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Dinámicas del Reino

El Reino de Dios se opone a otro reino llamado Babilonia. Babilonia es el gobierno de las tinieblas. El Reino de Dios no es una religión ni una denominación evangélica. El Reino de Dios es una jurisdicción espiritual que ejerce gobierno.

Y precisamente porque gobierna es que se llama Reino. Si no gobernara, no podría llamarse Reino. A lo sumo se llamaría iglesia, congregación, pero no Reino. Y si Dios nos ha llamado a Su Reino, es porque nos ha llamado a un Reino que gobierna.

El Reino es poderoso y se opone al sistema babilónico de este mundo. La torre de Babel fue edificada por hombres que buscaban con ella llegar al cielo. Esa es la forma en que los hombres de Babilonia suponen que pueden llegar al cielo, por sus esfuerzos y sus métodos.

Pero Jesús no vino para hacernos llegar al cielo; Él vino para traer el cielo a la tierra. LA diferencia entre el pensamiento babilónico religioso y el pensamiento del Reino de Dios, es que el pensamiento religioso está buscando sus verdades ahí arriba.

“Señor, cuando me muera quiero entrar a tu Reino. Pero mientras tanto voy a vivir una vida miserable” “Señor, cuando tú hagas descender tu gloria, entonces el ecuador va a cambiar, la iglesia va a cambiar. Cuando tú hagas descender el avivamiento, entonces entraremos en otra dimensión.”

Todas estas formas de orar, son netamente babilónicas. Porque desconocen o niegan al Reino de los Cielos. Si yo le digo a Dios que traiga su gloria en medio de todos los cristianos, eso quiere decir que no reconozco que Cristo con toda su gloria está dentro de mí.

¿Qué clase de Jesús tienes tú morando dentro de ti? ¿Acaso habrá un Jesús, allá arriba, lleno de gloria, y otro muy inferior dentro tuyo? Pero resulta que es Jesús en toda su gloria el que vino a habitar en medio nuestro.

El mismo que hizo que desde las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la paz de Jesucristo. La gloria ya está en Jesús, dentro de nosotros.

Yo no tengo que esperar un fuego envolvente que venga del cielo. Lejos de eso, si estoy pidiendo y cantando que descienda su gloria, estoy ofendiendo al Dios de la gloria. Él resplandeció en nuestros corazones, y tiene que resplandecer en el tuyo, para la iluminación del conocimiento de la gloria.

La gloria está ahí, no debemos cantar cosas que no son. La tierra será llena de la gloria de Dios como las aguas llenan el mar. A eso lo dice la Palabra, no yo. Dice que la tierra será llena del…conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren la mar.

La gloria lo llenará todo. Jesús ya venció sobre todo. Jesús ya está sentado sobre todo, es Señor de señores, Rey de reyes. Dice la Palabra en Efesios 4 que Él ascendió de las partes más bajas de la tierra, y fue llenándolo todo.

¿Y de qué crees tú que lo fue llenando todo? De su gloria. Porque todo lo que salió en la resurrección, venía lleno de la gloria de Dios. Todo se llenó de la gloria de Dios. El infierno se llenó de la gloria de Dios, para juicio en las profundidades de la tierra, y toda la tierra está llena de la gloria de Dios.

Pero es en la faz de Jesucristo que somos iluminados para reconocer la gloria que está en nosotros. Lo repito: el mismo que hizo que de las tinieblas resplandeciese la luz, fue porque Él se encargó de hacer que la potencia de su rayo de luz atravesara esas tinieblas y las iluminara.

Y ese mismo que produjo todo esto, fue el que iluminó nuestros corazones, para la iluminación del conocimiento. Tengo que ser iluminado en el conocimiento de la gloria de Dios. ¿Y cómo se supone que va a ser esto? En la faz de Jesucristo.

El Reino viene a traernos una profunda reforma, porque la iglesia ha estado buscando verdades allá arriba. Ha estado buscando verdades en el futuro. Cuando te mueras se te terminarán todos los sufrimientos, pero mientras tanto, que mala onda seguir aquí padeciendo…

Escucha: ¡Esas no son buenas noticias! Y si no son buenas noticias, ¡Ese no es el evangelio del Reino! Jesús vino a traer el Reino a la tierra. Pregunto: ¿Fracasó? ¡No! ¿Entonces qué? Pues entonces eso significa que Jesús, trajo el Reino.

Ahora bien; si verdaderamente trajo el Reino, como nos dice la Palabra, entonces no tengo que andar esperando que venga un Reino de no sé dónde y quién sabe cuándo. Porque si Jesús es el Reino de Dios; y Jesús en toda su gloria está dentro de mí, y está sentado en las alturas, y reinando en el trono de mi corazón, ¿Por qué me dicen que tengo que esperar un futuro milenio para gobernar con Cristo?

¿No dice la Palabra, caso, que Él nos llamó reyes y sacerdotes para su Padre? ¿Dice que en el futuro, después que hayan padecido toda su vida y se mueran entonces, finalmente, los voy a nombrar reyes y sacerdotes? ¿Eso dice?

No, no dice eso. Dice que al que nos amó y nos limpió con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios su Padre. Eso quiere decir que tú eres rey y tú reinas. En el fondo no hay reinas, sólo hay reyes. Porque es el Rey en mí el que me hace rey.

