Introducción a la Segunda Epístola
El autor de esta segunda epístola se nombra a sí mismo como Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo; afirma haber sido testigo de la Transfiguración, y haber recibido de Cristo la predicción de su martirio.
Se pone en un plano de igualdad con Pablo. El estilo presenta una cierta falta de simplicidad y de desenvoltura, lo que contrasta con el estilo fluido y natural de la primera. Desde la época de Jerónimo, esta diferencia de expresión vino a ser el argumento de los que presentan objeciones contra la autenticidad de la epístola.
Jerónimo cree que estas desemejanzas son debidas a los “secretarios-intérpretes” de Pedro, y es bien posible que éste fuera el caso. Muchos críticos modernos atribuyen la carta a un autor anónimo del período post apostólico, que la habría escrito bajo el nombre de Pedro alrededor de un siglo después de la muerte de este último.
Sin embargo, si bien hay algunas diferencias en el vocabulario, también hay semejanzas convincentes. Nada en el texto da indicación de una falsificación. Las alusiones autobiográficas son exactas; no aparecen detalles imaginarios ni anacronismos.
Segunda de Pedro es totalmente diferente de las obras apócrifas como “El Evangelio de Pedro” y el “Apocalipsis de Pedro”. Se ha llegado a afirmar que nuestra epístola había sido escrita en una época más tardía en la que se daban herejías que pretendían apoyarse en los escritos de Pablo.
Sin embargo, en este pasaje se hace en realidad una alusión a la epístola que Pablo escribió a los hebreos, con una mención adicional de las otras epístolas (una traducción literal del pasaje vendría a ser: Según la sabiduría que le ha sido dada, Pablo os escribió, como también en todas sus epístolas (énfasis en “en todas sus epístolas”, añadido).
El lenguaje menciona que Pablo les había escrito a “ellos”, evidentemente los destinatarios judeocristianos de Pedro, y aprovecha para mencionar “también… todas sus epístolas” escritas ya entonces.
De todas maneras, este pasaje no implica que hubiera una colección como tal de las epístolas de Pablo, sino que era notorio que las tales habían sido escritas y que eran bien conocidas y, en ciertos casos, torcidas y manipuladas en su aplicación doctrinal y práctica.
En cuanto a la apostasía que Pedro combate, no se puede afirmar que sea más avanzada que la que Pablo combatía. Otras pruebas internas corroboran adicionalmente la autenticidad de la carta. Se hallan en ella rasgos característicos de Pedro y analogías con sus discursos.
Al igual que la Primera, la Segunda Epístola presenta una buena cantidad de palabras singulares y la costumbre de presentar el lado negativo y el positivo de un pensamiento. Durante los dos primeros siglos, las menciones relativas al uso de la Segunda Epístola son infrecuentes y poco directas; pero al inicio del siglo III, Orígenes hace alusión a su empleo en las iglesias, y habla acerca de Pedro de las “dos trompetas de sus epístolas”.
Eusebio afirma que Segunda Pedro, Santiago y Judas son admitidas por la mayor parte, pero que había algunas que las consideraban “dudosas” (“antilegomena”). El canon fue haciéndose poco a poco, con suma prudencia, en una época en la que había gran cantidad de escritos falsos.
Si en el curso del siglo III y del IV se llegó a la unanimidad para incluir en el canon formal Segunda de Pedro, así como Santiago, Judas y Apocalipsis, podemos estar ciertos de que hubo una abrumadora prueba, desde el aspecto interno como del externo, para llevar a la dicha unanimidad.
De hecho, las objeciones que se han hecho a la autenticidad de la Segunda Epístola no resisten el examen histórico. El autor se dirige, de manera general, a los que habéis alcanzado… una fe igualmente preciosa que la nuestra; pero demuestra que los destinatarios eran los mismos que los de la Primera, o un grupo de entre ellos.
El lugar de redacción no puede ser determinado con exactitud. Si la alusión implica que Pedro estaba a punto de ser llevado a la muerte, se podría situar el lugar de redacción en Roma, y asignar la fecha de la epístola al año 68 o 67 d.C.
Argumentos en favor de estas fechas: la naturaleza de las falsas doctrinas denunciadas en la Segunda Epístola; el empleo que hace esta epístola de la de Judas (o el que hace Judas de la epístola de Pedro); la mención de la Primera Epístola de Pedro.
El capítulo 2 de Segunda Pedro se parece manifiestamente a la Epístola de Judas. A propósito de ello, se afirma en muchos sectores que Judas tomó prestado de Pedro, o viceversa. Es innegable que uno de ellos pudo haber leído la Epístola del otro, y no se puede rebatir que uno escribiera después del otro.
Sin embargo, las diferencias son tan notables como las semejanzas. Pedro se refiere a maldad, y de la acción de Dios en contra de ella en Su gobierno. Judas trata de la apostasía como tal. Así, Pedro se refiere a “los ángeles que pecaron”, mientras que Judas se refiere a “los ángeles que no guardaron su dignidad”, abandonando el lugar que Dios les había señalado.
Otras muchas características permiten afirmar una básica independencia de Pedro y Judas bajo inspiración, cubriendo distintos objetivos. Propósito de la carta: Hacer recordar a los destinatarios las enseñanzas que habían recibido, a fin de prevenirlos contra las falsas doctrinas entonces en boga, y facilitar su crecimiento en la gracia y conocimiento de Jesucristo, el Señor y Salvador.
Esta epístola fue escrita para refutar el gnosticismo que ya se estaba infiltrando en las iglesias, y para fortalecer a los cristianos en la sana doctrina y en la pureza moral. Contenido: Saludos apostólicos. Exhortaciones solemnes a crecer espiritual e intelectualmente.
Bases sobre las que reposa el conocimiento, y que es la base de la piedad. Condena de los falsos doctores. Recuerdo de las enseñanzas de Jesucristo, de los profetas y de los apóstoles en cuanto a la venida del Señor y del fin del mundo. Exhortaciones a crecer en la santidad, prestos para recibir al Señor a Su vuelta. Alusión al valor de las Epístolas de Pablo como Escritura. Doxología final.
2 Pedro Capítulo 1
(022) Dedicado a los Fieles
(2 Pedro 1: 1)= Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra: (2) gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús.
(3) Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, (4) por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.
Pedro se nombra a sí mismo en el comienzo de esta su segunda carta, de un modo en que no lo había hecho en la primera, lo que ha hecho suponer y hasta conjeturar a algunos estudiosos que a esta carta no la habría escrito él mismo sino alguien en su lugar.
Y se nombra como Simón Pedro, y cabe señalar como información secundaria que, en algunos antiguos manuscritos, se usa el nombre Simeón, que es una forma hebraica del nombre Simón. Y es bueno, en este instante del estudio, bocetar ordenada y cronológicamente, la figura de Simón Pedro.
Pedro es una traducción al español del latín “Petrus”, y del griego “Petros”: un trozo de roca, un canto rodado, en contraste con “petra”, que es una masa rocosa. Cristo dio a Simón, el hijo de Jonás, el sobrenombre de Cefas (que es una forma aramea,) al encontrarlo por primera vez.
Simón, su hermano Andrés, y el padre de ellos, Jonás, estaban asociados con Zebedeo y sus hijos, todos ellos pescadores del lago de Genesaret. Simón Pedro, originario de Betsaida pasó a residir en Capernaum con su familia.
Pedro, que muy probablemente era discípulo de Juan el Bautista, fue presentado a Jesús por Andrés, hermano de Pedro. Andrés era uno de los dos discípulos de Juan el Bautista que oyeron la declaración de que Jesús (que volvía de su triunfo sobre la tentación en el desierto) era el Cordero de Dios, el Mesías.
Jesús discernió rápidamente la naturaleza de Simón, y cambió inmediatamente su nombre por el de Cefas (en griego. “Petros”). Pedro, al igual que los primeros discípulos, recibió tres llamamientos de su Maestro a que viniera a ser Su discípulo, a que lo acompañara constantemente, y a que fuera uno de los apóstoles.
Tuvo, ya desde el principio, un papel destacado entre los discípulos a causa de su fervor, de su energía e impetuosidad. Pedro se encuentra siempre encabezando las listas. Tres de los discípulos de Jesús eran amigos íntimos de Él: Pedro es nombrado en primer lugar.
Él es el portavoz de los apóstoles; el primero en confesar que Jesús es el Cristo de Dios, pero también el que intenta desviar a Su Maestro del camino del sufrimiento. La vida de Pedro presenta tres etapas:
(a) En primer lugar el período de formación, expuesto en los Evangelios. En estos años de relación con el Maestro aprendieron a conocer a Cristo y a conocerse a sí mismos. La triple negación del presuntuoso apóstol puso fin a este período. Cuando Jesús se encontró con Sus discípulos en el mar de Tiberias, puso a prueba a Pedro haciéndole tres preguntas, y restableciéndolo después en el apostolado.
(b) Al comienzo de los Hechos se expone el segundo período, durante el cual Pedro condujo a la Iglesia con audacia y firmeza. Llevó a los hermanos a reemplazar a Judas por un discípulo que hubiera conocido al Señor.
Después del derramamiento del Espíritu Santo, en el día de Pentecostés, Pedro explicó el sentido de este milagro a la muchedumbre de judíos reunidos en Jerusalén. Fue el principal instrumento en la curación del paralítico y se dirigió acto seguido al sanedrín.
Amonestó a Ananías y a Safira. El gran discurso que pronunció en el día de Pentecostés abrió a los judíos la puerta de la salvación. Pedro la abrió, asimismo, a los gentiles, al dirigirse a Cornelio y a los que estaban en su casa, haciendo así uso de las llaves de que Cristo le había hablado.
(c) El tercer período queda marcado por un trabajo humilde y perseverante revelado en las dos epístolas de Pedro. Una vez hubo echado los cimientos de la Iglesia, abandonó el primer plano, y trabajó desde la oscuridad para la expansión del Evangelio.
Desde entonces, desaparece de la historia, y es Jacobo quien aparece dirigiendo la Iglesia en Jerusalén. Pablo se dirige a los gentiles; Pedro, apóstol de la circuncisión, anunció el Evangelio a los judíos de la dispersión; dejó Jerusalén a Jacobo, y el mundo grecorromano a Pablo.
La última mención que se hace de él en Hechos lo presenta en el concilio de Jerusalén, defendiendo que los gentiles debían ser admitidos en la Iglesia, y defendiendo asimismo la libertad evangélica, postura ésta que prevaleció.
Pedro es mencionado en Gálatas 2:11, a propósito del incidente de Antioquía; es posible que estuviera en Corinto y en la ribera del Éufrates, o en Babilonia. Acompañado de su esposa, prosiguió, sin duda, sus viajes misioneros.
Finalmente, glorificó a Dios en su martirio. Pedro nos es conocido sólo por las anteriores menciones y por sus dos epístolas, donde traslucen su humildad y tacto. Pedro respalda la autoridad de Pablo y Judas y exhorta a sus lectores a permanecer firmes en la fe que comparten con sus hermanos.
Visto a lo largo de los Evangelios, de Hechos y de las Epístolas, el carácter de Pedro no se contradice nunca, este hombre de acción tiene los fallos propios de sus cualidades, que son inmensas. El entusiasmo era consustancial a su persona.
Transformado por el Espíritu de Cristo, Pedro se señala por su amor a su Maestro, por su caridad, y por su clara percepción de las verdades espirituales. La vida de este discípulo está repleta de enseñanzas. Sus escritos sondean las profundidades de la experiencia cristiana y alcanzan las más altas cumbres de la esperanza.
La historia no añade mucho a lo que sabemos de Pedro por el Nuevo Testamento. Hay buenas razones para admitir la tradición que afirma que Pedro fue crucificado en la época en que Pablo fue decapitado, hacia el año 68 d.C…
Jesús había predicho el martirio de Pedro. No es imposible que hubiera sufrido el martirio en Roma. Su vida ha suscitado multitud de leyendas. Escritos apócrifos muy antiguos, debidos a los ebionitas (una secta herética que persistió entre el siglo I y VII d.C.), extendieron la leyenda de que Pedro había sido obispo de Roma durante 25 años.
El examen atento de las fuentes de esta tradición y de su contenido no permite admitirla como historia. Por lo que respecta al papel atribuido a Pedro por la Iglesia de Roma, se debe examinar qué es lo que realmente dice el NT acerca de ello:(a) La interpretación de las palabras: “Tú eres Pedro…” es dada por el mismo apóstol.
Hay solamente una roca fundamental: el Cristo. Los creyentes son las “piedras vivas” que vienen a ser edificadas sobre este único fundamento básico, y Pedro, el primer confesor del nombre de Jesús, fue la primera de estas piedras individuales.
El apóstol desarrolla el mismo pensamiento. Pablo confirma esta enseñanza: Cristo es la piedra angular del templo espiritual del Señor; los apóstoles (en plural) y los profetas son su fundamento, sobre el que son edificados los creyentes.
Pedro jugó un papel histórico capital al abrir la puerta del Evangelio a los judíos el día de Pentecostés y a los gentiles en casa de Cornelio. Por otra parte, el poder de atar y desatar no le fue dado sólo a él, sino también a los discípulos.
Desde entonces, los cristianos proclaman, en todos lugares, el perdón de los pecados que Dios concede en Jesucristo; cumplen la función de embajadores de Cristo, aportando vida, pero también muerte, porque quien los rechaza, rechaza al mismo Señor.
(c) Pedro no vino a ser cabeza de la iglesia, ni “vicario de Cristo”. Si bien juega un importante papel en primer plano en el inicio de Hechos, después desaparece. En el concilio de Jerusalén él dio su consejo, pero fue Jacobo quien intervino de manera decisiva; la resolución final fue tomada en nombre de los apóstoles, de los ancianos y de los hermanos, inspirados por el Espíritu Santo.
En el relato de Lucas, Pablo ocupa desde entonces el primer lugar, y Pedro es simplemente una de las tres “columnas de la iglesia” mencionadas en Gálatas 2:9 (siendo, el mismo Pedro citado después de Jacobo). Está claro que la doctrina del Nuevo Testamento es que sólo el Señor Jesucristo resucitado es la cabeza de la Iglesia, y que jamás rendirá Su sacerdocio, que es intransmisible.
(d) Además, Pedro no fue “obispo de Roma durante veinticinco años”, no pudiendo haber sido un primer papa. Su muerte tuvo lugar alrededor del año 68, por lo que hubiera debido hallarse en Roma desde el año 43, lo que es imposible en base al Nuevo Testamento.
Escribiendo a los romanos alrededor de los años 57-65, Pablo hace saludar a treinta personas de su comunidad, entre las que no figura Pedro; se trata de Priscila y de Aquila, y de la iglesia que está en su casa.
Pablo no hubiera escrito de esta manera si se tratara de una iglesia fundada por Pedro. Cuando Pablo llegó a Roma en el año 60, se encontró conque los judíos de allí no sabían nada del Evangelio, y otra vez Pedro no es mencionado. Su nombre no figura tampoco en las Epístolas de la cautividad, ni aun en la Segunda a Timoteo, escrita poco antes de su muerte hacia el año 68, que sería impensable de Pedro.
