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Los primeros mandamientos

La pregunta clásica de la escuelita dominical todavía resuena en los oídos de tantos y tantos creyentes que será muy difícil sustraerse a ella: “A ver hermanitos alumnos, ¿Cuántos son los mandamientos de Dios?” – Los mandamientos son diez, hermana maestra. – “¡Muy bien hermanito Pepe! ¡Te has ganado una rica golosina!” Porque así era: a los fines de incentivar a los niños a leer la Biblia, se les recompensaba cada vez que daban una respuesta acertada o recitaban algún versículo de memoria. Era el mismo concepto que consignaba que a los niños, había que empezar a instruirlos en la Palabra no antes de los ocho años de edad, que era el tiempo –aseguraban-, donde recién podían valorarlo. Puede ser, no es mi fuerte la pedagogía infantil, pero sí puedo asegurarle a usted que, tanto con las figuritas como con los dibujos animados, por ejemplo, el diablo se los empieza a adoctrinar desde los dos o tres años.

Bueno; el caso es que este paquete de golosinas, específico, fue ganado por un niño a partir de la falta de conocimiento y capacidad para escudriñar la Escritura por parte de maestras seculares que suelen extender al seno de la Iglesia sus métodos seculares de pedagogías basadas en programas inmóviles. Porque si bien el libro del Éxodo nos da cuenta de que, efectivamente, cuando Moisés subió al monte, el dedo de Dios le escribió en las tablas diez mandamientos definidos y claves, nadie ha dicho que esos diez sean los únicos. Tengo elaborados dos estudios al respecto. En uno se habla de los mandamientos de Cristo, fuera de aquellos diez históricos, y en otro, de mandamientos no religiosos, también al margen del histórico decálogo. Hoy, aquí y ahora, voy a mostrarle los primeros mandamientos de Dios, que en contra de todo lo que se nos ha enseñado y hemos aprendido, se encuentran nada menos que en el libro del Génesis.

(Génesis 1: 26)= Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.

Cuando dice HAGAMOS, Dios está hablando no sólo en representación de la Trinidad, sino también de todo el ejército celestial, incluyendo a los ángeles. Al declarar que serán a NUESTRA IMAGEN, podría estar refiriéndose a factores tales como la razón, la personalidad y el intelecto, así como las capacidades de relacionar, ver, escuchar y hablar. Porque todas estas son actitudes que Dios decidió otorgar a los seres humanos. Dios creó al hombre, nada menos que como agente de su Reino, para gobernar y someter al resto de la Creación, incluyendo las agresivas fuerzas satánicas.

La palabra HOMBRE, aquí, es la palabra ADAM, que precisamente significa: Hombre, Humanidad. O sea: Adán el primer hombre, o la humanidad en general. ADAM se traduce en el Antiguo Testamento como ADAN, (el nombre propio), unas veinte veces y como “hombre”, en más de quinientas. Frecuentemente, cuando la Biblia se refiere a toda la raza humana, se usa la frase B’NAY’ADAM, que equivale a decir “Los hijos de los hombres”. La palabra hebrea ADAM, en su sentido general, no tiene nada que ver con masculinidad, sino más bien con humanidad. Por ejemplo, en un caso específico, ADAM se refiere exclusivamente a la mujer en un texto del libro de Números 31:35. ADAM, probablemente se relaciona con el verbo ADOM, que significa “El ser rojo”, que se refiere a la hermosura del ser humano y a su concepción carnal del polvo rojizo de la tierra. ADAMAH, que es “tierra” o “terreno”, también podría ser un derivado de este mismo verbo. De allí que Génesis 2:7 diga que Dios formó ADAM del polvo de ADAMAH. En 1 Corintios 15:47, Pablo ve a Adán como hombre terrenal. ADAM es una de las principales cuatro palabras hebreas para “hombre” que se usan en la Biblia. Las otras, son: ENOSH, ISH y GEBER.

(27) Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Por favor mi querido hermano hiper moralista y religioso: si Dios ha dicho que nos creó varón y hembra, no me venga usted a decir ahora que “hembra” es una palabra que suena “fea”, que suena muy animal o demasiado ordinaria. ¿Se atreverá usted a decir que es inmundo lo que Dios dijo que no lo era, y que además dijo que era bueno en gran manera? Y la otra: si dice que los creó para que fueran varón y hembra y nosotros seguimos ese parámetro con fidelidad, si a alguien le parece que eso puede significar en algún momento discriminación a personas con conductas sexuales alternas, por favor que se confronte directamente con el Señor y procure que Él cambie aceptablemente este concepto. Porque Él es quien dijo eso, no nosotros.