Entonces, el Reino, va a traer una serie de reformas en nuestra manera de pensar. Porque hemos pensado demasiado religiosamente durante demasiado tiempo. Y cuando digo religiosamente, me refiero a no entrar a poseer las riquezas de su gloria.

Cuando no estamos entrando en las verdades espirituales del Reino de Dios, y seguimos viviendo una vida como si estuviéramos atados a la tierra. El Reino de Dios tiene unas leyes muy diferentes a las leyes de la tierra. No se rige por lo mismo que se rige la tierra.

El Reino de Dios es verdadero, y viene a darle forma a toda malformación nuestra, que nos puede estar teniendo en tiniebla o en desorden. O que te puede estar teniendo en enfermedad o en carencia. Todas esas cosas tienen directa relación y nacimiento en el reino de las tinieblas.

Alguien hizo esta pregunta: una enfermedad, cualquiera ella sea, ¿Viene de parte de Dios o del reino de las tinieblas? Del reino de las tinieblas, sin duda. Ahora bien; si el Reino de Dios está en tu medio, ¿Qué tendría que ocurrirle a esa enfermedad? Tiene que huir.

Sin embargo, si se hace una encuesta seria y no dirigida dentro de las iglesias cristianas, los porcentajes serán muy claros a la hora de determinar que el Reino y el poder de Dios no se están manifestando con claridad en los cuerpos de los cristianos.

Además, está lo otro: una mayoría de hermanos vive en profunda escasez. Pero fíjate que el Reino es tremenda y poderosísimamente rico. Sin embargo, tanto la religión como Babilonia van a decirte y enseñarte que la santidad es sinónimo de pobreza.

Pero resulta ser que la santidad no es pobreza. El ejemplo más grande de santidad es Dios el Padre, y todos sabemos que es inmensamente rico. Eso significa que, si nosotros queremos movernos en la semejanza del Señor, haciendo que su imagen resplandezca y se manifieste a través nuestro, tendremos que manifestar exactamente lo mismo que Él es.

La carta a los Corintios dice: si antes lo conocimos como Jesús, ahora ya no lo conocemos como tal. Jesús vino a padecer aquí en la tierra; Jesús vino a pagar un precio por ti y por mí. Pero Jesús el Cristo, el que está sentado en la gloria en las alturas, es el epicentro de donde tomas tu identidad.

Del poder de la resurrección del Cristo dentro de ti. Jesús murió en la cruz, pero el Cristo resucitó entre los muertos. El Cristo vivió en medio de nosotros. ¿Y qué es el Cristo? El Cristo significa “el ungido”, es la unción de Dios.

Es la unción del Altísimo. El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, dijo el Señor. Y me ha enviado a predicar las buenas nuevas a los pobres. A vendar a los quebrantados de corazón, a abrir las prisiones de las cárceles, a traer manto de gozo y alegría. Él dijo: esta escritura se ha cumplido hoy.

El Espíritu del Señor está sobre mí, es lo que hacía de Cristo el ungido. Jesús, para poder levantar a su iglesia, necesariamente, necesita ungir a su iglesia. Una iglesia que no tiene la unción del Altísimo, no puede ser iglesia de Jesucristo, porque está negando al Cristo.

El Cristo es la unción del Espíritu Santo sobre Jesús. De hecho, el espíritu del anticristo, no es el espíritu anti-Jesús; es el espíritu anti-unción. Porque Cristo significa “el ungido”. El espíritu del anticristo se levanta, y dice Juan que ya está en medio de nosotros, porque se levanta en contra de la unción.

Se levanta en contra del conocimiento del Espíritu Santo de Dios. Entonces, cuando empezamos a entrar en las dimensiones del Reino, y dice, en Hechos 26, en la aparición de Jesucristo a Saulo de Tarso, luego Pablo, que es quien lo relata.

(Hechos 26: 15) = Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.

(16) Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, (17) librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, (18) para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.

Aquí está totalmente definido el ministerio apostólico. Primero le dice: me apareceré a ti. En la unción apostólica, lo que primero empezamos a tener, es un contacto, en una forma diferente, con Jesús. El Señor dijo: el mundo no me verá más, más vosotros me veréis.

¿Quiénes son vosotros? ¿Los profetas? ¿Los apóstoles? ¿O tú formas parte de ese vosotros? Ahora bien: Jesús ha dicho que tú le verás. ¿Tú crees que Él es mentiroso? ¿No, verdad? Entonces, eso quiere decir una sola cosa: ¡Tú lo vas a ver!

Después le da el llamado apostólico, le dice: te he llamado, para que abras sus ojos. ¿Cuál es el llamado apostólico? Abrir los ojos de la gente. La gran mayoría de las personas que encontramos dentro de las iglesias, todavía tienen los ojos cerrados.

La gran mayoría de las personas que hoy ocupan los bancos de los templos cristianos, no han sido trasladadas de las tinieblas a la luz. Sé que esto puede molestarte y mucho, pero correré el riesgo de que me odies hoy y me entiendas y valores mañana, cuando tus ojos sean abiertos por algún ministerio apostólico genuino, no ficticio, de oficina.

Reflexiona y repasa las vicisitudes que mayoritariamente pasan muchos cristianos y vas a poder comprobar que tienen que ver directamente con las tinieblas. ¿Viven en mentiras, en pecados o en profunda carencia? ¿Qué reino es ese?