(e) Finalmente, Pedro, con todas sus cualidades y sus experiencias, ni era infalible ni tenía una autoridad superior a la de los otros apóstoles. En Antioquía, Pablo lo resistió cara a cara «porque era de condenar»; acerca de este incidente, Pablo habla de miedo a los hombres, de simulación, e incluso de hipocresía, y de un andar no recto ni conforme a la verdad del Evangelio.
Sin embargo, Pedro es una de las más grandes figuras, no sólo del Nuevo Testamento, sino de toda la Biblia. Su vida entera fue consagrada al Señor desde el día de su llamamiento. Su ardor y celo por su Señor, su perseverancia, humildad, mansedumbre, su cuidado de la grey del Señor, su afán por predicar las buenas nuevas de la salvación de Dios, todo ello ampliamente testificado en las Escrituras, nos da una bella imagen del discípulo consagrado, y constituye una vida a estudiar y un ejemplo a seguir.
Por eso nuestro interés visible y primario en este trabajo. Pero también por algo que va más allá de lo histórico y biográfico. Dios ha tenido palabra para su pueblo en varios contextos y en varios tiempos. Todo hace pensar con cierta certeza, que en este siglo veintiuno Dios lo está haciendo a través de la vida, el testimonio y las palabras de Pedro.
Luego Pedro se define a sí mismo como apóstol de Jesucristo. Cualquiera que haya estudiado mínimamente algo, sabe muy bien que la palabra apóstol, (apostellos), significa literalmente enviado. Por lo que no puede cabernos ninguna duda la razón por la cual Pedro está haciendo lo que hace.
Él estuvo con Cristo, él lo acompañó en la mayor parte de su ministerio terrenal de tres años, él dejó muchas cosas de las que el hombre considera como importantes por seguir al Mesías. Y ahora, finalmente, no importa en qué condiciones, él se considera un enviado de Jesucristo para una tarea singular, única y excluyente que le compete.
¿Sabes que? El hombre ha bastardeado bastante a los ministerios con que el señor ha dotado a su iglesia. Ha convertido al apóstol en una especie de ingeniero mayor de obras y encargado de proyectar, diseñar y construir diferentes templos para distintas congregaciones a las cuales, luego, comandará desde un plano superior e indiscutible en infalibilidad. ¿Enviado? Casi nunca.
Pero también ha contaminado a los otros cuatro ministerios de un modo ostensible. El profeta convertido en un vulgar adivino de futuros sentimentales de los hermanitos, el pastor oficiando de gerente de una empresa llamada iglesia, el evangelista percibiendo honorarios conforme a las manos levantadas en sus campañas y los maestros enseñando lo que conviene a la denominación aunque eso se contradiga con lo que dice la Biblia. Es una realidad que cualquiera puede ver.
Y, en este primer párrafo de su saludo inicial, concluye consignándoles que la fe que ellos han adquirido, tiene un grado de preciosidad similar a la que él mismo sostiene, dejando de lado de esta manera, esa enorme diferenciación entre tu fe y la de tu líder que se te enseña prácticamente desde la escuela dominical. En la genuina iglesia del Señor, no existe tal cosa. Eso es doctrina nicolaita y Dios la aborrece.
(Romanos 3: 21)= Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas.
Al decir pero, en la parte inicial de este texto, se está dando énfasis y subrayando el contraste entre la revelación de la ira de Dios y la revelación de su justicia. La aseveración de que eso es posible por la ley los profetas, nos habla de su inserción en el Antiguo Testamento.
Eso en lo lineal. Sin embargo, todo lo que está escrito en la Biblia es apto para instruir en justicia y para enseñar, dice Pablo a Timoteo. De a allí que hoy, la ley (Que es la palabra de Dios) se confirma con lo que expresan los profetas.
Aquí tienes la tarea específica y correcta de este ministerio. Su labor es eminentemente testificar lo que Dios ha escrito en la Biblia a través de sus ungidos. De ninguna manera puedes consignarlos a dar palabra a decenas de persona en fila, en un templo, y mucho menos a intercambiar profecías triunfalistas para ciertas figuras del evangelio, con la finalidad de afirmarlos delante de su gente, por jugosas ofrendas.
¡Hermano! ¿No es un poco malintencionado ese pensamiento? – Discúlpame; no es un pensamiento, es una visión palpable de la realidad en muchos lugares del planeta. Yo lo he visto en mi país, en mi ciudad. Quizás tú también en la tuya. Gloria a Dios si no lo has visto.
Luego, en el verso siguiente, les desea a esos creyentes que la paz y la gracia les sean multiplicadas, ¿En que cosa? En el conocimiento de Dios y de nuestros Señor Jesucristo. ¿Significa eso un aval para estudiar en seminarios materias completas dedicadas a Dios y al señor Jesucristo? En absoluto. Significa, como en todo el contexto bíblico: intimidad.
(Tito 2: 11)= Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, (12) enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, (13) aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, (14) quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.
Dice aquí la gracia de Dios se ha manifestado para salvación de todos los hombres, enseñándonos que debemos renunciar a toda impiedad y a todo deseo mundano, viviendo una vida no conforme a este sistema imperante, tanto en el mundo como en la iglesia, sino en sobriedad, justicia y piedad.
Se hace especial hincapié, en principio, en la sobriedad. La palabra utilizada aquí es la palabra SOPHRONOS. Viene de SOZO, que es “salvar” y de PHREN, que es “la mente”. Este vocablo es un adverbio que se aplica a un actuar responsable, sensible, prudente, a conservar el autocontrol y estar en plena posesión de las facultades intelectuales y emocionales.
Después se menciona a la justicia. Este es un término que aparece con gran frecuencia en las Escrituras, expresando un atributo de Dios que mantiene lo que es coherente con su propio carácter, y que necesariamente juzga lo que está opuesto a Él: el pecado.
En el hombre es también lo opuesto a la “anomia” o pecado. Se debe tener presente que, por lo que al hombre se refiere, aparte de una obra de gracia en él, “no hay justo, ni aun uno”. Con independencia del hombre, Dios ha revelado su justicia en el juicio exhaustivo y eliminación del pecado, y del estado con el que estaba conectado el pecado en el hombre.
Esto se realizó asumiendo el Hijo de Dios naturaleza de hombre, viniendo a formar parte de la raza humana, aunque sin pecado alguno en Él, y tomando en la cruz, vicariamente, el lugar del hombre bajo la maldición de la ley, siendo hecho pecado y glorificando a Dios al llevar el juicio del pecado.
Así, la justicia de Dios, declarada y expresada en los santos en Cristo, es la respuesta divina al hecho de que Cristo fue hecho pecado. Por otra parte, el lago de fuego es la expresión eterna del justo juicio de Dios.
En la actualidad la justicia de Dios es revelada en el Evangelio y apropiada por la fe. Éste es un principio enteramente diferente de aquel mediante el que actuaba el judío, esto es, el de intentar establecer su propia justicia, sin someterse a la justicia de Dios.
Su padre Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia; y la fe del creyente le es contada como justicia, aparte de las obras. Cristo Jesús nos es hecho justicia de Dios. Él es el fin de la ley para justicia a todos aquellos que creen.
Hay también la justicia práctica que caracteriza a cada cristiano. El conocer la justicia de Dios, viene a ser siervo de justicia. La esposa del Cordero es presentada vestida “de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”.
Y luego llegamos a la palabra quizás más utilizada en la Biblia que no siempre hemos conseguido definir correctamente: Piedad. Nos hemos quedado con la definición clásica del diccionario de la lengua española y en base a ello lo interpretamos.
Ese diccionario dice que Piedad, es: Lástima, Misericordia, Conmiseración. Y está bien, lo es, pero no en términos bíblicos. La definición que encuentras en un diccionario bíblico de mediano valor, es muy distinta a la del clásico de la lengua española.
Allí se nos dice que Piedad, es un término hebreo pronunciado como. GHAHSEED, que se traduce como “piadoso”,; “santo”, Con otra palabra, RAHGHAMEEM, que se traduce como “piedades”; y con la palabra griega THESEBEIA, que es “adoración” o “reverencia” a Dios, “temor reverencial a Dios”; otra como EUSEBEIA, que es “adorar bien”, y de ahí “piedad hacia Dios”; esto del latín PIETAS.
Es un afecto y respeto hacia Dios y los padres. Al clamar: “misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos”; “misericordia” es el término traducido en otros pasajes por piedad, el Señor demanda una respuesta de corazón, un don de todo el ser, en lugar de una religión formalista que cumpla mecánicamente los sacrificios ordenados por la Ley.
Pablo, que usa en varias ocasiones este término, escribe a Timoteo: “Ejercítate para la piedad… la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera”. La encarnación y la glorificación de Cristo constituyen el gran misterio de la piedad.
La sana doctrina es “conforme a la piedad”, por cuanto ambas cosas son inseparables. La piedad es nuestra principal fuente de ganancia aquí abajo, y debemos buscarla intensamente, para vivir verdaderamente “en toda piedad”.
La marca de la apostasía es la de tener “apariencia de piedad, pero negar(án) la eficacia de ella”. Así, debemos dar a Dios un culto que le sea agradable “con temor y reverencia”. El hombre piadoso de los Salmos es objeto de la bendición y protección del Señor.
Los judíos y los prosélitos piadosos acogieron felices la predicación del Evangelio. Tanto en nuestros días como entonces, “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”.
El mismo Dios da a los creyentes todo aquello que pertenece a la vida y a la piedad, y no dejará de librar de las pruebas a todos los hombres piadosos. La piedad se ejerce también en el seno de la familia y hacia los padres: viene a ser la piedad filial, particularmente grata a Dios. Por cuanto si uno no se cuida de los suyos, y principalmente de los de su familia, ha renegado de la fe, y es peor que un infiel.
Por tanto, el consejo para el creyente de este tiempo es el de moverse dentro del sistema secular y religioso en el cual le toca vivir, de un modo responsable, apoyado en el estricto sentido de la justicia que Dios tiene y con profunda convicción de lo que Él es y de lo que Él hará.
Y es con relación a esto que, precisamente, Pedro va a decirnos seguidamente que como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, que es como hablar de vida abundante y espiritual, estas también nos han sido dadas por el poder de Dios a través de la intimidad que tengamos o no con su Hijo Jesucristo.
Pero dice algo más: que además de todo esto que hemos expuesto, Él también nos ha llamado a participar de su gloria y excelencia. Ya sabemos de que modo se participa de la gloria de Dios: haciendo lo que Él ordena, nada más. Pero la excelencia es otra cosa.
La pregunta, es: ¿Qué debemos entender por Excelencia? Nada fuera de lo común. Sólo es algo de superior calidad o bondad que hace digno de singular aprecio y estimación algo. En la música se ha confundido el concepto, y es dable observar como se considera excelente lo que solamente es profesional y técnico. Eso será humanamente excelente, pero estamos hablando de la excelencia divina.
(1 Tesalonicenses 2: 10)= Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuan santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes; (11) así como también sabéis de que modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, (12) y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.
Fíjate que el encargo de andar como es digno de Dios, es una de las grandes claves en 1 Tesalonicenses par descifrar el mensaje y las enseñanzas de Pablo en aquel lugar. En líneas generales, él les enseñó como agradar a Dios. Les habló de la fidelidad marital y explicó que los creyentes podían esperar el sufrimiento.
En la segunda carta se enseña claramente, – Parece que necesitaban que se los recordara -, que la apostasía y la manifestación del hombre de pecado precederían el regreso del Señor. Todas estas enseñanzas fueron llamadas por Pablo tradiciones, e instó a su cuidadosa recolección y observancia.
Sin embargo, en este tiempo donde el mundo parecería haber comenzado a girar en forma más vertiginosa que anteriormente, hablar de andar como es digno de Dios, no se presenta del todo claro para nuestros hermanos contemporáneos.
¿Es, acaso, andar como es digno de Dios, asistir a cada reunión que se realiza en tu iglesia, aún a riesgo de abandonar tu familia, tu empleo o tus estudios? No. Indudablemente que no, aunque en muchos lugares se insista con enseñarlo así.
Hay sobrados testimonios de familias destruidas por las rencillas o los adulterios por causa de este falso entendimiento de la voluntad de Dios. Es más: cuando se cree oír la voz de Dios aconsejando una determinada cosa dentro de las organizaciones eclesiásticas, habría que orar firmemente y evaluar muy seriamente si lo que se ha oído es, en efecto, la voz de Dios.
Voces, se oyen muchas en el firmamento, pero Dios no se refiere jamás en sus directivas, a templos hechos por mano de hombre. Ya fue escrito, ya lo leímos, ya lo aprendimos, ya lo creímos. ¿Por qué nunca lo pusimos por obra?
Aquí Pablo es muy claro y contundente con relación a ese andar. No pasa por lo externo ni tampoco por lo testimonial en masa; pasa por lo interno y lo propio. Que nosotros mismos podamos dar fe de nuestra manera de andar, y confiar en que Dios también la haya visto.
¿Y de que forma de andar estamos hablando? Nada nuevo. Pablo lo explica aquí y la Biblia lo debe tener escrito no menos de cien veces. Una forma de vida santa, justa e irreprensible. ¿Y que es eso? Pues lo dicho: que nada te aparte del Señor (No de un templo), que jamás hagas algo injusto en el pueblo de Dios y que, al mismo tiempo, nadie tenga absolutamente nada para decir en tu contra.
Esto último es lo más complicado de conseguir. Porque de uno u otro sector, alguien siempre creerá que puede criticarte por algo. Pero mucho cuidado: una cosa es que los fariseos se enojen contigo porque estás abriendo los ojos dormidos y embotados de sus seguidores, y otra muy distinta es que no pagues tus deudas, no limpies la puerta de tu casa, no pagues tus impuestos o defraudes a quien te ha dado crédito. Lo primero es ser vituperado por SU nombre, lo segundo, simple irresponsabilidad e inconducta personal tuya.
Y esa gloria y excelencia son las que luego permiten que Dios nos brinde preciosas y grandísimas promesas. (¿Por qué no dice “grandes” y sí dice “grandísimas”? Porque las promesas de Dios son más que grande y no hay otro modo de denominarlas).
¿Y para qué nos serán útiles esas promesas? Entre otras cosas, para ser participantes de la naturaleza divina de Dios. Espero que hayas caído en cuenta lo que estoy diciendo. Te confieso que al escribirlo no puedo menos que estremecerme de asombro por la imponencia de lo dicho.
¿Entiendes, ahora, el rostro de decepción, amargura, tristeza y desaliento de Dios, cuando tú vas más que corriendo a los pies de ese pastorcito para que te ore y haga de alguna manera, algo que te ayude a salir de tus problemas? ¡Ese es un hijo suyo, participante de su naturaleza divina! Eso ve Dios.
