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Con Los Campos Listos

Tomando como base esas visitas e invitaciones, ¿Alguno de ustedes pudo conocer, alguna vez, a un evangelista que venía con una comprensión de tiempos? O sea: ¿Que se debía hacer eso en ese lugar porque ese era el tiempo por tal y por cuál razón? ¡No! La mayoría incluyó lugares que le quedaban de paso a partir de una visita a un sitio en el que sí había sido invitado con antelación. Mira; cuando un evangelista entra a un lugar antes del tiempo indicado, lo único que hace es quemar el campo. Por poco o por mucho que conozcas de agricultura, ¿Qué pasa si cualquiera de ustedes quiere cosechar algo antes del tiempo? Todos sabemos los sinnúmeros de factores contraproducentes para la salud que pueden producirse por el simple hecho de consumir algo verde, que le falta tiempo de maduración.

En lo evangelístico es igual. Es imposible tener una buena cosecha, si no se sabe entender respecto a  los tiempos en que Dios ha madurado o no a esa gente a evangelizar. Saber el cuándo, es vital para tener una cosecha de primer nivel. Duda: ¿Eso no se contrapone con esa palabra que nos envía a predicar en tiempo y fuera de tiempo? No, porque esa palabra se refiere a nuestra disposición para hacerlo, no a la organización. Y una cosa es el hablar persona a persona, y otra diagramar una campaña para miles. Cuando revisamos el ministerio de Jesús, nos damos cuenta que él no recorrió erráticamente las regiones por las cuales transitó, sino que se tomó el tiempo necesario para elaborar una ruta conforme a visiones o discernimiento singular. Él esperaba dirección clara antes de visitar un lugar. Entonces, ¿Cuál es la especialidad del evangelista? Ser entendido en los tiempos. Algo así como lo que dijo Jesús: Los campos están listos para la siega.

Lo más visible y dominante, lo que va a estar detrás de toda esta acción que tiene el evangelista, es el espíritu de misericordia. Es una persona sumamente sensible. Bajo esa óptica, un evangelista de oficio no va a ser solamente el que toma un megáfono y se va a la plaza. Va a ser esa persona que recolecta cosas en la semana para que en el fin de semana poder ir a regalárselas a la gente pobre. Va a ser el que arma un vestidor para dar ropa a la gente que no la tiene, va a ser parte de la gente que está mirando para ver cómo puede ayudar a los niños de la zona. O sea: no es una persona que identifica su ministerio con repartir folletos o en hablar. Es una persona que tiene una dinámica de vida en la cual, lo haga o no la iglesia, él lo va a hacer.

Él no depende de la iglesia para hacerlo. Si alguien me dice que no puede hacer nada porque en su iglesia no le dan permiso, permíteme que le diga que entonces es cualquier cosa, menos evangelista. ¿Tú crees que un verdadero hombre de Dios va a depender de si le dan permiso o no para hacer lo que tiene que hacer? ¡La vida de Dios no se puede encapsular en una doctrina denominacional, mi amigo! La vida de Dios no depende de las autoridades de la iglesia. ¡Y gloria a Dios que es así! Cuando una persona tiene un ministerio, no va a poder reprimir lo que el ministerio le impulsa a hacer. Yo tenía una clase de escuela dominical en una iglesia conservadora y jamás pude dar en la clase el programa oficial que la escuela me entregaba. ¡Era perder soberanamente el tiempo en teologías huecas y livianas! Eso me costó bastante, sobre todo en reputación interna. Y mucho más cuando en una mañana de domingo, en mi salón había casi doscientas personas y, luego, en el culto, apenas setenta. Mosca en la nariz…

Si alguien necesita que la iglesia le organice un par de campañas por año para ejercer su ministerio y luego se pasa el resto del tiempo sin hacer nada, podrá ser alguien con habilidades para evangelizar, pero de ninguna manera es un ministro de evangelismo. El evangelista vive en esto, se mueve en esto, trabaja en esto, está constantemente predicando el evangelio. Y, además, el evangelista puede tener todos los defectos que se te ocurran, pero ni por asomo puedes acusarlo de mojigato o cobarde. Te va a predicar el evangelio tal como su unción le demanda sin poner cuidado en las consecuencias que eso tengan para él. Y es lo mismo que lo haga aquí, en USA, en China o en un mismísimo país de mayoría musulmana. Y créeme que no estoy hablando tonterías al decir esto, precisamente.

Eso, conjuntamente con la misericordia que posee el evangelista, es lo que lo lleva en casos a orar por gente sin que nadie a su alrededor entienda porque lo hizo. Pero él lo sabe y es suficiente. ¿Y cuál es el epicentro de un evangelista? Hacer señales. Se mueven con una unción de señales muy fuerte. En mi país, el ministerio del evangelista Carlos Anacondia es la prueba concreta y palpable de esto que te digo. Todos los cristianos argentinos dan fe de lo que hablo, y muchos de otros países que lo han conocido, también. Y cuando hablo de señales, estoy hablando de sanidades, liberaciones y todo eso que tanto impacto produce. ¡Oh, sí! ¡Eso acompaña siempre a los evangelistas! Eso es lo que se dice siempre en la iglesia. Y tanto es así, que nadie lo duda, porque para eso fueron enviados los evangelistas por el Señor. ¿O no lo tuvo también el ministerio de Jesús? Alguien a mí alrededor me dijo una vez: evangelista que no sana, no es evangelista. ¿Tan así? Pregunté yo. Tan así, respondió él.