El reino de las tinieblas. ¿Y por qué siguen ahí? Porque nadie les ha abierto los ojos. Por eso necesitamos un ministerio apostólico verdadero, no administrativo. El ministerio apostólico genuino tiene una unción que te abre los ojos.

Y cuando tus ojos se abren, pueden pasar muchas cosas. Entre ellas, que no te guste para nada lo que ves de ti mismo, por ejemplo. Hasta ayer te sentías poco menos que un Pontífice evangélico y hoy, por simple imperio de ojos espirituales abiertos, te has visto reducido a solado raso, y muy raso.

Te he llamado para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz. Nadie que no tenga los ojos abiertos puede convertirse de las tinieblas a la luz. Porque no ven las tinieblas. Tú necesitas, yo necesito, todos necesitamos que nuestros ojos sean abiertos.

Entonces, para que sean trasladados de las tinieblas a la luz. De la potestad de Satanás, a la de Dios. Cuando Satanás tiene agarrado a alguien, ¿Bajo qué reino está? Dice la palabra que quien está en pecado, es esclavo del pecado.

Necesitamos apóstoles y gente apostólica, no solamente apóstoles de oficio, que ayuden a abrir los ojos de la gente, y que podamos entender que la gente no está viviendo en el Reino de Dios, por causa de una cantidad de creencias equivocadas.

¿Cuál era el mensaje central de Jesús? Arrepentíos, cambiad vuestra manera de pensar, porque el Reino de los Cielos se ha acercado. Eso significa que tengo que cambiar mi forma de pensar porque hay un Reino tremendamente poderoso al que puedo entrar y disfrutar, desde ahora, porque si Cristo vive en mí, y es la esperanza de gloria, y toda la gloria de Jesucristo me habita, no tienen por qué pegarse a mí asuntos que pertenecen al reino de las tinieblas.

Pero si yo creo que Jesús está sentado ahí arriba, y yo tengo un Jesús menor aquí abajo, entonces voy a dejar que todas las manifestaciones de las tinieblas me hagan daño. Es la forma en la que creemos que nos tiene atados.

Por eso es que dice Jesús: vengo a cambiarles la forma de pensar, y para eso necesitan ser iluminados en el conocimiento de su gloria. Hay tantas cosas que vemos en el Reino de Dios cuando entramos y experimentamos, que muchas de las doctrinas a las que estábamos aferrados, se derrumban.

Porque las tenemos apenas a cuenta gotas, o las tenemos tergiversadas, o no las hemos entendido. Y una de estas doctrinas es el bautismo en el Espíritu Santo. Tenemos lo que hemos recibido de otros, tenemos lo que nos han enseñado.

Hasta ahí aprendimos, no sabíamos más. Pero ahora viene una nueva luz, para que entremos en lugares más profundos. Entonces, en lugar de ser tercos y porfiados, insistiendo con nuestras doctrinas antiguas, no; el Señor te dice que abras los ojos porque quiere mostrarte cosas nuevas y maravillosas.

(Hechos 1: 1) = En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, (2) hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; (3) a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.

Vemos aquí que Jesús se pasa cuarenta días enseñando algo. ¿Qué es lo que va a estar enseñando? El Reino de Dios. Jesús es un estratega poderosísimo, y va a derramar la promesa del Espíritu Santo sobre la gente, pero la gente necesita estar preparada con un entendimiento.

De otro modo, ese aceite se va a perder. Entonces, les habla por espacio de cuarenta días del Reino de Dios, para que sepan para qué sirve la promesa del Espíritu Santo. O sea que hay una preparación de Reino, previo a la promesa del Espíritu Santo.

No como se hace en muchos lugares hoy en día, donde algunos le dan golpecitos en la cabeza a la gente, les dicen que digan bara, bara, bara y luego declaran y decretan que ya tienen al Espíritu Santo. En más de un caso, esa pobre persona ni siquiera se ha arrepentido de sus pecados o está en adulterio.

Pero ya está, ya le hemos dicho a esa persona que es llena del Espíritu Santo, que ya tiene el bautismo del Espíritu Santo, aun cuando sabemos que no es así. ¿Sabes lo que conseguimos? Que esa persona jamás busque el bautismo del Espíritu Santo de verdad. Cree que ya lo tiene.

Te haré una pregunta: cuando Jesús envió a los doce, y luego envió a los setenta, dice la palabra que les dijo: id y anunciad que el Reino de los Cielos se ha acercado. Y haciendo esto, sanaba los enfermos, echaba fuera los demonios, resucitaba los muertos y limpiaba los leprosos.

Ahora bien; ¿En qué poder sanaban a los enfermos, sacaban los demonios y resucitaban a los muertos? Tenían, obviamente, una medida del Espíritu Santo. Porque no era en su carne que podrían resucitar a los muertos.

Cuando Jesús resucita, se aparece a sus discípulos, y dice el capítulo 20 de Juan, que el sopló el Espíritu Santo a sus discípulos, y les dio potestad para perdonar los pecados. A quienes les perdonaren los pecados les serán perdonados, y a quienes se los retuviereis les serán retenidos.

¡Ay, hermano! ¡Eso me suena a iglesia Católica! No, hermano; no es iglesia católica ni iglesia evangélica, es una de las funciones del Espíritu Santo. Tenemos tantas estructuras anti-católicas, que a veces ni siquiera podemos leer la escritura correctamente.