(28) Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

Dígame: ¿Cuántas veces, por una u otra causa, ha leído este versículo? Muchas, seguramente. ¿Cuántas veces, incluso, se lo habrán predicado desde distintos planos, ángulos o enfoques? Sin dudas varias, a mí también. Pero; ¿Alguna vez se ha puesto a pensar que en este verso están, precisamente, lo que serían los primeros cinco mandamientos que Dios le da al hombre? Porque lo que le dice no es una sugerencia ni un consejo, es una orden, un mandamiento. O mejor dicho, cinco, mire: Fructifiquen, Multiplíquense, Llenen la tierra, Sojúzguenla y Señoreen. Cinco. Cinco, recuerde, es el número de la Gracia: Padre, Hijo, Espíritu Santo, Crucifixión y Redención. Cinco también son los ministerios sobre los que se apoyó siempre la Iglesia: Apóstoles, Profetas, Evangelistas, Pastores y Maestros, independientemente que por una cuestión institucional y estructural uno de ellos haya prevalecido más allá de lo que la Escritura lo determina.

Presta atención que, en el capítulo 9 del libro del Génesis y en el primer versículo, dice que cuando Dios bendijo a Noé, le dijo que fructificara y se multiplicara, dos de esos cinco mandamientos que, en el verso 7, reitera a Noé y a sus hijos lo dicho; agregando que procreen abundantemente en la tierra. En el libro de Levítico, mientras tanto, Dios mismo dice que Él nos hará crecer y multiplicarnos y que eso, lo señala en el 26:9, afirmaría su pacto con nosotros.

Habría que detenerse, entonces, un momento, en escudriñar esas cinco palabras que Dios le da al hombre recién creado, porque en esas palabras, hay tanta riqueza y tanta profundidad como lo hay en los diez mandamientos clásicos de Moisés. Comencemos por Fructificar. Los diccionarios, aún los muy completos, son bastante escuetos con este término. Fructificar, -dicen-, significa: Dar fruto, Producir utilidad. Muy conciso, muy breve, muy mínimo. Ello nos obliga a extender esta búsqueda de auténticos y profusos significados, a la palabra básica en este rubro: Fruto.

El fruto, es un órgano procedente de la flor que contiene en su interior (Mucha atención con esto) las semillas que, posteriormente, diseminadas y germinando, darán lugar a otro árbol madre. La tarea, entonces, que habrá de cumplir un fruto será, primero que nada, contener esas semillas de su misma especie; en segunda instancia diseminarlas, dispersarlas y sembrarlas en el momento en que se desprendan de la planta madre. Fructificar, de este modo, para el hijo de Dios es, en gran parte, cumplir con este rol. Atesorar la semilla divina, (Jamás de otra especie, por más que los hombres digan que es excelente o de muy alto nivel) y, esencialmente, esparcirla y sembrarla. Observa que para hacer eso, primero vas a tener que desprenderte de todo aquello que te otorgaba supuesta seguridad. Si este, como estamos viendo, es uno de los primeros cinco mandamientos de Dios para el hombre como creación, es porque cualquier otra cosa no será negativa ni rechazada, pero no tendrá prioridad dentro del Reino de Dios.

Otra acepción de fruto, tiene que ver con el hijo que una mujer lleva en su seno. Cualquiera conoce la conclusión poética de que un hijo es el fruto del amor de sus padres. Pero detenernos en lo natural sería llevar a Dios al interior de una pequeña caja, y el Dios Todopoderoso jamás podrá habitar en una caja estructural de ninguna naturaleza y material. Los hombres, que hagan y digan lo que quieran; Dios sigue siendo Dios con o sin ellos. La mujer, (Que en este caso es la Iglesia) lleva en su seno (Es decir: en su interior) el fruto de un hijo (Que es el Verbo, la Palabra, la buena semilla de trigo) el esposo es Cristo y ese fruto tiene su propia simiente. Si no la tuviera, entonces hay engaño y la mujer, necesariamente, habrá caído en adulterio y pecado.