Mira los cristianos que conoces. ¿Los ves triunfadores ante la vida o más bien como viviendo de prestado y casi como pidiendo permiso a los demás? ¡Pero hermano! ¡Tenemos que ser humildes! Basta. Esa humildad es con Dios, no desobedeciendo sus mandatos y haciendo lo que nos da la gana. Eso es humildad.
Pero ante el mundo incrédulo, impío y pecador, tú no eres un ciudadano de segunda categoría. No puedes ni debes dejarte abusar de ninguna manera por otro hombre, ni fuera ni adentro de la iglesia. Porque eres participante de la naturaleza divina de Dios y no puedes negociar un centavo por menos que eso.
“Es que…hermano…eso que usted dice, a mí me suena como soberbio u orgulloso…” No me interesa como te suene. Si eres un hijo del Rey, vivirás como un hijo de un rey. Y un hijo de rey es un príncipe, no un mendigo ni un plebeyo. ¿Está claro?
¿Eso quiere decir que todos los creyentes tenemos que ser ricos? No estoy hablando de dinero. El mundo es el que mide la importancia de la gente por su cuenta bancaria. De lo que te estoy hablando es de excelencia. Excelencia de príncipe. Aún en la pobreza de dinero.
Porque dice que a partir de esa condición divina que mora en nosotros es que podemos huir de la corrupción que hay en el mundo. ¿Y que es corrupción? Es el resultado de corromper algo. Y corromper es: alterar y trastocar la forma de algo, echar a perder, depravar, dañar, pudrir, sobornar a alguien con dádivas o de otra manera, pervertir o sacudir a alguien.
¿Existen todas estas cosas en el mundo? ¡Vaya si existen! Y nosotros, los creyentes, tenemos que vivir en medio de ellas, sin contaminarnos y sin permitir que esa decadencia nos afecte y, mucho peor, nos involucre.
Solamente el tomar conciencia de nuestra naturaleza divina es lo que nos posibilita no caer víctima de esa corrupción mundana. – “¡Está bien, hermano! Le entiendo. ¿Esto significa que mientras más tiempo pasemos trabajando en la iglesia, mucho mejor, no es así?
Quisiera poder responderte que sí, que es mejor, pero no puedo. ¿Sabes por que? Porque hay corrupción infiltrada adentro de la iglesia también. Y también de ella deberemos huir y quedar al margen, sin salpicarnos.
¿Corrupción en la iglesia? ¿Pero que está diciendo, hermano? ¿Usted sabe de lo que está hablando? ¡Eso es murmurar del siervo! Basta. Esta frase ha asesinado a más cristianos que el mismísimo diablo, porque le ha permitido a todos los lobos, asalariados, disfrazados de pastores, comerse una por una a las ovejas del Señor.
¿No se han alterado y trastocado cosas relacionadas con la Palabra de Dios, en la iglesia? ¿No se han echado a perder ministerios? ¿No se han depravado líderes? ¿No se han dañado estructuras puras? ¿No se ha sobornado gente?
¿No ha sobornado esa misma gente a líderes, con sus diezmos y ofrendas, con el fin de obtener cargos o posiciones? ¿No se ha pervertido (Que es torcido), el andar de la iglesia llevándola en direcciones políticas, sociales, humanistas , filosóficas o psicológicas? Y todo esto, visto las acepciones que te mencioné en primer término, ¿No puede catalogarse como corrupción?
¿Y entonces? ¿Cómo se entiende todo esto? ¿Cómo puede ser que si tenemos una naturaleza divina para huir de la corrupción que hay en el mundo, nos encontremos con que en lugar de haber conseguido eso, la corrupción se nos ha introducido adentro?
Muy simple. Porque no todo lo que acude a un templo, se sienta en los bancos, canta coritos, levanta sus manos, ora en voz alta aún por micrófono, dice “amén” a cada minuto, “gloria a Dios” a cada medio minuto y “aleluya” a cada segundo, y hasta predica cuando le dan permiso, es hijo de Dios auténtico.
Porque Pedro nos dice que los que han recibido la promesa de Dios han sido investidos de una naturaleza divina que les permite huir de la corrupción mundana, y es verdad. Lo que no dice, es que hay muchos que están con nosotros sin ser de nosotros y, pese a todo lo que puedan mostrar o hacer, para ellos no es esta palabra.
Y, finaliza diciendo, que esa corrupción se produce por causa de los inagotables deseos de bienes terrenales que los hombres tienen y en especial de los apetitos desordenados por los placeres deshonestos que manifiestan. Esto se reduce a una palabra muy utilizada y no siempre entendida: Concupiscencia.
(2 Corintios 7: 1)= Así que, hermanos, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
¿Cuáles son estas “tales promesas”? Que Dios morará entre nosotros, que nos recibirá, que será nuestro nuevo Padre. Todas estas cosas son más que suficientes para motivarnos a ir en búsqueda de la santidad tal como debe ser: en el temor de Dios.
¿Y cual es el nudo central del consejo que Pablo les da a los Corintios para que puedan acceder a esa santidad? Limpiarse de toda contaminación, tanto de carne como de espíritu. Sabemos que la carne puede contaminarse, pero ¿También el espíritu?
El espíritu humano es más que obvio que sí, que puede contaminarse. ¿Y cuando queda a salvo de esa contaminación? Cuando está pleno y lleno del Espíritu Santo de Dios. Porque si éste no habita esa morada, la habitará otro espíritu de otra categoría y procedencia.
Esa es la máxima tarea para el pueblo de Dios hoy. Ese es el mensaje básico que Pedro deja al pueblo de Dios en sus dos cartas. A la manera del antiguo arrepiéntete de Juan el Bautista y Jesús, este es el tiempo del límpiate de contaminación.
Hermano…es que yo soy miembro de una iglesia muy importante, que tiene un pastor muy conocido y prestigioso, hace más de diez años. ¿Necesito yo también hacer esa clase de limpieza? Sí, lo necesitas. Porque a menos que Dios te lo haga saber, tú no sabes cuanto hay de limpio y cuanto de contaminado en el suelo donde pisas a diario.
(Efesios 4: 22)= En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, (23) y renovaos en el espíritu de vuestra mente, (24) y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
En este texto, Pablo se encarga de destacarles muy claramente a los Efesios el contraste entre el anterior estilo de vida, dominado por el espíritu de la desobediencia, y la nueva capacidad del creyente para adoptar un nuevo estilo de vida, de obediencia a Dios, gracias al poder del Espíritu Santo.
Nosotros, todos, hemos orado (O lo hacemos todavía) más o menos con estas palabras: “¡Oh, Señor! ¡Haz que mi viejo hombre no me perturbe y me permita servirte!”. ¿Está mal? No, no está mal, está erróneo, nada más. Porque Dios, en su palabra, nos está diciendo que debemos despojarnos de ese viejo hombre. ¿Quién lo tiene que hacer? Nosotros. Dice claramente: despojaos…
De otro modo, Dios nos habría enseñado que debíamos pedirle a Él que nos despojara de esa molestia. Estamos pretendiendo que Dios haga algo que Él ordenó que hiciéramos nosotros. Es lo mismo que con las bendiciones.
En la palabra está muy claro cuando dice que debemos bendecir a nuestro prójimo. Sin embargo nosotros no sólo no lo hacemos, sino que pretendemos que Dios lo haga en nuestro lugar. – ¡No, hermano! ¡No creo que sea así! ¡He visto a mucha gente que bendice!
¿Ah, sí, eh? ¿Y el saludo? ¿Y las formas protocolares con que finalizamos nuestras cartas o mensajes? “Dios los bendiga” “Dios te bendiga”. ¿Dios es quien te tiene que bendecir? ¿No dice la palabra que soy yo quien tiene que hacerlo? Lo correcto es: Te bendigo en el nombre de Cristo Jesús”. ¿Has visto a muchos cristianos proceder así?
Luego se toca el tema de la renovación. ¡Qué problema! Recuerdo que la década del noventa fue muy prolífica en cuanto a este punto. Lamentablemente, todo se redujo a formas externas del culto. Instrumentos d percusión reemplazando a viejos órganos o pianos y cosas por el estilo.
Eliminación de los legendarios himnos (Y por consiguiente, también de los himnarios guardados en los bancos), e incorporación de músicas rítmicas y muy pegadizas para lo que se dio en llamar “el tiempo de alabanza” y de algo más lentas y casi románticas, estilo balada, para lo que se dio en denominar como el “tiempo de la adoración”.
Ambas cosas fueron incorporadas gustosamente a los órdenes de culto de casi todas las denominaciones, aún las más conservadoras y ortodoxas, y se insertaron tan bien que alguien llegaba al templo un domingo por la noche, ya iniciado el culto, y por el tipo de música que bajaba desde la plataforma, se podía saber con exactitud cuanto llevaba de comenzado y cuanto faltaba para el mensaje. Espontaneidad cristiana. Seguir al Espíritu Santo…
La renovación también incluyó que en muchas congregaciones en las que no se acostumbraba, comenzara a orarse por los enfermos y necesitados al final del culto. Nadie podría decir que eso estaba mal, ya que ayudaba y mucho, pero muy pronto la práctica se convirtió en una especie de pasarela donde los unos y los otros paseaban sus dotes y sus dones.
Por un lado, los hermanos más…espirituales, prestos a pasar al frente, recibir oración e imposición de manos, irse al suelo, sacudirse, temblar, reírse o llorar y luego de un buen rato ponerse de pie evidenciando haber “recibido” mucho del Espíritu Santo. ¿Crees que exagero si te digo que esos hermanos despertaban una “santa” envidia de los demás que no se habían atrevido a pasar al frente o, que habiendo pasado, ni se habían caído ni les había ocurrido absolutamente nada distinto?
Muchos pastores sin dudarlo nombraron den funciones de alto contenido espiritual a aquellos que más veces habían pasado al frente y se habían caído recibiendo toneladas de unción. No se necesitó demasiado tiempo para detectar que los más “ungidos” podían ser, al mismo tiempo, los más corruptos. “La unción del suelo” pasó a ser secundaria y dejó de constituirse en la forma más visible de renovación que se poseía.
Lo cierto y preciso era que, toda esta parafernalia de expresiones externas que nadie puede criticar ni censurar porque, en muchos casos, sí pueden haber tenido al Espíritu Santo como eje, se fue apagando y dejando ver que detrás de toda esta aparente aura de renovación, sólo había vetustos líderes que aprovechaban el crecimiento de sus congregaciones, con todo lo que ello significaba para sus ministerios, pero que en realidad jamás habían renovado un milímetro lo que Dios estaba demandando renovar: los espíritus de sus mentes.
Esto es exactamente lo mismo que con tanta y tanta gente que estaba asistiendo a una iglesia y de improviso ha dejado de hacerlo. ¿Es, acaso, cada situación de estas, una especie de confirmación ideal para el título de mi segundo libro, “Ya Salí de Babilonia; Y Ahora”?
De ninguna manera. Hay creyentes a los cuales el Espíritu Santo de Dios, (Por causa de su búsqueda de la verdad), les ha abierto los ojos y, efectivamente, han conseguido ver a Babilonia con toda su corrupción y su mentira y han decidido abandonarla por ello. Pero hay otros.
Gente que se peleó con el pastor por causas diversas, (en algunos casos con la razón de su lado y en otros con la razón del lado del pastor), no han podido soportar más la situación imperante y, en la opción de “O él o yo”, obviamente, han tenido que irse.
Hay otros que entienden que las cosas adentro de la iglesia deben hacerse de un determinado modo que no es el que se está haciendo don de asisten y, al intentar cambiarlo, se dan de narices cont5ra la férrea oposición de la estructura. Se enojan y se van.
Y hay más casos de características similares a estos dos últimos. Quiero decirte que, en estos casos, no hay abandono de Babilonia y, hasta mucho me temo que no hay ni siquiera conciencia de la existencia de Babilonia. Esa gente se irá a la otra calle, alquilará un salón, abrirán otra congregación y, en tres o cuatro meses, estarán haciendo las mismas cosas que antes criticaban.
(1 Juan 3: 2)= Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es.
¿Me creerás si te digo que a este verso siempre lo hemos leído casi de paso, sin tomar demasiado en cuenta lo que verdaderamente dice? Fíjate. Lo primero que Juan expone aquí, es nuestra condición actual, la tuya, la mía y la de todos los creyentes genuinos en Jesucristo. Ya sabes, no hablo meramente de gente que va a una iglesia. Dice que somos hijos de Dios
Entonces tenemos algo en claro aunque a muchos religiosos les resulte molesto: HOY, somos hijos de Dios por la fe en Jesucristo. Independientemente de si por esa religiosidad que te mencionaba, hay decenas de supuestos ministros que, jugando a ser humildes, declaran que no, que ellos no son nada más que siervos.
Allá ellos, pero tú ya sabes porque yo lo he enseñado mil veces en cien estudios, que ser siervo te hace solamente obedecer las órdenes de tu Señor; ser amigo te coloca en una mejor posición porque te enteras de algunas de las cosas de ese Señor. Pero ser hijo es la única vía posible de ser heredero de las riquezas del Señor. Por lo tanto: hijos. Eso, reitero, dice aquí, es HOY.
Porque el verso te está mostrando que en algún momento esta situación de hijo va a cambiar, va a modificarse. Y todo hace presuponer que no será para peor, sino para mejor, porque ese es el sentido en el cual ha sido escrito. Por tanto: hoy hijo, mañana veremos que mejor cosa tenemos.
Porque dice que aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. ¿Y por qué causa no se ha manifestado eso? Por la sencilla razón de que Él aún no se ha manifestado. Y aquí chocamos con lo desconocido, porque en realidad ignoramos el significado concreto de manifestar o manifestarse.
¿Será acaso que algo o alguien va a aparecer de pronto en el firmamento, entre luces de todos colores, relámpagos, truenos potentes y bramido de muchas aguas, como si fuera una figura espectral y fantasmagórica, y a eso le llamaremos “su manifestación”?
Podría ser. El futurismo no es mi fuerte ni tampoco a lo que hemos sido llamados los creyentes. A algunos se les complica la vida en confusión por su excesivo deleite en lo profético. Aunque en realidad lo que necesitan saber es que va a pasar mañana, sólo que por ser cristianos no pueden apelar a la adivinación ni a los horóscopos, entonces los remplazan con supuestos profetas.
El caso es que un diccionario cualquiera, de esos que se venden en cualquier librería y a los cuales tú puedes acceder sin inconvenientes, dice que manifestar, sencillamente es: declarar, dar a conocer. Otra acepción agrega: descubrir, poner a la vista. Me referiré solamente a los conceptos elementales, sin entrar en derivaciones contemporáneas influidas.
Tú puedes quedarte con la segunda si es que te agradan las cosas espectaculares, ya que nada te lo impide y existe y cabe esa posibilidad. Pero también puedes tener en cuenta la primera. Y esa no habla de nada espectacular en una manifestación, sino simplemente en que se sabrá algo que hasta ayer se ignoraba porque alguien lo dará a conocer.