Jesús dice: quiero renovar muchas cosas dentro de ti. Yo les doy autoridad, por el Espíritu, para perdonar pecados, porque esa es una de las funciones más importantes del Espíritu Santo. Por eso los fariseos se enojaban tan fieros en contra de Jesús.

¿Quién es este –Decían-, que dice tener autoridad para perdonar pecados? Pero, ¿en qué autoridad estaba Él perdonando pecados? En el Espíritu Santo. Es necesario que la iglesia sea perdonada de sus pecados.

Dios no planeó que nosotros nos metiéramos en un cuarto oscuro y dijéramos: “¡Señor! ¡Aquí están todos mis pecados, perdóname!” Jamás pensó eso. Dice: confesaos vuestros pecados los unos a los otros. ¿No dice eso la carta de Santiago?

¿Y eso qué significa, que tenemos que recortar de nuestras biblias ese versículo y arrojarlo a la basura, o que tenemos que confesarnos nuestros pecados los unos a los otros? Hay una tremenda liberación cuando se confiesa el pecado públicamente.

La misma palabra que usamos para confesar a nuestro Señor Jesucristo como Señor y Salvador, es la misma palabra que usa la escritura para decir confesad vuestros pecados. Quiere decir: hablar públicamente.

Tú no confiesas a Jesucristo en un cuarto oscuro ante una sola persona, o en un aparte ante una persona; tú lo confiesas públicamente, ¿No es cierto? ¡Es la misma palabra! Confesar tus pecados, entonces, quiere decir que debes confesar tus pecados.

Todos hemos pecado. NI aquí de este lado ni de ese donde estás tú hay ni siquiera uno que no haya pecado. Y todos necesitamos ser perdonados de esos pecados. Hay mucha gente debilitada porque nunca nadie todavía les ha perdonado sus pecados.

¿Y qué hace Él, entonces? Cuando termina de decirles esto de confesar sus pecados, les empieza a hablar del Reino de Dios, y les dice: ahora sí, esperad la promesa del Espíritu Santo, porque recibiréis poder cuando venga sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en todo Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra.

Ahora te pregunto: si ellos ya echaban fuera demonios, sanaban los enfermos, resucitaban los muertos, limpiaban los leprosos y perdonaban pecados, ¿Qué clase de poder estaban esperando en esa promesa?

Porque hoy todavía se desata el poder del Espíritu Santo para que la gente salga a echar fuera demonios y a sanar a los enfermos, pero indudablemente ese no es el bautismo del Espíritu Santo; a eso ya lo tenían.

Entonces, ¿Qué fue lo que recibieron en la promesa del Espíritu Santo? ¿De qué poder les estaba hablando Jesucristo, que iba más allá de sanar los enfermos, echar fuera demonios, resucitar los muertos y limpiar los leprosos?

La clave está en la palabra “testigos”. Dice: me seréis testigos. En todo Jerusalén, en toda Judea, en toda Samaria, y hasta lo último de la tierra. ¿Qué es un testigo? UN testigo es alguien que puede ver y que puede oír.

Si tú estás en una corte judicial y te llaman como testigo, y el juez te pregunta: ¿Qué fue lo que usted vio? No podrás responder: “¡Ah, no, señor juez, yo no he visto nada, apenas he leído algo sobre lo que sucedió en el periódico!” ¿Sabes qué? Tú no calificas como testigo.

Porque un testigo, necesariamente, tiene que ver y tiene que oír. Claro; esto comienza a poner en graves problemas al sistema babilónico. Porque Babilonia enseña a sus discípulos como enseñaban los fariseos. Vamos a aprender la Biblia. Los fariseos y escribas enseñaron eso.

Los discípulos de los fariseos y los escribas, por todas las generaciones de los judíos, realmente aprendieron las escrituras. Tenían la escritura, pero no tenían el poder, detrás de la escritura. ¿Qué tenemos hoy? Tenemos la escritura, pero no tenemos el poder, detrás de la escritura.

¿Por qué? Porque estamos enseñando a la manera antigua. No estamos enseñando a la manera del Reino de Dios. Joel dice: yo derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y mis hijos y mis hijas, profetizarán, y mis siervos y mis siervas profetizarán. Y mis jóvenes verán visiones, y mis ancianos soñarán sueños.

Escucha: aquí estamos viendo algo diferente, que no es resucitar a los muertos ni sanar a los enfermos, ni echar fuera demonios. El derramamiento del Espíritu Santo, necesariamente, es profético. Necesariamente va a llevar a oír la voz de Dios. Necesariamente te va a llevar a ver visiones del Reino de Dios.

Nadie que no naciere del agua y del Espíritu puede ver el Reino de Dios. Pero cuando nacen de las aguas y del Espíritu de Dios, entonces pueden ver el Reino de Dios. Babilonia no te puede entrenar en el Reino. Babilonia es un sistema educacional, religioso, del cual venimos todos nosotros, yo incluido.

Pero el Señor dice: Salid de allí, pueblo mío. Cuidado: yo no te estoy diciendo que te salgas de tu iglesia, te estoy diciendo que te salgas de Babilonia. Babilonia es la estructura mental y religiosa que gobierna tu vida, y que es ajena y diferente al Reino de Dios.

