Estudios » Crecimiento

Buenos, Mansos y Sinceros

Es muy frecuente ver en la televisión programas en que se destaca en su personaje central, la figura de "todo un hombre". En primer lugar y tenga la oposición que tenga, siempre se sale con la suya. Sea luchando, amenazando, maniobrando o manipulando.

Segundo, tiene un concepto de lo moral bastante flexible. Lo recto, depende de sus deseos. Si alguien sufre como resultado de su accionar, dice: "mala suerte amigo, te tocó a ti". Tercero, usa su amabilidad y atractivos personales como un medio para obtener un fin: en estas virtudes, no se excede nunca. Usa lo justo para conseguir lo que quiere.

El modelo que se presenta aquí y que seduce a mucha gente y la mentaliza, es que la mansedumbre o la amabilidad son sustituidas por el método de la mano dura. No hay inconveniente en hacerles a los demás "lo que sea necesario". La humildad no existe.

Es hora de preguntarnos, sin ánimo de juicio, pero con la responsabilidad madura de hijos de Dios: ¿Hay adherentes a este punto de vista en las iglesias? A veces los hay en abundancia. Hay personas – por ejemplo -, que tienen una lengua cortante. Que les muestran muy pronto a los otros el lugar que les corresponde.

 Que con sus sarcasmos despedaza a sus víctimas. A este tipo de personas mientras no se les lleva la contraria, son cariñosas y amables, pero cuando se las pisa, ¡Paf!, Son como una serpiente, contraatacan con la velocidad del rayo.

Hay otros que tienen otra especialidad no menos peligrosa. Se llama chismorreo. Este tipo de personas tan pronto como reciben información sobre alguien, empiezan a distribuirla, generalmente, con propósitos espirituales.

"Mira, no comentes nada, pero parece que el marido de la hermanita Fulana, anda con Mengana. Creo que debemos orar por ella". Quedó bárbara como cristiana compasiva; pero fusiló para toda la cosecha a Fulana y al marido, aunque la historia, después, se descubra que era falsa.

Después están las predicadoras del feminismo. "Ah, sí, hermana; lo de la sujeción al marido es una interpretación machista que ha determinado el abuso y la violencia familiar. No debemos dejar que nos traten como perros. Debemos rebelarnos y hacer lo que nos corresponde y a lo que tenemos nuestros derechos de mujer. Además, si queremos que la iglesia funcione, hay que elegir mujeres para los cargos más importantes."

Pero también hay hombres manejadores. Maniobran y hacen uso de los demás según su antojo. Se aprovechan de las conexiones de la familia para sacar ventajas. Suelen acceder a cargos que le otorgan prestigio dentro de la iglesia. En tanto se salen con la suya no hay problemas, pero si alguien le muestra las cosas como son… En fin.

Hay otros que están sinceramente convencidos de que la única manera de hacer las cosas es exactamente tal como ellos proponen. Para este tipo de hombres estar de acuerdo con el punto de vista de otros, equivale a una derrota, a perder autoridad y a sacar patente de flojo o débil. "- ¡Ah, no! Yo soy un diácono y si cedo a o me pongo de acuerdo con el modo de pensar de los otros voy a perder mi prestigio ministerial. Son ellos los que tienen que cambiar."-

Están los otros cuya especialidad es inhibirse de todo, borrarse de todo lo que implique cierto compromiso de convicción. Cuando ven que hay algo que puede servir, piensan que de ninguna manera puede ser cierto si no salió de su mente, entonces optan por dar media vuelta, darle la espalda y hasta pegar un portazo.

Aunque de pronto te pueda parecer incomprensible y hasta ridículo, en todas estas cosas hay falta de mansedumbre. Y si lo consideras con cuidado, quizás vas a llegar a encontrar esa falta en tu propia vida. Y no te lo digo para molestarte, te lo digo para que reflexiones, ahí, a solas, sin testigos de los que puedas avergonzarte. Algunas veces dejamos de ser amables y mansos sin darnos cuenta de ello. A veces – hay que decirlo -, lo hacemos a propósito.

Los dones espirituales, tan apetecidos dentro de la iglesia, pueden llegar a complicar el problema. Incluso en la Biblia vemos como algunos usaron mal sus dones. Los tenían y eran de Dios, pero los contaminaron con su carnalidad y los usaron para provecho propio. Enseñanza, liderazgo y profecía, han sido usados sin bondad y sin mansedumbre.

