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Iluminando el Don de Lenguas

Cuando diga por qué quiero estudiar progresivamente el Segundo capítulo del Libro de los Hechos, seguramente algunos pondrán su rostro duro en desacuerdo, pero tal vez otros, que han leído sus Biblias con ayuda y participación del Espíritu Santo, coincidan y estén en unidad con mi sentir. Quiero estudiar este capítulo, me lleve el tiempo que me lleve, porque a mi entender es el que marca el verdadero comienzo del Nuevo Pacto, o Nuevo Testamento.  Esto va en contraposición con lo que determinaron aquellos monjes que canonizaron la Biblia y decidieron que ese Nuevo Pacto comenzara en el evangelio de Mateo. Sólo un problema: Si el viejo pacto era a partir de la sangre del cordero inmolado en sacrificio, en la etapa Abraham, el nuevo tiene que comenzar también con la sangre inmolada del Cordero puesto por Dios mismo, Jesús, su propio Hijo Unigénito. Y eso, si no he visto mal, recién sucede al final de los evangelios, en la cruz. Toda la vida de Jesús, hasta que llega a la cruz, les guste o no, lo crean o no, lo acepten o no, sigue perteneciendo al Antiguo Testamento.

(Hechos 2: 1) = Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos

Pentecostés, la palabra griega que lo identifica es pentekostos, que literalmente significa Cincuenta, y tiene que ver con un festival judío anual que también era conocido como la “Fiesta de las Semanas”, o la “Fiesta de las Primicias”, una celebración que te3nía que ver con los primeros frutos de la cosecha. La Ley exigía que los varones judíos fueran tres veces al año a Jerusalén para celebrar las fiestas más importantes, conforme a lo que leemos en Deuteronomio 16:16-17: Tres veces cada año aparecerá todo varón tuyo delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere: en la fiesta solemne de los panes sin levadura, y en la fiesta solemne de las semanas, y en la fiesta solemne de los tabernáculos. Y ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías; cada uno con la ofrenda de su mano, conforme a la bendición que Jehová tu Dios te hubiere dado.

La Pascua en primavera, cincuenta semanas y un día más tarde, y los Tabernáculos, al final de la cosecha en el otoño. Los que iban a convertirse al cristianismo en ese día de Pentecostés, eran indudablemente los primeros frutos de una vasta cosecha de millones de almas. Sin embargo, lo que realmente marca un antes y un después en la historia de la fe, es lo que se lee al final del verso. Dice aquí que ellos estaban todos juntos y unánimes. Y no es un hecho casual ni decidido o preparado exclusivamente para este evento, sino la prosecución de algo que ellos ya practicaban, porque en el capítulo anterior, concretamente en 1:14, leemos que Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos. Esto me demuestra a mi y también a ti, que lo de unánimes juntos no era una acción casual o momentánea en aquel tiempo de lo que podríamos denominar como iglesia primitiva.

Cuando leemos unánimes juntos, la palabra griega que se traduce así es homothumadon, y literalmente significa: estar de acuerdo, de mutuo consentimiento, mantener la unidad de grupo, ser todos de una sola mente y compartir un solo propósito. Los discípulos tenían unanimidad intelectual, armonía emocional y una sola voluntad en la iglesia recientemente fundada. En cada uno de los casos en que se usa esta palabra griega, indica armonía, la cual conduce a la acción. Como puedes ver con claridad, esto no se trató nunca de estar unánimes juntos sólo porque se juntaron casi casualmente todos en un mismo lugar y con similar motivo. Lo que va a venir a continuación, no es un simple suceso acaecido simplemente porque a Dios le dio la gana de activarlo mediante Su Espíritu. Es un mecanismo divino que se activa bajo un disparador efectivo e infalible: unidad genuina. No simulada ni dibujada: real. Porque sigue siendo cierto que ningún reino, casa, familia o matrimonio dividido, prevalece.

(Verso 2) = Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; (3) y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.

