Estudios » Crecimiento

¡Discierne! ¡Discierne!

Había una vez un matrimonio a quienes el Señor estaba usando grandemente en un ministerio de tiempo completo. De repente, en la pareja comenzaron a surgir dificultades que los llevaron a consultar con un consejero. Curiosamente, la reacción de la esposa después de la primera reunión fue negativa, pero siguieron concurriendo a él porque otra gente muy respetada por ellos decía que ese consejero era un buen hombre de Dios.

En el transcurso del siguiente año, el ministerio de ese matrimonio se deterioró tanto como sus propias relaciones. Poco tiempo después y por un hecho “fortuito”, salió a la luz que ese consejero al cual habían acudido, había tenido relaciones sexuales con varias de las mujeres a las que aconsejaba. El daño que este hombre le hizo a estas mujeres, fue increíble. Pero él justificaba su conducta, ciegamente, explicando que no importaba demasiado lo que hiciéramos en la carne, lo que realmente interesaba – decía -, era lo que se hiciera en el espíritu. Una blasfemia, una herejía total.

A ese matrimonio lo confrontaron, en un momento dado, en que debían elegir: o seguían fieles a su ministerio, o se quedaban obedeciendo y compartiendo, en inexplicable sujeción a ese dudoso consejero. Increíblemente, eligieron quedarse con él…

Allí surge la primera duda de estos tiempos: ¿Por qué será que la gente no juzga con juicio justo? No por nada, Juan dice:  Hijitos, nadie os engañe. El que practica justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado, es del diablo. Lo que sucedía era que el espíritu autoritario y arrogante de ese hombre ejercía un poder demoníaco sobre mucha gente, puesto que la mitad de esa iglesia se quedó con él. Fue acertado el discernimiento inicial de la mujer del matrimonio en cuestión, pero fue una lástima que seducidos por las apariencias y la proyección afectiva del alma, ignoraran la advertencia del Espíritu Santo.

Yo creo que el discernimiento es una parte imprescindible de nuestro andar con Dios. Cuando nuestra capacidad para razonar es insuficiente, nuestra primera línea de defensa es el discernimiento espiritual. Jesús mostró el discernimiento espiritual durante todo su ministerio terrenal. Debemos analizar su ejemplo para aprender a desarrollar nuestra capacidad para discernir entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira.

A pesar que muchos judíos se cuestionaban si Jesús era un hombre bueno, no podían menos que maravillarse de sus enseñanzas. Juan 7:15 rescata una de sus dudas: ¿Cómo sabe éste de letras, sin haber estudiado? En el versículo siguiente, Él les responde: Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me envió. Ojalá pudiéramos decir lo mismo, siempre, muchos de los que enseñamos. La Biblia. Punto.

Después del Sermón del Monte, las multitudes se asombraron de sus conocimientos, Porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas, señalan en mateo 7:29. pero Jesús no tuvo nunca una educación formal ni un puesto secular de autoridad y, aún así, los escépticos tuvieron que reconocer que esta enseñanza y autoridad no eran de este mundo.

Jesús también tenía la habilidad para discernir más allá de los medios normales de observación externa: Juan 2:24 y 25, lo relata así: Pero Jesús mismo no confiaba en ellos, porque los conocía a todos, y porque no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que había en el hombre.

Claro: ¡No es difícil saber la verdad si usted ES la verdad, y hablar con autoridad si usted ES Dios! El discernimiento también sería más fácil si supiera, como Jesús, lo que está dentro de los corazones de los hombres. Porque aunque no poseamos esos atributos, sí tenemos al Espíritu Santo. Su vamos a continuar la obra de Jesús, debemos entregarnos al Espíritu Santo y permitir que Él nos posea. Así podremos conocer la verdad, hablar con autoridad y discernir el bien y el mal. Analicemos ahora brevemente estas tres funciones.

Primero, pensemos que tenemos dentro de nosotros el Espíritu de verdad. Hay un texto que relata cuando Jesús promete enviar al Espíritu Santo. Mire lo que dice:

(Juan 16: 13)= Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.

(14) El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.

(15) Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomaría de lo mío y os lo hará saber.

Esta promesa se refiere principalmente a los apóstoles, pero su aplicación se extiende a todo creyente lleno del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es antes que todo, Espíritu de verdad, y nos guiará por lógica consecuencia, a toda verdad.

Cuando Jesús oró, pidió: No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del maligno. Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. Es decir que la verdad es lo que nos guarda del maligno. La verdad es la voluntad de Dios dada a conocer por medio de su Palabra. El papel del Espíritu Santo es permitirnos comprenderle desde la perspectiva de Dios. Gracias a su presencia en nuestras vidas, encarnamos la Palabra de Dios en la medida que permanezcamos en Cristo.

