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Jesucristo; Señor de su Conciencia

Cuando leemos las Sagradas Escrituras, y a pesar de ser conscientes de que es un libro que tiene vida, no podemos evitar, de acuerdo con su expresión y terminología, ubicarlo mentalmente en un contexto histórico: en el pasado.

La palabra “pacto”, no es una palabra común en este siglo veintiuno, pero si se nos permite usar un sinónimo para este tiempo, este sería: Contrato. Testamento Legal. O la voluntad de un hombre escrita y legada como herencia a otro. Es algo que, una vez firmado, se ejecuta. Y nuestro Señor, no sólo tuvo la voluntad de dejarnos una herencia, sino que vive para ejecutarla en nuestras vidas. Sentado a la diestra del trono, reinando sobre todos los reyes, sobre todo principado, sobre todo poder, esperando que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies y que nosotros, sus embajadores, colaboradores de Cristo, lleguemos a un entendimiento y conocimiento de un varón perfecto, edificándonos en amor haciendo la obra del ministerio.

Estamos en un tiempo que nos muestra grandes cambios en el mundo o ámbito natural. Vemos que hay una distancia por recorrer, pero tenemos buenas noticias: la distancia no es relativa al tiempo; la distancia que usted tiene que recorrer es relativa a su obediencia. La distancia que usted va a recorrer para cumplir con la parte que le corresponde, no depende de un reloj; depende de su propia obediencia. En sus manos está aquello que determina el día de su cumplimiento delante de Dios.

En el libro de Hebreos, el escritor nos habla de un nuevo pacto, de algo que Cristo nos ha dejado. El trasfondo histórico de este libro, nos dice que el escritor, el cual no firma la carta, es contemporáneo en sus días, cuando estaba escribiendo esta carta.

Todavía, todos los ritos y servicios; todas las reuniones según un antiguo pacto, basado en unas leyes dadas por Moisés, se estaban ejecutando en su ciudad. Imagínese a un hombre viviendo en medio de un pueblo judío, donde todavía se estaban llevando a cabo cultos, servicios y ritos del Antiguo Testamento y donde todos creen y dependen de este funcionamiento, el que nos escribe nos dice que eso ya no funciona y que hay un nuevo método de acercarnos a Dios.

Me imagino a este individuo, escondido en algún sótano, a la luz de alguna vela, escribiendo esta carta de una manera que solamente aquel que tenga hambre y sed de Dios pueda recibir su revelación. Usted no sabe lo que es un demonio hasta que no se altera la religión. Recuerde que la carta se escribe más o menos en el año 60 D.C., diez años antes que Jerusalén sea atropellada por el rey Tito. Y él está escribiendo; y Cristo ya había venido, había vivido, había muerto y había resucitado; y este hombre presenció este evento histórico.

De manera que está escribiendo una carta para introducir algo nuevo. En medio de un pueblo que no quiere nada nuevo. Acaban de rechazar al Hijo de Dios y él quiere escribir y predicar una nueva forma de acercarse a Dios. Muy parecido a los profetas; siempre están como en contra de la fibra. Todo el libro de Hebreos es una sola carta.

Usted, hoy, es un resultado de lo que sabía y pensaba hacer ayer y todo lo que reciba hoy, puede cambiar su futuro.

(Hebreos 9: 1-7)= Ahora bien, aún el primer pacto tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal.

Porque el tabernáculo estaba dispuesto así: en la primera parte, llamada Lugar Santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes de la proposición.

Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo, el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, y la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto; y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio; de las cuales cosas no se puede hablar ahora en detalle.

Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte del tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto; pero en la segunda parte, sólo el Sumo Sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo.

La ley no preveía perdón para ningún pecado, fuera de los pecados de ignorancia. Todo el perdón existía para pecados cometidos en ignorancia. Esto es importante porque hay personas que pecan en ignorancia, porque son ignorantes, de manera que la misericordia les cubre. Pero hay personas que SABEN que lo que hacen está mal delante de Dios; pero son ignorantes en cómo dejar de actuar así. Esto también es ignorancia. Se siente mal… Pero lo vuelve a hacer. Pide perdón genuino, con lágrimas y todo eso… Y vuelve y cae otra y otra vez. Dios quiere levantar una generación que sepa ministrar a ese tipo de pecado también.

