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Diagnósticos Previos del Pecado

¿Alguna vez te pusiste a pensar qué importante sería si las personas creyentes pudieran darse cuenta con bastante anticipación que han comenzado a tomar una senda que los lleva al pecado? ¿No te parece que sería sino una solución, sí al menos un arma notable para abortar muchos de ellos?

De allí este título. Porque un diagnóstico nunca será tan preciso como cuando luego tiene su correlato en los hechos. Elegí un texto bíblico que seguramente conoces para darle base a esto que quiero compartir contigo, un texto que, ni bien se lee, se llega a entender mucho de lo que Dios piensa respecto al pecado, independientemente de lo que nosotros, carne al fin, podamos argumentar en nuestra defensa.

(Isaías 1: 18) = Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueran como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.

(19) Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; (20) si non quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho.

Este es un pasaje que se utiliza con frecuencia para llevar a otros al conocimiento de Cristo. Yo mismo en una época pensaba que el Señor decía con respecto a la salvación del hombre, algo así como: “Aunque eres un pecador infectado, cubierto con pecado carmesí, yo te lavaré y serás tan puro y tan blanco como la nieve.

Qué sorpresa me llevé el día que un hombre de Dios, con profundos conocimientos no solo de la palabra, sino también del idioma hebreo, me enseñó que esta escritura no tiene nada que ver con la salvación. Es una lección sobre la naturaleza del pecado sin frenar. Los versículos no son una promesa de limpieza, sino una clara advertencia.

Aquí el pecado es comparado con la lepra. En sus etapas iniciales, la lepra se presenta como una inflamación al rojo vivo. Si no se controla el desarrollo de la enfermedad, la piel se vuelve blanca como la nieve. El cambio del rojo vivo a blanco indica que la carne está muriendo y eventualmente se desintegrará y caerá.

La lepra como una tipología del pecado es muy gráfica. La mayoría de los pecados comienzan como una inflamación. Nada muy serio, sólo algo irritante, incómodo y tal vez feo. No obstante, si no se trata, progresará y madurará. Cuando el pecado madura completamente, igual que la lepra, destruye todo lo que infecta, extendiéndose hasta que todo el hombre es consumido.

De manera que el verdadero énfasis de este pasaje está en el Señor que busca razonar con su pueblo. Él desea ayudarles a entender que si bien su pecado pareciera ser algo pequeño al principio, si no es curado, los destruirá con el tiempo.

El pecado de la crítica es un buen ejemplo. Hay personas que han hecho de la crítica un arte muy fino. ¿Has visto a alguien en quien el espíritu crítico se ha desarrollado? Tal vez comenzó temprano en su vida, como una inflamación. Pero continuó sin ser detenido hasta que consumió todo su ser.

Ver extinguirse la vida de alguien que ha sido destruido y manipulado por un alto espíritu de crítica, es sencillamente para plantarse y reflexionar sobre las propias debilidades. Esos problemas que se pueden adjudicar a cierta falta de carácter, muy bien pueden crecer hasta destruir una vida completa.

Sin embargo, la frase clave en este pasaje de Isaías se puede traducir literalmente de esta manera: Si consintiereis y obedeciereis… (Verso 19). No hay nada que se pueda hacer por una persona que primero no consienta. A eso lo viven de primera mano aquellos hombres de Dios que ministran delincuentes. Dicen que sus actitudes suelen ser desafiantes, fanfarronas e indispuestas para aprender. ¿Por qué razón no se puede hacer nada con ellos? Simple: porque no consienten.

Claro, en sentido yuxtapuesto, el Señor dice: si no quisiereis y fuereis rebeldes… Rehusarse a oír siempre viene antes de la rebelión contra la ley de Dios. Rehusar dar consentimiento al proceso de sanidad del señor mientras que el pecado aún está en su etapa de inflamación es abrirse a la ley del pecado y de la muerte para que siga su acción descontroladora.

Con mucha frecuencia rehusamos reconocer estas inflamaciones cuando aparecen por primera vez, por lo general en forma de problemas continuos y conflictos con nosotros mismos y con otras personas. Estas áreas de conflicto están arraigadas comúnmente en todo aquello que todavía no hemos presentado a Dios para que lo mida de acuerdo con su palabra. El Señor quiere limpiar todas esas áreas si sólo lo consintiéramos. Los conflictos y las luchas son las formas que Dios usa para llamarnos la atención a un problema más profundo.