Segundo: podemos hablar con autoridad. La habilidad para hacerlo surge de la misma fuente de donde la sacaba Jesús. La autoridad que poseía no se basaba en un puesto terrenal sino en la calidad, la conducta y el carácter de su vida.

Quedó dicho: el verdadero pastor, ejerce su liderazgo espiritual con un corazón de siervo. Como no hay puesto más bajo que el de un siervo, no se puede basar el liderazgo espiritual en un puesto de autoridad. Hablamos con autoridad únicamente cuando nuestro carácter sea como el de Cristo. Como siervos nos sujetamos a las necesidades de aquellos a los que nos han llamado a dirigir. Por eso dijo que conoceríamos a sus discípulos, por el amor que tenían. En 1 Timoteo y Tito 1, los requisitos para ser líder espiritual son del carácter. Todos estos requisitos son posibles por medio de la presencia de Dios, el Espíritu Santo que mora en nosotros. Ante esto es que pedro escribe lo que le estoy transcribiendo:

(1 Pedro 5: 2)= Apacentad la grey de Dios que está en vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; (3) no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.

Jamás alguien oyó decir a Jesús: “Haz esto que te digo porque yo soy Dios”. Ese es el modelo. No el de ese marido que exige, – de manera autoritaria y hasta déspota -, sujeción total en su matrimonio y en su casa porque es, – dice -, la cabeza del hogar. ¿Qué sucede cuando ocurre esto? Nada bueno, se lo puedo asegurar. El jefe espiritual de un hogar tiene una tremenda responsabilidad supliendo las necesidades de su familia. Ser el jefe de un hogar es una tremenda responsabilidad, no un derecho que se exige. Un esposo sabio va a escuchar con cuidado el consejo de su esposa y depender del Espíritu Santo. El poder del Espíritu Santo le permitirá vivir una vida justa desde la cual podrá dirigir con autoridad amorosa.

Tercero: El Espíritu Santo nos ayuda a discernir. De acuerdo con Juan 16:8: Cuando venga convencerá al mundo de pecado y de juicio. El Espíritu Santo no mora en nosotros para luego sentarse pasivamente mientras pecamos. Como estamos en Cristo, hemos llegado a ser participantes, (No sólo testigos) de su naturaleza divina y su Espíritu nos convence de pecado cuando decidimos comportarnos de manera inconsecuente con su presencia en nuestras vidas. El Espíritu Santo no es compatible ni con el mundo, ni con la carne, ni con un espíritu maligno. Él nos ayuda a discernir el bien del mal.

Ahora bien: la pregunta del millón, entonces, es: ¿Cómo recibiremos discernimiento? No conozco a ningún verdadero cristiano que cuestione el rol del Espíritu Santo en conducirnos a la verdad, en vivir una vida justa, en ayudarnos a discernir la verdad, o en ayudarnos a discernir el bien del mal. El debate no es si lo hace o no. El debate, – en todo caso -, es sobre cómo lo hace. Mire lo que dice 1 Corintios 2: del 9 al 16. Después lo comentamos:

(1 Corintios 2: 9)= Antes bien, como está escrito: cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.

(10) Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aún lo profundo de Dios.

(11) Porque ¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.

(12) Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, (13) lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.

(14) Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.

(15) En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie.

(16) Porque ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Más nosotros tenemos la mente de Cristo.

Aunque este sea un pasaje difícil de entender, de comprender, creo que estará bien trazar las siguientes conclusiones. UNO: El hombre natural no puede discernir lo que espiritualmente es verdad; sólo puede conocer sus propios pensamientos. DOS: El Espíritu Santo sabe todas las cosas y es capaz de revelar la naturaleza de Dios y su voluntad. El Espíritu de Dios conoce los pensamientos de Dios. TRES: No hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios. Él nos enseña lo que Dios nos da gratuitamente. CUATRO: Tenemos la mente de Cristo.

CINCO: El Espíritu Santo toma las palabras (logos), que no se enseñan por sabiduría humana sino por el Espíritu, y las combina (Las une, las compara, las explica). No queda muy claro, exactamente, qué es lo que combina o compara, porque el idioma original dice literalmente: espirituales con espirituales. Hay una traducción que lo expresa como: Combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales, y otra traduce: Palabras enseñadas por el Espíritu, expresando verdades espirituales con palabras espirituales.

El hombre natural está espiritualmente muerto, separado de Dios. No tiene ni la presencia de Dios en su vida ni el conocimiento de los caminos de Dios. Ha aprendido a vivir separado de Él. Esto constituye en esencia “la carne”. Su mente ha sido conformada a este mundo. El cerebro, físico y parte del cuerpo, funciona como una computadora.

La mente es el programador. El cuerpo recoge datos del mundo a través de sus cinco sentidos. La mente los clasifica e interpreta, mientras el cerebro los almacena. Las emociones, entonces, son básicamente producto de la forma en que la mente piensa e interpreta los hechos de la vida.