Miremos atentamente el don de la enseñanza. Los fariseos del tiempo de Jesús eran maestros famosos. Se pasaban la vida estudiando las leyes y las tradiciones de sus padres. De hecho, cuando Jesús vino a la tierra, estos maestros religiosos habían mezclado trágicamente las leyes de Dios con la tradición de los hombres.

Los fariseos usaban sus enseñanzas como un arma para que otros se conformaran a su modo de vida. Esto hacía que sus corazones se endurecieran. Un incidente de este tipo podemos encontrarlo en el evangelio de Marcos, en el capítulo 3 y versos del uno al seis.

(Marcos 3: 1)= Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.

(2) Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle.

(3) Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: levántate y ponte en medio.

(4) Y les dijo: ¿Es lícito en el día de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida o quitarla?

Pero ellos callaban.

(5) Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo
al hombre: extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano fue restaurada sana.

(6) Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle.

Es más que evidente que los fariseos no sentían la menor simpatía por las necesidades de aquel hombre. Sólo estaban enojados porque Jesús no se conformaba a sus enseñanzas y a su estilo de vida. Hoy hay también maestros en las iglesias que operan con esas mismas premisas. Enseñan que la lealtad a la iglesia local o a la denominación es lo mismo que la lealtad a Jesucristo. El abandonar "el grupo", a veces, es lo mismo que abandonar la "Fe una vez entregada a los santos".

Algunos grupos proclaman hoy que son los únicos verdaderos discípulos del Nuevo Testamento. Puede que usen el don de la enseñanza para atar a sus seguidores a largas listas de reglas. Los que no obran según las mismas son criticados, echados o humillados públicamente. Es que el don de la enseñanza puede edificar, pero también puede ser usado sin la menor señal de bondad.

En cuanto al don del liderazgo y de la administración, vemos que es usado sin la menor mansedumbre cuando un líder domina o controla a los otros. Una vez dimos un estudio que se llamaba "La Escuela de Demetrio"; en él, hablamos de Diótrefes, que según se interpreta en la Escritura, era un líder así en el Nuevo Testamento. No sabemos exactamente cuál era su cargo, pero el apóstol Juan describe su forma de liderar en su tercera carta.

(3 Juan 9)= Yo he escrito a la iglesia: pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. (¿Conocemos a alguien que actúe así?)

(10) Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; (Clarísimo: hay predicadores que arman sus mensajes solamente con críticas a sus consiervos. ¿Invitaría uno así, uno como Pablo, para que le diga a la gente con claridad el carácter de esa costumbre?) Y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, (De acuerdo; hay hermanos mercurio, es decir: más pesados que el plomo, pero también hay muchos genuinamente necesitados que pasan meses esperando que su líder se digne a recibirlos). Y a los que quieren recibirlos (Miembros comunes, anónimos, sin jerarquía eclesiástica alguna, pero llenos de compasión y amor) se lo prohíbe y los expulsa de la iglesia. (Consejo: ata y sujeta al espíritu de Diótrefes si lo llegas a ver cerca de tu iglesia).

Esta descripción, tan cruda y contundente, puede aplicarse tranquilamente a algunos líderes religiosos de hoy que sólo buscan su acrecentamiento, su prestigio, y que aman demasiado el cargo que tienen y el poder que les otorga. Hermano mío amado: cualquier tipo de liderazgo usado así no sólo divide a los creyentes, sino que también deshonra a Dios.

Algo muy singular, mientras tanto, ocurre con el don de la profecía. ¿Te acuerdas de tus lecturas bíblicas, haber encontrado algún profeta que haya hecho uso de su don de mala gana? ¡Sí señor! ¡Exacto! ¡Fue Jonás!

 Desde el principio rehusó llevar el mensaje a Nínive, y aun después de su viaje en ese submarino tan especial provisto por Dios, la panza de una ballena o algo similar, Jonás se sentía amargado. Anduvo por las calles de la ciudad proclamando el juicio que iba a caer sobre la misma dentro de cuarenta días. Pero cuando la gente se arrepintió, ¿Cuál fue la reacción de Jonás? Se quejó; mira como dice:

(Jonás 4: 2)= Y oró a Jehová y dijo: ahora, oh Jehová, ¿No es esto lo que yo decía estando aun en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal.

¡Qué contraste entre lo amargo de Jonás y la compasión de Dios! Jonás quería hacer uso de su don de profecía para desquitarse de los asirios, a quienes odiaba, y para aterrorizarlos y crear ansiedad en sus vidas. Sus palabras eran amenazas, y hasta el momento en que cayera el golpe.

La manera de proceder en Jonás nos hace recordar a algunos predicadores de hoy que realmente parecen disfrutar manteniendo en vilo a los pecadores sobre el abismo sin fondo, para que vean lo profunda que va a ser su caída.

