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Principios de la Fe

Nuy a menudo suelo escuchar expresiones de creyentes fieles que me dicen algo así: “Hermano, yo tengo fe, me sobra fe, pero no siempre veo resultados. Le pido al Señor que me más de su Espíritu, porque eso es lo que necesito. No pido fe, porque fe tengo; pido ser lleno del Espíritu, porque eso es lo que me falta…”

Hay tres franjas bien definidas en el pueblo de Dios: 1) Los que han alcanzado madurez. 2) Los que están en un proceso de madurez. 3) Los inmaduros que ni siquiera se dan cuenta que lo están. Sus oraciones, obviamente, estarán condicionadas a su estado.

Fe y Plenitud espiritual parecerían ser, a primera vista, una misma cosa. Es más: los que por comodidad, (No se trata de culturosidad ni nada por el estilo), no acuden a la Palabra no han podido comprobar que la Biblia, dueña de todas las respuestas a todos los interrogantes, también es fiel con relación a esto. No se trata de que usted se crea lo que le contaron; se trata de que crea lo que dice la Palabra.

(Hechos 6: 1)= En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquellos eran desatendidas en la distribución diaria.

Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos y dijeron: no es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios; para servir a las mesas.

Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos este trabajo.

Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra.

Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquia; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes orando, les impusieron las manos.

Fíjese que en este pasaje, tenemos una pincelada de la organización de la iglesia primitiva. Hoy día muchas cosas han cambiado. Algunas, porque los tiempos han cambiado, – es cierto -, y otras porque los hombres, o bien han querido aportar de lo suyo para ayudar a Dios, o bien porque se han mecanizado, han adquirido una especie de rutina eclesiástica. Los resultados, – esto es: los frutos -, fueron y son consecuencia de eso.

Fíjese que lo primero que hacen los apóstoles es fijar una posición: ellos no fueron llamados al ministerio, por Jesús, para ocuparse de menesteres administrativos o humanos, sino para ministrar la Palabra. Eso indica una convicción del ministerio que, en muchos casos, no tiene correlato con algún sector del liderazgo actual.

Segundo: demandan levantar servidores capaces de ocuparse de estos servicios auxiliares. ¿Qué exigen? Nada físico, estructural, intelectual o concreto: que tengan buen testimonio (Esto se sigue respetando), que estén llenos del Espíritu Santo (En muchos sitios, esto pasa a un rol secundario y en otros, increíblemente ni se tiene en cuenta) y que tengan sabiduría, (Esto se cumple a medias y no parecería ser requisito indispensable).

Sin embargo, lo más valioso de todo esto, es que ellos no fijan una posición de liderazgo encumbrada, pese a que nadie se los hubiera discutido si lo hubieran hecho; ¡Habían convivido con Jesús! Ellos no se muestran más espirituales ni dignos de privilegios. Ellos dicen que mientras se cubren estas vacantes, persistirán en la oración y el ministerio de la Palabra.

Pero el nudo de esta cuestión está en la mención que se hace con respecto a la elección de Esteban. La Biblia no repite conceptos sinónimos a menos que haya un regio motivo para hacerlo. Y aquí dice que Esteban era un varón lleno de fe y del Espíritu Santo.

No una cosa como obligada consecuencia de la otra, sino ambas dirigiendo al creyente a un mismo punto. Entonces la pregunta, es: ¿Qué tiene mayor importancia? Hay diferencias hasta doctrinales al respecto. Unos, sostienen que con la fe es suficiente. Otros, que basta con ser llenos del Espíritu Santo y que todo lo demás no interesa.

Yo no opino sobre esto. Mi opinión no le interesa al Señor. Él ya opinó y se terminó el asunto. Pero algo le puedo decir: jamás los extremos serán sabios. El equilibrio es el principio de la sabiduría. Mire la estructura de la Creación.

¿Es importante la fe? Que le responda la Biblia, así no me meto dentro de ninguna camisa con talle menor al que uso. Y si quiere, que empiece a contestarle desde la única escritura del Antiguo Testamento que habla de eso, un texto que ha dado base a algo que normalmente repetimos, pero que non todos saben desde donde arranca.