(Hebreos 9: 8)= Dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie.

Noten que es imposible poner en funcionamiento las nuevas leyes de nuestro nuevo contrato, en tanto las leyes del antiguo contrato estén operando en usted. Mientras su vida esté regida por el testamento, contrato, leyes, principios o ritos ejecutados en el pacto que fue quitado para introducir aquel que fue sellado con la copa de vino de esa cena o mesa que permanentemente compartimos, es imposible disfrutar de los beneficios, bendiciones, y riquezas que Dios nos ha dejado como herencia.

La idea, hoy, es mostrarle a usted de qué manera puede activar ese nuevo pacto, para que cuando tome la santa cena o mesa del Señor, o como quiera que se denomine ese acto en su congregación, no lo haga con un lamento, sino con un clamor de victoria, porque hay entendimiento de cómo participar de la herencia que viene conjuntamente con el Nuevo Pacto.

(Hebreos 9: 9-12)= Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, ya que consiste sólo en comidas y bebidas, (Esto en aquel tiempo) de diversas abluciones y ordenanzas acerca de la carne, (En el original dice: “Ordenanzas externas”), impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas.

Pero estando ya presente Cristo, Sumo Sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.

Noten que él está hablando del antiguo pacto y del nuevo pacto, y está tratando de predicar a un pueblo que aún observa un método de vida acorde al antiguo pacto, cuando ya el nuevo pacto está vigente. Él le está predicando a este lado de la resurrección. Menciona que hay un atrio en el tabernáculo; el atrio era la corte exterior, era donde estaba el sacrificio del cordero. Menciona que cualquiera podía presenciar los ritos que se llevaban a cabo en el atrio; a los gentiles los dividían unas paredes, no podían entrar. Sin embargo, todo el mundo podía ver lo que pasaba en el atrio. El atrio, en nuestra vida, es simplemente el sacrificio del cordero, donde éste es inmolado para que usted tenga entrada en el reino de Dios. Pero ahí participa todo el mundo; los gentiles pueden ver, cualquier tribu podía participar en esa corte, no había acepción de personas; todo el mundo podía entrar en el atrio y los que no podían entrar, podían ver lo que acontecía. Ese es el comienzo de su camino. Pero si usted quiere vida en abundancia e ir un poco más allá de la ley; si usted quiere participar de bienes venideros, la vida en el atrio no es suficiente para consumar su soberana vocación.

La segunda parte es el Lugar Santo, se va reduciendo el camino, aquí sólo la tribu de levitas podía entrar; once tribus se quedan afuera. La Biblia dice que Angosto es el camino; y no es el camino al cielo, es el camino a la abundancia. Todos podemos ir al cielo, pero no todos viven en abundancia. El cielo no es la pregunta; la pregunta es poder reinar en vida hoy.

Tras eso, había otro velo, donde ya no podía entrar cualquier levita. Los gentiles se quedaron bien atrás, los de salvación se quedaron en el atrio, los que tienen consagración ya quedaron en el Lugar Santo, pero al Lugar Santísimo sólo entrar el Sumo Sacerdote.

Entra al Lugar Santísimo. Aquí en el Lugar Santísimo está el arca de Dios; dentro de esta arca está el maná, que es recordatorio de la murmuración de los hijos de dios cuando se cansaron de aquello que Dios proveía. La vara de Aarón que reverdeció, que era sólo memoria de rebelión a la autoridad escogida por Dios. Estaban las tablas quebradas, que eran memorial de un pueblo que quebrantaba la ley. Frente a la presencia de Dios, hay tres memorias: Murmuración, Falta de Sumisión y un Pueblo que no obedece a la Ley. Pero, ¡Oh gloria a Dios! Encima de toda esa falsedad y desobediencia, se encontraba la mesa de misericordia, la mesa del propiciatorio, el arca de dios cubierta de misericordia, aún en el Antiguo Testamento, Dios es un Dios de Gracia, de Amor, de Paz, de Justicia, que quiere bendecir a su pueblo.