Entonces, el Espíritu Santo viene para que nosotros podamos oír la voz de Dios. Dice: para esto me he aparecido a ti, y me apareceré, otras veces. Esto es lo más común dentro de un mover apostólico. Que Jesús aparezca. Es lo más común que tú puedas ver a Dios. –“¡Hermano! ¿Cómo se supone que voy a ver a Dios?”-

(2 Corintios 3: 16) = Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.

(17) Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.

No son pocas las veces que he oído y cantado, por supuesto, coritos que dicen que donde está el Espíritu de Dios, hay libertad. Entonces empezamos a saltar y eso nos parece libertad, pero apenas es sacar la cabeza debajo del paraguas protector de las tradiciones evangélicas a las que estábamos atados.

Ahora bien, ¿Sabes qué? Tú no necesitas al Espíritu de Dios para danzar o para saltar, ¿O no has visto que los incrédulos, impíos, paganos y pecadores gritan, saltan y danzan con mayor fuerza que los cristianos? ¡No necesitas al Espíritu de Dios para hacer eso!

Lo único que consigues con eso es liberarte de las ataduras religiosas, eso sí que es cierto. Esta escritura nos dice que donde está el Espíritu del Señor hay libertad, y ahora nos va a decir en qué consiste esa libertad.

(Verso 18) = Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

Eso quiere decir que donde está el Espíritu del Señor, hay libertad para ver, para mirar a cara descubierta. ¿Qué significa ver? ¿Acaso significa tambalearse, temblar, que te caigas o que te agarre un ataque de risa? Mirar significa ver y ver significa mirar.

Necesariamente implica que tus ojos son abiertos y puedes ver algo que antes no veías. Mis hijos y mis hijas profetizarán, nuestros jóvenes verán visiones. El Reino de Dios se hace visible cuando naces del agua y del Espíritu.

Entonces, dice: mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria de Dios. El Espíritu Santo es enviado para que puedas volver a ser transformado en la imagen de Dios. Si necesito ser transformado en su imagen, eso quiere decir que he perdido su imagen.

Sólo tengo algunos pequeños rasgos de su semejanza. Hablo, porque Dios habla. Creo cosas porque Dios es creador. Pienso, porque Dios piensa. Pero a la imagen de la gloria de Dios la perdió el hombre cuando cayó en pecado.

Pero el Espíritu Santo de Dios viene a restaurar la imagen de Dios en nosotros. ¿Y qué cosa es la imagen de Dios en nosotros? Es la habilidad de ver, al mismo tiempo, dos dimensiones. Una dimensión espiritual y una dimensión natural.

Adán veía las dos dimensiones. Adán veía los hermosos árboles frutales y también veía el árbol de la vida, el del conocimiento del bien y del mal, se paseaba con el Señor en el fresco de la tarde, veía sus vestiduras celestiales, veía dos dimensiones.

Jesús es el segundo Adán. El segundo adán, primogénito entre los muertos. Él caminaba en dos dimensiones. Todo lo que veo hacer al Padre, eso es lo que hago, decía. Todo lo que oigo decir al Padre, es lo que digo. De la misma manera en que yo fui enviado, yo os envío. ¿De qué manera?

¿De qué manera? ¿Aprendiendo un par de versiculitos de memoria? ¿Repartiendo trataditos? ¿Vamos a hacer esas cosas porque no tenemos ningún otro poder ni valor conviene darles un papelito para no tener que hablar demasiado?

Eso no es ser testigo. Testigo quiere decir que somos embajadores de un Reino. Testigo quiere decir que representamos al Reino de Dios. Por eso es que Jesús se llama a sí mismo, El Testigo Fiel. ¿Y por qué es el testigo fiel? Porque se testifica sobre el Reino de su Padre.

Porque testifica en el poder del Reino de su Padre. Porque testifica de la gloria de su Padre. Porque testifica de la sabiduría, de la inteligencia, del consejo, de las maravillas de su Padre. Él es el testigo fiel y dice: vosotros me seréis testigos, cuando venga sobre vosotros el Espíritu Santo.

Testigo, es; ven conmigo a Apocalipsis capítulo 19, versículo 10. Estas son las bodas del Cordero, y Juan está allá, extasiado viendo esas bodas. Pero antes de leerlo, quiero que entiendas una cosa. Cuando tú empiezas a meterte en el Reino de Dios, el primer libro que Dios te va a sacudir de pies a cabeza, es el Apocalipsis.

Porque el Apocalipsis, es un libro del Espíritu. No es un libro cronológico, tampoco es un libro de eventos futuristas; es un libro que nos enseña cómo gobernar con Cristo Jesús, porque se trata de la revelación clara y nítida de su persona.

Es la revelación de la gloria de Jesucristo en nosotros, para hacernos gobernantes junto con Él. Este es el primer libro que se te va a sacudir de pies a cabeza cuando veas el reino, porque una cosa es tener mucha teología –Con excepción de los buenos teólogos, de los otros no hablaré- y otra cosa muy distinta es ver con ojos de Reino.

Las bodas del Cordero. ¿Para qué estoy esperando las bodas del Cordero? ¿No dice la palabra que el que se ha unido a Jesús, un espíritu es con él? Cuando tú te casaste, mujer u hombre, te hiciste una sola carne con tu cónyuge, ¿No es así?

Si te unes a Jesús y eres un espíritu con Él, eso significa que ya te has casado con Él. Hombre o mujer, olvida las diferencias de género sexual que eso es válido solamente aquí en la tierra por causa de la procreación y prolongación de la especie.

