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La Razón de Los Ataques

Esto que, independientemente de la pandemia, estamos viviendo los creyentes, es un proceso, y en ese marco, cometemos nuestro primer error. Hacemos un denodado esfuerzo en cada evento. Tenemos que ganar, decimos. Entonces ¿Qué hacemos? Inventamos una obra y allí está la conclusión final de nuestros mejores esfuerzos. Sin embargo, cuando tenemos una mentalidad de proceso, nos damos cuenta que con ese acto nada ha terminado, sino que deberemos continuar porque lo que viene es mucho más importante. Si yo hubiera pensado que enseñar en una clase de cien personas una vez a la semana era todo, hoy no estaría aquí escribiendo para ti. Para entender mejor esto, podríamos hacer algo de teología natural. Teología natural es adoptar una imagen de las cosas espirituales y de Dios mismo, a partir de las cosas naturales. Veamos: cuando alguien tiene un hijo, el nacimiento del hijo es un evento. La crianza del hijo es un proceso. Ahora tengo que preguntarte: ¿En qué momento crees que termina la crianza de un hijo? Yo, particularmente, creo que nunca.

Porque todo haría presuponer que termina cuando se casan y se van, pero ¿Sabes qué? Cuando tengan su primer hijo, seguramente van a venir a preguntarte a ti o a tu esposa aspectos relacionados con el bebé. Y luego será por la escuela, y luego por la vida. O sea que en el fondo, la crianza no termina nunca. Es un proceso. Todo en la vida natural, es un proceso. Y ahora lo nuestro: también el crecimiento en Dios es un proceso. ¿Cómo llegan las personas a las iglesias? Mayoritariamente, con cargas. Y hay cargas que son buenas y cargas que son malas. Aportan cosas buenas, tales como sus habilidades personales, sueños, talentos, creatividad, propósitos, entusiasmo. Esa es la parte buena.

La parte no tan agradable es que también traen otras cosas, tales como iniquidad, heridas, amargura, ataduras, en suma: traen un carácter. Claro que aquí es donde la iglesia en cuestión, y hablo de las congregaciones locales, tienen que saber perfectamente qué hacer con todo eso que ellos traen. La simple experiencia de encontrar personas con graves problemas en posiciones de liderazgo nos lleva a pensar que mayoritariamente no sabemos discernir lo que trae la gente que llega. Y que todavía se asciende por carisma personal, a la manera de la política, que como todos sabemos, no siempre es limpia. El mayor problema es que en muy pocas congregaciones, o ninguna, hay grupos que yo llamaría de contención inicial, que es el que debería moverse como hábiles pescadores distribuyendo la pesca en distintas canastas. No hay eso, no interesa eso.  Entonces, ¿Qué sucede? Suceden cosas, por ejemplo, como las que muchos hemos visto: incorporar como líder de jóvenes a un muchacho que luego resulta ser un depredador de jovencitas, o lo opuesto, un homosexual. O ubicar como líderes de niños a pedófilos disimulados.

Claro, no es algo nuevo. Pablo, sin ir muy lejos, se fastidia y bastante con la iglesia de Corinto. Le escribe tres cartas, de las cuales sólo se han conservado dos, una tercera se perdió, y en ellas les habla de cosas muy fuertes. Y estamos hablando de una iglesia aparentemente sólida, que tenía los dones, que era muy avivada en el espíritu, a una iglesia que profetizaba, pero que no veía otro tipo de cosas. Y por ahí se nos presenta Josué capítulo 6, en la derrota de Josué, por un hombre. ¡Por un hombre! Un hombre que decidió tomar un manto babilónico, un siclo de plata, un lingote de oro. Y le dijo el Señor: Israel no podrá hacer frente a sus enemigos. Entonces, cuando generalmente pasa un tiempo, y se genera un problema serio en una iglesia, la impresión central es que alguien del liderazgo ha abierto una puerta.

Hay una reacción que se produce como producto de haber examinado durante mucho tiempo hechos y situaciones diversas. Lo cierto es que cuando se da en una iglesia una situación muy cercana a una hecatombe, sea lo que sea, el primer pensamiento de la gente que está madura en esto, no es dónde anda Satanás o sus demonios. El primer pensamiento, es: ¿Dónde está Judas? Porque sabemos perfectamente que el diablo jamás podrá entrar a una casa, ya sea de una familia o una iglesia como grupo humano, donde sus cabezas espirituales estén firmes. Las veces que he estado bajo ataque, mi pregunta no ha sido como pelear o cómo responder. Mi pregunta ha sido ¿Por qué me llegó ese ataque? ¿Dónde está la puerta abierta por la cual se filtró?

Hay una premisa que tiene que ver no ya con sencillos miembros de sencillas congregaciones, sino con sus personajes más importantes. Y esto nos incluye a todos por igual. Mientras más autoridad tengas, menos espacio para equivocarte tienes. Si estás en una posición espiritual de eminencia, no puedes darte el lujo de equivocarte. Hay muchas cosas que pasan de largo en muchas personas, pero que a ti ya no te están permitidas. ¿Alguien cree que yo vivo como me da la gana, sabiendo que muchos de ustedes esperan que diga o haga algo que les enseñe algo, cada día?  Claro está que esto no es algo nuevo. En el grupo de Jesús también hubo uno que estaba fallado y fue usado por el enemigo. Sin embargo, Él jamás lo discriminó. Muy por el contrario, trató de ayudarlo. ¡Incluso le lavó los pies! ¿Te detuviste a pensar alguna vez que Jesús también le lavó los pies a Judas Iscariote? Sin embargo, a Judas nada de eso le importó. Él lo entregó a Jesús, de todos modos, después de eso. ¡Fue desechado!

Mira; yo aprendí que las personas que llegan a una congregación, generalmente responden a tres categorías. Son personas recién convertidas, son gente que llega de otras congregaciones o, en casos, son personas que por alguna razón no se estaban congregando. De todo esto, y me pongo en el lugar del liderazgo convencional, me quedo con los recién convertidos. Con ellos puedes pelear mano a mano con cien gigantes como Goliat todos juntos. Los van a voltear de a uno. Los que llegan de otras iglesias ya son más complicados. Porque tienen una parte buena, se dan cuenta que necesitan algo. Y se puede asumir que no vinieron porque fueron expulsados, sino porque entienden que aquí hay el alimento que ellos creen necesitar. Sin embargo, también creemos que viene porque donde estaba juzgó, y juzgó que algo debería cambiar, así que no sería ilógico que venga con una alta predisposición a juzgar, cosa que el recién convertido no realiza.

El tercer grupo, tal como lo anticipé, lo constituyen aquellos que no se congregan, pero que por alguna razón ahora han decidido volver a congregarse, en este caso, contigo. Eso es considerado como muy bueno porque se lo toma como que el hijo pródigo vuelve a casa. Sin embargo, esto también tiene una contraparte. Porque recuerda que cuando retorna el hijo pródigo, mientras el padre celebra y se emociona, el otro hermano se pone bien malo y se ofende. Además, hay razones y razones para no congregarse de la manera convencional, es decir; concurrir a un templo o salón. De esa es que estoy hablando aquí, porque de los que no se congregan de este modo porque entendieron que el diseño divino pretende otra cosa, no tiene caso hablar por una simple razón: jamás volverán a un templo, se llame como se llame. Será otro su camino.

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septiembre 4, 2021 Néstor Martínez