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Portadores de la Luz Eterna

Confieso que en algún momento de mi vida comencé a tener miedo y horror de Dios, cuando antes de conocer lo que se conoce como iglesia, o ya en su remoto nombre de Religión, comencé a ver un Dios diferente del cual antes yo ya tenía un concepto. Yo creía en un Dios de amor, de misericordia, de ayuda al abatido y desvalido. De un Dios, en suma, que era capaz de ayudar a todo el que se lo permitiera.

Hay que reconocer un mínimo pero genuino mérito: siempre lo busqué, pero también me doy cuenta que eso fue hasta que me di de narices con la gente equivocada. Ahí cometí el craso error de dejar que de alguna manera me indujeran esos temores, de los cuales yo siempre dudé, pero que por respeto e inseguridad siempre me calle, tal como supongo habrán hecho muchos de ustedes.

Hoy puedo respirar hondo y llenar mis pulmones porque mi entendimiento ha sido más que aclarado en todas aquellas dudas que por poco me llevaron al borde de la locura. Dios, en su inefable e infinito amor supo abrir y despertar mi conciencia. Aquella conciencia con la cual crecí, con la cual nací, ese instinto que siempre estuvo en mi interior y que me inquietó permanentemente cuando sentía que una información que recibía estaba equivocada.

La doble intención de aquellos hombres, con la finalidad de cautivar mi voluntad haciéndome creer que se dependía totalmente de ellos, cuando hoy sé que todo lo visible e invisible dependen solamente de Dios y no de ningún hombre, por afamado o bien intencionado que sea. Hoy puedo dar gracias a tanta gente que, con el simple acto de cruzarse en mi camino, me ayudó notablemente a poder ver a ese Dios global que reina para todos y no ese Dios personal al que consideramos poco más que un osito de peluche a nuestro servicio.

Quiero que quede más que claro que creo en el Dios de todos los universos. Y lo digo así porque no me atrevo a decir DEL universo, porque nadie me podrá confIrmar si existe sólo éste. Lo que sí sé, es que haya uno o mil, de todos esos universos mi Dios es el único Dios. No culpo a los que lo ven como el Dios de esta tierra, pero convengamos en que ya se dieron cuenta que la tierra, como mundo, o planeta, es apenas un minúsculo grano de arena flotando y girando en el espacio sideral divino.

Esa, entre otros detalles, es la mentalidad-iglesia. Pero no en referencia a la iglesia majestuosa, gloriosa y sin mancha ni arruga de la que se habla maravillas, sino de la otra, la pequeña, la que reduce y se reduce cuando se compara con el mundo secular. Babilonia. Esa es la iglesia religiosa. La que utiliza palabrería cargada de tecnología espiritual y la que recurre a sofisticados métodos de avanzada para el supuesto establecimiento del Reino de Dios en la tierra, a través de un reducido puñado de personas que se salvarán y que obviamente serán ellos, porque son los únicos portadores de la gran verdad.

De hecho, esta es una de las más grandes mentiras difundidas desde el infierno y comprada por muchos hombres en representación de afamadas entidades, que según ellos son y serán las elegidas por Dios para establecer el día final. La mentira parte desde una base más que comprobable: Dios vino por su pueblo, que es toda la creación de la raza humana y no sólo una entidad religiosa, aun cuando asegure tener enseñanza y cobertura profética apostólica, lo cual solamente pinta o disfraza un producto que por dentro sigue siendo la misma basura ya conocida.

Este es un ciclo vicioso que viene desde tiempos antiguos, cuando el hombre comenzó a ejercer gobierno sobre el hombre y a imponer leyes externas para que ellas gobernaran las vidas de la gente. Este tipo de gobierno, que todavía está vigente y no se ha extinguido, está basado en la introducción del temor a la ira de Dios, argumento con el cual tú y yo sabemos ha sido dominada una gran parte de la llamada membresía de tantísimas iglesias, independientemente cual fuera su doctrina o su denominación. El caso era ejercer poder y aprovecharse de él para llevar una vida fastuosa a costas de aquellos que veían a estos hombres como sus líderes o referentes a los que debían obedecer ciegamente y sin cuestionarles nada.