Eso significa que Su espíritu y el tuyo, ya entraron en las bodas del Cordero. No debes esperar una gran fiesta para casarte con Jesús. Porque Él ya está allá y espera que la novia, la iglesia, vestida de inmaculado blanco de pureza vaya a su encuentro.

El que se ha unido a Jesús, un espíritu es con él. El Espíritu y la esposa. No dice la novia, dice la esposa. Es mejor que ya nos sintamos esposa y nos dejemos de esperar tanta cosa futurista. Porque Jesús está aquí, el Reino está aquí, Él lo dijo cuándo aseguró que el Reino se había acercado.

Por esa razón, también las verdades del Reino están aquí, la gloria del Reino está aquí, las bondades del Reino en todas sus formas y dimensiones, están aquí, el poder del Reino está aquí, deja ya de esperarlo para un futuro que nadie acierta a decirte si es cercano o lejano.

Porque la palabra nos asegura que ya Jesús lo trajo a la tierra. ¿Quién te ha enseñado que debes quedarte esperando que lo vuelva a traer? Es indispensable que comencemos a cambiar nuestra mentalidad babilónica.

Yo no estoy esperando un rapto para encontrarme con Jesús. Cuando tu espíritu entra al Reino de los Cielos, es transportado a la presencia misma de Jesús. El Reino de los Cielos está aquí. ¿Por qué supones que vas a ser arrebatado allá?

¡Es que…hermano…ese es uno de nuestros máximos dogmas! ¿Ah, sí, eh? ¿Y alguien se ha preocupado en cotejar ese dogma con la Biblia? Hazlo. Y ni se te ocurra luego ir a mostrárselo a tu pastor. No te oirá, no querrá oírte. Él está viviendo de ese dogma, entre otros.

No son ni uno ni dos los que han sido arrebatados temporariamente al tercer cielo. Ellos enseñan que no debemos esperar un rapto para ver a Jesús. Tampoco debemos esperar una gran tribulación porque en una de esas la está pasando en este tiempo y cree que Dios lo está castigando.

Si tú lees con cuidado la escritura, verás que la nueva Jerusalén descendía del cielo ataviada como una novia para su marido. Entonces, ¿Cómo es esto? La nueva Jerusalén ¿Sube o baja del cielo? Baja del cielo. ¿Y adónde se preparó la novia?

En el cielo. ¿Qué? Sí, porque dice que la nueva Jerusalén baja del cielo ataviada como una novia. ¿Dónde se atavió como novia, entonces? En el cielo. ¿Quién la preparó? ¡El cielo! Esto, cuando lo puedes entender, no sólo te rompe todas tus estructuras religiosas, sino que además te vuela la cabeza en mil pedazos.

Lo que se puede asegurar es que, cuando tú entres y veas el Reino, cuando el velo se rasgue, cuando la luz del Omnipotente alumbre tu entendimiento, y el conocimiento de la gloria de Dios dentro de ti, se te van a sacudir muchas cosas que no sirven para nada.

Porque esas son las cosas que nos enseñaron alguna vez y que nos mantienen aquí esperando cosas que Dios ya nos dio. Porque al igual que yo y todos los que creen de verdad, ¡Eres heredero! ¡Eres heredero! Heredero de cosas gloriosas, para manifestar como testigos de Dios, la gloria de Su nombre a todas las naciones. Entonces Juan, dice:

(Apocalipsis 19: 10) = Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios, porque el fundamento de Jesús es el espíritu de la profecía.

El testimonio de Jesús, es el espíritu de la profecía. ¿Qué es lo que hizo testigos a los discípulos el día de Pentecostés? El espíritu de la profecía. El testimonio de Jesús, es el espíritu de la profecía. El espíritu de la profecía es el que te hace ser testigo del cielo.

El espíritu de la profecía es el que va a abrir tus ojos para que veas el Reino de Dios, para que veas todo lo que hace el Padre, para que veas cómo se mueve el cielo, sea lo que tú hagas aquí en la tierra. Y cuando empieces a hacer lo que el cielo está haciendo, entonces el poder vendrá sobre la tierra.

La guerra espiritual no se trata simplemente de vociferar, echar fuera demonios y cantar cánticos de guerra golpeando las manos. Eso podrá ser muy bonito, pero no pasa el techo. ¿Qué es lo que produce la victoria? Ver y oír al ejército de Dios marchando sobre los cielos. Porque al verlo y oírlo en los cielos, lo estaremos haciendo en la tierra.

Cielos y tierra se junen, entonces todo lo que decreto en ese ámbito profético, tiene poder en el mundo espiritual. Cuando estamos sumergidos en todo eso, estamos siendo dirigidos por el Espíritu Santo, y podemos ver una luz que desciende a lo profundo del infierno y deshace las obras del diablo.

Porque soy testigo del cielo, doy testimonio de lo que veo y de lo que oigo. Y entonces es que las cosas son. Adora a Dios, porque el testimonio de Jesucristo, es el espíritu de la profecía. Y cuando viene el espíritu de la profecía, ocurren cosas que antes no ocurrían.

Porque aquellos hombres resucitaban muertos, sanaban enfermos, echaban fuera demonios y limpiaban leprosos, pero sus ojos estaban ciegos para ver el Reino de Dios. No podían oír la voz de Dios. Sólo Pedro, una vez y como en un suspiro, dijo: “Ah, tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, pero los demás no oían la voz de Dios.

