Estudios » Crecimiento

Espíritu Santo: No me Olvido  de Ti

 Hubo una época en mi vida, allá por los años noventa, en que todo mi ser fue invadido por el conocimiento, la presencia y la acción del Espíritu Santo. Fue una etapa de enorme crecimiento que desembocó en un tremendo despertamiento a mi vida espiritual que nunca jamás pudo retornar a mi anterior estado de comodidad, apatía y falta de objetivos. Yo lo he testificado en muchos trabajos y en algunos de mis libros, y creo que habrán coincidido con los testimonios de miles y miles de hermanos en todo el planeta.

        Sin embargo, en un determinado tiempo de Dios, es como si esa presencia de Dios en forma de su Espíritu Santo, le hubiera dejado espacio y lugar a otros moveres relacionados con su Reino. Y es eso lo que hemos estado haciendo estos últimos años. Hoy, ahora, y con el pensamiento y la oración puestos en tantos y tantos hermanos fieles pero incompletos que aún no han podido vivir esa maravillosa experiencia, he sentido la motivación interior de compartir contigo este estudio, que no es sino un retornar a esa esencia divina que llamamos la unción, para que tú puedas conocerla, si la desconocías, revitalizarla en tu vida, si es que estaba adormecida o potenciarla al máximo si es que estás en este mismo sentir. 

        (Salmo 23: 1) = Jehová es mi pastor; nada me faltará.

        (2) En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará.

        (3) Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.

        (4) Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tú vara y tu cayado me infundirán aliento.

        (5) Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.

        (6) Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días.

        Es mi oración implícita que el Espíritu Santo te revele algo poderoso en este día, en este momento, con este trabajo. No sé si tú sabes que este salmo no está del todo bien traducido de los originales. Y no quiero decir mal traducido porque mucha gente se enoja, pero esa sería la expresión adecuada. Porque en los originales este salmo no está en futuro, está en presente. Literalmente te lo voy a leer como dice el original. Jehová es mi pastor, nada me falta. Es importante que puedas notar la diferencia existente entre nada me faltará a nada me falta.

        En lugares de delicados pastos me hace descansar. Junto a aguas de reposo, me pastorea. Conforta mi alma. Me guía por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en sombra de valle de muerte, no temo mal alguno, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me infunden aliento. Aderezas mesa delante de mí. (Este es el único verso está bien traducido, nota que está en presente) En presencia de mis angustiadores unges mi cabeza con aceite, mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me siguen todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moro por largos días.

        Nota la diferencia entre leer este salmo en un futuro casi condicional, a leerlo en un presente perfecto. Cuando en el libro de Apocalipsis se describe al Señor, en el capítulo 1, dice El que es y el que era, y el que ha de venir. Cuando Jesús está caminando sobre las aguas esa noche, en medio de la tormenta, y los discípulos preguntan quién es, Él dice: Yo Soy. Tenemos un Dios que actúa en presente.

        En el versículo 5, dice: unges mi cabeza con aceite. El anillo que muchos llevamos en uno de nuestros dedos de la mano, significa que estamos casados. Significa que hemos hecho un pacto, hasta la hora de partir, en esta tierra. Ese anillo determina una posición sobre esta tierra como persona, como ser humano. Nos hace recordar los pactos que hemos contraído. Nos establece en un lugar preciso, y una dimensión como persona casada y con hijos. Esto es: una familia. Y aunque uno se pueda quitar ese anillo, fíjate que en el dedo va a quedar la marca, la señal del lugar que ese anillo ocupa.

        El Señor, dice en el libro de Ester, usará el anillo del rey. La mayor parte de los cristianos, pasan sus vidas arañando bendiciones. Tomando una bendición de vez en cuando, si pueden, o alcanzando una sanidad de tanto en tanto, cuando sus fuerzas lo consiguen. Pero la voluntad de Dios es que tú disfrutes de todo lo que el Hijo de Dios ha conseguido. Es como un padre de familia que ha trabajado y ha traído los bienes para que su familia los disfrute. Y un hijo, en la casa, no pregunta si puede comer una manzana. Si está allí es de todos y simplemente le saca la cáscara o no y se la come.

        Tú que sales todos los días a trabajar, y más allá de cómo te vaya en tus finanzas o en tu administración, ¿No haces eso? O, al menos, ¿No es eso lo que quisieras hacer? Tú no le prohíbes a nadie que use tu sillón, ocupe tu lugar en la mesa o utilice tu tenedor. Ya lo sé, hay gente así, pero son la excepción. O, por lo menos, son la inversa de lo que Dios manda y quiere.

