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¡Cuánto Cuesta Obedecer!

La obediencia, visto desde el ángulo global, es sencillamente el cumplimiento de lo que se nos manda, ordena o solicita, según el tema. Es la actitud normal, corriente y natural a toda directiva emanada de aquellos que para cada uno de nosotros represente autoridad. Tiene correlato en lo familiar, en lo social, en lo laboral y en lo educacional. Hijos que deben obedecer a sus padres, residentes de un lugar que deben obedecer a sus autoridades por ellos mismos elegidas, en los niveles democráticos. Empleados u obreros que deben obedecer a sus jefes, supervisores o patrones, porque es lo que corresponde para acceder a sus salarios y alumnos que deben obedecer a sus maestros y profesores. ¿Y en lo espiritual? Obediencia a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Y en lo eclesiástico estructural? Obediencia a los líderes de una congregación o ministerio. ¿Y si no estás de acuerdo porque lo que se te ordena es negativo, inconveniente o directamente pecaminoso? Pues entonces te retiras de allí y te buscas otra cosa que creas mejor. Pero rebelión, no. Las leyes castigan eso y, aunque que asista la razón, no vas a pasarlo bien. Pablo es muy claro en esto.

Efesios 6: 1-3 = Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. Presta mucha atención a lo que dice la primera frase, porque ha habido muchos errores y hasta abusos de autoridad por causa de no haberlo entendido completo, sino parcialmente. Les dice a los hijos que obedezcan a sus padres, en el Señor. O sea que esto deja sin efecto para esa obediencia, cualquier mandato que no esté alineado con la voluntad y el propósito del Señor. Si un padre le ordena a un hijo que salga a robar, a matar, a vender droga o a prostituirse, por ejemplo, ese hijo no está de ninguna manera obligado a cumplir con esa orden. Lo mismo opera y funciona a la hora de honrar a tus padres. Porque generalmente hemos dedicado mayor atención a hijos que, ni bien consiguen un trabajo que los sostenga, no sólo se independizan de sus padres, lo cual sería más que correcto, sino que directamente se olvidan de ellos, aunque llegue un tiempo donde estén muy ancianos y los necesiten como apoyo. El mismo apoyo y contención que ellos le dieron a ese hijo cuando era pequeño. ¿Recompensa por cumplir con todo esto? Larga vida, nada menos. Y bendecida, no a como salga.

Verso 4 = Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor. Si yo soy padre y reconvengo a un hijo porque ha cometido un error o, directamente, está en algún pecado, no lo estoy provocando a ira, aunque monte en ira como respuesta. De h echo, debo buscar la manera de mayor misericordia y amor para decirle lo que deba, pero sin callármelo. Es lo mejor que puedo dejarle. Ahora, si en lugar de eso, pretendo sacarlo de su momento de estudio para el colegio para que vaya a comprarme alcohol o tabaco, entonces supongo que tiene todo el derecho del mundo a enojarse y pensar que soy yo el que no hace o correcto, y no se equivoca. De eso te está hablando aquí. Disciplina y amonestación es el trazar líneas de comportamiento en mi casa, (Mi esposa y yo somos las autoridades de esta casa), que ellos deberán respetar. Si ya son adultos y mayores de edad, tienen toda la libertad para independizarse e irse a vivir donde quieran, pero mientras habitan la casa de sus padres, ellos son la autoridad en ese lugar. Eso, no obstante, no da lugar de ninguna manera a ninguna forma de abuso, cosa tan deleznable como la desobediencia.

Versos 5.8 = Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ese recibirá del Señor, sea siervo o sea libre. En la época en que recién me había convertido, trabajaba en una empresa de gran volumen, por lo que mi amo terrenal, en realidad, no iba mucho más allá de un supervisor de zona, un jefe de sección, otro jefe superior de división y un gerente de departamento. Si bien yo tenía una tarea sumamente personal, obviamente debía rendir cuentas a esa pirámide directiva respetando cada rango. Siempre lo hice, pero mi cambio en el tiempo de mi conversión fue que entendí perfectamente lo que Pablo dice aquí, gracias a Dios, y eso me permitió cumplir correctamente con mi trabajo, pero sin buscar agradar a ninguna de estas jerarquías establecidas, sino a ese Dios mío, al que recién había conocido en profundidad, y que a partir de allí era el único de quien realmente me interesaba tener aprobación.