Y una tercera acepción de Fruto, es: “Cualquier producción de la tierra”, o también: “Producciones de la tierra de las que se hace cosecha”. Quiero que entienda muy bien: debe levantar sus ojos de lo natural porque de otro modo no entenderá nada. ¿Cuántos saben que en el ámbito espiritual, la tierra representa a la carne? Por ese motivo es que la Biblia dice que jamás árbol malo podrá dar un buen fruto y que de ningún árbol bueno podrá recogerse fruto malo. Porque así como el árbol se conoce por sus frutos, también la naturaleza humana quedará en evidencia por sus actos, por su conducta y por los hechos de cada persona. Y aunque pueda sonar como blasfemo, el principio funciona también a la inversa. El que se mueve por los principios de Dios, tiene la potestad de ser llamado hijo de Dios. Esté donde esté. ¿Cómo? ¡Sí! Porque el que tiene al Hijo tiene la vida, dice la Palabra, no el que está en el mejor lugar o tiene la mejor doctrina o la iglesia más bonita.

Y se concluye con una definición botánica que si usted lo mira con atención lo verá, tiene que ver quizás con su propia vida. Dice que el fruto, en general, se forma por desarrollo de las paredes del ovario, al mismo tiempo que los primordios seminales se transforman en semillas tras la fecundación de la flor. Los frutos pueden ser simples, es decir: desarrollados a partir de un solo ovario, complejos; en los cuales intervienen distintas partes de la flor, o inflorescientes, que tienen apariencia de fruto simple, pero se forma a partir de una inflorescencia. Al alcanzar la madurez puede abrirse y soltar las semillas o, por el contrario, retenerlas en su interior. Por la consistencia del pericarpo, que son las distintas capas que forman las paredes del fruto, se clasifican en dos tipos de frutos: secos y carnosos. ¿Se da cuenta el símbolo, la tipología, la analogía? Parece muy complicado por los desconocimientos botánicos que tenemos, pero particularmente, creo que no hace falta agregar nada.

(Salmo 92:12)= El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano.

(13) Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán.

(14) Aún en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes.

Es indudable: hay dos clases de creyentes: los vigorosos y verdes, que con tremenda fuerza van convirtiéndose en lo máximo y su contrapartida no escrita: los débiles y pasados, propensos a caerse en cualquier momento y dejar de ser útiles.

Fructificad y multiplicaos. Multiplicar es aumentar el número o la cantidad de una cosa por otra determinada suma. Aquí hay un detalle anexo que ha dado lugar a tesis muy novedosas, por ejemplo la que señala que antes de Abel y Caín, Eva tuvo otros hijos. Se argumenta esto a partir del juicio de Dios sobre ella por desobedecer. Allí Dios le dice que multiplicará sus dolores de parto. Se entiende entonces que sólo se puede multiplicar algo que ya había existido antes.

Si bien a este mandamiento se lo ha tomado como una orden de poblar abundantemente el planeta (Y también se lo ha utilizado religiosamente para oponerse a cualquier método anticonceptivo o de control de la natalidad) la realidad es que de momento que Dios creó al hombre con apetito sexual y, por ende con capacidad para procrear por sí mismo y sin necesidad de que se le ordene, el mandamiento está referido indudablemente al ámbito espiritual. Es el mismo principio que mueve y activa a la Iglesia. Mire lo que dice Job hablando de Dios.

(Job 12: 23)= Él multiplica las naciones, y él las destruye; esparce a las naciones, y las vuelve a reunir.

(Salmo 107: 35)= Vuelve el desierto en estanques de aguas, y la tierra seca en manantiales.

(36) Allí establece a los hambrientos, y fundan ciudad en donde vivir.

(37) Siembran campos, y plantan viñas, y rinden abundante fruto. (Fructifican)

(38) Los bendice, y se multiplican en gran manera, (Se multiplican. El principio sigue intacto, estás viendo?) Y no disminuye su ganado.

(Isaías 9: 2)= El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.

(3) Multiplicaste la gente, y aumentaste la alegría. Se alegraban delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan cuando reparten despojos.

Fructificad, multiplicaos, llenad la tierra. Esto, indudablemente parecería no necesitar demasiada explicación. LLENAR, en este caso, es ocupar una cosa o un espacio determinado. Ocupar con dignidad, dice otra acepción, un lugar o un empleo. Satisfacer una cosa. También se aplica “llenar” al acto de fecundar el macho a la hembra. Colmar, dar en abundancia. Y, finalmente, hartarse de comer o beber.