Normalmente, todo lo que hay en una casa es de todos. Todo lo que un padre trae a una casa, es para que toda la familia lo utilice. Jesús usó este ejemplo, cuando dijo: ¿Qué padre hay entre ustedes, que si su hijo le pide un pan le va a dar una piedra? Y si vosotros, que sois malos padres sabéis dar buenas dádivas, ¿Cuánto más vuestro Padre celestial os dará a vosotros el Espíritu a quien se lo pida?  

        Lo que va a marcar tu vida en un antes y un después de haber escuchado esta palabra, es que te sean abiertos tus ojos espirituales y puedas ver cuál es tu verdadera posición en Cristo. Puedes ir a una iglesia a sentarse en uno de sus bancos domingo tras domingo, por más de veinte años, escuchar una y cada una de las prédicas, los estudios, incluso ir y estudiar en una universidad una carrera en teología, que no por eso tu vida espiritual será mejor. Puedes leer cientos de libros de tremendos autores, y no por eso serás más crecido.

        La razón en la que hoy en día puedo sustentar el decir que estoy mejor que hace cinco años atrás, es porque he descubierto quien soy en Cristo. De todos modos, eso no está completado. Seguimos dejándonos golpear por el enemigo. Que nadie piense que ciertos personajes célebres del evangelio caminan en victoria todos los días.

Para todos los creyentes hay días difíciles, días pesados, días de derrota. Y lo único que puede hacer el infierno contigo, es tratar de desalinearte, de desalentarte, que en lugar de vivir en el espíritu, tu mente pase del plano de victoria y de revelación espiritual de tu posición en Cristo, al plano terrenal.

        Nuestros sentidos nos juegan malas pasadas. ¿Por qué? Porque al haber nacido primero en esta tierra, vuestros sentidos son más afectados por lo que nos rodea. Quiero que entiendas algo: tú tienes tres partes en tu ser. Tienes un alma, tienes un cuerpo, tienes un espíritu. Y cada una de esas partes nuestras, tiene sus sentidos. Tu cuerpo tiene cinco sentidos. Tu alma tiene sus propios sentidos, ya lo hemos estudiado. Ella percibe ciertos elementos, por ejemplo, puede llenarse de temor, o percibir la agresión de una persona con solo verla. A eso no lo estás viendo con tus ojos, lo estás percibiendo internamente. Hay sentidos extraños en el alma a los que se les llama intuición. No suelen tener explicación racional. Existen.

        Pero también hay sentidos en el espíritu. Lo más profundo, lo que está adentro como la veta de una mina, lo que está más escondido dentro de ti, es tu espíritu. Por lo tanto es lo que más tarda en percibir. Es lo que está más adentro, es como la sala más escondida de tu casa. Abres la puerta de la casa y aparece la sala, es lo primero que ves. Ese es el cuerpo. Nuestros sentidos nos gritan cosas. Entonces, ¿Qué hace el infierno? El infierno trata durante toda tu vida que tú te muevas conforme a los sentidos de tu cuerpo, o como máximo, en los sentidos de tu alma. Ellos no quieren que te muevas en los sentidos de tu espíritu.

        Escucha esto. Dios está presente aquí y ahora respaldando esta palabra. ¿Lo crees? Pero sería muy bueno poder verlo tal como estás viendo esa silla o ese mueble, ya sea en tu casa, en la oficina o donde te encuentres oyendo esto. Quisiéramos ver a Dios cuando está caminando entre nosotros aunque más no sea un instante, ¿No es cierto? Algunos lo verán, la gran mayoría tal vez no. El punto está en que el discernimiento de los sentidos espirituales está muy dentro de nosotros.

        Ahora bien: nuestra victoria nace en la medid que nosotros vivamos en función no de lo que vemos, sino en función de lo que sabemos. Si este fue un buen día y te alegras o este fue un mal día y te entristeces, entonces estás viviendo en función de lo que ves naturalmente y tu vida va a ser una especie de montaña rusa. Pero si te mueves en función de lo que tú conoces, tu vida pasará a un plano superior. Sabemos, por la Palabra, que no hay justo desamparado, ni su simiente que mendigue pan. Hay una provisión justa para cada uno. Y no es solamente para lo espiritual, también es para lo material. ¿Por qué nos contentamos sólo con lo espiritual?

