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Pandemia: La Clave

En estos días tan singulares y críticos que está viviendo el mundo en general, algunos hombres de Dios han hecho oír sus voces. Conforme a sus formas de creer y a sus predilecciones doctrinales o personales, le han otorgado a esta pandemia diferentes características. Los hay que han elegido los vericuetos de la guerra espiritual y han visto a las legiones de demonios convertidos en virus que están infectando y matando a tanta gente. Otros, no menos capacitados y creíbles, han optado por tomar esta pestilencia como la palabra misma lo consigna: un juicio de Dios para con el hombre. Otros, aunque en menor cantidad, han aceptado y coincidido con lo del juicio, aunque lo han apuntado directamente a la iglesia. Un juicio de Dios contra la iglesia, por haber desobedecido sus directivas y por no haber cumplido con todo lo que Él les había demandado. Ese en grandes rasgos, ha sido el común denominador de lo que he podido oír de labios de hombres experimentados y probos en las lides del evangelio de Jesucristo.

No tengo, hasta hoy, y en honor a una verdad que jamás habrá que dejar de mostrar, una palabra del Señor que me diga que lo que está ocurriendo en este planeta sea algo de lo que mis consiervos, a los cuales respeto con toda humildad, están proclamando. Si cada uno de ellos ha recibido la guía del Espíritu Santo para expresar lo que expresan, me temo que algo ha sucedido en el camino y alguien ha oído lo que creyó oír y no lo que el Espíritu estaba diciendo. El Espíritu Santo no tiene dos mensajes, tiene uno. Y en Él hay un grado de unidad que hoy por hoy, de ninguna manera hay entre los hombres. Y eso lleva, en muchos casos, a compartir interpretaciones coherentes, válidas y hasta legítimas, pero no ordenadas por Dios para que su pueblo las tome y las adopte como emanadas de su seno. También podemos aceptar que todas esas interpretaciones, en realidad formen parte unitaria de un todo y que todo lo dicho tenga visos de realidad.

Lo cierto es que tenemos una enorme crisis de supervivencia que nos pondrá a prueba, más que como sociedad, me atrevería a decirte que como humanidad. Porque si tenemos en cuenta todos los recaudos sanitarios que se han tomado en las distintas naciones, y el caudal de infectados que en una u otra han aparecido, deberemos entender que esto tiene un punto que es vital y clave, y que está mucho más allá de la ciencia médica, de la sapiencia gubernamental, o de la política, o de la ideología, o de cualquier factor ordinario y estructural que quieras colocar como legítimo. Esto es, sencilla y directamente, una prueba de carácter para la humanidad, tanto la que vive sin Dios, como la que dice tenerlo como reaseguro de vida abundante actual y eterna en gloria en un futuro.

Si tú eres creyente, tendrás la obligación espiritual y divina de cumplir con uno de los mandamientos a los que los hombres menos atención le hemos prestado: cuidar nuestro cuerpo, como templo del Espíritu Santo que es. ¿Y cómo cuidamos nuestro cuerpo, en una situación como esta? Pues tomando todos los recaudos que escuchas y lees que las autoridades emiten para el conocimiento de sus poblaciones. Ahí es donde alguien se pone de pie y me dice: “¡Pero no, hermano! ¡No debemos preocuparnos, somos hijos del Dios Todopoderoso y Él nos protegerá de cualquier peste! Eso es muy cierto, pero no menos cierto es que no podemos ni debemos tentar a Dios, eso también es mandamiento. ¿Y cómo tentaríamos a Dios en un asunto como este? Pues saliendo despreocupadamente y sin que Él nos lo haya pedido, a desafiar a todos los virus que andan flotando por los aires, para poder demostrarles a los incrédulos que a los hijos de Dios esos virus no nos tocan.

 ¿Suena hermoso, verdad? Sí, pero es un alarde presuntuoso que Dios jamás te ordenaría que hagas. Escuché con mis propios oídos, hace muchos años, a un predicador desafiar al cáncer, diciendo: “¡Ven, cáncer, ven, yo no te tengo miedo!” Y la gente lo aplaudía a rabiar y corría a sus campañas de sanidades y milagros. Murió de cáncer al año y medio de decir eso. ¿Cómo pudo Dios permitirlo si era un buen siervo? Dios jamás lo mandó a desafiar a nadie. Dios lo mandó a cumplir con un trabajo y a cuidar su cuerpo físico y espiritual como correspondía. Yo no sé ni puedo saber, a menos que mi Padre me lo diga, qué permitirá Dios o qué no permitirá de aquí en más, y con quienes lo hará o no lo hará. Mi Padre celestial es Soberano y eso significa que, por las razones que Él quiera, hará siempre lo que quiera, como quiera y con quienes quiera, pero también estoy en certeza que ninguno de sus hijos, deberá salir a las calles a desafiar nada. Dios nos quiere de ayuda, de soporte y de modelo para esta sociedad aterrorizada, pero no de payasos circenses, o discurseros mediáticos.

¿Y qué con la pandemia y su solución? Esto depende de nosotros, los hombres y mujeres que poblamos este mundo creado para nosotros. Si nos unimos y nos protegemos los unos a los otros en amor, sobreviviremos todos. Si en lugar de eso nos despreocupamos y pretendemos seguir con nuestras vidas, vicios, pecados y diversiones, mucho me temo que solo quedará ese remanente santo que Dios permitirá que quede.

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marzo 21, 2020 Néstor Martínez