Algunos pastores usan el pulpito para fustigar a aquellos que los critican a ellos. Otros para eliminar la oposición a sus proposiciones. Otros para denigrar a los que no asisten a todas las reuniones y servicios. En muchas iglesias falta la mansedumbre en el pulpito.

Basta ya. ¿Dónde se halla la solución? ¿Cómo podemos conseguir que la mansedumbre y la amabilidad rijan nuestros dones espirituales? ¿Cómo manifestar, entonces, nuestros dones con mansedumbre y amabilidad?

En principio, colocando las necesidades de los otros delante de nuestros propios intereses. El poner primero a los demás es evidente que requiere la ayuda y el poder del Espíritu Santo. Hemos nacido en un mundo egocéntrico.

 En nuestros primeros años somos el centro de la atención de todo el mundo, y no es natural y espontáneo el poner de lado nuestros intereses para servir a los de otro, especialmente si éste no se halla dentro del círculo de nuestra familia inmediata.

Algunas veces satisfacemos las necesidades de los otros sólo con riesgo de nuestra propia seguridad. Hemos de compartir, sacrificarnos, hacernos vulnerables. El apóstol Pablo describe varias respuestas a estas demandas, cuando escribe a los hermanos de Filipos:

(Filipenses 2:20)= Pues a ninguno tengo del mismo ánimo, (Del mismo ánimo que Timoteo), y que tan sinceramente se interese por vosotros.

(21) Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús.

(Verso 25)= Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades; (26) porque él tenía gran deseo de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído que había enfermado.

(27) Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza.

(Verso 29)= Recibidle, pues, en el Señor, con todo gozo, y tened en estima a los que son como él; (30) porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba a vuestro servicio por mí.

Los dones de ayuda y de misericordia se prestan a este tipo de reto. La gente realmente nos necesita cuando a nosotros no nos parece un buen momento para ayudarles. Un vecino muere súbitamente. Un amigo sufre un accidente. Es necesario ayudar en la guardería infantil de la iglesia cuando habíamos decidido ir a casa a descansar. ¿Cuál va a ser tu respuesta?

Es indispensable romper con toda clase de prejuicios carnales, almáticos o religiosos, y ministrar sin reproches a aquellos que han sido rechazados por otros. Fíjate el caso de Bernabé. Era un exhortador dotado. A veces amonestaba. A veces amaba y consolaba. Pero siempre que la Biblia describe a Bernabé usando su capacidad dada por Dios, tenemos la sensación de que lo hace con bondad.

Pablo fue al principio rechazado por los creyentes de Jerusalén, pero Bernabé lo presentó y lo recomendó a la iglesia. Cuando Juan Marcos fue rechazado por Pablo, Bernabé acudió en su ayuda. Hoy hay, en todas las iglesias, individuos que se sienten rechazados. Nadie tiene interés en ellos, o piensa en invitarlos a sus casas para una comida después del culto.

Nunca reciben una invitación personal para asistir a una actividad social de la iglesia. Puede que sean demasiados viejos. O viven solos. O quizás son pobres, o hablan con un acento extranjero. Sus características físicas puede que sean diferentes. Su nivel de instrucción no es muy elevado.

Casi todos hemos desarrollado maneras muy sutiles de rechazar a la gente. No hay necesidad de volver la espalda. Hay formas de lenguaje corporal con las que se puede rechazar a los visitantes: una mirada, la inflexión de la voz, el apretón de manos o una sonrisita.

En vez de mirar a las personas directamente a los ojos, le miramos la barba o el vestido o el cabello. Puede que le demos la mano, pero al mismo tiempo miramos a un amigo, más allá, con el que nos interesa salir.

No hace mucho alguien me comentó de la buena impresión que un miembro de la iglesia había causado en ella la primera vez que asistió. Cuando terminó la reunión, – me cuenta -, esta persona se le acercó y se le presentó.

Dice que al hablar, tuvo la impresión de que esa persona realmente estaba interesada en ella como persona y no como simple visita. Se la veía muy sincera y que tenía verdadero interés en hacerse conocer y conocerla.

Y se dio cuenta, agrega, que si alguna vez tenía un problema y necesitaba ayuda, esta persona podía hacerlo porque tenía con qué. Fundamentalmente, – terminó -, me sentí aceptada, bienvenida e integrada como persona.