Igual que una pequeña inflamación que pudiese pasar desapercibida por un tiempo, los pecados que destruyen la vida no son siempre aquellos que nos confunden de repente sin ninguna advertencia. Son por lo general, pequeños problemas que se han descuidado año tras año. En el Cantar de los Cantares 2:15 se nos dice que las zorras pequeñas echan a perder las viñas.

Es muy difícil que una zorra de setenta kilos se cuele en un viñedo. Son las pequeñas que pueden hacer huecos debajo del muro y escabullirse silenciosamente sin que el vigía se dé cuenta del daño que están haciendo. De la misma manera, el pecado es más a menudo una gotera lenta y constante que un torrente de agua.

He encontrado algunas inflamaciones menores de tipo crónico que tienen el hábito de convertirse en algo serio si no se confrontan. He aquí algunas de ellas:

Postergación: La mayoría de las esposas le dirán que sus maridos tienen la enfermedad del mañana. Eso significa que todo lo dejan para mañana. Como el que pintó un rótulo que decía: ¡Hágalo ahora!. Pero nunca llegó a colgarlo. La demora en hacer las cosas afecta y disipa todo lo demás en la vida del individuo. El trabajo, el matrimonio, los planes y las aspiraciones, todo comienza a derrumbarse cuando la postergación se convierte en un hábito y se permite que desarrolle su efecto incompleto.

Incapacidad de Aceptar Responsabilidad: Algunas personas rehúsan aceptar cualquier tipo de responsabilidad. Siempre le cargan a otro las culpas. Pídeles que se encarguen de recoger fondos para la escuela y su respuesta será: “eh, no soy muy bueno para ese tipo de cosas…mi trabajo me quita mucho tiempo.” Muy rara vez llevan la carga.

Otros rehúsan aceptar la responsabilidad de sus acciones. “Toda mi familia es criticona; por eso yo soy así.” “Llegué tarde porque se me descompuso el reloj.” Estos son ejemplos leves pero que reflejan una incapacidad de aceptar la responsabilidad personal de su propia vida y de sus propias acciones. Esta aceptación personal es el prime3r paso que lleva al arrepentimiento para recibir la gracia de Dios y ser cambiado. Si la rechazamos continuaremos prisioneros de lo que sea estemos tratando de escapar.

Incapacidad Para Comunicar: Muchos no pueden abrirse con sinceridad y claridad para decir lo que les sucede adentro. La mayoría tenemos que aprender el arte de la comunicación. Rara vez viene como una característica natural. Algunos, sin embargo, no quieren tomarse el tiempo ni la molestia de aprender. El resultado es la frustración, el mal entendido y, en muchos casos, trae daños o pérdidas en el matrimonio, en las relaciones y en su efectividad dentro del reino de Dios.

Temor, Ira, Codicia, Impaciencia, Perfeccionismo: Estas son otras pequeñas inflamaciones que nos son conocidas. Tenemos que reconocer que cualquiera de estos problemas puede estar presente en nuestras vidas, no como una fuerza aplastante e incapacitadora, sino como una inflamación.

Sin embargo, el Señor ha dicho: Si consintiereis y obedeciereis, comeréis el bien de la tierra; si rehusareis y fuereis rebeldes, seréis consumidos. De hecho, está dentro del propósito de Dios que aprendamos a vencer en cada una de estas áreas; pero eso requiere que primero consintamos a su trato en nuestras vidas. El temor de encarar la verdad, o nuestra decidida pereza en no querer cambiar, son generalmente las razones principales por las que rechazamos someternos al proceso de sanidad del Señor cuando él nos confronta con nuestras debilidades.

Si bien Dios quiere que dominemos estas cosas, no creamos por eso que él nos proveerá con una fórmula mágica que elimine totalmente todas las luchas difíciles, los sentimientos indeseados y las tentaciones de hacer lo que sabemos es malo. La Biblia dice que tenemos que vencer, no que tenemos que eliminar. La victoria para el cristiano consiste en aprender a tratar con esos problemas con el poder del Espíritu Santo, aunque eso implique que la lucha y el conflicto sean continuos.

Alguien dijo alguna vez que Pedro seguiría siempre siendo Pedro. Es decir, seguiría siendo impetuoso, de fuerte carácter y vacilante a la vez. Ningún milagro lo cambió instantáneamente en un dechado de virtudes; a través de la pena de su fracaso aprendió las profundidades del amor de Cristo, el poder del Espíritu Santo, a dominarse y a vivir en victoria a pesar de los problemas de carácter inherentes en su personalidad. Los que buscan fórmulas mágicas se desilusionarán tarde o temprano y permanecerán sin cambiar. Los que acepten el diseño de Dios y se dispongan a cambiar encontrarán la victoria en sus vidas.