Sin embargo, la implicación que este mandamiento tiene aquí, al igual que la multiplicación, va mucho más allá y a otra dimensión. No habla sólo de llenar numéricamente, lo cual tiene su valor, tiene su importancia, pero no lo es todo. Porque a partir de que la Palabra hace especial énfasis e hincapié en que la gloria de Dios llena toda la tierra, este mandamiento parecería, indudablemente, estar apuntado en esa dirección.

(Jeremías 23: 23)= ¿Soy yo Dios de cerca, solamente, dice Jehová, y no Dios desde muy lejos?

(24) ¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?

Escucha esto por favor: La palabra LLENO que se utiliza aquí, es la palabra MALE, y se traduce, precisamente, como: Llenar, estar pleno, cumplir. De la palabra MALE derivan aquellas palabras hebreas que se relacionan con la plenitud o con el cumplimiento de una promesa. Algunas de sus aplicaciones, son: llenar algo hasta el borde, hasta que rebalse; Lograr que algo esté saturado, lleno de bendiciones del Señor, el cumplir nuestra palabra, es decir: declarar que uno hará algo y hacerlo. Dios promete (Atención con esto) llenar la tierra con el conocimiento de su gloria. MALE es la palabra que se usa en el Antiguo Testamento para describir la plenitud del Espíritu de Dios.

Y el agregado posterior: Fructificad, multiplicaos, llenad la tierra…y Sojuzgadla. ¿Y qué es precisamente Sojuzgar? Fíjese que el diccionario dice aquí algo muy interesante. Dice que Sojuzgar, es dominar, pero después agrega: “Mandar con violencia”. ¿Con violencia, hermano? Sí, con violencia, hermana. ¿Y cómo deberemos interpretar esto? Porque según nuestras viejas y clásicas enseñanzas románticas, no parece demasiado apropiado para ese Dios de amor que nos han mostrado, ejercer esto tal cual se dice aquí, verdad? ¡Esta Biblia! ¿No podría haber sido más clara? Basta. La Biblia es clara. Lo que no es claro a veces, es nuestro modo de ver la Biblia. Un modo altamente religioso. La Biblia misma quizás tenga las respuestas, sólo hay que leer y entender. Y no perseguir interpretaciones conforme a las diferentes “corrientes”, la Biblia se interpreta a sí misma sin ayuda del hombre. Mire el salmo 119. Allí el salmista está hablando, precisamente, de las virtudes de Dios.

(Salmo 119: 133)= Ordena mis pasos con tu palabra, (La Palabra tiene la capacidad propia de ordenar nuestros pasos, estamos?) Y ninguna iniquidad se enseñoree de mí.

(134) Líbrame de la violencia de los hombres, y guardaré tus mandamientos. (Buceando un poco sobre el tipo de violencia de la que aquí se habla, recalé en el salmo 142:6 donde se lee: Escucha mi clamor, porque estoy muy afligido. Líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo. (Entiende: primera forma de violencia: La Persecución.)

(Isaías 60: 18)= Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio, sino que a tus muros llamarás salvación, y a tus puertas alabanza. (Aquí también encontramos otro texto en el mismo libro de Isaías, pero en el capítulo 54 y verso 14, que dice: Con justicia serás adornada; estarás lejos de opresión, porque no temerás, y de temor, porque no se Acercará a ti. Segunda forma de violencia, Manipulación a través del Temor).

(Mateo 11: 12)= Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.

Este versículo, por años, ha dejado perplejos a los románticos. Es más; en muchas iglesias que han hecho muy especial hincapié en ese amor fraternal que más conocemos, prácticamente no se lo lee aunque se predique este pasaje. Han querido evitar las preguntas y la ignorancia sobre su significado y su respuesta. Pero indiscutiblemente la tiene. Esto implica, primero, que al reino de Dios se entra con violencia, que en este caso es Determinación, Vigor, Resolución, no agresión física. Después nos encontramos que el texto griego es difícil de traducir, pero la idea de este versículo es que el reino de los cielos, que Jesús estableció como un nuevo movimiento, es como un reino entre los hombres y, al decir que sufre violencia, así lo está comparando. De allí que se exija de ellos una reacción igualmente fuerte y radical. Dice que son los violentos los que lo arrebatan, o sea: gente de gran pasión, de gran entusiasmo y dedicación, que desea responder al llamado y propagar enérgicamente el mensaje y la dinámica del reino de Dios, se entiende?