Me hizo pensar que nosotros, los que llevamos algunos años en la iglesia, no siempre comprendemos la tremenda incertidumbre, reservas, dudas, desconfianzas y hasta temores con los que llega alguien que viene por primera vez. Generalmente optamos por saludar y tener demostraciones afectuosas con la gente que ya conocemos.

Hay un punto clave, crucial, a la hora de ejercer los dones. Siempre se deberá dirigir el don a edificar el cuerpo, nunca a demostrar el don. Nuestra íntima concepción de la bondad nos hace preguntarnos: ¿Cómo puedo usar mis dones para edificar las vidas de los otros?

Parecería lo habitual, lo corriente, lo debido. Sin embargo no son tantas como deberían las personas que poseen dones que se formulan esta pregunta. En lugar de eso, suelen plantearse: ¿Cómo puedo demostrarle a todo el mundo que soy espiritual?

Esto es lo que vemos en el grupo que hablaba lenguas en Corinto. Algunos elevaban este don por encima de los otros. Algunos lo usaban públicamente cuando no había nadie alrededor para interpretarlo, con lo que el cuerpo no era enriquecido. Pablo los amonestó.

(1 Corintios 14: 2)- Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios.

(3) Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación.

(4) El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la
iglesia.

(Verso 12)= Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia.

(Verso 26)= ¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación.

Para algunos el don de la música da lugar a muchas tentaciones para su orgullo. Algunos participan como solistas. Cuando las voces armonizan para la edificación del cuerpo, las vidas de los creyentes son tocadas por el Espíritu.

 La congregación responde con alabanzas a Dios. Pero cuando un solista está decidido a demostrar lo bueno que es, o cuando alguien del coro quiere demostrar que podría ser solista, hay que estar en guardia. Siempre que una persona con un don trata de llamar la atención sobre sí, falla en producir la intención de Dios de suplir a las necesidades de los otros.

Por tanto, siempre que uses tu don, pregúntate: ¿Cómo puedo edificar las vidas de los otros? ¿Será beneficioso para ellos mi canto, mi predicación, mi enseñanza, o será para glorificarme a mí mismo? Nos resulta bastante complejo escuchar al mismo tiempo que hablamos. Alguien dijo alguna vez que Dios trató de decirnos algo cuando nos dio dos oídos y una sola boca. Cuando Pablo estaba delante del gobernador Félix le pidió una muestra de bondad. ¿Qué le dijo?

(Hechos 24: 4)= Pero por no molestarte más largamente, te ruego que nos digas brevemente conforme a tu equidad. (Lo cierto es que Pablo quería que Félix lo escuchara. Sin hablar, sin opinar).

¿Has hablado alguna vez con alguien que no te está prestando atención? ¿Tus padres? ¿Tus hijos? ¿Tu jefe? ¿Un amigo? ¿Tu marido? ¿Tu mujer? Te molesta, no es cierto? Tú tienes algo que decir. Quieres comunicar una idea. Quieres decir lo que piensas. El otro sonríe y, sin contestar, cambia de conversación. Es algo que te pone mal, verdad?

Ahora volvamos la cosa al revés. Un amigo tiene un problema. Tiene grandes deseos de comunicártelo, pero no sabe cómo hacerlo. Apunta la cosa de modo indirecto, pero tú lo desvías. "Todos tenemos problemas", es probable que le digas. Y le aconsejas que lo mejor que puede hacer es orar y que ya verá que todo va a terminar bien.

Quizás es tu marido el que quiere decirte algo sobre el trabajo. Hay problemas en la oficina. O peligra su empleo. O lo han postergado para un ascenso prefiriendo a otro. Su amor propio no le deja decírtelo y apenas si se atreve a insinuarlo. Ahora, tú, ¿Lo estás escuchando? ¿Le das facilidades para que te comunique sus pensamientos que apenas si puede admitirlos para sí mismo?

Con mucha frecuencia damos respuesta antes de escuchar los problemas. El maestro dotado puede caer fácilmente en esta trampa. Puede pasar horas enseñando los hechos bíblicos, pero no pararse a escuchar las dudas y los problemas de los alumnos.

Como dijo alguien: "rasca donde no pica". De la misma manera un consejero puede escuchar hasta que tiene bastante para formular su opinión sobre el problema. Cita unos versículos de las escrituras, hace una corta oración y se levanta para dirigirse hacia la puerta.

La persona que acude a él para recibir el consejo se siente frustrada. No se le ha dado oportunidad parea presentar sus problemas. Dice que nunca más irá a ver a otro consejero. A partir de ahora se resolverá los problemas él mismo, y si no lo consigue, fracasará.