        Esto opera y funciona como esas extraordinarias fuentes que alguna vez hemos visto en las plazas. Tienen tres platos. Uno inferior, muy grande. Otro en el medio, un poco más pequeño que el de abajo y uno más pequeño que ambos arriba. El agua sale por la parte superior y llena el primer plato. Al rebalsar, el agua comienza a caer en el del medio hasta llenarlo y también rebalsarlo. Recién allí comienza a recibir agua el de más abajo, que al cabo de un tiempo es llenado y así vemos funcionando y operando a toda la fuente.

        Las cosas de Dios funcionan de la misma manera. El Espíritu Santo llena tu espíritu hasta rebalsar. Allí es donde el contenido comienza a inundar el alma, produciendo diversas emociones, sentimientos y estados internos. Puedes reír, llorar o temblar. Finalmente, la plenitud llega hacia el plato inferior, que es el cuerpo, y de ese modo puedes irte al piso, sentir frío, calor o lo que sea.

        Lo que sucede es que la gente va a un templo, asiste a un culto, cuando el culto termina pasa al frente porque se siente mal y desea sentirse bien. Claro está, a veces funciona porque Dios obra de mil maneras, pero es muy poco posible que primer se llene la bandeja del medio de la fuente y luego el agua salte hacia arriba, ¿Ne estás entendiendo? Quien pasa al frente debe moverse por lo que conoce, por lo que sabe. Por ejemplo, sabe que si invoca el nombre del Señor, Él va a acercarse. Esa es la batalla. Esos son los gigantes.

        A veces es casi genial que tú pases al frente, alguien te imponga las manos y tú te caigas al piso. Está bien. Pero no puedes andar por el suelo del templo cada domingo, luego ponerte de pie y vivir una semana exactamente igual a la que has vivido la anterior, y ponerte a esperar el próximo domingo. Es imperioso que aprendas a pelear tus propias batallas. Cuando eliges orar en silencio en lugar de pasar al frente, Dios responde. Y le otorga la plenitud necesaria a tu espíritu. Y cuando esa plenitud se derrama del plato superior, comienza a caer en el del medio, que es tu alma, y algunas cosas comienzan a verse de otra manera.

        Si todavía te quedan algunas dudas por los años y años de costumbre casi tradicional de pasar al frente a buscar ministración, a esperar que “alguien te ore” para estar bien, vuelve a leer el salmo 23, que fue con el que comenzamos todo esto. Jehová es mi pastor; nada me falta. Allí es cuando tu espíritu dice “amén”, porque ese nada, es nada. Este salmo no está hablando de provisión material, únicamente. Está hablando de todo. Nada me falta.

        Piénsalo ahora en términos de mecánica. Por poco que conozcas de mecánica, sabes perfectamente que no puedes estar utilizando tu auto durante diez años sin cambiarle nunca el aceite. Si llegaras a hacer eso, tu auto estaría muerto. En el proceso normal del funcionamiento de un motor, se necesita aceite fresco y nuevo cada cierta cantidad de kilómetros recorridos o de tiempo transcurrido. Siete mil quinientos o seis meses, aconsejan los manuales de los más nuevos. Aceite fresco que ingrese y ayude a que el mecanismo funcione correctamente. Si tú, a un motor le quitas todo el aceite, ¿Qué sucede? ; Se funde. La fricción será tan alta que se elevará la temperatura hasta fundirse todos los metales. El motor ya no sirve para nada.

        ¿Qué hace la diferencia que un motor sirva y otro no sirva? El aceite. Creo que esto es tan claro y tan concreto que no podemos evadirlo aunque elijamos jugar al terco o al tozudo. Pero vamos a verlo en la palabra, en Lucas 10:34. Ten presente que hay cinco cosas, (Cinco es el número de la gracia), que l unción hace sobre ti: cinco. A la primera de esas cinco cosas, vamos a verla ahora en este texto de Lucas, el del buen samaritano, el que decidió atender al que había sido agredido cuando todos habían optado por dejarlo librado a su suerte.

        (Lucas 10: 34) = y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.

        Antes de que este hombre se acercara, nadie había distraído su atención a este hombre, que había sido asaltado y herido por delincuentes. De acuerdo, nosotros no tenemos eso dentro de nuestros templos, pero sí vemos llegar a unos cuantos que, pese a mostrarse sanos en apariencia física, con muy poco discernimiento sabemos que están casi en un coma espiritual, y que la enfermedad de su alma en primer lugar y quizás de su cuerpo, luego, es cosa de poco tiempo. A esa gente, como quizás nos ha sucedido en algún momento a casi todos nosotros, nos esperó a la vera de un camino un grupo de malvados, y nos hirió, dejándonos medio muertos.

