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Un Evangelio; Dos Visiones

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      (Marcos 16: 15) = Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

     Uno de los problemas más acuciantes y visibles que vive el mundo moderno, es el de los diferentes divisionismos que, como casi siempre ocurre en estos casos, suelen ser funcionales a todos aquellos gobiernos que llegan para oprimir, expoliar y abusar de los pueblos. Muy lejos de ser un manifiesto político, esto, es una palpable realidad que, por otra parte, no es nueva en absoluto, sino que data de tiempos inmemoriales, de los que no quedan al margen los mismísimos tiempos de Jesús. Porque, en todo caso, decir división, es decir di-visión, esto es: dos visiones diferentes de un mismo asunto.

     Cuando Roma establece toda su extensión y su perímetro de gobierno, y ahí estaba también Judea, el territorio que más conflictos le daba, era el territorio de Israel. Tanto es así que tenían una guarnición completa allí, todo el tiempo. Porque los judíos, te explico, eran muy revoltosos. ¡No eran en absoluto un pueblo pacífico! Es suficiente con recordar lo que el episodio de Masada, cuando ocurre esta gran revuelta con toda esta gente, con Judas Macabeo, con todo lo que fue eso. Ese suicidio masivo de cientos de judíos.

     Eran un pueblo difícil de llevar. Tanto que en el año 70, los romanos, hartos ya de Israel, van y pasan la aplanadora sobre Jerusalén y no queda piedra sobre piedra. Tito, el general, va y destruye todo rastro de resistencia. Los judíos, internamente, estaban muy divididos. Había por lo menos, adentro, siete grupos muy fuertes. Los saduceos, los fariseos, los escribas, los zelotes, y los escenios, eran grupos muy diversos, que aunque compartían todos la misma fe por la Torá, por la Ley, tenían tremendas divergencias en su interpretación y en su manera de vivir esa Ley.

     Entonces, entre ellos mismos había muchísimas discrepancias y había cosas casi inaceptables. Y para colmo de males, en la mitad de la nación estaban incrustados los samaritanos, que eran una mezcla de judíos y asirios que aparecen en cierto proceso de la historia, hablando un lenguaje medio raro, el arameo, que fue un idioma que lo único que trajo fue mayor confusión, todavía.

     Ahora; si puedes imaginarte todo ese escenario, vas a darte cuenta que Jesús no podía haber nacido en un peor momento y lugar. Cuando Jesús llama a sus discípulos, hay todo un tema sobre por qué elige a esas personas, qué fue lo que vio en ellos y una serie de exámenes más. Sin embargo, ellos expresan esas divisiones internas varias veces, y se puede ver algo en los evangelios respecto a esas faltas de acuerdo que había entre ellos.

     Había discriminación, había marginación y un sinfín de actitudes negativas más. Por eso, es asombroso lo que Jesús hizo, aunque supongo que le quedó pendiente el trabajo de carácter que podía hacer con los que eran sus seguidores. Y eso queda en evidencia cuando a Jesús lo detienen y lo ponen preso. ¿Qué es lo primero que hacen sus discípulos? ¡Huyen! ¡Se esparcen en todas direcciones! En las zona rurales de mi pueblo, se solía decir respecto a esto: “Donde vos dejás el cuero, yo dejo la polvareda”.

     De todos modos, eso te deja pensando algo que es una realidad: la única cosa que nucleaba a todos esos hombres tan distintos entre sí, era el propio Jesús. A él se lo llevan preso y a nadie se le ocurre orar, hacer guerra espiritual o reprender demonios. ¡Nadie atina a nada! Yo me pregunto si, con todos estos hechos a la vista, alguien se atrevería a dejarles un grupo de cristianos a cargo a esos discípulos, hoy. ¡No eran confiables!

     Sin embargo y pese a todo eso, vemos que Jesús no sólo les dejó a un grupo de cristianos a su cargo, ¡Les dejó el mundo entero! Claro está que Jesús tenía en cuenta algo que ninguno de nosotros pensó: el papel, el rol que iría a desempeñar el Espíritu Santo. Y esa es la enorme diferencia que se vislumbra entre los evangelios y el Libro de los Hechos.

     Porque los evangelios son el relato de Jesús, en quien está morando y obrando el Espíritu Santo. El Libro de los Hechos, mientras tanto, es el relato de los apóstoles, en donde el protagonista principal es el Espíritu Santo, incluso por encima de ellos mismos. Y esto te deja en evidencia algo que ya habrás discernido. En un tiempo de alta crisis como el actual, donde el divisionismo parecería ser el mayor obstáculo para la implantación del evangelio, la unidad genuina y sin egoísmos en Jesucristo, más el trabajo poderoso del Espíritu Santo, no es nuestra máxima o mejor garantía, ¡Es la única!

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octubre 18, 2018 Néstor Martínez