Claro; tú lees el título y de inmediato piensas que yo no creo en el matrimonio cristiano. No. No es esa la intencionalidad de este título. Lo publiqué así porque lanzarlo con lo que realmente quise decir, me hubiera resultado demasiado extenso para un título de un trabajo, que tiene que ser sintético y, en pocas palabras, resumir la idea central del mismo. Debí haber titulado en forma de pregunta, lo siguiente: ¿Cuántos de ustedes que me escuchan, han conocido matrimonios genuinamente cristianos y en qué porcentaje con respecto al resto de los matrimonios? Yo hice mi propia evaluación y tengo más que claro el resultado, pero no voy a darlo a conocer porque es algo que nace de alguna manera de una opinión. Y ya sabemos muy bien que, cuando un hombre opina, hay mucho de subjetivo en esa opinión, en ese juicio de valor, ya que no existe lo objetivo para la mente humana. Y si se trata de una opinión relacionada con el evangelio, cada uno es muy libre de tenerla, pero jamás de publicarla para ahorrar confusión o tendenciosidad. Además, Dios ya opinó. Por tanto, será conveniente que leamos nuestras biblias y saquemos nuestras propias conclusiones conforme a lo que el Espíritu Santo le muestre o revele a cada uno.
Efesios 5: 21-27 = Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
El mandamiento es claro: someternos los unos a los otros. Yo a ti, tú a mí, conforme a como se den las circunstancias. ¿Lo vivimos así? No, lo hemos modificado por un: someteos todos a algunos. ¿Qué es someterse? MI diccionario de español dice que es sujetar a dominio o autoridad a una o más personas. ¿Y en lo espiritual? Someternos a una autoridad sujeta y sometida a autoridad. Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, sin comentarios, sin dudarlos y con todo nuestro ser. Pero cuando se trata de hombre, sólo si ese hombre está sujeto a autoridad superior. Si el Espíritu Santo te da una tarea donde necesitas el apoyo de alguien con mis dones o talentos, Él va a poner en mi espíritu la necesidad de ir a buscarte y someterme a tus indicaciones. Si una joven es abordada por un muchacho que va a la iglesia, y el muchacho le dice que el Señor le dijo que ella debía ser su esposa, supongo que la joven podrá enviarlo a comer papas fritas a la Antártida, en tanto el Espíritu Santo no se lo diga a ella también. ¿Entiendes lo que quiero decir? Si te sometes a autoridad sujeta a autoridad, eres siervo útil. Si te sometes a jerarquía de hombres, eres esclavo.
Las casadas estén sujetas a sus propios maridos. ¿Sabes cuantas rencillas, (Algunas casi violentas) produjo el deficiente entendimiento de esto que dice Pablo? Y eso, sin contar las distintas consejerías donde, tanto líderes como liderados que no tenían protagonismo en el asunto, ponían un estandarte que hablaba maravillas de lo que debía ser un matrimonio cristiano. Mira, en realidad se habla y se habla mucho acerca de que los matrimonios cristianos son diferentes, pero, pregunto: ¿Qué es lo que en realidad hace que un matrimonio seda cristiano y otro no? No es algo que alguien, aunque sea cristiano y esté unido en matrimonio con un cónyuge también cristiano, pueda responder de inmediato y con una síntesis clara y precisa. ¿Sabes por qué? Porque a un matrimonio lo constituyen dos personas, que son distintas y que, en el mejor de los casos, se esfuerzan por adaptar las formas y personalidades de uno a las del otro, para así establecer una sólida sociedad conyugal. Multiplica esto por millones de matrimonios constituidos por millones de cristianos.
Si tengo que dar una pintura de esto, debería comenzar reconociendo que el matrimonio ha adquirido muy mala reputación en los últimos años. Blanco de un número aparentemente infinito de bromas, el matrimonio es una fuente inagotable de comentarios sociales, de políticas de género y debates gubernamentales. En una gran cantidad de países, (Incluido el mío), el matrimonio ha caído en tiempos particularmente difíciles. Cada vez menos personas optan por casarse. De hecho, menos de la mitad de los hogares actuales están formados por parejas casadas. El porcentaje de personas que nunca se han casado es cada vez mayor, a la vez que el número de parejas que viven juntas sin casarse se incrementa de forma exponencial. Mientras tanto, y por lógica y casi natural consecuencia, más y más niños nacen de madres solteras. Hay naciones importantes que se muestran como modelo al resto del mundo que, sin embargo, tienen la tasa más alta de divorcios entre los países occidentales y la mayor incidencia de familias con un sólo progenitor que cualquier otra nación. No se puede negar que el panorama de la familia ha cambiado radicalmente por los últimos cincuenta años.
