban: ¿Cómo haces tú las obras de Dios? Y Él les respondía: El Padre en mí es el que hace las obras. El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.

Y ahora se juntan alrededor de Jesús, habiendo visto esta gran multiplicación de panes, y le dicen: Señor, enséñanos, ¿Qué debemos hacer para hacer las obras de Dios? Y Jesús va a responder con el sermón que sacude la historia de la iglesia. Va a responder con la herencia más importante que Él nos pueda dejar, y donde está la clave para hacer las obras de Dios.

(29) Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

O sea que, la obra de Dios es que nosotros creamos en el que Dios envió. Pero resulta ser que creer en Jesús no se limita a creer que Él está sentado a la diestra del Padre. Todas las denominaciones cristianas y pseudo cristianas creen que Jesús está sentado a la diestra del Padre.

Esto no es a lo que Jesús se refirió. Jesús dijo: Si queréis hacer las obras de Dios, tenéis que creer en mí. Y ahora va a explicar qué significa creer o qué quiere Jesús que nosotros creamos. Entonces empieza a hablar del maná y dice que Él es el pan que descendió del cielo. Y ahí comienza a desplegar un sermón que va a traer una tremenda enseñanza destinada al entendimiento lógico de todos sus discípulos.

(Verso 51) = Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.

(52) Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

(53) Jesús les dijo: de cierto, de cierto os digo, si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.

La iglesia cristiana, en un afán de contrarrestar la tremenda herejía de la transubstanciación, se ha pasado de largo. ¿Y por qué digo herejía de la transubstanciación? Porque el origen de esta doctrina no viene de Dios, sino que es un ritual egipcio que se infiltró en la iglesia primitiva.

Cuando Jesús quiere convertir algo en algo, lo hace. ¿Cuántos creen que Jesús convirtió el agua en vino en las bodas de Caná? ¿Cuántos han creído, en cambio, que esa agua siguió siendo agua y que ellos, tanto como para quedar bien con el nuevo profeta, decían ¡Oh, qué buen vino!?

Si Jesús quiere convertir algo en algo, lo puede hacer. Él es Todopoderoso, Él lo demostró. Cuando quiso convertir las aguas en una senda sólida, lo hizo. ¿O no caminó sobre las aguas? No tiene ningún problema en cambiar los elementos de la naturaleza en otra cosa.

O sea que lo que estoy queriendo decirte es que si Él quisiera que el pan se convirtiera en un pedazo de carne, lo haría sin problemas. Y si quisiera convertir un vaso de vino en sangre, tampoco le costaría ningún esfuerzo. ¿Es coherente con lo anterior lo que te digo, o no?

Jesús es suficientemente poderoso para hacer lo que quiera hacer y punto. La iglesia evangélica, y desde el principio de la reforma, empezó a levantarse grandemente en contra de las doctrinas católicas romanas. Y en base a eso, de una de las cosas que la iglesia evangélica se distanció totalmente, fue de la Santa Cena. Y la convirtió en un ritual no sólo sin vida, sino también sin forma.

Como no creemos en la transubstanciación, entonces creemos que esto es solamente un símbolo, y lo comemos para recordar el viejo pacto que tenemos con Dios de salvación, y luego seguimos como si nada nuestras diarias rutinas de vida.

Es así que solamente lo convertimos en un recordatorio de un viejo pacto, por lo que aquella comunión real no sólo perdió su esencia, sino que además también perdió su vida, en el momento de la reforma.

Quiero que recuerdes que los tiempos de la reforma, en el siglo dieciséis, no tenían unción ni profética ni apostólica. Era, simplemente, una pequeña luz que vino del cielo, para sacudir a un remanente y hacer que saliera de las abominaciones del oscurantismo que se estaba dando en Europa.

Entonces, dice Jesús: De cierto os digo, si no coméis mi carne y bebéis mi sangre, no tenéis vida en vosotros. Tenemos que recordar algo que seguramente has estudiado conmigo en algún momento. Somos seres tripartitos.