Quiero que se entienda. Yo no estoy en contra de la ley que se dio en el Sinaí, pero creo que aquello era necesario en aquel tiempo debido a la conciencia y la capacidad pensante de aquella gente, que era un tanto primitiva, para la comprensión de miles de cosas, como las que hoy comprendemos sin batallar a partir de lo que el Espíritu Santo ha puesto en decenas, centenares o miles de hombres y mujeres enviados a traer la auténtica Verdad que es Cristo, por encima de toda antojadiza doctrina personalizada que pudo gobernar sobre la base de la ignorancia general.

Tiene que quedarnos muy en claro en cada cerebro creyente, que los verdaderos enviados del Señor, sean hombres o mujeres, han sido delegados con enseñanzas muy puntuales que nada tienen que ver con esos monumentales shows casi artísticos, donde músicos, cantantes y predicadores parecían formar parte de una gran compañía itinerante que iba pueblo por pueblo con sus carpas desarmables a entretener a las personas que buscaban ansiosamente algo de paz y fe para sus vidas. Hablo de circo, con todo el respeto y el temor santo de estar estableciendo una verdad y no sólo derramando una crítica que puede sonar a envidiosa o mal intencionada.

Me gusta ser profético y declarar victoria para mañana, para un futuro lleno de gloria divina. Pero mucho más me gusta recordar que el nombre santo de nuestro Señor dado por los antiguos, fue YO SOY, dando a entender que la realidad del Espíritu es Hoy, aquí y ahora, y que cualquier pérdida de tiempo dedicada a cuestiones futuras, puede en principio demorar el mandato y en segundo término lo peor: anularlo, dejarlo sin efecto. Creo que cuesta muy poco imaginar de donde sale ese libreto religioso de perdición.

En más de una ocasión, alguien ha sentido el deseo de llamarme charlatán, sólo porque me he pasado un rato hablando de mi Dios, de Jesucristo y del Espíritu Santo. Y si bien esa expresión me ha chocado y hecho daño, al punto de airarme y producir un amague de reacción de defensa en mí, he decidido quedarme en silencio por dos razones básicas: porque eso es exactamente lo que Jesús hubiera hecho en mi lugar y porque en definitiva, razón no les falta a los críticos, ya que la religión estuvo y está repleta de charlatanes, y mientras ellos no conozcan la verdad y tengan discernimiento, tienen el derecho de meternos a todos en una misma bolsa.

Hay un viejo pensamiento que dice que debes recordar que Dios está en ti y tú en Él. Nunca estarás separado de Él porque todos somos uno. Y añade que cuando construyes algo para ti, eso se irá contigo, pero que cuando lo que construyes es para bien de la humanidad, eso se convertirá en Roca Eterna.

Ahora bien; todas estas cosas que no son nuevas ni desconocidas para ninguno de nosotros, nos lleva a una actualidad donde todavía existen muchos que no tienen absoluta seguridad respecto al terreno que pisan, y se formulan la pregunta histórica: Para volver a Dios, ¿Necesitamos volver a la religión que conocemos? ¿Ese sería el eslabón perdido?

Mi respuesta es tan rápida como contundente: ni lo sueñes. Yo estoy todos mis días hablando de regresar a los mejores sitios de nuestra espiritualidad, pero olvidando la religión y todo lo que se le parezca. Y esa respuesta mía, todavía despierta reacciones adversas en mucha gente, que no acierta a entender que creer en Dios, Jesucristo el Hijo y Su Espíritu Santo de ninguna manera es ser religioso, aunque el mundo se llene la boca expresándolo así, rotulándonos así, estigmatizándonos así.

Veamos: ¿Por qué propongo no retornar a la antigua religión que por años nos gobernó la vida espiritual? Porque no es buena y te digo la causa. Entiende que para que tenga éxito cualquier religión organizada, tiene que conseguir que la gente crea que la necesita. Para que las personas pongan su fe en algo, deben primeramente perder su fe en sí mismas. Esa es la primera tarea de la religión, hacer que tú pierdas la fe en ti mismo.