A cierto hombre de Dios le preguntaron una vez si sabía cuán bajo había caído el hombre. Claro está que era más que una pregunta teológica. Su interrogante salía de las profundidades de su propia experiencia personal acostumbrado a tratar con la naturaleza humana. Y dio una respuesta sabia: Eso se sabe cuando se comienza la jornada de regreso.

Porque la mayoría de nosotros dejó en el comienzo los pecados más escandalosos y los hábitos más obvios que habíamos acumulado durante nuestros años en el mundo. El adulterio, las borracheras, las maledicencias, el fraude, etc., no es problema para la mayoría del pueblo de Dios. Abandonamos tales cosas cuando llegamos al Señor.

Los verdaderos conflictos se presentan ahora en los hábitos cotidianos y patrones de vida que forman una parte tan íntegra de nosotros, que no los podemos discernir sin ayuda externa. Y cuando los vemos, no escandalizan ni alarman a nadie ni se cuestiona nuestra fibra moral.

Sin embargo, al cabo del tiempo, porque son conflictos de todos los días, pueden dejarnos sin energías y derrotarnos tanto como las grandes tentaciones. La victoria en las cosas pequeñas es a la postre la que define si seremos usados verdaderamente en el reino de Dios o si tendremos que contentarnos con ver que lo hagan otros. Por razón sugiero:

Examina el fundamento de tu vida: La primera piedra del fundamento, es tu salvación. Eso incluye tu comunión y tu compromiso con el Señor. ¿Es tu comunión libre, fluyente y alegre? ¿Estás sólidamente comprometido con Su Reino y con Su voluntad para que se cumpla en tu vida, ni importa lo que te cueste personalmente? Si no puedes responder estos aspectos, entonces te encontrarás con algunos obstáculos básicos.

Segundo: ¿Ha sido tu bautismo en agua una experiencia clara y significativa? Nuestra identificación con la sepultura y resurrección de Cristo en el bautismo en agua es más que simbólica. Las Escrituras lo declaran como un punto de identidad de nuestra nueva vida en Cristo y una partida de nuestra vida vieja y patrones habituales.

La tercera piedra de nuestro fundamento es un bautismo en el Espíritu Santo que fluya con libertad. Debemos disfrutar en una corriente de adoración y de alabanza al Señor como parte de nuestro ministerio sacerdotal de todos los días hacia él. Orar en lenguas debe ser parte activa y vital de nuestra comunión diaria con el Señor.

Estas tres experiencias básicas de salvación, bautismo en agua y en el Espíritu Santo, componen nuestro fundamento con el Señor. Si hay rajaduras o puntos débiles en cualquiera de estas piedras, producirá inestabilidad en todo lo que se edifique sobre ellas.

Investiga la Posibilidad de Involucramiento con el Ocultismo: Este tipo de involucramiento pudiese ser la fuente de actividad de demonios o lo que los psicólogos llaman “comportamiento compulsivo”, que pudiera manifestarse en glotonería, apetitos sexuales anormales, ira o cualquiera de las muchas opresiones o estorbos en la comunión con el Señor.

El ocultismo tiene que ver con el contacto o el interés en fenómenos psíquicos, ouijas, horóscopos, lectura de las palmas de las manos, de la baraja, etc. He descubierto que muchas veces la raíz del problema en individuos con profundas ataduras, se debe a su involucramiento con el ocultismo.

Pudiese ser una cosa tan inocente como que su madre lo llevara para que le adivinaran el futuro cuando tenía nueve años. Tal vez no entendamos completamente algunos principios espirituales, pero cualquier contacto por inocente que sea, con el ocultismo, puede producir efectos duraderos y dañinos.

La seriedad de estas actividades se fundamenta en el mandamiento del Señor en su palabra que relaciona las prácticas ocultistas con el adulterio espiritual o la infidelidad al Señor. Quien busque la ayuda de los poderes de las tinieblas se convierte en su esclavo.

Cualquier contacto con el ocultismo, por más leve que haya sido o por más tiempo que haya pasado, debe ser renunciado como pecado. Luego se debe buscar el perdón divino por querer del enemigo lo que debidamente tiene que venir de Dios.

