Estudios » Blog

Cuando Necesitas que el Padre sea Padre…

Un día Jesús está sentado, con sus discípulos, y ellos llegan en un determinado momento trayéndole comida, y él entonces les dice: “No, gracias”. Ahí ellos piensan que seguramente vino alguien antes que ellos y le dio de comer. Y ahí es donde Jesús les da la gran respuesta: Mi comida y mi bebida, es que yo haga la voluntad de mi Padre. Dos elementos claros. 1) Creer. 2) Hacer la voluntad del Padre. Estas dos facultades, son, de alguna manera, las dos piernas del que vive en el Reino. Tú no puedes creer, si después no vas a hacer la voluntad del Padre. Eres incrédulo, si lo haces. Pero cuidado, porque tampoco podrás hacer la voluntad del Padre, si antes no crees. Por eso, en todas partes de la palabra, Jesús nos demanda estas dos sencillas cosas, Yo puedo dar mi vida por Cristo y puedo negar mi alma, pero todo eso yo puedo hacerlo si creo y hago la voluntad del Padre.

 Yo nunca voy a poder asumir lo que Dios me dice que yo haga, y si no quiero hacer la voluntad de mi Padre. Porque no se trata de lo que tú hagas por haber levantado veinte iglesias, sino que hagas la voluntad del Padre, porque crees. Entonces, la parte complicada para nosotros, que somos gente muy complicada, es sentarnos y creer. Fíjate que si Dios te pidiera sacrificios terribles, no me caben dudas que tratarías de cumplirlos. Pero la Gracia, es incomprensible para el cerebro del hombre. Porque te está exigiendo algo: nada. A veces te toca pelear en algo y alguien viene después y te dice: ¡Que buena fue tu pelea! ¿Qué pelea? ¡Si yo no tenía ni un arma para pelear contra nada! ¡Él fue el que la peleó! En mi caso, sólo fue una pelea de fe contra fe, nada más. Ahora; ¿Cuántos de nosotros estamos esperando que algo pase, o que algo cambie? Y no te das cuenta, pero parecería ser que mientras más oramos por algo, más lejos está…

Mira; si quieres conseguir eso que tanto anhelas, déjalo. Esa es la locura del Reino. Lo que más quieras conseguir, eso es lo que vas a perder. Y lo que quieras perder, vas a ganar. Y no es mi palabra con mi opinión, mira. Lo dice el Salmo 37: Deléitate asimismo en Jehová, y Él te concederá las peticiones de tu corazón. Dios está empeñado en perfeccionar la obra que ha empezado en nosotros, cueste lo que cueste. Y aunque eso determine que sufras, lo harás por una causa justa y santa. Días atrás hablaba de los sufrimientos que tantos de nosotros podamos haber vivido o estar viviendo. Hoy te completo aquello con algo que quizás no habías visto y que tendrá que servirte para entender, de una vez por todas, como trabaja nuestro Padre Celestial con aquellos asuntos en los que a veces creemos, que Él está ausente.

Alguien dio una vez un hermoso ejemplo que yo quiero tomar para ilustrar esto. Dice que era un padre que llevó a su hijito al médico con una infección importante, y que el médico ordenó colocarle un inyectable de antibiótico de urgencia, de inmediato. Un de esas inyecciones cuyo líquido, al ingresar en el cuerpo, produce inmenso dolor físico. Y dice que el niño cuando vio al enfermero venir con la jeringa y la aguja, rompió en llanto y empezó a moverse para tratar de evitar que le colocaran eso que lo aterrorizaba. Entonces buscó refugio en los brazos de su padre. ¿Y qué se supone que tuvo que hacer el padre? Sujetarlo, tenerlo quiero, aferrarlo y no dejarlo mover para que le pudieran colocar esa inyección que le iba a ayudar a sanar su problema.

Y dice que el niño miró a su padre con angustia, no tanto por la inyección en sí y lo que pudiera haberle dolido su acción, sino por lo que su papá había hecho, nada menos que ayudarle a ese extraño a causarle dolor. ¿Cómo le explicarían a un niño el peligro de una bacteria, de una infección que, incluso hasta podía terminar con su vida si no le daban ese antibiótico? Escucha: En el momento del dolor, todos, somos nulos al entendimiento de lo que nos está pasando. Por eso Él te dice: ¡Cállate! ¡Siéntate! En el tiempo que viene por delante, ahí te darás cuenta de lo que te libré. Y Dios está tan empeñado en hacer esto, que Él va a hacer todo lo que sea necesario para terminar la obra que empezó en nosotros. Lo triste es que, en algunos casos, Él va a terminar esa obra cuando tú ya estés partiendo. Y ahí no tendrás problemas, porque harás ese viaje tremendo y llegarás al lugar en donde serás y te sentirás perfecto. Pero tienes que entender que a otros, les será permitido pasar por cosas que los llevaran a ser y sentirse también perfectos, pero todavía hoy, en esta tierra.

 

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

mayo 22, 2019 Néstor Martínez