La bondad es diferente. La bondad dice: "Tú eres importante. Necesitas compartir tu gozo y tu pena. Quieres expresar lo que sientes. Quieres poder hacer preguntas. Bueno. Yo te escucho: ábreme tu corazón. ¿No es bíblico aconsejar? No importa. Ahora se necesita eso y, lo mejor que puedes hacer, es ayudar lo mejor que puedas.

(Efesios 4: 31)= Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.

(32) Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Según el contexto de este pasaje, lo opuesto a la bondad es la ira, la ruindad, las disensiones, el desprecio a los otros. Por tanto, podemos desarrollar la bondad cuando primero consideremos los sentimientos de aquellos con los que hablamos.

 Algunos son burdos para con los demás. Clasifican a la gente de modo estereotipado. Hablan sin conocer los datos y circunstancias. Se precipitan sin importarles si hieren. Hablan antes de pensar. Y dejan un rastro de corazones dolidos, voluntades quebrantadas y mal humor o indignación.

No hay por qué discutir. Como dice un viejo refrán: "Ganas una discusión, pero pierdes un amigo". Incluso aunque tengas razón. ¿Qué ganarías con ello? No te olvides que durante una discusión se pueden decir cosas que luego uno lamenta el resto de su vida. Cuanto más recia es la discusión, mayor control es necesario tener sobre la lengua.

Es muy útil controlar el tono y volumen de voz con que se habla. La persona que grita constantemente o habla con una voz desabrida hace muy pocos amigos. Una mujer, a propósito de esto, comentaba una vez: "Les dije lo que pensaba, aunque no les gustara. Recién allí me quedé bien". Es posible que así haya sido en el caso de esta mujer, pero…¿Qué efecto habrá hecho en los otros lo que dijo?

Lo que decimos es importante, pero también lo es la forma en que lo decimos. Podemos mandar un hijo a la cama dándole la orden como lo haría un sargento en el cuartel. Recuerda: perdonar como nos perdonaron. ¿Cómo te perdonó Dios? Te perdonó en las pequeñas cosas y en las ofensas mayores contra EL mismo y contra los otros. Te ha perdonado tantas veces como hayas necesitado el perdón.

¿Esa es la forma en que tú perdonas o lo haces con condiciones? La bondad se expresa cuando perdonamos tal como Dios nos ha perdonado a nosotros. Dos dichos clásicos dicen: "Dime con quién andas y te diré quién eres", o "Una manzana podrida pudre a todas las demás"  

¿Te has dado cuenta el efecto que tus amigos hacen sobre ti? La presión de los compañeros es más poderosa de lo que nos imaginamos. Algunos les decimos a veces a nuestros hijos: "No me gusta que vayas con esos amigos porque tienen una influencia perniciosa sobre ti" Pero por otra parte: ¿Qué decimos de nuestros propios amigos? – ¡Oh! ¡Pero son todos cristianos! – Aja, pero; ¿Hasta qué punto viven para Cristo? ¿Y cuál es su influencia sobre nosotros?

En la iglesia suele haber grupos de súper espirituales o pseudo intelectuales que se consideran por encima del resto. Pasan gran parte del tiempo haciéndose cumplimientos por haber llegado donde están y viven criticando a los demás.

Las críticas y la ironía se esparcen por una congregación como la gangrena, destruyéndolo todo. Hay que evitar a esta gente. Por el contrario, debes pasar el tiempo con los que están entusiasmados con Cristo. Verás la vida de modo diferente. Recuerda como Pablo influía de modo positivo en otros creyentes.

(Filipenses 1: 14)= Y la mayoría de los hermanos, alentados en el Señor por mis cadenas, se atreven mucho más a hablarla palabra sin temor.

El cuerpo de Cristo ha de operar como una influencia positiva sobre los miembros del mismo.

(Hebreos 10: 24)= Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y las buenas obras; (25) no dejando de congregamos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.

¿Con quiénes nos juntamos? ¿Nos influyen para bien o para mal? ¿Cómo influyes tú en los otros? Desarrollarás tu bondad si pasas el tiempo con los que ya demuestran bondad. La bondad es parte de nuestra nueva naturaleza. No hay por qué no se pueda ser firme y con carácter, no hay por qué no pueda uno arriesgarse. También lo hacía Pablo.

Tienes potencial para ser una persona buena porque tienes al Espíritu Santo de Dios dentro de ti. Pídele que desarrolle esta característica en ti, para que tu reputación sea la bondad. Esto es lo que Dios quiere que seas. Él promete que todo lo que pidamos conforme a su voluntad, nos lo concederá.

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

enero 1, 2015 Néstor Martínez