Asimismo, y un tiempo después, ya instalado yo mismo en algunos lugares de jefatura, me tocó ver desde otro lugar el mismo tema, y pude entender el por qué o la razón por la que Pablo nos recomienda esto. Me tocó tener a mi cargo a empleados cristianos evangélicos. Y me referiré a ellos, porque si bien jamás he discriminado a los simpatizantes del catolicismo romano, para esto que estamos viendo no los contabilizo porque sus sistemas de vida conforme a sus entendimientos, son distintos. Pero el cristiano evangélico sí conoce todo esto porque ha leído esto mismo que nosotros estamos leyendo hoy. ¿Y sabes qué? Había algunos de ellos que te dabas cuenta que trabajaban duro en lo que fuera sin prestarme a mí más atención que la necesaria a la hora de recibir las directivas. Pero que había otros, que, escudándose de su cristianismo similar al mío, intentaban por todos los medios acceder a todos los beneficios posibles, aunque rindiendo en sus tareas muchísimo menos que los demás. Y a esos, añádeles los que, en busca de ascensos o mejoras, no dudaban en venir a censurar, criticar o directamente acusar a otros también cristianos, en la intención de hacerme ver que ellos eran mejores. Esos tienen un nombre, que, por respeto al oyente, no mencionaré. Pero todos lo conocen.

Verso 9 = Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas. Esto, he podido observarlo y comprobarlo, ocurre muy a menudo en comercios, negocios, empresas o industrias cuyos propietarios son creyentes, con todos aquellos empleados cristianos que hayan contratado. He podido ver de todo, y de ida y vuelta. No se puede caer en ninguno de los extremos ideológicos que adoctrinan respecto a que los buenos son los amos y los malos sus empleados, o en la viceversa, Si existen buenos y malos, no hay cristianos genuinos, sólo hay religiosos viviendo en Adán. Porque él implantó eso de lo bueno y lo malo, al comer del árbol que tenía prohibido, el del conocimiento del bien y el mal, es decir, de lo bueno y lo malo. De hecho, también me ha tocado conocer a cristianos empresarios que, con sus empleados, eran verdaderos déspotas, tiranos, pretendiendo tener esclavos, más que empleados. Y también he visto lo contrario, donde empleados cristianos se abusaban de mil y unas maneras de un empresario bueno y crédulo de sus mañas. Conclusión, no son pocos los empresarios cristianos que han decidido no contratar a nadie que asista a una iglesia cristiana, para ahorrarse problemas que con incrédulos no tienen.

Ahora bien; luego de todas estas consideraciones, en las que la obediencia toma un rol más que preponderante, a muchos que todavía no han tomado amistad o confianza con sus biblias, les resulta un poco complejo y hasta confuso y contradictorio, el tema de la obediencia a un Dios que no pueden ver con sus ojos. Cuestionan otras obediencias terrenales y, como adhesivo, la que concierne a Dios mismo. Entonces bien vale auto formularse la pregunta del millón: ¿Por qué es importante obedecer a Dios?  Primero, la base para la obediencia debe ser el amor al Señor y lo que hizo por nosotros, porque Él nos amó primero, aunque nosotros somos pecadores. 1 Juan 4:19: Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. – Romanos 5: 8: Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Desde el momento en que empezamos a obedecer a Dios, empezaremos a ver un cambio significativo en nuestra vida, como por ejemplo tener éxito al tener una conciencia clara y limpia.

Perfecto. Entendido. ¿Y cuáles serían los resultados de ser obediente a Dios, según lo que dice la Biblia? En primer lugar, ser obedientes nos hace más prudentes y fuertes. Mateo 7:24; Jesús dice: Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Además de esto, nos permite dejar un legado. Pablo les dice a los Romanos 16:19: Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros; pero quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal. La obediencia a Dios también nos hace diferentes en la actuación y en el ser. Por eso Pablo les escribe esto a los Filipenses 2: 12-15: Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; 

Asimismo, y ya yendo a la historia de nuestra fe, nos encontramos conque somos bendecidos por la obediencia de Abraham hacia Dios, tal como lo leemos en Génesis 22:18: En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz. Además de todo esto, cuando leemos la Palabra con detenimiento, interés y ansias de encontrar revelación, nos enteramos que tiene una promesa para aquellos que obedecen a Dios. Isaías, desde su libro, nos da una idea clara sobre esto en 1:19: Tiene una promesa para aquellos que obedecen a Dios (Isaías 1:19-20). Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho. Y, finalmente, aunque quedan muchas otras vertientes para examinar, me quedaré conque la obediencia a Dios, en sí misma, trae incontables bendiciones a nuestras vidas. De eso le habla a Moisés en Deuteronomio 11:13-14: Si obedeciereis cuidadosamente a mis mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a Jehová vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma, yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recogerás tu grano, tu vino y tu aceite.