Pero cuando vino el Espíritu Santo del cielo, entonces los cielos se abrieron, y el espíritu de la profecía, los hizo entrar en el Reino invisible de Dios. Y allí es donde la filosofía cristiana ya no puede pasar.

¡Hermano! ¿Por qué le llama filosofía cristiana? Porque todo lo que creo, pero no me he convertido en ello, es filosofía, nada más. Si crees que Jesús es poderoso para sanar, y que por su llaga fuimos todos curados, pero vives dependiendo de los fármacos, entonces lo que tienes es solamente una filosofía de Jesús el sanador, pero no lo conoces.

Cuando por el espíritu de la profecía comienzas a ver con tus ojos espirituales, de inmediato te conviertes de las tinieblas a la luz. Cuando puedes hablarle al Verbo de Dios dentro de ti, le dices que expanda su gloria.

Pero si no lo veo, me a dar terror dejar los rudimentos del mundo. Porque la gente, dentro de las iglesias, está hundida en pecados, hundida en rencores, está hundida en mentiras, está hundida en hipocresías. ¿Por qué? Porque no han mirado al Dios de la gloria.

Porque cuando tus ojos son abiertos, y como en un espejo comienzas a mirar la gloria de Dios, y el resplandor de su rostro empieza a venir sobre ti, no hay nada en este mundo, ni oro ni plata, ni piedras preciosas, ni títulos ni denominaciones que se puedan comparar a lo que tus ojos han visto. Nunca más te volverás al mundo, nunca más.

Cuando empieces a ver de verdad, las doctrinas de hombres comenzarán a venirse abajo. Todas las cosas serán removidas, para que permanezcan las eternas. Todo tiene que ser removido en nuestra mente, para que permanezca lo inmutable, lo que no puede ser movido, lo que es el ancla de nuestra fe, lo que hace ponerte de pie y no dudar, y lo que te da el poder sobre todos los gobiernos de la tierra.

Porque no es lo que expresamos con la boca lo que tiene el poder, sino desde dónde lo estás decretando No importa cuánto hable alguien lleno de oscuridad y de tinieblas. Aquellos que echaban fuera demonios en el nombre del Cristo que predicaba Pablo, fueron humillados. Porque no es importante lo que decimos, sino desde dónde lo decimos.

No es ponerse una armadura de Dios. Que me pongo el yelmo de la salvación, y la coraza de justicia, y el apresto de las sandalias del evangelio. No es lo que digas; si la justicia no mora en tu corazón, no tienes la coraza. Si la salvación no mora en tu mente, no tienes el yelmo. Si el rhema de Dios no viene del cielo para inundar tu boca y hacer la espada, no tienes espada.

Si tus pies no se apresuran a llevar la palabra del Reino de Dios, a estar sanando los enfermos, a estar liberando los cautivos, no tienes sandalias, por más que te lo auto profetices. Es un Reino que no es de este mundo.

Es una comida que no se come como la comida de este mundo. Es un Reino que no se estudia cómo se estudian las clases de este mundo. Es un Reino que está sobre todas las cosas. Jesús jamás predicó: “Déjame entrar en tu corazón”.

¿Adónde Jesús predicó que lo dejaras entrar en tu corazón? ¿Sabes qué dijo Jesús? Ven y sígueme. ¿Y qué significa cuando Jesús dice ven y sígueme? Entre los judíos, cuando un rabino le decía a alguien ven y sígueme, quería decir que dejaras todo lo que tenías, todo lo que estabas haciendo, porque te estaba llamando para que hicieras lo mismo que él estaba haciendo.

Para que andes tras las huellas de tu maestro. Porque todo lo que está en mí te lo quiero impartir. Por eso es que dejaron las barcas y le siguieron, porque tenían un pensamiento judío. Entendían que cuando un rabino les decía ven y sígueme, estaban siendo escogidos por alguien sumamente grande.

Todos los judíos querían ser llamados. Era el anhelo más grande de los judíos ser llamados por un rabino para ser sus discípulos. Pero no todos calificaban. Pero cuando Jesús decía ven y sígueme, ellos entendían lo que Jesús quería decir.

Eso significaba que Jesús estaba viendo en ellos la materia prima que podía hacer un discípulo que fuera conforme a Él. Que pudiera hacer lo que Él hizo. Por eso Jesús les enseñaba el Reino. Por eso Jesús caminó sobre las aguas.

¿Por qué le fue tan fácil a Pedro ir cuando Jesús le dijo: ven? Porque eso es lo que hacía un rabino. Así enseñaba un rabino a su discípulo. Lo que yo hago, tú lo tienes que hacer detrás de mí. ¿Yo camino sobre las aguas? ¡Pedro! ¡Ven! ¡Camina ya mismo tú sobre las aguas!

Te estoy enseñando Reino. ¿Qué les estaba enseñando Él a los discípulos? Que el Reino de Dios, somete a la materia. El Reino de Dios, es mayor que tu problema. El Reino de Dios es mayor que el gobierno de tu país, vivas donde tú vívas.

El Reino de Dios es mayor que las constituciones de todos los países juntos del planeta. ¡El Reino de Dios está aquí! Aquí en Rosario, provincia de Santa Fe, República Argentina, donde yo estoy ahora. Pero también el Reino de Dios está allí, donde tú mismo le pongas el nombre de ciudad, región, país.