Yo soy un espíritu. Tú eres un espíritu. Cuando dios te habla, le está hablando al espíritu que mora en ti, no a ti humano, carne, huesos, polvo. Tú has salido de Dios. Tú eres espíritu. Tu persona espiritual es quien realmente tú eres.

Vivimos dentro de un cuerpo. Y pensamos, tenemos sentimientos y emociones a través de un alma. Pero, esencialmente, soy espíritu. El hombre, y muy particularmente el cristiano, vive en dos dimensiones.

El Reino de Dios no es de este mundo. El Reino de Dios es una realidad invisible que está en medio de nosotros, alrededor de nosotros, en él nos movemos, estamos y somos. La realidad realmente verdadera, lo que permanecerá para siempre, es el Reino de Dios.

Todo lo material que tú ves alrededor tuyo, pasará, perecerá y dejará de existir. Pero todo lo espiritual que hay en nosotros, permanecerá para siempre. Entonces, la realidad verdadera, es el mundo espiritual. Yo soy un espíritu.

Ahora, Jesús está diciendo: el que come de mi carne y el que bebe de mi sangre, tiene vida en sí mismo. Y si tú no comes ni bebes, no tendrás vida en ti .Cuando alguien toma los elementos de la Santa Cena, lo que vemos es vino, fruto de la vid. No es otra cosa que fruto de la vid.

Mi naturaleza material, mi carne, mi boca, mi sistema digestivo, al tomar esto, estará tomando fruto de la vid. Todo mi ser, clínica y genéticamente, no va a reconocer en lo que tomo hemoglobina, va a reconocer jugo de uva, mosto o como se llame la esencia del vino literal.

Mi cuerpo, entonces, está tomando jugo de uva, que normalmente llamamos vino. Pero resulta que yo no soy carne. Yo soy un espíritu. En el mundo espiritual, entonces, al consagrar este fruto de la vid, mientras mi cuerpo natural está tomando vino, mi espíritu, literalmente, está bebiendo la sangre de Jesús.

Al comer yo el pan, estoy comiendo precisamente eso: pan. No estoy comiendo un filete o bife de carne. Es pan. Mi cuerpo natural, come pan. Pero mi espíritu, literalmente, está comiendo la carne de Jesús. La realidad espiritual se hace real y verdadera, al yo participar de este acto.

Jesucristo quiere legarnos el mismo poder y la misma vida que estaba en Él. Jesús venía para ser establecido como la cabeza de un gran cuerpo, pero ese cuerpo y esa cabeza, tenían que ser de una misma esencia espiritual. Entonces Jesús está hablando de esa esencia y de ese cuerpo espiritual, y dice:

(53) Jesús les dijo: de cierto, de cierto os digo, si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.

(54) El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

¿De qué está hablando Jesús? ¿Qué es la vida eterna? La vida eterna no es que tú nunca te vayas a morir y que vivas por siempre, por siempre y por siempre. La vida eterna es la vida de Dios, que es eterna, Él es la eternidad, Él es la vida y nunca muere, y cuando esa vida eterna penetra al hombre, al espíritu del hombre, es esa vida eterna la que está penetrando tu espíritu, para darle vida eterna a tu espíritu.

Cuando comes la carne de Jesús y bebes su sangre, estás comiendo y bebiendo vida eterna. Cuando tomas esa sangre, todo tu cuerpo espiritual comienza a impregnarse de esa vida eterna. Porque la sangre de Jesús penetra todo tu espíritu, y comienza a vivificar cada área de tu espíritu.

Y de tu espíritu empieza a traspasarse a toda tu alma, el poder de la sangre de Jesús que comienza a invadirte. Y no estoy hablando de un pequeño sorbo de buen vino que te bebes como ritual una vez por mes o dos veces al año, sino verdadera bebida que estás bebiendo y que va impregnando todo tu ser espiritual, todo tu ser anímico y todo tu cuerpo.