Por tanto, el día de la manifestación puede ser, efectivamente y tal como se ha enseñado mayoritariamente, ese día en que todos volveremos a ver al Señor tal como se lo veía cuando ascendió. Y nosotros habremos sido solamente hijos de Dios hasta ese momento, donde pasaremos a ser otra cosa.
¿Y que otra cosa podríamos ser más allá y por encima de ser hijos de Dios? Ahora es cuando te van a entrar deseos de llamarme hereje o blasfemo, o acusarme de estar operando subrepticiamente para el movimiento de la Nueva Era. Porque aquí se nos dice que en ese momento de la manifestación aludida, seremos semejantes a Él.
¡Pero hermano! ¡Perdóneme, pero esto es Nueva Era! ¡Ellos sostienen que todos somos Dios! Claro, podría parecerlo, ¿No es así? Sin embargo este verso no dice que todos seremos semejantes a Dios, sino que está hablando de Jesucristo.
¿Y no es lo mismo? ¡Si también es Dios! Cuidado, no confundas las expresiones. ¿No ha dicho dios mismo que el hombre fue creado a Su imagen y a Su semejanza? Muy bien: Sú imagen es el espíritu, porque lo único que dice la Biblia de Dios, es que es espíritu.
Pero su semejanza no, porque a Dios nadie le vio jamás ni hay figura humana que pueda asociársele. ¿Entonces? Un día, Dios encarnó en una figura humana para poder cumplimentar lo de la redención por la muerte. Y allí encontró una figura en semejanza al hombre: Jesús.
Por tanto, nosotros somos hijos de Dios, copiados a su imagen, porque somos un espíritu, al cual se le ha dado un alma, y que transitoriamente habita una caja descartable llamada cuerpo. Pero su semejanza, la encontraremos pareciéndonos en esencia a Jesús el Cristo.
(023) Tengan Fe, Crezcan y Fructifiquen.
(2 Pedro 1: 5)= Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; (6) al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; (7) a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.
(8) Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.
(9) Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.
(10) Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.
(11) Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Lo primero que encontramos que nos dice Pedro con relación a nuestra fe, a nuestro crecimiento y a la factibilidad de fructificar, es que tengamos diligencia a la hora de realizar todas las cosas que nos han sido encomendadas.
Y esta palabra, diligencia, tiene varias acepciones y significados que será importante conocer con el fin de saber como debe ser un hijo de Dios en su actividad, tanto privada y doméstica como pública o ministerial.
Diligencia es, entre otras cosas: cuidado y actividad en ejecutar algo, prontitud, agilidad, prisa, negocio, dependencia, solicitud, amor y dilección. Como puedes ver, absolutamente opuesta a toda clase de ociosidad, apatía, desgano o falta de dinamismo.
Eso es lo que mucho pueblo de Dios aún no ha terminado de entender. A la hora de efectuar un trabajo de cualquier naturaleza, el hijo de de Dios debe ser el primero, el mejor, el más confiable, el más inteligente y, esencialmente, el más responsable.
Las congregaciones han capitalizado tanto a las personas para atenderse a sí mismas que han dejado de lado estos conceptos. Y es por esa razón, entre otras más, que hay tantos empresarios cristianos que, a la hora de tomar empleados nuevos, prefieren que no sean creyentes.
La idea divina era la inversa, esto es; que nos juntáramos entre nosotros y nos sirviéramos unos a otros en sujeción plena. Pero se ha cometido el error de enseñar que la sujeción al pastor está por encima a la de nuestro patrón o empleador y, en razón de ello, en muchas ocasiones algunos hermanos se han quedado desempleados.
Diligentemente es: ágilmente, con dinámica, responsablemente y con absoluta seriedad y cumplimiento. Estos son, – Reitero –, valores indispensables a la hora de fructificar. Y si fructificar es arrojar buenos frutos (Que no son necesariamente nuevos cristianos, sino buenas obras), ya tienes completado el cuadro de situación correcto.
Y entonces comienza con un detalle cronológico y continuado de diversas añadiduras que no son antojadizas ni casuales. Están allí porque algo significan y en el orden que están porque tienen parentesco directo las unas con las otras.
¿Qué es lo que tenemos como punto de partida? Fe. Dice la Palabra de Dios adonde quieras leerlo, que sin fe es imposible agradar a Dios. ¿Por qué razón será esto? Simple. Porque si te dedicas a las cosas de Dios sin fe, estás obrando con hipocresía, simulación y cierta clase de manipulación carnal.
La palabra Fe, es la palabra griega: PISTIS. Es una palabra relacionada con “creer”; desde luego, ambos conceptos no pueden estar separados. En el Antiguo Testamento aparece dos veces la palabra fe en sentido propio.
Las palabras en hebreo. son EMUN Y EMUNAH; pero AMAN se traduce frecuentemente como “creer”. La primera vez que este verbo aparece en el Antiguo Testamento es cuando se usa en la historia de Abraham: Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.
En esto se apoya Pablo en Romanos 4, donde la fe del creyente le es contada por justicia, sacándose la conclusión de que si alguno cree en Aquel que resucitó a Jesús el Señor de entre los muertos, le será contado por justicia.
Esto puede recibir el nombre de “fe salvadora”. Es la confianza en Dios puesta en Su palabra; es creer en una persona, como Abraham creyó a Dios. El que cree en el Hijo tiene vida eterna. No hay virtud ni mérito en la fe misma; lo que hace es ligar al alma con el Dios infinito.
La fe es ciertamente don de Dios. La salvación es sobre el principio de la fe, en contraste con las obras bajo la ley. Pero la fe se manifiesta por las buenas obras. Si alguien dice que tiene fe, es cosa razonable decirle: “muéstrame tu fe” por tus obras. Esto en referencia a lo testimonial y no a la beneficencia.
Si, por otra parte, la fe no da evidencia de sí misma, es descrita como “muerta”, totalmente diferente de la fe verdadera y activa. Un mero asentimiento mental a lo que se afirma, como mero asunto factual, no es fe. Así, la fe engloba la creencia, pero llega más lejos que ella, dándose de una manera vital a su objeto.
El hombre natural puede creer un cúmulo de verdades. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan dice en Santiago 2:19. Pero el creer personalmente, con una involucración personal, esto es, la fe, da gozo y paz.
Hay también el poder y la acción de la fe en el camino del cristiano: Por fe andamos, no por vista. Vemos esta fe exhibida en las vidas de los santos del Antiguo Testamento, cantada en Hebreos. 11. El Señor tenía que reprender con frecuencia a sus discípulos por su carencia de fe en su andar diario. El creyente debiera tener fe en el Dios viviente con respecto a todos los detalles de su vida diaria.
La fe es en ocasiones mencionada en el sentido de “la verdad”, lo que ha sido registrado, y lo que los cristianos han creído, para la salvación del alma. Por esto los cristianos deberían contender eficazmente para no perderla. Se trata de un depósito fundamental.
Son muchos los falsos profetas que han salido al mundo, y que se han introducido encubiertamente para predicar herejías destructoras, negando la persona y la obra de Jesucristo. Con frecuencia, se ha presentado la “razón” como opuesta a la fe.
Sin embargo, ésta es una postura falsa. La fe acepta una revelación venida de parte de Dios acerca de temas que el hombre no puede llegar a conocer por su propia cuenta. El hombre solamente puede investigar aquello que ha sido puesto debajo de su potestad.
La razón es aquella facultad por la que el hombre puede, una vez tiene datos, clasificar estos datos y sacar unas determinadas consecuencias de ellos. No puede, por sí misma, conseguir datos, sino trabajar sobre ellos.
Hay datos que el hombre puede conseguir mediante una investigación de su entorno. Pero no es “la razón” lo que puede decirle que ésta sea toda la realidad existente. La razón no puede nunca negar la posibilidad ni factualidad de una revelación procedente de Dios.
No puede ni siquiera pretenderlo. Si en nombre de la razón se pretende negar la Revelación, se abandona por ello mismo la racionalidad, y se cae en el racionalismo, la totalmente injustificada atribución de un carácter absoluto a la razón, como juez y árbitro final.
No es la razón, entonces, lo que empuja al hombre a negar la Revelación, sino la incredulidad, movida por la enemistad contra Dios. El caos de las religiones y filosofías de factura humana constituye la demostración de ello. Por la caída, el ser humano entero ha quedado hundido en las tinieblas.
Así como su cuerpo está abocado a la tumba y su corazón es capaz de los peores sentimientos, su razón ha quedado falseada y su inteligencia entenebrecida. Decía Pablo de los paganos de su tiempo, griegos y romanos: profesando ser sabios, se hicieron necios.
El hombre moderno no ha adelantado nada, a pesar de todos los avances de la ciencia tocante al mundo sensible. No le son accesibles de manera natural las cosas que atañen a la fe, porque para él son locura, y no las puede entender; pero Dios está dispuesto a revelarlas por su Espíritu.
Es entonces que se ilumina la inteligencia del hombre, hallando la solución a los más vitales problemas de la existencia, y que su razón regenerada halla su verdadero lugar al quedar iluminada y dirigida por la fe.
El conflicto no está, pues, entre razón y fe, sino entre la razón obrando en un esquema mental de incredulidad y rebelión contra Dios y su revelación frente a la razón informada, iluminada y dirigida por la gozosa confianza en el Dios que ha hablado, revelándose a Sí mismo su justicia, amor, y propósitos en Cristo Jesús, en el tiempo y en la eternidad.
Ahora bien; a esta condición obtenida por don de Dios, Pedro nos dice que en primer término, debemos añadirle virtud. Este término denota una excelencia moral motora de acciones rectas y dignas. En el Antiguo Testamento, Moisés escogió varones virtuosos para que le ayudaran en la tarea de juzgar al pueblo de Israel.
Rut recibe el calificativo de mujer virtuosa. La mujer virtuosa es la corona de su marido, y en uno de los Proverbios se describen sus excelencias. Las virtudes cristianas deben ser lo que llene la mente del cristiano, la virtud es efecto de la fe en acción; los cristianos somos “pueblo adquirido por Dios” con el objeto de anunciar las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.
Este término, en los originales, es la palabra ARETE. En el griego clásico se usaba esta palabra para describir a cualquier cualidad que le ganaba a una persona la estimación pública. Tiempo después, la palabra significó valor intrínseco, excelencia moral y bondad.
Se la aplica a Dios en algunas escrituras, y también a las personas en este texto base que estamos estudiando. Muchos eruditos piensan que en los tiempos bíblicos ARETE se usaba comúnmente para referirse a manifestaciones del poder milagroso de Dios. ¿Vas tomando nota?
A aquella fe que ahora también contiene virtud, dice el apóstol que le debemos añadir conocimiento. ¿Significa eso que deberemos asistir a grandes universidades o institutos teológicos con el fin de obtener doctorados o master al respecto? No tan así.
Son varias las palabras griegas que se traducen como conocer, siendo las principales: (a) OIDA, que significa “conocimiento interno consciente” en la mente; y (b) GINOSKO, que significa “conocimiento objetivo”.
Este último pasa a la conciencia, pero no a la inversa. Son varios los pasajes en el Nuevo Testamento en que aparecen ambas palabras, y un estudio de ellas (Por. ejemplo, en el Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español, de F. Lacueva, de Editorial. Clíe; o Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, de W. E. Vine) demostrará que estas palabras no se usan de una manera indistinta, y se tienen que considerar de una manera cuidadosa.
No obstante y por si te sirve, yo tengo la convicción que cuando la Biblia habla de conocer, (Adán para con Eva, José para con María la madre de Jesús), mayoritariamente, está hablando de intimidad. Por tanto, conocimiento de Dios, es saber quien es, que piensa, que quiere.
De allí que cuando en el libro de Oseas se nos asegura que el pueblo se pierde y perece por falta de conocimiento, no es porque ese pueblo no haya estudiado intelectualmente la letra de la ley o el Antiguo Pacto, sino porque nunca buscó a Dios en la intimidad.
A esa fe llena de virtud y conocimiento, hay que añadirle, – Según Pedro -, hay que añadirle Dominio Propio. ¿Y que cosa es el dominio propio? Los libros pueden decir que se parece a la templanza, a la cautela, a la moderación.
También se puede consignar que se trata de cierta sensatez, buen juicio para determinadas cuestiones. Otros manuales especifican que se trata de una de las cuatro virtudes cardinales que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello.
Hay enseñanzas que lo muestran como un elemento que tiene que ver con la moderación, con la sobriedad y la continencia, al margen de las otras que lo identifican con la benignidad del aire o el clima de un país. ( ?? )
Y una última teoría, da cuenta de que el tal dominio propio se trata de una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón. Aquí es donde el dominio propio toma la forma del autocontrol. Es muy parecido, pero no es la misma cosa, seguramente.
El caso es que el dominio propio es uno de los frutos que produce en nosotros el Espíritu Santo de Dios. Es imposible contar con dominio propio si no se cuenta con la presencia del Santo Espíritu de Dios en nuestro interior.
Es muy llamativo que cristianos avezados y supuestamente maduros, a la hora de esbozar teorías de guerra espiritual, no duden en señalar que “el espíritu los tomó y no pudieron resistirse a su dirección” ¿Has oído esto alguna vez en tu iglesia?
Bien; si lo has oído, ya sabes que tienes a una quinta columna satánica infiltrada en tu casa, porque ningún espíritu que provenga de Dios va a tomar a alguien quitándole su voluntad por la simple razón que estamos estudiando, ese Espíritu Santo proporciona dominio propio, que es la capacidad para decidir si hacemos o no hacemos lo que sentimos de hacer.
Con esto estoy elaborando doctrina, que si quieres seguir y te interesa, la sigues, y si no, la dejas y asunto terminado. Esta doctrina dice que si un espíritu te toma y no te deja mover con libertad, no es un Espíritu Santo, sino diabólico.
Seguidamente, Pedro nos enseña que a todo lo expuesto debemos agregarle paciencia, por lo que será muy atinado consultar elementos que nos permitan saber de que se trata esta palabra y su significado concreto y correcto.
Paciencia, entre otras cosas, implica sufrir circunstancias adversas esperando, pero de una manera voluntaria, y no por mera necesidad. Hay muchas exhortaciones al cristiano para el ejercicio de esta virtud, a fin de que el creyente pueda soportar sin murmuraciones aquellas pruebas ordenadas por el Señor, así como las oposiciones, injusticias y provocaciones que puedan caer sobre él por causa del nombre de Cristo.
Esta paciencia de los santos debe ser reflejo de la paciencia del mismo Dios, que es llamado “el Dios de la paciencia”, quien ciertamente la ha mostrado hacia un mundo lleno de pecado, con vistas a la cruz de Cristo: “habiendo pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”.
También en el mundo antiguo Dios reveló su paciencia dejando un largo espacio de tiempo para el arrepentimiento a los contemporáneos de Noé, y se insiste en que la paciencia de Dios es para salvación, por cuanto el creyente que tiene que manifestar el espíritu de Cristo, es llamado a ejercitar la paciencia de Cristo, y ello hasta la venida del Señor.