Estos datos plantean preguntas sobre el valor y el significado del matrimonio en la cultura contemporánea. Teniendo en cuenta los cambios en la tecnología de la reproducción, los cambios en las actitudes culturales acerca de la moralidad sexual y el aparente fracaso del matrimonio como una relación ideal, ¿El matrimonio ha llegado a ser irrelevante? Aunque pueda parecerlo, un estudio realizado por dos sociólogos de renombre descubrió que el noventa y cinco por ciento de los jóvenes tiene la sana intención de casarse algún día. Desde las novelas románticas hasta los “reality shows” (programas de la vida real) en la televisión y las películas, perpetúan fácilmente expectativas irreales y falsas interpretaciones sobre el amor, el matrimonio y el romance. Como resultado, tanto quienes buscan un compañero de matrimonio como quienes tratan de permanecer en una relación matrimonial luchan contra malas interpretaciones de la definición de esa relación. Entonces, la pregunta que surge, es: ¿Puede la fe cristiana marcar una diferencia en la comprensión y la búsqueda de un matrimonio significativo?
Aunque el matrimonio no es el dominio distintivo de la iglesia cristiana, la Biblia y pensadores cristianos con influencia tienen bastante que decir sobre el asunto. Entonces, ¿Qué hace a un matrimonio un matrimonio cristiano? Es evidente que el simple hecho de ser religioso o profesar la fe cristiana no es un remedio ni garantiza un matrimonio duradero y feliz. Tampoco ir semanalmente a encerrarse en un templo por espacio de una o dos horas. Para responder a nuestras preguntas, debemos contemplar los elementos esenciales del matrimonio cristiano y ver en qué se diferencian de otros enfoques de la relación matrimonial.En el primer siglo, algunos escritores cristianos comentaron sobre la relación entre su fe y el matrimonio. Uno de ellos, Pablo, escribió estas palabras que terminó de leer: En estos versículos, Pablo compara la relación entre marido y mujer con la relación entre Jesús y la iglesia. Esto tiene implicaciones muy importantes para la naturaleza del matrimonio cristiano. Los cristianos se acercan al matrimonio como una alianza, una relación basada en las promesas y los compromisos, no sólo en sentimientos, aunque el amor, ciertamente, está involucrado.
El concepto de matrimonio como una alianza tiene sus raíces en la fe hebrea y los primeros cristianos también conservaron la creencia. La alianza de Dios con Israel se fundó con su promesa de ser fiel a Israel. También el pueblo hebreo prometió fidelidad a Dios y la Biblia no oculta que lucharon—y a menudo fallaron—por mantener esa promesa. Como Dios con los israelitas, Jesús estableció lo que llamó una “nueva alianza” con sus seguidores. Hablar del matrimonio como una alianza, es decir que la pareja se hace promesas mutuas sobre la forma en que elige vivir en el futuro, no sólo declaraciones de cómo se siente en el presente. El esfuerzo de vivir en esas promesas, permaneciendo fieles a su alianza, dará forma a su carácter a través de los años. El matrimonio cristiano esta también distintivamente basado en agapē, palabra griega que se usa en las enseñanzas de Jesús y los primeros escritos cristianos para describir el tipo de amor que Dios manifiesta a los seres humanos. Agapē no tiene nada que ver con los conceptos de fantasía del amor romántico sobre los que se fundan tantos mitos sobre el matrimonio en la cultura estadounidense. Habla mucho más de carácter que de sentimientos.
A pesar de lo placentero que esos sentimientos puedan ser al principio de una relación, rara vez tienen la capacidad de resistencia para soportar una vida de altibajos -como los de “en lo próspero o en lo adverso” del matrimonio. Agapē es un concepto totalmente diferente, tan importante que Pablo dedicó toda una sección de su primera carta a los Corintios para definirlo. Es posible que hayan escuchado una frase muy conocida de esta sección: “El amor es paciente, es bondadoso”. Pablo luego pasa a describir el agapē como una manera sacrificada de amar otros. Este tipo de amor incondicional, o un esfuerzo activo para vivir este tipo de amor todos los días, definen a un matrimonio verdaderamente cristiano, tal como caracteriza a una vida auténticamente cristiana. Agapē es encontrada en la elección activa que uno hace acerca de cómo comportarse hacia otra persona, no en un sentimiento condicional que se tiene hacia alguien.19 Agapē se basa en las decisiones deliberadas del amante, no en las respuestas de la persona amada.