Cuando nacemos de nuevo, el Espíritu Santo viene a morar en nuestras vidas. Como ahora estamos espiritualmente vivos y unidos a Cristo, tenemos la mente de Cristo. Venimos a ser participantes de la naturaleza divina. Sin embargo, nadie le dio la orden a la computadora para que limpiara la memoria. El cerebro sigue programado para vivir separado de Dios.

La batalla es por la mente: Porque la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es contrario a la carne. Ambos se oponen mutuamente, para que no hagáis lo que quisierais. Dios nos ha dado la responsabilidad de elegir. El cristiano carnal elige andar de acuerdo a la carne. Los que gobiernan su conducta son los viejos patrones, hábitos y pensamientos que le programaron durante toda su vida. El cristiano espiritualmente derrotado no se pone la armadura de Dios y termina haciéndole caso a los espíritus engañadores. El hombre espiritual ha crucificado la carne y se ha puesto la armadura de Dios; por lo que elige pensar en lo que es verdad.

Debemos renovarnos en el espíritu de nuestra mente. El Espíritu Santo nos revela la mente de Cristo. Debemos elegir no estar más conformados a este mundo. Procuremos con diligencia presentarnos a Dios aprobados, como obreros que no tienen de qué avergonzarse, que trazan bien la palabra de verdad. Al hacerlo, nos transformamos por la renovación de nuestras mentes. Optamos por pensar la verdad y el Espíritu Santo ayuda a nuestros pensamientos, renovando nuestras mentes con el logos. Entonces la paz de Dios guarda nuestros corazones y nuestras mentes. Dejamos que la paz de Cristo gobierne nuestros corazones, permitiendo que la palabra de Cristo habite abundantemente en nosotros. Ahora estamos equipados y listos para discernir.

En un mundo saturado de espíritus engañadores, falsos profetas y falsos maestros, no se puede destacar demasiado la importancia de ejercer el discernimiento. En el Antiguo Testamento la palabra hebrea BIN se usa doscientos cuarenta y siete veces y se traduce como DISCERNIR, DISTINGUIR y, a veces, COMPRENDER. Significa: “hacer una distinción” o “Apartar de”. Si contrapartida en el Nuevo Testamento, DIAKRINO, también significa “Separar” o “Dividir”. Se usa principalmente para referirse a juzgar o hacer decisiones. El Espíritu Santo nos ayuda a distinguir el bien del mal, la verdad de las mentiras, los pensamientos de Dios de los pensamientos del hombre.

Un incidente en la vida de Salomón nos ayuda a comprender el discernimiento. David había muerto y Salomón había tomado su lugar como rey de Israel. Salomón admitía que se sentía demasiado joven y sin experiencia como para ser el rey: 1 Reyes 3:7 dice: Y ahora, oh Jehová, Dios mío, tú has constituido a tu siervo rey en lugar de mi padre David, a pesar de que yo soy muy joven y no sé como salir ni entrar. En Gabaón, Jehová se le aparece a Salomón en sueños y le dice: Pide lo que quieras que yo te de. Salomón pidió y luego Dios respondió:

(1 Reyes 3: 8)= Y tu siervo está en medio de tu pueblo al cual tú escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar ni enumerar por su multitud.

(9) Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿Quién podrá gobernar este pueblo tan grande?

(10) Y agradó delante del Señor que Salomón pidiese esto.

(11) Y le dijo Dios: porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio.

(12) He aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú.

Este pasaje revela varios conceptos claves respecto al discernimiento. Primero: Dios le dio a Salomón la habilidad para discernir debido a la pureza de sus motivos. No pedía ganancia personal ni la ventaja sobre sus enemigos. Pedía la habilidad para discernir entre el bien y el mal, y Dios se la dio. La capacidad para discernir depende completamente de Dios que mira el corazón. Esto también se aplica a cualquier don espiritual. Los motivos equivocados le abren la puerta a los engaños de Satanás.

Segundo: este pasaje establece claramente que el discernimiento bíblico verdadero siempre se da en el plano del bien y del mal. La distinción de espíritus que nos enseña la Biblia es que el Espíritu Santo nos prepara para distinguir entre un espíritu bueno y un espíritu maligno.

Aunque el discernimiento espiritual es principalmente una función del Espíritu y no de la mente, esta no pasa por alto, ni tampoco suplanta la necesidad de conocer la verdad de la palabra de Dios. Más bien, edifica sobre la verdad que ya conocemos en nuestros corazones. Son muchas las ocasiones en que nuestras mentes desean saber lo erróneo. Quizás no recibamos de inmediato la respuesta, pero el Espíritu Santo nos alerta de que haya algo que anda mal, como en un sistema interior de alarma. Cuando discernimos que hay problemas, debemos parar y orar. Dios puede darnos la sabiduría para hacer lo correcto. Si ignoramos el discernimiento y nos dejamos llevar por nuestras hipótesis, estaremos ignorando también las advertencias del Espíritu Santo.