Clarísimo. Como para que a nadie le queden ni siquiera milímetros de duda. Aunque sabemos, por experiencia, que hay mucha gente que se dice cristiana que, sabiendo todo esto, aun así eligen seguir desobedeciendo en aquellas cosas que no pueden o simplemente no quieren cortar. No entienden que desobedecer a Dios trae consecuencias y tiene un precio. Desde un principio la Biblia nos enseña las consecuencias de desobedecer, tal como vemos con la historia de Adán y Eva en los capítulos de Génesis 3: 1-3. Nos damos cuenta de que nuestra desobediencia no agrada a Dios y que, además, es algo muy serio. Escucharon la voz de la serpiente que los engañó. Aquí vemos la primera consecuencia de la desobediencia a Dios: perdieron la intimidad con Dios, tuvieron vergüenza y les dio miedo. Además de que fueron echados fuera del huerto del edén. Me gusta recurrir a mi Biblia para confirmar o respaldar ideas, y cuando lo encuentro, me place compartirlo para bendición de quien sea que me escuche. Según la Palabra, desobedecer a Dios tiene sus consecuencias.

Por ejemplo: Dios rechazó a Saúl después de desobedecer. Lo vemos en 1 Samuel 16:14: El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová. Después aparece nuestro benemérito Pablo, pero en este caso escribiéndoles a los tesalonicenses, en su segunda carta 3:14: Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ese señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence. Y no es lo único que el apóstol les dijo a estos hombres y mujeres de Tesalónica, porque en esa misma carta, en el inicio, capítulo 1 y versos 6 al 8, leemos: Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo;

En el Antiguo Testamento, el tema es tocado por igual. En 1 Reyes 20:36 hay una historia de dos profetas. Uno le pide al otro que lo hiera por mandato de Jehová y el otro no le obedece. Entonces el primer profeta le dice: Él le dijo: Por cuanto no has obedecido a la palabra de Jehová, he aquí que cuando te apartes de mí, te herirá un león. Y cuando se apartó de él, le encontró un león, y le mató. No es el único caso. No es desconocida por nosotros la ignorancia que Israel misma manifestó hacia Dios en más de una ocasión. A propósito de esto, en Deuteronomio 8:20, Dios mismo dice: Como las naciones que Jehová destruirá delante de vosotros, así pereceréis, por cuanto no habréis atendido a la voz de Jehová vuestro Dios. Finalmente, nos encontramos con el libro de Jonás, capítulo 1 y versos 3 y 4, cuando luego de desobedecer a Dios, él intenta escapar. Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová. Pero Jehová hizo levantar un gran viento en el mar, y hubo en el mar una tempestad tan grande que se pensó que se partiría la nave.

Lo que realmente agrada al Señor es nuestra obediencia. Obedece Su Palabra, obedece Su voz. Todo esto nos hace tener una relación íntima con Él. Obedecer es la mayor prueba de amor que podemos dar al Señor. Obedecer a Dios es amarlo y amarlo es obedecer. La Biblia tiene mucho que decir sobre la obediencia. De hecho, la obediencia es parte esencial en la fe cristiana. Jesús mismo fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Para los cristianos, el hecho de tomar nuestra cruz y seguir a Cristo significa obediencia. La Biblia dice que debemos mostrar nuestro amor a Jesús obedeciéndole en todo: Si me amáis, guardad mis mandamientos, dijo. A un cristiano que no obedece los mandatos de Cristo podemos preguntarle con toda razón: Por qué lo llamáis, Señor, Señor, ¿Y no hacéis lo que Él dice?

La obediencia, reitero, se puede definir como el cumplimiento obediente o sumiso de los mandatos de quien tiene autoridad. Con esta definición, observamos los elementos de la obediencia bíblica. «Obediente» significa que nuestra obligación es obedecer a Dios, así como Jesús cumplió Su deber con el Padre al morir en la cruz por nuestro pecado. «Sumiso» indica que cedemos nuestra voluntad a la de Dios. «Mandatos» habla de las Escrituras en las que Dios ha delineado claramente Sus instrucciones. La «autoridad» es Dios mismo, cuya autoridad es total a la vez es inequívoca. Para el cristiano, la obediencia significa cumplir con todo lo que Dios ha ordenado. Es nuestro deber hacerlo. Habiendo dicho esto, es importante recordar que nuestra obediencia a Dios no es únicamente un asunto de deber. Le obedecemos porque le amamos. También entendemos que el espíritu de obediencia es tan importante como el acto de obediencia. Servimos al Señor con humildad, sencillez de corazón y amor.

