Estudios » Blog

A Veces…

…Cuando el hombre que va a su trabajo, debe caminar por una calle mal iluminada de su gran ciudad, expuesto a una inseguridad global que lo deja a expensas de los vericuetos delictivos cada vez más abundantes, no puede menos que rascarse la nuca y pensar: ¡Uy! ¿Por qué no habré nacido en el campo, donde todo es paz y sosiego y no existen estos peligros estresantes? ¿Por qué tuve que nacer en este mundo de cemento donde nadie te tiene en cuenta y donde todos piensan sólo para sí mismos?

Otras veces, otro hombre, cuando trata de caminar absolutamente a oscuras, sin poder ver ni siquiera sus propias manos, por un sendero de tierra despareja. matizado de espinos que lastiman tobillos, sin más techo que el de millones de estrellas blancas pintando la negrura del firmamento, tampoco resiste la tentación de rascarse la nuca y pensar: ¡Caramba! ¿Por qué no habré nacido en una ciudad, donde tienen de todo y todo es bueno y más divertido y no en este campo vacío donde jamás sucede nada distinto?

Hay un momento en que ese otro hombre, mientras trata de concentrarse en lo que dice el pastor de la iglesia donde acude cada fin de semana, que es casi un calco de lo que dijo el fin de semana anterior, razona y añora: “Perdón…no tengo nada en contra de Dios, todo lo contrario, pero… ¿Por qué no me habré quedado en mi casa, orando cuando tenía ganas y leyendo mi Biblia a gusto y no tener la obligación de venir aquí a pasar un tiempo que se me hace cada vez más largo?”

Hay otro momento en donde otro hombre más, mientras bebe su cuarta cerveza en un bar de mala muerte y fuma el decimonoveno cigarrillo de un día al cual todavía le falta una enormidad para concluir, también se toma un momento para rascarse la misma nuca que se rascan todos los demás y reflexionar para sus adentros: ¡Uff! ¿Por qué no le habré hecho caso a ese matrimonio que me tocó el timbre de mi puerta y me habló de Dios y me invitó a su iglesia? ¡Seguro que ellos en este momento la están pasando mucho mejor que yo! Se los ve tan felices allí adentro…

A mí se me ocurrió darte estos cuatro modelos, pero seguramente a ti se te están presentando por lo menos una docena más, que pintan situaciones diferentes a las que aquí relato, pero consecuentes y coincidentes con sus significados: la permanente, repetitiva, casi rutinaria y mediocre condición egocéntrica de un hombre global que nunca o casi nunca está satisfecho o conforme con lo que la vida le ha obsequiado como riqueza personal permanente. Súmale si quieres, como ya dije,  a los rubios pintando su cabello de oscuro y los morenos matizándolos de dorado.

 O el excedido en kilos que se mata ejercitándose para poder bajar por lo menos algunos y el delgado que procura comer mucha grasa y harina, aún sin hambre, porque desea tener unos gramos más que le sean útiles para ocultar sus huesos que quedan feos a la vista. Y que conste que estoy hablando sólo del lado masculino, porque por pertenecer al género es el que más conozco. Ni quiero imaginarme lo que podría escribir en comunión conmigo cualquier mujer con mínima capacidad de autocrítica positiva.

Hombre. Varón, si lo quieres en términos bíblicos. Macho, en terminología animaloide, a la que también suelen ser afectos algunos que yo llamaría humanoides, si es que puedo inaugurar el rótulo. Mujer. Varona. Hembra, dice mi Biblia, aunque los delicados y exquisitos religiosos de mi barrio decidan que a Dios se le fue la mano al denominarla así porque suena a grosero y humillante. ¿Dónde tú vives, también hay fulanos que suponen que pueden no sólo cuestionar, sino también modificar algunas cosas que Dios dijo? 

Y listo. Ahí se terminó el área humana de la Creación. Dios dijo varón y hembra y a otra cosa mariposa. ¡Bueno! ¡Pero los tiempos cambian y Dios no tuvo en cuenta que surgirían gays, lesbianas, trans y todo el andamiaje que el mundo inclusivo te muestra! No te creas, la homosexualidad no es un invento de este mundo moderno siglo veintiuno. La historia está repleta de eso y la Biblia misma los menciona y no precisamente como una novedad escandalosa. Sólo un pecado a enmendar, confesar, perdonar, redimir y renacer al diseño.

…Porque, en todo caso, el tema no pasa por lo que alguien es o no es, sino al derecho a juicio que suponen poseer los que lo observan. Entonces no sólo es decir homosexual. La mala palabra sería, a mi humilde entender, marginalidad. Quiero ubicarme donde debo, tal como es el mandato universal para el hijo de Dios en la tierra, en el justo y delicado equilibrio entre el conocimiento y la unción. Jamás aceptaría que el portero de un templo le prohíba el ingreso a un o una visible homosexual a un culto de domingo por la tarde, “porque a los hermanos no les agrada”, como tampoco lanzarme a predicar que un matrimonio entre personas de un mismo sexo es un canto maravilloso al amor de Dios en la tierra. Dios ha mostrado, desde la creación del universo, que es un Dios de equilibrio. ¿Y sus hijos, qué? Eso se nos demanda. Rechazo al pecado, pero con justicia y equilibrio. Espiritualidad, si; carnalidad, nunca.

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

diciembre 20, 2024 Néstor Martínez