La segunda tarea es hacer que veas que ella tiene las respuestas que tú no tienes. Y la tercera y más importante es inducirte a aceptar sus respuestas sin cuestionarlas. Porque si las cuestionas, entonces automáticamente, ¡Empiezas a pensar! Y si piensas, ¡Empiezas a regresar a la Fuente Interna! Y la religión no

puede permitir que tú hagas eso, porque es probable que en la Fuente Eterna, encuentres una respuesta diferente de la que se ha tejido. Por eso la religión debe hacerte dudar de tu Yo y de tu capacidad de pensar directamente.

El problema de la religión es que con mucha frecuencia toma caminos sinuosos, porque si no puedes aceptar sin duda alguna tus propios pensamientos, ¿Cómo no vas a dudar de las ideas nuevas sobre Dios que la religión proporciona? Porque es la propia religión la que creo a los agnósticos. Cualquier pensador de mente clara que vea lo que ha hecho la religión como estructura institucional, debe suponer que ella no tiene a Dios, porque es precisamente ella la que ha llenado los corazones de los hombres con el temor hacia Dios, cuando hubo un tiempo en que el hombre amó Lo Que Él Es en todo su esplendor.

Es también la religión la que ordenó al hombre inclinarse ante Dios, cuando en otro tiempo el hombre se alzó alegremente hacia Dios, y se inclinaba o directamente se postraba a sus pies cuando la situación lo requería o simplemente cuando deseaba adorarle, sin necesidad de que ningún porrista cristiano le marcara los tiempos, los momentos y las formas.

Es la religión, asimismo, la que recargó al hombre con preocupaciones sobre la ira de Dios, cuando hubo un tiempo en que el hombre buscó a Dios para que aligerara su carga. Y de esa manera poder servirle sin preocupaciones externas ni sobresaltos mundanos.

Es la religión la que enseño al hombre a avergonzarse de su cuerpo y de sus funciones más naturales, cuando hubo un tiempo en que el hombre celebró tales funciones ¡Como los dones más grandes de la vida! Es la religión la que te enseño que debes tener un intermediario para llegar a Dios, cuando hubo un tiempo en

que pensaste que alcanzabas a Dios por el simple hecho de vivir con obediencia, transparencia, bondad y verdad.

Y es la religión la que ordenó a los humanos adorar a Dios, cuando hubo un tiempo en que los humanos adoraban a Dios, ¡Simplemente porque era imposible no adorarlo! Por donde quiera que la religión haya ido ha creado desunión, lo cual es lo opuesto de Dios que proclama en toda la extensión de su Palabra la unidad de los que están en un mismo sentir.

La religión separó al hombre de Dios, al hombre del hombre y al hombre de la mujer. De hecho, hay algunas religiones que afirman que el hombre es superior a la mujer, y aún claman que Dios está muy por encima del hombre, con lo cual tienden el escenario para la más grande parodia jamás impuesta a la raza humana.

Yo te digo que Dios no está por encima del hombre, allá lejos e inalcanzable, y el hombre tampoco respecto de la mujer; ese no es el «orden natural de las cosas», pero es la forma en que todo el que tiene poder (muy en particular, los hombres) quiso que así fuera al formar las religiones de culto al hombre, las cuales retiraron sistemáticamente la mitad de las versiones finales de las «sagradas escrituras» y deformaron el resto para que cupiera en el modelo varonil y masculino del mundo.

La religión insiste todavía en que las mujeres son seres menores, algo así como ciudadanos espirituales de segunda categoría, no idóneas para enseñar la Palabra de Dios, para predicar la Palabra de Dios o para ser ministras del pueblo.

Como niños, siguen arguyendo sobre que género dispuso Dios que fuesen Sus sacerdotes. Y se olvidan de algo que Él ya dijo: Todos ustedes son sacerdotes. Cada uno de ustedes. No hay persona o clase de personas más «convenientes» para hacer Su trabajo.