Tal vez la característica más distintiva del matrimonio cristiano -que hace que los otros dos sean posibles- es que esta intencionalmente centrada en Jesucristo. Cada cónyuge trabaja continuamente para conocer, amar y obedecer a Jesús y seguir su ejemplo. De esta manera, el marido y la mujer aprenden a expresar agapē y se mantienen fieles a su alianza. A medida que practican la fe cristiana en conjunto, se mueven uno hacia el otro, creciendo juntos en amor y unidad. Pero, ¿Qué pasa con los matrimonios en que sólo uno de los cónyuges es seguidor de Jesús? ¿Podría ser un matrimonio así un “matrimonio cristiano”? Pablo escribe realmente acerca de un caso de este tipo en 1 Corintios 7:12-16; él le suplica al creyente a seguir casado con su cónyuge no creyente debido a la influencia que tiene el creyente en su pareja e hijos. Una persona que trata de seguir a Jesucristo, que aprende a vivir de agapē y mantiene las promesas de la alianza lleva la presencia de Cristo al matrimonio.
Cristiano o no, el matrimonio es difícil de mantener para cualquier pareja durante toda la vida. Las pruebas de la vida, la presión de ganarse la vida, la crianza de los hijos, de resistir a las tentaciones de la infidelidad o el egoísmo, pueden tensar cualquier matrimonio. Pero el matrimonio cristiano ofrece esperanza. La esperanza de que un esposo y una esposa, mediante la elección deliberada de aprender a amar con fidelidad y sacrificio como hizo Jesús, pueden mantener sus promesas de la alianza durante toda la vida. Esto, a grandes rasgos, es lo que se podría entender como matrimonio cristiano. De hecho, donde hay casos en los que por alguna causa justificada una pareja, o uno de ellos, no puede casarse legalmente porque algo que no puede controlar se lo impide, el pacto que se realice delante de Dios, (Y no estoy hablando de ceremonias o rituales, estoy hablando de pacto, de compromiso de palabra empeñada), será más que suficiente para considerarlo como tal. De última, la Palabra dice que se unirá el hombre a su mujer. El matrimonio se implantó luego para darle legalidad a esa unión. Pero delante de Dios, lo que interesa, es el pacto. Hay matrimonios cristianos que legalmente tienen todo en orden, pero el pacto está roto. Y Pablo sigue:
Verso 28 = Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Hombre: ¿Amas tu cuerpo? ¿Lo cuidas, no lo agredes, lo respetas en sus necesidades? Eso mismo se te pide para con tu mujer. Ella es una persona, igual a ti, sólo de otro sexo. Ella tiene un cuerpo, similar al tuyo, sólo con la diferencia genital. Cuídalo, no lo agredas, respétalo en sus necesidades. Parecería innecesario decir esto, pero la experiencia me dice que no lo es. (29-30) Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Ahora míralo desde la óptica nuestra. Cristo es un cuerpo, la iglesia es la expresión de ese cuerpo en la tierra. Si Cristo te respeta a ti sin imponerte nada que no quieras hacer, así también deberás ser tú con tu esposa.
31 = Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Este “dejará” a su padre y a su madre, en algunos lugares ha dado espacio para malas interpretaciones. Porque de ninguna manera esto significa que un hijo deje de amar, honrar y velar por sus padres cuando se une a una mujer, sino simplemente que tenga en cuenta que está formando una nueva familia de la cual, él es el máximo responsable. Si aspira a tener una mujer sujeta a él, tiene que ser auténticamente cabeza del hogar como Cristo es cabeza de la iglesia, nada menos. La pareja que va a consolidar su convivencia, debe contar mínimamente con un trabajo que garantice su subsistencia. Y en cuanto le sea posible, un lugar para habitar solos. No es conveniente que una pareja se una en convivencia y sus padres deban sostenerlos económicamente y alojarlos en su propia casa. Ambas cosas podrían contemplarse como hecho circunstancial, fortuito y temporario por alguna contingencia, pero no de manera indefinida y por simple apatía, comodidad o haraganería. Eso no honra a los padres, los abusa.