Ahora bien: Cuando habla de “arrebatar con fuerza”, Jesús no se refiere a la violencia del mundo, a la cual condena, sino a la violencia según los parámetros del reino. La singular construcción gramatical del texto no deja bien claro si el reino de Dios es objeto de la violencia o si el reino avanza victorioso en medio de violentos conflictos y batallas espirituales. Pero esto último es lo que parecería indicar el contexto. Las referencias de Jesús al estilo agresivo de Juan, y al controversial y milagroso ministerio de Elías, enseñan que el reino de Dios se abre paso con fuerza, con vigor, si es necesario violentando el status quo humano. Algo que la Iglesia tradicional que conocemos ha hecho exactamente al revés. Así como jamás podría imaginar a Jesús agarrando del cuello a alguien, así tampoco lo puedo ver sentado, pasivo, inmóvil, con la mirada perdida, sus manos juntas o sobre su regazo, mirando pasar la vida, que es el mudo mensaje de los cuadros y las estampitas.

Esta denominada “violencia”, trasciende la delicadeza de los tradicionales formalismos religiosos y, por lo tanto, no es un mero juego de niños. Rehusa bailar al compás de la música que mueve a la sociedad, la cual pretende hacer que la comunidad religiosa provea “entretenimiento” (Por eso dice: os tocamos flauta) o tradicionalismo muerto. (De allí que agrega: os endechamos)

Jesús define la violenta expansión de su reino al hablar de “la espada” y “el fuego”, símbolos del combate político o militar, es cierto, pero espiritualmente hablando, tipologías precisas del Verbo, de Cristo, de la Palabra. “Tu palabra es como fuego”, dice Jeremías. El trastorno ocasionado por el reino de Dios no obedece a una provocación política o una invasión militar; es consecuencia de la sacudida que el orden de Dios provoca en las relaciones sociales, las familias, las ciudades y naciones, debido a la manifestación del Espíritu Santo en la vida de la gente. Lo que sucede es que por tanto tiempo ese Espíritu Santo ha sido simbolizado pero finalmente concretado en una sencilla palomita, que nadie acierta a entender que cuando la Biblia lo dice, lo aclara perfectamente, que es COMO paloma, no que es una paloma lineal y literal.

Fructificad, Multiplicaos, Llenad la tierra, Sojuzgadla, y, finalmente, Señoread. Sabemos que Señorear, pese a que muchos creen que es un sinónimo, se diferencia bastante de su antecesora Sojuzgad. Significa mandar en una cosa como siendo el dueño de ella. Disponer uno de las cosas como si fueran nuestras. Estar una cosa en situación superior o en mayor altura que otra. ;Mandar uno sobre sus acciones sujetándolas a la razón. Dar a uno, importuna y rápidamente el tratamiento de señor. Apoderarse de una cosa; sujetarla a su dominio y mando. Usar de gravedad y mesura en el porte, trato, vestidos, etc.

(Salmo 8: 4)= Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?

(5) Le has hecho un poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra.

(6) Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies.

(Proverbios 12: 23)= El hombre cuerdo encubre su saber; más el corazón de los necios publica la necedad.

(24) La mano de los diligentes señoreará; mas la negligencia será, tributaria.

(Isaías 14: 1)= Porque Jehová tendrá piedad de Jacob, y todavía escogerá a Israel, y lo hará reposar en su tierra; y a ellos se unirán extranjeros, y se juntarán a la familia de Jacob.

(2) Y los tomarán los pueblos, y los traerán a su lugar; y la casa de Israel los poseerá por siervos y criadas en la tierra de Jehová; y cautivarán a los que cautivaron, y señorearán sobre los que los oprimieron.

Tres promesas válidas que hablan de una victoria que ya se ha conseguido, pero que sólo falta materializar en lo natural. Tres promesas válidas que están íntimamente relacionadas con estos cinco primeros mandamientos. De los que no se estudian en las escuelas dominicales, de los que no son objeto de la veta poética de cristianos románticos que creen ver todavía en las escrituras un filón para sus obras, pero que han desechado la facultad de Dios de cumplir lo que ha prometido. Entre ellas, la última, es primordial en estos tiempos. Allí dice que habremos de señorear sobre todos los que nos han oprimido. ¿Adónde ha sufrido usted opresión? ¿Con malos gobiernos seculares y mundanos? Señoreará un día sobre ellos. ¿Con liderazgos autoritarios que han tomado las cosas de Dios y las han llevado para su beneficio? Señoreará muy pronto sobre ellos. Palabra de Dios.

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enero 1, 2015 Néstor Martínez