Asimismo, tenemos que cuidarnos de enmascarar un corazón pecaminoso con un velo de obediencia. Vivir la vida cristiana no consiste en cumplir reglas. Los fariseos de la época de Jesús perseguían incansablemente los actos de obediencia a la Ley, pero se convirtieron en santurrones, creyendo que merecían el cielo por lo que habían hecho. Hoy todavía quedan unos cuantos que piensan lo mismo. Se consideraban dignos ante Dios, quien les debía una recompensa; sin embargo, la Biblia nos dice que, sin Cristo, incluso nuestras mejores y más justas obras son como «trapos de inmundicia”. A la obediencia externa de los fariseos todavía le faltaba algo, y Jesús desenmascaró la actitud de su corazón. Sus vidas se caracterizaban por su hipocresía al obedecer la «letra de la ley» al tiempo que violaban el espíritu de la misma, y Jesús los reprendió duramente: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.

Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad». Los fariseos eran obedientes en algunos aspectos, pero «descuidaban los asuntos más importantes de la ley». Hoy no estamos llamados a obedecer la ley de Moisés. Eso se ha cumplido en Cristo. Debemos obedecer la «ley de Cristo», la cual es una ley de amor. Jesús declaró el mayor mandamiento de todos: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” Si amamos a Dios, le obedeceremos. No seremos perfectos en nuestra obediencia, pero nuestro deseo es someternos al Señor y mostrar buenas obras. Cuando amamos a Dios y le obedecemos, naturalmente tenemos amor por los demás. Cuando obedecemos los mandatos de Dios, nos convertimos en luz y sal en un mundo oscuro e insípido.

¿Alguna vez has pensado en la conexión entre la fe y la obediencia? Cuando tú confías en alguien, haces lo que ellos dicen. Si no haces lo que otra persona te dice que hagas, significa que tú no confías en ellos. Esto se ve o no se ve en la relación padres e hijos.  En la Biblia, Dios conecta la fe y la obediencia una y otra vez. Las promesas de Dios están condicionadas a que sigas las instrucciones que Él te da. Obediencia es la premisa detrás de todas las promesas. Dios te da sus promesas por gracia. Pero tú puedes disfrutar de sus promesas cuando sigues sus instrucciones. Algunas veces comprendes las instrucciones de Dios. Pero otras veces no. Y tú necesitas obedecer ya sea que entiendas o que no entiendas. Algunos de los mandatos de Dios pueden sonar confusos. Algunos pueden parecer injustos. Por ejemplo, la Biblia dice que tomes primero el 10 por ciento de tu ingreso y se lo devuelvas a Él.

Dice que cuando las personas te hagan mal, les debes devolver con bien. Estas cosas no siempre hacen sentido desde el punto de vista humano. Pero las cosas que no nos hacen sentido a nosotros son aquellas cosas que Dios nos pide que hagamos por fe. Él desea que confiemos en Él y le obedezcamos siempre. Yo deseo que disfrutes de todas las promesas de Dios. La obediencia es la llave que las desata. Escoge seguir sus direcciones hoy en fe. Él promete recompensarte por tu obediencia. Con todo esto, creo que tienen respuesta algunos interrogantes previos, tales como es que la fe, la obediencia y las promesas de Dios dependen unas de otras. O tal vez cuáles de los mandatos de Dios no has estado obedeciendo, porque no entiendes porque debes obedecer ¿Te comprometerías a obedecer en fe, aun cuando no entiendas? Lee sobre la lista de promesas de Dios nuevamente. ¿Cuál sobresale para ti? Toma unos minutos para orar, dándole gracias a Dios por esa promesa y pidiéndole que te ayude a obedecer sus direcciones.

Soy padre, con enormes defectos y seguramente no pocos errores en esa tarea. Sin embargo, una de las cosas que siempre me produjo una enorme gratificación como padre, fue el contar con la fe, la confianza y, por ende, la obediencia de parte de mis hijos. Me cuidé de sobremanera de no darles directivas, sugerencias, consejos o pedidos conforme a mi opinión, sino acorde con lo que había visto en panorámica y sabía, por testimonios de otras personas, que eran cosas perjudiciales. Si con todas mis imperfecciones y errores, fui y soy feliz porque mis hijos fueron obedientes, no me da la mente finita para llegar a estimar qué es lo que siente Dios cuando cualquiera de nosotros, sus hijos, obedecemos sin dudar ni cuestionar sus mandamientos. Creo que con eso que sienta mi Padre celestial, a mí me alcanza y me sobra para este y todos los universos con todas sus galaxias y planetas.

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noviembre 8, 2025 Néstor Martínez