Todo esto es un símbolo, porque las ordenanzas y los ritos del Antiguo Pacto – La explicación de la palabra “pacto” apunta que no debemos dividir nuestra Biblia en dos -, no se está hablando de Éxodo, Deuteronomio o levítico, sino de contratos de parte de Dios con el hombre.

Dios, – Explicándolo de un modo casero esperando que no sea tomado como irreverencia doctrinal -, jugaba un juego con el hombre hasta que vino Cristo. El Nuevo Testamento es el cumplimiento del Antiguo. La Biblia es una. Cuando Dios vio que en aquel juego el hombre nunca podía ganar, simplemente le cambió las reglas, para que de ese modo, el hombre sí tuviera posibilidad de ganar.

Dios mira hacia abajo en el Antiguo Testamento y todo lo que siente se podría resumir en una pregunta: ¿Cuál es tu problema? Te liberto, te resucito, te bendigo, te doy milagros, te perdono y t re-perdono, te doy misericordia, te enriquezco, gano las batallas por ti y sigues con la misma? ¿Cuál es el problema contigo? ¿Qué es lo que te pasa? ¡No entiendo! Dios creó al hombre, pero él no es hombre. Henry Ford creó los automóviles Ford, pero Henry Ford no es un automóvil.

Entonces Dios dice: “No sé lo que pasa; invento este juego para que ellos ganen, pero no están ganando. Ya sé lo que voy a hacer; me voy a convertir en uno de ellos, y voy a jugar yo mismo. A ver si es verdad que no se puede”. Entonces Él se convierte en hombre, juega el juego y se da cuenta que sólo su perfección cumple con su propia ley. Cumple la ley y cambia las reglas, para que el hombre pueda ganar el juego! No vivimos tratando de ser perfeccionados del modo que se vivía antes de la copa del Nuevo Pacto.

Dice que aquel juego no podía perfeccionar la conciencia. Ahora bien; ¿Qué es la conciencia? Los científicos tratan de ponerle un título. La conciencia es el proceso de pensamientos a través de los cuales usted puede juzgar o discernir entre el bien y el mal. Repito: su conciencia es el mecanismo creado por Dios en usted, que le ayuda a discernir y tomar decisiones entre lo que está bien y aquello que está mal.

La ministración del Antiguo testamento era externa, pero la conciencia es interna. Yo no le puedo decir a usted: “¡Qué linda conciencia tiene! Porque no la veo. Yo sí le puedo decir, con la mejor de las voluntades, qué hacer, qué no hacer, cómo vestir, cómo no vestir y cómo comportarse; y con todo mi esfuerzo para que usted se parezca a mí (Cosa que si a alguien va a hacer feliz, es precisamente a mí), no puedo con eso perfeccionar su conciencia. Es externo, la ministración es externa. Puedo tratar de justificarme con Dios ayunando, portándome bien, no hablando lo malo, no bebiendo alcohol, pero todo mi esfuerzo, todavía no perfecciona mi propia conciencia.

Tenemos incrustados en nosotros, por la naturaleza adámica, el deseo de agradar a Dios. Y en medio de la gracia tratamos de agradarle, pero mientras lo primero y los antiguos ritos operan en su vida, anula usted las reglas que fueron dadas para ganar el juego y perfeccionar su conciencia.

Hebreos 10:9 dice: Vengo para hacer la voluntad que está escrita de mí en el libro: quita lo primero y establece lo último.

Dice que él, el Sumo Sacerdote, entró en el Lugar Santísimo, no creado por manos, no con sangre de becerros, sino con su propia sangre. Vale la pena mencionar que el sacerdote tenía que matar un becerro para sus propios pecados y un cordero para la nación. De todos los animales, el becerro es el que más sangre tiene. La implicación es la siguiente: si usted puede sacar el poste de luz de sus ojos, puede ministrar el escarbadientes de su vecino. Necesita más sangre para los pecados suyos que para ministrar la nación.