        ¿Pero cómo es eso? ¿No es que los que vamos a una iglesia estamos siempre súper-bien? Y bueno; si tú deseas que los demás se crean eso, sigue actuando. ¿Y qué dice este pasaje? Que este hombre estaba tirado en el camino, y de repente pasa por su lado alguien. Era un sacerdote, pero viéndolo, pasó de largo. Lo mismo hizo un levita, que es como si hoy dijéramos un pastor de una enorme y mega iglesia. Pasaron de largo. ¿Sabes que es el sacerdote y el levita desde lo espiritual? La religión. La religión no te puede ayudar. El hecho de que tú vayas a un templo cada domingo, no te ayudará.

        Hay gente que va a misa, hay otros que vienen donde hay un pastor esperándolos. Nada que ver, ninguno de las dos actitudes te ayudará. El problema que nosotros tenemos, es un asunto de vida o muerte. Hemos caído en manos de ladrones y hemos sido golpeados. En Juan 10, Jesús nos revela quienes son los ladrones o quien es el ladrón. Dice que el ladrón viene a robar, matar y destruir. Este hombre que descendía de Jerusalén, había sido asaltado y golpeado. Le robaron todo lo que tenía, le quitaron hasta la ropa. Lo dejaron con unos pocos trapos encima. Y lo dejaron casi moribundo.

        ¿Sabes qué? Así nos encontró el Señor. Si tú te dejas estar y te apartas, (Y estoy hablando de una fe, de una convicción clara, no de asistencias cultistas), lo más probable es que vuelvas a ser asaltado, robado y golpeado. Y vuelven a llegar a condiciones desastrosas y a comenzar el proceso nuevamente, con todo el costo que eso tiene. El sacerdote y el levita pasaron de largo, no podían ayudarlo. La religión no puede ayudarte aunque se lo proponga seriamente. Y dice que entonces apareció un samaritano. Y créeme que no es importante quien es el samaritano. Lo importante es lo que hace el samaritano.    

        Él agarra a este hombre, y dice que venda sus heridas, y vacía sobre él aceite. Aquí tienes la primera perla de la unción: Sanar Nuestras Heridas. Tú y yo necesitamos del aceite de la unción para sanar nuestras heridas. Yo te pregunto, entonces: ¿Cuándo te hirieron? – ¡Hermano! ¡Nos hieren todo el tiempo! A unos con más frecuencia que a otros, pero así es. El infierno, el mundo, nosotros mismos nos herimos. El aceite puede sanar nuestras heridas. Tú necesitas ir delante de la Presencia de Dios a reclamar aceite para tus heridas. El Espíritu Santo va a hacer lo que tú le digas que haga.

        ¿Sabías que en la Biblia, el aceite representa al Espíritu Santo? Entonces, la primera cosa que hace el Espíritu Santo cuando llega a tu vida, es buscar sanarte. No quiere que aumentes tremendo conocimiento ni que te levantes y comiences a profetizar. Lo que más quiere, es que te sanes. Primero sánate. Esto no es una reunión visible ni yo estoy en ningún alto púlpito de una lejana plataforma, pero déjame preguntarte algo como si lo estuviera: ¿Cuántos de los que están escuchando esto, necesitan hoy mismo ser sanos? El señor lo sabe, y tú también. ¿Y qué te puede sanar la unción?

        No necesariamente tu salud física, porque quizás físicamente te ves bien, pero tú alma invisible al ojo humano está tremendamente golpeada. O nuestro espíritu humano, está golpeado. El aceite sirve para sanar heridas.

        (Éxodo 27: 20) = Y mandarás a los hijos de Israel que te traigan aceite puro de olivas machacadas, para el alumbrado, para hacer arder continuamente las lámparas.

        Quiero recordarte que estas lámparas antiguas no se parecían en nada a las actuales que conocemos. Eran unos recipientes de cerámica, en algunos casos huecos, que a veces eran de otros metales. Pero eran recipientes huecos. Y se los llenaba de aceite, se ponía un pabilo y se encendían. La función de la gente al atender eso (Eso no se quemaba, no era como cambiar una bombilla, un foco), era la de mantener limpio el recipiente. Porque si habían sustancias impuras, determinaban que al quemarse el aceite se despidieran olores nauseabundos. Entonces, ese aceite debía estar constantemente siendo llenado.