A esta paciencia que se había sumado a la fe, la virtud, el conocimiento y al dominio propio, ahora le añadiremos la piedad. De este ítem ya he hablado explícitamente, por lo que solamente voy a colocar lo que es la conclusión: piedad es espiritualidad, no necesariamente lástima o comisión que es como la entendimos y la utilizamos nosotros en mayoría.
Luego tomaremos nota del afecto fraternal. Este sentimiento (Y como tal emana de nuestras almas), es la resultante de la posesión de aquella clase de amor que no es Ágape (Que es el amor de Dios, el carácter), sino de Phileo, que es el amor humano y sentimental y emotivo.
Tú me podrás decir que como puede ser, que si en otra instancia de la enseñanza te digo que no es este el amor de Dios que se nos demanda, como puede ser que ahora Pedro lo sugiera en recomendación para los creyentes. ¿Hay contradicción?
No hay ninguna contradicción. Entiende: Dios nos creó tal como somos, esto es: con emociones. Pero nos señala claramente que no debemos vivir por esas emociones sino por el espíritu. Lo que Pedro enseña aquí es que, más allá de vivir por el espíritu, no será malo sino conveniente usar esas emociones para el bien.
Conozco a supuestos cristianos que, envalentonados por las directivas divinas (Más algunas terrenales eclesiásticas), olvidan y desatienden a sus familias dándole prioridad no a Dios, sino a la iglesia como institución que necesita de su servicio activo.
No es esta la voluntad e Dios. Nada va a pasarte a ti ni a tu familia si pones en primer lugar al Señor y su justicia. Lamentablemente, no puedo decirte lo mismo si decides poner por prioridad a la iglesia institucional y administrativa.
Dios quiere ser el primero en tu vida para evitarte idolatrías, pero también desea que los afectos con los cuales te has rodeado te ayuden a ser feliz aquí y ahora. Ama a tu esposa o esposo, novia o novio, a tus padres, a tus hijos y a toda tu familia, eso es bueno. ¿Dios? Dios en primer lugar. ¿La iglesia? También. ¿La congregación y el templo? A continuación de toda tu familia…
Y al afecto fraternal, amor. Este es un término que, en la Biblia, es traducción de varios otros. En hebreo, en el Antiguo Testamento, tenemos los siguientes: (a) AHABAH, relacionado con el verbo AHEB.
Se usa: del amor de Jacob por Raquel; del amor de David hacia Jonatán; del amor de Amón hacia Tamar; del amor hacia los semejantes, pagado con odio; del amor del esposo hacia la esposa; del efecto del amor en las relaciones humanas; del amor de Jehová hacia Su pueblo.
En segundo término, nos encontramos con OHABIM, de actos de amor; En tercer lugar, DOD, como el anterior. En el Nuevo Testamento se traduce amor un término griego, AGAPE. La palabra EROS, que no se usa en el Nuevo Testamento, conllevaba siempre la idea, en mayor o menor intensidad, de deseo y de avidez.
Con AGAPE se designa el amor de origen divino: del Padre al Hijo, donde se usa el verbo relacionado, AGAPAO, de Dios al mundo, igual observación que en el caso anterior, o de Dios a los creyentes, o el amor de Dios en nosotros, obrando hacia los demás, dándose en 1 Corintios 13 el más completo conjunto de cualidades de este amor.
Con el vocablo PHILANTHROPIA se designa el amor dirigido al hombre. Más exactamente se usa la forma verbal, designando la acción. A este respecto, es digno resaltar que la primera mención de amor en la Biblia es el amor de padre a hijo, de Abraham a Isaac; la segunda mención es el amor del esposo hacia la esposa, de Isaac a Rebeca.
Estos dos amores son dos hermosos tipos del amor: (a) del Padre hacia el Hijo, y (b) del Hijo hacia Su Iglesia. Una afirmación fundamental en las Escrituras es que Dios es amor. No se trata meramente de uno de Sus atributos, sino que la misma esencia de Su ser es amor.
De ahí que el pecado tenga como consecuencia división, separación, alienación. De ahí también el énfasis en centrar el comportamiento humano en el amor a Dios y al prójimo. Este amor, para ser genuino, tiene que estar fundamentado ante todo en una relación genuina con Dios, y tiene que provenir del mismo Dios; las imitaciones no son válidas.
Solamente puede surgir de una relación viva con Dios ya conocido por medio de Jesucristo. Todo lo que no surja de una relación vital con Dios no es el amor AGAPE descrito en 1 Corintios 13, sino el efecto meramente natural.
Esto último complementaría lo anterior y conformaría una especie de amor fraternal, que es el tipo de amor que más abunda, que más vemos a nuestro alrededor. Aunque habrá que decir que también es el más riesgoso, porque a diferencia del divino, esta clase de amor, a veces, sí deja de ser…
Es notorio que Pedro ha descrito aquí las preciosas y grandísimas promesas que intentan capacitarnos para ser participantes de su naturaleza divina y para permitirnos huir de la corrupción que hay en el mundo.
Estas gracias son necesarias para llevarnos por encima de la decadencia de la naturaleza humana y hacia el afecto fraternal y el amor. La bondad fraternal disuelve la contienda personal y las desatenciones de unos con otros.
Nos permite preocuparnos otra vez de nuestro enemigo real: Satanás. Más todavía: saber amar es saber recibir y generar el amor ágape. Ese que nos asemeja a Cristo, ese don providencial lleno de afecto, rebosante de benevolencia, que provee una fiesta de amor a todos los que ministramos en el nombre de Jesús.
Este texto constituye una promesa para aquellos cuya consagración permite a todos estos dones, fluir: podemos realmente participar de la naturaleza divina, sí, podemos. Porque esa naturaleza se eleva muy por encima del espíritu corrupto y divisivo del mundo.
Pedro nos ha dado una relación ascendente de virtudes cristianas que, una vez establecidas en nuestras vidas, hará que produzcamos frutos en el verdadero conocimiento de Dios. Te queda claro con esto que hay un “conocimiento” de Dios que no es verdadero.
La vida que viene del conocimiento de Dios sólo puede traer el bien a los demás. Fracasar en la decisión de crecer en Cristo trae consigo la incapacidad para percibir las bendiciones recibidas con la conversión, a tal punto que se olvida o ignora nuestra identificación con Jesús.
Si no nos atrevemos a reconocer que una vida eficaz y productiva es el resultado estricto de la santificación, (Que es la transformación de nuestro carácter), que comienza con la fe y da frutos en amor, seguiremos inscriptos en esa franja amorfa e inexpresiva de cristianos nominales que no sólo jamás podrán cambiar al mundo, sino que lamentablemente, tampoco podrán cambiarse ellos mismos.
Entonces, nos encontramos conque el que tiene fe, virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad y afecto fraternal, tiene AGAPE, esto es: amor de Dios, carácter interno de ser considerado hijo de Dios.
Ese es el amor que echa fuera todo temor, que cubre multitud de pecados y que nunca deja de ser. El otro, el romántico, emocional y sentimental, es otra cosa. Ese podrá ser base para novelas, libros y canciones poéticas, pero nunca para ser más que vencedor en Cristo Jesús.
(Colosenses 2: 1)= Porque quiero que sepáis cuan gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro (2) para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, (3) en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.
En estos versículos, Pablo expresa las emociones de angustia y gozo. Preocupado por su bienestar espiritual, agoniza en oración por los creyentes de Colosas y Laodicea, amenazados por los falsos maestros.
El énfasis de su oración descansa en que mantengan la unidad en la batalla contra la herejía y en el pleno reconocimiento de su suficiencia en Cristo. Por otro lado, se muestra gozoso porque los colosenses se mantienen firmes en sus posiciones, con su atención puesta exclusivamente en Cristo.
Es necesario que aquellos que se dicen ministros, que se autoproclaman líderes, que se nombran a sí mismos como conductores del rebaño del Señor, se concentren en Jesucristo. Solamente así podrán edificar una unidad en el conocimiento en el Señor y no basada en proyectos humanos compartidos.
(Hechos 24: 26)= Esperaba también con esto, que Pablo le diera dinero para que le soltase; por lo cual muchas veces lo hacía venir y hablaba con él.
Pablo había finalizado un momento atrás una disertación de las que llevaban su sello donde, curiosamente, había hecho especial hincapié en el dominio propio. Félix, gobernador del lugar en el que Pablo estaba prisionero, lo había convocado con la finalidad de hacerle pagar por su libertad, tal como se estilaba en la época.
Ahora bien: ¿Solamente en aquellos tiempos de Félix y Pablo se usaba el cohecho, el soborno o la paga por protección legalizada? No. Hoy también se estila. Entonces la pregunta, es: ¿Qué harás tú, si cayendo detenido por algo de lo que no eres culpable, entiendes que sólo te dejarán en libertad si la compras con dinero?
Muy fácil es decirlo, predicarlo, aullarlo y vociferarlo desde un cómodo sillón frente a un ordenador de textos. No tanto, desde una celda mugrienta, húmeda e infecta donde estás a oscuras, encerrado, sin saber si alguien no te inventará algo que no cometiste para dejarte adentro por causa de las obligaciones policiales de encontrar culpables para los delitos de su jurisdicción.
(Lucas 21: 19)= Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.
Este es, quizás, uno de los versículos que ha dado origen a la antigua muletilla evangélica que nos envía “a ganar almas”, algo que la Palabra nunca dijo. Porque aquí no se habla de las almas ajenas sin o de las propias. Es algo así como cuidar nuestra salvación con temor y temblor.
El Nuevo Testamento, que es la base de nuestra tarea actual de evangelización, nunca ha hablado de ganar almas para Cristo, sino de hacer discípulos. Lo que sucede es que la tradición, en muchos casos, puede más que la propia palabra.
Ahora bien: ¿Qué es el alma, concretamente? Hagamos algo de historia al respecto. La palabra hebrea NEFESH, (que es uno de los vocablos traducidos generalmente en castellano por “alma”) aparece 754 veces en el Antiguo Testamento.
Como puede verse en la primera cita bíblica al respecto, significa “lo que tiene vida”, y se aplica tanto al hombre como a los demás seres vivientes. Muchas veces se identifica con la sangre, como algo que es esencial para tener aliento y animación, y en el hombre es su principal característica que lo distingue de los seres irracionales.
La primera función del alma es la de dar vida al cuerpo, y como la respiración es el signo principal de la vida física, de ahí que en hebreo, como en la mayoría de las lenguas, se designe con términos que se relacionan más o menos con la imagen del aliento.
Este principio es la base donde radican los sentimientos, las pasiones, la ciencia, la voluntad. El alma expresa al hombre entero, a su total personalidad en muchas de las ocasiones en las que aparece en la Biblia.
Toda esta concepción del alma se basa en la observación concreta del hombre. Así, estar en vida es todavía tener aliento; cuando el hombre muere sale el alma, es exhalada, y si resucita vuelve el alma a él.
Para el pensamiento hebreo el alma es inseparable del hombre total, es decir, que el alma expresa los hombres vivientes. Tal vez aquí radica el origen de la identificación del alma con la sangre; el alma está en la sangre, y a veces se dice metafóricamente (?) que la sangre es la vida misma.
De todos estos pasajes se puede deducir que la NEFESH es el principio de vida vegetativa que se considera ligada a la sangre del ser vivo. Hay en hebreo además otras palabras que tienen casi el mismo significado, como NESAMAH, que expresa un soplo divino vivificante que es principio de vida racional, sensitiva e intelectual.
Otro término casi equivalente es RUAH, que designa un soplo vital, el principio de la vida y de los sentimientos. El hombre es superior y se distingue de las bestias por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios.
En el Antiguo Testamento la NEFESH parte del cuerpo con la muerte; pero el término no se aplica al espíritu de los muertos. “Ya que la psicología hebrea no tenía una terminología semejante a la nuestra”; la explicación debe buscarse en los pasajes donde las palabras hebreas traducidas por “corazón” y “espíritu” son usadas.
Es preciso esperar a los tiempos del Nuevo Testamento, los de la plenitud de la Revelación en Cristo, para tener una doctrina completa del alma. En el griego del Nuevo Testamento la palabra PSYCHE se usa como equivalente de la palabra hebrea NEFESH, pero hay once casos en los Evangelios Sinópticos en que se expresa la seguridad de la vida después de la muerte.
En todos los cuatro evangelios la palabra PNEUMA, que es equivalente de RUAH, también se usa para indicar la vida espiritual, y la palabra KARDIA (“corazón”) se usa para expresar la vida psíquica del hombre.
En el Nuevo Testamento el alma es la parte invisible del hombre, en oposición con la sangre y la carne; la PSYCHE, el alma, es el principio de la voluntad y del querer, el centro de la personalidad íntima del hombre; el alma es nuestro propio yo.
En el Nuevo Testamento, al contrario del Antiguo, el alma puede vivir separadamente del cuerpo y es el principio que le da vida. Claramente se habla de la supervivencia del alma. Así que es sinónimo de espíritu, y cuando el apóstol Pablo habla de tres componentes del hombre, a saber: cuerpo, alma y espíritu, no debemos pensar en una verdadera tricotomía, sino en la distinción entre la vida biológica del hombre y su vida espiritual, y que son salvos juntamente con su cuerpo, porque Dios salva al hombre total, que, si ahora está sometido a la muerte, será transformado y revestido de inmortalidad al final de los tiempos.
La expresión usada por Pablo que compara la muerte a un sueño es una metáfora usada ya por los judíos y que ciertamente aparece también en numerosas inscripciones en las catacumbas de las primeras generaciones, y en la cual se expresa la firme convicción de que si duermen en el cuerpo, ciertamente ya han empezado a gozar de la salvación de Dios.
En este pasaje, como en otros, el apóstol supera las falsas concepciones que invadían el mundo helenístico en cuanto a la resurrección. El hombre total resucitará, en alma y cuerpo, porque la muerte no termina con el hombre, ya que Dios, cuando lo creó, lo hizo inmortal, y si por el pecado la muerte entró en el mundo, por Cristo entró la vida.
Aunque la Biblia no desarrolla la idea del alma de una manera abstracta como lo hace la filosofía, no obstante, es bien claro que en el Nuevo Testamento el alma que anima al hombre terrenal lo sobrevive y lo animará cuando, ya transformado y revestido de inmortalidad, tenga la plena visión de Dios.
Cuando Dios creó al hombre a su “imagen y semejanza”, su alma, su vida, su carácter, su voluntad, su psicología, su personalidad total tenían rasgos divinos que el pecado destruyó. El hombre, señor de la Naturaleza, tiene un alma, una vida superior a la de los animales, sobre los cuales tiene dominio por su razón y personalidad que le vienen por un acto de la soberana voluntad de Dios que le permite señorear y “llamar” por su nombre a los animales.
Su alma es, por tanto, superior y distinta de la de los demás seres. El hombre resucitará en su integridad (tanto los buenos como los malos) al final de los tiempos. Creer o no creer en este concepto es el pase, el ticket, el abono, la llave que te permitirá ingresar o no en la presencia de Dios.
(1 Tesalonicenses 3: 12)= Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros.