Los apóstoles no estaban presentes cuando Cristo salió de la tumba y pese a que tenían instrucciones claras de Dios, todavía vagaban en algunas incertidumbres. María parece que era un poco más creyente. Ella sí estaba. Sale Cristo de la tumba, está parado afuera y está camino al Lugar Santísimo; María reconoce a Jesús, se acerca a Él y quiere, – se supone -, abrazarlo o besarlo con alegría. Cristo le dice: ¡¡No me toques!! ¡¡Aún no he subido al Padre!!

En el Antiguo Testamento el sacerdote entraba, se quitaba sus vestimentas de gloria, entraba al Lugar Santísimo y ministraba la sangre por el pecado del pueblo. Cuando Dios confirmaba con su gloria que aquel derramamiento de sangre sólo iba a perdonar pecados por un año; o sea: no los quitaba, sino que es como que se los olvidaba por un año; le daba una especie de visa o de salvoconducto temporal. Que no fue creada para quitar pecados, sino parea tener memoria de que en usted hay pecados que usted no puede sacar.

Cuando volvía, se ponía su vestimenta de gloria y salía por la cortina hacia el atrio. A ese evento, en hebreo, se le llama PAROUSSIA. Esto es importante, porque el segundo advenimiento del Señor, en griego, también se llama PAROUSSIA. Nuestro Sumo Sacerdote entró al Lugar Santísimo, cumpliendo con la tipología de aquellos hombres en el Antiguo. Cuando el sacerdote salía, dos millones y medio de judíos tiraban un clamor de júbilo al cielo, saltaban y brincaban glorificando a Dios y cantando, porque tenían doce meses bajo la misericordia de Dios.

Pero ustedes y yo, hermanos, tenemos una PAROUSSIA mayor, y tenemos un júbilo mayor, y tenemos derecho. Allí veremos no a dos millones, sino a billones y billones de creyentes que han de observar cuando se rasguen los cielos, y la PAROUSSIA del Señor regrese en gloria expiando pecados por Vida Eterna.

Pero muchas personas quieren ministrar su propia vida por medio del Antiguo Testamento y me explico:

(Hebreos 10: 12-14)= Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez y para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

En el original dice: “Hizo perfectos para siempre a los que ESTÁN SIENDO santificados. Usted jamás será más perfecto que el día que nació de nuevo. Lo que está ocurriendo en su vida es que Dios lo santifica cada día más.

Cuando Dios llega a su vida es como si arrojara un manto de sangre sobre ella. Ahora, cuando Dios lo mira, no ve su imperfección, no ve su falta de obediencia, no ve su murmuración; sólo ve la perfección de Cristo. Pero debajo de esa perfección, está el Espíritu de Dios trabajando en su vida; el Espíritu está trabajando debajo de la carne. Y quizás usted mire al hermano y no lo vea muy perfecto. O quizás no se sienta digno y piense que no vale la pena seguir porque las cosas se han puesto malas; pero Dios le ve a usted perfecto y el Espíritu está trabajando. Muchos hermanos se sienten morir – espiritualmente hablando -, dejan caer sus brazos y abandonan todo y se descarrían; podemos ver al Espíritu que les está diciendo: “Oye: ¡Dame una oportunidad! ¡Yo puedo hacer la obra! ¡Estoy trabajando contigo! ¡Yo soy fiel, yo empecé, yo terminaré, sigue adelante, te estoy santificando!

Tratamos de corregir nuestra vida, tratamos de discernir entre el bien y el mal. Siempre le erramos feo. Nos dan deseos de –a la manera de un viejo boxeador -, “colgar” los guantes y decir: ¡¡¡Basta!!! Pero el Espíritu dice: “No me contristes, no te corresponde hacerlo, ahora al juego lo juego yo. Tú ya eres perfecto delante de dios; dame una oportunidad: yo trabajaré contigo.” Es como si usted se mirara al espejo, se viera feo y, para mejorarse, se compra una camisa nueva. Claro; el hombre inteligente, se baña primero.