(Verso 55) = Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida.

(56) El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece y yo en él.

Lo que quiero que veas es que, cada vez que Jesús va a traer una verdad del Reino espiritual, y nos las va a hablar en forma de palabras que podamos entender, el Espíritu Santo en Él va a escoger con sumo cuidado las palabras que representan esas verdades espirituales.

Jesús está hablando de esta vida, de este comer, y está usando símbolos cotidianos. Comer y beber, es algo que hacemos todos los días. Para que tu cuerpo natural viva, necesitas comer y beber. No podría vivir tu cuerpo natural si comieras un pequeño trocito de carne, y bebieras un pequeño sorbo de agua, dos veces al año o una vez por mes. Tu cuerpo se moriría.

Jesús está usando términos cotidianos, porque está tratando de darnos una verdad eterna, y es la verdad en donde está radicada la herencia más importante para nuestro cristianismo. El que come mi carne y bebe mi sangre, esta es verdadera comida, esta es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece.

Tercer verbo cotidiano. Permanecer significa: estar en algún lugar todos los días. Dice que la iglesia primitiva, partiendo el pan en las casas, ¿Cuándo? Todos los días. ¿Cuántos de ustedes han leído y entendido esto? ¿Cuándo comían y partían el pan? ¡Todos los días! ¿Y en dónde lo hacían? ¡En las casas!

A esto no lo estamos viendo en lo que nosotros llamamos iglesia, hoy. Por eso es que Jesús está enseñando hoy una verdad espiritual que va a cambiar todo nuestro sistema espiritual, toda nuestra alma y todo nuestro cuerpo.

Estamos diciendo ya desde hace mucho tiempo que no es lo que hablamos lo que tiene poder, sino desde qué lugar lo estamos hablando. Desde dónde lo estamos hablando. Y tomamos como ejemplo a los hijos de Esceva, que intentaron echar fuera un demonio, diciendo: “¡En el nombre del Jesús que predica Pablo, te echamos fuera!”

Conoces el final de la historia. El nombre de Jesús no funciona si no estás invadido de la presencia real de Jesús. No funcionó en el caso de los hijos de Esceva. Y no funciona en los hechiceros que nombran a Jesús o a Dios para sus trabajos de ocultismo, ni en los personeros de la Nueva Era que también quieren usar Su nombre o el de los ángeles para sus trabajos.

Entonces, no es de lo que estoy hablando, sino desde qué realidad espiritual lo estoy haciendo que el nombre de Jesús toma poder para hacer la obra que tiene que hacer. Lo mismo sucede cuando se habla acerca de la sangre de Jesús.

Hoy nos enseñan a repetir como papagayos: “¡En el nombre de Jesús! ¡En el poder de la sangre de Jesús! ¡Me cubro con la sangre de Jesús! Y le hablamos a los demonios y les decimos: “te aplico la sangre de Jesús” pero, en la gran mayoría de nosotros, estamos vacíos de la sangre de Jesús en nuestro espíritu.

Entonces, el temor sigue manifestándose, y tenemos tan poco poder porque una cosa es lo que decimos y otra lo que somos. Haz una prueba allí donde te encuentras. Levanta tu mano derecha lo más alto que puedas. Déjala así hasta que yo te diga. No la muevas ni la bajes.

Quiero avisarte que si la dejas así por espacio de diez minutos, vas a comenzar a sentir un tremendo dolor en tu brazo. ¿Sabes por qué? Porque está dejando de llegarle sangre. Primero se va a dormir y luego a paralizar. Y si lo dejas así por un día, se te hará una gangrena y tendrán que cortarlo. ¿Y todo por qué? Porque ha dejado de recibir ese líquido vital llamado sangre.