(Habacuc 2: 4)= He aquí, (Le responde Jehová al profeta), que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.

Es lo suficientemente contundente como para que no queden dudas. La vida, esta natural y corriente y la Eterna, la futura, además de la espiritual, están condicionadas a su fe. Sin esa fe, usted tendrá menor o nula calidad o posibilidad de vida en el reino, y caerá fácilmente en lo que a menudo se puede ver: almas orgullosas. De obras, de logros, de ministerios y hasta de milagros.

Con fe o sin fé, ¿Será igual? No lo creo. Ya ha sido dicho en innumerables ocasiones. Quizás lo hemos tomado como muletillas religiosas producto de costumbrismos templistas, pero no deja de ser verdad: Sin fe, es imposible agradar a Dios. Entonces la gran pregunta, es: ¿Qué sucede cuando se tiene poca fe?

Mateo 8. Los discípulos estaban en la barca. Se desata una tempestad. Ellos empiezan a esforzarse por controlar las cosas. Jesús duerme; mientras el viento aúlla y todo se mueve enloquecidamente. Él duerme como si nada. Diferencias de poca fe a mucha fe.

 Llega un momento en que las cosas se les van de las manos a los muchachos y ellos, francamente asustados por lo que no pueden dominar, zamarrean al adormecido Jesús para que los saque del problema.

(Mateo 8: 26)= Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza.

Acá tiene una respuesta. La poca fe produce temor. Jesús no arrojó cuerdas, ni tomó el timón, no acomodó las velas. No hizo nada con su cuerpo. Usó las armas espirituales y su fe. Sólo eso. Y fue más que absolutamente suficiente.

Otra. También en el mar. También con tormenta. Y los discípulos, otra vez asustados. Aquí Jesús va en su ayuda caminando sobre las aguas. Lógico: ellos no podían creer lo que veían. Pedro, el más díscolo, el más curioso, pero también el más veterano en ese terreno quiso convencerse que no estaban viendo visiones.

“¿Eres tú, señor? – Sí, Pedro, Yo Soy. – ¿Y como puede ser que estés caminando por encima del agua? ¡Eso es imposible! – Pedro…si quieres…tú también puedes hacerlo… – ¿Yo, señor? ¿De verdad? Bueno…da tú la orden para que yo vaya y yo iré…” ¿Cuántos saben que Pedro se envalentonó? “¡Bravo Pedro! ¡Ven..!”

Lo que sigue, es historia conocida. Pedro partió como para caminarse el Mediterráneo, el Atlántico, el Pacífico, el Ártico y todos los océanos conocidos, pero de pronto la lógica humana lo traicionó. Miró hacia abajo y pensó: ¡Esto no puede ser posible! ¡Yo estoy soñando! ¿Cómo voy a caminar por sobre el agua? Allí se empezó a hundir y Jesús lo tuvo que sujetar.

(Mateo 14: 31)= Al momento, Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

Otra lección: la poca fe, produce duda. ¿Cuántas veces en el día, el pinchazo de alguna duda sobre algo que usted no puede manejar, le clava su aguijón en el alma? Bueno; son las mismas en que su fe es poca.

Marcos, relatando la misma anécdota de Mateo 8, agrega una palabra que parece a primera lectura, un sinónimo, pero que sin embargo, cuando se la examina desde otro ángulo, presenta otras implicancias.

(Marcos 4: 40)= Y les dijo: Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?

La diferencia está en que el miedo, el temor o el terror, paralizan. Pero estar o vivir amedrentados, es como adoptar una mentalidad de derrota. ¿No está viviendo así, hoy, una buena parte del pueblo de Dios? ¿Cómo es que no tienen fe?

Ahora voy a brindarle la opuesta, la contraria. Pregúntese: ¿Qué es lo que produce la fe? En su carta a los Efesios, capítulo 6, Pablo detalla fase por fase una armadura que Dios pone a disposición de sus hijos para que peleen la buena batalla, ¿La ha visto? Mire:

(Efesios 6: 16)= Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.