La ministración externa, no puede purificar el proceso que le ayuda a decidir lo que está bien y lo que está mal para usted.

En Génesis, Dios creó al hombre, le dio dominio y le dijo: “Multiplícate”. Adán y Eva, llenad la tierra; seres humanos, tengan dominio, sean mayordomos; sojuzgad la tierra; sean pioneros, guardad el huerto. Cuidad el lugar de mi presencia, de mi encuentro, pero restaurad el resto: sojuzgad, conquistad y haced que el resto del planeta se parezca al huerto. Sé dominador y mayordomo. Los viste de su gloria.

Pero dios le dice: “Adán…me viene algo a la memoria…hay un árbol en el huerto, sabes? Es el árbol del conocimiento, de la ciencia del bien y del mal. Adán… te estoy dando dominio sobre todo. Quiero que seas señor de todo el planeta, de los animales, de las aves, del ámbito terrenal. Tienes poder. Eres dueño e inquilino bajo mi autoridad. Tú señorea la tierra. Haz con ella como he dicho. Sojuzgadla y llenadla de mi gloria. Pero una sola cosa: ¡…No me toques el árbol..! Tienes dominio sobre todo, menos sobre el árbol de la ciencia del bien y del mal. Adán; te estoy dando dominio; hombre, mujer, quiero que señoreen todo, menos la habilidad de decidir lo que está bien y lo que está mal. Ese es mi señorío. Yo quiero ser Señor de tu conciencia. Yo quiero decidir por ti y a través de ti lo que está bien y lo que está mal. Tú señorea la tierra, yo señoreo tu vida. Yo soy Señor de tu conciencia. No me toques mi señorío.

El hombre, cuando cae en desobediencia, lo único que hizo fue quitarle la única área que Dios había dejado para sí; la conciencia del hombre.

Desde entonces, los hombres, a lo bueno le llaman malo; a lo que es fuerza, le llaman flojera; esto funciona sea usted salvo o no. A lo que es gozo, le llaman aburrimiento. Si el señorío de su conciencia aún está en sus manos, usted será un fracaso para Dios. Tiene que entregarle el dominio de las decisiones de su vida a Dios. Ese es el Nuevo Pacto. Es como si Dios le dijera a usted: “¡Oye! ¡Yo juego este juego por ti! ¿De acuerdo?”

Usted me dirá: “Pero yo puedo tomar mis propias decisiones” Lo lamento, se equivocó. O las decide Dios o usted es influenciado por Satanás. Sólo Dios sabe decidir lo que es bien y lo que es mal para el hombre. El trono de Dios es la conciencia del hombre. Deje que Dios pilotee su vida. Él quiere ser Sumo Sacerdote de su conciencia.

Si usted es Señor de sus propias decisiones, a lo que es religión le va a llamar “Dios”. A su propia prosperidad la va a llamar restauración. Al liberalismo y al humanismo, los va a llamar jubileo. Está equivocado, no sabe discernir. A la independencia, la llamará autoridad del creyente. A la política religiosa, la llamará apostolado. El Nuevo Pacto funciona cuando Cristo reina sobre el proceso del pensamiento que discierne lo que está bien y lo que está mal para usted.

Algunos no entienden. Cuando el Señor no es Señor de su conciencia, a lo que es un ministerio espiritual, usted lo confunde con un excelente programa profesional. Le llama éxito a lo que sólo es fama en el mundo. Confunde emoción con lo que es la verdadera gloria de Dios, y le llama adoración a lo que sólo es talento musical. Él es Señor de su conciencia. Sólo Dios sabe juzgar qué es bueno y qué es malo para usted.

Si usted deja que Dios sea Señor de su conciencia y le pregunta cuando venir a la iglesia, le va a decir que no falte a ninguna reunión. Si le pregunta cuanto ofrendar, le va a decir: ¡Dalo todo!