Esta es la vida cristiana que llevamos hoy en día. Pretendemos subsistir con palabras, pero sin tomar la esencia vital que está detrás de esas palabras. El que bebe de la sangre de Jesús, bebe la vida eterna. ¿Estás empezando a entender por qué?

Le estás comenzando a dar vida a tu espíritu. Esa vida comienza a traslucir a través de tu mente, invade tus pensamientos, las intenciones de tu corazón. Empieza a modificar todo porque esa sangre está viva. La vida de Jesús está en su sangre, y cuando bebes de esa sangre, todo tu ser se impregna de Su esencia.

Si hay cualquier dolencia, cualquier enfermedad, la sangre de Jesús comienza a absorber en ella misma cualquier enfermedad que esté en ti. Jesús quería darnos la mayor herencia que pudiéramos tener: una generación de gente a la cual, viéndolos, los demás dijeran: hay algo especial en ellos.

El mundo te miraría y diría: algo está manando de él, algo que yo no tengo, algo diferente. ¿Por qué? Porque en la sangre de Jesús está la luz. Dice que Él es el Verbo. Y la Vida era la luz de los hombres. Y la luz en la tiniebla resplandece y las tinieblas no pudieron prevalecer.

Cuando todos los días la gente se acerca a los laboratorios bioquímicos para realizarse diferentes baterías de análisis, ignoran que en una gota, en una simple gota de su sangre, hay un grado de información genética y patológica superior en millones a su propio tamaño.

No sería la primera vez que un laboratorista tiene problemas para leer los contenidos de la sangre de un creyente genuino. Hay una realidad espiritual que se trasluce al cuerpo. Se llama luz. Y la luz es revelación de Dios y va a inundar toda tu mente, y va a echar fuera toda confusión.

La luz te va a traer los diseños de Dios. La luz es la revelación que te va a hablar. La sangre de Jesús te va a hablar. Dice la Palabra que la sangre de Jesús habla más que la sangre de Abel. Porque la sangre de Abel hablaba para venganza, pero la sangre de Jesús habla para misericordia, para redención, para decirte que todavía puede hacer algo poderoso contigo, para decirte que el diablo no tiene el poder, sino que el poder lo tiene Cristo. La sangre de Jesús comienza a hablar cuando todo tu ser está inundado de su esencia.

No es un asunto de fórmulas, es un asunto de autoridad real. No es lo mismo decir “La sangre de Jesús”, que tu ser todo esté impregnado de Su sangre. Entonces, la voz de fe se une a la sangre que está en ti y el poder tremendo sale y vence lo que se le cruce por delante, sin excepciones.

Él dijo: mi carne es verdadera comida, y: mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Quiero que ahora veas a uno de los grandes detonadores de la oración. ¿Qué dice Juan capítulo 15, donde Jesús habla de la vid?

Dice: Yo soy la vid y vosotros sois los pámpanos. Y luego dice: si vosotros permanecéis en mí y yo en vosotros, pedid todo lo que queráis al Padre, y yo lo haré. ¿Qué tengo que hacer, entonces, para permanecer en él? El que comiere de mi carne y bebiere de mi sangre, en mí permanece, y yo en él.

Entonces la oración ya no es una oración de alguien que se está quejando, ya no es una oración vacía de una mente que está queriendo pedirle cosas a Dios, sino que es una oración unida, que sale del Espíritu de Dios, que sale desde Cristo mismo, fluyendo la vida eterna.

El que se ha unido a Jesús, un espíritu es con él. La vida está circulando, está permaneciendo en él. Y entonces, el poder de intercesión de Jesús empieza a hablarte a través de la sangre. Y allí es donde puedes pedir todo lo que quieras, y el Padre lo hará.

Los hijos del Reino tienen el poder para bajar cualquier cosa desde los cielos a la tierra. Cuando entendemos los principios de la más grande herencia que Jesús nos dio. La más grande herencia no fue llenarnos de Biblia, la más grande herencia no es que vayas al templo.