        ¿Y qué pasaba cuando la lamparita comenzaba a apagarse? Lo correcto era tomar aceite y vaciarla encima. La segunda misión por la que el Espíritu Santo ha venido, es para que tu lámpara arda continuamente. ¿De qué estoy hablando? En Mateo 6, Jesús nos habla de una lámpara.

        (Mateo 6: 22) = La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz;

        Dice que es a través de nuestros ojos que nosotros podemos ser llenos de luz. Hace un momento decíamos que las lámparas se podían ensuciar. Y añadíamos que al ensuciarse, lo más notorio era que olían feo. Muchos de los cristianos son contaminados por las cosas que ven. De ahí que es muy importante tener cuidado con lo que vemos. El Espíritu Santo está disponible para nosotros. Primero, para poder ser sanos de nuestras heridas; luego, para poder tener luz en las cosas que hacemos. Hay una enorme cantidad de cristianos que, llegado el momento, no saben qué decisiones tomar. No saben cómo manejarse con sus cosas; si hace esto, o hace aquello. Si acepta este trabajo o no lo acepta. Y el Espíritu Santo está a su lado, esperando que nos volvamos a Él y le digamos: ¿Qué hago?

        La gente se enreda en sus pensamientos. Piensa que pensando va a resolverlos. Pero resulta ser que mientras más los piensa, más se confunde. ¿Te ha pasado eso alguna vez? ¿Y por qué no haces algo más sencillo, como es llenarte con el aceite para que tu lámpara arda y sepas qué hacer o qué no hacer? La lámpara te trae entendimiento. La unción te trae revelación, en primer término, de tu propia condición.

        (2 Samuel 14: 2) = envió Joab a Tecoa, y tomó de allá una mujer astuta, y le dijo: yo te ruego que finjas estar de duelo, y te vistas con ropas de luto, y no te unjas con óleo, sino preséntate como una mujer que desde mucho tiempo está de duelo por algún muerto;

        El tercer beneficio que el Espíritu Santo hace a la unción, es que quita la tristeza. La unción quita la tristeza. No vas a ver a un ungido triste. ¿Ahora entiendes lo que estaba diciendo David, cuando expresaba: “unges mi cabeza con aceite”? Aunque ande en valle de sombra muerte no temo, porque tu aceite quita mi tristeza. Unges mi cabeza, quitas mi tristeza. Tú no necesitas que te hagan bromas ni ir a un teatro o a un cine a ver una obra o una película cómica. Tú necesitas que el Espíritu de Dios te unja, y toda tristeza se va a ir de tu corazón.

        (Salmo 45: 7) = Has amado la justicia y aborrecido la maldad; por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros.

        No me gusta demasiado jugar al predicador emotivo, pero si estás allí porque en algunas cosas no estás funcionando como desearías, ¿Podrías pedirle al Espíritu Santo que te ayude ahora? Dile: Espíritu Santo, sana mis heridas. Espíritu Santo, alimenta mi lámpara, alumbra mi entendimiento. Espíritu Santo, quita mi tristeza. El Espíritu Santo puede hacer eso. Deja que los fariseísmos religiosos sigan debatiendo y haciendo polémica sobre si es una persona o no es una persona, tú habla con Él con la certeza de que es Dios mismo quien te oye.

        El Espíritu Santo ha venido para varias tareas, pero entre ellas, para esto. Pídelo. Pero no una sola vez como aconsejan algunos manuales conservadores. Pídelo tantas veces lo creas necesario hasta que tengas la certeza íntima de haber sido escuchado y que el mecanismo de respuesta ya ha sido activado. ¿Quién, por causa de su persistencia no será escuchado? Dice la Palabra. No es un método ni una mecánica ritualista o tradicional. Es guerra y, como en toda guerra, hay victoria pero también oposición. Y toda oposición es derrotada con perseverancia y firmeza.

        Esta que viene ahora te va a gustar. ¿Cuántos de ustedes tienen deudas? Bueno, ahora te vas a enterar cómo debes hacer para pagarlas. En el Segundo Libro de los Reyes, en el capítulo 4, hay una historia de una mujer. Una mujer de la que no sabemos la edad que tenía. No sabemos si era joven o mayor. Pero era una mujer viuda, y eso era muy serio en el tiempo antiguo, porque una mujer en ese tiempo casi no podía trabajar. Así que, ser viuda, significaba casi morirse de hambre. Esta mujer tenía hijos y estaba endeudada. Seguramente había pedido dinero prestado para sostener a su familia, y cuando llega el profeta Eliseo, tiene una conversación muy especial con ella. Dios hace un milagro y le multiplica el aceite.