El discernimiento es como un excelente sistema de alarma, una primera línea de defensa en el mundo espiritual. No hay nada místico en esto. Es natural que el Espíritu Santo no se manifieste en presencia de un espíritu maligno. Dice 1 Corintios 10:21 que No podéis beber la copa del Señor y la copa de los demonios. No podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios.

Aunque no me puedo imaginar que el Espíritu Santo se mantenga pasivo ante la adversidad, no lo confundamos con la intuición humana. Es el Espíritu Santo dando testimonio a mi espíritu y contrarrestando la influencia del mundo, de la carne y del diablo. Cuando son incompatibles, suena la alarma. Quizás ha tenido la experiencia de sentir un espíritu compatible en un extraño que “sabía” que era cristiano, aún sin hablar.

(Hebreos 5: 12)= Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.

(13) Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño (14) pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.

(Hebreos 6: 1)= Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, (2) de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.

Para muchas personas, lo que el escritor de Hebreos identifica como doctrinas elementales es teología pesada. Una buena teología sistemática es el fundamento sobre el cual construimos nuestras vidas. Son, para nuestro andar con Dios, lo que el esqueleto para nuestro cuerpo. Nos une y mantiene en forma correcta. Pero la doctrina correcta jamás puede ser un fin en sí. La verdadera doctrina gobierna nuestra relación con Dios y los hombres. Muchos cristianos tienen una relación teológica con Dios, no personal. Los que están acostumbrados a la palabra de justicia son sensibles a la dirección personal del Espíritu Santo.

Salomón empezó con amor a Dios. Él, – dice 1 Reyes 10:23-24 -, Superaba a todos los reyes de la tierra en riqueza y sabiduría. Y toda la tierra procuraba estar en la presencia de Salomón para oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón. Tenía la capacidad para discernir, pero su desmoronamiento moral lo condujo a su caída. Sus mujeres desviaron su corazón y ya no dio más palabras de justicia. Su corazón no estaba enteramente entregado a Dios, y el reino se dividió en dos.

Muchos cristianos asisten fielmente los domingos a la iglesia y las palabras entran a sus oídos, pero no a sus corazones. Sus ojos no se abren porque sus sentidos no están preparados para discernir entre el bien y el mal. Si vamos a ministrar a un mundo engañado, es necesario que aprendamos a depender de Dios y no a valernos de nuestro propio entendimiento.

El Espíritu Santo reside en nuestras vidas para mayores fines que dar advertencias. A veces nos manifiesta lo que el problema es en realidad. Muchos líderes sostienen que mientras ministran, no es inusual que vengan pensamientos a sus mentes. Jamás, – aseguran -, toman esas impresiones como autoritarias; verifican cada una como creen que lo exigen las escrituras. Si tienen confirmación hacen alguna pregunta que tiene que ver con esos pensamientos y, si la persona se muestra asombrada o turbada, se dan cuenta que, – efectivamente -, hay algo que Dios quiere decirles.

Nuestra habilidad para discernir crece en proporción con nuestra madurez espiritual y con el conocimiento de Dios y sus caminos. No hay atajos para llegar a la madurez. Di0os nos trae a la mente las escrituras que ya hemos puesto en nuestros corazones por medio del estudio de su palabra. El Espíritu Santo no echa a un lado las partes de las escrituras donde se exige que demostremos compasión, que desarrollemos relaciones de confianza y que ejercitemos la paciencia. Su dirección espiritual obra por medio del consejo pleno de Dios.

Los espíritus engañadores estimulan el uso de atajos, pasan por alto la mente y buscan crear dependencias del conocimiento esotérico, (Conocimiento que sólo lo pueden entender unos pocos de la elite). Los espíritus-guía pueden darle el conocimiento que busque pasándole por alto la mente. Incluso, no tendrá que pensar. Simplemente se tiene que atener a lo que viene a su cabeza. Suena bien, ¿No es cierto? Así es como funciona un médium. Los canalizadores de la Nueva Era están ganando también buen dinero con su conocimiento esotérico. Algunos, hasta profesan ser cristianos. Satanás les da suficiente verdad como para “enganchar” a un público crédulo, que siempre será muy diferente a ser creyente.

Juan escribe en el capítulo 4 y verso 1: Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus, si son de Dios. Porque muchos falsos profetas han salido al mundo. Entienda por favor que esto no es opcional. Dios nos exige que probemos los espíritus. Sólo hay una regla de fe y práctica, y esta es la Palabra de Dios. Es el Logos guardado en nuestros corazones y del que da fe el Espíritu Santo.

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

enero 1, 2015 Néstor Martínez