De repente. Nadie lo preanunció, ni lo promocionó, ni lo activó, ni lo profetizó. Fue de repente, de improviso, inesperadamente. Todo esto último se puede traducir de la palabra que en el original leemos como de repente. En esas condiciones y no atraído, o incentivado, o activado por la voz de algún predicador estrella, dice que vino del cielo, del ouranos, de un lugar en el ámbito del Espíritu sindicado como morada de Dios, un estruendo. ¿Similar a? Un trueno, una explosión, un estrépito. Y añade, como pista más que válida, que ese estruendo era como el de un viento recio. No era un viento recio, era como un viento recio. La pregunta que surge, entonces, es: independientemente de lo que queramos interpretar desde lo literal, ¿Qué cosa era eso que sonaba y se veía como un viento recio? En el original no dice viento. La palabra griega de la que tradujeron viento, es pnoé, y significa concretamente respiración, resoplido, aliento, y obviamente viento, que indudablemente fue la que los traductores eligieron para que sonara más…terrenal.

Al tema es que soplo, aliento, e incluso algo similar al viento, indefectiblemente hay que verlo como Espíritu. En su conversación con Nicodemo, cuando Jesús le está explicando el significado de nacer de nuevo, le dice algo que Juan en su evangelio lo reproduce en el capítulo 3 y verso 8: El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Dice que el viento sopla de donde quiere y que nadie sabe de donde viene ni para donde va. Cualquier similitud con la dinámica del Espíritu Santo no es mera coincidencia, es exacta similitud. Cualquier buen meteorólogo es capaz de predecir frío, calor, lluvia o tormentas, pero siempre guiándose por distintas señales entre las que sobresalen la calidad y cantidad de los vientos. Lo único que la meteorología no previene ni preanuncia, es la dirección que tendrán los vientos en los próximos diez minutos. Vienen de donde quieren y se van donde se les ocurre. Eso se llama Soberanía y Omnipotencia. ¿Te resultan familiares esas dos condiciones?

El caso es que ese viento recio, (Es el único texto bíblico que contiene estas dos palabras), dice que llenó toda la casa donde estaban sentados. Esto nos confirma contundentemente que no se está hablando de un viento literal o algo que se le asemeje en cuanto a clima. Si es capaz de llenar toda una casa, es algo probablemente invisible que se mueve en el ámbito espiritual. El único ejemplo práctico aceptable es el de un salón, o templo, o casa grande, con mucha gente sentada y esperando un algo que nadie sabe qué es ni como se siente, pero que de pronto llega e inunda todo. ¿Con qué lo inunda? El final del texto lo dice. Con lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. ¿Qué cosa es una lengua de fuego? De hecho, una metáfora, una manera de transmitir una visión imposible de definir. Una llama de fuego, cuando es grande, asciende y se mece con un formato que muy bien puede graficarse como una lengua, aunque no lo sea. Aquí tampoco, porque otra vez aclara que esas lenguas eran como de fuego, no simplemente de fuego.

(Verso 4) = Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

A ver si entendemos la escena. Un grupo numeroso de personas sentadas en un lugar esperando un algo que no podían predecir que era, pero que estoy seguro que cada uno sabía que sabía que iba a suceder. Y de pronto, viene ese estruendo como de viento recio y esas lenguas, similares al fuego, se depositan sobre la cabeza de cada uno de ellos. Ya lo había predicho Juan el Bautista, cuando dijo que el que venía tras él, bautizaba en Espíritu y fuego. A ver; tu mente racional y repleta de un respetable sentido de la lógica, ¿Puede imaginarse algo así? Algunas películas bien intencionadas han tratado de hacerlo, pero el resultado lamentablemente fue tomado por los espectadores con risas o, lo peor, con burlas y descreimiento. ¿Motivo? Técnicamente nadie puede mostrar lenguas como de fuego sobre las cabezas de centenares de personas y pretender que eso, por mejor que les salga, resulte creíble. No es su culpa. A la carne, a la mente y al alma no regenerada, cualquier manifestación del Espíritu le resultará siempre increíble. Aunque esa Biblia que lees todos los días te cuente que una zarza ardiente era la señal de la presencia del Dios vivo.