LA fe es un escudo. ¿Usted recuerda como era el escudo romano? Largo, cubría al soldado, que iba vestido con yelmo  y coraza, de su cabeza a sus pies; era de cuero humedecido y eso permitía que si le arrojaban flechas incendiarias, el fuego se apagara inmediatamente de clavada la saeta en el escudo.

Ahora bien; Usted se preguntará que podría suceder si alguna flecha lograba filtrarse, de alguna manera, por el costado. Examinar esto a la luz de la Palabra, resultaría innecesario, ya que allí dice que el escudo permitía apagar todos los dardos del enemigo. ¿Entonces?

Nos preguntamos y le preguntamos a usted, más allá de estas garantías, que ocurriría si, pese a todo, alguna flecha lograra trasponer todo eso. Pablo, cuando aconseja a los Tesalonicenses de cómo guardarse intactos para la venida del Señor, amplía todo esto y le da otra garantía más.

(1 Tesalonicenses 5: 8)= Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo.

¿Le quedó en claro? ¿Usted se había olvidado que tenía puesta la coraza y el yelmo? Si se llegara a filtrar un solo dardo eludiendo de alguna manera el escudo de la fe, se encontraría con el obstáculo de esa coraza, que en Efesios es nominada como de justicia, pero que aquí se agrega que es también de fe y, encima, de amor. ¿Le parece que podría salir herido con todas esas garantías bélicas?

Claro; hasta aquí, la fe, sólo parecería ser un elemento eficaz y necesario par defenderse, (Escudo, coraza), que no es poco. Sin embargo, en la carta a los Hebreos, encontramos otra alternativa que la fe nos propone con lujo de detalles y que nos catapulta a otras alturas, no sólo espirituales, sino prácticas: conquistadores.

(Hebreos 11: 32)= ¿Y que más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas, que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros.

¿Cuántas cosas son posibles sólo por fe, verdad? Es impresionante. ¿Habrá alguna escala donde la fe no intervenga? Lo toma todo, lo cubre todo. Parecería que sin fe, es imposible vivir. Bueno, en realidad lo es.

Porque muchos de nosotros, ya sea por ignorancia colectiva o por concientización colectiva apuntada hacia una religión meramente formal, tradicional, ritualista y humanista, estuvimos muertos espiritualmente durante muchos años y, naturalmente, por consecuencia, apartados de Dios y sabemos, que en esas condiciones, la supervivencia del hombre es altamente limitada.

¿Qué es la fe? ¿Adonde está la fe? ¿De donde se saca la fe? ¿Hasta donde llega la fe? Muchas preguntas, pocas respuestas. Algunos, en ciertos momentos de sus vidas, llegarían a pagar lo que se les pidiera por un poco de fe, ¿No le parece?

Mire la definición de Hebreos 11:1, es categórica, concreta, contundente, pero la nebulosa para el que no lo ve, sigue siendo la misma. ¿Cuántos saben que usted puede darle a alguien que está cegado, la palabra más clara y precisa para su vida futura, y no la ve?

Ha pasado decenas, centenares, miles de veces. ¿Y entonces? Entonces vamos a comenzar a darle forma final a esto. En el evangelio de Lucas, hay una anécdota denominada: “La Pesca Milagrosa” que nos va a ofrecer, en su contexto, una pista bastante clara.

(Lucas 5: 1)= Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.

Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.

Primero hay que recrear estos dos versículos. Número uno: la gente no había ido por curiosidad, para sanarse o a ver si Jesús hacía algún milagro espectacular; dice que había ido a buscar la Palabra de Dios. Y mucho cuidado, ¿Eh?

Nosotros tenemos por costumbre religiosa, a veces, decir una cosa cuando, en realidad, la que está sucediendo es otra. Pero tendré que decirle que la Biblia no, ella dice lo que ES. Cuando la Biblia dice “blanco”, usted ponga su sello y su firma: es BLANCO.