La mayor herencia es que comas de su carne y bebas de su sangre. ¿Cuándo? Todos los días, para que puedas permanecer en Él y Él en ti. Verso 57. Recuerda que estamos contestando la pregunta que le hicieron a Jesús: maestro, ¿Qué tengo que hacer para hacer las obras de Dios?

(Verso 57) = Como me envió mi Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.

(58) Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.

¿Cómo lo envió el Padre viviente? El padre viviente lo envió siendo la vida eterna, unido a su naturaleza humana en el óvulo de María. Él decía: el Padre en mí es el que hace las obras. Es la sangre. La vida se encuentra en la sangre.

Y para que el óvulo de María pudiese ser engendrado, el Espíritu Santo trajo la sangre del Padre, la vida del Padre, porque solamente el varón puede heredar la sangre. El único impartidor de sangre es el hombre, no la mujer.

La sangre descendió del Padre y penetró el óvulo de María, para que la vida del Padre fluyera y viviera a través de él. Por eso Él dice: el que me ha visto a mí, ha visto al Padre. De la misma manera que el Padre me envió, el que come de mi carne, yo también viviré por él. Y haréis las mismas obras, y aún mayores, porque yo voy al Padre.

Él decía: no hago nada que no vea hacer al Padre; no digo nada que no oiga hablar al Padre. De la misma manera. De la misma manera. Por eso Jesús les habló a sus discípulos, y les dijo: El mundo no me verá más, más vosotros me veréis. ¿Por qué? Porque el comer de su carne y beber de su sangre va a abrir los ojos espirituales.

Cuando Jesús sale de la tumba y resucita, dice que iban dos de sus discípulos por el camino de Emaus. Y dice que se apareció en medio de ellos y comenzó a hablarles de las escrituras, pero ellos no lo reconocían. Pero dice: cuando llegamos y partió el pan, nuestros ojos fueron abiertos, y vimos que era el Señor.

Cuando comes el pan, los ojos espirituales se abren. Ellos decían que sentían cómo el espíritu se movía dentro suyo cuando él hablaba, pero sólo lo vimos cuando el pan se partió. De la misma manera. De la misma manera. ¿Quiénes, unos cuantos? ¡No, la iglesia toda!

Cuando dijo que el mundo no lo vería más pero vosotros, dijo, me veréis, ¿A quién se refirió? A la iglesia toda. Por eso Juan decía: todo el que peca no le ha visto ni le ha conocido. A esto lo escribió mucho después de la ascensión.

El mundo no me verá más, pero vosotros me veréis. Porque el que tiene la vida del Padre, la sangre está contenida en la vida del Padre. La vida y la sangre abren los ojos para que veas. En 2 Corintios 3, dice que donde está el Espíritu de Dios, allí hay libertad.

Y no me refiero a cantar, saltar, batir palmas y dar aullidos de júbilo. Estoy hablando de un nivel de libertad que solamente la vida y la sangre, operando juntas pueden producir en cada uno de nosotros. Donde está el Espíritu de Dios hay libertad para mirar a cara descubierta la gloria de Dios.

Hoy todavía se predica, erróneamente, que el hombre tiene la imagen de Dios. Cuidado; Adán perdió la imagen de Dios cuando pecó. Por eso es que dice que necesitamos ser transformados a su misma imagen.

¿Y cómo somos transformados en su misma imagen? Mirando a cara descubierta la gloria de Dios. Allí es donde tu espíritu comienza a ser transformado de niño a hijo glorioso de Dios. La sangre tiene el poder para abrir. La sangre abre.

Donde hay muros o impedimentos, la sangre tiene un poder abridor. La sangre abrió el infierno para que Jesús saliera con la victoria de la cruz. La sangre abrió la tumba para que Jesús resucitara. Dice la Palabra que por la sangre del pacto eterno Jesús resucitó de los muertos.