Que Pablo quisiera volver a ver a los tesalonicenses para completar lo que faltara de su fe, no debe ser entendido en un sentido literal: en las cartas no se especifica falla natural alguna. El tono sugiere una súplica para que crecieran y abundaran en amor unos para con otros y para con todos.
Sin embargo, el apóstol deja una precisión que será muy importante tomar y tener en cuenta par no pretender lo imposible. Dios es quien puede hacer crecer el amor en ti. No puedes conseguirlo por ti mismo, no te es dado. Pide amor y llegará amor. El problema mayor es que tú decidas dejarlo fluir.
Aquí es donde Pedro nos señala que, si todas estas cosas que hemos mencionado y estudiado detalladamente, están en nosotros y, más que estar por estar, abundan, es cuando no podremos estar ociosos o sin fruto en cuanto a nuestro conocimiento del Señor Jesucristo.
Sería muy atinado, mucho más que culparte o condenarte por algunas de estas cosas que no tienes, te dediques a dar gracias por las que tienes y ver, a su luz, cuanto conocimiento de tu Señor te esta dando todo ello. Allí veras algo muy importante: no tanto lo que te falta para llegar a la estatura del varón perfecto, sino que cantidad milimétrica has adelantado hoy…
(Juan 15: 1)= Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
(2) Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará, y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, par que lleve más fruto.
Ya lo sabemos, pero creo que bien vale la pena reiterarlo porque siempre puede quedar alguien que lo ignore. Dentro de lo que es la vitivinicultura, ámbito dentro del cual Jesús da este ejemplo, el Pámpano es el sarmiento verde, tierno y delgado, o pimpollo de la vid o, específicamente, el tallo nuevo de la misma.
Ahora trata de imaginarte esta planta aunque jamás hayas visto una vid o un viñedo. (En mi provincia argentina de Mendoza, obviamente, hasta el hermanito más anónimo nos puede dar una clase magistral de este tema).
Hay una planta, un arbusto o algo que tiene vida, crece y se desarrolla. ¿Por donde transita esa vida que la sostiene? Por el interior de sus tallos. ¿De donde parte? Del tallo principal. ¿Y adonde se extiende? A los tallos que cada día se van sumando a la planta.
Esto mismo es el evangelio. Hay un tallo principal que es Cristo y de Él mana la vida y la nutrición de todos nosotros, sus tallos. Si alguien no es alimentado con esa savia, es un elemento extraño a la planta. Y si nos alimentamos de Él, cada tanto, el Padre que es el labrador, deberá podarnos, recortarnos y hasta eliminar algunos que perturban el crecimiento de los otros. ¿Lo estás entendiendo mejor?
(Tito 3: 14)= Y aprendan también los nuestros a ocuparse en las buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto.
Estoy convencido que una cosa son las buenas obras y otras, muy distintas, las obras correctas. Buena obra, (Que es la que aquí se menciona), es aquella que se produce como fruto de la presencia del Señor en nuestras vidas.
Obras correctas, mientras tanto, es la que se realiza a partir de los deseos del alma. Que pueden ser de mucho beneficio para la sociedad y muy loables, pero que no necesariamente tienen que ver con nuestra vida espiritual.
Es mucha, – Demasiada podría asegurarte -, la gente que cree que hacer obras correctas, (A las que llaman “buenas obras”), los lleva derecho al cielo por esa simple causa. Debo desalentarlos porque no es así. De otro modo, toda la Cruz Roja Internacional, irreprochable en su trabajo de servicio, sería salva. Y no es así.
La presencia del Señor en nuestras vidas, nos proporciona los elementos básicos para producir buenas obras. Una vida sin Dios, por mejor intencionada que sea la persona, sólo producirá obras que esa sociedad considerará correctas. Pero no podrán llevar fruto alguno en el ámbito espiritual.
Y añade Pedro que, el que no tiene estas cosas, (Todo lo mencionado anteriormente más las buenas obras), tiene la vista muy corta y es ciego. Cuidado. NO una cosa o la otra, ambas. Porque no es lo mismo una vista corta que la ceguera.
Tener la vista corta, es lo que nosotros, literalmente, denominamos como “miopía”. ¿Qué es? No tener una visión clara salvo que tengamos al objeto pegado a nuestras narices. La ceguera es ausencia total de visión en cualquier condición.
¿Ocurre esto en la iglesia del Señor? Ocurre. En muchos casos, el líder del lugar sostiene que ha recibido una “visión” de Dios para hacer una determinada cosa y se enfada porque el resto de la iglesia no lo entiende ni lo acompaña.
Pueden darse dos circunstancias diferentes: O realmente ese hombre tiene visión de Dios y sus hermanitos están en cualquier cosa, o bien ha tenido una visión personal y, sus hermanos, que espiritualmente están mejor plantados que él mismo, disciernen perfectamente que no pueden hacer lo que se les manda porque eso no proviene de Dios.
Dice Pedro, además, que esa corta visión o ceguera, no le permite a la gente tomar conciencia clara respecto a la purificación de sus antiguos pecados. Esto es: han sido lavados, limpiados, restaurados y regenerados y lo han olvidado, comportándose como si jamás eso hubiera sucedido.
¿Se puede decir que son desagradecidos para con Dios? Se puede decir, pero ellos son ignorantes de ese desagradecimiento. ¿Por qué razón? Porque no alcanzan a verlo, ya que su visión es de corto alcance, o sencillamente porque se han quedado espiritualmente ciegos.
(1 Juan 2: 11)= Pero el que aborrece a su hermano, está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe adonde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.
El amor es característico de la luz; y el odio, de las tinieblas. Y ambas son enemigas mortales; razón por la cual lo genuino de la relación con Dios, se manifiesta en el compañerismo fraternal. NO es excluyente, claro está; pero es indicador y de los buenos.
Entonces te encuentras con alguien que te dice: ¡Pero no, hermano, no puede ser! Un siervo tan ungido, maduro, de tantos años en el evangelio, no entiendo; ¿Cómo me va a agredir de esa manera? ¿Qué puede haberle sucedido? ¡Es un ataque del diablo!
Sí, es un ataque del diablo, pero que se introduce por la tremenda abertura que, como si fuera una puerta, tú mismo le has abierto en algún área muy sensible. Porque aquí se nos dice que el simple hecho de aborrecer a tu hermano (Y hablo de hermano genuino, claro está), te hace estar en tinieblas.
Y no solamente te hace estar momentáneamente allí. Dice que a partir de ese aborrecimiento desagradable para dios, tú no sólo estás en tinieblas, sino que también caminas por ella, andas en ella. Y que por ese motivo, es más que obvio que no tienes ni la menor idea hacia donde vas.
Muy bien; eso te está sucediendo porque las tinieblas mismas, esas a las cuales has accedido por tu propia voluntad y decisión, al aborrecer a quien Dios nos mandó a amar, nos producen ceguera. Y cuando alguien está ciego, pierde totalmente su sentido de orientación y puede cometer el error más impensable y grosero. Esta es una respuesta a esa clase de consultas.
(Efesios 5: 25)= Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, (26) para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra.
La comparación de la relación de Cristo y la iglesia, con el matrimonio, es permanente en la Biblia. Erróneamente, a muchos de estos textos que establecen esa comparación, se los ha tomado literalmente y se los ha hecho protagonizar epicentros de disciplinas, mandatos y reglamentos matrimoniales muy singulares.
Aquí queda muy claro que lo que Pablo está diciendo es que el amor de Cristo por la iglesia debería ser imitado por el esposo para con la esposa y viceversa. Y añade que esto es así par santificarla, esto es apartarla de todo para que le sirva a Él.
Pero luego agrega que el Señor ha purificado esa iglesia en el lavamiento del agua por la palabra. ¿Qué significa esto? Para escudriñarlo, deberíamos primeramente ver que cosa es el lavamiento a la luz de la historia del pueblo de Dios.
Una demanda de frecuente aplicación literal bajo la ley, en el Nuevo Testamento viene a ser un término que por lo general tiene un sentido y aplicación moral. Se puede llegar a importantes enseñanzas en base al examen de los diferentes significados de los términos griegos utilizados para lavamiento en Juan 13.
El término utilizado en el versículo 10 es LOUO, que quiere decir: “limpiar, lavar totalmente”. Uno que ha sido limpiado en este sentido nunca necesita volverse a limpiar de esta manera; como el Señor dice, “está limpio del todo”, aunque, a fin de tener parte con Cristo, necesita, debido a la contaminación adquirida en el camino, que sus pies sean lavados (donde el término es NIPTO), acción ésta aplicada sólo a partes del cuerpo.
Esta misma diferencia queda tipificada en la purificación de Aarón y sus hijos. Después de ser consagrados fueron lavados una vez por Moisés, pero desde entonces se demandaba continuamente que, cuando llevaran a cabo su servicio, lavaran solamente sus manos y pies en la fuente.
La implicancia en este texto que hemos visto, tiene relación con la limpieza que por Cristo puede mostrar la iglesia en este tiempo. No podría jamás institución alguna, llena de hombres pecadores e imperfectos, mostrar un rostro de limpieza y pureza, a no ser, ¿Por qué cosa, dice?
Por el lavamiento de agua, (Que es la vida), por la palabra. Aquellos que piensan que lo que está escrito en la Biblia es solamente un compendio de historia hebrea, están total y absolutamente equivocados. La palabra, cuando es revelada, es el mecanismo potencial más concreto para la liberación de los pueblos oprimidos.
Recuerdo que la primea vez que oí esa expresión, (“liberación por la palabra”), no pude entenderla. Es más; me pareció un artilugio teológico más de los tantos que venía oyendo de las autoridades eclesiásticas de la que entonces era mi congregación.
Porque para mí, (Y más o menos para un noventa y nueve por ciento de los miembros de esa congregación también), decir “palabra” era referirnos a tediosos, académicos y previsibles “mensajes” que, como toda ayuda almática, traían al final una reflexión humana del predicador, algo así como la moraleja del relato.
Eso era informativo desde el plano histórico, geográfico y a veces también social. La moraleja, tal como lo dice la palabra, siempre tenía alguna clase de contenido moral. Pero espiritualmente, nada, absolutamente nada. ¿Como ibas a ser libre por eso? ¡No podía ser cierto! Lo era. Lo que no era cierto era la calidad de ese mensaje.
(1 Juan 1: 6)= Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
Dice que la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado. Esa palabra, en este texto, es la palabra HAIMA, y designa la sangre animal y humana, aunque en el texto del Nuevo Testamento se la usa particularmente para referirse a la sangre expiatoria de Cristo. Su sangre en el sacrificio es el agente básico para la limpieza, el perdón y la redención.
Nuestro caminar en la luz es una prueba de la comunión con Dios, debido a que la vida en su compañía es una constante limpieza de pecados por la sangre de Jesucristo. También involucra la relación de unos con otros, lo cual indica que caminar en la luz es vivir responsablemente tanto ante Dios como ante los seres humanos.
Ahora bien: fíjate en lo que nos dice Juan en el primer párrafo de este texto. Pregunto: ¿No conoces a alguien que dice estar en comunión con Cristo, pero su testimonio de vida te muestra que anda en tinieblas? Perdón: ¿Te has fijado bien si no eres tú esa persona?
¡Ese hermanito! ¡Dice que está en comunión con Cristo y mira su vida! ¿Cómo va a estar en comunión con cristo y vivir de ese modo? ¡Que equivocado que está! Sí, puede que esté equivocado. No será el primer ni el último. Le puede ocurrir a cualquiera. Pero un detalle: Juan, aquí, dice que ese hermanito y cualquiera que actúa de esa manera, miente y no anda en la verdad. No dice que está equivocado, dice que está en tinieblas. Y si está en tinieblas, ¿Sabes? No está en Cristo…
Ahora la inversa: si andamos en la luz como Él está en la luz, tenemos comunión unos con otros. ¿Te has fijado que poca es la comunión genuina, verdadera y despojada de toda politiquería religiosa que hay en el pueblo de Dios? ¿Es que será por falta de luz?
¿Has leído bien? ¿Seguro que sí? Porque presta atención que el mayor énfasis que aquí se hace es que, solamente si andamos en la luz como Él está en la luz, además de estar en comunión uno0s con otros, activamos su sangre redentora para con nuestros pecados.
¡Hermano! ¿Usted me está queriendo decir que si no andamos en la luz de Cristo, si decimos que tenemos comunión con Él y no la tenemos, si andamos en tinieblas y mentimos, no solamente nos resulta imposible tener comunión los unos con los otros, sino que incluso no recibimos la limpieza de su sangre sobre nuestros pecados? Entiende lo que quieras. Yo no quito ni agrego nada. Sólo estoy leyendo la Biblia.
Y finaliza Pedro este bloque aconsejándonos a que hagamos firme nuestra vocación. La vocación es una inspiración que tiene dos connotaciones claras: humana, para ciertas y determinas materias o profesiones, y la vidita, que es para volcarla directamente en nuestra capacidad de fe. Se puede interpretar como una convocación o un llamamiento.
Y lo que Pedro nos sugiere y enfatiza, es que cuando tenemos clara esa vocación, realicemos sin ninguna traba ni perturbación nuestra elección al respecto, ya que de ese modo, – Anos asegura -, no caeremos jamás.
¿Caer en que cosa? Es notorio que se está hablando de la posibilidad de caer en la apostasía. El creyente da evidencias de su salvación creciendo en las virtudes morales más claras. Una persona que no crece en estas virtudes puede recaer en sus antiguos pecados. Por eso Pedro no sugiere que la salvación sea por obras, pero exhorta a los creyentes a vivir de tal manera que su elección se revele como algo absolutamente seguro.
Y concluye asegurando que esto nos permitirá recibir amplia y generosa entrada en el Reino de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¿Es que acaso se nos está hablando de nuestra salvación eterna? En absoluto. Esa salvación, – Ya lo sabes -, ha sido por gracia y sin merito alguno por nuestra parte.
¿Entonces? Entonces se habla de ingresar de forma admitida al Reino de Dios. ¿Es que no es lo mismo? No. No es en absoluto lo mismo, aunque muchos lo hayan enseñado así. Si esto fuera la salvación, nos encontraríamos con que deberíamos hacer algo para ser salvos, y no es así.
Entiende: no somos salvos por, sino para. Esto significa que no somos salvos por causa de nuestro excelente trabajo para el Reino, sino que ese trabajo tendrá excelencia porque somos salvos y ahora estamos dispuestos a pagar el precio para entrar al Reino y convertirnos en hijos y co-herederos.
(024) La hora Final de Pedro
(2 Pedro 1: 12)= Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente.
(13) Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; (14) sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado.
(15) También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas.
Pedro señala que no dudará en reiterar una y otra vez, y de modo permanente lo que viene diciendo, sin prestar atención a que ellos ya lo han oído y ya les ha sido enseñado. Tampoco le interesará que ellos demuestren estar firmes y confirmados en la verdad. Igual habrá de repetir los conceptos básicos hasta que se les graben para siempre en sus cerebros.
(1 Juan 2: 21)= No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad.