Después dice que se unirá a su mujer. No dice que se casará, pero tampoco que se unirá en concubinato. Cuidado con estas interpretaciones traída de los cabellos para justificar lo injustificable. La palabra unirá, en los originales, es la palabra griega proskoláo, y tiene que ver con pegar, figuradamente con permanecer, unir, adherir. A ver; nosotros, en nuestro alto y sano interés de hacer todas las cosas bien y por dentro de la legalidad y sin esbozar ni una minúscula partícula de apología al pecado, cuando citamos este texto solemos añadirle, por nuestra santa cuenta, se unirá en matrimonio a su mujer y etc.etc. Está bien, es lo que corresponde de acuerdo con nuestras leyes e, incluso, lo que cualquier congregación mínimamente va a exigirles a cualquiera de sus miembros que deseen unirse, pero…¡No es bíblico eso! El matrimonio va a aparecer más adelante como una forma de darle base y sustento legal a una unión entre un hombre y una mujer. Pero, como dije anteriormente, a Dios lo que le interesa es el pacto que esa pareja haga entre sí, con Él como juez. No le interesan ni los documentos que firmen ante un juez terrenal, ni lo que digan o hagan ante un ministro o sacerdote, también terrenales. Tres cuartas partes del planeta se une con cualquiera de estas ceremonias y eso no garantiza a nadie que se conviertan en un matrimonio cristiano.
Y concluye señalando que los dos serán una sola carne. Es indudable que, aunque para todo lo que tiene que ver con la relación de pareja, los cristianos hacemos más hincapié en el amor, la confianza, el carácter y todo cuanto tenga que ver con lo relacional, la gran verdad es que hacemos y decimos eso por santo pudor de hablar las cosas con la máxima claridad posible. Porque lo que Pablo dice aquí, y tengo certeza que por inspiración divina, es que cuando un hombre y una mujer se unen, se funden en una sola carne. Y eso, me temo que o tiene nada que ver con lo sentimental, espiritual o social. Eso tiene que ver con la sexualidad. En lo referente a la unidad de la carne, hay un solo modo de producirla y es por penetración. No hay absolutamente nada de malo en esto, todo lo contrario, a la sexualidad la creó Dios y fue de las cosas que dijo que era buena en gran manera. Y tiene que serlo, nomás, por de otro modo no tendríamos los tremendos problemas que tenemos por causa del sexo cuando es tomado de manera promiscua. Nada de lo que Dios creó puede ser malo. El hombre, influido por el infierno, puede tergiversarlo desde su origen y convertirlo en pecaminoso.
Porque, veamos. Tú te casas con la mujer que amas y, desde el día de tu boda, tú te haces una sola carne con ella. ¿Qué implica espiritualmente eso? Que en esa relación, más allá de lo placentera que pueda resultar y que sea el vehículo para que luego ambos sean padres, hay un intercambio de fluidos, bacterias, y moléculas de ADN. Eso, indefectiblemente, lleva a que tú y ella, reciban en sus vidas, tanto espirituales, como emocionales y físicas, elementos de la otra persona que pueden ser inofensivos o contaminantes. Eso se llama, en idioma de guerra espiritual, una ligadura de carne. Y no afecta tu vida en lo más mínimo porque, a partir de la noche de tu boda y por todo el resto del tiempo que convivan en matrimonio y hasta que la muerte los separe, espiritualmente no tendrás problemas porque lo que recibes de ella, tu amada esposa, y viceversa. El problema, y que no es menor, precisamente, se presenta cuando existe en una pareja pecado de fornicación o de adulterio. Porque esa ligadura de carne no respeta documentos ni ceremonias. Un hombre y una mujer tienen relaciones sexuales y, sin ninguna duda, se unen en una sola carne.