        (2 Reyes 4: 7) = Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: ve y vende el aceite, y paga a tus creedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede.

        La unción sirve para pagar nuestras deudas. El Espíritu Santo puede pagar tus deudas. ¿Por qué no se las entregas, en lugar de insistir con pagarlas tú por las tuyas? Claro, estoy partiendo de la base que tus deudas fueron contraídas por asuntos coherentes con tu calidad de hijo del Señor, ¿No es cierto? De otro modo te va a ser un poco complicado convencer al Espíritu Santo que lo haga. Eliseo le dijo a esa viuda que vendiera el aceite y con eso pagara a sus acreedores. Pero no sólo le dijo eso, sino que le añadió que después viviera con todos sus hijos con lo que le sobrara. ¿Está clara la calidad y cantidad de la provisión de Dios? Fíjate que David lo tenía más que claro en este salmo 23.

        (Salmo 23: 6) = Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días.

        Ciertamente. ¿Sabes lo que quiere decir esta palabra, ciertamente? ¡De seguro! ¡Te lo aseguro! ¡Tengo certeza! ¡No me cabe ninguna duda! Y todo eso es para expresar que tanto la misericordia, (La de Dios y la propia), lo siguen (Recuerda que es tiempo presente en los originales) todos los días de su vida. Yo no tengo que seguir a todo eso; todo eso me sigue a mí. Es lo mismo que con las señales y milagros.  Veces viajamos miles de kilómetros para ir a sitios donde se nos ha dicho que existen señales y maravillas, cuando la palabra es muy clara en Marcos cuando nos dice que a los que creemos, estas señales nos seguirán.

        Así que mantén la tranquilidad; ya sabes que el Espíritu Santo pagará tus deudas. La unción pagará tus deudas. Tú preocúpate por buscarlo a Él y Él hará. Sólo sé honesto, sincero y fiel. Claro que no estamos hablando solamente de dinero. Es lo más visible en materia de deudas, quizás, pero las hay de otro tenor. Hay deudas familiares, deudas de carácter emocional, y otras tantas más de diversa índole. Deja que el Espíritu Santo pague. Tú sólo sé fiel y obediente. Y del trabajo al Espíritu Santo. ¿Sabes qué? El país de los cristianos está en una profunda crisis económica. El Espíritu Santo es un gran desempleado allí. Lo quieren hacer todo ellos por su cuenta y no le dan el trabajo a Él.

        ¿No es el Espíritu Santo el guía bíblico a toda verdad? Nosotros elegimos que esa guía sean las enseñanzas de nuestras denominaciones. ¿No ha venido Él a enseñarnos, como gran Maestro que es? Y nosotros nos ponemos a estudiar en institutos, seminarios o universidades de teología conforme a los planes de estudio elaborados por hombres. ¿No ha venido Él a mostrarnos los mejores caminos? Y nosotros nos ponemos a buscar por nuestra cuenta, y en la mayor parte de las veces nos equivocamos feo y hasta coqueteamos con el ocultismo o el esoterismo. ¡Que raros somos! Como esos niños demasiados pequeños que no quieren que nadie les dé de comer, quieren comer ellos solos. Y así quedan; con hambre y sucios por donde los mires. No digo que sea malo que se atreva, digo que lo pretende cuando todavía no sabe.

        Entonces puedes verlo tratando de cortar un trozo de carne con una cucharita de plástico. O pretendiendo tomar la sopa con un tenedor. Un día se va a bastar a sí mismo. Pero hasta que ese día llegue, tendrá que aceptar que alguien le acerque el bocado a sus labios. Eso si no quiere morir de hambre. Muy bien; así están la mayoría de los cristianos. ¡No, Señor, no me ayudes! ¡Yo sé hacerlo solo! – ¿Cómo está tu vida, hermano? – No me hables, voy a tomar mis propias decisiones. – ¿Y cómo te ha ido con las que tomaste ayer? – Pues mal, pero hoy volveré a tomarlas y espero andar mejor.