En la realidad no fue así. Los que allí se encontraban, también tenían su cuota de carnalidad incrédula, aunque estuvieran espiritualmente en unidad para ir a buscar algo que se les había prometido nada menos que de la boca del propio Jesús, Hijo de Dios encarnado en hombre para los más fervientes creyentes. Sin embargo, no fue más que esas lenguas o lo que fueran se posaran sobre sus cabezas, que aún sin tocarlas, les produjo un impacto que no tengo dudas, si me dejo llevar por experiencias personales y de gente confiable, tiene que haberles hecho sentir algo muy similar a lo que tú o yo sentiríamos si recibiéramos una descarga eléctrica de bajo voltaje. Tan bajo como para no ocasionar daño, tan alto como para sacudirnos, estremecernos y, seamos honestos, darnos un buen susto, hasta saber qué estaba ocurriendo. Aquí, lo que ocurrió, fue que, en un instante, fueron TODOS llenos del Espíritu Santo.

No sé por qué, pero cuando leo que todos fueron llenos del Espíritu Santo, mi espíritu memorioso me retrotrae de inmediato al primer verso, donde me dice que estaban todos, unánimes juntos. ¿Simple coincidencia o efecto indispensable? Garantía, sólo eso. Cuando hay unidad en el espíritu, hay manifestaciones visibles, Esta lo fue. Recuerda que en el Antiguo Testamento sólo habían recibido al Espíritu Santo aquellos que eran objeto de un llamado especial de Dios o sencillamente ungidos por Él. Bajo el Nuevo Pacto, en cambio, a todos nosotros se nos ofrece la promesa que el Padre formula y que Lucas relata en su evangelio 24:49, cuando Jesús dice: He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto. 

La presencia súper activa del Espíritu Santo se muestra en toda su plenitud en la vida de cada creyente que prosigue con el ministerio de Cristo y, nuevo nacimiento mediante, pasa a formar parte activa de Su Cuerpo en la tierra, lo que equivale a considerarlo como miembro del Reino de los Cielos. No puedes ponerlo en duda: el poder de Dios genuino, viene sólo a través del Espíritu Santo. Es imposible y altamente peligroso tratar de reemplazarlo con la sabiduría humana y carnal. Cada uno de nosotros debe anhelar, buscar y llegado el momento recibir ese bautismo en Espíritu Santo y fuego, porque será de la única manera en que realmente podamos alinearnos con el Señor y su propósito. Cuando lo recibas, no vaciles en buscar su guía y su dirección en cada paso que vayas a dar, sea espiritual o terrenal. Si es el único capaz de guiarte a toda verdad, reemplazarlo por un hombre, por iluminado que parezca, simplemente es idolatría.

Luego dice que, como resultado de esta llenura, bautismo o plenitud, todos ellos comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Y aquí llegamos a un punto de inflexión para nada menor ni superficial. Esto, sólo esto que terminas de escuchar, ha producido en la iglesia más división que el mismísimo Satanás con todos sus demonios. De hecho, ellos aprovecharán cada puerta abierta que encuentren, a partir de pecado, celos, contiendas y todo lo que puede existir en los grupos humanos que no están en unidad, pero en este caso no alcanza con reprenderlos, porque los debates doctrinarios que se observan en las distintas denominaciones, obedecen mucho más a las ambiciones personales que meten en las mentes los espíritus humanos que a la actividad de los demonios. A un demonio tienes toda la autoridad para echarlo fuera tu, en el nombre de Jesús. Pero a un espíritu humano, que es carnalidad pura, sólo pueden combatirla los ángeles de Dios. Pídele que te los envíe, si los necesitas.

Ellos se impactaron porque tengo la certeza de que no terminaron nunca de escuchar con atención y mucho menos entender lo que Jesús les dijo. Si lo hubieran registrado con mayor efectividad, hubieran entendido que lo que les estaba sucediendo ya estaba preanunciado cuando Él les dijo lo que Lucas relata en 24:49 de su evangelio: He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto. Aquí estaban recibiendo poder. Hoy mismo, cualquiera de nosotros que lo anhele, lo acepte, lo crea y lo reciba, tendrá exactamente lo mismo. Lo que sucede es que como ocurre muy a menudo dentro de los ambientes religiosos, sus miembros se empecinan en enfrenarse y dividirse por minucias y eso los lleva a dejar de lado lo que es realmente importante. Como por ejemplo, el asunto de las lenguas.