Asegúrate que todas tus relaciones estén en orden: Primero, si tú sabes que no te has comportado bien con otra persona, sea ésta tu padre, tu madre, tus hijos, tu marido, tu esposa, tu amigo o tu jefe o patrón, tienes que pedirle perdón. Cualquiera sea la situación, si tu conciencia te molesta delante de Dios, entonces ve y pide perdón.

Segundo, si tú has alimentado sentimientos de resentimiento, enojo u odio contra cualquiera, entonces necesitas recibir el perdón de esa persona por tu actitud contra él. (Ten cuidado de no usar la ocasión como una oportunidad para reclamarle todo lo malo que tú recibiste de esa persona. Tú debes solicitar el perdón por tu pecado hacia ella y no al revés).

Reconoce el Problema: Esto significa que debes aprestarte para entrar en el “conflicto de la fe”. Significa que estás dispuesto a permitir al señor que comience a hacer ciertos cambios en ti. Muy raras veces se reconocerán las otras cosas que Dios quiere hacer en nuestras vidas si se asume que la vida cristiana consiste sólo en ir al cielo, hablar en lenguas y reprender al diablo. Una vez que tú aceptes que hay problemas reales en ti con los que Dios quiere tratar, te quedan sólo dos alternativas: “consentir y obedecer”, o “rechazar y rebelarte”.

También significa llamar a las cosas por su nombre. Algunas escuelas mandan a las casas reportes del alumno diciendo: “Esfuerzo insuficiente”. Lo que realmente quieren decir es que el alumno es perezoso. Nuestra sociedad ha desarrollado una manera de acolchar la verdad para que no sea demasiado dura.

Jamás nos ocuparemos del problema si decimos que tenemos sobrepeso porque los alimentos hoy cada día vienen más malos y recargados de hormonas que engañan al consumidor y lo hacen engordar. Tú mejor que nadie sabes que no estás siendo sincero y que estás haciendo un verdadero show de eufemismos, dándole un nombre a ciertas cosas que en realidad tienen otro.

Tú sufres de gula, y la gula es un pecado. Reconócelo y Dios comenzará a ayúdate a encontrar la salida y el peso correcto para tu organismo y tu cuerpo óseo. Además, todos sabemos que no se come solamente por hambre, sino porque una angustia cualquiera no resuelta impone canalizarla con la boca.

Y si eres cristiano y no puedes fumar porque el olor a tabaco te delata, o no puedes beber porque no quedaría elegante en tu iglesia, entonces sí puedes comer, ya que eso no sólo está mejor considerado, sino que incluso pasa desapercibido, ya que el propio líder del lugar no puede evitar ser obeso.

Acepta la Vergüenza y la Humillación sin hacer Excusas: Que alguien acepte sin excusarse su responsabilidad en la situación es algo casi nunca visto en nuestra sociedad moderna. Sin ir más lejos, uno de mis viejos maestros del periodismo argentino, hombre de sólida trayectoria y prestigio, nos aconsejaba con entidad de mandato no reconocer jamás un error cometido, argumentando que ello nos quitaría credibilidad y autoridad. En ese tiempo, yo creí eso y lo admiré. Hoy digo: ¡Pobre hombre! ¿Qué hubiera sido de él y su idea si hubiera conocido al Señor?

Y fíjate que no reconocer errores y deshacerse en excusas de dudosa veracidad, es una de las razones por las cuales mucha gente no recibe ayuda verdadera. La Biblia dice que Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes.

Si estamos dispuestos a humillarnos y a admitir honestamente  las consecuencias de nuestros problemas, el Espíritu de Dios dará su gracia, su fuerza sobrenatural y determinación para la lucha. Es difícil admitir que en realidad somos débiles e indisciplinados. Es más fácil pasar la culpa a la familia, al vecino, a nuestros temperamentos y personalidades. El orgullo provoca la resistencia de Dios.

Busca Ayuda y Dirección: Es importante tener un verdadero punto de referencia con el cual podamos intercambiar ideas y, llegado el caso, recibir ayuda. No hablo de un pastor o un líder eclesiástico, (Aunque quizás debería hacerlo), porque esa función se ha desvirtuado mucho y se ha convertido casi en lo opuesto de aquello para lo cual fue diseñada por el hombre. Ojo: dije por el hombre, no por Dios.

Hay dos razones por las cuales deberíamos tener un punto de referencia, un mentor, alguien con quien compartir lo nuestro: primero, porque solemos necesitar a alguien que sea objetivo, o por lo menos imparcial, que nos pueda ayudar a vencer nuestro propio subjetivismo.