        Así andamos. La palabra dice que el Espíritu Santo ha venido para ser nuestro parakletos. Esta es una terminología muy poderosa, pero su traducción para mi gusto es demasiado primaria. Se traduce como que ha venido para ser nuestra niñera, cuidadora, nodriza. Guagüera, en chileno básico. Ahora entiendes lo que hace una niñera, ¿Verdad? Cambia los pañales. Imagínate un bebé de un año tratando de cambiarse por sí mismo los pañales. No puedes comer solo, no puedes caminar solo. El niño que gatea dice: ¡Apártense todos, voy a caminar solo! Al minuto siguiente anda desparramado por el suelo. Entonces, cuando se levanta llora, gime, se lamenta y dice: ¿Por qué me pasa esto a mí? Tal vez sea porque no te dejas ayudar.

        ¿Quieres conocer algo nuevo de Dios? No te compres un libro, aunque sea el mejor. No dependas de lo que oyes en radio, televisión o internet, aunque sea ungido. Busca la fuente. Dile al Espíritu que te dé de lo que tiene para ti. En el momento en que le dijiste a Jesús que querías caminar con Él, Jesús te aceptó como Estabas. Jesús aceptó tus deudas, tu pasado, tus enfermedades, tus problemas, tus prejuicios, tus limitaciones. Todo es redimido si puedes creerlo. La palabra fe en el Nuevo Testamento es pistis. Se traduce como creer. No existe tal cosa como tener fe y no terminar de creer, es contradicción. La viuda pagó sus deudas con el aceite. ¿Y sabes cómo vino ese aceite a sus manos? De manera milagrosa, sobrenatural. Mira el relato y observa las perlas.

        (2 Reyes 4: 1) = Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, (No era una mujer cualquiera, era hija de algún profeta) clamó a Eliseo, diciendo: tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová, y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos. (El acreedor pensaba cobrarse la deuda apropiándose de dos de los hijos de esta mujer viuda)

        (2) Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame que tienes en casa. (¡Ahí está la clave! ¿Qué tienes en ti? ¿Qué tienes? Si tú no conoces al Señor, nada puedo hacer por ti. Pero si tú sí conoces al Señor, yo te pregunto: ¿Qué tienes? – Tengo a Jesús. Me pasa de todo y en lo natural no tengo nada para salir del problema, pero tengo a Jesús): Y ella dijo: tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite.

        No tengo nada más que al Espíritu Santo, es todo lo que tengo. No tengo para pagar, no tengo para sanarme, no tengo para salir de mis preocupaciones, no tengo para salir de mis tristezas; sólo tengo al Espíritu Santo. Y mira lo que dice:

        (3) Y él le dijo: ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. (Prepara el vaso en donde yo voy a hacer el milagro. Una vasija se llama deuda, la otra, problemas familiares, la otra vasija, se llama inseguridad, la otra tristeza, ¿Lo entiendes? Llena ya tú casa de vasijas)

        (4) Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa (aceite) en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte.

        (5) Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas y ella echaba del aceite. (¿Qué aceite echaba en las vasijas esta mujer? ¡Del que ella tenía! ¿Se entiende, verdad? Ella agarró el poco aceite que tenía, una sola vasija y comenzó a llenar las otras. Y el aceite salía, salía, salía.)

        ¿Qué tienes tú en tu casa? ¡Solo una vasija de aceite! – No importa; consigue otras prestadas donde puedas volcar lo que tienes, yo me encargo del resto, dice el Señor. Ahora escucha: si tú no llegas a poner la vasija no va a ocurrir nada, porque no tengo adonde echar el aceite. Pero presta atención a un hecho muy singular. La mujer puso cinco vasijas, y se llenaron las cinco. Si ella hubiese puesto diez, también se llenaban las diez. Pero si ponía una sola, se llenaba esa sola. Entonces, piensa: ¿De quién depende un milagro de esas características, ¿de Dios? ¡No! ¡Depende de nosotros!

        Hay gente que se ha resignado. ¡No te resignes! No hay cosa que no pueda ser cambiada. La Biblia lo dice, ¿Tú lo crees? – ¡Pero hermano! Yo ya lo he intentado antes, y… – Basta. Ya sé que lo has intentado antes y no funcionó. No sé por qué razón, pero este es un nuevo día. ¡Inténtalo otra vez! Tú no eres el mismo ni la misma de ayer. Puedes tomarlo ya, ahora. Esto es parte del ejemplo del relato. Es quizás una sola y anónima vasija, derramando de su aceite para las que están vacías.