Ahora bien: ¿Qué los hacía pensar y proceder así? La fe, puesta por Dios en sus corazones. Los pescadores, mientras tanto, estaban totalmente al margen de eso. Lavaban sus redes, se ocupaban de lo suyo, de lo material, de lo que su sentido común les dictaba. Supongo que insultando y maldiciendo, puesto que habían trabajado toda la noche con resultado cero.

(Verso 3)= Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.

Vamos a ver: ¿Usted me quiere decir que Jesús simplemente se le introdujo en la barca a Simón y se la hizo mover de lugar para donde se le antojó? La Biblia no lo dice, pero estoy convencido que Jesús debe haberle pedido permiso a Simón para subir; después de todo, la barca era de su propiedad y Jesús no era ningún déspota.

Porque después dice que le rogó, no que le ordenó: que le rogó moverla. ¿Por qué se supone que accedió Simón, que aparte de estar hasta ese momento en otra cosa, no debe haber sido, precisamente, un dechado de bondad y gentileza?

La Biblia no lo cuenta, pero es indudable que, por algo que ni él mismo se habrá podido explicar, Simón no dudó en acceder porque “algo” le dijo que debía hacerlo. ¿Fe, quizás? Y cuidado, ¿Eh? No fue por impacto emocional, milagros o espectacularidades manifiestas. Porque aquí estamos leyendo que el pedido partió de alguien que tomaba ese lugar como Maestro…

(Verso 4)= Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: bogad mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.

Primero: nadie interrumpió a Jesús. Lo que estaba diciendo, tenía el peso de la unción profética como para que todos, – incluido el propio tosco Simón Pedro -, se hayan quedado caso embobados escuchándolo.

Lo que siguió sí que fue una orden. Simple, precisa, llena de autoridad. Prueba otra vez, le dijo. Preste atención a esto: a Simón, experto pescador y hombre de mar, le estaba dando una orden relacionada con su quehacer de todos los días, un hombre más delicado y fino que él, dueño de otra cultura y sin ninguna experiencia en el mar. Y para colmo, hasta allí, total y absolutamente desconocido.

(Verso 5)= Respondiendo simón, le dijo: maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.

¿Me permites que recree esta respuesta en un idioma actual, totalmente despojado de toda fraseología religiosa que nos otorga la traducción hispana de nuestras Biblias? “-¡Mira Maestro! ¡Yo sé  que eres un maestro porque lo que estás haciendo me gusta, me interesa y, no sé por qué, sé que es verdad. Pero quiero decirte algo: Yo, de este asunto, conozco un rato largo, ¿Sabes?”

“…Llevo años ganándome la vida con la pesca; conozco el mar como a la palma de mi mano derecha, y los cardúmenes de peces y sus movimientos como la palma de mi mano izquierda. Y tengo la seguridad que tú no sabes nada de nada de este trabajo. ¿Pero quieres que te diga algo que va a hacerte reír? ¡¡Te creo!! ¡Debo estar loco, pero te creo! Jamás volvería a salir luego de una noche como esta. Las he pasado cientos de veces. Pero en tu palabra, hoy, lo voy a hacer, aunque se burlen de mi todos los pescadores del mundo.

¿Qué le parece que lo llevó a Simón a creerle a Jesús? ¿Acaso su enseñanza anterior? ¿Tal vez su aspecto? Simón no debe haber sido un agudo observador, debe haber sido un rústico que se manejaba por lo que hoy llamaríamos intuición. Pero simplemente le creyó. Tuvo fe. Inexplicable, irracional y hasta inusitada fe. ¡Puerta abierta para la acción del Espíritu!

(Verso 6)= Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.

Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.

Viendo esto Simón Pedro cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.

Imagínese la escena. Simón Pedro, pescador, arrogante en su ignorancia, probablemente hasta allí un malhechor de las costas, machista ciento por ciento, arrodillado ante otro hombre. ¿Lo hubiera hecho en otras circunstancias?