La sangre derramada, cuando el Padre la recibió en el arca no hecha de manos, en los cielos, esa sangre empezó a hablar. La sangre de Jesús habla. Y su sangre hablaba de la redención de todos nosotros. Por la sangre del pacto eterno fue resucitado Jesús.

La sangre tiene un poder que abre donde nada puede ser abierto. La sangre abrió la tumba, la sangre removió la piedra, y dice la Palabra que la sangre abrió los cielos para que nosotros pudiésemos llegar al trono de Dios.

El que tenga su entendimiento, abra su entendimiento. Porque Jesús no abrió los cielos para que nosotros digamos: ¡Oh! Se han abierto los cielos y yo aquí abajo, en la tierra! La sangre sigue abriendo los cielos, para que seas arrebatado aquí y ahora.

En el mundo espiritual existe la ley de los opuestos. Por la muerte Jesús conquistó la vida. Lastimando, lacerando todo su cuerpo, conquistó la sanidad. Cuando el pan es partido, entonces, el poder que parte, es el mismo poder que amalgama el cuerpo de Cristo.

La razón por la cual la iglesia está dividida en toda la tierra, es porque perdimos la mayor herencia que amalgama y une al cuerpo de Cristo. Y perseverando en la doctrina de los apóstoles, en comunión los unos con los otros, partiendo el pan y en las oraciones, el Señor hacía grandes milagros y prodigios.

Cuando el pan es partido, el cuerpo se empieza a amalgamar. El pan no solamente simboliza el cuerpo de Cristo de este tiempo, también consigue que tú dejes de hacer obra de hombre disfrazada de obra de Dios y empieces a hacer exactamente lo que Dios quiere que tú hagas.

Entonces tú tienes una visión cierta respecto a ir a un lugar que no conoces y ¿Qué haces? Empiezas a hablar con uno y con otro para ver si consigues algún contacto que te facilite la entrada a ese lugar. ¿Sabes qué? Obras de la carne. Dios las aborrece aunque parezcan buenas.

¿Qué quiero decir con esto? Que sí tú vas a hacer algo que Dios te manda hacer, no tendrás que buscar contactos ni rudimentos humanos; Dios lo hará como Él quiera. Y así como profetizó y cubrió de carne aquellos huesos secos transformándolos en un cuerpo, así lo hará contigo y con tu ministerio.

(1 Corintios 11: 23) = Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; (24) y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.

Esto es mi cuerpo, que por vosotros es partido. Quiero que oigas esto en el espíritu. Tú eres Jesús, tu cuerpo está muerto en la cruz, molido, horadado, traspasado. Esto es mi cuerpo, que por causa tuya fue partido.

Cuando vemos cada herida en Jesús; cuando vemos cada parte de su desfiguración, porque en cada parte en que su sangre fue derramada, hay un poder diferente, y en cada parte de esas heridas, las heridas tienen un nombre, y en ese nombre están tus pecados.

Esos son tus propios clavos. Todos esos pecados están en las llagas de Jesús. Tú miras tus pecados y sabes qué sabes. Esto es lo que has hecho. Y a esto se refiere cuando dice que este es su cuerpo que por tus pecados es partido.

Pregunto: ¿Cómo puedo yo mirar a Jesús y saber perfectamente que cada llaga, que cada lastimadura de los clavos, que cada herida por látigo, es producto de mi pecado? ¿Cómo puedo mirar y saber todo eso y después darle la espalda y volver a cometerlos sin la menor preocupación?

Cuando la iglesia primitiva partía el pan, de inmediato tomaban conciencia que a ese cuerpo, partido, lo habían hecho pedazos ellos mismos con sus pecados, sus comportamientos y todas esas cosas que en el mundo están tan bien vistas, aceptadas y hasta promocionadas.

Por eso es que Él dice: haced esto, en memoria de mí, tú y yo sabemos esto; y por es que podemos vivir en una forma diferente. ¡Hermano! ¡Yo quisiera llevar esa vida santa de la que usted me habla, pero no puedo! ¡Estoy atado a pecados y vicios!