        Finalmente, la última. Isaías 10. Es un relato que en lo concerniente a la historia, tiene que ver con Asiria como instrumento de Dios. Pero la tipología que nos muestra la revelación, nos habla de un remanente santo, de un grupo que no dobla las rodillas ante los baales de la religiosidad.

        (Isaías 10: 27) = Acontecerá en aquel tiempo que su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo se pudrirá a causa de la unción.

        ¿Sabes lo que significa yugo en este pasaje? Es esa herramienta de trabajo que les ponían a los bueyes sobre el cuello, para obligarlos a tirar del peso del arado, de la carga. Y dice aquí que eso se pudre por la unción. ¿Puedes  ver algo coherente con un desarrollo literal de una historia bíblica en esto, o puedes discernir que hay algo mucho más profundo detrás?

        Hay áreas en las que en tu vida no has podido tener victoria. Estás bajo yugo. Tu carácter, algún vicio o adicción, tu pasado, tus errores. ¿Sabes qué? Si te llenas del Espíritu, si la unción cae sobre ti, ese yugo se pudrirá y se romperá en mil pedazos. Ese aceite se derramará sobre ese yugo, y de una manera poderosa y sorprendente, podrás ver que ese aceite se convierte en una especie de ácido que empieza a quemar el yugo que está sobre tu cerviz, sobre tu cuello. La unción viene para quebrar el yugo.

        Ahora yo te pregunto: ¿Necesitas del Espíritu santo? ¿Necesitas la unción del Espíritu Santo? ¿Sí, verdad? Entonces ahora te lo reitero, te lo recuerdo y te lo repito tantas veces sean necesarias para que no se te olvide.  Necesitas la unción, para: 1.- Sanar las heridas. 2.- Para que Ardas continuamente. 3.- Para Quitar la tristeza. 4.- Para pagar las deudas. 5.- Para quebrar el yugo.

        No sé cómo has estado viviendo estos últimos años. Es más; no sé cómo lo has hecho en estos últimos meses, o días, u horas. Tú tienes esa respuesta, yo no puedo saberlo a menos que me sea revelado específicamente con una finalidad específica. Sí puedo asegurarte que he orado para que este trabajo sea escuchado por aquellos que Dios sabe que necesitan de esta palabra hoy, ahora. Si tú has sido uno de esos, ya lo sabes: no es un acierto ni un mérito mío, es una muestra del amor de Dios para contigo.

¿Querrás devolverle algo de ese amor a Dios? ¿Sí? Entonces vas a tener que poner por obra por lo menos tres de estas cosas durante los siguientes dos meses, y las dos restantes en el tiempo que sigue. De otro modo, esto no habrá pasado de ser uno más de los tantos discursos emotivos que habrás escuchado en tu vida respecto a asuntos que parecerían ser propiedad de otros.

        Espíritu Santo: estás aquí para saber mis ideas. Estás aquí, para traer discernimiento y revelación. Estás aquí para darme alegría y quitar mi tristeza. Estás aquí para pagar mis deudas. Estás aquí para quebrar mi yugo. Yo te pido, ahora, que cumplas tu propósito. Plántate firme en esta oración diaria. En menos de cinco meses tu vida habrá pasado a ser un volcán. Sólo porque estarás dándole lugar al Espíritu Santo a que haga lo que Él ha venido a hacer. No trates de sanarte a ti mismo, no vas a poder. No trates de buscar soluciones de acuerdo con tus conocimientos intelectuales, deja que el Espíritu te guíe.

        Y mucho menos procures quitarte a ti mismo y con tus fuerzas ese yugo. Si eso se pudiera hacer así, ya lo habrías hecho hace mil años. Pero sigues con ese pesado yugo en tu vida, y eso demuestra que sólo Él puede quitarlo. Permíteselo. ¿Quieres ahora leer conmigo el salmo 23, conforme a como está en los originales? Hazlo como una declaración profética que será activada en este mismo momento.

        (Salmo 23: 1) = Jehová es mi pastor; nada me falta.

        (2) En lugares de delicados pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me pastorea.

        (3) conforta mi alma; me guía por sendas de justicia por amor de su nombre.

        (4) Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temo mal alguno, porque tú estás conmigo; tú vara y tu cayado me infunden aliento.

        (5) Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.

       (6) Ciertamente el bien y la misericordia me siguen todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moro por largos días.

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

enero 1, 2015 Néstor Martínez