En cuanto al recurso máximo en este ministerio, es la autoridad. Tiene mucha autoridad. La gente, aun cuando se ve ruda, rústica y fuerte, se derrite y desploma ante la autoridad de un evangelista que les diga lo justo y preciso en el momento justo y preciso. Ellos les predican, aún, a esas personas a las que si tú las ves, te produce un poco de temor enfrentarlos o confrontarlos con el evangelio. ¿Y su carga por la iglesia? La acción. Viene del verbo hacer. ¡Ya! ¡Hagamos!

 (Hechos 21: 8) = Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él. 

¿Recuerdan ustedes cuando la iglesia levanta siete diáconos, donde conjuntamente con ellos es levantado Esteban? Este Felipe, era uno de los siete. Y fíjate que en el marco del Nuevo Testamento, vemos a más de veinte personas a las que se les llama apóstoles, sólo unos pocos que son llamados profetas y sólo a uno a quien se le llama evangelista: Felipe.

(2 Timoteo 4: 5) = Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio. 

Esto que lees aquí, nos lleva a reflexionar algo muy puntual. La palabra griega traducida en estos versículos como evangelista, significa literalmente buen mensajero, mensajero de bien, o mensajero de buenas nuevas. Y en este sentido, todos los apóstoles también eran evangelistas, ¿Se entiende? No obstante, hay que consignar que, en este caso, el evangelismo era solamente una de sus muchas obligaciones. Y una vez más, el ministerio del evangelismo siempre está acompañado de señales y milagros. Siempre. Jesús lo explicó así: Si no creen por mis palabras, crean por mis obras. Porque ese es el punto: las obras que acompañan al evangelista, están destinadas a que la gente crea. Y un rasgo distintivo del evangelista, es que no hace obras para que crean en él, sino para que la gente crea en Dios. Por eso es bastante raro cuando el evangelista se vuelve pomposo, se vuelve excéntrico, vanidoso, por los milagros y señales. Porque no es esa la idea. Dios no viene para hacer lucir al hombre, Dios viene para mostrarse a sí mismo.

Jesús ni siquiera decía quién era cuando sanaba a alguien. Asimismo, los evangelistas tienen una profunda autoridad para traer liberación a los cautivos. Porque ellos saben que, para liberar a los cautivos, se requiere autoridad en el nombre de Jesús, y se requiere arrebatar el botín con violencia. Por eso, ustedes no van a conocer a un solo evangelista, de ministerio, que no crea en la guerra espiritual. Sería poco menos que anti-natural. Los evangelistas, esencialmente, manifiestan la cruz de manera muy visible. ¿Recuerdas cuando Jesús dijo que sería levantado y nos atraería a Él? Lo que hace que la gente corra tras los evangelistas, no es el mensaje. Porque hay casos en donde el evangelista predica en un idioma, un traductor que lo traduce a otro idioma para que la audiencia de ese lugar pueda entender.

Si partiéramos del hecho de que es la voz la que tiene la autoridad, la voz que está invitando a esa gente y tendría la autoridad como para llevarlos a la cruz, sería la voz del traductor y no la del evangelista, porque ellos no entienden la voz del evangelista, habla otro idioma. Pero, a pesar de eso, multitudes de gentes corren hacia él. ¿Cómo puede ser eso? Muy simple, o no tanto. Porque ellos, los evangelistas, por el ministerio que Dios les ha dado, pueden exhibir la cruz. Y aunque la gente no entienda una sola palabra de lo que está diciendo, igualmente corren hacia él. Hacia la cruz. Este es un fenómeno muy interesante. A mí me ha tocado observar, en campañas de ministerios reconocidos, cómo la gente, antes que alguien diga la primera palabra, ya está quebrada, dispuesta a dar ese paso crucial. Sólo falta que alguien les diga: ¡Vengan! Están viendo la cruz, y la cruz es la que los invita.

Tienen un nivel de intimidad con el Espíritu Santo que les permite encontrar el lugar donde él, el Espíritu Santo, quiere obrar. (Juan 16: 8) = Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Queda absolutamente claro: es el Espíritu Santo el que provoca esto, no el hombre en sí o por sí mismo. Él es quien decide el cuándo y el dónde. Un ministerio evangelístico serio, no es el que acepta la invitación de una comunidad para hacer evangelismo. El ministerio genuino es el que sabe dónde tiene que ir, lo inviten o no, le permitan la entrada, o no. Por lo dicho: entiende el cuándo y entiende el dónde. Dónde Dios quiere obrar. Obviamente, aunque Dios desea que pase en toda la tierra, no en todos los lugares se está dispuesto a creer. No todos los lugares están abiertos para que el Espíritu Santo los convenza de pecado, de justicia y de juicio.

Escucha esto: es imposible que una persona nazca del Espíritu, si es que no es convencida de pecado, justicia y juicio. Una conversión genuina, es la consecuencia de que la persona ha sido expuesta al Espíritu Santo, y el Espíritu Santo ha provocado en la persona conciencia de pecado, de justicia y de juicio. Te dije que hablaríamos de nacer del agua y el espíritu, ¿No es cierto? Bueno, esto que acabas de oír, es nacer del espíritu. Por lo tanto, la predicación del evangelista es muy básica, muy sencilla. ¿Qué es lo que provoca? Convicción de pecado. No va a ser una persona que va a hablarle de la ciencia de Dios. Su mensaje, simplemente provoca convicción de pecados. ¡Nada menos! Además, su unción es la que mantiene a la iglesia, con fina sensibilidad por la gente todavía no alcanzada.

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marzo 19, 2022 Néstor Martínez