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La Hora de la Espada

La palabra del día presente tiene un nombre: Elías. En la historia, un profeta. En la actualidad, una mentalidad profética. ¿Un hombre fuera de serie? ¿Una estrella del evangelio que llega para lograr la restauración del Reino? Puede ser, pero seguramente no desde las marquesinas del estrellato cristiano. Dice Santiago que aquel viejo Elías, era un hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, con lo que a mí me da la sensación que si hoy estuviera allí, a la vista de todos, es muy probable que no pudiéramos identificarlo. Estamos como el antiguo pueblo de Israel, esperando un Mesías. Vino el Hijo de Dios en persona y no lo reconocieron, porque esperaban esa caracterización de Hollywood que muchos cristianos todavía tienen de Jesús. Con los modernos Elías está sucediendo lo mismo. Y de su historia, podemos entresacar perlas para nuestro tiempo.

(1 Reyes 19: 1) = Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas. (2) Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos. (Cada vez que vea la luz un Elías, casi al unísono aparecerá un espíritu de Jezabel presto a eliminarlo, a aniquilarlo, a no permitirle ministrar. Jezabel también tiene mensajeros, predicadores de la manipulación, la seducción y la amenaza)

(3) Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. (4) Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. (5) Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. (Mira; no salió con su espada en mano llevándose por delante a todos. Fue cauto y buscó primeramente preservar su vida. Aceptó su desierto de prueba, pero eligió sentarse bajo el enebro, cuya raíz sirve para hacer carbón, y el carbón se usa para avivar y mantener el fuego. Como a muchos de nosotros le habrá sucedido, cuando estaba creyendo morir, fue cuando empezó a vivir)

(6) Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. (7) Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. (8) Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. (¿De donde recibe esa vida? Del alimento sobrenatural que llegó del cielo, no de las tortas sin sabor fabricadas en la tierra. Cuarenta días, los mismos que necesitó Jesús para superar su prueba personal y acceder al tremendo poder de Dios. Pero para llegar allí, deberás subir al monte de Dios. Aquí en el llano, eso está distorsionado por la manipulación de Jezabel)

(9) Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? (10) El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida. (Mirando lo que queda a la vista de lo que fueran nuestras orgullosas iglesias, ¿No te has sentido así en estos días? ¿Y qué has hecho? Lo mismo que Elías y en su momento David: meterte en una cueva, la cueva de los anónimos, los que no son nadie, pero que para el Reino, son los enviados)

(11) El le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. (12) Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. (Esta es la enseñanza clave para los miles de Elias en operaciones: jamás obedezcas voces imperativas y amenazantes. Tu Dios, que es el mío, te va a hablar por su Espíritu con voz apacible, como si fuera un delicado silbo)

(13) Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?(14) El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida. (15) Y le dijo Jehová: Vé, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria.  (16) A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar. (Ese es el trabajo primario y básico de todos los Elías de este tiempo: ungir gobernantes, que no significa hacer dudosas campañas políticas a su favor, sino munirlos con la gracia y el poder divino para que gobiernen con equidad y justicia, y no con ambiciones personales y corrupción: Y para dejar un legado que tomaran los Eliseos, que ya se están levantando)

(17) Y el que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo lo matará. (18) Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron.

¡Esa es la hora de la espada! Una espada que jamás ha perdido su filo. Una espada que siempre estuvo presta a ser usada para lo que fue enviada: para destruir a los baales, que son los falsos dioses creados por la sociedad pretendiendo suplantar al genuino, al Dios de todo poder, al único Rey del universo. Un Rey que está empezando a poblar su jurisdicción divina, su Reino, con hombres y mujeres muy parecidos a los harapientos soldados de David en Adulam. Porque lo único que puede derrumbar esos dioses que hoy vemos como atractivos y casi obligados a acudir, como son el dinero, el poder, la fama, los éxitos y los grandes negocios sucios, es el poder que emana de la Palabra de Dios, una espada infalible, vigente y eterna. De ella surgirán esos siete mil, mil por cada día utilizado para la creación, un número completo, divino, que constituirán ese remanente santo, ese ejército de tantos y tantos Elías que, destrozando tronos de manipulación, corrupción y engaño, producto de mentes influenciadas por tantos y tantas Jezabeles, definitivamente mostrarán a quien quiera verlo, un Reino basado en una calidad de Amor que trae consigo gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, y que como dice la Palabra, contra tales cosas no hay ley.

¡Ánimo! ¡Esfuérzate y sé valiente! La hora está llegando. Es tu tiempo de Elías, vívelo con todo tu ser. Para esto has sido enviada o enviado a este mundo, en este tiempo y en este lugar.

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octubre 17, 2020 Néstor Martínez