Lo grave del caso, (Y no es una ocurrencia mía, sino que los más ungidos en guerra lo saben tanto o mucho mejor que yo), es que mientras no se haga una oración de corte y se abandone el pecado, esa ligadura no se corta y perjudica de muchas maneras cualquier relación posterior. Nadie va a juzgar a nadie por la vida que tenía antes de ser creyente. Al convertirte, es verdad que las cosas viejas pasaron y he aquí todas fueron hechas nuevas, pero a las ligaduras de carne que se hayan tenido antes de la conversión, hay que cortarlas en oración o seguirán vigentes. Todas las horribles promiscuidades llenas de repugnancia e inmundicia que conoces, son fruto mayoritariamente de ligaduras de carne no cortadas. Con sus nombres y apellidos, así sean centenares. Con las situaciones y momentos, si no se tienen o se han olvidado esos nombres. Pero deben ser cortadas, porque la contaminación recibida sexualmente, puede incluso ser transferida a la descendencia por cuatro generaciones. No tiene nada que ver que ya no se esté en fornicación ni adulterio. Si se lo ha estado, hay que cortar esas ligaduras de carne en oración, ya mismo. De otro modo, Satanás y sus demonios tienen una puerta abierta para entrar en tu vida, (En tu sexualidad, mayoritariamente) y hacerte imposible tu vida.
Verso 32 = Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.
Sería fácil pensar que el pasaje de Génesis 2:24 (también citado por Jesús en Mateo 19:5) solo habla del matrimonio. Pablo quiere que sepamos que también habla de la relación de Cristo y de la iglesia. Esto es cierto con respecto al patrón del primer hombre y la primera mujer. “La mujer fue creada al principio como resultado de una operación que Dios realizó sobre el hombre. ¿Cómo surge la iglesia? Como resultado de una operación que Dios realizó en el Segundo Hombre, Su unigénito y amado Hijo en la colina del Calvario. Un sueño profundo cayó sobre Adán. Un sueño profundo cayó sobre el Hijo de Dios, entregó el espíritu, expiró, y allí en esa operación fue sacada la iglesia. Así como la mujer fue sacada de Adán, así la iglesia es sacada de Cristo. La mujer fue sacada del costado de Adán; y es del costado sangrante y herido del Señor de donde viene la iglesia. También es cierto con respecto al patrón del matrimonio en general. Nos muestra que Jesús quiere más que una relación externa y superficial. Nos muestra que Jesús quiere que seamos uno con Él. Nos muestra que hay un sentido en el que Jesús está incompleto sin nosotros. Adán estaba incompleto sin Eva; podemos decir que Eva compensa la “plenitud” de Adán y compensa lo que le faltaba. Y eso es exactamente lo que la iglesia hace por Jesús; Efesios 1:23 dice de la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Muestra la conexión común de unidad en las dos relaciones. Unidad, observen, pues esa es la esencia del vínculo matrimonial. Somos uno con Cristo, quien se hizo uno con su pueblo.
Verso 33 = Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido. Pablo realmente enseñó sobre dos cosas a la vez. Él enseña sobre el matrimonio, pero también enseña sobre el patrón de Dios para el matrimonio – la relación entre Jesús y su pueblo. Entonces, en Efesios 5:31 y 32, se ha enfocado en la relación entre Jesús y Su pueblo y se está entusiasmando mucho al respecto. Entonces Pablo pareció recordar que su tema original era el matrimonio, por eso usó la frase por lo demás. Esta fue la forma en que Pablo dijo: “Sé que me salí un poco del tema. Así que volvamos a la cuestión del matrimonio y se los resumiré. Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido”. Esto significa que todos estamos incluidos. Podemos decir esto sobre toda la enseñanza sobre el matrimonio.
Si el mensaje de Pablo en este gran pasaje pudiera resumirse en dos principios que deben gobernar nuestro pensamiento y nuestras acciones como personas casadas, esos dos son: Marido: Entiende que tú y tu esposa son uno, son una unidad. Esposa: Entiende que su unidad tiene una cabeza – tu marido. Las casadas se apresuran a aceptar y comprender el principio del marido, y quieren que ese sea el principio rector del matrimonio. Los maridos aceptan y comprenden rápidamente el principio de la esposa, y quieren que ese sea el principio rector del matrimonio. Pero debemos dejar que nuestro principio nos gobierne. Cuando tienes un esposo que piensa: “Soy uno con mi esposa, y debo pensar y actuar de esa manera”, y una esposa que piensa: Mi esposo es la cabeza de nuestra unidad, y necesito respetarlo como cabeza, entonces tendrás un matrimonio bíblico saludable. Lo supremo siempre es considerar a nuestro Señor Jesucristo. Si un esposo y una esposa lo están considerando juntos, no deben preocuparse por la relación que tienen el uno con el otro. Pero con algo central y básico: sujeción a autoridad sujeta a autoridad. Si esto es así, es un privilegio, no un esfuerzo. Si no es así, es esclavitud. Y ningún creyente EN Cristo está aquí para ser esclavo de nadie.