En comparación con los falsos maestros que reclaman poseer un conocimiento superior, los verdaderos cristianos comprenden las realidades espirituales gracias a la luz del Espíritu Santo. Esto te sirve para que sepas que clase de maestros has tenido.
¿Siempre has estado oyendo predicaciones y enseñanzas que parecen provenir desde planos muy altos, muy por encima de ti, casi desde la misma dimensión en donde se mueve el mismísimo Dios? Hay mucha gente así. Parecerían estar esperando que alguien les pregunte cualquier cosa para lucirse respondiendo, porque evidencian saber de todo y no ignorar nada. Son verdaderos “todólogos”.
No existe el maestro así. No existe el ministro así. Son los clásicos estereotipos eclesiásticos que, por años, han gobernado la escena, haciéndoles creer a propios y extraños que ellos están en ese sitial simplemente porque se lo propusieron, pero que muy bien podrían estar en lugar del propio Dios.
A menudo recibo correos donde se me consulta por los temas más variados de la teología. ¿Sabes que? No vacilo ni dudo en responder, a muchos de ellos, que desconozco esa respuesta, que no me ha sido dado entendimiento ni luz para ese tema específico.
A menudo, esa gente no vuelve a escribirme. Seguramente se han decepcionado del maestro casi “iluminado” que se habían creado en sus mentes. Los que vuelven a escribirme, me dan a entender que no comprenden como yo puedo ignorar algo como lo que me consultan, cuando lo que estoy enseñando, en muchos casos, tiene tres veces más profundidad.
Entonces lo explico, una y otra vez, pero no parece que se me entendiera. Les digo que yo no soy un hombre que sabe de todo y no ignora de nada. Que apenas soy alguien que, cuando tiene una revelación del Señor por intermedio de su Espíritu Santo, lo vuelca en un estudio y lo hace llegar al pueblo. Ese es el ministerio del maestro, no una licenciatura en pedagogía.
No tengo empacho ni pudor alguno en reconocerlo, aceptarlo y hacerlo saber a todos. Soy un maestro del Señor por la sencilla razón de estar más o menos obediente a la hora de decir aquello que Dios quiere que diga, y no lo que a mí me parece o me hace lucir bien.
No tengo todas las respuestas. Es más: creo no tener ni un veinte por ciento de respuestas. Lo único que tengo es una vida que, con todos los contratiempos normales, creo que le permite al Señor utilizarme de vez en cuando como instrumento medianamente eficiente.
Porque esto es muy simple y ya lo dice Juan, aquí, con total claridad. Cuando un supuesto maestro, da una respuesta relacionada con algo que Dios no está hablando en este tiempo, está dando su propia respuesta, lo que equivale a decir que no está diciendo la Verdad. Y todos sabemos muy bien que, cuando no se habla la verdad, inexorablemente se habla mentira. Y Dios podrá ser paciente, misericordioso y lleno de Gracia, pero jamás avalará a la mentira por mejor intencionada que ésta parezca ser.
Luego Pedro dice que considera natural que, mientras esté habitando esa caja descartable llamada cuerpo que se le diera cuando naciera, considera justo despertar al pueblo con amonestaciones, sin interesare si eso lo hace resultar simpático o no.
Quiero recordarte que amonestar, es lisa y llanamente hacer presente algo para que se considere, procure o evite. También es advertir, prevenir y reprender. Todo esto es factible con la autoridad del Señor en nuestras vidas. De otro modo, sólo serán regaños y reconvenciones relacionadas con luchas humanas de poder eclesiástico.
Para muchos de los que conocen este material, soy “un duro”. Me dicen que abofeteo demasiado a los hermanos. Perdón; ya lo sabía. Dios me ha mandado a hacerlo. Tanto Él como yo, estamos convencidos que es mucho mejor un cristiano despertado a bofetadas que uno muerto en medio de almíbares.
El ministerio del maestro va acompañado directamente con la exhortación y la amonestación. Pero una exhortación y una amonestación tendiente a recuperarlo como potencial fuerza activa del ejército de Jesucristo, no como miembro de una congregación o diezmador mensual, que suelen ser las exhortaciones y amonestaciones que se oyen desde la mayoría de los púlpitos.
El ministerio del Evangelista es aquel que siente amor y desesperación por las almas perdidas. El del Maestro, en cambio, es el que siente lo mismo pero por aquellos que, creyendo ser salvos e irse con el Señor al cielo, corren el riesgo de irse al infierno con una Biblia debajo del brazo.
Exhortar y amonestar es poner en claro la obediencia a la autoridad de Dios sobre TODA la iglesia y, esencialmente, sobre cada una de nuestras vidas. Cualquier otra clase de amonestación o exhortación, es idea de hombre creada para beneficio de hombre. No sirve, no funciona, no agrada a Dios.
(2 Corintios 5: 1)= Porque si sabemos que nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.
Conforme a lo que hemos leído aquí, es innegable que este cuerpo terrestre que poseemos, es como aquel frágil tabernáculo en comparación con el cuerpo futuro, al cual es que Pablo denomina como “edificio”.
¿Por qué es que lo llama así? No es por simple ocurrencia, aunque como cualquiera de nosotros, tendría todo el derecho natural a tenerla. Es porque Pablo estima, y muchos de nosotros estamos convencidos de que en efecto, es así, que el cuerpo eterno es una resultante de la edificación que hemos cumplimentado durante todo este tiempo de vida terrenal.
No estoy hablando de fabricar nosotros mismos nuestros cuerpos futuros glorificados, ya que eso sería como difundir una doctrina errónea y esotérica. Estoy refiriéndome a que, conforme obedezcamos los mandatos del Señor y vivamos una vida conforme a sus propósitos, nuestros cuerpos se irán convirtiendo progresivamente en ese edificio, obviamente, no construido por hombres.
Por ese motivo es que Pedro les menciona algo relacionado con lo que habrá de ser su muerte física. Es más: les dice a sus lectores que lo hace porque ya llega el tiempo en que deberá abandonar este cuerpo terreno porque así se lo ha dicho el Señor Jesucristo.
(2 Timoteo 4: 6)= Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano.
Aquí, (Valga como ilustración y modelo) es Pablo el que les anuncia a sus discípulos su próxima partida a estar con el Señor. Evidentemente, cuando se trabaja con limpieza, transparencia y honestidad para el Reino de Dios, Él se encarga de preparar y predisponer a cada siervo para su partida. Es la fase práctica de la victoria final sobre la muerte lograda por Cristo en la cruz.
Sin embargo, lo de pedro será distinto, ya que en un texto muy conocido se rescatan las palabras con las que Jesús le informa al apóstol cual será su camino, como habrá de desandarlo y, particularmente, de que constará su final, en una concesión singular no otorgada a los demás.
(Juan 21: 17)= Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? Y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.
(18) De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará adonde no quieras.
(19) Esto dijo, dando a entender con que muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.
Aquí está detallada, con total claridad, cual sería la perspectiva de Pedro en esta vida. ¿Lo entendió él? ¿Lo creyó él? ¿Le afecto eso? No hay demasiadas respuestas para todas estas preguntas. La Biblia sólo suele darnos respuestas de aquellas cosas que realmente interesan para nuestro servicio al Reino. Lo demás…es lo de menos…
¿Por qué? Porque para el Señor las cosas importantes son las que Él estima como tales, no las que nosotros consideramos importantes. Su mente está tan elevada con relación a la nuestra que nunca, entiende bien, NUNCA podríamos cometer la aberración de pretender evaluarlo y, mucho peor, opinar sobre Él.
Pregunto: para ti, para los que conoces, para mí inclusive, ¿Es o no es importante conocer algo respecto a como es ese cielo de Dios donde un día iremos a pasar la eternidad? Diferencias más, diferencias menos, sí lo es. Como también lo es saber que es lo que hay en el infierno.
Es mucho más que evidente, que par Dios esto no tiene ni la menor relevancia. A Él no le preocupa en absoluto que tú y yo ignoremos esas cosas. ¡Si total, el día que nos toque abandonar este mundo, seguramente vamos a conocer personalmente a uno de esos sitios! ¡Y tendremos toda la eternidad para disfrutarlo…si es el cielo, claro! ¿No sería más inteligente procurar no irnos al otro lado, en lugar de querer saber como es la morada preparada?
(025) Una Ineludible Palabra Profética
(2 Pedro 1: 16)= Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo las fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad.
(17) Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia.
(18) Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.
(19) Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; (20) entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, (21) porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.
Pedro puntualiza, en el comienzo de este párrafo, que lo que él va a decir con relación al Señor no tiene nada que ver con las acostumbradas fábulas artificiosas, sino que se trata de lo que sus propios ojos han visto y sus oídos oyeron.
Cabe agregar que una fábula es un breve relato ficticio, en prosa o verso, con intención didáctica frecuentemente manifestada en una moraleja final, y en el que pueden intervenir personas, animales y otros seres animados o inanimados.
El agregado de artificiosa tiene que ver con la intencionalidad con que esa fábula ha sido creada. En este caso, la artificiosidad es algo que ha sido hecho o elaborado con artificio, arte y habilidad. Algo disimulado, cauteloso y doble.
Se entiende por fábula la narración de pura ficción alegórica, en que, por medio de la personificación de los seres irracionales, inanimados o abstractos, se da una enseñanza útil y moral. Hay dos en la Biblia: donde los árboles quieren elegir un rey, y el cardo del Líbano, que pide al cedro la hija para esposa de su hijo.
Ambas fábulas hacen burla de la arrogancia de los hombres y en las dos el cardo representa el personaje cómico. En el Nuevo Testamento se usa la palabra “fábula” para referirse a las religiones paganas y a las erróneas enseñanzas que falsos maestros pretenden introducir en las comunidades cristianas.
El mismo sentido tiene la característica enseñanza de Gamaliel, el maestro del apóstol Pablo, que decía: “Quien se engolosina de la miel de las fábulas helénicas, no gustará de la leche de las Escrituras.”
Esto no es ocurrente ni mucho menos. El mensaje clásico y habitual en nuestras congregaciones locales, hoy, tiene características de fábula. Toman un relato bíblico, elaboran tres puntos de análisis histórico o filosófico de ellos y, como conclusión, a veces desde la base de la psicología, se emite una reflexión con forma de moraleja.
Mucha gente queda convencida que esto es “la Palabra”, porque quizás el tema que se trata tiene que ver con alguna problemática personal o con algún problema de índole sentimental o familiar. Sin embargo, muy pronto la persona se da cuenta que eso no lo llena y que, al minuto de salir del templo, está tan vacío como ates de ingresar.
Hoy, al igual que lo que nos dice Pedro, se puede predicar de Jesucristo de ambas formas. Como fábula, por parte de aquellos que solamente lo conocen por la teoría teológica, y como testimonio vivo, mediante personas que han tenido un encuentro personal con Él.
Lo primero, va a darte una clase de teología informativa y quizás hasta alguna herramienta psicológica práctica para encontrar el trasfondo de algún dilema. Lo segundo será alimento genuino que levantará tu espíritu a la altura exacta donde puedes librar la batalla que te ha sido preparada desde antes de la fundación del mundo.
(1 Timoteo 1: 3)= Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina, (4) ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación de Dios que es por fe, así te encargo ahora.
Es indudable que, a la vista de este texto que Pablo le envía a su discípulo Timoteo, en la iglesia habían sido sembradas falsas doctrinas, y Timoteo debía impedir que se extendieran. Las observaciones de Pablo sobre los maestros en los versículos siguientes, indican que estos eran legalistas que trataban de mezclar la ley con la gracia.
Es curioso, pero a tantos años de haber sido escrita esta carta, la iglesia parecería estar transitando por los mismos caminos. También hoy han sido sembradas falsas doctrinas, y no precisamente por los desconocidos que, como nosotros, procuramos desenmascarar a la Gran Ramera.
Ha sido ella misma, en su tarea puntillosa de captación de voluntades, la que ha desplegado un arsenal de falsas doctrinas, con las que ha conseguido un éxito indiscutible, al punto de que sean muchos los que todavía permanecen cautivos de las culpas y las prisiones emocionales a las que han sido sometidos.
¿Y a que no sabes como lo hicieron? No hay dudas, el diablo no es creativo y vive repitiendo sus rutinas. ¡Lástima que todavía sigue teniendo éxito a favor de la falta de Palabra de los hermanos! Porque lo hicieron del mismo modo que aquí ya es pre adelantado: mezclando la ley con la gracia.
Ellos, los falsos maestros de Babilonia, enseñan que la Gracia de Dios es válida casi con exclusividad para el liderazgo, pero no así para la gente del común, que deberá cumplimentar enorme cantidad de requisitos internos, congregacionales o denominacionales si es que desean escapar al juicio.
Hoy, gracias a Dios, han sido levantados muchos hombres de Dios que, con el espíritu de Pablo, ilustran sin condicionamientos ni intereses propios a otros, que operan bajo el espíritu de Timoteo, con el fin de que ellos, desde adentro, procuren evitar que se extiendan más esas falsedades.
Y ni hablar si a esto se le suman las doctrinas filosóficas o científicas que han invadido los púlpitos. Pastores que se enorgullecen de sus títulos de Licenciados en Psicología porque, aseguran, es lo que dios necesita en este tiempo para poder contener a tantos necesitados con problemas emocionales.
Primero: la iglesia no es un centro de contención emocional, sin ninguna duda, sino una asamblea de genuinos representantes e hijos de Dios encargados de extender su Reino y de ocuparse primeramente de ello para que todo lo demás llegue por añadidura. Y, en segundo termino, Dios no necesita pastores psicólogos, sino hijos obedientes que no hagan las cosas según la sabiduría humana sino según la guía del Espíritu Santo.
Con respecto a las fábulas, tema del que ya hemos hablado, en este texto parecería referirse a las numerosas leyendas que los judíos habían añadido al Antiguo Testamento. A menudo, lo judíos ampliaban las genealogías del Antiguo Testamento, inventando nombres y fabricando leyendas en torno a ellos.
¿Sabes que? Hoy ya no caminamos por el Antiguo Testamento, ni tampoco prestamos demasiada atención a las genealogías. Sin embargo, seguimos fabricando fábulas de otras características con la misma finalidad con la que ellos lo hacían: interesar y captar más adeptos a lo que se considera como un credo o una religión. ¿Sabes algo más? Eso no es Dios.
Y no es Dios exactamente por eso que dice al final de este texto de Pablo a Timoteo: porque producen disputas. ¿Sabes cuanta gente me invita a debatir sobre determinados puntos del evangelio? Dicen que es para que yo pueda “defender mis puntos de vista”.
Vamos a partir de una base: si ellos creen que yo hablo y escribo todo esto conforme a mis “puntos de vista”, están pensando tal cual sus usos y costumbres. Porque ni yo ni ningún hijo de Dios fiel y bien intencionado tiene puntos de vista; tiene revelación o no abre la boca.