Si la lucha es por perder peso, por ejemplo, siempre habrá voces sugiriendo un ayuno de cuarenta días, pero alguien que nos conozca bien podrá darnos un consejo sabio y sano sobre cómo ayunar un día a la semana y olvidarnos de los dulces y chocolates.

Segundo, necesitamos de alguien que nos escuche, que ore por nosotros y que nos anime cuando estemos en medio de la batalla y que nos mantenga en el curso correcto. Es muy fácil desalentarse cuando no se ve mucho progreso y necesitamos que alguien nos ayude.

Ahora bien; esto que termino de decirte, ¿Es sí o sí? ¡En absoluto! Hay casos puntuales (El mío personal es uno) donde Dios permite que te quedes definitivamente solo en lo espiritual, (Independientemente de los soportes familiares) y tienes sí o sí que encaminar tu vida en las tres áreas, sin más ayuda que la oración, el discernimiento y la gran unción de Dios que siempre llega a tiempo. Pero entiendo que eso no se da en todos los casos como asunto usual, se da sólo en aquellos casos donde Dios tiene algo para hacer ministerialmente y lo ordena así.

Determina Sufrir, si es Necesario, con tal de Cambiar: Es inevitable el sufrimiento cuando se ha determinado cambiar en cualquier aspecto. Cuando viene el esfuerzo se desearía no haberse comprometido a hacerlo. Las dudas vienen con respecto a si se quiere en realidad cambiar. Aquí entra en juego la determinación, lo que la Biblia llama “perseverancia”.

¿Cuánta determinación se necesita para cambiar cualquiera de aquellas cosas que llevamos arraigadas por años, quizás de toda la vida, en nuestras mentes? ¿Se puede lograr? Sí, claro que se puede lograr, pero se sufre indudablemente al desestructurarse. No tiene nada de divertido, de agradable, de fascinante o de emocionante; es difícil, pero nosotros como discípulos de Jesús, estamos llamados a desarrollar esta cualidad de perseverancia.

Mantén la Visión de la Recompensa: No nos gusta hablar de recompensa, nos parece inapropiado. ¿Pero sabes qué? Dios habla de recompensa. ¿Serás tú más juicioso que Dios? Por eso, pídele a Dios que te dé una visión de la solución que Él quiera que tengas en esas áreas de problema.

Muchos, dentro del pueblo de Dios, sufren de culpa y condenación porque no han alcanzado la meta que Dios les ha puesto. Tenemos que poner los ojos en la meta, sabiendo que si Dios la dio es porque se puede alcanzar y que él nos dará la suficiente gracia para lograrlo.

Cuídate de las Recaídas: Es un engaño pensar cuando se ha logrado una victoria en cualquiera de las facetas de la vida, que de ese punto en adelante se vivirá para siempre sin luchas ni tentaciones en ese aspecto. El Señor me quitó el hábito del cigarrillo casi en último lugar de mi purificación como creyente.

Era creyente, iba a la iglesia, hacía todo lo que un cristiano debía hacer…pero fumaba. Y eso me producía una enorme vergüenza. El diablo lo sabía y me atormentaba a cada momento con eso. Un día tomé la decisión, (Es por allí que pasa, en tomar verdaderamente una decisión), y arrojé el paquete con los cigarrillos que me quedaban y dije: ¡Listo! ¡No fumo más, en el nombre de Jesús! Y no fumé más.

Claro está que, en cada ocasión que me acercaba a un espacio cerrado donde había alguien fumando, el aroma a cigarrillo me incitaba terriblemente. En más de una ocasión pasé por la terrible tentación de pedirle a alguien, aunque más no fuera, que me permitiera darle una fumada a su cigarrillo. Estupidez total. ¡Mucho tiempo después caí en cuanta de lo cerca que estuve de tener una fea recaída!

Una recaída, quiero decirte, puede venir en cualquier punto de la lucha o aún después de quedar libre del hábito o la dificultad. Es preciso saber que en esas áreas se es vulnerable. Mi sugerencia es que nunca bajes la guardia. Si llegase a ocurrir, busca la restauración y el perdón inmediatamente en vez de permitir que el asunto te enrede aún más.

El Señor ha prometido que si consentimos y obedecemos, “comeremos del bien de la tierra”. La provisión de Dios es una tierra que fluye leche y miel; esa es nuestra visión. Antes de llegar, sin embargo, tenemos que aprender a ordeñar las vacas y a no dejarnos picar por las abejas.

 

 

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mayo 16, 2017 Néstor Martínez