La palabra griega de la que se traduce esto, es glossa. Y de inmediato salió un iluminado intelectual que instauró en los sectores más conservadores algo llamado glosolalia, que según ellos significaba decir o pronunciar palabras sin orden ni sentido. Y en esos ambientes, las lenguas sumaron desprecio y hasta burlas. Yo me congregué quince años en una denominación que no creía en el don de lenguas como algo actual y que prohibía en sus templos ejercerlas bajo el argumento de que si no había quien las interpretara había que callar en la iglesia. De acuerdo, esto último es bíblico, porque así está escrito, pero siempre recuerdo el rostro mitad sorprendido y mitad fastidiado del pastor cuando se me ocurrió preguntarle cómo podríamos saber si alguien tenía don de interpretación de lenguas si seguíamos prohibiendo hablarlas. Si hubieran investigado que glossa en realidad significa lenguaje, idioma no adquirido naturalmente, entonces creo que el tema hubiera sido bien otro.

El caso es que aquí, ellos recibieron otras lenguas. Y esto, como luego va a quedar en evidencia con el comentario de distintos asistentes a ese evento de diversas etnias e idiomas, lo que recibieron en un instante los capacitó para hablar en idiomas de personas que estaban presentes y que jamás habían aprendido desde lo intelectual. Esto también logró que en otros sitios conservadores, pero menos rígidos, se aceptaran las lenguas en el templo, pero siempre y cuando se tratara de idiomas conocidos o al menos bíblicos, como el arameo, el griego o hebreo antiguo. Eso, decidido como método de represión para el don, dejaría a un lado ese balbuceo tan clásico y conocido que no es parte de ningún idioma terrenal. ¿Lenguas angelicales?, solían preguntar los religiosos más legalistas. ¿De donde sacaron esa barbaridad? De Pablo a los Corintios, en su Primera carta y capítulo 13 y verso 1: Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Lenguas humanas y angélicas. Hay dos clases diferentes. Nada para discutir.

Conclusión imparcial y eminentemente bíblica, sin entrar en debate con el frío conservadurismo humanista y racional ni con el pentecostalismo súper místico y fantasioso, que son los dos extremos de un evangelio que, como podrás suponer, no es ni una cosa ni la otra. Un extremismo es simplemente la sobre exageración de una verdad, pero no la verdad propiamente dicha. Y no te lleva jamás a un objetivo de victoria, de paz, de armonía y amor divino. Tengo don de lenguas, pero no me ufano de eso porque no es ningún mérito personal, sólo la dosis de fe suficiente en su momento como para recibirlo, aún militando en un sitio que se oponía a ello. Tampoco lo veo como “la prueba” de haber recibido el bautismo, llenura o plenitud del Espíritu Santo, que tanto daño y fea discriminación h a causado en algunos sectores. Conocí a un hermoso creyente lleno del Espíritu, un muchacho que irradiaba paz y hasta una increíble luz en su persona. Cada palabra suya era una bendición que te conmovía porque te dabas cuenta que no era suya, sino transmitida por el Señor por su intermedio.

¿Y sabes qué? En su congregación había sido marginado por causa de no tener don de lenguas. Eso les había hecho declarar públicamente a sus líderes que él todavía no había recibido el bautismo del Espíritu Santo, ya que, al no tener lenguas, que según ellos eran la prueba de ese evento sobrenatural, quedaba al margen de toda actividad. Ignorancia total. Y a eso súmale si quieres un grado de crueldad y carencia de amor realmente llamativa para gene que se autodenomina como pastores o similares. Lo puedo probar. Hechos 4:31, dice: Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. Este que se relata aquí es un suceso similar al de Hechos 2 en Pentecostés, sólo que, en lugar de recibir lenguas con el shock espiritual, recibieron mandato de predicar la palabra con denuedo.