El evangelio (Ya lo dice la misma Biblia) no es para contienda, ni para polémica ni para debates. El evangelio es para aquellos que tienen oídos para oír y pueden entender lo que el Espíritu dice a las iglesias. A los fariseos les encantaba debatir teología. No llegaron a ninguna parte haciéndolo. Los eruditos modernos que gustan de lo mismo, tampoco lo harán.
(Mateo 17: 1)= Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; (2) y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos rehicieron blancos como la luz.
En primer término, hay que consignar que es más que evidente que tanto Pedro, como Jacobo y Juan, constituían algo así como el círculo íntimo de Jesús. O, por lo menos, si no era ese el estilo para convocar que tenía el Señor, eran los de mayor confianza entre todos sus allegados.
Y aquí se nos cuenta que Jesús se transfiguró. Esto, en una primera instancia, se podría tomar como una expresión de corte espiritual, pero es más que notorio que también incluyó, en este caso, una manifestación visible que impactó a sus discípulos porque manifestaba la gloria de Dios.
Este texto, cuyo relato está reiterado en los primeros versos del capítulo 9 del evangelio de Marcos, es el que está corroborando lo que Pedro dice en esta declaración inicial: él no habla por fábulas o informaciones. Él no se compró todos los libros del profeta Jesús ni se escuchó los audios videos que le prestaron de él; él lo vio con sus propios ojos. Es un testigo fiel.
Tan fiel que recuerda perfectamente las palabras con las que Dios Padre glorificó a su Hijo, desde su propia y magnífica gloria, cuando le dijo que Él era su hijo amado y que solamente en Él tenía complacencia.
(Mateo 3: 17)= Y hubo una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.
(Lucas 9: 35)= Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.
Las palabras de la voz celestial tomadas del Salmo 2:7, un cántico real, y de Isaías 42:1, un cántico del Siervo, declaran que Jesús es el Mesías Rey que viene a cumplir la misión del Siervo del Señor. El texto de Mateo corresponde a segundos después que Jesús sale del agua, luego de ser bautizado por Juan el Bautista.
El texto posterior que encontramos en el evangelio de Lucas, es del que venimos hablando antes, esto es: el que tiene lugar cuando Jesús lleva a Pedro, Jacobo y Juan a un monte alto (Símbolo de la adoración) y se transfigura delante de ellos.
El relato de Mateo de la transfiguración da cuenta de que los discípulos, cuando oyeron esa voz, no pudieron mantenerse en pie y se postraron sobre sus rostros con gran temor. Es la actitud de la máxima adoración.
Porque nadie puede estar en la presencia casi palpable del Señor y mantenerse como si nada. Su sola presencia es más que suficiente par doblar toda rodilla en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra. Quien no haya percibido esto, jamás estuvo en la presencia del Señor, ni en adoración ni en alabanza.
No puedes ni debes confundir esta vivencia con los emocionalismos naturales que alguna clase de música adecuada puede producir en medio de un culto, y llamarle a eso “estar en la presencia de Dios”. Te será muy útil para avivar a la gente, pero estás faltando el respeto al Dios de todo poder.
Pedro les señala luego que tienen también la palabra profética más segura, a la que hacemos muy bien en estar atentos. La compara con una antorcha que puede alumbrar eficientemente la oscuridad espiritual que podamos tener hasta que llegue nuestro día.
Cuando Pedro animó a los creyentes a hablar según las palabras de Dios, no quiso decir seguramente que las expresiones inspiradas por el Espíritu Santo deban sustituir la predicación y la enseñanza de la Palabra de Dios.
Este pasaje destaca la importancia relativa de las palabras proféticas, o las experiencias que recibimos, en comparación con el lugar que corresponde a las Escrituras mismas. Aquí el apóstol compara su propia experiencia con Jesús en el Monte de la Transfiguración, con la permanente palabra profética de las Sagradas Escrituras.
Llama más segura a la palabra de las Escrituras, y de esa forma nos da una clave para entender toda la historia de la Iglesia. Si Pedro nos dice que su experiencia con Jesús mismo está subordinada a la palabra más segura de las Escrituras, eso tiene el valor de una orientación y conclusión definitivas.
Significa que ninguna experiencia tiene más grande autoridad que la Palabra de Dios. Esto, sin embargo, no debe hacer decaer nuestro entusiasmo por las manifestaciones del poder y las bendiciones del Espíritu de Dios, sino simplemente recordarnos el valor relativo de cada tipo de palabra en nuestra escala de valores.
También estamos en presencia de un principio definitivo. Hay muchos que preguntan si nosotros, que aceptamos con beneplácito el obrar del don de profecía, lo hacemos debido a una falta de convicción en torno a la suficiencia de la Palabra de Dios.
En otras palabras, ¿Creemos que la Biblia contiene todo lo que necesitamos para salvación, para fe, y para una vida de obediencia a Dios? Desde luego, porque para el creyente en la Biblia esto nunca se cuestiona, de acuerdo con el espíritu con que fueron pronunciadas, y la verdad práctica que contienen las palabras de Pedro, no hay comparación entre la eterna Palabra de Dios y las presentes palabras de la profecía.
Las profecías son, de acuerdo con la Biblia, cosas deseables y de ayuda. Pero las Sagradas Escrituras proclaman una verdad definitiva y más preciosa que el oro: la Eterna Palabra de Dios. Y no puede confundirse de ninguna manera con prácticas muy corrientes en nuestras iglesias que están más emparentada con el ocultismo que con la fe de Jesucristo.
Porque a favor del desconocimiento que la mayoría del pueblo de Dios tiene de las reales palabras proféticas, pululan por los templos hombres y mujeres, supuestamente “profetas del Señor”, que no dudan ni vacilan en utilizar espíritus de adivinación para entusiasmar a los incautos y hasta métodos esotéricos para impresionar a todos.
(Salmo 119: 105)= Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.
¿Qué significado tiene una lámpara para los pies de una persona? Pues que le permitirá, alumbrando debidamente, que esos pies tropiecen. ¿Y cual la función de una lumbrera para un camino? Mostrarlo con total claridad. La lumbrera, (Diurna o nocturna), es lo único que, fuera de la luz artificial, puede mostrarnos el camino a seguir.
En ambas oportunidades, se está hablando de la Palabra de Dios. Totalmente al margen de esa cosa aburrida y sin variantes en que muchos supuestos ministros la han convertido. Totalmente al margen de toda expresión académica y técnica tal tesis de teología.
Lo cierto es que todos tenemos muy poca experiencia en la vida como para pretender vivirla sin guía alguna. La Palabra de Dios, para el creyente genuino, es esa guía, sin dudas. El Salmo 119 revela múltiples aspectos de la Palabra de Dios, y muestra cuanto puede asistirnos en las circunstancias prácticas de la vida.
Pero ningún versículo aborda esto con mayor claridad que el 105, donde la Palabra de Dios se compara a una lámpara que alumbra nuestro camino, dirige cada uno de nuestros pasos y brinda sabiduría a nuestros planes futuros.
Josué vincula la aplicación regular de la Palabra de Dios a la vida como el camino más seguro, tanto para el éxito como para la prosperidad. Además, el Salmo 119:130 destaca la sabiduría que la Palabra de Dios ofrece al simple, una verdad que advierte contra tomar decisiones basadas en sinrazones o engaños humanos.
También Proverbios 6:23 nos recuerda que las admoniciones o correcciones que la Biblia contiene son parte de la luz que nos ofrece, tanto como cualquier otra afirmación positiva que podamos hallar en ella. Permite que la Palabra de Dios te guíe, te corrija, te instruya, te dirija, te enseñe y te confirme. Jamás te apresures a actuar sin ella.
(Apocalipsis 22: 16)= Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
Dice que es la raíz y el linaje de David. Jesús no solamente es eso, sino que es también el prometido, cuyo reino será establecido para siempre. La estrella resplandeciente de la mañana, alude al amanecer del nuevo y eterno día.
Y aquí es donde toma valor incalculable la aseveración que Pedro hace en el verso 20. Él dice, y al mismo tiempo nos dice a todos los que año tras año y lugar tas lugar, lea sus letras, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada.
Cuando se hablar de interpretar, debemos remitirnos a las acepciones idiomáticas que la palabra tiene. Significa, entre otras cosas: Explicar o declarar el sentido de algo, y principalmente el de un texto. Traducir de una lengua a otra, sobre todo cuando se hace oralmente. Explicar acciones, dichos o sucesos que pueden ser entendidos de diferentes modos y concebir, ordenar o expresar de un modo personal la realidad.
Si eso se hace de una manera privada, concluimos en que es algo que se ejecuta a vista de pocos, familiar y domésticamente, sin formalidad ni ceremonia alguna. Algo que es particular y personal de cada individuo.
Quiero recordarte que estamos hablando de las profecías que aparecen en la Biblia, por lo cual debemos recalar, aunque más no sea como mención, en la ciencia oficial que se dedica a esto: la Hermenéutica.
¿Estoy en contra de la Hermenéutica? No, no lo estoy. Entonces, ¿Estoy a favor de incorporarla a nuestras prácticas cotidianas? Tampoco. ¿Cómo se entiende? De una sola manera: dándole el primer lugar al Espíritu Santo.
Aquí es donde los fariseos y legalistas se espantan, se preocupan y se alarman. Suponen, desde sus posiciones doctrinales de alta intelectualidad pensante, que dejarnos guiar por el Espíritu Santo conlleva un enorme riesgo de caer en las fantasías.
¿Sabes que? Tiene – Evidentemente – razón de ser ese temor. Anda mucho híper místico suelto por allí. Pero es preferible correr ese riesgo y no el otro, mucho más habitual y permanente. Sujetar a la gente a una clase de interpretación enseñada con moldes de los que nadie se puede salir.
Imagínate que tú, yo y cinco personas más, estudiamos Hermenéutica con el mismo profesor. Todos aprobamos con buenas notas y egresamos. Muy bien, felicitaciones, pero: Pregunto: En casos así, ¿Alguno de nosotros puede traer un mensaje fresco y nuevo?
Esta Palabra que sencilla y directamente prohíbe darle a la Escritura una interpretación privada, ha sido la más desobedecida por cristianos y pseudos cristianos de todo el planeta. Porque, entiende: no estamos hablando de errores, estamos hablando de interpretaciones privadas, generalmente motivadas por intereses, también, privados.
(Romanos 12: 6)= De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe.
Existen dos formas diferentes de abordar el pasaje de los dones. Considerarlos como una categoría distinta de los que aparecen en otros pasajes del Nuevo Testamento, que frecuentemente hablan de los dones otorgados por el Padre creador.
En este caso específico de la profecía, se refiere tanto a aquellos a quienes los dones recibidos del Padre creador les permite ver la vida desde una perspectiva profética especial, independientemente de la función pública que desempeñen o del uso especial que haga de ellos el Espíritu par proclamar abiertamente una profecía; o a la manifestación de una profecía hecha pública, diciendo algo que Dios haya puesto en su mente.
Cuando expresa el concepto de que eso será posible conforme a la medida de la fe, parece significar que cualquier tipo de actividad profética debe ejercerse de acuerdo con la madurez espiritual concedida a aquel que habla, en reconocimiento de que ese don tiene su origen en Dios.
Todos los que han salido del legendario e inmaduro “pastor, ore por mí” del que están repletas nuestras congregaciones, saben muy bien que esto que aquí se dice es irrestrictamente cierto. Nada más promocionado y celebrado de un modo altamente inmaduro que las actividades supuestamente proféticas de personas en una iglesia.
(2 Timoteo 3: 16)= Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia.
Lo primero que hay que aclarar para información pero también para evitar confusiones y errores demasiado clásicos, es que cuando en este texto dice que toda la escritura es inspirada por Dios, esta última palabra es el vocablo griego THEOPNEUTOS, que puede traducirse literalmente como el aliento divino.
En principio, debo decirte que indudablemente, esta constituye la más importante declaración que la Escritura nos brinda de sí misma, porque significa que ella es el fruto del creativo Espíritu de Dios y no la idea circunstancial de un grupo de hombres y mujeres que la escribieron.
Y es precisamente por eso, por ser expresión divina en sentido estricto, que se la llama “La Palabra de Dios”. Te equivocaste si creíste hasta hoy que esto tenía que ver con una expresión de corte religioso. Se le dice la Palabra de Dios, precisamente por eso es lo que es: La Palabra de Dios.
Ahora bien: si creemos que esto es así como aquí dice, ¿Adonde queda esa enseñanza clásica que nos asegura que el Antiguo Testamento solamente es un repaso histórico, pero que la auténtica Palabra de Dios está en el Nuevo? Toda la palabra es inspirada, y toda sirve y es útil, ¿Para que cosa?
Enseñar: Instruir, adoctrinar, amaestrar con reglas o preceptos. Dar advertencia, ejemplo o escarmiento que sirva de experiencia y guía para obrar en lo sucesivo. Indicar, dar señas de algo. Mostrar o exponer algo, para que sea visto y apreciado. Dejar aparecer, dejar ver algo involuntariamente.
Redargüir: Convertir el argumento contra quien lo hace. Esta es una palabra sumamente utilizada, esencialmente con relación a la función clave del Espíritu Santo de Dios en nuestras vidas. Es lógico, entonces, que la Palabra de Dios en cualquier sitio en que se encuentre, contenga esta esencia.
Corregir: Enmendar lo errado. Advertir, amonestar, reprender. Dicho de un profesor: Señalar los errores en los exámenes o trabajos de sus alumnos, generalmente para darles una calificación. Esto nos muestra que podemos estar equivocados aunque seamos sinceros.
Instruir en Justicia: La instrucción es el elemento básico para entrenar a quien luego pondrá en práctica esa instrucción en hechos concretos. Instruir en justicia nos muestra que la instrucción de Dios difiere de la del mundo precisamente en este punto.
(Hechos 1: 16)= Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús.
Este es un concepto al que muchas doctrinas denominacionales se oponen. Sostienen que decir que el Espíritu Santo habla por la boca de una persona, es algo que está más cerca del ocultismo que del evangelio de Jesucristo.
Nos alegra profundamente la preocupación de esos teólogos respecto a la posibilidad de permitir la infiltración ocultista en la iglesia, pero los instamos a que por lo menos, se atrevan a creer lo que Dios dice en su Palabra. Una cosa es ser cautos, y está bien; y otra es ser incrédulos, y está mal.
Este capítulo nos deja ocho condiciones básicas para ser, como enseñan los libros “cristianos” del momento, a ser “un cristiano de éxito”. No es esa la idea de Pedro, claro está, pero bien vale tomarla y ponerla por obra. Pedro sostiene y asegura que si tú tienes Fe, Virtud, Conocimiento, Dominio Propio, Paciencia, Piedad, Afecto Fraternal y Amor, estarás muy lejos del ocio y muy cerca de dar fruto a ciento por uno. Suena a descubrimiento y a revelación, ¿Verdad? Sin embargo no es así, ya que fíjate que lo que deja en evidencia es mayoritariamente, lo que hemos dado en llamar como “frutos del Espíritu Santo”. Y Él es el dador de la Unción, y es la Unción la única razón que hace la diferencia.