Pero claro, sucede que un buen número de sus hombres se parecen a sus naciones. Tienen hambre de poder. No les gusta compartir el poder, sólo les enamora ejercerlo. Y construyeron un Dios de la misma especie. Un Dios hambriento de poder. Un Dios que no quiere compartir el poder, sino sólo ejercerlo. Empero, yo te digo: El don mayor de Dios es compartir Su poder con sus hijos.

Te pregunto a ti, que estás diciendo diariamente que has dejado atrás la religión: ¿Puedes imaginar que Dios te haga ser como Él? ¡No! ¿Verdad? ¿Cómo podríamos ser como Dios? ¡Pretender eso sería alta blasfemia! Obvio, así has sido formado. Sin embargo, a mí me parece que blasfemia es haber enseñado eso, porque todavía se escucha la voz de Dios en la Creación cuando dijo que haría al Hombre a Su imagen y Su semejanza.

Por favor, explícame ¿Cómo llegaríamos a ser imagen y semejanza de Dios si se nos prohíbe pensar que podemos ser imagen y semejanza de Dios bajo la amenaza de ser blasfemos? Piensa lo que quieras, cree lo que quieras y condúcete como quieras, pero el destino que viniste a cumplir en esta tierra, es ser imagen y semejanza del Dios que te creó para poder ser canal de la manifestación de Su Gloria.

No viniste a codiciar lo bueno que tienen los demás, así como tampoco a luchar, luchar y luchar y sentir que no llegas nunca al objetivo o a la Gran Comisión encomendada. Y ni se te ocurra darle lugar a ese pensamiento satánico que quiere convencerte que eso es imposible o muy difícil. Entiende, cree y aprende: Dios jamás te enviaría a cumplir una misión imposible. Eso sólo es posible para titular una serie televisiva, pero no para dar salida a los hijos de Dios.

Va a ser no ya necesario, sino imperativo e indispensable que creas de una vez por todas en la bondad de Dios y en la bondad incomparable de Su Creación. Deja ya de pensar en ese anciano cruel que con un látigo en su mano espera que te equivoques o peques para castigarte duramente para que te duela hasta el fin del mundo. Ese es el Dios de la religión. Mi Dios y el tuyo, es un Dios de amor, pero Justo de toda Justicia en sus decisiones. Tú sólo sé obediente y limpio y jamás tendrás nada que temer.

En una ocasión, alguien como al pasar me dijo algo que me quedó grabado a fuego para siempre: “El poder absoluto, no pide nada”. Muchas veces me pregunté si esa es, exactamente, la naturaleza de nuestro Dios. Llegué a la conclusión que sí, y por consecuencia, aquellos hombres que en el nombre del Dios al que dicen representar son capaces de venir hasta tu propia casa a pedirte algo “para él”, en realidad, lo están pidiendo para ellos mismos. Dios es el poder absoluto, y ese poder jamás pide nada.

Dios es todo y se convierte en todo. No hay nada que no sea de Dios y todo lo que Dios experimenta de sí mismo, Dios lo experimenta en, como y a través de ti. En tu forma más genuina y pura, cuando no eres tú sino Él obrando en ti, tú también eres absoluto. Por lo tanto no necesitas, no quieres ni pides absolutamente nada. En algunas áreas de mi vida, yo he podido comprobar la veracidad de esto. No he pedido nada y, casi de manera automática, lo que necesitaba me ha llegado. Sin pedirlo. Buscar primeramente el Reino, ¿Recuerdas?