Porque con el tratadito o la estampita por delante sí, es muy fácil, pero allí…En lo humano, luego se vería, a Pedro no le faltaban agallas, o valentía. Cuando hubo que sacar la espada y cortar una oreja no dudó, pero ante lo sobrenatural…

Aquí, la primaria puerta abierta que significó la fe ciega de Simón Pedro, le dio ingreso amplio al trabajo sanador del Espíritu de Dios. Esa unción para él desconocida y artífice del milagro de la pesca, lo hizo verse con toda su miseria y su verdadero estado de mugre y suciedad de conciencia.

(Verso 9)= Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: no temas; desde ahora serás pescador de hombres.

En idioma sencillo: “¡No tengas miedo, Simón! ¡Yo sé que no eres una pinturita, ni una señorita decente y educada! Pero no te asustes que no voy a mandar que venga un rayo del cielo y te mate. ¿Sabes por qué? Por dos motivos: porque te has dado cuenta y reconoces que eres lo que eres y, fundamentalmente, porque estás verdaderamente arrepentido de todo eso. Has tenido fe como para confiar y, aunque confiaste, Dios te ha permitido arrepentirte y cambiar.

Ahora, lo mismo que has hecho con los peces, lo vas a hacer con los hombres; con otros hombres como tú eras hasta hace un rato. Sólo que al igual que lo que has visto hoy, no lo vas a hacer con tu conocimiento ni con tu sabiduría, sino confiando – como hoy has confiado en mí -, y dejando que el Espíritu obre a través tuyo. YO te haré pescador de hombres. Eso no significa que tú vayas a pescarlos por tu cuenta. Ohhh…

(Verso 11)= Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.

Indudablemente, tiene que haber sido muy fácil seguir a alguien como Jesús, ¿No cree Seguramente debe estar pensando eso. Fácil para usted, que ya tiene bien claro quien era. Pero para esos hombres sin escuela, que para colmo no tenían los evangelios, ni las cartas de Pablo para fortalecer su fe, no tanto, ¿Eh? Sin embargo, lo siguieron, por fe. Lo dejaron todo, por fe. Y finalmente la historia dirá que fueron bendecidos, porque la unción del Espíritu Santo así lo hizo.

Porque la fe viene por el oír. ¿Qué esta oyendo usted, la mayor parte de su día? Porque el peor enemigo de la fe, es el espíritu de incredulidad. ¿Con quien se reúne usted mayoritariamente, con incrédulos o con hombres de Dios? Ambos van a transferirle lo que tengan. Usted los elige.

(1 Corintios 2: 1-5)= Así que, hermanos, cuando fui a vosotros a anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. (Esto es: “No preparé bosquejos, estudios, declamaciones, oratoria, ni discursos emotivos, filosóficos o doctrinales.” ¿Cuántos saben que Pablo no tenía una Biblia en la mano para predicar?

Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Este pasaje podría pasar totalmente inadvertido dentro del contexto, si no fuera porque Pablo dice que se propuso no saber.

Es decir: no hablar otra cosa que no fuera de Jesucristo crucificado. Eso deja bien en claro que Pablo era un intelectual formado, inteligente y capaz de hablar de cualquier tema en el mejor y máximo nivel. Pero se propuso hablar solamente lo que venía de Dios, desestimando todo lo que viniera de él  mismo.

…Y estuvo entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor, – ¿Cuántos saben que Pablo no era ni débil, ni temeroso, ni tembloroso? Pablo está hablando de otra debilidad, de otro temor y de otro temblor. – …Y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder.

Predicador del siglo veintiuno: no tengas temor de pedirle a Dios que produzca, con su Espíritu Santo, demostraciones visibles, y que su poder se manifieste de manera evidente. ¿Qué habrás de conseguir con ello?

…Para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Escuche: si esta no es la síntesis más precisa y contundente de lo que verdaderamente es el Evangelio de la cruz, yo no soy quien soy. ¿Será tan complicado obedecerla?

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enero 1, 2015 Néstor Martínez