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¿Qué Hacemos con Estos Pobres?

Que Hacemos con Estos Pobres

     Hace unos días, en mi país se viralizó en las distintas redes sociales, el video de una joven mujer de veinticinco años, hoy estudiante de ciencia política y muy probablemente sondeando la posibilidad de hacer política activa dentro de un tiempo, que encaró el tema de la pobreza, concretamente de la estigmatización de la pobreza, desde un ángulo sumamente personal y, si se quiere, egocéntrico.

     Declaraba ser hija de madre soltera, que la tuvo a los quince años de edad, pobre de toda pobreza estructural, descendiente en tres generaciones de pobres totales, madre, ella misma, a su vez, también soltera, a sus catorce años y consciente de ser pobre, el día que le tocó visitar una casa de personas que –según ella-, la sorprendieron con el simple hecho de hacer dos comidas diarias, almuerzo y cena, algo que ella desconocía.

     Independientemente de esto, que quizás ocupó espacios televisivos, radiales y gráficos a partir de cierta morbosidad ambiente en nuestra población, hay aquí un elemento que de ninguna manera nos es extraño a los cristianos, y que es nuestra actitud genuina ante la pobreza. Y no estoy hablando de una pobreza circunstancial o temporal como producto de un hecho fortuito o eventual, sino de esa pobreza estructural, heredada que, tanto en apariencia como en los hechos concretos, no parece tener salida ni solución.

     En Argentina, mayoritariamente, circula un pensamiento que, en determinados sectores sociales, ha establecido raíces muy fuertes, y es que el pobre lo es, porque no se preocupa por cambiar, o por vagancia, o porque no le gusta trabajar, o porque prefiere vivir o sobrevivir de lo que recibe por dádiva o mendicidad o, lo peor, que es gente que elige delinquir o prostituirse, porque es una forma de hacer dinero más fácil y rápida que trabajando. Esto, más o menos en líneas generales, es la estigmatización global de un sector de nuestra sociedad para con otro con más carencias.

     Cuanto de verdad y cuanto de exageración o mentira hay en esto, supongo que quien lo desee lo encontrará en estadísticas y cifras serias y reales, o simplemente observando con cuidado a su alrededor. Yo no soy un dirigente social para perder el sueño por esa problemática, apenas soy un ministro del Señor enviado a enseñar la Palabra a su pueblo. ¿Oh no? ¡Un momento! ¿Es verdaderamente así? Si yo hoy grabo o escribo la gran revelación de una palabra, digamos, en Apocalipsis, ¿Le servirá de alimento al que siente gemir su estómago por falta de un alimento material y concreto, más allá del espiritual?

     Y allí es donde entramos en ese terreno que tanta confusión ha producido y es el de las ayudas sociales de diverso calibre que las congregaciones cristianas han mecanizado en todos los lugares con carencias económicas, bajo el pensamiento coherente de que: “Nadie podrá creer en ningún evangelio con el estómago vacío”. ¡Bien por ellos! Pero, sólo un problema: en muchos lugares, la ayuda social y la alimentación de gente con hambre real y verdadera, ha postergado, reemplazado y hasta eliminado la predicación de la palabra de Dios.

     Entonces, creo que ha llegado el tiempo de volver a poner cada cosa en su sitio. ¿Se interesa Dios por los pobres de dinero? El salmo 10 y verso 12 parecería decirnos que sí, cuando expresa: Levántate, oh Jehová Dios, alza tu mano; No te olvides de los pobres. Y que conste que aquí no se habla de los pobres en espíritu, como en las bienaventuranzas, sino de los pobres de cosas, de alimentos, de objetos, hasta de techo. La duda, es: ¿De qué modo podría Dios ayudar a los pobres?

     Dos salmos más adelante, el 12, expresa en su quinto verso algo que de alguna manera confirma que Dios sí tiene interés por los que han nacido pobres, y que no tiene ni puede ser confundido con ninguna expresión ideológica. Dice: Por la opresión de los pobres, por el gemido de los menesterosos, Ahora me levantaré, dice Jehová; Pondré en salvo al que por ello suspira. Aquí, aparentemente, tengo una especie de llave en mi mano que, en apariencia, reitero, puede abrir esa puerta que un pobre necesita para cambiar su vida.

     Lo confirma Jesús, cuando alguien se queja de un gasto innecesario que habían producido, con la premisa ideológica y social de, en lugar de gastar en eso considerado superfluo, entregarlo a los pobres. ¿Qué responde Jesús? Mateo 26:11 lo detalla: Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. ¿Está más que claro, verdad? El sistema, ese sistema secular con extensión religiosa en el cual estamos insertados los creyentes hoy, es innegable productor de pobreza. Por simple deducción; si un árbol creado por Dios, tiene cien manzanas y cuando un pobre y hambriento llega, sólo encuentra una, alguien, que no necesariamente tenía hambre, vino, cortó y se llevó las noventa y nueve faltantes, ¿Se entiende?

     Conclusión: es imperativo que, así como los líderes están muy preocupados por predicarles el evangelio a la gente con mucho dinero, con el argumento de que si se convierten serán de mucha “ayuda a la iglesia”, (Puedes interpretar esto como lo desees), los que no somos líderes de nada, pero tenemos a Cristo en nuestros corazones y quizás nacimos en hogares más o menos pobres, o muy pobres, debemos tener la certeza que lo único, entiéndase bien, lo único que puede sacar a la gente de sus pobrezas extremas, es Jesucristo vivo.

     Pero, y mucho cuidado con esto, por favor, dije: Jesucristo; no teologías elocuentes, no religión cristiana, no ritualismos casi paganos, no supuestos pactos de dudosa moral efectuados en luminosas y coloridas mega-iglesias. Sólo Jesucristo, la fe y la certeza de que el inconmensurable poder de Dios, hará el resto. Y el resto, será nada menos que Justicia. Una Justicia que, por ser de origen divino, no se mide por clases sociales ni potencialidades económicas, sino por una fe simple y genuina. Esa es la única fe que termina con todas las pobrezas. Lo demás, son apenas imitaciones de muy bajo costo. Eso que vulgarmente, llamamos Babilonia.

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septiembre 17, 2018 Néstor Martínez