Dios es puro de toda pureza. Sin embargo, para cada uno de nosotros, Dios termina siendo lo que nosotros hacemos de Él. Lo imaginamos, lo definimos y terminamos creyendo en el Dios que imaginamos y definimos, que no siempre coincide con el que realmente es. De todos modos, Él no acepta esa postura y cuando le da la gana en su Soberanía, Él vuelve a su forma más pura y tú te quedas reflexionando en qué has fallado. Alguien dijo alguna vez y no se equivocó nada, que cuando un cristiano cree tener todas las respuestas, aparece Dios y le cambia todas las preguntas…

Por ejemplo: ¿No has oído o leído que Dios es un Dios celoso? ¿Y qué pensaste? ¿Acaso que Dios siente lo mismo que tú cuando tu novio o tu novia hablan con otra persona? ¿Temor a perder al ser amado? ¿Eso crees, de verdad, que significa que Dios sea celoso? No mi amigo, porque aquí no estamos hablando de CELOS, aquí estamos hablando de CELO, que como bien sabes, se trata de cuidado, esmero, atención, preferencia, dedicación extrema, etc. Si no terminas de creerlo, piensa: ¿Cómo puede sentir celos un Dios que tiene todo, es todo y nos posee a todos?

También y todavía hay quienes hacen de Dios un vejo malhumorado e irascible y dispuesto a ejecutar sin dudarlo a quien transgreda sus leyes. Pregunto: si nosotros mismos decimos que Dios no puede ser lastimado ni dañado en modo alguno por nadie, y menos por un ser humano, ¿Cómo se entiende esa irascibilidad, ese mal humor y esa crueldad? Invento satánico comprado alegremente por la religión legalista.

Eso es lo mismo que, basándose muy someramente de ese verso que dice que suya es la venganza, han armado de nuestro Señor un ser vengativo. ¿Cómo podría Dios ser vengativo con lo que Él mismo ha creado? No hay otra cosa que Dios en el universo, ¿Por qué se castigaría a sí mismo simplemente por crear? Ellos argumentan que eso Él lo hace con aquellos que se equivocan en sus pasos.

Vamos a partir de una base sólida y coherente. Él te ha dejado los lineamientos esenciales de todo lo que es pecado y de lo que no lo es. Tu no puedes argumentar que no sabes lo que ya sabes que sabes desde toda tu vida. Que algo te guste o le guste a tu carne y quieras hacerlo igual, es problema tuyo, pero no puedes engañar a Dios diciendo que no lo sabías por que sí lo sabías.

De todos modos, déjame decirte que eso no te trae castigo divino, tal como si por un paso erróneo un rayo de cielo enviado por Él te alcanzara y te achicharrara. No es así. Él se limita a hacerse a un lado y dejarte hacer lo que el libre albedrío que Él te ha dado te permite hacer. Claro está que, el hecho de hacerse a un lado significa que te deja sin cobertura porque Él no puede estar compartiendo pecado alguno. Y es el infierno mismo el que te hará trizas, pero no como castigo de Dios, sino como factura impaga por haber confiado en el reino de las tinieblas.

En Dios no hay tiranía. Esa tiranía nació de tu imaginación, y tu imaginación fue influida ya sabes por quien. Dios siempre te está esperando, aunque andes por la vida absolutamente en perdición y con un destino de infierno marcado a fuego y aparentemente irrevocable. No te creas esa mentira, para Dios no hay nada irrevocable hasta el último segundo de la vida de uno de sus seres creados si estos se arrepienten y le piden perdón. Sigue habiendo perdón, redención, restauración y salvación.

Líbrate de las doctrinas llenas de amargura creadas por la religión. Tu unión con Él es completa, siempre fue, siempre es y siempre será. Tú y Él son uno, tanto hoy como en la eternidad. Haz que tus días y tus noches sean reflejos de la más alta idea de tu interior. Permite que tus momentos de expresión de tu Amor estén plenos de un éxtasis espectacular de Dios hecho manifiesto a través de ti. Hazlo mediante la expresión de tu Amor, eterno e incondicional, por todos aquellos cuyas vidas tocas. Sé una luz en la oscuridad y no la maldigas. Sé un portador de la luz. Tú ya lo eres. Deja de creerle mentiras a las tinieblas, sal de la prisión represora de la religión castradora y permítete ser portador de la luz divina. Con plenitud, con certeza, con paz y por sobre todas las cosas, con obediencia, libertad y autoridad. Eso se llama hijo de Dios, y está por encima de miembro de tal o cual congregación o parte integrante de tal o cual credo.

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agosto 6, 2022 Néstor Martínez