Hermano amado. Hermana amada. Hay poder para vencer todo pecado. ¿Me entiendes bien? ¡Todo pecado! Cuando comes el pan, estás comiendo el mismo poder de Jesucristo, que venció al pecado en la cruz del calvario. Estás tomando la vida que derrotó a Satanás. Estás tomando del poder que deshace el cuerpo del pecado dentro de ti.

¡Pero hermano! ¡Es que yo quisiera amar a mis enemigos, quisiera poder perdonar a esa o esas personas que me lastimaron, me humillaron, me violaron, me destrozaron la vida! ¡Quiero seguir a Jesús, pero vivo atormentado o atormentada por mi pasado!

Cuando bebo de la sangre de Jesús, está el perdón más maravilloso. Y tú también puedes decir, entonces: perdónalos Padre, porque no saben lo que hacen. Y cuando bebo de su sangre, el amor más grande que fue manifestado en la cruz en la que Jesús murió por mí, me invade, me embarga y me acuna.

Y esa sangre comienza a circular por mis venas. Entonces no solamente soy capaz de perdonar a los que me han herido, sino que hasta soy capaz de amarlos como Jesús me amó a mí, que por ignorancia le hice a Él las mismas cosas que ahora me están doliendo a mí.

El amor es valiente, el amor es poderoso, el amor se abre camino donde no hay camino. Y cuando bebo de su sangre y como de su carne, estoy bebiendo de ese mismo amor que fue derramado en aquella cruz, por mí.

No necesitas depender de hombres. No necesitas depender de sesiones de liberación. Necesitas depender de Cristo. Y comer y beber de su cuerpo y su sangre, porque cuando lo haces, los demonios saben muy bien qué es lo que ha entrado en ti. Y no les queda otro camino que irse.

Porque en esta sangre está contenida toda la victoria que deshace todas las obras del mal. Y el diablo le teme a esta sangre, y cuando tú tomas de esta sangre, en el poderoso nombre de Jesús pasas a tener el poder para vencer lo que se te cruce por delante.

(Verso 25) = Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.

(26) Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.

¿Y sabes qué hacemos los cristianos? Tomamos la Santa Cena y decimos: anunciamos la muerte del Señor. ¡Amén! Cuando el Señor te llama a anunciar el evangelio, ¿Te paras en una plataforma y dices: “Este es el evangelio de Jesucristo” y luego te bajas?

¿No, verdad? Normalmente, mal, regular o bien, tú hablas de ese evangelio. Anunciar la muerte del Señor es lo que termino de hacer en este trabajo. Todas las veces que lo comieres y lo bebieres, habla de la muerte del Señor.

Conforme a la escritura judía, esto que aquí está escrito significaba revivir lo que había sido hecho. Revivir lo hecho. Eso es lo que se nos manda hacer en memoria de Él. Anunciar su muerte. Anunciar qué fue lo que hizo Jesús, y qué es lo que significa su muerte en la cruz. Por todos tus pecados, por todas tus enfermedades, por todas tus dolencias.

(Verso 27) = De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.

(28) Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa.

(29) Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.

(30) Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.

¿Puedo decirte algo doloroso pero cierto? Esta es la condición actual de la iglesia. Una iglesia que perdió la esencia. Una iglesia que está haciendo un ritual. Una iglesia que come religiosamente y bebe religiosamente la Santa Cena, y continúa en sus propios pensamientos y continúa en sus propios caminos, sin discernir el cuerpo del Señor.

El juicio del Señor está sobre la casa de Dios, trayendo debilidades, enfermedades y muchos duermen. Dios va a levantar a una iglesia sana. Una iglesia que no nos haga pensar que Dios necesita médicos o psicólogos. Una iglesia que nos deje bien en claro que los médicos y los psicólogos necesitan a Dios, que no es lo mismo aunque suene parecido.

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

enero 1, 2015 Néstor Martínez