Ese es el Nuevo Pacto. Usted no necesita que le prohíban fumar. No necesita que le prohíban tomar alcohol. No necesita que le prohíban drogarse. Cuando sale de la iglesia usted puede ir a emborracharse, fumar y drogarse, pero hay un problema: Si Cristo es Señor de su conciencia, su conciencia no lo va a dejar fumar, emborracharse o drogarse!

Si Cristo no se convierte en Señor de su conciencia, pronto usted va a fracasar. Ha de discernir por usted, lo que a usted le conviene.

Mucha gente esta en confusión; ¿Sabe por qué? Porque le dan vueltas a la verdad. No quieren la verdad. Porque la verdad lo libera a usted. Solamente tiene que ir a ella una vez y queda libre.

El reino opera en obediencia. Pero hemos confundido nuestra obediencia con carácter interno. Con santidad interna. Usted no puede hacer eso; eso es obra del Espíritu Santo. La obediencia que le corresponde a usted, son los frutos. ¿Cuantos han visto que los frutos nacen dentro del tallo? Los frutos siempre son externos y ministran las naciones. La obediencia de la iglesia es la ministración en la sociedad. Es avanzar el reino. Y si Dios fuera Señor de todas las conciencias de todos los que están leyendo esto o escribiendo cosas parecidas, ¿Qué no podría hacer la iglesia en la sociedad? Si Cristo estuviera al volante de todos los que se llaman creyentes, ¿Cuánto podríamos tardar en arrasar espiritualmente a las naciones a las que de labios, ya hemos tomado tantas veces? Para poder delegar en otro todas mis decisiones, es indispensable: CONFIAR.

(Hebreos 5: 4-6)= Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón.

Así tampoco Cristo se glorificó a si mismo haciéndose Sumo Sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo. Yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.

Comparen el sacerdocio de Melquisedec con el sacerdocio de Aarón. Nos dice: no te preocupes. Cristo no es tras el orden de Aarón; puedes confiar en Él. Cristo viene de otro orden; el orden de Melquisedec. Aarón era el sacerdote que ministraba junto a Moisés. Moisés subió al monte a hablar con Dios. Aarón se pone a escuchar las palabras del pueblo. Toma todo el oro del pueblo, lo echa en el fuego y produce un becerro. Moisés baja del monte y le dice:

–  Aarón; ¿Qué has hecho?

–  ¿Quién, yo? ¡Fue el pueblo! (No asume su responsabilidad; le echa la culpa al pueblo)

–  ¿Cómo que fue el pueblo?

–  Bueno… Es que ellos querían un dios y me dieron el oro. Entonces tomé el oro, lo arrojé al fuego y mira. No vas a poder creerlo, ¡Salió este becerro!

– ¿Con que salió ese becerro, así, de la nada…? ¿Y al molde, adónde lo dejaste, Aarón?

– ¿El molde? ¿Qué molde?

Aarón era un mentiroso. El escritor de hebreos dice: No te preocupes, puedes dar el timón de tu vida a Cristo; Él nunca te fallará. Él no es como Aarón. Él es fiel. Puedes confiar en el liderazgo y reinado de Cristo. Él nunca te fallará.

Un rey sólo sabe reinar. No hay lugar para dos tronos en su cuerpo mi querido hermano. Es tiempo de orar. Ya sé que usted ora mucho y bien, pero le propongo acompañarme en esta oración concreta, específica y precisa. Si la hace, seguramente su vida va a tener un antes y un después a este exacto momento:

Señor: Desde hoy en adelante, todas mis decisiones; desde mi dinero hasta mi matrimonio; desde el ministerio hasta el trabajo, serán tuyas. Tú tomarás las decisiones por mí. Te doy el timón de mi vida exactamente ahora, en este preciso momento. Tómalo Señor. Convierto a ti mi conciencia ahora. Te devuelvo el fruto del árbol que me prohibiste comer. De ahora en más, tú riges mi vida, tú decides lo que debo hacer o lo que no debo hacer. Te proclamo y te declaro: Señor de mi conciencia. Amén.

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enero 1, 2015 Néstor Martínez