Cuando Dios trae profetas y apóstoles, no solamente va a traer una palabra, sino que también trae una impartición. No es lo mismo que digas alegremente que estás con Cristo sentado en lugares celestiales, a que Jesús te tome de la mano y te siente en lugares celestiales. Sentarse, tú lo sabes, significa posicionarse en un lugar superior, de gobierno.

Un lugar en donde tú hablas y las cosas son, porque es lugar de Reino. Un rey tiene autoridad de rey. Todo lo que un rey dice, tiene que cumplirse. Escucha: tú eres rey en el Reino de los Cielos. Por favor, no me hagas ningún negocio por menos que eso.

¿Acaso eres tú el rey de los judíos? Mi Reino no es de este mundo. Mi Reino está en los cielos. Tú eres rey en el Reino. Y desde el Reino de los Cielos, tienes gobierno, tienes territorio. Puedes hacer que el Reino venga.

¿Tú crees que era falto de misericordia Jesús cuando caminó tres días, y la multitud lo seguía muerta de hambre? Ni lo sueñes. Jesús sólo estaba esperando el momento preciso y adecuado para manifestar el Reino.

Él decía: quiero enseñarle algo a mis discípulos. ¿Qué tenemos? – Cinco panes y dos peces. – Traédmelos. Él ya había visto en el ámbito espiritual a miles y miles de peces y panes, flotando sobre la multitud y esperando sólo una voz de mando para descender.

Lo único que tenía que hacer, entonces, era decretar lo que había visto en los aires del espíritu y bajarlo a la tierra. No hago nada que no vea hacer al Padre. Él ya lo había visto. Trajo lo panes, y sumergiéndolos en el Reino de Dios, dio gracias porque ya tenía lo que estaba viendo.

Escucha: no estaba dando gracias por los cinco panes y los dos peces; estaba dando gracias por lo que estaba viendo en los cielos. Entrar al Reino de los cielos, va a implicar que rompas muchas estructuras. Porque no es de este mundo.

¿Cuántos de ustedes podrán creer que el Reino de los Cielos está aquí? Está bueno porque no tienes ningún compromiso con nadie para decir o no decir “amén”; nadie te está mirando, sólo el Señor, tú Señor. Y Él sabe si es “amén” a algo que crees o no.

Esto es y tiene que ser algo más que una filosofía. Jesús está aquí, el Espíritu de Dios está aquí, para darte el Reino, para abrir tus ojos. Otra cosa que recibieron en el bautismo del Espíritu Santo, fue el hablar en lenguas extranjeras.

No había escuela de lenguas en Jerusalén. No había lugar en el que se pudieran estudiar los idiomas que se hablaban en las distintas regiones. ¿Cómo iba a mandarlos Jesús hasta los confines de la tierra, si no hablaban los idiomas de esos lugares?

Cuando ellos llegaban a esos lugares, no había un intérprete para traducirlos del hebreo a sus idiomas o dialectos. Necesitaban el poder del Espíritu Santo para hablar las lenguas de esos lugares. Jesús confundió el reino de las tinieblas cuando confundieron las lenguas en Babel.

Dividió el reino del enemigo par que no se pudieran comunicar fácilmente. Y el día de Pentecostés, Dios unió a todos los que iban a pertenecer al Reino de Dios, dándoles otros idiomas para poder dar el evangelio.

En el Reino está todo lo que necesitas. Venir al Reino, no es venir a la iglesia. Venir al Reino implica cambio de pensamientos. Implica un cambio de estructuras, implica entrar en la libertad del espíritu, implica ser otro tipo de persona. Implica nacer del agua y del Espíritu.

El Reino no es de este mundo. Es tu espíritu el que tiene que anhelar el Reino. Desde el tiempo de Juan el Bautista, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Juan, -dijo Jesús- fue el más grande de todos los nacidos de mujer, pero el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que todos los profetas, que todos los que han nacido de mujer.

Porque ninguno de ellos pudo tener lo que ha sido concedido a nosotros. Pero no se puede entrar religiosamente. Se tiene que entrar quebrando estructuras. Se tiene que entrar dejándolo todo. Se tiene que entrar viéndolo, codiciándolo como la perla de gran precio, como aquello que es lo que más quieres en este mundo.

Porque si el Reino de Dios no es lo que tú más aprecias en este mundo, nunca entrarás en Él. El Reino de Dios es como un hombre, que encontrando una perla de gran precio, fue y vendió todo lo que tenía, y comprando el terreno, consiguió la perla.

Para entrar al Reino, lo prioritario tiene que ser tu anhelo. Mientras no sea tu prioridad genuina, te vas a quedar en tu iglesia, te vas a quedar en tu banco, te vas a quedar en tu problema. Pero hay un camino más alto. Hay un camino más alto.

Ese camino más alto, es el Reino, anunciar que el Reino de Dios está en medio de nosotros. ¿Cómo se predica el evangelio del Reino? Te lo estoy predicando. Y cada uno de los que puedan ser embajadores del Cielo, pueden hacerlo.

Las dos cosas más difíciles para entrar al Reino de Dios, es poner tu confianza en aquello que no ves y dejar de lado de una buena vez todo lo que puedes ver y tocar con lo que te has venido manejando durante toda tu vida, incluida la de supuesto creyente en Jesucristo.

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enero 1, 2015 Néstor Martínez