¿Sabes el significado más amplio de Denuedo? No es simplemente esfuerzo o ímpetu, como se nos enseñara. Denuedo también significa Sin Contaminación. ¿Qué me dices? Si predicar la Palabra de Dios sin contaminaciones humanistas, científicas, intelectuales o esotéricas, es señal de la plenitud del Espíritu Santo en el predicador, mucho me temo que habría que dejar a un costado del camino a muchos que se encuentran en posiciones muy superiores a la que tenía ese pobre joven marginado que te mencioné anteriormente. Y ni hablar de los que usando su poder eclesiástico abusan de personas en todas las formas imaginables e inimaginables, defraudan a sus subordinados obligándolos a servirlos como si fueran reyes estelares y robándoles su dinero con argumentos sobre los diezmos y ofrendas que están muy por fuera y por encima de lo escrito en nuestras Biblias. Pero que oran en lenguas que son una maravilla y creen que por esa causa están un escalón por encima de todos los demás.

Cuando Pablo delinea nueve de los dones del Espíritu en 1 Corintios 12: 8-10, el último en su lista es “la interpretación de lenguas”. En su instrucción sobre cómo llegarán los creyentes a cualquier eklessia o asamblea en particular, dice que mientras que uno puede venir con un himno, otro con una palabra de instrucción, otro con una revelación de Dios, otro con una lengua, uno también puede venir con “Una interpretación. Pablo imagina que, en cualquier reunión del pueblo de Dios, más de “dos o como máximo tres” pueden hablar en lenguas, “cada uno a su vez”, es decir, no simultáneamente sino uno después del otro. Una vez que han concluido, insiste en que alguien interpreta. Aunque el apóstol no lo dice explícitamente, nadie debería hablar en lenguas si no hay quien las interprete, pero eso no significa negarlas o prohibirlas.

Pablo no nos dice cuándo se debe pronunciar la oración, pero, así como aclara lo que se debe hacer cuando es en público, no hay obstáculo alguno para ejercitarla en privado. Yo aprendí que las lenguas son un recurso muy importante para orar cuando no sabemos cómo hacerlo. Pedimos ayuda al Espíritu Santo y Él intercede por nosotros con gemidos indecibles. Nunca debemos confundir este don espiritual con la capacidad de una persona para interpretar la revelación divina a gran escala. La persona con este don no necesariamente será extraordinariamente capaz o hábil en la interpretación de textos bíblicos.  Este regalo es la habilidad facultada por el Espíritu para interpretar lo que se habla en lenguas. No hay indicación en las Escrituras de que alguien que tenga este carisma pueda interpretar sueños, visiones u otros fenómenos reveladores.

Definiría el don de la interpretación como  la capacidad facultada por el Espíritu para comprender y comunicar una expresión pública ininteligible de lenguas para el beneficio espiritual de la congregación como un todo . Dudo en usar la palabra “traducir” para describir este regalo, dado el hecho de que este término puede llevar a la gente a concluir que siempre habrá una traducción uno a uno o palabra por palabra del enunciado de las lenguas en la lengua vernácula de la gente. Pero hay un espectro desde la traducción literal en un extremo hasta la suma general en el otro extremo, siempre que se ejerce el don de la interpretación. Interpretar un enunciado en lenguas puede tomar cualquiera de varias formas.

En suma: ¿Tienes don de lenguas? Úsalo en tu casa, cuando tienes que orar por algo o por alguien y con tu mente no sabes cómo orar. Pide ayuda al Espíritu Santo y luego suelta tu lengua. Él declarará, decretará, ordenará, clamará o dirá lo que sea estrictamente necesario. Cuando te reúnes con otros creyentes en algún lugar, sólo suelta tu lengua si hay alguien que las interprete. Un grupo de cincuenta o cien personas, todos orando en lenguas al mismo tiempo y si nadie que interprete, lo único que consigue es un desorden que, en casos, impide que se adore, que se alabe, que se predique la Palabra y que se sanen enfermos o se liberen endemoniados. ¿No tienes don de lenguas? Da gracias a Dios por eso y ejercita el otro don que seguramente tienes. La iglesia se bendice y se edifica con TODOS los dones, no con uno en especial.

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enero 2, 2024 Néstor Martínez